¡Solamente di la Palabra!
Por Riqui Ricón*
Viendo esto
los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la
higuera? Respondiendo Jesús, les dijo:
De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de
la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será
hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo,
lo recibiréis (Mat 21.20-22).
En este específico tiempo de la
historia humana, no solamente es interesante, sino vital, que comprendas la
importancia de la función que la FE tiene en tu vida. La FE es la fuerza
espiritual más poderosa del universo y se encuentra a entera disposición de
TODAS y TODOS las Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
¿Puede alguien recibir todo lo
que pide en oración? ¡Claro! Jesús lo dijo así. Sólo tienes que comprender que
la FE fluye de la Palabra de Dios, pues es inherente, totalmente dependiente, a
Ella.
Pero sin fe es imposible
agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan (He 11.6).
Es cierto que sin FE es
TOTALMENTE imposible agradar a Dios, la
buena noticia es que a Dios se le puede agradar, que existe un camino, una
forma, una manera, para agradar al dueño y Señor del Universo, y esto es,
mediante tu FE.
¡Dios es galardonador de aquellos
que le buscan! Y, de acuerdo a la Biblia, que es la Palabra de Dios, y no
miente, tú, mi amada(o), le vas a encontrar.
Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá (Mat 7.7-8).
Existe otra fuerza igualmente
poderosa, pero COMPLETAMENTE OPUESTA a la FE, y es el temor, el miedo. El temor
a que Dios no te escuche por alguna razón, a no ser digno, a que la Biblia no
sea verdad, a la pobreza, a la enfermedad, a la muerte, etc., etc. La FE fluye
de la Verdad, que es la Palabra de Dios. El miedo y el temor son el fruto de
escuchar y atender las palabras de engaño y de mentira.
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del
día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre
los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él
respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me
escondí (Gen 3.8-10).
El miedo y el temor producen la
duda e incredulidad en tu corazón, con las cuales tu FE es anulada.
Cuando Jesús caminaba sobre las
aguas de un mar embravecido, Pedro le solicitó si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las
aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio
voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de
poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mat 14.28-31).
Nota que son las circunstancias, las
que percibes de la realidad con tus sentidos, las que te producen temor para
hacerte dudar de la Palabra de Dios. Pedro ya tenía una buena idea de que la FE
estaba ligada a la Palabra de Jesús, por ese motivo le solicitó manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces
en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se
fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en
pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y
sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de
Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue
enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el
profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote:
Lávate, y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme
a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño,
y quedó limpio (2 R 5.10-14).
Como en el caso de Amán y Eliseo,
uno de los problemas, con algunos creyentes, es que están más dispuestos a
creer a declaraciones vehementes o a manifestaciones físicas del poder de Dios
que a la simple hermosura de Su Palabra:
Y él dijo: Ven.
Recuerda siempre que el pecado
original no fue la desobediencia sino la incredulidad a la Palabra de Dios, a
lo que Él había dicho, que fue contrapuesto por lo que la serpiente les dijo.
Esto, y no otra cosa, fue el pecado original, el cual dio a luz la
desobediencia. Puedo imaginar a Eva, en esos momentos, llena de temor y duda,
pensando en su corazón: “Dios nos dijo esto, pero este bicho raro dice otra
cosa, ¿quién de los dos dirá la VERDAD? ¿A quién de los dos le voy a CREER?”
¿Te das cuenta porque la fe viene
de escuchar y creer la Palabra de Dios, que es la Verdad, mientras que el temor
y la duda surgen de escuchar y creer las voces de mentira? El centurión romano le
dijo a Jesús, Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes
soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz
esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os
digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe (Mat 8.8-10).
Jesús se maravilló de la FE de
este romano, que fluía del conocimiento que un soldado tiene de la Palabra de Autoridad.
La Biblia es la Verdad, pues es la Palabra de Dios y la Autoridad Máxima de
todo el Universo, de lo visible y de lo invisible.
