¡No limites a Dios!
Por Riqui Ricón*
Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en
gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos
Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es
posible (Mat 19.25-26).
Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie
es el pueblo en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán
un mes entero! ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿o se juntarán
para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto? Entonces
Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás
si se cumple mi palabra, o no (Núm
11.21-23).
Es muy interesante lo que
la Escritura nos enseña el día de hoy. Nota que, así como los discípulos de
Jesús y Moisés, la mayoría de las personas que a Dios se acercan, tienen la muy
mala costumbre de ponerle límites al Poder y al Amor de Dios.
¡Cuántas veces lo ensañaron en el desierto, lo enojaron en la soledad!
Y volvían, y tentaban a Dios, y ponían límite al Santo de Israel (Sal
78.40-41 RV 2000).
Limitar a Dios significa
no creerle capaz de poder hacer algo por ti, y esto viene como resultado de
poner tu mirada, conocimiento y emociones en lo grande y difícil del problema o
situación que enfrentas, en lugar de creerle a Dios, de creerle a Su Palabra,
quien te dice claramente que para Él no hay nada imposible.
No permitas que la
realidad de tus circunstancias te abrume tanto que dejes de mirar a Jesús, el
autor y consumador de tu fe, pues en ese momento comenzarías a hundirte en el
mar de tus emociones y pudieras perder aquello que ya te pertenecía.
Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino
a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo:
¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no
temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo
vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven.
Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio
voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento
Jesús,
extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de
poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo:
Verdaderamente eres Hijo de Dios (Mat
14.25-33).
Pedro dijo:
Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y Jesús
le contestó: Ven. Sólo eso necesitaba Pedro, una Palabra de Dios, pues él
estaba seguro de que si Dios lo decía, él, Pedro, podría caminar sobre las
aguas, igual que Jesús. Y así lo hizo, sólo que al final prestó más atención al
fuerte viento que a Jesús.
En este
instante de tu vida, ¿qué es lo que acapara tu atención, lo fuerte del viento o
la Palabra de Dios?
Limitar a Dios significa
no creerle capaz de querer hacer algo por ti. Sabes que tiene el poder para
hacerlo pero dudas respecto a si querrá hacerlo.
En una ocasión, le
pregunté a una madre de familia, quien tenía un hijo padeciendo una terrible
enfermedad congénita, si creía que Dios podría sanarlo; ella me respondió que
“tenía” que creerlo. No me dijo sí, tampoco me dijo no, ¡me dijo que era su
obligación creerlo! Su realidad era tan abrumadora que ella ni siquiera podía
creer en el poder de Dios. Mucho menos en Su Amor. Ella llegó a tal punto de
desesperación que sólo se sentía obligaba a creer. Esto es muy real y hay
millones de personas en la misma situación. El problema es que no hay fe en
esto y se ha limitado el Amor de Dios.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
Dios te ama
tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus pecados,
antes que perderte a ti.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).
Jesús no
tiene ningún interés en condenarte por lo que hayas hecho con tu vida, Él ya
pagó por eso con Su propia Sangre, ahora Él viene, con todo Su Amor, a
ofrecerte la Vida Eterna: una Vida Plena y Abundante.
Así que
limitas a Dios cuando dudas de Su Poder y de Su Amor por ti. Cuando dudas de Su
Palabra.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 1.3).
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que
lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las
cosas? (Ro 8.32).
¿Qué hombre
hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le
pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros
hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los
que le pidan? (Mat 7.9-11).
Ahora eres un(a) Hija(o)
Amada(o) de Dios y te puedo asegurar, por lo que dice la Biblia, que es la
Palabra de Dios, y no miente, que Él PUEDE Y QUIERE ayudarte con cualquier
problema, enfermedad o aflicción que tú estés enfrentando el día de hoy. ¡No
temas, cree solamente! ¡No limites Su Poder! ¡No limites Su Amor!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial,
quiero decirte que creo y recibo Tu Amor por mí. Gracias por Tu gran amor con que me Amas, que aun estando yo muerta(o) en mis delitos y pecados, me diste vida
juntamente con Cristo. ¡Por Tu Gracia soy salvo! Abba, Padre, vengo
en el nombre de Tu Hijo Jesucristo a declarar mi victoria sobre todo problema y
circunstancia. Tú has establecido que a los que te amamos TODAS LAS COSAS les
ayudan a bien y yo lo creo. Por eso declaro que esto que hoy estoy viviendo,
tarde que temprano, se volverá en un bien para mi vida, en el nombre de Jesús. ¡Tú
todo lo puedes! También sé que quieres ayudarme. Gracias Señor, porque no hay
forma en que yo vaya a perder, pues esta es la victoria que ha vencido al
mundo, mi fe. Mi fe en Ti, Padre eterno. Mi fe en Tu Palabra. Gracias Padre
porque no me has dejado nunca, ni me dejarás, porque me has amado con tan
grande amor y me has hecho tu Hija(o). Por lo que Tú hiciste en la cruz, Señor
Jesús, y por Tu Palabra, ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy próspera! ¡Soy más que
vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy dichosa(o)
para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por
esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias
por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo
que ahora disfruto. En el nombre de Jesús. Amén
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y
Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de
Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del
pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora
es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas
recomendaciones:
1.
Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate
un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él.
Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
2.
Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La
Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla.
¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el
programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas
correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A
Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el
programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
3.
En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una
iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las
Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2020
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
21 Mat
19.16-30 / Núm 11-12 / Ecl 8
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
21 Mat
19.16-30 / Núm 11-12 / Ecl 8
San
Mateo 19.16-30
El joven rico
(Mr. 10.17–31; Lc. 18.18–30)
16Entonces vino uno y le dijo:
Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? 17El le
dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si
quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. 18Le dijo:
¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás.e No adulterarás.f
No hurtarás.g No dirás falso testimonio.h
19Honra a tu padre y a tu madre;i y, Amarás a tu
prójimo como a ti mismo.j 20El joven le
dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? 21Jesús
le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. 22Oyendo el
joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23Entonces Jesús dijo a sus
discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de
los cielos. 24Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello
por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 25Sus
discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues,
podrá ser salvo? 26Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres
esto es imposible; mas para Dios todo es posible. 27Entonces
respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos
seguido; ¿qué, pues, tendremos? 28Y Jesús les dijo: De cierto os
digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de
su gloria,k vosotros que me habéis seguido también os
sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.l
29Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o
madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y
heredará la vida eterna. 30Pero muchos primeros serán postreros, y
postreros, primeros.m[1]
Números
11-12
Jehová envía codornices
11
1Aconteció que el pueblo se quejó a
oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego
de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento. 2Entonces
el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió.
3Y llamó a aquel lugar Tabera,2 porque el
fuego de Jehová se encendió en ellos.
4Y la gente extranjera que se
mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a
llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! 5Nos acordamos
del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los
puerros, las cebollas y los ajos; 6y ahora nuestra alma se seca;
pues nada sino este maná ven nuestros ojos.
7Y era el maná como semilla de
culantro, y su color como color de bedelio. 8El pueblo se esparcía
y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en
caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo.a
9Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná
descendía sobre él.b
10Y oyó Moisés al pueblo, que
lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová
se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés. 11Y
dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿y por qué no he
hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre
mí? 12¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me
digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de
la cual juraste a sus padres? 13¿De dónde conseguiré yo carne para
dar a todo este pueblo? Porque lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos.
14No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en
demasía. 15Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des
muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.
16Entonces Jehová dijo a Moisés:
Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son
ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de
reunión, y esperen allí contigo. 17Y yo descenderé y hablaré allí
contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán
contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo. 18Pero al
pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado
en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente
mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis. 19No
comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días,
20sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la
aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de
vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de
Egipto? 21Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el
pueblo en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán un
mes entero! 22¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les
basten? ¿o se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan
abasto? 23Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha
acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no.
24Y salió Moisés y dijo al pueblo
las palabras de Jehová; y reunió a los setenta varones de los ancianos del
pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo. 25Entonces
Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él,
y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el
espíritu, profetizaron, y no cesaron.
26Y habían quedado en el campamento
dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también
reposó el espíritu; estaban éstos entre los inscritos, pero no habían venido al
tabernáculo; y profetizaron en el campamento. 27Y corrió un joven
y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento.
28Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus
jóvenes, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos. 29Y Moisés le
respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese
profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos. 30Y Moisés
volvió al campamento, él y los ancianos de Israel.
31Y vino un viento de Jehová, y
trajo codornices del mar, y las dejó sobre el campamento, un día de camino a un
lado, y un día de camino al otro, alrededor del campamento, y casi dos codos
sobre la faz de la tierra. 32Entonces el pueblo estuvo levantado
todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron
codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo
largo alrededor del campamento. 33Aún estaba la carne entre los
dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se
encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande.
34Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava,3 por
cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso. 35De Kibrot-hataava
partió el pueblo a Hazerot, y se quedó en Hazerot.
María y Aarón murmuran contra Moisés
12
1María y Aarón hablaron contra
Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado
mujer cusita. 2Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová?
¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová. 3Y aquel
varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la
tierra. 4Luego dijo Jehová a Moisés, a Aarón y a María: Salid
vosotros tres al tabernáculo de reunión. Y salieron ellos tres. 5Entonces
Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso a la puerta del
tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y salieron ambos. 6Y él
les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová,
le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. 7No así a mi
siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa.a 8Cara
a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de
Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?
