¡Cómo dejar de mezclarme con el mundo!
¡Creyendo que soy quien Dios dice
que soy!
Por Riqui Ricón*
“los moabitas
sintieron mucho miedo de los israelitas. Estaban verdaderamente aterrorizados
de ellos, porque eran un ejército muy numeroso” (Núm 22:3 NVI).
En este día, es
interesante notar que aunque los israelitas no iba a pelear contra los moabitas,
éstos últimos se encontraban aterrados, vencidos por el miedo, porque sabían
que Dios estaba con Israel. Esta es la verdadera condición de los enemigos del
pueblo de Dios.
Repite en voz audible: “Amado
Padre celestial, si esa era la condición de los enemigos de Tu Pueblo, cuánto
más aterrados deben estar mis enemigos, pues yo soy Tu Hijo(a) Amado(a) y Tú,
mi Dios y Padre, siempre estás conmigo”.
Sin embargo, ¿por qué a
veces pensamos que el enemigo, Satanás y sus mentiras de pobreza, escasez,
enfermedad, violencia y aflicción, esta vez si nos pueden derrotar, y entonces
nos llenamos de miedo y ansiedad? La respuesta a esta pregunta es simple: Por
la mezcla. Esto es, por estar tolerando en nuestras vidas actitudes y pecados
mundanos que no corresponden a nuestra Nueva Naturaleza como Hijos de Dios
Nacidos de Nuevo.
“Ven pues, ahora, te
ruego, maldíceme este pueblo, porque es más fuerte que yo; quizá yo pueda
herirlo y echarlo de la tierra; pues yo sé que el que tú bendigas será bendito,
y el que tú maldigas será maldito” (Núm 22:6 RV60).
Balac era el rey de Moab
y sabía muy bien que Balam era un profeta del Dios altísimo, así que, como era
obvio que en lo natural, con sus fuerzas, no podría vencer a Israel, en su
desesperación, acudió a Balam con la esperanza de usar fuerzas espirituales
para obtener la victoria.
“Entonces dijo Dios a
Balaam: No vayas con ellos, ni maldigas
al pueblo, porque bendito es. Así Balaam se levantó por la mañana y dijo a los
príncipes de Balac: Volveos a vuestra
tierra, porque Jehová no me quiere dejar ir con vosotros. Y los príncipes de
Moab se levantaron, y vinieron a Balac y dijeron: Balaam no quiso venir con nosotros. Volvió
Balac a enviar otra vez más príncipes, y más honorables que los otros” (Núm
22:12-15 RV60).
Al tolerar el pecado en
nuestras vidas o pactar alianzas con el sistema del mundo, me nubla la razón y
hace que mi mente se confunda (espíritu de confusión). Pon atención a como es
curioso que, entre Balaam, los príncipes y Balac se entabla un tipo de
comunicación donde nadie parece tomar en serio La Palabra de Dios, y prevalece
la mentira:
1. Balaam no fue honesto
ni para con Dios ni para con Balac. Él debió haber dicho la Verdad: "No
se metan con Israel, pues es un pueblo bendito por Dios".
“Ahora, pues, Tatnai
gobernador del otro lado del río, Setar- boznai, y vuestros compañeros los
gobernadores que estáis al otro lado del río, alejaos de allí. (7) Dejad que se
haga la obra de esa casa de Dios; que el gobernador de los judíos y sus
ancianos reedifiquen esa casa de Dios en su lugar. (8) Y por mí es dada orden
de lo que habéis de hacer con esos ancianos de los judíos, para reedificar esa
casa de Dios; que de la hacienda del rey, que tiene del tributo del otro lado
del río, sean dados puntualmente a esos varones los gastos, para que no cese la
obra. (9) Y lo que fuere necesario, becerros, carneros y corderos para
holocaustos al Dios del cielo, trigo, sal, vino y aceite, conforme a lo que
dijeren los sacerdotes que están en Jerusalén, les sea dado día por día sin
obstáculo alguno, (10) para que ofrezcan sacrificios agradables al Dios del
cielo, y oren por la vida del rey y por sus hijos. (11) También por mí es dada
orden, que cualquiera que altere este decreto, se le arranque un madero de su
casa, y alzado, sea colgado en él, y su casa sea hecha muladar por esto. (12) Y
el Dios que hizo habitar allí su nombre, destruya a todo rey y pueblo que
pusiere su mano para cambiar o destruir esa casa de Dios, la cual está en
Jerusalén. Yo Darío he dado el decreto;
sea cumplido prontamente. (13) Entonces Tatnai gobernador del otro lado del
río, y Setar-boznai y sus compañeros, hicieron puntualmente según el rey Darío
había ordenado” (Esd_6:6-13 RV60).
