En estos tiempos que se están viviendo, ¿se puede confiar
en alguien?
¡Cómo no
confiar en Dios!
Por Riqui Ricón*
Júzgame, oh Jehová, porque yo
en mi integridad he andado; He confiado asimismo en Jehová sin titubear (Sal 26.1).
Confiar en el Señor sin titubear
significa creerle a Él, creyendo Su Palabra; significa creer la Biblia, sin
dudar.
Júzgame, Señor, y ve que seguí la senda de los perfectos. En el Señor me apoyaba y por eso no me
desviaba (Sal 26.1
BLA).
Confiar en el Señor sin titubear
significa apoyarse en Él, apoyarse en Su Palabra sin desviarse.
Pero sabed también esto: los cielos y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán, sino que permanecerán para siempre (Luc 21.33 CST).
Tú puedes depositar toda tu
confianza en la Biblia porque es precisamente por Su Palabra que Dios se da a
conocer; Él no ha faltado a Su Palabra y jamás lo hará. ¡Dios no puede mentir!
Dios no es un hombre, por lo tanto no miente. Él no es humano, por lo
tanto no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez
prometió sin cumplir? (Num 23.19 NTV).
Pon atención a cómo Su Amor por
ti es expresado en las Escrituras claramente, pues Él prefirió entregar a su
propio Hijo, como sustituto para pagar el precio de TODOS tus pecados, antes
que perderte a ti por toda la eternidad.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
Es por ese Amor que ahora Dios mismo te llama Su
Hijo(a).
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados
hijos de Dios. ¡Y lo más maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente,
como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1).
¡Y lo más
asombroso es que para Dios, en Verdad tú eres Su Hijo(a) Amado(a)!
Te aseguro que puedes confiar sin titubear en la
Palabra de Dios, al fin y al cabo Él es el mejor Padre que puedas haber tenido.
¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una
piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues
si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto
más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mat 7.9-11).
Dado que no puedes confiar en
alguien a quien realmente no conoces, la base de la confianza es el conocimiento
mutuo. En este día, gracias a Jesucristo, tienes un Dios y Padre a quien puedes
conocer cada día más y mejor. Al tener comunión con Dios, por medio de la
lectura y meditación de Su Palabra y de la oración, adquirirás un mayor conocimiento
de Tu Padre celestial y de quién ahora tú eres delante de Él.
Porque todos los que son
guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no
habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios (Ro 8.14-16).
Si lo notas, puedes darte cuenta
que tu confianza y certeza no radican solamente en el conocimiento de Dios,
sino en tu propia identidad como Su Hijo(a) Nacido(a) de Nuevo, porque ahora,
en Cristo Jesús, hemos conocido y creído el amor que Dios
tiene para con nosotros.
Fue con Su muerte en esa cruz que
Él pagó todos tus pecados y es por Su resurrección que el venció a la muerte
para hacerte partícipe del tipo de Vida que sólo los Hijos de Dios pueden
poseer: la Vida Eterna.
siendo renacidos [nacidos de
nuevo], no
de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive
y permanece para siempre (1 Ped 1.21).
Puedes confiar en Dios porque Su
Plan es perfecto para ti. Al darte el Nuevo Nacimiento mediante el Nuevo Pacto
en la Sangre de Jesús te hizo una persona totalmente nueva. Gracias a la Sangre
de Jesús, ¡eres una nueva especie de ser que no existía antes! ¡Eres un(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! Ya no eres más esa vieja persona pobre,
triste, enferma y pecadora. ¡Ahora, has Nacido de Nuevo y eres un(a) Hijo(a)
del Rey!
De modo que si alguno está en
Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas (2 Cor 5.17).
Cada vez que enfrentes un nuevo
reto o desafío, cada vez que encares un problema o necesidad, recuerda siempre que
Dios es tu Papá y que Él no miente, ni se arrepiente, que todo lo que dice en
Su Palabra acerca de ti es la Verdad, pues Él es Dios y si Dios lo dijo,
entonces, Él lo va a cumplir; si Él lo habló, entonces, Él lo va a ejecutar.
