¡Cómo acceder a la Plenitud de Dios!
¡La Biblia es Palabra de Honor!
Por Riqui Ricón*
Toma un rollo de libro, y
escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá,
y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, desde los
días de Josías hasta hoy. Quizá
oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada
uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado (Jer
36.2-3).
Una de las cosas que más me han
asombrado en estos días es el descubrir cómo los seres humanos han desarrollado
una resistencia natural, una antipatía disimulada, hacia la Palabra de Dios; exactamente
igual a como el rey Joacim y sus príncipes lo hicieron en los días del profeta
Jeremías.
Me asombra saber que el 100 por
ciento de los cristianos confiesan creer que la Biblia es la Palabra de Dios y,
sin embargo, muchos viven vidas carentes del poder y de la Presencia de Dios en
sus vidas, viven luchando todos los días una batalla, que parecieran ir
perdiendo, contra las enfermedades, las carencias económicas, el rencor, el
resentimiento, el miedo y el dolor (por no mencionar al pecado).
¿Cómo puedes reconciliar la vida
que vives con las Palabras de Jesús cuando dijo:
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10.10).
O cuando
declaró enfáticamente:
De cierto, de cierto os digo:
El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores
hará, porque yo voy al Padre (Jn 14.12)?
Parece
contradictorio pero la respuesta es muy sencilla. Simplemente creyéndole a Él,
creyendo que, efectivamente, la Biblia es lo que dices que es: la Palabra de
Dios, las Palabras que salieron de la boca de Dios, y que te fue dada para tu
beneficio.
En el
epígrafe de esta reflexión se nota que Dios le dijo a Jeremías, quizá oigan y
se arrepientan y yo les perdone. Esto te muestra claramente que el deseo de
Dios es ser escuchado. Es más, Dios mismo pregunta por medio del profeta Isaías
¿Quién ha creído a nuestro mensaje?
Quién ha creído a nuestro
anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? (Isa 53.1).
Para una
correcta relación con Dios y para que se revele Su Poder en tu vida, es necesaria
una sencilla pero muy trascendente decisión: ¿A quién le vas a creer, a tu
forma de ver las cosas, como siempre lo has hecho, o a la Palabra de Honor del
Dios Vivo y Verdadero que te ha amado tanto que prefirió entregar a Su propio
Hijo antes que perderte a ti?
La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el
SEÑOR había hecho, así que le preguntó a la mujer: —¿Es verdad que Dios les
dijo que no comieran de ningún árbol del jardín? —Podemos comer del fruto de
todos los árboles —respondió la mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que
está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo
toquen; de lo contrario, morirán.” Pero la serpiente le dijo a la mujer: —¡No
es cierto, no van a morir! (Gen 3.1-4 NVI).
Es curioso
que en miles de años que han transcurrido desde la caída del hombre, la
situación sigue siendo prácticamente la misma. El mismo dilema que tuvieron que
resolver Adán y Eva en el jardín del Edén es el mismo al que tú te enfrentas
cada día. Permíteme explicarlo así: Dios dice una cosa respecto a tus
necesidades o a tu forma de vivir y la serpiente (el mundo) dicen otra, ¿quién
de los dos dirá la verdad, la serpiente o Dios? ¿A quién, de los dos, le vas a
creer?
Tenemos también la palabra
profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una
antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero
de la mañana salga en vuestros corazones (2 P 1.19).
No lo dudes
mi amado(a), Dios te ha dado Su Palabra para tu provecho y no para quitarte o
restarte algo de tu vida. De hecho, Su propósito es llevarte a un nivel tan extraordinario
de vida que, por medio de la fe [de creerle a Dios, creyendo Su Palabra],
realices muy altos y excelentes logros.
¿Y qué es la
fe? Tener fe es tener muy en claro y resuelto cada uno de los siguientes tres principios:
1) Si Dios
lo dice en Su Palabra, entonces, es la Verdad y por lo tanto Él lo va a
cumplir.
Pero
yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad (Dan 10.21a).
Ahora
pues, Jehová Dios, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y tú has prometido
este bien a tu siervo (2 S 7.28).
Santifícalos
en tu verdad; tu palabra es verdad (Jn 17.17).
2) Primero
el cielo y la tierra dejan de existir antes que se deje de cumplir una sola de
las Palabras que han salido de la Boca de Dios.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Luc 21.33).
3) Él es
Dios y, por lo tanto, no puede mentir ya que cada Palabra que sale de Su Boca
tiene todo el Poder de Dios en Si misma para hacerse cumplir.
Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no
cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice? Se me ha ordenado bendecir,
y si eso es lo que Dios quiere, yo no puedo hacer otra cosa (Núm 23.19-20 NVI).
