27 de Abril
¡Hay un milagro en mí boca!
Por Riqui Ricón*
Ahora
bien, Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años,
desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba
por el desierto; y ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años.
Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi
fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para
entrar. Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel
día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y que hay
ciudades grandes y fortificadas. Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré,
como Jehová ha dicho (Jos 14. 10-12).
¡85 años tenía Caleb cuando se dispuso a conquistar
la ciudad de Hebrón que Dios le había dicho sería suya por no haber dudado sino
permanecido en su Palabra!
¡Y aún tenía la misma fuerza y entusiasmo que
cuando tenía 40 años de edad!
Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir
en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la
tendrá en posesión (Núm 14. 24).
Para materializar las Promesas
de Dios en tu Vida es necesario que tengas otro espíritu; o mejor dicho, que
seas otro espíritu. Nunca podrás lograrlo siendo la misma persona que antes
eras. Esto es posible mediante el sacrificio de Cristo Jesús. Con Su muerte
pagó todo lo que debías y con el poder de Su resurrección te dio una Vida
totalmente Nueva.
Pues
hemos muerto y fuimos sepultados con Cristo mediante el bautismo. Y, tal como
Cristo fue levantado de los muertos por el poder glorioso del Padre, ahora
nosotros también podemos vivir una vida nueva (Ro 6.4
NTV).
En los últimos años hemos visto grandes y hermosos
milagros ser hechos en los(as) Hijos(as) de Dios. Asombrosas sanidades físicas
y del corazón; restauraciones familiares y liberaciones económicas han fluido
de la Palabra de Dios, en el nombre de Jesús.
Y
les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste,
la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. Mas
el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas;
y también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev,
y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita
junto al mar, y a la ribera del Jordán. Entonces
Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos
posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Mas
los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel
pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre
los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra
por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo
el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También
vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros,
a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos (N’um 13.
27-33).
Aunque los espías enviados por Moisés reconocieron
que era la Verdad aquello que Dios había dicho acerca de la tierra prometida, ellos
dieron más crédito a lo que vieron sus ojos y a lo que dictaron sus emociones
que a la Palabra de Dios.
Dejaron que la duda hiciera un nido en sus
corazones para incubar miedo y rebelión y comenzaron hablar mal de Dios y de la
tierra.
El
hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo,
del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón
habla la boca (Luc 6. 45).
¡Qué diferentes las palabras y declaraciones de
Caleb! ¡Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros
que ellos! Él también notó las altas
murallas de las ciudades y miró a los gigantes, sin embargo, Caleb no tiene la
más mínima duda, ni temor.
Él vio lo mismo que sus
compañeros y percibió la fortaleza de esos pueblos y lo inexpugnable de sus
ciudades, pero él, Caleb, sabe, tiene la certeza que la Palabra de Dios es la
Verdad; que si Él lo dijo, entonces, Él lo va a cumplir; que si Él lo habló,
entonces, Él lo va a ejecutar.
Entonces
la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la
palabra de Jehová es verdad en tu boca (1 R 17.
24).
Hoy, ante cualquier situación
que estés enfrentando, te aconsejo que sujetes tus emociones y pensamientos a
la Palabra de Dios. No permitas que palabras de fracaso, desánimo y derrota
fluyan de tu corazón a través de tu boca. Busca en la Palabra de Dios las
promesas tocantes a tu necesidad y comienza a declararlas en voz audible y con
fe, esto es, con toda certeza de que es Palabra de Dios, es Palabra de Honor.
Por nada
estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en
toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa
todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús (Fil 4.6-7).
No te angusties por nada y recibe
la paz que sobrepasa todo entendimiento al saber que Dios te ha dado Su Palabra
de Honor. Tú no estás solo(a), ni lo estarás jamás.
¿Qué,
pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El
que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8. 31-32).
¡Dios está contigo! ¡Él lo prometió!
Pon la
Palabra de Dios en tu boca y declara con fe:
Y daré por respuesta a mi
avergonzador, Que en tu palabra he confiado (Sal 119.
42).
¡Hay un
milagro en tu boca!
Oremos en
voz audible:
Amado padre celestial, en esta hora yo declaro que
mayor eres Tú, Señor, que estás en mí, que el que está en el mundo y, por eso,
ya he vencido. Resisto y echo fuera de mi vida y corazón al espíritu de duda y
de temor. Nada ni nadie me pueden hacer frente en todos los días de mi vida
pues en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Ti, Jesús, mi Rey,
Señor y Salvador que me amas. ¡No dudo de lo que dice la Palabra de Dios! ¡Yo
soy quién dice la Biblia que soy! Un(a) legítimo(a) y amado(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a)
de Nuevo. Estoy bendecido(a) por Tu
Palabra, Señor Jesús. Así que, nunca confesaré palabras de fracaso, ni de
derrota, ni de enfermedad, ni de desánimo pues todo lo puedo en Cristo Jesús.
¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de
Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril
27 Hch 11.
19-30 / Jos 13-14 / Job 27