¡Qué diferencia con el
rey Darío! ¿Por qué Balam no actuó valientemente para decir la Verdad? ¡Todo
por codicia! Que es miedo e incredulidad de que Dios sea mi sustentador.
“¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se
lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de
Coré” (Jud 1:11 RV60).
A la Palabra de Dios no
se le debe añadir ni quitar para que traiga luz. Balaam no actuó así. El
verdadero profeta está para guiar y dar visión utilizando La Palabra de Dios
como Antorcha. Al rey Balac y a sus príncipes les faltaba visión y Balaam NO se
las dio.
Ahora bien, si pones
atención notarás que los mensajeros ¡también mintieron! No le dijeron al rey
que el Dios de Balam no lo dejaba venir, sino que le dijeron que Balam no
quería venir. Este es el proceder del sistema del mundo y ese es el dios de los
seres humanos, un dios que se pueda utilizar y mangonear a nuestro favor, si
no, no sirve como dios.
“Y acercándose Elías a
todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos
pensamientos? Si Jehová es Dios,
seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y
el pueblo no respondió palabra” (1Re 18:21 RV60).
El problema de estar
mezclados con el mundo, aunque sea un poquito, porque que tanto es tantito, es
que anula tu efectividad como creyente: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros
entre dos pensamientos? Si Jehová es
Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. La palabra claudicar se usa en
la guerra para nombrar a aquellos que se rinden y que ya no pueden, ni quieren,
pelear más. ¡Están vencidos!
“No perdáis, pues,
vuestra confianza [seguridad], que tiene grande galardón; porque os es
necesaria la paciencia [la constancia, la persistencia], para que,
habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa [la redención como
un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo]. Porque aún un poquito, Y el que
ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo [yo] vivirá por fe [por
creerle a Dios creyendo Su Palabra]; Y si retrocediere, no agradará a mi
alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los
que tienen fe [los que le creen a Dios creyendo Su Palabra] para
preservación del alma” (Heb 10:35-39 RV60).
¡Tú y yo somos
diferentes! ¡Somos Hijos de Dios Nacidos de Nuevo! Y aunque seguimos pecando,
no somos pecadores. ¡No somos de los que retroceden para perdición! ¡Somos los
que le creemos a Dios, creyendo Su Palabra!
“pero Cristo, habiendo
ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado
a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean
puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos
para siempre a los santificados” (Heb 10:12-14 RV60).
La obra redentora de
Cristo Jesús por ti y por mí fue completa, perfecta y acabada. Al aceptar su
muerte y resurrección como el justo pago por TODOS tus pecados (pasados,
presentes y futuros), tú naciste de nuevo como un(a) legítimo y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios: eterno(a), santo(a), justo(a), perfecto(a) y glorificado(a).
Eterno(a):
“Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jua 3:16 RV60).
Santo(a):
“Judas, siervo de
Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y
guardados en Jesucristo” (Jud 1:1 RV60).
Justo(a):
“Justificados, pues,
por la fe [por creerle a Dios, creyendo Su Palabra], tenemos paz para
con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom 5:1 RV60).
Perfecto(a):
“porque con una sola
ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Heb 10:14 RV60).