La Biblia define la fe
como la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve
(He 11.1). Así, Fe es la plena certeza de
que lo que esperas ha de llegar. Es el convencimiento absoluto de que has de
alcanzar lo que ni siquiera vislumbras (He 11.1 BAD).
Pero, ¿cómo puedes
estar seguro de algo que estás esperando cuando tu realidad es muy diferente? ¿Cómo
puedes estar seguro(a) de tu sanidad si lo que tienes en la mano son los
análisis clínicos y el dictamen negativo del médico? ¿Cómo puedes tener la
certeza que tu matrimonio se restaurará o que tu hijo adolescente regresará a
casa si lo que tienes enfrente es la demanda de divorcio o el cuarto vacío?
¿Cómo puedes estar seguro(a) que saldrás adelante con los gastos de tu familia
si acabas de ser despedido(a)?
Sólo hay una respuesta
posible a estas preguntas. Sólo hay un camino para obtener esa certeza y
convicción: Si tienes la Palabra de Dios al respecto. Si Dios, el Todopoderoso,
dice en Su Palabra algo al respecto de tu problema o situación. ¡Si tienes la
Palabra de Honor de Dios puedes estar cien por ciento seguro, convencido, que
saldrás adelante!
Dijo entonces Jesús a los
judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres (Jn 8.31-32).
Acuérdate de la palabra dada a
tu siervo, En la cual me has hecho esperar. Ella es mi consuelo en mi
aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado… Lámpara es a mis pies tu
palabra, Y lumbrera a mi camino (Sal 119.49, 50, 105).
Así que, sacúdete toda pasividad
para con la Biblia y haz de la Palabra de Dios la norma máxima de tu
existencia. Ponla en tu mente, boca y corazón, leyéndola y meditándola de día y
de noche.
Nunca se apartará de tu boca
este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que
guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
¡Esta es la
clave del éxito para tu vida!
La Biblia jamás te restará algo
sino todo lo contrario, siempre te sumará la Bendición de Dios para tu vida
pues son las Palabras que Dios declaró para tu bien, puesto que te ama con todo
Su Corazón.
no devolviendo mal por mal, ni
maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que
fuisteis llamados para que heredaseis bendición (1 P 3.9).
¡Has sido llamado(a) por Dios
para ser heredero(a) de bendición!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, Tú
Palabra, la Biblia, es la Verdad y es la Luz que guía mi vida. Porque Tú lo
hablaste Dios, Jesús, el Verbo, la Palabra, se hizo carne para que, por tu gran
Amor con que me has amado, al pagar Él todos mis pecados con Su Vida en la
cruz, yo recibiese la Vida Eterna y la adopción de Hijo(a) Tuyo(a). ¡Gracias,
Señor Jesús! ¡Escrito está! Porque Tú moriste, yo morí contigo en esa cruz.
¡Escrito está! Porque Tú resucitaste, yo resucité contigo a una vida totalmente
nueva, libre del pecado y de la muerte pues con Tu Sangre me has redimido para
Dios de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y me has hecho
para nuestro Dios rey(reina) y sacerdote(sacerdotisa), y reinaré sobre la
tierra. Padre, yo soy Tu Hijo(a) y he de reinar sobre toda aflicción,
enfermedad o problema, pues para esto me dejaste aquí en la tierra; para
establecer Tu Reino, anunciando Tu Gran Amor con el cual me llamaste de las
tinieblas a Tu Luz admirable. Gracias mi Dios, pues no sólo lo has hablado sino
que lo pusiste por escrito: ¡He sido llamado(a) por Ti para ser heredero(a)!
¡Soy heredero(a) de Tu Bendición! ¡Soy heredero(a) de Tu Palabra! ¡Soy
dichoso(a) pues puedo confiar en Ti, mi Dios! Así que, de acuerdo con Tu
Palabra, me declaro sano(a), próspero(a), libre y feliz. En el nombre de Jesús.
Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo
creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para
pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día
de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre
20 1 P 3 / Jer 35-36 / Sal 136
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre
20 1 P 3 / Jer 35-36 / Sal 136
1
Pedro 3
Deberes conyugales
3
1Asimismo vosotras, mujeres, estad
sujetas a vuestros maridos;a para que también los que no
creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,
2considerando vuestra conducta casta y respetuosa. 3Vuestro
atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de
vestidos lujosos,b 4sino el interno, el del
corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de
grande estima delante de Dios. 5Porque así también se ataviaban en
otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a
sus maridos; 6como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor;c
de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer
ninguna amenaza.
