1
de Noviembre
¡Si puedes
creerle a Dios, al que le cree a Dios TODO le es posible!
Por
Riqui Ricón*
¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella
mi meditación… Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino… Afligido estoy en gran manera; Vivifícame, oh
Jehová, conforme a tu palabra… Susténtame conforme a tu palabra, y viviré; Y
no quede yo avergonzado de mi esperanza. Sostenme, y seré salvo, Y me
regocijaré siempre en tus estatutos.
(Sal 119.97, 105, 107, 116-117).
El rey
Ezequías fue uno de los mejores reyes que haya tenido el reino de Judá, tanto
que la Escritura dice de él:
Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme
a todas las cosas que había hecho David su padre… En Jehová Dios de Israel
puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los
reyes de Judá. Porque siguió a Jehová, y no se apartó de él, sino
que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés. Y Jehová estaba con él; y adondequiera
que salía, prosperaba. Él se rebeló contra el rey de Asiria, y no le sirvió (2 R 18.3, 5-7).
Cuando
Senaquerib, rey de Asiria, después de una campaña militar muy exitosa donde
había invadido varios reinos, llegó con su gran ejército para destruir
Jerusalén, Ezequías se fortaleció en el Señor para escuchar y creer la Palabra
de Dios, por lo cual fue librado milagrosamente de su enemigo.
En este día,
probablemente, tú, mi estimado(a) amigo(a) necesites, como el rey Ezequías, un
gran milagro. Si ese fuere tu caso, te tengo muy buenas noticias, la Biblia,
que es la Palabra de Dios y no miente, dice que CIERTAMANETE Él llevo tus
enfermedades, sufrió tus dolores y por sus heridas tú ya fuiste sanado (Isa
53.4-5); dice que Dios desea que tú seas prosperado(a) en TODAS las cosas y que
tengas salud, así como prospera tu alma (3 Jn 2); y dice también que aunque
andes en valle de sombra y de muerte, no temerás mal alguno porque Dios mismo
está contigo (Sal 23.4).
Quizá tú
pienses que Dios apoyó a Ezequías porque él era rey de Judá o que Jesús podía
sanar a los enfermos o dar de comer a multitudes porque Él es el Hijo de Dios.
Pues, permíteme hacerte unas preguntas, ¿eso es todo lo que se necesita? ¿Ser rey
o reina; ser Hijo o Hija de Dios?
¡Excelente!
¡Más buenas noticias! La Biblia, que es la Palabra de Dios y no puede mentir,
dice claramente que por la Sangre de Jesús tú ya has sido hecho(a) rey (reina)
para Dios y que reinarás sobre esta tierra.
y cantaban un nuevo cántico, diciendo:
Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado,
y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y
nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos
sobre la tierra (Apo 5.9-10).
Nota que la
Escritura NO dice que serás un(a) Rey (Reina) cuando llegues al cielo o a la
Presencia de Dios, sino que establece que por lo que Jesús hizo por Amor a ti,
YA ERES ese(a) Rey (Reina) que ha de reinar sobre la tierra.
Y si esto
te pareciera poco, pon toda tu atención y corazón a lo que dice 1ª de Juan 3.1:
Miren lo grande que es el amor que el
Padre nos ha mostrado, ¡hasta llega a hacer posible que seamos llamados hijos
de Dios! Y eso es lo que de verdad somos. Por eso la gente del mundo no nos
conoce, pues el mundo no conoce a Dios.
No solamente eres Rey (Reina) y Sacerdote
(Sacerdotisa) sino que además, ¡Eres llamada(o) Hijo(a) de Dios por el
mismísimo Dios! ¡Y eso es lo que en Verdad eres!
Y muchas veces el espíritu lo arroja
al fuego o al agua, para matarlo. Si puedes, ayúdanos. ¡Ten compasión de
nosotros! Dijo Jesús: ¿Cómo "si puedes"? Para el que cree, todo es
posible (Mar 9.22-23 CST).
Quizá tú
hayas acudido ya a la oración y te parece que nada da resultado y te encuentras
como aquel padre de familia que vino a Jesús diciendo, traje mi hijo a tus discípulos y no pudieron sanarle, pero si tú puedes
hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos. Entonces, si este es
tu caso, te ruego que medites en la respuesta que Jesús le dio:
¿Cómo que
si puedo? Es todo lo contrario, no se trata de si Yo puedo hacer algo por ti
sino de si tú puedes creerme a Mí, pues ¡al que le cree a Dios, TODO le es
posible!