Así que, ¿Qué,
pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Ro 8.31)
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en este
día quiero decirte cuánto te amo y cuán agradecido(a) estoy contigo pues Tú, que eres
rico en misericordia, por Tu gran amor con que me has amado, aun estando yo
muerto(a) en pecados, me diste vida juntamente con Cristo (por gracia soy salvo(a)),
y juntamente con Él me resucitaste, y asimismo me hiciste sentar en los
lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de Tu gracia en Tu bondad para conmigo en
Cristo Jesús. Porque por Tu gracia soy salvo(a) por medio de la fe;
y esto no viene de mí, pues es un don, un regalo Tuyo; no por
obras, para que de nada me gloríe. Porque yo soy hechura Tuya,
creado(a) en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Tú, oh Dios, preparaste
de antemano para que anduviese en ellas. ¡Gracias! ¡Muchas gracias, Señor
Jesús! Mi Rey, Señor y Salvador eres Tú. Tu Amor por mí es más dulce que la
miel, pues Tú, siendo en
forma de Dios, no estimaste el ser igual a Dios como cosa a que aferrarte,
sino que Te despojaste a Ti mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, Te
humillaste a Ti mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
¡Todo por Amor a mí! ¡Cómo no voy a confiar en Ti! En Ti estoy totalmente seguro(a) y puedo confiar en
la certeza, la roca, la fortaleza de Tu Amor hacia mí. ¡Soy un(a) Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo! ¡Nada ni nadie me puede separar del Amor de Dios! ¡En
todas las cosas soy más que vencedor(a) pues TODO lo puedo en Cristo que me
fortalece! Aunque ande en valle de sombra y de muerte no voy a temer mal alguno
porque Tú estás conmigo. Creo y declaro que de todo problema, angustia y
enfermedad saldré más que vencedor por medio de Tu Amor. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero
26 Luc 19.28-48
/
Gen 34 / Sal 26
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero
26 Luc 19.28-48
/
Gen 34 / Sal 26
San
Lucas 19.28-48
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mt. 21.1–11; Mr. 11.1–11; Jn. 12.12–19)
28Dicho esto, iba delante subiendo
a Jerusalén. 29Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de
Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,
30diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un
pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y
traedlo. 31Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le
responderéis así: Porque el Señor lo necesita. 32Fueron los que
habían sido enviados, y hallaron como les dijo. 33Y cuando
desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
34Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. 35Y lo
trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a
Jesús encima. 36Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
37Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la
multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces
por todas las maravillas que habían visto, 38diciendo: ¡Bendito el
rey que viene en el nombre del Señor;d paz en el
cielo, y gloria en las alturas! 39Entonces algunos de los fariseos
de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40Él,
respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.
41Y cuando llegó cerca de la
ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42diciendo: ¡Oh, si también tú
conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está
encubierto de tus ojos. 43Porque vendrán días sobre ti, cuando tus
enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te
estrecharán, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de
ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo
de tu visitación.
Purificación del templo
(Mt. 21.12–17; Mr. 11.15–19; Jn. 2.13–22)
45Y entrando en el templo, comenzó
a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, 46diciéndoles:
Escrito está: Mi casa es casa de oración;e mas vosotros la
habéis hecho cueva de ladrones.f 47Y enseñaba
cada día en el templo;g pero los principales
sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
48Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba
suspenso oyéndole.[1]
Génesis
34
La deshonra de Dina vengada
34
1Salió Dina la hija de Lea, la cual
ésta había dado a luz a Jacob, a ver a las hijas del país. 2Y la
vio Siquem hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra, y la tomó, y se
acostó con ella, y la deshonró. 3Pero su alma se apegó a Dina la
hija de Lea, y se enamoró de la joven, y habló al corazón de ella. 4Y
habló Siquem a Hamor su padre, diciendo: Tómame por mujer a esta joven. 5Pero
oyó Jacob que Siquem había amancillado a Dina su hija; y estando sus hijos con
su ganado en el campo, calló Jacob hasta que ellos viniesen.
