¡Cómo obtener una fe que mueve montañas!
¡Tú ya tienes esta clase de fe!
Por Riqui Ricón*
Simón Pedro, siervo y
apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro
Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra (2 P 1.1).
El primer capítulo de la segunda
carta del apóstol Pedro es tan maravillosamente rico en la revelación de quién ahora
tú eres en Cristo Jesús que necesitas varios días de meditación para poder
comprender y recibir la enseñanza que la Palabra de Dios te da el día de hoy.
Por sólo citar algunos de los
puntos más relevantes, encontrarás que:
1) En Cristo Jesús, ya tienes fe.
2) Todas las cosas buenas ya te
han sido dadas.
3) Dios te ha dado preciosas y
grandísimas promesas.
4) Ahora participas de la misma
naturaleza divina que tu Padre Celestial.
5) Por todo lo anterior, estás
facultado(a) para vencer al pecado y vivir en santidad.
6) No caerás jamás.
7) Tienes amplia y generosa entrada
al Reino de Dios.
8) Todo esto está establecido por
Dios en la Palabra profética más segura, que es Su propia Palabra, la Biblia.
Ahora bien, en lugar de atemorizarte o sentirte
indigno porque Él ha mostrado en tu tiempo las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en
Cristo Jesús, mejor acepta que este es el
mensaje constante y coherente del Evangelio: que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles
en cuenta a los hombres sus pecados,… ya que, Al que no conoció
pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia
de Dios en él (2 Co 5.19, 21).
Tienes que entender, de una vez
por todas, que el Plan de Redención de Dios para tu vida, es mucho más rico y
maravilloso como para sólo contener el perdón de tus pecados y tu entrada al
cielo, lo cual, ya es en sí mismo magnífico.
Limpiar tus pecados es apenas el
primer requisito para tener derecho a esas preciosas y grandísimas
promesas por
medio de las cuales puedes llegar a ser participante de la naturaleza divina (2 P 1.4).
Son precisamente estas promesas,
puestas por escrito en la Biblia, las que te ubican de lleno dentro del Plan de
Redención.
Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero ),
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los
gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu… Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según
la promesa (Gal 3.13, 14, 29).
Efectivamente, gracias al Amor
con que Dios te ha amado a ti y gracias al sacrificio de Jesús, ahora tú, como un(a) HIJO(A) DE DIOS NACIDO(A)
DE NUEVO, ya has sido redimido(a) de toda maldición. Tú has sido redimido(a) de
toda enfermedad, pobreza, temor, angustia, rencor, resentimiento, soledad,
tribulación, depresión, amargura, dolor, etc., etc. Ahora vives bajo la
bendición de Abraham, que es la bendición de Dios, TU PADRE.
Esta Bendición es, ni más ni
menos, que ser adoptado(a) Hijo(a) Suyo(a) según el puro afecto de Su Voluntad.
Por esta Bendición has obtenido la Vida Eterna, la Vida abundante de
prosperidad, salud, Amor, paz, gozo y plenitud, que sólo los Hijos de Dios
pueden disfrutar.
Pues no habéis recibido el
espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido
el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con
Cristo (Ro 8.15-17a).
En Verdad, sin importar cuales
sean tus circunstancias en este momento o como te sientas o mires a ti mismo(a)
el día de hoy; tú eres un(a) Hijo(a) de Dios; un(a) heredero(a); heredero(a) de
Dios y coheredero(a) con Cristo.
¡Tú eres Heredero(a) de la
Promesa del Espíritu!
¿De cuál Espíritu? Del mismo
Espíritu que te permite, por medio de la fe en Cristo Jesús, RECIBIR TODO ESTO:
¡El Espíritu Santo!
Porque a los que antes
conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de
su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos (Ro 8.29).
Es el mismo Espíritu Santo quien
resucito a Jesús de entre los muertos, el que a ti te ha regenerado, haciéndote
Nacer de Nuevo, conforme a la imagen de Su Hijo, para que ahora Él, Jesucristo,
sea el primogénito entre muchos hermanos.
Ahora bien, para que todo esto se
pueda lograr; Él, el Espíritu Santo, te ha provisto de fe. La medida de fe, que es una
fe igualmente preciosa a la del apóstol Pedro; aquel que,
con sólo pasar caminando, los enfermos sanaban con su sombra (Hch 5.15).
Con Cristo estoy juntamente crucificado,
y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la
gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió
Cristo (Gal 2.20-21).
No dudes
más, tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y ya no vives tú, sino
Cristo vive en ti; y lo que ahora vives en la carne, lo vives en la fe del Hijo
de Dios. ¿Te das cuenta? No es tu fe, ¡es la fe del Hijo de Dios!
puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe (He 12.2).
