¡Cómo vencer sobrenaturalmente en todos tus problemas!
¡Si puedes creerle a Dios, al que
le cree a Dios TODO le es posible!
Por Riqui Ricón*
¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación… Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera
a mi camino… Afligido estoy en gran
manera; Vivifícame, oh Jehová, conforme a tu palabra… Susténtame conforme a tu
palabra, y viviré; Y no quede yo avergonzado de mi esperanza. Sostenme, y seré
salvo, Y me regocijaré siempre en tus estatutos. (Sal 119.97,
105, 107, 116-117).
El rey Ezequías fue uno de los mejores reyes que
haya tenido el reino de Judá, tanto que la Escritura dice de él:
Hizo
lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David
su padre… En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de
él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá. Porque siguió a Jehová, y no se apartó
de él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés. Y Jehová estaba con él; y adondequiera
que salía, prosperaba. El se rebeló contra el rey de Asiria, y no le sirvió (2 R 18.3, 5-7).
Cuando Senaquerib, rey de Asiria, después de una
campaña militar muy exitosa donde había invadido varios reinos, llegó con su
gran ejército para destruir Jerusalén, Ezequías se fortaleció en el Señor para
escuchar y creer la Palabra de Dios, por lo cual fue librado milagrosamente de
su enemigo.
En este día, probablemente, tú, mi estimado(a) amigo(a)
necesites, como el rey Ezequías, un gran milagro. Si ese fuere tu caso, te
tengo muy buenas noticias, la Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente,
dice que CIERTAMANETE Él llevo tus enfermedades, sufrió tus dolores y por sus
heridas tú ya fuiste sanado (Isa 53.4-5); dice que Dios desea que tú seas
prosperado(a) en TODAS las cosas y que tengas salud así como prospera tu alma
(3 Jn 2); y dice también que aunque andes en valle de sombra y de muerte, no
temerás mal alguno porque Dios mismo está contigo (Sal 23.4).
Quizá tú pienses que Dios apoyó a
Ezequías porque él era rey de Judá o que Jesús podía sanar a los enfermos o dar
de comer a multitudes porque Él es el Hijo de Dios. Pues, permíteme hacerte
unas preguntas, ¿eso es todo lo que se necesita? ¿Ser rey o reina; ser Hijo o Hija
de Dios?
¡Excelente! ¡Más buenas noticias!
La Biblia, que es la Palabra de Dios y no puede mentir, dice claramente que por
la Sangre de Jesús tú ya has sido hecho(a) rey (reina) para Dios y que reinarás
sobre esta tierra.
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de
abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido
para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para
nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra (Apo 5.9-10).
Nota que la Escritura NO dice que
serás un(a) Rey (Reina) cuando llegues al cielo o a la Presencia de Dios, sino
que establece que por lo que Jesús hizo por Amor a ti, YA ERES ese(a) Rey
(Reina) que ha de reinar sobre la tierra.
Y si esto te pareciera poco, pon
toda tu atención y corazón a lo que dice 1ª de Juan 3.1:
Miren lo grande que es el amor que el Padre nos ha
mostrado, ¡hasta llega a hacer posible que seamos llamados hijos de Dios! Y eso
es lo que de verdad somos. Por eso la gente del mundo no nos conoce, pues el
mundo no conoce a Dios.
No solamente eres Rey (Reina) y Sacerdote
(Sacerdotisa) sino que además, ¡Eres llamada(o) Hijo(a) de Dios por el mismísimo
Dios! ¡Y eso es lo que en Verdad eres!
Y muchas veces el espíritu lo arroja al fuego o al agua, para matarlo.
Si puedes, ayúdanos. ¡Ten compasión de nosotros! Dijo Jesús: ¿Cómo "si
puedes"? Para el que cree, todo es posible (Mar 9.22-23 CST).
Quizá tú hayas acudido ya a la
oración y te parece que nada da resultado y te encuentras como aquel padre de
familia que vino a Jesús diciendo, traje mi hijo a tus discípulos y no pudieron
sanarle, pero si tú puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos. Entonces, si este es tu caso, te
ruego que medites en la respuesta que Jesús le dio:
¿Cómo que si puedo? Es todo lo
contrario, no se trata de si Yo puedo hacer algo por ti sino de si tú puedes
creerme a Mí, pues ¡al que le cree a Dios, TODO le es posible!
Jehová de los ejércitos,
Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).