6Y se dirigió Hamor padre de Siquem
a Jacob, para hablar con él. 7Y los hijos de Jacob vinieron del
campo cuando lo supieron; y se entristecieron los varones, y se enojaron mucho,
porque hizo vileza en Israel acostándose con la hija de Jacob, lo que no se
debía haber hecho. 8Y Hamor habló con ellos, diciendo: El alma de
mi hijo Siquem se ha apegado a vuestra hija; os ruego que se la deis por
mujer. 9Y emparentad con nosotros; dadnos vuestras hijas, y tomad
vosotros las nuestras. 10Y habitad con nosotros, porque la tierra
estará delante de vosotros; morad y negociad en ella, y tomad en ella
posesión. 11Siquem también dijo al padre de Dina y a los hermanos
de ella: Halle yo gracia en vuestros ojos, y daré lo que me dijereis. 12Aumentad
a cargo mío mucha dote y dones, y yo daré cuanto me dijereis; y dadme la joven
por mujer.
13Pero respondieron los hijos de
Jacob a Siquem y a Hamor su padre con palabras engañosas, por cuanto había
amancillado a Dina su hermana. 14Y les dijeron: No podemos hacer
esto de dar nuestra hermana a hombre incircunciso, porque entre nosotros es
abominación. 15Mas con esta condición os complaceremos: si habéis
de ser como nosotros, que se circuncide entre vosotros todo varón. 16Entonces
os daremos nuestras hijas, y tomaremos nosotros las vuestras; y habitaremos con
vosotros, y seremos un pueblo. 17Mas si no nos prestareis oído
para circuncidaros, tomaremos nuestra hija y nos iremos. 18Y
parecieron bien sus palabras a Hamor, y a Siquem hijo de Hamor. 19Y
no tardó el joven en hacer aquello, porque la hija de Jacob le había agradado;
y él era el más distinguido de toda la casa de su padre.
20Entonces Hamor y Siquem su hijo
vinieron a la puerta de su ciudad, y hablaron a los varones de su ciudad,
diciendo: 21Estos varones son pacíficos con nosotros, y habitarán
en el país, y traficarán en él; pues he aquí la tierra es bastante ancha para
ellos; nosotros tomaremos sus hijas por mujeres, y les daremos las nuestras.
22Mas con esta condición consentirán estos hombres en habitar con
nosotros, para que seamos un pueblo: que se circuncide todo varón entre
nosotros, así como ellos son circuncidados. 23Su ganado, sus
bienes y todas sus bestias serán nuestros; solamente convengamos con ellos, y
habitarán con nosotros. 24Y obedecieron a Hamor y a Siquem su hijo
todos los que salían por la puerta de la ciudad, y circuncidaron a todo varón,
a cuantos salían por la puerta de su ciudad.
25Pero sucedió que al tercer día,
cuando sentían ellos el mayor dolor, dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví,
hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, y vinieron contra la ciudad, que
estaba desprevenida, y mataron a todo varón. 26Y a Hamor y a
Siquem su hijo los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina de casa de Siquem,
y se fueron. 27Y los hijos de Jacob vinieron a los muertos, y
saquearon la ciudad, por cuanto habían amancillado a su hermana. 28Tomaron
sus ovejas y vacas y sus asnos, y lo que había en la ciudad y en el campo,
29y todos sus bienes; llevaron cautivos a todos sus niños y sus mujeres,
y robaron todo lo que había en casa. 30Entonces dijo Jacob a
Simeón y a Leví: Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de
esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra
mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa. 31Pero ellos
respondieron: ¿Había él de tratar a nuestra hermana como a una ramera?[2]
Salmo 26
Declaración de integridad
Salmo de David.
1 Júzgame, oh
Jehová, porque yo en mi integridad he andado;
He confiado asimismo en Jehová
sin titubear.
2 Escudríñame,
oh Jehová, y pruébame;
Examina mis íntimos
pensamientos y mi corazón.
3 Porque tu
misericordia está delante de mis ojos,
Y ando en tu verdad.
4 No me he
sentado con hombres hipócritas,
Ni entré con los que andan
simuladamente.
5 Aborrecí la
reunión de los malignos,
Y con los impíos nunca me
senté.
