Jueves 18 de
Octubre de 2012.
¡Me ira bien!
Por Riqui Ricón*
Decid al justo que le irá
bien, porque comerá de los frutos de sus manos (Isa 3. 10).
Leer y
meditar la Palabra de Dios es la tarea diaria más importante en la vida de un(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Recuerda que sin fe es imposible agradar a
Dios, tu Padre, y la fe viene cuando
se escucha con atención el mensaje que predicamos acerca de Jesucristo (Ro 10.17 CST).
Así que, la
Biblia produce, en ti, la fe que necesitas para vivir la vida que agrada a Dios.
Además, la Escritura declara que, el justo vivirá por fe.
Ahora bien, Dios
dice en Su Palabra que al justo le irá bien, que la bendición y la
bienaventuranza en esta vida será para aquel que es justo. Entonces vale la
pena hacerse la pregunta, ¿soy yo justo?
A este
respecto, la Biblia, que es la Palabra de Dios, que no miente, declara
enfáticamente que:
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co 5. 21).
Lo que
significa que, en Cristo Jesús, tú ya fuiste hechos justicia de Dios. Tú has
sido hecho(a) justo(a) por medio de la Sangre de Jesús, quién pagó todos tus
pecados al morir en esa cruz.
Así que, sin
lugar a dudas, puedes declarar: ¡Soy justo y me irá bien en esta vida, pues, si
Dios lo dice, entonces Él lo va a cumplir, si Dios lo habló, entonces Él lo va
a ejecutar!
El problema con esto es que, a
veces, la gente dice, por costumbre religiosa: “pues yo no me siento justo, tan
sólo soy un pecador salvo por gracia”. Hacer esta afirmación es un absurdo
disparate y un total desconocimiento de la Palabra de Dios, ya que, por Su
Gracia has sido hecho(a) salvo(a) y, por lo tanto, no puedes seguir siendo un(a)
pecador(a).
Pero Dios nos ha mostrado ahora su justicia por un camino
distinto de la ley, pero un camino acerca del cual la propia ley y los escritos
de los profetas ya han dado testimonio: se trata de la justicia de Dios, que
actúa para salvación por medio de la fe en Jesucristo, sin importar quiénes
seamos nosotros ni cuál haya sido nuestra conducta en otro tiempo. Porque todos
hemos pecado, "y nadie puede tener parte por sí mismo en la gloria de
Dios; pero Dios, por pura gracia, nos declara justos merced a la obra redentora
de Jesucristo. Porque Dios envió a Jesucristo para que sufriera el castigo que
nosotros merecemos, y para que, por medio de la fe en su sangre derramada,
obtuviéramos el perdón de nuestros pecados. De este modo, Dios ha puesto de
manifiesto su justicia, absolviéndonos generosamente y pasando por alto en su
paciencia los pecados anteriormente cometidos. Ahora, en el momento actual,
revela también su justicia salvadora, por la cual, siendo Dios justo, absuelve
sin embargo al transgresor, siempre que éste deposite su confianza en Jesús. ¿De
qué podemos entonces jactarnos en lo que respecta a la salvación?
¡Absolutamente de nada! ¿Y por qué no? Pues porque el fundamento de nuestra
salvación no consiste en cumplir cabalmente la ley de las buenas obras, sino en
obedecer a la ley de la fe en Cristo. Con lo cual concluimos que Dios nos
declara justos y nos salva mediante la fe en Cristo, sin que hayamos de alegar
las obras realizadas de acuerdo con la ley (Ro 3. 21-28
CST).
Medita en esto, no es por lo que
hagas o hayas hecho y, por lo tanto, tampoco es por cómo te sientas o te veas a
ti mismo(a) el día de hoy. Es por Su Amor y Gracia, los cuales ya recibiste al
haber aceptado a Jesús como el Señor de tu vida.
Así que, de
acuerdo a la Palabra de Dios, que no miente, cuando Cristo Jesús pagó con Su
Sangre y Vida todos tus pecados, tú fuiste justificado(a). Ahora eres
legalmente justo(a). El castigo de tu paz fue sobre Él. Tú ya no debes nada,
Jesús lo pagó todo por Amor, y a ti te corresponde creerlo y recibirlo viviendo
esa Vida Plena y Abundante que Él adquirió para ti.
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10.10).
Si te
preguntas por qué, la respuesta es sencilla, ¡porque te ama!
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
¡Dios te ama
tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!
Si me
preguntas cómo lo sé, la respuesta es igual de sencilla, ¡está escrito!
Amada(o), sin
importar cuáles sean los problemas, enfermedades o aflicciones que estés
enfrentando el día de hoy, prepárate, pues te va ir bien en esta vida. ¡Así lo
dice el Señor!
Os he dicho todas estas cosas para que en mí encontréis
vuestra paz. Siempre tendréis en el mundo pruebas que os afligirán, pero
confiad en mí, porque yo he vencido al mundo (Jn 16.33 CST).
Oremos en
voz audible:
Amado Padre
celestial, muchas gracias. Te doy un millón de gracias por Tu gran Amor con que
me has amado pues estando yo muerto(a) en delitos y pecados me diste Vida
juntamente con Cristo, por Tu Gracia fui hecho justo(a), por Tu Gracia soy
salvo(a) y juntamente con Cristo me hiciste Nacer de Nuevo pero ahora como
un(a) Hijo(a) Tuyo(a). ¡Soy Nacido(a) de Nuevo de la semilla incorruptible que
es Tu Palabra que vive y permanece para siempre! Amado Jesús, por lo que
hiciste por mí, no recibo ninguna condenación pues yo no vivo conforme con mi
carne sino conforme a Tu Espíritu. ¡Soy justo(a)! ¡Soy justicia de Dios! Así
que reclamo el derecho divino que tengo para vivir una vida dichosa y plena.
Resisto a la angustia, al temor, a la enfermedad, a la pobreza, a la amargura,
a la soledad y a toda depresión. En el nombre Poderoso de Cristo Jesús, yo _________
(tu nombre aquí) le llamo al gozo, a la paz, a la salud, a la prosperidad, a la
libertad para vivir una vida plena y abundante. Gracias, Señor Jesús, Tú lo
hiciste todo por mí. ¡Lo creo y lo recibo! ¡Es mío! ¡Es mi derecho en toda
justicia! No voy a dejar que nada ni nadie me robe lo que Tú compraste para mí
a tan gran precio. Por lo
tanto, acepto y recibo mi victoria sobre el pecado y sus consecuencias como la
enfermedad, pobreza, depresión, temor y angustia. ¡Soy libre de todos ellos!
¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo! Voy a terminar este año en victoria. Estaré arriba y no más
abajo. Me va ir bien este año. En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Octubre
18 Apo
18 / Isa 3-4 / Sal 109. 1-19