Glorificado(a):
“Porque a los que
antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la
imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a
los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también
justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Rom 8:29-30
RV60).
Esta es la Palabra de
Dios y ES La Verdad. Entonces, como puedes ver, ni tú ni yo somos pecadores. No
practicamos el pecado. Y aunque a veces caemos, no somos como Balac ni como
Balam quienes estaban sujetos a la naturaleza corrompida y pecadora del ser
humano. Si pecamos es por causa de Satanás y su sistema, el mundo, quienes
constante y continuamente nos hacen la guerra para condenarnos y anularnos en nuestro
propósito como Hijos de Dios Nacidos de Nuevo, que es brillar intensamente con
la luz de Jesucristo en este mundo sumido en obscuridad, para dar a conocer las
virtudes de Aquel que nos sacó de las tinieblas a Su Luz admirable.
“Yo les he dado tu palabra;
y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del
mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son
del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Jua 17:14-16 RV60).
Así que, sabiendo que
estás en guerra, levántate y resplandece, no te desanimes por nada, porque ya ha
venido tu luz, y la gloria del Señor ya ha nacido sobre ti (Isa 60:1). Comienza
a desmezclarte del mundo, despójate de todo peso y del pecado que te asedia
como un enemigo feroz, y corre con paciencia, con constancia y persistencia, la
carrera que tienes por delante, la cual es bella y excitante (Heb 12:1).
“Pelea la buena
batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste
llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos” (1Ti
6:12 RV60).
Gracias a Cristo Jesús,
tú no eres como el resto de los mortales que están sujetos al pecado y a la
muerte, de hecho, ahora eres eterno(a), por lo tanto, pelea la buena batalla de
la FE, creyéndole a Dios creyendo Su Palabra; echa mano de tu identidad, de
quien ahora tú eres en Cristo Jesús, pues haciéndolo así, no habrá forma en la
que puedas perder.
“¿Qué, pues, diremos a
esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién
contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó
por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién
acusará a los escogidos de Dios? Dios es
el que justifica. ¿Quién es el que condenará?
Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además
está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos
separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o
peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el
tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas
somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy
seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús Señor nuestro” (Rom 8:31-39 RV60).
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que
hermoso es saber y creer lo que hiciste por Amor a mí. Gracias por no haber
escatimado a Tu propio Hijo Jesús, sino que lo entregaste por mí. Señor Jesús,
muchas gracias porque Tú, siendo en forma de Dios, no estimaste el ser igual a
Dios como cosa a que aferrarte, sino que Te despojaste a Ti mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, Te humillaste a Ti mismo, haciéndote obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz. Gracias porque con Tu muerte y resurrección, destruiste por
medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y
así, me has hecho libre, pues yo, por el temor de la muerte estaba durante toda
mi vida sujeto(a) a servidumbre. ¡Porque Tú moriste, mi vieja naturaleza, mi
viejo(a) yo, murió contigo! ¡Porque Tú vives, yo también vivo! ¡La Vida Eterna
que Tú tienes, es la misma que adquiriste para mí! ¡Puedo dejar de temerle a la
muerte! ¡La muerte ya no se enseñorea más de mí! ¡Gracias! ¡Muchas gracias,
Señor Jesús! Ahora puedo, con toda certeza declarar que, ¡Soy eterno(a)! ¡Soy
santo(a)! ¡Soy justo(a)! ¡Soy perfecto(a)! ¡Soy glorificado(a)! Gracias Padre,
porque aunque estoy en guerra y a veces caigo, no soy un pecador y en Ti tengo
la victoria en todas las áreas de mi vida. Gracias porque me creaste de nuevo
pero ahora como Tu Hijo(a). ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy
más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy
dichoso(a) para vivir una vida plena, abundante y de servicio a los demás.
Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora
tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi
prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. ¡Gracias
por mi Victoria sobre la muerte! ¡Ya no tengo temor! ¡Estoy asegurado(a)! ¡Tú
eres mi escudo! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2020
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y
Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de
Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del
pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora
es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas
recomendaciones:
1.
Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate
un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él.
Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
2.
Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La
Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla.
¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el
programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas
correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A
Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el
programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
3.
En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una
iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las
Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2020
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
27 Mat
22.23-46 / Núm 22.1-40 / Can 2.8-3.5
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
27 Mat
22.23-46 / Núm 22.1-40 / Can 2.8-3.5
San
Mateo 22.23-46
La pregunta sobre la resurrección
(Mr. 12.18–27; Lc. 20.27–40)
23Aquel día vinieron a él los
saduceos, que dicen que no hay resurrección,b y le
preguntaron, 24diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere
sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su
hermano.c
25Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y
murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. 26De
la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. 27Y
después de todos murió también la mujer. 28En la resurrección,
pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?
29Entonces respondiendo Jesús, les
dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. 30Porque
en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los
ángeles de Dios en el cielo. 31Pero respecto a la resurrección de
los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo:
32Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?d
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. 33Oyendo esto la gente,
se admiraba de su doctrina.
El gran mandamiento
(Mr. 12.28–34)
34Entonces los fariseos, oyendo que
había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35Y uno de
ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle,e
diciendo: 36Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
37Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente.f 38Este es el
primero y grande mandamiento. 39Y el segundo es semejante: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.g 40De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas.
¿De quién es hijo el Cristo?
(Mr. 12.35–37; Lc. 20.41–44)
41Y estando juntos los fariseos,
Jesús les preguntó, 42diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién
es hijo? Le dijeron: De David. 43El les dijo: ¿Pues cómo David en
el Espíritu le llama Señor, diciendo:
44 Dijo el
Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de
tus pies?h
45Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? 46Y
nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle
más.[1]
Números
22.1-40
Balac manda llamar a Balaam
22
1Partieron los hijos de Israel, y
acamparon en los campos de Moab junto al Jordán, frente a Jericó. 2Y
vio Balac hijo de Zipor todo lo que Israel había hecho al amorreo. 3Y
Moab tuvo gran temor a causa del pueblo, porque era mucho; y se angustió Moab a
causa de los hijos de Israel. 4Y dijo Moab a los ancianos de
Madián: Ahora lamerá esta gente todos nuestros contornos, como lame el buey la
grama del campo. Y Balac hijo de Zipor era entonces rey de Moab. 5Por
tanto, envió mensajeros a Balaam hijo de Beor, en Petor, que está junto al río
en la tierra de los hijos de su pueblo, para que lo llamasen, diciendo: Un
pueblo ha salido de Egipto, y he aquí cubre la faz de la tierra, y habita
delante de mí. 6Ven pues, ahora, te ruego, maldíceme este pueblo,
porque es más fuerte que yo; quizá yo pueda herirlo y echarlo de la tierra;
pues yo sé que el que tú bendigas será bendito, y el que tú maldigas será
maldito.
7Fueron los ancianos de Moab y los
ancianos de Madián con las dádivas de adivinación en su mano, y llegaron a
Balaam y le dijeron las palabras de Balac. 8El les dijo: Reposad
aquí esta noche, y yo os daré respuesta según Jehová me hablare. Así los
príncipes de Moab se quedaron con Balaam. 9Y vino Dios a Balaam, y
le dijo: ¿Qué varones son estos que están contigo? 10Y Balaam
respondió a Dios: Balac hijo de Zipor, rey de Moab, ha enviado a decirme:
11He aquí, este pueblo que ha salido de Egipto cubre la faz de la
tierra; ven pues, ahora, y maldícemelo; quizá podré pelear contra él y
echarlo. 12Entonces dijo Dios a Balaam: No vayas con ellos, ni
maldigas al pueblo, porque bendito es. 13Así Balaam se levantó por
la mañana y dijo a los príncipes de Balac: Volveos a vuestra tierra, porque
Jehová no me quiere dejar ir con vosotros. 14Y los príncipes de
Moab se levantaron, y vinieron a Balac y dijeron: Balaam no quiso venir con
nosotros.