Jehová
de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).
Si puedes
creer que la Biblia es la Palabra de Dios y no miente. Si puedes creer que la
Biblia es la Verdad. Si puedes creer que Dios te ama tanto que prefirió
entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti. Si puedes creer que por la
Sangre de Jesús haz sido hecho(a) para Dios rey (reina) y sacerdote
(sacerdotisa), y reinarás sobre la tierra. Si puedes creer que por Su gran Amor
con que te ha amado, Dios te ha nombrado Su Hijo(a). Entonces, mi amado(a), tú puedes
orar con plena certeza de fe que Dios es contigo, y si Dios es contigo, ¿quién
contra ti? Puedes estar completamente seguro(a) que, si Dios lo dijo, entonces,
Él lo va hacer; si Dios lo habló, entonces, Él lo va a ejecutar.
Y recuerda que,
aunque andes en valle de sombra y de muerte no temerás pues Dios, tu Padre,
está contigo.
Tú
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en
ti ha confiado (Isa 26.3).
Fue por haberle creído a Dios, creyendo Su Palabra, que Ezequías recibió
el pronto auxilio de Dios y el ejército del rey de Asiria fue destruido
sobrenaturalmente.
Y ustedes, los que quedan en Judá, los
que han escapado de los estragos del ataque, echarán raíces en su propio suelo,
crecerán y prosperarán. Pues desde Jerusalén se extenderá un remanente de mi
pueblo, un grupo de sobrevivientes, desde el monte Sión. ¡El ferviente
compromiso del SEÑOR de los Ejércitos Celestiales hará que esto suceda!». »Y
esto dice el SEÑOR acerca del rey de Asiria: »“Sus ejércitos no entrarán en
Jerusalén; ni siquiera lanzarán una sola flecha contra ella. No marcharán fuera
de sus puertas con sus escudos ni levantarán terraplenes contra sus murallas.
El rey regresará a su propia tierra por el mismo camino por donde vino. No
entrará en esta ciudad —dice el SEÑOR—. Por mi propia honra y por amor a mi
siervo David, defenderé esta ciudad y la protegeré”» (Isa 37.31-35 NTV).
Y eso que Ezequías era solamente un rey de Judá. ¿Qué no hará Dios
Todopoderoso por uno(a) de Sus Hijos(as) como tú, que estás confiando en Él?
¡Ten ánimo! Créele a tu Padre celestial, creyendo Su Palabra, pues Su
buena Voluntad para contigo es agradable y perfecta. Dios no te ha dejado, ni
te dejará y de todo problema, angustia o enfermedad vas a salir más que
vencedor(a) por medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús.
Ezequías, aunque un gran rey, era solamente un simple mortal y, sin
lugar a dudas, por el Amor que Dios siente por ti, por Su Palabra y por el
Poder del Espíritu Santo, tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y
puedes con toda franqueza decirle a tu Padre celestial:
¡Oh,
cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación… Lámpara es a mis pies
tu palabra, Y lumbrera a mi camino…
Afligido estoy en gran manera; Vivifícame, oh Jehová, conforme a tu
palabra… Susténtame conforme a tu palabra, y viviré; Y no quede yo avergonzado
de mi esperanza. Sostenme, y seré salvo, Y me regocijaré siempre en tus
estatutos. (Sal 119.97, 105, 107,
116-117).
Así que, haz de la Biblia la norma máxima de tu existencia. Ponla en tu
mente, boca y corazón leyéndola y meditándola de día y de noche todos los días
de tu vida porque sólo así harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.