9Entonces la ira de Jehová se
encendió contra ellos; y se fue. 10Y la nube se apartó del
tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a
María, y he aquí que estaba leprosa. 11Y dijo Aarón a Moisés: ¡Ah!
señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado; porque locamente hemos
actuado, y hemos pecado. 12No quede ella ahora como el que nace muerto,
que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne.
13Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la
sanes ahora. 14Respondió Jehová a Moisés: Pues si su padre hubiera
escupido en su rostro, ¿no se avergonzaría por siete días? Sea echada fuera del
campamento por siete días,b y después volverá a la
congregación. 15Así María fue echada del campamento siete días; y
el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos. 16Después
el pueblo partió de Hazerot, y acamparon en el desierto de Parán.[2]
Eclesiastés
8
8
1¿Quién como el sabio? ¿y quién
como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre ilumina
su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará.
2Te aconsejo que guardes el
mandamiento del rey y la palabra del juramento de Dios. 3No te
apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas; porque él hará
todo lo que quiere. 4Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y
quién le dirá: ¿Qué haces? 5El que guarda el mandamiento no
experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio.
6Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; porque el mal
del hombre es grande sobre él; 7pues no sabe lo que ha de ser; y
el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará? 8No hay hombre que
tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el
día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que
la posee. 9Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo
que debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre
para mal suyo.
Desigualdades de la vida
10Asimismo he visto a los inicuos
sepultados con honra; mas los que frecuentaban el lugar santo fueron luego
puestos en olvido en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también
es vanidad. 11Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la
mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para
hacer el mal. 12Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue
sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los
que temen ante su presencia; 13y que no le irá bien al impío, ni
le serán prolongados los días, que son como sombra; por cuanto no teme delante
de la presencia de Dios.
14Hay vanidad que se hace sobre la
tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay
impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto
también es vanidad. 15Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene
el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le
quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
16Yo, pues, dediqué mi corazón a
conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay
quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos); 17y he visto
todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del
sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque
diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.[3]
e e 19.18: Ex. 20.13; Dt. 5.17.
f f 19.18: Ex. 20.14; Dt. 5.18.
g g 19.18: Ex. 20.15; Dt. 5.19.
h h 19.18: Ex. 20.16; Dt. 5.20.
i i 19.19: Ex. 20.12; Dt. 5.16.
j j 19.19: Lv. 19.18.
k k 19.28: Mt. 25.31.
l l 19.28: Lc. 22.30.
m m 19.30: Mt. 20.16; Lc. 13.30.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Mt 19.15-30). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
2 Esto es, Incendio.
a a 11.7–8: Ex. 16.31.
b b 11.9: Ex. 16.13–15.
3 Esto es, Tumbas de los codiciosos.
a a 12.7: He. 3.2.
b b 12.14: Nm. 5.2–3.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Nm 10.36-12.16). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Ec 7.29-8.17). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
21 Mat
19.16-30 / Núm 11-12 / Ecl 8
San
Mateo 19.16-30
El joven rico
(Mr. 10.17–31; Lc. 18.18–30)
16Entonces vino uno y le dijo:
Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? 17El le
dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si
quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. 18Le dijo:
¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás.e No adulterarás.f
No hurtarás.g No dirás falso testimonio.h
19Honra a tu padre y a tu madre;i y, Amarás a tu
prójimo como a ti mismo.j 20El joven le
dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? 21Jesús
le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. 22Oyendo el
joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23Entonces Jesús dijo a sus
discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de
los cielos. 24Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello
por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 25Sus
discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues,
podrá ser salvo? 26Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres
esto es imposible; mas para Dios todo es posible. 27Entonces
respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos
seguido; ¿qué, pues, tendremos? 28Y Jesús les dijo: De cierto os
digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de
su gloria,k vosotros que me habéis seguido también os
sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.l
29Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o
madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y
heredará la vida eterna. 30Pero muchos primeros serán postreros, y
postreros, primeros.m[1]
Números
11-12
Jehová envía codornices
11
1Aconteció que el pueblo se quejó a
oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego
de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento. 2Entonces
el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió.
3Y llamó a aquel lugar Tabera,2 porque el
fuego de Jehová se encendió en ellos.
4Y la gente extranjera que se
mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a
llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! 5Nos acordamos
del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los
puerros, las cebollas y los ajos; 6y ahora nuestra alma se seca;
pues nada sino este maná ven nuestros ojos.
7Y era el maná como semilla de
culantro, y su color como color de bedelio. 8El pueblo se esparcía
y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en
caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo.a
9Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná
descendía sobre él.b
10Y oyó Moisés al pueblo, que
lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová
se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés. 11Y
dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿y por qué no he
hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre
mí? 12¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me
digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de
la cual juraste a sus padres? 13¿De dónde conseguiré yo carne para
dar a todo este pueblo? Porque lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos.
14No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en
demasía. 15Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des
muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.