15Volvió Balac a enviar otra vez
más príncipes, y más honorables que los otros; 16los cuales
vinieron a Balaam, y le dijeron: Así dice Balac, hijo de Zipor: Te ruego que no
dejes de venir a mí; 17porque sin duda te honraré mucho, y haré
todo lo que me digas; ven, pues, ahora, maldíceme a este pueblo. 18Y
Balaam respondió y dijo a los siervos de Balac: Aunque Balac me diese su casa
llena de plata y oro, no puedo traspasar la palabra de Jehová mi Dios para
hacer cosa chica ni grande. 19Os ruego, por tanto, ahora, que
reposéis aquí esta noche, para que yo sepa qué me vuelve a decir Jehová.
20Y vino Dios a Balaam de noche, y le dijo: Si vinieron para llamarte
estos hombres, levántate y vete con ellos; pero harás lo que yo te diga.
El ángel y el asna de Balaam
21Así Balaam se levantó por la
mañana, y enalbardó su asna y fue con los príncipes de Moab. 22Y
la ira de Dios se encendió porque él iba; y el ángel de Jehová se puso en el
camino por adversario suyo. Iba, pues, él montado sobre su asna, y con él dos
criados suyos. 23Y el asna vio al ángel de Jehová, que estaba en
el camino con su espada desnuda en su mano; y se apartó el asna del camino, e
iba por el campo. Entonces azotó Balaam al asna para hacerla volver al camino.
24Pero el ángel de Jehová se puso en una senda de viñas que tenía pared
a un lado y pared al otro. 25Y viendo el asna al ángel de Jehová,
se pegó a la pared, y apretó contra la pared el pie de Balaam; y él volvió a
azotarla. 26Y el ángel de Jehová pasó más allá, y se puso en una
angostura donde no había camino para apartarse ni a derecha ni a izquierda.
27Y viendo el asna al ángel de Jehová, se echó debajo de Balaam; y
Balaam se enojó y azotó al asna con un palo. 28Entonces Jehová
abrió la boca al asna, la cual dijo a Balaam: ¿Qué te he hecho, que me has
azotado estas tres veces? 29Y Balaam respondió al asna: Porque te
has burlado de mí. ¡Ojalá tuviera espada en mi mano, que ahora te mataría!
30Y el asna dijo a Balaam: ¿No soy yo tu asna? Sobre mí has cabalgado
desde que tú me tienes hasta este día; ¿he acostumbrado hacerlo así contigo? Y
él respondió: No.
31Entonces Jehová abrió los ojos de
Balaam, y vio al ángel de Jehová que estaba en el camino, y tenía su espada
desnuda en su mano. Y Balaam hizo reverencia, y se inclinó sobre su rostro.
32Y el ángel de Jehová le dijo: ¿Por qué has azotado tu asna estas tres
veces? He aquí yo he salido para resistirte, porque tu camino es perverso
delante de mí. 33El asna me ha visto, y se ha apartado luego de
delante de mí estas tres veces; y si de mí no se hubiera apartado, yo también
ahora te mataría a ti, y a ella dejaría viva. 34Entonces Balaam
dijo al ángel de Jehová: He pecado, porque no sabía que tú te ponías delante de
mí en el camino; mas ahora, si te parece mal, yo me volveré. 35Y
el ángel de Jehová dijo a Balaam: Ve con esos hombres; pero la palabra que yo
te diga, esa hablarás. Así Balaam fue con los príncipes de Balac.
36Oyendo Balac que Balaam venía,
salió a recibirlo a la ciudad de Moab, que está junto al límite de Arnón, que
está al extremo de su territorio. 37Y Balac dijo a Balaam: ¿No
envié yo a llamarte? ¿Por qué no has venido a mí? ¿No puedo yo honrarte?