Si puedes creer que la Biblia es
la Palabra de Dios y no miente. Si puedes creer que la Biblia es la Verdad. Si
puedes creer que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes
que perderte a ti. Si puedes creer que por la Sangre de Jesús haz sido hecho(a)
para Dios rey (reina) y sacerdote (sacerdotisa), y reinarás sobre la tierra. Si
puedes creer que por Su gran Amor con que te ha amado, Dios te ha nombrado Su
Hijo(a). Entonces, mi amado(a), tú puedes
orar con plena certeza de fe que Dios es contigo, y si Dios es contigo, ¿quién
contra ti? Puedes estar completamente seguro(a) que si Dios lo dijo, entonces,
Él lo va hacer; si Dios lo habló, entonces, Él lo va a ejecutar.
Y recuerda que aunque andes en
valle de sombra y de muerte no temerás pues Dios, tu Padre, está contigo.
Tú guardarás en completa paz a
aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado (Isa 26.3).
Fue por
haberle creído a Dios, creyendo Su Palabra, que Ezequías recibió el pronto
auxilio de Dios y el ejercito del rey de Asiria fue destruido
sobrenaturalmente.
Y ustedes, los que quedan en Judá, los que han escapado de los
estragos del ataque, echarán raíces en su propio suelo, crecerán y prosperarán.
Pues desde Jerusalén se extenderá un remanente de mi pueblo, un grupo de
sobrevivientes, desde el monte Sión. ¡El ferviente compromiso del SEÑOR de los
Ejércitos Celestiales hará que esto suceda!». »Y esto dice el SEÑOR acerca del
rey de Asiria: »“Sus ejércitos no entrarán en Jerusalén; ni siquiera lanzarán
una sola flecha contra ella. No marcharán fuera de sus puertas con sus escudos
ni levantarán terraplenes contra sus murallas. El rey regresará a su propia
tierra por el mismo camino por donde vino. No entrará en esta ciudad —dice el
SEÑOR—. Por mi propia honra y por amor a mi siervo David, defenderé esta ciudad
y la protegeré”» (Isa 37.31-35 NTV).
Y eso que Ezequías
era solamente un rey de Judá. ¿Qué no hará Dios Todopoderoso por uno(a) de Sus
Hijos(as) como tú, que estás confiando en Él?
¡Ten ánimo!
Créele a tu Padre celestial, creyendo Su Palabra, pues Su buena Voluntad para
contigo es agradable y perfecta. Dios no te ha dejado, ni te dejará y de todo
problema, angustia o enfermedad vas a salir más que vencedor(a) por medio de
Aquel que te amó, Cristo Jesús.
Ezequías,
aunque un gran rey, era solamente un simple mortal y, sin lugar a dudas, por el
Amor que Dios siente por ti, por Su Palabra y por el Poder del Espíritu Santo,
tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y puedes con toda franqueza
decirle a tu Padre celestial:
¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación… Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera
a mi camino… Afligido estoy en gran
manera; Vivifícame, oh Jehová, conforme a tu palabra… Susténtame conforme a tu
palabra, y viviré; Y no quede yo avergonzado de mi esperanza. Sostenme, y seré
salvo, Y me regocijaré siempre en tus estatutos. (Sal 119.97,
105, 107, 116-117).
Así que, haz
de la Biblia la norma máxima de tu existencia. Ponla en tu mente, boca y
corazón leyéndola y meditándola de día y de noche todos los días de tu vida
porque sólo así harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y
de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él
está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, sé
perfectamente que puedo confiar en Ti. Sé perfectamente que Tu Palabra, la
Biblia, es la Verdad. Y sé que aún esta certeza me la has dado Tú por el gran
Amor con que me amas. Gracias, Señor Jesús, porque estando yo en tinieblas me
trasladaste a Tu luz admirable; estando yo muerto(a) me has dado vida y la vida
que has comprado para mí con Tu Sangre es una vida buena, plena y abundante.
¡Soy un(a) Hijo(a) del Rey de reyes y Señor de Señores! ¿Quién me puede vencer?
¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o
peligro, o espada? Como está escrito en Tu Palabra: Por causa de
ti soy muerto(a) todo el tiempo; Soy contado(a) como oveja de matadero. Antes,
en todas estas cosas soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me amó.
Por lo cual estoy seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles,
ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni
lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar del amor
de Dios, que es en Cristo Jesús mi Señor. Así que, creo y recibo esa vida
saludable, libre de la enfermedad, que Tú compraste para mí. Creo y recibo esa
vida plena y abundante llena de dicha y paz donde tendré problemas y aflicciones,
pero de todos y cada uno de ellos saldré más que vencedor(a). ¡No hay forma en
que pueda perder en esta vida! Por lo tanto, creo y declaro que ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy
próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hija(o) del Rey! Gracias, Señor Jesús.
Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención
y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo
creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para
pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día
de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre 1 1 Tim 3 / Isa 36-37/ Sal 119.97-120
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre
1 1 Tim 3
/
Isa 36-37/ Sal 119.97-120
1
Timoteo
Requisitos
de los obispos
3
1Palabra fiel: Si alguno anhela
obispado, buena obra desea. 2Pero es necesario que el obispo sea
irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso,
hospedador, apto para enseñar; 3no dado al vino, no pendenciero,
no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; 4que
gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
5(pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la
iglesia de Dios?); 6no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga
en la condenación del diablo. 7También es necesario que tenga buen
testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del
diablo.a
Requisitos de los diáconos
8Los diáconos asimismo deben ser
honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias
deshonestas; 9que guarden el misterio de la fe con limpia
conciencia. 10Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y
entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. 11Las
mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en
todo. 12Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que
gobiernen bien sus hijos y sus casas. 13Porque los que ejerzan
bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe
que es en Cristo Jesús.
El misterio de la piedad
14Esto te escribo, aunque tengo la
esperanza de ir pronto a verte, 15para que si tardo, sepas cómo
debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente,
columna y baluarte de la verdad. 16E indiscutiblemente, grande es
el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne,
Justificado en el Espíritu,
Visto de los ángeles,
Predicado a los gentiles,
Creído en el mundo,
Recibido arriba en gloria.[1]
Isaías
La invasión de Senaquerib
(2 R. 18.13–37; 2 Cr. 32.1–19)
36
1Aconteció en el año catorce del
rey Ezequías, que Senaquerib rey de Asiria subió contra todas las ciudades
fortificadas de Judá, y las tomó. 2Y el rey de Asiria envió al
Rabsaces con un gran ejército desde Laquis a Jerusalén contra el rey Ezequías;
y acampó junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad
del Lavador. 3Y salió a él Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y
Sebna, escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller, 4a los cuales dijo
el Rabsaces: Decid ahora a Ezequías: El gran rey, el rey de Asiria, dice así:
¿Qué confianza es esta en que te apoyas? 5Yo digo que el consejo y
poderío para la guerra, de que tú hablas, no son más que palabras vacías. Ahora
bien, ¿en quién confías para que te rebeles contra mí? 6He aquí
que confías en este báculo de caña frágil, en Egipto, en el cual si alguien se
apoyare, se le entrará por la mano, y la atravesará. Tal es Faraón rey de
Egipto para con todos los que en él confían. 7Y si me decís: En
Jehová nuestro Dios confiamos; ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos
altares hizo quitar Ezequías, y dijo a Judá y a Jerusalén: Delante de este
altar adoraréis? 8Ahora, pues, yo te ruego que des rehenes al rey
de Asiria mi señor, y yo te daré dos mil caballos, si tú puedes dar jinetes que
cabalguen sobre ellos. 9¿Cómo, pues, podrás resistir a un capitán,
al menor de los siervos de mi señor, aunque estés confiado en Egipto con sus
carros y su gente de a caballo? 10¿Acaso vine yo ahora a esta
tierra para destruirla sin Jehová? Jehová me dijo: Sube a esta tierra y
destrúyela.
11Entonces dijeron Eliaquim, Sebna
y Joa al Rabsaces: Te rogamos que hables a tus siervos en arameo, porque
nosotros lo entendemos; y no hables con nosotros en lengua de Judá, porque lo
oye el pueblo que está sobre el muro. 12Y dijo el Rabsaces: ¿Acaso
me envió mi señor a que dijese estas palabras a ti y a tu señor, y no a los
hombres que están sobre el muro, expuestos a comer su estiércol y beber su
orina con vosotros?