7Vosotros, maridos, igualmente,
vivid con ellas sabiamente,d dando honor a la mujer como a
vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que
vuestras oraciones no tengan estorbo.
Una buena conciencia
8Finalmente, sed todos de un mismo
sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;
9no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el
contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis
bendición. 10Porque:
El que quiere amar la vida
Y ver días buenos,
Refrene su lengua de mal,
Y sus labios no hablen engaño;
11 Apártese
del mal, y haga el bien;
Busque la paz, y sígala.
12 Porque los
ojos del Señor están sobre los justos,
Y sus oídos atentos a sus oraciones;
Pero el rostro del Señor está contra aquellos
que hacen el mal.e
13¿Y quién es aquel que os podrá
hacer daño, si vosotros seguís el bien? 14Mas también si alguna
cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois.f
Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, 15sino
santificad a Dios el Señor en vuestros corazones,g y estad
siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante
todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; 16teniendo
buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores,
sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. 17Porque
mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere,
que haciendo el mal. 18Porque también Cristo padeció una sola vez
por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; 19en el
cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, 20los que
en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en
los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es
decir, ocho, fueron salvadas por agua.h 21El
bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de
la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la
resurrección de Jesucristo, 22quien habiendo subido al cielo está a
la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.[1]
Jeremías
35-36
Obediencia de los recabitas
35
1Palabra de Jehová que vino a
Jeremías en días de Joacima hijo de Josías, rey de Judá,
diciendo: 2Ve a casa de los recabitas y habla con ellos, e
introdúcelos en la casa de Jehová, en uno de los aposentos, y dales a beber
vino. 3Tomé entonces a Jaazanías hijo de Jeremías, hijo de
Habasinías, a sus hermanos, a todos sus hijos, y a toda la familia de los
recabitas; 4y los llevé a la casa de Jehová, al aposento de los
hijos de Hanán hijo de Igdalías, varón de Dios, el cual estaba junto al
aposento de los príncipes, que estaba sobre el aposento de Maasías hijo de
Salum, guarda de la puerta. 5Y puse delante de los hijos de la
familia de los recabitas tazas y copas llenas de vino, y les dije: Bebed vino.
6Mas ellos dijeron: No beberemos vino; porque Jonadab hijo de Recab
nuestro padre nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino vosotros ni vuestros
hijos; 7ni edificaréis casa, ni sembraréis sementera, ni
plantaréis viña, ni la retendréis; sino que moraréis en tiendas todos vuestros
días, para que viváis muchos días sobre la faz de la tierra donde vosotros
habitáis. 8Y nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre
Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó, de no beber vino en
todos nuestros días, ni nosotros, ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos ni
nuestras hijas; 9y de no edificar casas para nuestra morada, y de
no tener viña, ni heredad, ni sementera. 10Moramos, pues, en
tiendas, y hemos obedecido y hecho conforme a todas las cosas que nos mandó
Jonadab nuestro padre. 11Sucedió, no obstante, que cuando
Nabucodonosor rey de Babilonia subió a la tierra, dijimos: Venid, y ocultémonos
en Jerusalén, de la presencia del ejército de los caldeos y de la presencia del
ejército de los de Siria; y en Jerusalén nos quedamos.
12Y vino palabra de Jehová a
Jeremías, diciendo: 13Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios
de Israel: Ve y di a los varones de Judá, y a los moradores de Jerusalén: ¿No
aprenderéis a obedecer mis palabras? dice Jehová. 14Fue firme la
palabra de Jonadab hijo de Recab, el cual mandó a sus hijos que no bebiesen
vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer al mandamiento de su padre; y
yo os he hablado a vosotros desde temprano y sin cesar, y no me habéis oído.
15Y envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y
sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, y
enmendad vuestras obras, y no vayáis tras dioses ajenos para servirles, y
viviréis en la tierra que di a vosotros y a vuestros padres; mas no
inclinasteis vuestro oído, ni me oísteis. 16Ciertamente los hijos
de Jonadab hijo de Recab tuvieron por firme el mandamiento que les dio su
padre; pero este pueblo no me ha obedecido. 17Por tanto, así ha
dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí traeré yo sobre
Judá y sobre todos los moradores de Jerusalén todo el mal que contra ellos he
hablado; porque les hablé, y no oyeron; los llamé, y no han respondido.
18Y dijo Jeremías a la familia de
los recabitas: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Por cuanto
obedecisteis al mandamiento de Jonadab vuestro padre, y guardasteis todos sus
mandamientos, e hicisteis conforme a todas las cosas que os mandó; 19por
tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No faltará de
Jonadab hijo de Recab un varón que esté en mi presencia todos los días.