6 Lavaré en
inocencia mis manos,
Y así andaré alrededor de tu altar,
oh Jehová,
7 Para
exclamar con voz de acción de gracias,
Y para contar todas tus
maravillas.
8 Jehová, la
habitación de tu casa he amado,
Y el lugar de la morada de tu
gloria.
9 No
arrebates con los pecadores mi alma,
Ni mi vida con hombres
sanguinarios,
10 En cuyas
manos está el mal,
Y su diestra está llena de
sobornos.
11 Mas yo
andaré en mi integridad;
Redímeme, y ten misericordia
de mí.
12 Mi pie ha
estado en rectitud;
En las congregaciones
bendeciré a Jehová.[3]
d d 19.38: Sal. 118.26.
e e 19.46: Is. 56.7.
f f 19.46: Jer. 7.11.
g g 19.47: Lc. 21.37.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Lc
19.27-48
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
33.20-34.31
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
25.22-26.12
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero
26 Luc 19.28-48
/
Gen 34 / Sal 26
San
Lucas 19.28-48
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mt. 21.1–11; Mr. 11.1–11; Jn. 12.12–19)
28Dicho esto, iba delante subiendo
a Jerusalén. 29Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de
Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,
30diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un
pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y
traedlo. 31Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le
responderéis así: Porque el Señor lo necesita. 32Fueron los que
habían sido enviados, y hallaron como les dijo. 33Y cuando
desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
34Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. 35Y lo
trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a
Jesús encima. 36Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
37Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la
multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces
por todas las maravillas que habían visto, 38diciendo: ¡Bendito el
rey que viene en el nombre del Señor;d paz en el
cielo, y gloria en las alturas! 39Entonces algunos de los fariseos
de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40Él,
respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.
41Y cuando llegó cerca de la
ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42diciendo: ¡Oh, si también tú
conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está
encubierto de tus ojos. 43Porque vendrán días sobre ti, cuando tus
enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te
estrecharán, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de
ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo
de tu visitación.
Purificación del templo
(Mt. 21.12–17; Mr. 11.15–19; Jn. 2.13–22)
45Y entrando en el templo, comenzó
a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, 46diciéndoles:
Escrito está: Mi casa es casa de oración;e mas vosotros la
habéis hecho cueva de ladrones.f 47Y enseñaba
cada día en el templo;g pero los principales
sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
48Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba
suspenso oyéndole.[1]
Génesis
34
La deshonra de Dina vengada
34
1Salió Dina la hija de Lea, la cual
ésta había dado a luz a Jacob, a ver a las hijas del país. 2Y la
vio Siquem hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra, y la tomó, y se
acostó con ella, y la deshonró. 3Pero su alma se apegó a Dina la
hija de Lea, y se enamoró de la joven, y habló al corazón de ella. 4Y
habló Siquem a Hamor su padre, diciendo: Tómame por mujer a esta joven. 5Pero
oyó Jacob que Siquem había amancillado a Dina su hija; y estando sus hijos con
su ganado en el campo, calló Jacob hasta que ellos viniesen.
6Y se dirigió Hamor padre de Siquem
a Jacob, para hablar con él. 7Y los hijos de Jacob vinieron del
campo cuando lo supieron; y se entristecieron los varones, y se enojaron mucho,
porque hizo vileza en Israel acostándose con la hija de Jacob, lo que no se
debía haber hecho. 8Y Hamor habló con ellos, diciendo: El alma de
mi hijo Siquem se ha apegado a vuestra hija; os ruego que se la deis por
mujer. 9Y emparentad con nosotros; dadnos vuestras hijas, y tomad
vosotros las nuestras. 10Y habitad con nosotros, porque la tierra
estará delante de vosotros; morad y negociad en ella, y tomad en ella
posesión. 11Siquem también dijo al padre de Dina y a los hermanos
de ella: Halle yo gracia en vuestros ojos, y daré lo que me dijereis. 12Aumentad
a cargo mío mucha dote y dones, y yo daré cuanto me dijereis; y dadme la joven
por mujer.
