¡Cómo vivir en la Voluntad de Dios!
¡Tu carne está vencida! ¡Sí puedes
vivir conforme a la voluntad de Dios!
Por Riqui Ricón*
Puesto que Cristo ha padecido
por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues
quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir
el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres,
sino conforme a la voluntad de Dios (1 P 4.1-2).
Cada vez que leo en la Escritura
acerca de la lucha contra el pecado, acerca de la vieja naturaleza y el no
vivir conforme a mi carne, le agradezco a Dios con todo mi corazón por Su gran Amor
con que me ha amado expresado en el sacrificio que Jesús hizo por mí al morir
en esa cruz.
Si te preguntas, ¿qué tiene que
ver una cosa con la otra? Quiero decirte que están íntima y totalmente
relacionados, pues es gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo que se
pagó el precio de TODOS tus pecados: pasados, presentes y futuros; para que
así, estando tú totalmente libre del pecado, fueses hecho(o) conforme a la
imagen de Su Hijo.
Porque a los que antes
conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de
su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos (Ro 8.29).
Me parece sumamente curioso que
algunos creyentes se molesten cuando afirmo que Jesucristo ya no es más el Hijo
unigénito del Padre. En lugar de considerar esto una especie de blasfemia o
degradación hacia Jesús, deberíamos dar gracias que Él no tuvo Su condición de
ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a Si mismo para
que ahora, tú y yo, seamos también Hijos de Dios.
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2.5-8).
¡Jesús es el primogénito del
Padre y tú eres su hermano(a) menor!
La Biblia, que es la Palabra de
Dios, y no puede mentir, dice que la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús te
ha hecho LIBRE de la ley del pecado y de la muerte. No dice que serás libre a
través de tus acciones y esfuerzos para ser santo(a) y agradar a Dios
sometiendo tu carne; sino que, claramente dice, ya fuiste, tú, hecho(a) libre
por Cristo Jesús, pues, además de haber pagado el precio de tu redención,
también padeció por ti en la carne.
Ahora, pues, ninguna
condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a
la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de
vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.1-2).
Por lo que Jesús hizo en la cruz
por Amor a ti, venciendo a la muerte con Su resurrección, ahora tú eres esta
persona que no estás conforme con la carne sino conforme al Espíritu.
- ¿Cómo se puede hacer esto? Le
preguntó Nicodemo a Jesús, y éste le respondió: -si no nacieres de nuevo no
podrás ver ni entrar al reino de Dios (Jn 3.1-6).
En el momento que tú hiciste a
Jesús el Señor de tu vida y lo aceptaste como Salvador, en ese preciso instante
Naciste de Nuevo; la mujer o el hombre que tú eras, muerto(a) en delitos y pecados,
dejó de existir en esa cruz y ahora tú eres nueva creación de Dios: un(a) Hijo(a)
de Dios NACIDO(A) DE NUEVO.
De manera que nosotros de aquí
en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según
la carne, ya no lo conocemos así. De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas (2 Co 5.16-17).
Así que, no se trata de luchar
contra la carne y de pagar un precio por tu santidad, sino que, EN VERDAD se
trata de creer, aceptar y recibir la santificación mediante la fe [mediante
creerle a Dios, creyendo Su Palabra]. Esto es, no vives en santidad para creer,
demostrar o sentirte Hijo(a) de Dios, sino que vives muerto(a) a la carne
porque ahora YA ERES UN(A) VERDADERO(A) HIJO(A) DE DIOS NACIDO(A) DE NUEVO. Esto
es lo que dice la Biblia y, ¡esta es la Verdad!
Ahora bien, el saber y creer esto, de ninguna
manera es una licencia para pecar o vivir una vida libertina; no, nada de eso.
La Biblia lo dice así:
¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos
en el pecado para que la gracia abunde?
En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado,
¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos
sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con
él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los
muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en vida nueva (Ro 6.1-4).