El rey quema el rollo
36
1Aconteció en el cuarto año de
Joacima
hijo de Josías, rey de Judá, que vino esta palabra de Jehová a Jeremías,
diciendo: 2Toma un rollo de libro, y escribe en él todas las
palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra todas las
naciones, desde el día que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta
hoy. 3Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso
hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y
su pecado.
4Y llamó Jeremías a Baruc hijo de
Nerías, y escribió Baruc de boca de Jeremías, en un rollo de libro, todas las
palabras que Jehová le había hablado. 5Después mandó Jeremías a
Baruc, diciendo: A mí se me ha prohibido entrar en la casa de Jehová. 6Entra
tú, pues, y lee de este rollo que escribiste de mi boca, las palabras de Jehová
a los oídos del pueblo, en la casa de Jehová, el día del ayuno; y las leerás
también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades. 7Quizá
llegue la oración de ellos a la presencia de Jehová, y se vuelva cada uno de su
mal camino; porque grande es el furor y la ira que ha expresado Jehová contra
este pueblo. 8Y Baruc hijo de Nerías hizo conforme a todas las
cosas que le mandó Jeremías profeta, leyendo en el libro las palabras de Jehová
en la casa de Jehová.
9Y aconteció en el año quinto de
Joacim hijo de Josías, rey de Judá, en el mes noveno, que promulgaron ayuno en
la presencia de Jehová a todo el pueblo de Jerusalén y a todo el pueblo que
venía de las ciudades de Judá a Jerusalén. 10Y Baruc leyó en el
libro las palabras de Jeremías en la casa de Jehová, en el aposento de Gemarías
hijo de Safán escriba, en el atrio de arriba, a la entrada de la puerta nueva
de la casa de Jehová, a oídos del pueblo.
11Y Micaías hijo de Gemarías, hijo
de Safán, habiendo oído del libro todas las palabras de Jehová, 12descendió
a la casa del rey, al aposento del secretario, y he aquí que todos los
príncipes estaban allí sentados, esto es: Elisama secretario, Delaía hijo de
Semaías, Elnatán hijo de Acbor, Gemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de
Ananías, y todos los príncipes. 13Y les contó Micaías todas las
palabras que había oído cuando Baruc leyó en el libro a oídos del pueblo.
14Entonces enviaron todos los príncipes a Jehudí hijo de Netanías, hijo
de Selemías, hijo de Cusi, para que dijese a Baruc: Toma el rollo en el que
leíste a oídos del pueblo, y ven. Y Baruc hijo de Nerías tomó el rollo en su
mano y vino a ellos. 15Y le dijeron: Siéntate ahora, y léelo a
nosotros. Y se lo leyó Baruc. 16Cuando oyeron todas aquellas
palabras, cada uno se volvió espantado a su compañero, y dijeron a Baruc: Sin
duda contaremos al rey todas estas palabras. 17Preguntaron luego a
Baruc, diciendo: Cuéntanos ahora cómo escribiste de boca de Jeremías todas
estas palabras. 18Y Baruc les dijo: El me dictaba de su boca todas
estas palabras, y yo escribía con tinta en el libro. 19Entonces
dijeron los príncipes a Baruc: Ve y escóndete, tú y Jeremías, y nadie sepa
dónde estáis.
20Y entraron a donde estaba el rey,
al atrio, habiendo depositado el rollo en el aposento de Elisama secretario; y
contaron a oídos del rey todas estas palabras. 21Y envió el rey a
Jehudí a que tomase el rollo, el cual lo tomó del aposento de Elisama
secretario, y leyó en él Jehudí a oídos del rey, y a oídos de todos los
príncipes que junto al rey estaban. 22Y el rey estaba en la casa
de invierno en el mes noveno, y había un brasero ardiendo delante de él.
23Cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un
cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta
que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en el brasero había. 24Y
no tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos el rey y todos sus siervos que
oyeron todas estas palabras. 25Y aunque Elnatán y Delaía y
Gemarías rogaron al rey que no quemase aquel rollo, no los quiso oír. 26También
mandó el rey a Jerameel hijo de Hamelec, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías
hijo de Abdeel, para que prendiesen a Baruc el escribiente y al profeta
Jeremías; pero Jehová los escondió.