Lo realmente fabuloso, de acuerdo
a la Biblia, que es la palabra de Dios, y no miente, es que, tu Dios y Padre,
al Amarte y redimirte por medio de Su Hijo Jesucristo para hacerte Hija(o)
Suya(o), YA TE HA DOTADO de esa medida de fe en Cristo Jesús.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy te doy
gracias, pues entiendo que, además de ser justificado por la sangre de Jesús y
perdonado de todos mis pecados por Tu Amor, Tú me has hecho un(a) Hija(o) Tuya(o)
llena(o) de FE. Hoy sé que puedo confiar totalmente en Tú Palabra. Me propongo,
con Tu ayuda, Espíritu Santo, hacer de la Biblia la norma máxima de mi vida; la
pondré en mi mente, boca y corazón, pues sé que en ella está el poder para
creer. Sé también que, como a Josué,
por atender Tu Palabra, me irá bien y haré prosperar mi camino. Y aunque hoy esté
enfrentando problemas y aflicciones, yo declaró en Tu nombre Jesucristo que
saldré adelante en libertad y victoria, en salud y prosperidad pues escrito
está acerca de mí que en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de
Aquel que me ama, Cristo Jesús. Resisto y hecho fuera de mi vida toda
enfermedad, pobreza, tristeza, depresión, soledad, temor y angustia. Cubro todo
mi ser, espíritu, alma y cuerpo, con la Sangre de Jesús y llamo y recibo toda
la salud, amor, paz y gozo que Tú, Jesucristo, compraste para mí al morir en la
cruz. ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo!
Gracias a Ti, Señor Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y
Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de
Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del
pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora
es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas
recomendaciones:
1.
Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate
un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él.
Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
2.
Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La
Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla.
¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el
programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas
correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A
Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el
programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
3.
En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una
iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las
Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2020
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
24 Mat
21.1-27 / Núm 17-18 / Ecl 11
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
24 Mat
21.1-27 / Núm 17-18 / Ecl 11
San
Mateo 21.1-27
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mr. 11.1–11; Lc. 19.28–40; Jn. 12.12–19)
21
1Cuando se acercaron a Jerusalén, y
vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, 2diciéndoles:
Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada,
y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. 3Y si alguien os
dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. 4Todo
esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
5 Decid a la
hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso, y sentado sobre una asna,
Sobre un pollino, hijo de animal de carga.a
6Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les
mandó; 7y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos
sus mantos; y él se sentó encima. 8Y la multitud, que era muy
numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los
árboles, y las tendían en el camino. 9Y la gente que iba delante y
la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosannab al Hijo de
David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!c ¡Hosanna
en las alturas! 10Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se
conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? 11Y la gente decía: Este es
Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.
Purificación del templo
(Mr. 11.15–19; Lc. 19.45–48; Jn. 2.13–22)
12Y entró Jesús en el templo de
Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó
las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 13y
les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada;d
mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.e
14Y vinieron a él en el templo
ciegos y cojos, y los sanó. 15Pero los principales sacerdotes y
los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en
el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, 16y
le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:
De la boca de los niños y de los que maman
Perfeccionaste la alabanza?f
17Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó
allí.
Maldición de la higuera estéril
(Mr. 11.12–14, 20–26)
18Por la mañana, volviendo a la
ciudad, tuvo hambre. 19Y viendo una higuera cerca del camino, vino
a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás
nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. 20Viendo esto los
discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera?
21Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe,
y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte
dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho.g 22Y
todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
La autoridad de Jesús
(Mr. 11.27–33; Lc. 20.1–8)
23Cuando vino al templo, los
principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras
enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio
esta autoridad? 24Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré
una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago
estas cosas. 25El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o
de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del
cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 26Y si decimos,
de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.
27Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo:
Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.[1]
Números
17-18
La vara de Aarón florece
17
1Luego habló Jehová a Moisés,
diciendo: 2Habla a los hijos de Israel, y toma de ellos una vara
por cada casa de los padres, de todos los príncipes de ellos, doce varas
conforme a las casas de sus padres; y escribirás el nombre de cada uno sobre su
vara. 3Y escribirás el nombre de Aarón sobre la vara de Leví;
porque cada jefe de familia de sus padres tendrá una vara. 4Y las
pondrás en el tabernáculo de reunión delante del testimonio, donde yo me
manifestaré a vosotros. 5Y florecerá la vara del varón que yo
escoja, y haré cesar de delante de mí las quejas de los hijos de Israel con que
murmuran contra vosotros. 6Y Moisés habló a los hijos de Israel, y
todos los príncipes de ellos le dieron varas; cada príncipe por las casas de
sus padres una vara, en total doce varas; y la vara de Aarón estaba entre las
varas de ellos. 7Y Moisés puso las varas delante de Jehová en el
tabernáculo del testimonio.