Los
pecadores, pecan, eso es lo que les gusta y saben hacer. Pero, los(as) Hijos(as)
de Dios hemos Nacido de Nuevo y ahora creemos y vivimos de acuerdo a la Palabra
de Dios, la Biblia. Ya no andamos más conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Así que, la victoria sobre tu
carne no está en hacer algo sino en creer lo que Dios hizo por ti y en lo que dice
acerca de quién ahora eres tú, por medio de Jesucristo. No es por lo que hagas
o tengas sino por quién eres. Una vez que creas esto, puedes actuar y hacer que
tu fe no sea muerta sino plena de obras y frutos de justicia, ya que la
Voluntad de Dios es tu santificación (1 Tes 4.3).
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados
hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente,
como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1).
Ahora eres un(a) Hijo(a) amado(a)
de Dios y la ley del pecado y de la muerte con su enfermedad, pobreza,
tristeza, soledad, depresión, etc., nada, absolutamente nada, tiene en ti.
Puedes, con tu fe, creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra, echarlos fuera de tu
vida. Jesús no sólo pago todos tus pecados al morir en la cruz por Amor a ti,
sino que, también compró para ti una Vida Nueva: la Vida Eterna, para que la
vivas plena y abundantemente sobre la tierra.
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10.10).
¡Es verdad! ¡Ahora SÍ puedes
vivir conforme a la voluntad de Dios!
Oremos en
voz audible:
Amado Padre
celestial, una vez más, quiero decirte que te amo, que estoy muy agradecido(a)
por tanto y tan grande Amor. De todos mis pecados me arrepiento y,
confesándotelos, te pido perdón. Gracias, pues sé que me has perdonado ya que, Si confesamos nuestros
pecados, Tu eres fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad. Señor
Jesús, hoy me levanto de toda condenación, fracaso o debilidad para ser ese(a) Hijo(a) que Tú has puesto en autoridad y
dominio. Todo lo puedo en Ti, Señor, y en todas las cosas que estoy viviendo
hoy, soy más que vencedor(a) por medio de Tu Amor. Me declaro sano(a), libre,
próspero(a) y lleno(a) de Tu Amor, para ser luz en medio de las tinieblas y
cumplir mi propósito en la tierra amando a mis semejantes como a mí mismo.
Gracias Espíritu Santo, pues estás aquí conmigo y de ninguna forma podemos fallar
pues mayor eres Tú, que estás en mí, que el que está en el mundo. ¡Soy
Santo(a)! ¡Soy justo(a)! ¡Soy perfecto(a)! Puedo ser feliz. Por la Sangre de
Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo
creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para
pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día
de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre
21 1 P 4 / Jer 37-38 / Sal 137
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre
21 1 P 4 / Jer 37-38 / Sal 137
1
Pedro 4
Buenos administradores de la gracia de Dios
4
1Puesto que Cristo ha padecido por
nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien
ha padecido en la carne, terminó con el pecado, 2para no vivir el
tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres,
sino conforme a la voluntad de Dios. 3Baste ya el tiempo pasado
para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias,
concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías.
4A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el
mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; 5pero ellos darán
cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. 6Porque
por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean
juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios.
7Mas el fin de todas las cosas se
acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. 8Y ante todo,
tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de
pecados.a
9Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. 10Cada
uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos
administradores de la multiforme gracia de Dios. 11Si alguno
habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre
conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por
Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los
siglos. Amén.
Padeciendo como cristianos
12Amados, no os sorprendáis del
fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os
aconteciese, 13sino gozaos por cuanto sois participantes de los
padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os
gocéis con gran alegría. 14Si sois vituperados por el nombre de
Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre
vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros
es glorificado. 15Así que, ninguno de vosotros padezca como
homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; 16pero
si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por
ello. 17Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de
Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no
obedecen al evangelio de Dios? 18Y:
Si el justo con dificultad se salva,
¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?b
19De modo que los que padecen según la voluntad de Dios,
encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.[1]
Jeremías
37-38
Encarcelamiento de Jeremías
37
1En lugar de Conías hijo de Joacim
reinó el rey Sedequías hijo de Josías, al cual Nabucodonosor rey de Babilonia
constituyó por rey en la tierra de Judá.a 2Pero
no obedeció él ni sus siervos ni el pueblo de la tierra a las palabras de
Jehová, las cuales dijo por el profeta Jeremías.