Nunca se apartará de tu boca este
libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y
hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás
prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
Oremos en
voz audible:
Amado Padre
celestial, sé perfectamente que puedo confiar en Ti. Sé perfectamente que Tu
Palabra, la Biblia, es la Verdad. Y sé que aún esta certeza me la has dado Tú
por el gran Amor con que me amas. Gracias, Señor Jesús, porque estando yo en
tinieblas me trasladaste a Tu luz admirable; estando yo muerto(a) me has dado
vida y la vida que has comprado para mí con Tu Sangre es una vida buena, plena
y abundante. ¡Soy un(a) Hijo(a) del Rey de reyes y Señor de Señores! ¿Quién me
puede vencer? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está
escrito en Tu Palabra: Por causa de ti soy muerto(a) todo el tiempo; Soy
contado(a) como oveja de matadero. Antes, en todas estas cosas soy más que
vencedor(a) por medio de Aquel que me amó. Por lo cual estoy
seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar del amor de Dios, que es
en Cristo Jesús mi Señor. Así que, creo y recibo esa vida saludable, libre de
la enfermedad, que Tú compraste para mí. Creo y recibo esa vida plena y
abundante llena de dicha y paz donde tendré problemas y aflicciones, pero de
todos y cada uno de ellos saldré más que vencedor(a). ¡No hay forma en que
pueda perder en esta vida! Por lo tanto, creo y declaro que ¡Soy
sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hija(o) del
Rey! Gracias, Señor Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un
año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre 1 1
Tim 3 /
Isa 36-37/ Sal 119.97-120
1
Timoteo
Requisitos
de los obispos
3
1Palabra fiel: Si
alguno anhela obispado, buena obra desea. 2Pero es necesario que
el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente,
decoroso, hospedador, apto para enseñar; 3no dado al vino, no
pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no
avaro; 4que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en
sujeción con toda honestidad 5(pues el que no sabe gobernar su
propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); 6no un
neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 7También
es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en
descrédito y en lazo del diablo.
Requisitos de los diáconos
8Los diáconos
asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos
de ganancias deshonestas; 9que guarden el misterio de la fe con
limpia conciencia. 10Y éstos también sean sometidos a prueba
primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. 11Las
mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
12Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus
hijos y sus casas. 13Porque los que ejerzan bien el diaconado,
ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo
Jesús.
El misterio de la piedad
14Esto te
escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, 15para
que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia
del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. 16E
indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue
manifestado en carne,
Justificado
en el Espíritu,
Visto de los
ángeles,
Predicado a
los gentiles,
Creído en el
mundo,
Recibido
arriba en gloria.
Isaías
La invasión de Senaquerib
(2 R. 18.13–37; 2 Cr. 32.1–19)
36
1Aconteció en el
año catorce del rey Ezequías, que Senaquerib rey de Asiria subió contra todas
las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó. 2Y el rey de Asiria
envió al Rabsaces con un gran ejército desde Laquis a Jerusalén contra el rey
Ezequías; y acampó junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino de
la heredad del Lavador. 3Y salió a él Eliaquim hijo de Hilcías,
mayordomo, y Sebna, escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller, 4a los
cuales dijo el Rabsaces: Decid ahora a Ezequías: El gran rey, el rey de Asiria,
dice así: ¿Qué confianza es esta en que te apoyas? 5Yo digo que el
consejo y poderío para la guerra, de que tú hablas, no son más que palabras
vacías. Ahora bien, ¿en quién confías para que te rebeles contra mí? 6He
aquí que confías en este báculo de caña frágil, en Egipto, en el cual si
alguien se apoyare, se le entrará por la mano, y la atravesará. Tal es Faraón
rey de Egipto para con todos los que en él confían. 7Y si me
decís: En Jehová nuestro Dios confiamos; ¿no es éste aquel cuyos lugares altos
y cuyos altares hizo quitar Ezequías, y dijo a Judá y a Jerusalén: Delante de
este altar adoraréis? 8Ahora, pues, yo te ruego que des rehenes al
rey de Asiria mi señor, y yo te daré dos mil caballos, si tú puedes dar jinetes
que cabalguen sobre ellos. 9¿Cómo, pues, podrás resistir a un
capitán, al menor de los siervos de mi señor, aunque estés confiado en Egipto
con sus carros y su gente de a caballo? 10¿Acaso vine yo ahora a
esta tierra para destruirla sin Jehová? Jehová me dijo: Sube a esta tierra y
destrúyela.
11Entonces
dijeron Eliaquim, Sebna y Joa al Rabsaces: Te rogamos que hables a tus siervos
en arameo, porque nosotros lo entendemos; y no hables con nosotros en lengua de
Judá, porque lo oye el pueblo que está sobre el muro. 12Y dijo el
Rabsaces: ¿Acaso me envió mi señor a que dijese estas palabras a ti y a tu
señor, y no a los hombres que están sobre el muro, expuestos a comer su
estiércol y beber su orina con vosotros?
