¿Qué es el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús?
¡Eres Hijo(a)
de Dios! ¡Eres Hijo(a) del Nuevo Pacto!
Por Riqui Ricón*
Y tomó el pan y dio gracias, y
lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado;
haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo
cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que
por vosotros se derrama (Luc 22.19-20).
En la actualidad existen muchos
creyentes que no tienen un conocimiento correcto acerca del significado del
Nuevo Pacto al cual Jesucristo hacía referencia cuando instituyó la Santa Cena.
Muchos piensan que se trata de la vida que ahora puedes llevar en base al Nuevo
Testamento de tu Biblia, otros llegan a afirmar que sus vidas ya no están más
regidas por la ley del Antiguo Testamento sino por la Gracia del Nuevo
Testamento.
La lectura bíblica del día de hoy
nos ofrece un buen momento para reflexionar acerca de lo que realmente es el
Nuevo Pacto y lo que éste significa.
el
ladrón no viene sino para hurta y matar y destruir; yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10)
El problema al ignorar el
verdadero significado del Nuevo Pacto se presenta cuando te das cuenta que la
realidad imperante en tu vida es una ausencia o carencia de esa abundancia o
plenitud de vida que debieras experimentar de acuerdo a las Palabras de
Jesucristo.
¿Qué es lo que sucede? Que
desconoces lo que el Nuevo Pacto es y, por lo tanto, sin saberlo ni quererlo, cedes ante el
adversario el derecho que te asiste para vivir una vida plena y abundante.
Veamos, en el Antiguo Testamento,
la promesa del Nuevo Pacto y sus implicaciones.
He aquí que vienen días,
dice Jehová, en los cuales haré nuevo
pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres
el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto,
aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la
casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a
ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más
ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová;
porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,
dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su
pecado (Jer 31.31-34).
Al prometer un Nuevo Pacto, Dios
se comprometió a que haría algo tan rotundo y contundente que quitaría
definitivamente el pecado de en medio de tu relación con Él. Dios prometió que
pondría Su Ley, la Palabra, en tu mente y corazón. Esto significaría, según
Dios, un cambio tan profundo e interno en tu ser que ya no necesitarás ser
enseñado acerca de Él pues, así, se establecería una relación tan íntima entre
tú y Él como la de un Padre con su hijo.
Sin embargo, aún estaba pendiente
de resolver el asunto del pecado.
Porque la paga del pecado es
muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.23).
Para poder realizar el Nuevo
Pacto, con Su propia Sangre, Jesucristo pagó el justo castigo por tus pecados, regalándote,
con su muerte, la Vida Eterna que es un derecho exclusivo de los Hijos de Dios.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
Así que por Su Gran Amor con que te
amó, el Padre te ofrece vida y plenitud por medio de Su Hijo, Jesucristo, en
lugar de muerte y condenación.
Pero, ¿cómo se logró esto? Por el
Nuevo Pacto que actuó en tu vida cuando recibiste a Jesús como Señor y Salvador,
y, conforme a lo establecido por Dios en Su Palabra, la Biblia, en ese momento
varios milagros sucedieron dentro de ti:
Os
daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne
el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu,
y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por
obra (Eze 36.26-27).
Dios resolvió el asunto del
pecado en tu vida de una forma drástica y contundente: el hombre (la mujer) de
pecado tendría que morir, tendría que ser destruido(a), y en su lugar Dios creo
otro(a) totalmente nuevo(a). Al aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador,
aceptaste el Nuevo Pacto en Su Sangre, Su muerte y Su resurrección. Entonces,
Dios, en cumplimiento a Su Palabra, te hizo un espíritu nuevo, te dio un nuevo
corazón y puso dentro de ti, y contigo, Su Espíritu Santo.
siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P 1.23).
Esto, mi amado(a), representa la
Sangre del Nuevo Pacto, la esencia de un Pacto donde Dios, a través de la fe en
Su Palabra y en el sacrificio de Jesús, te ha hecho nueva criatura; te ha hecho
un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y no de una semilla corruptible, sino
de la simiente incorruptible que es Su Palabra que vive y permanece para
siempre.