13Entonces el Rabsaces se puso en
pie y gritó a gran voz en lengua de Judá, diciendo: Oíd las palabras del gran
rey, el rey de Asiria. 14El rey dice así: No os engañe Ezequías,
porque no os podrá librar. 15Ni os haga Ezequías confiar en
Jehová, diciendo: Ciertamente Jehová nos librará; no será entregada esta ciudad
en manos del rey de Asiria. 16No escuchéis a Ezequías, porque así
dice el rey de Asiria: Haced conmigo paz, y salid a mí; y coma cada uno de su
viña, y cada uno de su higuera, y beba cada cual las aguas de su pozo, 17hasta
que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de
vino, tierra de pan y de viñas. 18Mirad que no os engañe Ezequías
diciendo: Jehová nos librará. ¿Acaso libraron los dioses de las naciones cada
uno su tierra de la mano del rey de Asiria? 19¿Dónde está el dios
de Hamat y de Arfad? ¿Dónde está el dios de Sefarvaim? ¿Libraron a Samaria de
mi mano? 20¿Qué dios hay entre los dioses de estas tierras que
haya librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a
Jerusalén?
21Pero ellos callaron, y no le
respondieron palabra; porque el rey así lo había mandado, diciendo: No le
respondáis. 22Entonces Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y
Sebna escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller, vinieron a Ezequías, rasgados sus
vestidos, y le contaron las palabras del Rabsaces.
Judá es librado de Senaquerib
(2 R. 19.1–37; 2 Cr. 32.20–23)
37
1Aconteció, pues, que cuando el rey
Ezequías oyó esto, rasgó sus vestidos, y cubierto de cilicio vino a la casa de
Jehová. 2Y envió a Eliaquim mayordomo, a Sebna escriba y a los
ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, al profeta Isaías hijo de
Amoz. 3Los cuales le dijeron: Así ha dicho Ezequías: Día de
angustia, de reprensión y de blasfemia es este día; porque los hijos han
llegado hasta el punto de nacer, y la que da a luz no tiene fuerzas. 4Quizá
oirá Jehová tu Dios las palabras del Rabsaces, al cual el rey de Asiria su
señor envió para blasfemar al Dios vivo, y para vituperar con las palabras que
oyó Jehová tu Dios; eleva, pues, oración tú por el remanente que aún ha
quedado.
5Vinieron, pues, los siervos de
Ezequías a Isaías. 6Y les dijo Isaías: Diréis así a vuestro señor:
Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me
han blasfemado los siervos del rey de Asiria. 7He aquí que yo
pondré en él un espíritu, y oirá un rumor, y volverá a su tierra; y haré que en
su tierra perezca a espada.
8Vuelto, pues, el Rabsaces, halló
al rey de Asiria que combatía contra Libna; porque ya había oído que se había
apartado de Laquis. 9Mas oyendo decir de Tirhaca rey de Etiopía:
He aquí que ha salido para hacerte guerra; al oírlo, envió embajadores a
Ezequías, diciendo: 10Así diréis a Ezequías rey de Judá: No te
engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: Jerusalén no será entregada en
mano del rey de Asiria. 11He aquí que tú oíste lo que han hecho
los reyes de Asiria a todas las tierras, que las destruyeron; ¿y escaparás tú?
12¿Acaso libraron sus dioses a las naciones que destruyeron mis
antepasados, a Gozán, Harán, Resef y a los hijos de Edén que moraban en
Telasar? 13¿Dónde está el rey de Hamat, el rey de Arfad, y el rey
de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Iva?
14Y tomó Ezequías las cartas de
mano de los embajadores, y las leyó; y subió a la casa de Jehová, y las
extendió delante de Jehová. 15Entonces Ezequías oró a Jehová,
diciendo: 16Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que moras
entre los querubines,a sólo tú eres Dios de todos
los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la tierra. 17Inclina,
oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye todas las
palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente. 18Ciertamente,
oh Jehová, los reyes de Asiria destruyeron todas las tierras y sus comarcas,
19y entregaron los dioses de ellos al fuego; porque no eran dioses, sino
obra de manos de hombre, madera y piedra; por eso los destruyeron. 20Ahora
pues, Jehová Dios nuestro, líbranos de su mano, para que todos los reinos de la
tierra conozcan que sólo tú eres Jehová.
21Entonces Isaías hijo de Amoz
envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Acerca de lo que
me rogaste sobre Senaquerib rey de Asiria, 22estas son las
palabras que Jehová habló contra él: La virgen hija de Sion te menosprecia, te
escarnece; detrás de ti mueve su cabeza la hija de Jerusalén.
23¿A quién vituperaste, y a quién
blasfemaste? ¿Contra quién has alzado tu voz, y levantado tus ojos en alto?
Contra el Santo de Israel. 24Por mano de tus siervos has
vituperado al Señor, y dijiste: Con la multitud de mis carros subiré a las
alturas de los montes, a las laderas del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus
cipreses escogidos; llegaré hasta sus más elevadas cumbres, al bosque de sus
feraces campos. 25Yo cavé, y bebí las aguas, y con las pisadas de
mis pies secaré todos los ríos de Egipto.