Así que, no
deseches la gracia de Dios pensando que esto es demasiado bueno como para CREER
que sea verdad. En lugar de eso, utiliza tu fe [creyéndole a Dios, creyendo Su
Palabra] y comienza a vivir esa Vida Nueva que tu Padre te ha obsequiado: La
Vida Eterna, que es la Vida de un(a) Hijo(a) de Dios.
Así es, amado(a), el Plan de
Redención de Dios para tu vida es muchísimo más que el mero perdón de tus
pecados.
De acuerdo a
la biblia, la Palabra de Dios, que no miente, Jesús mismo es el autor y
consumador de esa fe que tú ya tienes. Fe para creer quién ahora tú eres. Fe
para creer que eres ese(a) Hijo(a) amado(a) que Él dice que eres. Fe para creer
que puedes ser y hacer todas las cosas que Él dice que puedes ser y hacer. Tú
tienes una ¡Fe con
propósito!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, te amo con
todo mi corazón. Estoy muy agradecido por tanto y tan grande amor que estando
yo muerto(a) en delitos y pecados me diste Vida juntamente con Cristo, por Tu
Gracia soy salvo. Señor Jesús, Tú eres mi Dios, Rey y Salvador y quiero decirte
hoy que yo no desecho Tu Gracia sino que la recibo. Creo y recibo Tu misma fe,
Señor Jesús, para hacer las cosas que Tú hiciste y aún mayores. Pongo mi fe en
todas y cada una de Tus promesas que me has dado en la Biblia para creer y
declarar que Yo, _______________(tu nombre aquí), soy un(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo, no de simiente corruptible sino de la incorruptible semilla
que es la Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre. He sido escogido(a)
por Dios para ser adoptado(a) Hijo(a) Suyo(a) según el puro afecto de Su
Voluntad, para participar de la naturaleza divina. Rechazo al espíritu de
condenación y fracaso que quiere hacerme creer que sigo siendo el (la) mismo(a)
pecador(a) que antes era. ¡Apelo a la Sangre de Cristo como el precio de Amor que
se pagó por mi regeneración! Yo soy la persona que Tú, Padre Santo, dices que
soy en Tu Palabra, la Biblia. Resisto al espíritu de temor, a la enfermedad,
pobreza, rencor, tristeza y cualquier otra emoción o sentimiento que me quiera
apartar de la Verdad. ¡Jesús ya pagó por mí! ¡La Sangre fue derramada! ¡Yo no
tengo porque pagar! ¡Soy sano(a)! ¡Soy
libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios! En el
nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo
creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para
pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día
de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre
23 2 P 1 / Jer 41-42 / Sal 139
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre
23 2 P 1 / Jer 41-42 / Sal 139
2
Pedro 1
Salutación
1
1Simón Pedro, siervo y apóstol de
Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y
Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: 2Gracia
y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor
Jesús.
Partícipes de la naturaleza divina
3Como todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder,
mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,
4por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas,
para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,
habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia; 5vosotros también, poniendo toda diligencia por
esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia,
piedad; 7a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal,
amor. 8Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os
dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo. 9Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy
corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
10Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación
y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. 11Porque
de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
12Por esto, yo no dejaré de
recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis
confirmados en la verdad presente. 13Pues tengo por justo, en
tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; 14sabiendo
que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha
declarado. 15También yo procuraré con diligencia que después de mi
partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas.
Testigos presenciales de la gloria de Cristo
16Porque no os hemos dado a conocer
el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas
artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.
17Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada
desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual
tengo complacencia. 18Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo,
cuando estábamos con él en el monte santo.a 19Tenemos
también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos
como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y
el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; 20entendiendo
primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación
privada, 21porque nunca la profecía fue traída por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el
Espíritu Santo.[1]
Jeremías
41-42
41
1Aconteció en el mes séptimo que
vino Ismael hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la descendencia real, y
algunos príncipes del rey y diez hombres con él, a Gedalías hijo de Ahicam en
Mizpa; y comieron pan juntos allí en Mizpa. 2Y se levantó Ismael
hijo de Netanías y los diez hombres que con él estaban, e hirieron a espada a
Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, matando así a aquel a quien el rey de
Babilonia había puesto para gobernar la tierra. 3Asimismo mató
Ismael a todos los judíos que estaban con Gedalías en Mizpa, y a los soldados
caldeos que allí estaban.a
4Sucedió además, un día después que
mató a Gedalías, cuando nadie lo sabía aún, 5que venían unos
hombres de Siquem, de Silo y de Samaria, ochenta hombres, raída la barba y
rotas las ropas, y rasguñados, y traían en sus manos ofrenda e incienso para
llevar a la casa de Jehová. 6Y de Mizpa les salió al encuentro,
llorando, Ismael el hijo de Netanías. Y aconteció que cuando los encontró, les
dijo: Venid a Gedalías hijo de Ahicam. 7Y cuando llegaron dentro
de la ciudad, Ismael hijo de Netanías los degolló, y los echó dentro de una
cisterna, él y los hombres que con él estaban. 8Mas entre aquéllos
fueron hallados diez hombres que dijeron a Ismael: No nos mates; porque tenemos
en el campo tesoros de trigos y cebadas y aceites y miel. Y los dejó, y no los
mató entre sus hermanos.