8Y aconteció que el día siguiente
vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la
casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y
producido almendras. 9Entonces sacó Moisés todas las varas de
delante de Jehová a todos los hijos de Israel; y ellos lo vieron, y tomaron
cada uno su vara. 10Y Jehová dijo a Moisés: Vuelve la vara de
Aarón delante del testimonio,a para que se guarde por señal
a los hijos rebeldes; y harás cesar sus quejas de delante de mí, para que no
mueran. 11E hizo Moisés como le mandó Jehová, así lo hizo.
12Entonces los hijos de Israel
hablaron a Moisés, diciendo: He aquí nosotros somos muertos, perdidos somos,
todos nosotros somos perdidos. 13Cualquiera que se acercare, el
que viniere al tabernáculo de Jehová, morirá. ¿Acabaremos por perecer todos?
Sostenimiento de sacerdotes y levitas
18
1Jehová dijo a Aarón: Tú y tus
hijos, y la casa de tu padre contigo, llevaréis el pecado del santuario; y tú y
tus hijos contigo llevaréis el pecado de vuestro sacerdocio. 2Y a
tus hermanos también, la tribu de Leví, la tribu de tu padre, haz que se acerquen
a ti y se junten contigo, y te servirán; y tú y tus hijos contigo serviréis
delante del tabernáculo del testimonio. 3Y guardarán lo que tú
ordenes, y el cargo de todo el tabernáculo; mas no se acercarán a los
utensilios santos ni al altar, para que no mueran ellos y vosotros. 4Se
juntarán, pues, contigo, y tendrán el cargo del tabernáculo de reunión en todo
el servicio del tabernáculo; ningún extraño se ha de acercar a vosotros.
5Y tendréis el cuidado del santuario, y el cuidado del altar, para que
no venga más la ira sobre los hijos de Israel. 6Porque he aquí, yo
he tomado a vuestros hermanos los levitas de entre los hijos de Israel, dados a
vosotros en don de Jehová, para que sirvan en el ministerio del tabernáculo de
reunión. 7Mas tú y tus hijos contigo guardaréis vuestro sacerdocio
en todo lo relacionado con el altar, y del velo adentro, y ministraréis. Yo os
he dado en don el servicio de vuestro sacerdocio; y el extraño que se acercare,
morirá.
8Dijo más Jehová a Aarón: He aquí
yo te he dado también el cuidado de mis ofrendas; todas las cosas consagradas
de los hijos de Israel te he dado por razón de la unción, y a tus hijos, por
estatuto perpetuo. 9Esto será tuyo de la ofrenda de las cosas
santas, reservadas del fuego; toda ofrenda de ellos, todo presente suyo, y toda
expiación por el pecado de ellos, y toda expiación por la culpa de ellos, que
me han de presentar, será cosa muy santa para ti y para tus hijos. 10En
el santuario la comerás; todo varón comerá de ella; cosa santa será para ti.
11Esto también será tuyo: la ofrenda elevada de sus dones, y todas las
ofrendas mecidas de los hijos de Israel, he dado a ti y a tus hijos y a tus
hijas contigo, por estatuto perpetuo; todo limpio en tu casa comerá de ellas.
12De aceite, de mosto y de trigo, todo lo más escogido, las primicias de
ello, que presentarán a Jehová, para ti las he dado. 13Las
primicias de todas las cosas de la tierra de ellos, las cuales traerán a
Jehová, serán tuyas; todo limpio en tu casa comerá de ellas. 14Todo
lo consagrado por votoa en Israel será tuyo.
15Todo lo que abre matriz, de toda carne que ofrecerán a Jehová, así de
hombres como de animales, será tuyo; pero harás que se redima el primogénito
del hombre; también harás redimir el primogénito de animal inmundo. 16De
un mes harás efectuar el rescate de ellos, conforme a tu estimación, por el
precio de cinco siclos, conforme al siclo del santuario, que es de veinte
geras. 17Mas el primogénito de vaca, el primogénito de oveja y el
primogénito de cabra, no redimirás; santificados son; la sangre de ellos
rociarás sobre el altar, y quemarás la grosura de ellos, ofrenda encendida en
olor grato a Jehová. 18Y la carne de ellos será tuya; como el
pecho de la ofrenda mecida y como la espaldilla derecha, será tuya. 19Todas
las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrecieren a
Jehová, las he dado para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por
estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo es delante de Jehová para ti y para tu
descendencia contigo. 20Y Jehová dijo a Aarón: De la tierra de
ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu
heredad en medio de los hijos de Israel.