38Balaam respondió a Balac: He aquí yo he venido a ti; mas ¿podré ahora
hablar alguna cosa? La palabra que Dios pusiere en mi boca, esa hablaré.
39Y fue Balaam con Balac, y vinieron a Quiriat-huzot. 40Y
Balac hizo matar bueyes y ovejas, y envió a Balaam, y a los príncipes que
estaban con él.[2]
Cantares 2.8-3.5
8 ¡La voz de
mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
9 Mi amado es
semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra
pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
10 Mi amado
habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía,
hermosa mía, y ven.
11 Porque he
aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se
fue;
12 Se han
mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha
venido,
Y en nuestro país se ha oído
la voz de la tórtola.
13 La higuera
ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron
olor;
Levántate, oh amiga mía,
hermosa mía, y ven.
14 Paloma mía,
que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír
tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y
hermoso tu aspecto.
15 Cazadnos
las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en
cierne.
16 Mi amado es
mío, y yo suya;
El apacienta entre lirios.
17 Hasta que
apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé
semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter.
El ensueño de la esposa
3
1 Por las
noches busqué en mi lecho al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
2 Y dije: Me
levantaré ahora, y rodearé por la ciudad;
Por las calles y por las
plazas
Buscaré al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3 Me hallaron
los guardas que rondan la ciudad,
Y les dije: ¿Habéis visto al
que ama mi alma?
4 Apenas hube
pasado de ellos un poco,
Hallé luego al que ama mi
alma;
Lo así, y no lo dejé,
Hasta que lo metí en casa de
mi madre,
Y en la cámara de la que me
dio a luz.
5 Yo os conjuro,
oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las
ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis
velar al amor,
Hasta que quiera.[3]
b b 22.23: Hch. 23.8.
c c 22.24: Dt. 25.5.
d d 22.32: Ex. 3.6.
e e 22.35–40: Lc. 10.25–28.
f f 22.37: Dt. 6.5.
g g 22.39: Lv. 19.18.
h h 22.44: Sal. 110.1.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Mt 22.22-46). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Nm 21.35-22.40). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Cnt 2.8-3.5). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
27 Mat
22.23-46 / Núm 22.1-40 / Can 2.8-3.5
San
Mateo 22.23-46
La pregunta sobre la resurrección
(Mr. 12.18–27; Lc. 20.27–40)
23Aquel día vinieron a él los
saduceos, que dicen que no hay resurrección,b y le
preguntaron, 24diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere
sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su
hermano.c
25Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y
murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. 26De
la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. 27Y
después de todos murió también la mujer. 28En la resurrección,
pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?
29Entonces respondiendo Jesús, les
dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. 30Porque
en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los
ángeles de Dios en el cielo. 31Pero respecto a la resurrección de
los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo:
32Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?d
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. 33Oyendo esto la gente,
se admiraba de su doctrina.
El gran mandamiento
(Mr. 12.28–34)
34Entonces los fariseos, oyendo que
había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35Y uno de
ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle,e
diciendo: 36Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
37Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente.f 38Este es el
primero y grande mandamiento. 39Y el segundo es semejante: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.g 40De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas.
¿De quién es hijo el Cristo?