Pero ahora tanto mejor
ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre
mejores promesas (He 8.6).
Porque Él cumplió Su promesa de
hacer un Nuevo Pacto, establecido con mejores promesas mediante la Sangre de Su
Hijo Jesús, ahora tú tienes Vida Eterna y eres un(a) Hijo(a) de Dios.
De modo que si alguno está en
Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas (2 Cor 5.17).
Tienes Vida Eterna y eres un(a)
Hijo(a) de Dios porque, en cumplimiento al Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús,
todos tus pecados fueron pagados y Dios te hizo nueva creatura, creando TOTALMENTE
NUEVO el espíritu que ahora tú eres. De esta forma, Dios te dio un corazón NUEVO
en el cual pudo ya escribir Su Ley y además, puso como garantía al Espíritu
Santo dentro de ti por amigo y ayudador tuyo.
En él también vosotros,
habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión
adquirida, para alabanza de su gloria (Efe 1.13-14).
Esto te coloca en la verdadera
dimensión de la plenitud y la vida abundante que tu Padre proveyó para ti, pues
esta vida no se trata de lo que estés percibiendo,
sintiendo o enfrentando en este preciso momento, sino que esta vida se trata de
lo que Dios dice acerca de ti, se trata de la Verdad infalible e inalterable de
la Palabra de Dios.
¡Eres Hijo(a)
de Dios! ¡Eres Hijo(a) del Nuevo Pacto!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que
asombroso es Tu Amor por mí. Te doy las gracias por haber dado a Tu Hijo Jesús
como el precio justo y correcto por la redención de mi vida y de mi existencia.
Señor Jesús, por el Nuevo Pacto en Tu Sangre, ahora yo tengo Vida Eterna y todo
el derecho a hacer de ella una Vida Plena y Abundante. Por el Nuevo Pacto en Tu
Sangre he sido justificado(a), perdonado(a), santificado(a) y perfeccionado(a)
para ser hecho(a) un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. ¡Gracias! ¡Muchas
gracias, Señor Jesús! Sin importar las circunstancias que hoy estoy
enfrentando, ahora sé que de todas ellas saldré más que vencedor(a), pues soy,
efectivamente, un(a) Hijo(a) del Rey y todo lo puedo en Cristo que me
fortalece. Así que, creo y declaro que ¡soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)
para vivir una Vida Plena y Abundante! ¡Recibo Tu Amor! ¡Recibo Tu Gozo!
¡Recibo Tu Paz! ¡Por la Sangre de Jesús, la Sangre del Nuevo Pacto, que no hay
forma que yo pueda perder en esta vida! ¡Amén!
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero
30 Luc 22.1-38
/
Gen 39 / Sal 30
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
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Enero
30 Luc 22.1-38
/
Gen 39 / Sal 30
San
Lucas 22.1-38
El complot para matar a Jesús
(Mt. 26.1–5, 14–16; Mt. 26.1–5, 14–16, Mr. 14.1–2, 10–11; Jn. 11.45–53)
22
1Estaba cerca la fiesta de los
panes sin levadura, que se llama la pascua.a 2Y
los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían
al pueblo.
3Y entró Satanás en Judas, por
sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce; 4y
éste fue y habló con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia,
de cómo se lo entregaría. 5Ellos se alegraron, y convinieron en
darle dinero. 6Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para
entregárselo a espaldas del pueblo.
Institución de la Cena del Señor
(Mt. 26.17–29; Mr. 14.12–25; Jn. 13.21–30; 1 Co. 11.23–26)
7Llegó el día de los panes sin
levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. 8Y
Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la
comamos. 9Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
10Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un
hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,
11y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde
está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? 12Entonces
él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí. 13Fueron,
pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
14Cuando era la hora, se sentó a la
mesa, y con él los apóstoles. 15Y les dijo: ¡Cuánto he deseado
comer con vosotros esta pascua antes que padezca! 16Porque os digo
que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. 17Y
habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre
vosotros; 18porque os digo que no beberé más del fruto de la vid,
hasta que el reino de Dios venga. 19Y tomó el pan y dio gracias, y
lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado;
haced esto en memoria de mí. 20De igual manera, después que hubo
cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pactob
en mi sangre,c que por vosotros se derrama. 21Mas
he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22A
la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado;d
pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! 23Entonces ellos
comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer
esto.