3Y envió el rey Sedequías a Jucal
hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que dijesen al
profeta Jeremías: Ruega ahora por nosotros a Jehová nuestro Dios. 4Y
Jeremías entraba y salía en medio del pueblo; porque todavía no lo habían
puesto en la cárcel. 5Y cuando el ejército de Faraón había salido
de Egipto, y llegó noticia de ello a oídos de los caldeos que tenían sitiada a
Jerusalén, se retiraron de Jerusalén.
6Entonces vino palabra de Jehová al
profeta Jeremías, diciendo: 7Así ha dicho Jehová Dios de Israel:
Diréis así al rey de Judá, que os envió a mí para que me consultaseis: He aquí
que el ejército de Faraón que había salido en vuestro socorro, se volvió a su
tierra en Egipto. 8Y volverán los caldeos y atacarán esta ciudad,
y la tomarán y la pondrán a fuego. 9Así ha dicho Jehová: No os
engañéis a vosotros mismos, diciendo: Sin duda ya los caldeos se apartarán de
nosotros; porque no se apartarán. 10Porque aun cuando hirieseis a
todo el ejército de los caldeos que pelean contra vosotros, y quedasen de ellos
solamente hombres heridos, cada uno se levantará de su tienda, y pondrán esta
ciudad a fuego.
11Y aconteció que cuando el
ejército de los caldeos se retiró de Jerusalén a causa del ejército de Faraón,
12salía Jeremías de Jerusalén para irse a tierra de Benjamín, para
apartarse de en medio del pueblo. 13Y cuando fue a la puerta de
Benjamín, estaba allí un capitán que se llamaba Irías hijo de Selemías, hijo de
Hananías, el cual apresó al profeta Jeremías, diciendo: Tú te pasas a los
caldeos. 14Y Jeremías dijo: Falso; no me paso a los caldeos. Pero
él no lo escuchó, sino prendió Irías a Jeremías, y lo llevó delante de los
príncipes. 15Y los príncipes se airaron contra Jeremías, y le azotaron
y le pusieron en prisión en la casa del escriba Jonatán, porque la habían
convertido en cárcel.
16Entró, pues, Jeremías en la casa
de la cisterna, y en las bóvedas. Y habiendo estado allá Jeremías por muchos
días, 17el rey Sedequías envió y le sacó; y le preguntó el rey
secretamente en su casa, y dijo: ¿Hay palabra de Jehová? Y Jeremías dijo: Hay.
Y dijo más: En mano del rey de Babilonia serás entregado. 18Dijo
también Jeremías al rey Sedequías: ¿En qué pequé contra ti, y contra tus
siervos, y contra este pueblo, para que me pusieseis en la cárcel? 19¿Y
dónde están vuestros profetas que os profetizaban diciendo: No vendrá el rey de
Babilonia contra vosotros, ni contra esta tierra? 20Ahora pues,
oye, te ruego, oh rey mi señor; caiga ahora mi súplica delante de ti, y no me
hagas volver a casa del escriba Jonatán, para que no muera allí. 21Entonces
dio orden el rey Sedequías, y custodiaron a Jeremías en el patio de la cárcel,
haciéndole dar una torta de pan al día, de la calle de los Panaderos, hasta que
todo el pan de la ciudad se gastase. Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel.
Jeremías en la cisterna
38
1Oyeron Sefatías hijo de Matán,
Gedalías hijo de Pasur, Jucal hijo de Selemías, y Pasur hijo de Malquías, las
palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo: 2Así ha
dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o
de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será
por botín, y vivirá. 3Así ha dicho Jehová: De cierto será
entregada esta ciudad en manos del ejército del rey de Babilonia, y la tomará.
4Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre; porque de esta
manera hace desmayar las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta
ciudad, y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este
hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal. 5Y dijo el rey
Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer
contra vosotros. 6Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron
echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la
cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino
cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.