9Y la cisterna en que echó Ismael
todos los cuerpos de los hombres que mató a causa de Gedalías, era la misma que
había hecho el rey Asa a causa de Baasa rey de Israel; Ismael hijo de Netanías
la llenó de muertos. 10Después llevó Ismael cautivo a todo el
resto del pueblo que estaba en Mizpa, a las hijas del rey y a todo el pueblo
que en Mizpa había quedado, el cual había encargado Nabuzaradán capitán de la
guardia a Gedalías hijo de Ahicam. Los llevó, pues, cautivos Ismael hijo de
Netanías, y se fue para pasarse a los hijos de Amón.
11Y oyeron Johanán hijo de Carea y
todos los príncipes de la gente de guerra que estaban con él, todo el mal que
había hecho Ismael hijo de Netanías. 12Entonces tomaron a todos
los hombres y fueron a pelear contra Ismael hijo de Netanías, y lo hallaron
junto al gran estanque que está en Gabaón. 13Y aconteció que
cuando todo el pueblo que estaba con Ismael vio a Johanán hijo de Carea y a
todos los capitanes de la gente de guerra que estaban con él, se alegraron.
14Y todo el pueblo que Ismael había traído cautivo de Mizpa se volvió y
fue con Johanán hijo de Carea. 15Pero Ismael hijo de Netanías
escapó delante de Johanán con ocho hombres, y se fue a los hijos de Amón.
16Y Johanán hijo de Carea y todos los capitanes de la gente de guerra
que con él estaban tomaron a todo el resto del pueblo que había recobrado de
Ismael hijo de Netanías, a quienes llevó de Mizpa después que mató a Gedalías
hijo de Ahicam; hombres de guerra, mujeres, niños y eunucos, que Johanán había
traído de Gabaón; 17y fueron y habitaron en Gerutquimam, que está
cerca de Belén, a fin de ir y meterse en Egipto, 18a causa de los
caldeos; porque los temían, por haber dado muerte Ismael hijo de Netanías a
Gedalías hijo de Ahicam, al cual el rey de Babilonia había puesto para gobernar
la tierra.
Mensaje a Johanán
42
1Vinieron todos los oficiales de la
gente de guerra, y Johanán hijo de Carea, Jezanías hijo de Osaías, y todo el
pueblo desde el menor hasta el mayor, 2y dijeron al profeta
Jeremías: Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a
Jehová tu Dios por todo este resto (pues de muchos hemos quedado unos pocos,
como nos ven tus ojos), 3para que Jehová tu Dios nos enseñe el
camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer. 4Y el profeta
Jeremías les dijo: He oído. He aquí que voy a orar a Jehová vuestro Dios, como
habéis dicho, y todo lo que Jehová os respondiere, os enseñaré; no os reservaré
palabra. 5Y ellos dijeron a Jeremías: Jehová sea entre nosotros
testigo de la verdad y de la lealtad, si no hiciéremos conforme a todo aquello
para lo cual Jehová tu Dios te enviare a nosotros. 6Sea bueno, sea
malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para
que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien.