(Mr. 12.35–37; Lc. 20.41–44)
41Y estando juntos los fariseos,
Jesús les preguntó, 42diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién
es hijo? Le dijeron: De David. 43El les dijo: ¿Pues cómo David en
el Espíritu le llama Señor, diciendo:
44 Dijo el
Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de
tus pies?h
45Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? 46Y
nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle
más.[1]
Números
22.1-40
Balac manda llamar a Balaam
22
1Partieron los hijos de Israel, y
acamparon en los campos de Moab junto al Jordán, frente a Jericó. 2Y
vio Balac hijo de Zipor todo lo que Israel había hecho al amorreo. 3Y
Moab tuvo gran temor a causa del pueblo, porque era mucho; y se angustió Moab a
causa de los hijos de Israel. 4Y dijo Moab a los ancianos de
Madián: Ahora lamerá esta gente todos nuestros contornos, como lame el buey la
grama del campo. Y Balac hijo de Zipor era entonces rey de Moab. 5Por
tanto, envió mensajeros a Balaam hijo de Beor, en Petor, que está junto al río
en la tierra de los hijos de su pueblo, para que lo llamasen, diciendo: Un
pueblo ha salido de Egipto, y he aquí cubre la faz de la tierra, y habita
delante de mí. 6Ven pues, ahora, te ruego, maldíceme este pueblo,
porque es más fuerte que yo; quizá yo pueda herirlo y echarlo de la tierra;
pues yo sé que el que tú bendigas será bendito, y el que tú maldigas será
maldito.
7Fueron los ancianos de Moab y los
ancianos de Madián con las dádivas de adivinación en su mano, y llegaron a
Balaam y le dijeron las palabras de Balac. 8El les dijo: Reposad
aquí esta noche, y yo os daré respuesta según Jehová me hablare. Así los
príncipes de Moab se quedaron con Balaam. 9Y vino Dios a Balaam, y
le dijo: ¿Qué varones son estos que están contigo? 10Y Balaam
respondió a Dios: Balac hijo de Zipor, rey de Moab, ha enviado a decirme:
11He aquí, este pueblo que ha salido de Egipto cubre la faz de la
tierra; ven pues, ahora, y maldícemelo; quizá podré pelear contra él y
echarlo. 12Entonces dijo Dios a Balaam: No vayas con ellos, ni
maldigas al pueblo, porque bendito es. 13Así Balaam se levantó por
la mañana y dijo a los príncipes de Balac: Volveos a vuestra tierra, porque
Jehová no me quiere dejar ir con vosotros. 14Y los príncipes de
Moab se levantaron, y vinieron a Balac y dijeron: Balaam no quiso venir con
nosotros.
15Volvió Balac a enviar otra vez
más príncipes, y más honorables que los otros; 16los cuales
vinieron a Balaam, y le dijeron: Así dice Balac, hijo de Zipor: Te ruego que no
dejes de venir a mí; 17porque sin duda te honraré mucho, y haré
todo lo que me digas; ven, pues, ahora, maldíceme a este pueblo. 18Y
Balaam respondió y dijo a los siervos de Balac: Aunque Balac me diese su casa
llena de plata y oro, no puedo traspasar la palabra de Jehová mi Dios para
hacer cosa chica ni grande. 19Os ruego, por tanto, ahora, que
reposéis aquí esta noche, para que yo sepa qué me vuelve a decir Jehová.
20Y vino Dios a Balaam de noche, y le dijo: Si vinieron para llamarte
estos hombres, levántate y vete con ellos; pero harás lo que yo te diga.
El ángel y el asna de Balaam
21Así Balaam se levantó por la
mañana, y enalbardó su asna y fue con los príncipes de Moab. 22Y
la ira de Dios se encendió porque él iba; y el ángel de Jehová se puso en el
camino por adversario suyo. Iba, pues, él montado sobre su asna, y con él dos
criados suyos. 23Y el asna vio al ángel de Jehová, que estaba en
el camino con su espada desnuda en su mano; y se apartó el asna del camino, e
iba por el campo. Entonces azotó Balaam al asna para hacerla volver al camino.
24Pero el ángel de Jehová se puso en una senda de viñas que tenía pared
a un lado y pared al otro. 25Y viendo el asna al ángel de Jehová,
se pegó a la pared, y apretó contra la pared el pie de Balaam; y él volvió a
azotarla. 26Y el ángel de Jehová pasó más allá, y se puso en una
angostura donde no había camino para apartarse ni a derecha ni a izquierda.