7Y oyendo Ebed-melec, hombre
etíope, eunuco de la casa real, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y
estando sentado el rey a la puerta de Benjamín, 8Ebed-melec salió
de la casa del rey y habló al rey, diciendo: 9Mi señor el rey, mal
hicieron estos varones en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, al
cual hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay
más pan en la ciudad. 10Entonces mandó el rey al mismo etíope
Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar al
profeta Jeremías de la cisterna, antes que muera. 11Y tomó
Ebed-melec en su poder a los hombres, y entró a la casa del rey debajo de la
tesorería, y tomó de allí trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, y los echó
a Jeremías con sogas en la cisterna. 12Y dijo el etíope Ebed-melec
a Jeremías: Pon ahora esos trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, bajo los
sobacos, debajo de las sogas. Y lo hizo así Jeremías. 13De este
modo sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna; y quedó
Jeremías en el patio de la cárcel.
Sedequías consulta secretamente a Jeremías
14Después envió el rey Sedequías, e
hizo traer al profeta Jeremías a su presencia, en la tercera entrada de la casa
de Jehová. Y dijo el rey a Jeremías: Te haré una pregunta; no me encubras
ninguna cosa. 15Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declarare,
¿no es verdad que me matarás? y si te diere consejo, no me escucharás. 16Y
juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: Vive Jehová que nos hizo
esta alma, que no te mataré, ni te entregaré en mano de estos varones que
buscan tu vida.
17Entonces dijo Jeremías a
Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: Si te
entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta
ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa. 18Pero si
no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada
en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos.
19Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo temor de los judíos que se
han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me
escarnezcan. 20Y dijo Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz
de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirás. 21Pero si no
quieres entregarte, esta es la palabra que me ha mostrado Jehová: 22He
aquí que todas las mujeres que han quedado en casa del rey de Judá serán
sacadas a los príncipes del rey de Babilonia; y ellas mismas dirán: Te han
engañado, y han prevalecido contra ti tus amigos; hundieron en el cieno tus
pies, se volvieron atrás. 23Sacarán, pues, todas tus mujeres y tus
hijos a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey
de Babilonia serás apresado, y a esta ciudad quemará a fuego.
24Y dijo Sedequías a Jeremías:
Nadie sepa estas palabras, y no morirás. 25Y si los príncipes
oyeren que yo he hablado contigo, y vinieren a ti y te dijeren: Decláranos
ahora qué hablaste con el rey, no nos lo encubras, y no te mataremos; asimismo
qué te dijo el rey; 26les dirás: Supliqué al rey que no me hiciese
volver a casa de Jonatán para que no me muriese allí. 27Y vinieron
luego todos los príncipes a Jeremías, y le preguntaron; y él les respondió
conforme a todo lo que el rey le había mandado. Con esto se alejaron de él,
porque el asunto no se había oído. 28Y quedó Jeremías en el patio
de la cárcel hasta el día que fue tomada Jerusalén; y allí estaba cuando
Jerusalén fue tomada.a[2]
SALMO 137
Lamento de los cautivos en Babilonia
1 Junto a los
ríos de Babilonia,
Allí nos sentábamos, y aun
llorábamos,
Acordándonos de Sion.
2 Sobre los
sauces en medio de ella
Colgamos nuestras arpas.
3 Y los que
nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos,
Y los que nos habían desolado
nos pedían alegría, diciendo:
Cantadnos algunos de los
cánticos de Sion.
4 ¿Cómo
cantaremos cántico de Jehová
En tierra de extraños?
5 Si me
olvidare de ti, oh Jerusalén,
Pierda mi diestra su destreza.
6 Mi lengua
se pegue a mi paladar,
Si de ti no me acordare;
Si no enalteciere a Jerusalén
Como preferente asunto de mi
alegría.
7 Oh Jehová,
recuerda contra los hijos de Edom el día de Jerusalén,
Cuando decían: Arrasadla,
arrasadla
Hasta los cimientos.
8 Hija de
Babilonia la desolada,
Bienaventurado el que te diere
el pago
De lo que tú nos hiciste.a
9 Dichoso el
que tomare y estrellare tus niños
Contra la peña.[3]
a a 4.8: Pr. 10.12.
b b 4.18: Pr. 11.31.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. 1 P
3.22-4.19
a a 37.1: 2 R. 24.17; 2 Cr. 36.10.
a a 38.28: Ez. 33.21.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Jr
36.32-38.28
a a 137.8: Ap. 18.6.
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
136.26-137.9
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