7Aconteció que al cabo de diez días
vino palabra de Jehová a Jeremías. 8Y llamó a Johanán hijo de
Carea y a todos los oficiales de la gente de guerra que con él estaban, y a
todo el pueblo desde el menor hasta el mayor; 9y les dijo: Así ha
dicho Jehová Dios de Israel, al cual me enviasteis para presentar vuestros
ruegos en su presencia: 10Si os quedareis quietos en esta tierra,
os edificaré, y no os destruiré; os plantaré, y no os arrancaré; porque estoy
arrepentido del mal que os he hecho. 11No temáis de la presencia
del rey de Babilonia, del cual tenéis temor; no temáis de su presencia, ha
dicho Jehová, porque con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su
mano; 12y tendré de vosotros misericordia, y él tendrá
misericordia de vosotros y os hará regresar a vuestra tierra. 13Mas
si dijereis: No moraremos en esta tierra, no obedeciendo así a la voz de Jehová
vuestro Dios, 14diciendo: No, sino que entraremos en la tierra de
Egipto, en la cual no veremos guerra, ni oiremos sonido de trompeta, ni
padeceremos hambre, y allá moraremos; 15ahora por eso, oíd la
palabra de Jehová, remanente de Judá: Así ha dicho Jehová de los ejércitos,
Dios de Israel: Si vosotros volviereis vuestros rostros para entrar en Egipto,
y entrareis para morar allá, 16sucederá que la espada que teméis,
os alcanzará allí en la tierra de Egipto, y el hambre de que tenéis temor, allá
en Egipto os perseguirá; y allí moriréis. 17Todos los hombres que
volvieren sus rostros para entrar en Egipto para morar allí, morirán a espada,
de hambre y de pestilencia; no habrá de ellos quien quede vivo, ni quien escape
delante del mal que traeré yo sobre ellos.
18Porque así ha dicho Jehová de los
ejércitos, Dios de Israel: Como se derramó mi enojo y mi ira sobre los
moradores de Jerusalén, así se derramará mi ira sobre vosotros cuando entrareis
en Egipto; y seréis objeto de execración y de espanto, y de maldición y de
afrenta; y no veréis más este lugar. 19Jehová habló sobre
vosotros, oh remanente de Judá: No vayáis a Egipto; sabed ciertamente que os lo
aviso hoy. 20¿Por qué hicisteis errar vuestras almas? Pues
vosotros me enviasteis a Jehová vuestro Dios, diciendo: Ora por nosotros a
Jehová nuestro Dios, y haznos saber todas las cosas que Jehová nuestro Dios
dijere, y lo haremos. 21Y os lo he declarado hoy, y no habéis
obedecido a la voz de Jehová vuestro Dios, ni a todas las cosas por las cuales
me envió a vosotros. 22Ahora, pues, sabed de cierto que a espada,
de hambre y de pestilencia moriréis en el lugar donde deseasteis entrar para
morar allí.[2]
SALMO 139
Omnipresencia y omnisciencia de Dios
Al músico principal. Salmo de David.
1 Oh Jehová,
tú me has examinado y conocido.
2 Tú has
conocido mi sentarme y mi levantarme;
Has entendido desde lejos mis pensamientos.
3 Has
escudriñado mi andar y mi reposo,
Y todos mis caminos te son
conocidos.
4 Pues aún no
está la palabra en mi lengua,
Y he aquí, oh Jehová, tú la
sabes toda.
5 Detrás y
delante me rodeaste,
Y sobre mí pusiste tu mano.
6 Tal
conocimiento es demasiado maravilloso para mí;
Alto es, no lo puedo
comprender.
7 ¿A dónde me
iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu
presencia?
8 Si subiere
a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi
estrado, he aquí, allí tú estás.
9 Si tomare
las alas del alba
Y habitare en el extremo del
mar,
10 Aun allí me
guiará tu mano,
Y me asirá tu diestra.
11 Si dijere:
Ciertamente las tinieblas me encubrirán;
Aun la noche resplandecerá
alrededor de mí.
12 Aun las
tinieblas no encubren de ti,
Y la noche resplandece como el
día;
Lo mismo te son las tinieblas
que la luz.
13 Porque tú
formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de
mi madre.
14 Te alabaré;
porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien.
15 No fue
encubierto de ti mi cuerpo,
Bien que en oculto fui
formado,
Y entretejido en lo más profundo
de la tierra.
16 Mi embrión
vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas
todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas,
Sin faltar una de ellas.
17 ¡Cuán
preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!
¡Cuán grande es la suma de
ellos!
18 Si los
enumero, se multiplican más que la arena;
Despierto, y aún estoy
contigo.
19 De cierto,
oh Dios, harás morir al impío;
Apartaos, pues, de mí, hombres
sanguinarios.
20 Porque
blasfemias dicen ellos contra ti;
Tus enemigos toman en vano tu
nombre.
21 ¿No odio,
oh Jehová, a los que te aborrecen,
Y me enardezco contra tus
enemigos?
22 Los
aborrezco por completo;
Los tengo por enemigos.
23 Examíname,
oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis
pensamientos;
24 Y ve si hay
en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.[3]
a a 1.17–18: Mt. 17.1–5; Mr.
9.2–7; Lc. 9.28–35.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. 1 P
5.14-2 P 1.21
a a 41.1–3: 2 R. 25.25.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Jr
40.16-42.22
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
138.8-139.24
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