26¿No has oído decir que desde
tiempos antiguos yo lo hice, que desde los días de la antigüedad lo tengo
ideado? Y ahora lo he hecho venir, y tú serás para reducir las ciudades fortificadas
a montones de escombros. 27Sus moradores fueron de corto poder;
fueron acobardados y confusos, fueron como hierba del campo y hortaliza verde,
como heno de los terrados, que antes de sazón se seca.
28He conocido tu condición, tu
salida y tu entrada, y tu furor contra mí. 29Porque contra mí te
airaste, y tu arrogancia ha subido a mis oídos; pondré, pues, mi garfio en tu
nariz, y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde
viniste.
30Y esto te será por señal:
Comeréis este año lo que nace de suyo, y el año segundo lo que nace de suyo; y
el año tercero sembraréis y segaréis, y plantaréis viñas, y comeréis su fruto.
31Y lo que hubiere quedado de la casa de Judá y lo que hubiere escapado,
volverá a echar raíz abajo, y dará fruto arriba. 32Porque de
Jerusalén saldrá un remanente, y del monte de Sion los que se salven. El celo
de Jehová de los ejércitos hará esto.
33Por tanto, así dice Jehová acerca
del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni arrojará saeta en ella; no vendrá
delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte. 34Por
el camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. 35Porque
yo ampararé a esta ciudad para salvarla, por amor de mí mismo, y por amor de
David mi siervo.
36Y salió el ángel de Jehová y mató
a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios; y cuando se
levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. 37Entonces
Senaquerib rey de Asiria se fue, e hizo su morada en Nínive. 38Y aconteció
que mientras adoraba en el templo de Nisroc su dios, sus hijos Adramelec y
Sarezer le mataron a espada, y huyeron a la tierra de Ararat; y reinó en su
lugar Esar-hadón su hijo.[2]
SALMO 119.97-120
Excelencias de la ley de Dios
Mem
97 ¡Oh, cuánto
amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi
meditación.
98 Me has
hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos,
Porque siempre están conmigo.
99 Más que
todos mis enseñadores he entendido,
Porque tus testimonios son mi
meditación.
100 Más que los
viejos he entendido,
Porque he guardado tus
mandamientos;
101 De todo mal
camino contuve mis pies,
Para guardar tu palabra.
102 No me
aparté de tus juicios,
Porque tú me enseñaste.
103 ¡Cuán
dulces son a mi paladar tus palabras!
Más que la miel a mi boca.
104 De tus
mandamientos he adquirido inteligencia;
Por tanto, he aborrecido todo
camino de mentira.
Nun
105 Lámpara es
a mis pies tu palabra,
Y lumbrera a mi camino.
106 Juré y
ratifiqué
Que guardaré tus justos
juicios.
107 Afligido
estoy en gran manera;
Vivifícame, oh Jehová,
conforme a tu palabra.
108 Te ruego,
oh Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca,
Y me enseñes tus juicios.
109 Mi vida
está de continuo en peligro,
Mas no me he olvidado de tu
ley.
110 Me pusieron
lazo los impíos,
Pero yo no me desvié de tus
mandamientos.
111 Por heredad
he tomado tus testimonios para siempre,
Porque son el gozo de mi
corazón.
112 Mi corazón
incliné a cumplir tus estatutos
De continuo, hasta el fin.
Sámec
113 Aborrezco a
los hombres hipócritas;
Mas amo tu ley.
114 Mi
escondedero y mi escudo eres tú;
En tu palabra he esperado.
115 Apartaos de
mí, malignos,
Pues yo guardaré los
mandamientos de mi Dios.
116 Susténtame
conforme a tu palabra, y viviré;
Y no quede yo avergonzado de
mi esperanza.
117 Sosténme, y
seré salvo,
Y me regocijaré siempre en tus
estatutos.
118 Hollaste a
todos los que se desvían de tus estatutos,
Porque su astucia es falsedad.
119 Como
escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra;
Por tanto, yo he amado tus
testimonios.
120 Mi carne se
ha estremecido por temor de ti,
Y de tus juicios tengo miedo.[3]
a a 3.2–7: Tit. 1.6–9.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. 1 Ti
2.15-3.16
a a 37.16: Ex. 25.22.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Is
35.10-37.38
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
119.96-120
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