13Entonces el
Rabsaces se puso en pie y gritó a gran voz en lengua de Judá, diciendo: Oíd las
palabras del gran rey, el rey de Asiria. 14El rey dice así: No os
engañe Ezequías, porque no os podrá librar. 15Ni os haga Ezequías
confiar en Jehová, diciendo: Ciertamente Jehová nos librará; no será entregada
esta ciudad en manos del rey de Asiria. 16No escuchéis a Ezequías,
porque así dice el rey de Asiria: Haced conmigo paz, y salid a mí; y coma cada
uno de su viña, y cada uno de su higuera, y beba cada cual las aguas de su
pozo, 17hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la
vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas. 18Mirad
que no os engañe Ezequías diciendo: Jehová nos librará. ¿Acaso libraron los
dioses de las naciones cada uno su tierra de la mano del rey de Asiria?
19¿Dónde está el dios de Hamat y de Arfad? ¿Dónde está el dios de
Sefarvaim? ¿Libraron a Samaria de mi mano? 20¿Qué dios hay entre
los dioses de estas tierras que haya librado su tierra de mi mano, para que
Jehová libre de mi mano a Jerusalén?
21Pero ellos
callaron, y no le respondieron palabra; porque el rey así lo había mandado,
diciendo: No le respondáis. 22Entonces Eliaquim hijo de Hilcías,
mayordomo, y Sebna escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller, vinieron a Ezequías,
rasgados sus vestidos, y le contaron las palabras del Rabsaces.
Judá es librado de Senaquerib
(2 R. 19.1–37; 2 Cr. 32.20–23)
37
1Aconteció, pues,
que cuando el rey Ezequías oyó esto, rasgó sus vestidos, y cubierto de cilicio
vino a la casa de Jehová. 2Y envió a Eliaquim mayordomo, a Sebna
escriba y a los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, al profeta
Isaías hijo de Amoz. 3Los cuales le dijeron: Así ha dicho
Ezequías: Día de angustia, de reprensión y de blasfemia es este día; porque los
hijos han llegado hasta el punto de nacer, y la que da a luz no tiene fuerzas.
4Quizá oirá Jehová tu Dios las palabras del Rabsaces, al cual el rey de
Asiria su señor envió para blasfemar al Dios vivo, y para vituperar con las
palabras que oyó Jehová tu Dios; eleva, pues, oración tú por el remanente que
aún ha quedado.
5Vinieron, pues,
los siervos de Ezequías a Isaías. 6Y les dijo Isaías: Diréis así a
vuestro señor: Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído, con
las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria. 7He
aquí que yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor, y volverá a su tierra; y
haré que en su tierra perezca a espada.
8Vuelto, pues, el
Rabsaces, halló al rey de Asiria que combatía contra Libna; porque ya había
oído que se había apartado de Laquis. 9Mas oyendo decir de Tirhaca
rey de Etiopía: He aquí que ha salido para hacerte guerra; al oírlo, envió
embajadores a Ezequías, diciendo: 10Así diréis a Ezequías rey de
Judá: No te engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: Jerusalén no será
entregada en mano del rey de Asiria. 11He aquí que tú oíste lo que
han hecho los reyes de Asiria a todas las tierras, que las destruyeron; ¿y
escaparás tú? 12¿Acaso libraron sus dioses a las naciones que
destruyeron mis antepasados, a Gozán, Harán, Resef y a los hijos de Edén que
moraban en Telasar? 13¿Dónde está el rey de Hamat, el rey de
Arfad, y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Iva?
14Y tomó Ezequías
las cartas de mano de los embajadores, y las leyó; y subió a la casa de Jehová,
y las extendió delante de Jehová. 15Entonces Ezequías oró a
Jehová, diciendo: 16Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que
moras entre los querubines, sólo tú eres Dios de todos
los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la tierra. 17Inclina,
oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye todas las
palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente. 18Ciertamente,
oh Jehová, los reyes de Asiria destruyeron todas las tierras y sus comarcas,
19y entregaron los dioses de ellos al fuego; porque no eran dioses, sino
obra de manos de hombre, madera y piedra; por eso los destruyeron. 20Ahora
pues, Jehová Dios nuestro, líbranos de su mano, para que todos los reinos de la
tierra conozcan que sólo tú eres Jehová.
21Entonces Isaías
hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová Dios de Israel:
Acerca de lo que me rogaste sobre Senaquerib rey de Asiria, 22estas
son las palabras que Jehová habló contra él: La virgen hija de Sion te menosprecia,
te escarnece; detrás de ti mueve su cabeza la hija de Jerusalén.