27Y viendo el asna al ángel de Jehová, se echó debajo de Balaam; y
Balaam se enojó y azotó al asna con un palo. 28Entonces Jehová
abrió la boca al asna, la cual dijo a Balaam: ¿Qué te he hecho, que me has
azotado estas tres veces? 29Y Balaam respondió al asna: Porque te
has burlado de mí. ¡Ojalá tuviera espada en mi mano, que ahora te mataría!
30Y el asna dijo a Balaam: ¿No soy yo tu asna? Sobre mí has cabalgado
desde que tú me tienes hasta este día; ¿he acostumbrado hacerlo así contigo? Y
él respondió: No.
31Entonces Jehová abrió los ojos de
Balaam, y vio al ángel de Jehová que estaba en el camino, y tenía su espada
desnuda en su mano. Y Balaam hizo reverencia, y se inclinó sobre su rostro.
32Y el ángel de Jehová le dijo: ¿Por qué has azotado tu asna estas tres
veces? He aquí yo he salido para resistirte, porque tu camino es perverso
delante de mí. 33El asna me ha visto, y se ha apartado luego de
delante de mí estas tres veces; y si de mí no se hubiera apartado, yo también
ahora te mataría a ti, y a ella dejaría viva. 34Entonces Balaam
dijo al ángel de Jehová: He pecado, porque no sabía que tú te ponías delante de
mí en el camino; mas ahora, si te parece mal, yo me volveré. 35Y
el ángel de Jehová dijo a Balaam: Ve con esos hombres; pero la palabra que yo
te diga, esa hablarás. Así Balaam fue con los príncipes de Balac.
36Oyendo Balac que Balaam venía,
salió a recibirlo a la ciudad de Moab, que está junto al límite de Arnón, que
está al extremo de su territorio. 37Y Balac dijo a Balaam: ¿No
envié yo a llamarte? ¿Por qué no has venido a mí? ¿No puedo yo honrarte?
38Balaam respondió a Balac: He aquí yo he venido a ti; mas ¿podré ahora
hablar alguna cosa? La palabra que Dios pusiere en mi boca, esa hablaré.
39Y fue Balaam con Balac, y vinieron a Quiriat-huzot. 40Y
Balac hizo matar bueyes y ovejas, y envió a Balaam, y a los príncipes que
estaban con él.[2]
Cantares 2.8-3.5
8 ¡La voz de
mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
9 Mi amado es
semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra
pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
10 Mi amado
habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía,
hermosa mía, y ven.
11 Porque he
aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se
fue;
12 Se han
mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha
venido,
Y en nuestro país se ha oído
la voz de la tórtola.
13 La higuera
ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron
olor;
Levántate, oh amiga mía,
hermosa mía, y ven.
14 Paloma mía,
que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír
tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y
hermoso tu aspecto.
15 Cazadnos
las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en
cierne.
16 Mi amado es
mío, y yo suya;
El apacienta entre lirios.
17 Hasta que
apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé
semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter.
El ensueño de la esposa
3
1 Por las
noches busqué en mi lecho al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
2 Y dije: Me
levantaré ahora, y rodearé por la ciudad;
Por las calles y por las
plazas
Buscaré al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
3 Me hallaron
los guardas que rondan la ciudad,
Y les dije: ¿Habéis visto al
que ama mi alma?
4 Apenas hube
pasado de ellos un poco,
Hallé luego al que ama mi
alma;
Lo así, y no lo dejé,
Hasta que lo metí en casa de
mi madre,
Y en la cámara de la que me
dio a luz.
5 Yo os conjuro,
oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las
ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis
velar al amor,
Hasta que quiera.[3]
b b 22.23: Hch. 23.8.
c c 22.24: Dt. 25.5.
d d 22.32: Ex. 3.6.
e e 22.35–40: Lc. 10.25–28.
f f 22.37: Dt. 6.5.
g g 22.39: Lv. 19.18.
h h 22.44: Sal. 110.1.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Mt 22.22-46). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Nm 21.35-22.40). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Cnt 2.8-3.5). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué piensas al respecto?