27Y vino palabra de Jehová a
Jeremías, después que el rey quemó el rollo, las palabras que Baruc había
escrito de boca de Jeremías, diciendo: 28Vuelve a tomar otro
rollo, y escribe en él todas las palabras primeras que estaban en el primer
rollo que quemó Joacim rey de Judá. 29Y dirás a Joacim rey de
Judá: Así ha dicho Jehová: Tú quemaste este rollo, diciendo: ¿Por qué
escribiste en él, diciendo: De cierto vendrá el rey de Babilonia, y destruirá
esta tierra, y hará que no queden en ella ni hombres ni animales? 30Por
tanto, así ha dicho Jehová acerca de Joacim rey de Judá: No tendrá quien se
siente sobre el trono de David; y su cuerpo será echado al calor del día y al
hielo de la noche. 31Y castigaré su maldad en él, y en su
descendencia y en sus siervos; y traeré sobre ellos, y sobre los moradores de
Jerusalén y sobre los varones de Judá, todo el mal que les he anunciado y no
escucharon.
32Y tomó Jeremías otro rollo y lo
dio a Baruc hijo de Nerías escriba; y escribió en él de boca de Jeremías todas
las palabras del libro que quemó en el fuego Joacim rey de Judá; y aun fueron
añadidas sobre ellas muchas otras palabras semejantes.[2]
SALMO 136
Alabanza por la misericordia eterna de Jehová
1 Alabad a Jehová,
porque él es bueno,
Porque para siempre es su
misericordia.a
2 Alabad al
Dios de los dioses,
Porque para siempre es su
misericordia.
3 Alabad al
Señor de los señores,
Porque para siempre es su
misericordia.
4 Al único
que hace grandes maravillas,
Porque para siempre es su
misericordia.
5 Al que hizo
los cielosb con entendimiento,
Porque para siempre es su
misericordia.
6 Al que
extendió la tierra sobre las aguas,c
Porque para siempre es su
misericordia.
7 Al que hizo
las grandes lumbreras,d
Porque para siempre es su
misericordia.
8 El sol para
que señorease en el día,
Porque para siempre es su
misericordia.
9 La luna y
las estrellas para que señoreasen en la noche,
Porque para siempre es su
misericordia.
10 Al que
hirió a Egipto en sus primogénitos,e
Porque para siempre es su
misericordia.
11 Al que sacó
a Israel de en medio de ellos,f
Porque para siempre es su misericordia.
12 Con mano
fuerte, y brazo extendido,
Porque para siempre es su
misericordia.
13 Al que
dividió el Mar Rojo en partes,g
Porque para siempre es su
misericordia;
14 E hizo
pasar a Israel por en medio de él,
Porque para siempre es su
misericordia;
15 Y arrojó a
Faraón y a su ejército en el Mar Rojo,
Porque para siempre es su
misericordia.
16 Al que
pastoreó a su pueblo por el desierto,
Porque para siempre es su
misericordia.
17 Al que
hirió a grandes reyes,
Porque para siempre es su
misericordia;
18 Y mató a
reyes poderosos,
Porque para siempre es su
misericordia;
19 A Sehón rey
amorreo,h
Porque para siempre es su
misericordia;
20 Y a Og rey
de Basán,i
Porque para siempre es su
misericordia;
21 Y dio la
tierra de ellos en heredad,
Porque para siempre es su
misericordia;
22 En heredad
a Israel su siervo,
Porque para siempre es su
misericordia.
23 El es el
que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros,
Porque para siempre es su
misericordia;
24 Y nos
rescató de nuestros enemigos,
Porque para siempre es su
misericordia.
25 El que da
alimento a todo ser viviente,
Porque para siempre es su
misericordia.
26 Alabad al
Dios de los cielos,
Porque para siempre es su
misericordia.[3]
a a 3.1: Ef. 5.22; Col. 3.18.
b b 3.3: 1 Ti. 2.9.
c c 3.6: Gn. 18.12.
d d 3.7: Ef. 5.25; Col. 3.19.
e e 3.10–12: Sal. 34.12–16.
f f 3.14: Mt. 5.10.
g g 3.14–15: Is. 8.12–13.
h h 3.20: Gn. 6.1—7.24.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. 1 P
2.25-3.22
a a 35.1: 2 R. 23.36—24.6; 2 Cr. 36.5–7.
a a 36.1: 2 R. 24.1; 2 Cr. 36.5–7; Dn. 1.1–2.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Jr
34.22-36.32
a a 136.1: 1 Cr. 16.34; 2 Cr. 5.13; 7.3; Esd.
3.11; Sal. 100.5; 106.1; 107.1; 118.1; Jer. 33.11.
b
b 136.5: Gn. 1.1.
c
c 136.6: Gn. 1.2.
d
d 136.7–9: Gn. 1.16.
e e 136.10: Ex. 12.29.
f f 136.11: Ex. 12.51.
g g 136.13–15: Ex. 14.21–29.
h h 136.19: Nm. 21.21–30.
i i 136.20: Nm. 21.31–35.
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
135.21-136.26
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