La grandeza en el servicio
24Hubo también entre ellos una
disputa sobre quién de ellos sería el mayor.e 25Pero
él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre
ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; 26mas no así
vosotros,f
sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el
que sirve.g 27Porque, ¿cuál es mayor, el que
se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo
estoy entre vosotros como el que sirve.h
28Pero vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas. 29Yo, pues, os asigno un reino,
como mi Padre me lo asignó a mí, 30para que comáis y bebáis a mi
mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.i
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mt. 26.31–35; Mr. 14.27–31; Jn. 13.36–38)
31Dijo también el Señor: Simón,
Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; 32pero
yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus
hermanos. 33El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no
sólo a la cárcel, sino también a la muerte. 34Y él le dijo: Pedro,
te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me
conoces.
Bolsa, alforja y espada
35Y a ellos dijo: Cuando os envié
sin bolsa, sin alforja, y sin calzado,j ¿os faltó
algo? Ellos dijeron: Nada. 36Y les dijo: Pues ahora, el que tiene
bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y
compre una. 37Porque os digo que es necesario que se cumpla
todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos;k
porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento. 38Entonces
ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.[1]
Génesis
39
José y la esposa de Potifar
39
1Llevado, pues, José a Egipto,
Potifar oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compró de
los ismaelitas que lo habían llevado allá. 2Mas Jehová estaba con
José,a
y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio. 3Y
vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo
hacía prosperar en su mano. 4Así halló José gracia en sus ojos, y
le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que
tenía. 5Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa
y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y
la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el
campo. 6Y dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se
preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía. Y era José de hermoso
semblante y bella presencia.
7Aconteció después de esto, que la
mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. 8Y
él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa
conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene.
9No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado
sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal,
y pecaría contra Dios? 10Hablando ella a José cada día, y no
escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella, 11aconteció
que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de
casa allí. 12Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo.
Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió. 13Cuando
vio ella que le había dejado su ropa en sus manos, y había huido fuera,
14llamó a los de casa, y les habló diciendo: Mirad, nos ha traído un
hebreo para que hiciese burla de nosotros. Vino él a mí para dormir conmigo, y
yo di grandes voces; 15y viendo que yo alzaba la voz y gritaba,
dejó junto a mí su ropa, y huyó y salió. 16Y ella puso junto a sí
la ropa de José, hasta que vino su señor a su casa. 17Entonces le
habló ella las mismas palabras, diciendo: El siervo hebreo que nos trajiste,
vino a mí para deshonrarme. 18Y cuando yo alcé mi voz y grité, él
dejó su ropa junto a mí y huyó fuera.
19Y sucedió que cuando oyó el amo
de José las palabras que su mujer le hablaba, diciendo: Así me ha tratado tu
siervo, se encendió su furor. 20Y tomó su amo a José, y lo puso en
la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel.
21Pero Jehová estaba con Joséb y le extendió
su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel. 22Y
el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que
había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía. 23No
necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al
cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo
prosperaba.[2]
Salmo 30
Acción de gracias por haber sido librado de la muerte
Salmo cantado en la dedicación de la Casa.
Salmo de David.
1 Te glorificaré,
oh Jehová, porque me has exaltado,
Y no permitiste que mis
enemigos se alegraran de mí.
2 Jehová Dios
mío,
A ti clamé, y me sanaste.
3 Oh Jehová,
hiciste subir mi alma del Seol;
Me diste vida, para que no descendiese
a la sepultura.
4 Cantad a
Jehová, vosotros sus santos,
Y celebrad la memoria de su
santidad.
5 Porque un
momento será su ira,
Pero su favor dura toda la
vida.
Por la noche durará el lloro,
Y a la mañana vendrá la
alegría.
6 En mi
prosperidad dije yo:
No seré jamás conmovido,
7 Porque tú,
Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte.
Escondiste tu rostro, fui
turbado.