23¿A quién
vituperaste, y a quién blasfemaste? ¿Contra quién has alzado tu voz, y
levantado tus ojos en alto? Contra el Santo de Israel. 24Por mano
de tus siervos has vituperado al Señor, y dijiste: Con la multitud de mis
carros subiré a las alturas de los montes, a las laderas del Líbano; cortaré
sus altos cedros, sus cipreses escogidos; llegaré hasta sus más elevadas
cumbres, al bosque de sus feraces campos. 25Yo cavé, y bebí las aguas,
y con las pisadas de mis pies secaré todos los ríos de Egipto.
26¿No has oído
decir que desde tiempos antiguos yo lo hice, que desde los días de la
antigüedad lo tengo ideado? Y ahora lo he hecho venir, y tú serás para reducir
las ciudades fortificadas a montones de escombros. 27Sus moradores
fueron de corto poder; fueron acobardados y confusos, fueron como hierba del
campo y hortaliza verde, como heno de los terrados, que antes de sazón se seca.
28He conocido tu
condición, tu salida y tu entrada, y tu furor contra mí. 29Porque
contra mí te airaste, y tu arrogancia ha subido a mis oídos; pondré, pues, mi
garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino
por donde viniste.
30Y esto te será
por señal: Comeréis este año lo que nace de suyo, y el año segundo lo que nace
de suyo; y el año tercero sembraréis y segaréis, y plantaréis viñas, y comeréis
su fruto. 31Y lo que hubiere quedado de la casa de Judá y lo que
hubiere escapado, volverá a echar raíz abajo, y dará fruto arriba. 32Porque
de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte de Sion los que se salven. El
celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
33Por tanto, así
dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni arrojará
saeta en ella; no vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella
baluarte. 34Por el camino que vino, volverá, y no entrará en esta
ciudad, dice Jehová. 35Porque yo ampararé a esta ciudad para
salvarla, por amor de mí mismo, y por amor de David mi siervo.
36Y salió el
ángel de Jehová y mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los
asirios; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de
muertos. 37Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, e hizo su
morada en Nínive. 38Y aconteció que mientras adoraba en el templo
de Nisroc su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer le mataron a espada, y huyeron
a la tierra de Ararat; y reinó en su lugar Esar-hadón su hijo.
SALMO 119.97-120
Excelencias de la ley de Dios
Mem
97 ¡Oh, cuánto
amo yo tu ley!
Todo el día
es ella mi meditación.
98 Me has
hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos,
Porque
siempre están conmigo.
99 Más que
todos mis enseñadores he entendido,
Porque tus
testimonios son mi meditación.
100 Más que los
viejos he entendido,
Porque he
guardado tus mandamientos;
101 De todo mal
camino contuve mis pies,
Para guardar
tu palabra.
102 No me
aparté de tus juicios,
Porque tú me
enseñaste.
103 ¡Cuán
dulces son a mi paladar tus palabras!
Más que la
miel a mi boca.
104 De tus
mandamientos he adquirido inteligencia;
Por tanto,
he aborrecido todo camino de mentira.
Nun
105 Lámpara es
a mis pies tu palabra,
Y lumbrera a
mi camino.
106 Juré y
ratifiqué
Que guardaré
tus justos juicios.
107 Afligido
estoy en gran manera;
Vivifícame,
oh Jehová, conforme a tu palabra.
108 Te ruego,
oh Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca,
Y me enseñes
tus juicios.
109 Mi vida
está de continuo en peligro,
Mas no me he
olvidado de tu ley.
110 Me pusieron
lazo los impíos,
Pero yo no
me desvié de tus mandamientos.
111 Por heredad
he tomado tus testimonios para siempre,
Porque son
el gozo de mi corazón.
112 Mi corazón
incliné a cumplir tus estatutos
De continuo,
hasta el fin.
Sámec
113 Aborrezco a
los hombres hipócritas;
Mas amo tu
ley.
114 Mi
escondedero y mi escudo eres tú;
En tu
palabra he esperado.
115 Apartaos de
mí, malignos,
Pues yo
guardaré los mandamientos de mi Dios.
116 Susténtame
conforme a tu palabra, y viviré;
Y no quede
yo avergonzado de mi esperanza.
117 Sosténme, y
seré salvo,
Y me
regocijaré siempre en tus estatutos.
118 Hollaste a
todos los que se desvían de tus estatutos,
Porque su
astucia es falsedad.
119 Como
escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra;
Por tanto,
yo he amado tus testimonios.
120 Mi carne se
ha estremecido por temor de ti,
Y de tus
juicios tengo miedo.