21Y he aquí yo he dado a los hijos
de Leví todos los diezmosb en Israel por heredad, por
su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de
reunión. 22Y no se acercarán más los hijos de Israel al
tabernáculo de reunión, para que no lleven pecado por el cual mueran. 23Mas
los levitas harán el servicio del tabernáculo de reunión, y ellos llevarán su
iniquidad; estatuto perpetuo para vuestros descendientes; y no poseerán heredad
entre los hijos de Israel. 24Porque a los levitas he dado por
heredad los diezmos de los hijos de Israel, que ofrecerán a Jehová en ofrenda;
por lo cual les he dicho: Entre los hijos de Israel no poseerán heredad.
25Y habló Jehová a Moisés,
diciendo: 26Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis
de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad,
vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los
diezmos. 27Y se os contará vuestra ofrenda como grano de la era, y
como producto del lagar. 28Así ofreceréis también vosotros ofrenda
a Jehová de todos vuestros diezmos que recibáis de los hijos de Israel; y
daréis de ellos la ofrenda de Jehová al sacerdote Aarón. 29De
todos vuestros dones ofreceréis toda ofrenda a Jehová; de todo lo mejor de
ellos ofreceréis la porción que ha de ser consagrada. 30Y les
dirás: Cuando ofreciereis lo mejor de ellos, será contado a los levitas como
producto de la era, y como producto del lagar. 31Y lo comeréis en
cualquier lugar, vosotros y vuestras familias; pues es vuestra remuneración por
vuestro ministerio en el tabernáculo de reunión. 32Y no llevaréis
pecado por ello, cuando hubiereis ofrecido la mejor parte de él; y no
contaminaréis las cosas santas de los hijos de Israel, y no moriréis.[2]
Eclesiastés
11
11
1Echa tu pan sobre las aguas;
porque después de muchos días lo hallarás. 2Reparte a siete, y aun
a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra. 3Si las
nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol
cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará.
4El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no
segará.
5Como tú no sabes cuál es el camino
del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así
ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
6Por la mañana siembra tu semilla,
y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si
esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.
7Suave ciertamente es la luz, y
agradable a los ojos ver el sol; 8pero aunque un hombre viva
muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo que los días de
las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad.
Consejos para la juventud
9Alégrate, joven, en tu juventud, y
tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de
tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te
juzgará Dios.
10Quita, pues, de tu corazón el
enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son
vanidad.[3]
a a 21.5: Zac. 9.9.
b b 21.9: Sal. 118.25.
c c 21.9: Sal. 118.26.
d d 21.13: Is. 56.7.
e e 21.13: Jer. 7.11.
f f 21.16: Sal. 8.2.
g g 21.21: Mt. 17.20; 1 Co. 13.2.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Mt 20.34-21.27). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 17.8–10: He. 9.4.
a
a 18.14: Lv. 27.28.
b
b 18.21: Lv. 27.30–33; Dt.
14.22–29.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Nm 16.50-18.32). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Ec 10.20-11.10). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
24 Mat
21.1-27 / Núm 17-18 / Ecl 11
San
Mateo 21.1-27
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mr. 11.1–11; Lc. 19.28–40; Jn. 12.12–19)
21
1Cuando se acercaron a Jerusalén, y
vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, 2diciéndoles:
Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada,
y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. 3Y si alguien os
dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. 4Todo
esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
5 Decid a la
hija de Sion:
He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso, y sentado sobre una asna,
Sobre un pollino, hijo de animal de carga.a
6Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les
mandó; 7y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos
sus mantos; y él se sentó encima. 8Y la multitud, que era muy
numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los
árboles, y las tendían en el camino. 9Y la gente que iba delante y
la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosannab al Hijo de
David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!c ¡Hosanna
en las alturas! 10Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se
conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? 11Y la gente decía: Este es
Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.
Purificación del templo
(Mr. 11.15–19; Lc. 19.45–48; Jn. 2.13–22)
12Y entró Jesús en el templo de
Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó
las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 13y
les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada;d
mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.e
14Y vinieron a él en el templo
ciegos y cojos, y los sanó. 15Pero los principales sacerdotes y
los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en
el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, 16y
le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:
De la boca de los niños y de los que maman
Perfeccionaste la alabanza?f
17Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó
allí.
Maldición de la higuera estéril
(Mr. 11.12–14, 20–26)
18Por la mañana, volviendo a la
ciudad, tuvo hambre. 19Y viendo una higuera cerca del camino, vino
a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás
nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. 20Viendo esto los
discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera?
21Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe,
y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte
dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho.g 22Y
todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
La autoridad de Jesús
(Mr. 11.27–33; Lc. 20.1–8)
23Cuando vino al templo, los
principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras
enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio
esta autoridad? 24Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré
una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago
estas cosas. 25El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o
de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del
cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 26Y si decimos,
de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.
27Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo:
Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.[1]
Números
17-18
La vara de Aarón florece
17
1Luego habló Jehová a Moisés,
diciendo: 2Habla a los hijos de Israel, y toma de ellos una vara
por cada casa de los padres, de todos los príncipes de ellos, doce varas
conforme a las casas de sus padres; y escribirás el nombre de cada uno sobre su
vara. 3Y escribirás el nombre de Aarón sobre la vara de Leví;
porque cada jefe de familia de sus padres tendrá una vara. 4Y las
pondrás en el tabernáculo de reunión delante del testimonio, donde yo me
manifestaré a vosotros. 5Y florecerá la vara del varón que yo
escoja, y haré cesar de delante de mí las quejas de los hijos de Israel con que
murmuran contra vosotros. 6Y Moisés habló a los hijos de Israel, y
todos los príncipes de ellos le dieron varas; cada príncipe por las casas de
sus padres una vara, en total doce varas; y la vara de Aarón estaba entre las
varas de ellos. 7Y Moisés puso las varas delante de Jehová en el
tabernáculo del testimonio.
8Y aconteció que el día siguiente
vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la
casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y
producido almendras. 9Entonces sacó Moisés todas las varas de
delante de Jehová a todos los hijos de Israel; y ellos lo vieron, y tomaron
cada uno su vara. 10Y Jehová dijo a Moisés: Vuelve la vara de
Aarón delante del testimonio,a para que se guarde por señal
a los hijos rebeldes; y harás cesar sus quejas de delante de mí, para que no
mueran. 11E hizo Moisés como le mandó Jehová, así lo hizo.
12Entonces los hijos de Israel
hablaron a Moisés, diciendo: He aquí nosotros somos muertos, perdidos somos,
todos nosotros somos perdidos. 13Cualquiera que se acercare, el
que viniere al tabernáculo de Jehová, morirá. ¿Acabaremos por perecer todos?
Sostenimiento de sacerdotes y levitas
18
1Jehová dijo a Aarón: Tú y tus
hijos, y la casa de tu padre contigo, llevaréis el pecado del santuario; y tú y
tus hijos contigo llevaréis el pecado de vuestro sacerdocio. 2Y a
tus hermanos también, la tribu de Leví, la tribu de tu padre, haz que se acerquen
a ti y se junten contigo, y te servirán; y tú y tus hijos contigo serviréis
delante del tabernáculo del testimonio. 3Y guardarán lo que tú
ordenes, y el cargo de todo el tabernáculo; mas no se acercarán a los
utensilios santos ni al altar, para que no mueran ellos y vosotros. 4Se
juntarán, pues, contigo, y tendrán el cargo del tabernáculo de reunión en todo
el servicio del tabernáculo; ningún extraño se ha de acercar a vosotros.
5Y tendréis el cuidado del santuario, y el cuidado del altar, para que
no venga más la ira sobre los hijos de Israel. 6Porque he aquí, yo
he tomado a vuestros hermanos los levitas de entre los hijos de Israel, dados a
vosotros en don de Jehová, para que sirvan en el ministerio del tabernáculo de
reunión. 7Mas tú y tus hijos contigo guardaréis vuestro sacerdocio
en todo lo relacionado con el altar, y del velo adentro, y ministraréis. Yo os
he dado en don el servicio de vuestro sacerdocio; y el extraño que se acercare,
morirá.
8Dijo más Jehová a Aarón: He aquí
yo te he dado también el cuidado de mis ofrendas; todas las cosas consagradas
de los hijos de Israel te he dado por razón de la unción, y a tus hijos, por
estatuto perpetuo. 9Esto será tuyo de la ofrenda de las cosas
santas, reservadas del fuego; toda ofrenda de ellos, todo presente suyo, y toda
expiación por el pecado de ellos, y toda expiación por la culpa de ellos, que
me han de presentar, será cosa muy santa para ti y para tus hijos. 10En
el santuario la comerás; todo varón comerá de ella; cosa santa será para ti.
11Esto también será tuyo: la ofrenda elevada de sus dones, y todas las
ofrendas mecidas de los hijos de Israel, he dado a ti y a tus hijos y a tus
hijas contigo, por estatuto perpetuo; todo limpio en tu casa comerá de ellas.