8 A ti, oh
Jehová, clamaré,
Y al Señor suplicaré.
9 ¿Qué
provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura?
¿Te alabará el polvo?
¿Anunciará tu verdad?
10 Oye, oh
Jehová, y ten misericordia de mí;
Jehová, sé tú mi ayudador.
11 Has
cambiado mi lamento en baile;
Desataste mi cilicio, y me
ceñiste de alegría.
12 Por tanto,
a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado.
Jehová Dios mío, te alabaré
para siempre.[3]
a a 22.1: Ex. 12.1–27.
b b 22.20: Jer. 31.31–34.
c c 22.20: Ex. 24.6–8.
d d 22.22: Sal. 41.9.
e e 22.24: Mt. 18.1; Mr. 9.34; Lc. 9.46.
f f 22.25–26: Mt. 20.25–27; Mr. 10.42–44.
g g 22.26: Mt. 23.11; Mr. 9.35.
h h 22.27: Jn. 13.12–15.
i i 22.30: Mt. 19.28.
j
j 22.35: Mt. 10.9–10; Mr.
6.8–9; Lc. 9.3; 10.4.
k k 22.37: Is. 53.12.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Lc
21.38-22.38
a
a 39.2: Hch. 7.9.
b
b 39.21: Hch. 7.9.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
38.30-39.23
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
29.11-30.12
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero
30 Luc 22.1-38
/
Gen 39 / Sal 30
San
Lucas 22.1-38
El complot para matar a Jesús
(Mt. 26.1–5, 14–16; Mt. 26.1–5, 14–16, Mr. 14.1–2, 10–11; Jn. 11.45–53)
22
1Estaba cerca la fiesta de los
panes sin levadura, que se llama la pascua.a 2Y
los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían
al pueblo.
3Y entró Satanás en Judas, por
sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce; 4y
éste fue y habló con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia,
de cómo se lo entregaría. 5Ellos se alegraron, y convinieron en
darle dinero. 6Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para
entregárselo a espaldas del pueblo.
Institución de la Cena del Señor
(Mt. 26.17–29; Mr. 14.12–25; Jn. 13.21–30; 1 Co. 11.23–26)
7Llegó el día de los panes sin
levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. 8Y
Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la
comamos. 9Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
10Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un
hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,
11y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde
está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? 12Entonces
él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí. 13Fueron,
pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
14Cuando era la hora, se sentó a la
mesa, y con él los apóstoles. 15Y les dijo: ¡Cuánto he deseado
comer con vosotros esta pascua antes que padezca! 16Porque os digo
que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. 17Y
habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre
vosotros; 18porque os digo que no beberé más del fruto de la vid,
hasta que el reino de Dios venga. 19Y tomó el pan y dio gracias, y
lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado;
haced esto en memoria de mí. 20De igual manera, después que hubo
cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pactob
en mi sangre,c que por vosotros se derrama. 21Mas
he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22A
la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado;d
pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! 23Entonces ellos
comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer
esto.
La grandeza en el servicio
24Hubo también entre ellos una
disputa sobre quién de ellos sería el mayor.e 25Pero
él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre
ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; 26mas no así
vosotros,f
sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el
que sirve.g 27Porque, ¿cuál es mayor, el que
se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo
estoy entre vosotros como el que sirve.h
28Pero vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas. 29Yo, pues, os asigno un reino,
como mi Padre me lo asignó a mí, 30para que comáis y bebáis a mi
mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.i
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mt. 26.31–35; Mr. 14.27–31; Jn. 13.36–38)
31Dijo también el Señor: Simón,
Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; 32pero
yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus
hermanos. 33El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no
sólo a la cárcel, sino también a la muerte. 34Y él le dijo: Pedro,
te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me
conoces.