16Entonces Jehová dijo a Moisés:
Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son
ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de
reunión, y esperen allí contigo. 17Y yo descenderé y hablaré allí
contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán
contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo. 18Pero al
pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado
en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente
mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis. 19No
comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días,
20sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la
aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de
vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de
Egipto? 21Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el
pueblo en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán un
mes entero! 22¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les
basten? ¿o se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan
abasto? 23Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha
acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no.
24Y salió Moisés y dijo al pueblo
las palabras de Jehová; y reunió a los setenta varones de los ancianos del
pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo. 25Entonces
Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él,
y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el
espíritu, profetizaron, y no cesaron.
26Y habían quedado en el campamento
dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también
reposó el espíritu; estaban éstos entre los inscritos, pero no habían venido al
tabernáculo; y profetizaron en el campamento. 27Y corrió un joven
y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento.
28Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus
jóvenes, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos. 29Y Moisés le
respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese
profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos. 30Y Moisés
volvió al campamento, él y los ancianos de Israel.
31Y vino un viento de Jehová, y
trajo codornices del mar, y las dejó sobre el campamento, un día de camino a un
lado, y un día de camino al otro, alrededor del campamento, y casi dos codos
sobre la faz de la tierra. 32Entonces el pueblo estuvo levantado
todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron
codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo
largo alrededor del campamento. 33Aún estaba la carne entre los
dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se
encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande.
34Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava,3 por
cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso. 35De Kibrot-hataava
partió el pueblo a Hazerot, y se quedó en Hazerot.
María y Aarón murmuran contra Moisés
12
1María y Aarón hablaron contra
Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado
mujer cusita. 2Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová?
¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová. 3Y aquel
varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la
tierra. 4Luego dijo Jehová a Moisés, a Aarón y a María: Salid
vosotros tres al tabernáculo de reunión. Y salieron ellos tres. 5Entonces
Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso a la puerta del
tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y salieron ambos. 6Y él
les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová,
le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. 7No así a mi
siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa.a 8Cara
a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de
Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?
9Entonces la ira de Jehová se
encendió contra ellos; y se fue. 10Y la nube se apartó del
tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a
María, y he aquí que estaba leprosa. 11Y dijo Aarón a Moisés: ¡Ah!
señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado; porque locamente hemos
actuado, y hemos pecado. 12No quede ella ahora como el que nace muerto,
que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne.
13Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la
sanes ahora. 14Respondió Jehová a Moisés: Pues si su padre hubiera
escupido en su rostro, ¿no se avergonzaría por siete días? Sea echada fuera del
campamento por siete días,b y después volverá a la
congregación. 15Así María fue echada del campamento siete días; y
el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos. 16Después
el pueblo partió de Hazerot, y acamparon en el desierto de Parán.[2]
Eclesiastés
8
8
1¿Quién como el sabio? ¿y quién
como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre ilumina
su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará.
2Te aconsejo que guardes el
mandamiento del rey y la palabra del juramento de Dios. 3No te
apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas; porque él hará
todo lo que quiere. 4Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y
quién le dirá: ¿Qué haces? 5El que guarda el mandamiento no
experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio.
6Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; porque el mal
del hombre es grande sobre él; 7pues no sabe lo que ha de ser; y
el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará? 8No hay hombre que
tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el
día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que
la posee. 9Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo
que debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre
para mal suyo.
Desigualdades de la vida
10Asimismo he visto a los inicuos
sepultados con honra; mas los que frecuentaban el lugar santo fueron luego
puestos en olvido en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también
es vanidad. 11Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la
mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para
hacer el mal. 12Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue
sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los
que temen ante su presencia; 13y que no le irá bien al impío, ni
le serán prolongados los días, que son como sombra; por cuanto no teme delante
de la presencia de Dios.
14Hay vanidad que se hace sobre la
tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay
impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto
también es vanidad. 15Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene
el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le
quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
16Yo, pues, dediqué mi corazón a
conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay
quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos); 17y he visto
todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del
sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque
diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.[3]
e e 19.18: Ex. 20.13; Dt. 5.17.
f f 19.18: Ex. 20.14; Dt. 5.18.
g g 19.18: Ex. 20.15; Dt. 5.19.
h h 19.18: Ex. 20.16; Dt. 5.20.
i i 19.19: Ex. 20.12; Dt. 5.16.
j j 19.19: Lv. 19.18.
k k 19.28: Mt. 25.31.
l l 19.28: Lc. 22.30.
m m 19.30: Mt. 20.16; Lc. 13.30.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Mt 19.15-30). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
2 Esto es, Incendio.
a a 11.7–8: Ex. 16.31.
b b 11.9: Ex. 16.13–15.
3 Esto es, Tumbas de los codiciosos.
a a 12.7: He. 3.2.
b b 12.14: Nm. 5.2–3.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Nm 10.36-12.16). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Ec 7.29-8.17). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
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