12De aceite, de mosto y de trigo, todo lo más escogido, las primicias de
ello, que presentarán a Jehová, para ti las he dado. 13Las
primicias de todas las cosas de la tierra de ellos, las cuales traerán a
Jehová, serán tuyas; todo limpio en tu casa comerá de ellas. 14Todo
lo consagrado por votoa en Israel será tuyo.
15Todo lo que abre matriz, de toda carne que ofrecerán a Jehová, así de
hombres como de animales, será tuyo; pero harás que se redima el primogénito
del hombre; también harás redimir el primogénito de animal inmundo. 16De
un mes harás efectuar el rescate de ellos, conforme a tu estimación, por el
precio de cinco siclos, conforme al siclo del santuario, que es de veinte
geras. 17Mas el primogénito de vaca, el primogénito de oveja y el
primogénito de cabra, no redimirás; santificados son; la sangre de ellos
rociarás sobre el altar, y quemarás la grosura de ellos, ofrenda encendida en
olor grato a Jehová. 18Y la carne de ellos será tuya; como el
pecho de la ofrenda mecida y como la espaldilla derecha, será tuya. 19Todas
las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrecieren a
Jehová, las he dado para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por
estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo es delante de Jehová para ti y para tu
descendencia contigo. 20Y Jehová dijo a Aarón: De la tierra de
ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu
heredad en medio de los hijos de Israel.
21Y he aquí yo he dado a los hijos
de Leví todos los diezmosb en Israel por heredad, por
su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de
reunión. 22Y no se acercarán más los hijos de Israel al
tabernáculo de reunión, para que no lleven pecado por el cual mueran. 23Mas
los levitas harán el servicio del tabernáculo de reunión, y ellos llevarán su
iniquidad; estatuto perpetuo para vuestros descendientes; y no poseerán heredad
entre los hijos de Israel. 24Porque a los levitas he dado por
heredad los diezmos de los hijos de Israel, que ofrecerán a Jehová en ofrenda;
por lo cual les he dicho: Entre los hijos de Israel no poseerán heredad.
25Y habló Jehová a Moisés,
diciendo: 26Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis
de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad,
vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los
diezmos. 27Y se os contará vuestra ofrenda como grano de la era, y
como producto del lagar. 28Así ofreceréis también vosotros ofrenda
a Jehová de todos vuestros diezmos que recibáis de los hijos de Israel; y
daréis de ellos la ofrenda de Jehová al sacerdote Aarón. 29De
todos vuestros dones ofreceréis toda ofrenda a Jehová; de todo lo mejor de
ellos ofreceréis la porción que ha de ser consagrada. 30Y les
dirás: Cuando ofreciereis lo mejor de ellos, será contado a los levitas como
producto de la era, y como producto del lagar. 31Y lo comeréis en
cualquier lugar, vosotros y vuestras familias; pues es vuestra remuneración por
vuestro ministerio en el tabernáculo de reunión. 32Y no llevaréis
pecado por ello, cuando hubiereis ofrecido la mejor parte de él; y no
contaminaréis las cosas santas de los hijos de Israel, y no moriréis.[2]
Eclesiastés
11
11
1Echa tu pan sobre las aguas;
porque después de muchos días lo hallarás. 2Reparte a siete, y aun
a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra. 3Si las
nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol
cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará.
4El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no
segará.
5Como tú no sabes cuál es el camino
del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así
ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
6Por la mañana siembra tu semilla,
y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si
esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.
7Suave ciertamente es la luz, y
agradable a los ojos ver el sol; 8pero aunque un hombre viva
muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo que los días de
las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad.
Consejos para la juventud
9Alégrate, joven, en tu juventud, y
tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de
tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te
juzgará Dios.
10Quita, pues, de tu corazón el
enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son
vanidad.[3]
a a 21.5: Zac. 9.9.
b b 21.9: Sal. 118.25.
c c 21.9: Sal. 118.26.
d d 21.13: Is. 56.7.
e e 21.13: Jer. 7.11.
f f 21.16: Sal. 8.2.
g g 21.21: Mt. 17.20; 1 Co. 13.2.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Mt 20.34-21.27). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 17.8–10: He. 9.4.
a
a 18.14: Lv. 27.28.
b
b 18.21: Lv. 27.30–33; Dt.
14.22–29.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Nm 16.50-18.32). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Ec 10.20-11.10). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué piensas al respecto?