Bolsa, alforja y espada
35Y a ellos dijo: Cuando os envié
sin bolsa, sin alforja, y sin calzado,j ¿os faltó
algo? Ellos dijeron: Nada. 36Y les dijo: Pues ahora, el que tiene
bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y
compre una. 37Porque os digo que es necesario que se cumpla
todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos;k
porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento. 38Entonces
ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.[1]
Génesis
39
José y la esposa de Potifar
39
1Llevado, pues, José a Egipto,
Potifar oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compró de
los ismaelitas que lo habían llevado allá. 2Mas Jehová estaba con
José,a
y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio. 3Y
vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo
hacía prosperar en su mano. 4Así halló José gracia en sus ojos, y
le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que
tenía. 5Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa
y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y
la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el
campo. 6Y dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se
preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía. Y era José de hermoso
semblante y bella presencia.
7Aconteció después de esto, que la
mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. 8Y
él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa
conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene.
9No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado
sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal,
y pecaría contra Dios? 10Hablando ella a José cada día, y no
escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella, 11aconteció
que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de
casa allí. 12Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo.
Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió. 13Cuando
vio ella que le había dejado su ropa en sus manos, y había huido fuera,
14llamó a los de casa, y les habló diciendo: Mirad, nos ha traído un
hebreo para que hiciese burla de nosotros. Vino él a mí para dormir conmigo, y
yo di grandes voces; 15y viendo que yo alzaba la voz y gritaba,
dejó junto a mí su ropa, y huyó y salió. 16Y ella puso junto a sí
la ropa de José, hasta que vino su señor a su casa. 17Entonces le
habló ella las mismas palabras, diciendo: El siervo hebreo que nos trajiste,
vino a mí para deshonrarme. 18Y cuando yo alcé mi voz y grité, él
dejó su ropa junto a mí y huyó fuera.
19Y sucedió que cuando oyó el amo
de José las palabras que su mujer le hablaba, diciendo: Así me ha tratado tu
siervo, se encendió su furor. 20Y tomó su amo a José, y lo puso en
la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel.
21Pero Jehová estaba con Joséb y le extendió
su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel. 22Y
el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que
había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía. 23No
necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al
cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo
prosperaba.[2]
Salmo 30
Acción de gracias por haber sido librado de la muerte
Salmo cantado en la dedicación de la Casa.
Salmo de David.
1 Te glorificaré,
oh Jehová, porque me has exaltado,
Y no permitiste que mis
enemigos se alegraran de mí.
2 Jehová Dios
mío,
A ti clamé, y me sanaste.
3 Oh Jehová,
hiciste subir mi alma del Seol;
Me diste vida, para que no descendiese
a la sepultura.
4 Cantad a
Jehová, vosotros sus santos,
Y celebrad la memoria de su
santidad.
5 Porque un
momento será su ira,
Pero su favor dura toda la
vida.
Por la noche durará el lloro,
Y a la mañana vendrá la
alegría.
6 En mi
prosperidad dije yo:
No seré jamás conmovido,
7 Porque tú,
Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte.
Escondiste tu rostro, fui
turbado.
8 A ti, oh
Jehová, clamaré,
Y al Señor suplicaré.
9 ¿Qué
provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura?
¿Te alabará el polvo?
¿Anunciará tu verdad?
10 Oye, oh
Jehová, y ten misericordia de mí;
Jehová, sé tú mi ayudador.
11 Has
cambiado mi lamento en baile;
Desataste mi cilicio, y me
ceñiste de alegría.
12 Por tanto,
a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado.
Jehová Dios mío, te alabaré
para siempre.[3]
a a 22.1: Ex. 12.1–27.
b b 22.20: Jer. 31.31–34.
c c 22.20: Ex. 24.6–8.
d d 22.22: Sal. 41.9.
e e 22.24: Mt. 18.1; Mr. 9.34; Lc. 9.46.
f f 22.25–26: Mt. 20.25–27; Mr. 10.42–44.
g g 22.26: Mt. 23.11; Mr. 9.35.
h h 22.27: Jn. 13.12–15.
i i 22.30: Mt. 19.28.
j
j 22.35: Mt. 10.9–10; Mr.
6.8–9; Lc. 9.3; 10.4.
k k 22.37: Is. 53.12.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Lc
21.38-22.38
a
a 39.2: Hch. 7.9.
b
b 39.21: Hch. 7.9.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
38.30-39.23
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
29.11-30.12
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