13Pero respondieron los hijos de
Jacob a Siquem y a Hamor su padre con palabras engañosas, por cuanto había
amancillado a Dina su hermana. 14Y les dijeron: No podemos hacer
esto de dar nuestra hermana a hombre incircunciso, porque entre nosotros es
abominación. 15Mas con esta condición os complaceremos: si habéis
de ser como nosotros, que se circuncide entre vosotros todo varón. 16Entonces
os daremos nuestras hijas, y tomaremos nosotros las vuestras; y habitaremos con
vosotros, y seremos un pueblo. 17Mas si no nos prestareis oído
para circuncidaros, tomaremos nuestra hija y nos iremos. 18Y
parecieron bien sus palabras a Hamor, y a Siquem hijo de Hamor. 19Y
no tardó el joven en hacer aquello, porque la hija de Jacob le había agradado;
y él era el más distinguido de toda la casa de su padre.
20Entonces Hamor y Siquem su hijo
vinieron a la puerta de su ciudad, y hablaron a los varones de su ciudad,
diciendo: 21Estos varones son pacíficos con nosotros, y habitarán
en el país, y traficarán en él; pues he aquí la tierra es bastante ancha para
ellos; nosotros tomaremos sus hijas por mujeres, y les daremos las nuestras.
22Mas con esta condición consentirán estos hombres en habitar con
nosotros, para que seamos un pueblo: que se circuncide todo varón entre
nosotros, así como ellos son circuncidados. 23Su ganado, sus
bienes y todas sus bestias serán nuestros; solamente convengamos con ellos, y
habitarán con nosotros. 24Y obedecieron a Hamor y a Siquem su hijo
todos los que salían por la puerta de la ciudad, y circuncidaron a todo varón,
a cuantos salían por la puerta de su ciudad.
25Pero sucedió que al tercer día,
cuando sentían ellos el mayor dolor, dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví,
hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, y vinieron contra la ciudad, que
estaba desprevenida, y mataron a todo varón. 26Y a Hamor y a
Siquem su hijo los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina de casa de Siquem,
y se fueron. 27Y los hijos de Jacob vinieron a los muertos, y
saquearon la ciudad, por cuanto habían amancillado a su hermana. 28Tomaron
sus ovejas y vacas y sus asnos, y lo que había en la ciudad y en el campo,
29y todos sus bienes; llevaron cautivos a todos sus niños y sus mujeres,
y robaron todo lo que había en casa. 30Entonces dijo Jacob a
Simeón y a Leví: Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de
esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra
mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa. 31Pero ellos
respondieron: ¿Había él de tratar a nuestra hermana como a una ramera?[2]
Salmo 26
Declaración de integridad
Salmo de David.
1 Júzgame, oh
Jehová, porque yo en mi integridad he andado;
He confiado asimismo en Jehová
sin titubear.
2 Escudríñame,
oh Jehová, y pruébame;
Examina mis íntimos
pensamientos y mi corazón.
3 Porque tu
misericordia está delante de mis ojos,
Y ando en tu verdad.
4 No me he
sentado con hombres hipócritas,
Ni entré con los que andan
simuladamente.
5 Aborrecí la
reunión de los malignos,
Y con los impíos nunca me
senté.
6 Lavaré en
inocencia mis manos,
Y así andaré alrededor de tu altar,
oh Jehová,
7 Para
exclamar con voz de acción de gracias,
Y para contar todas tus
maravillas.
8 Jehová, la
habitación de tu casa he amado,
Y el lugar de la morada de tu
gloria.
9 No
arrebates con los pecadores mi alma,
Ni mi vida con hombres
sanguinarios,
10 En cuyas
manos está el mal,
Y su diestra está llena de
sobornos.
11 Mas yo
andaré en mi integridad;
Redímeme, y ten misericordia
de mí.
12 Mi pie ha
estado en rectitud;
En las congregaciones
bendeciré a Jehová.[3]
d d 19.38: Sal. 118.26.
e e 19.46: Is. 56.7.
f f 19.46: Jer. 7.11.
g g 19.47: Lc. 21.37.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Lc
19.27-48
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
33.20-34.31
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
25.22-26.12
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