¡Cómo puedes derrotar al fracaso para vivir una vida plena
y abundante!
¡Según el
poder que actúa en ti!
Por Riqui Ricón*
Y a Aquel que es poderoso para
hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos,
según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la
iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos.
Amén (Ef 3.20-21).
La biblia, que es la Palabra de
Dios, y no miente, dice que, gracias a Cristo Jesús, EXISTE YA un Poder
actuando en ti y afirma que es según ese poder que Dios puede hacer todas las
cosas MUCHO MÁS ABUNDANTEMENTE de lo que tú le pidas o, aún, de lo que entiendas.
¡Asombroso!
Veamos como este Poder que actúa
en ti está íntimamente ligado al Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús.
He aquí que vienen días, dice
Jehová, en los cuales haré nuevo
pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No
como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la
tierra de Egipto; porque ellos
invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos
días, dice Jehová: Daré mi ley en su
mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y
ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo,
ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán,
desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y
no me acordaré más de su pecado (Jer
31.31-34).
Con el Nuevo
Pacto, Dios prometió realizar un cambio total en tu naturaleza carnal, pues
sólo así Él daría Su Ley en tu mente y la escribiría en tu corazón. Con la
Sangre de Jesús, Dios pagó TODOS tus pecados, perdonó tu maldad y decidió no
acordarse más de tus pecados.
Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis
mis preceptos, y los pongáis por obra (Ez 36.27).
Ahora eres
un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y el glorioso Espíritu Santo vive en
ti y contigo.
El poder que actúa en ti es la
Palabra de Dios y el Espíritu Santo es la promesa que Dios te hizo al declarar
que haría un mejor pacto establecido sobre mejores promesas. Con el poder de Su
Palabra y la Presencia del Espíritu Santo en tu Vida, Dios se aseguró que no
habría la más mínima posibilidad de invalidar el Nuevo Pacto, pues Él mismo, el
Espíritu Santo, estaría en ti y contigo como las arras, la garantía, que Él
ofrece que el Nuevo Pacto jamás será anulado, por el contrario, éste se cumplirá
y recibirás TODO lo prometido.
Y estando juntos, les
mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí…
pero recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hch 1.4,8).
El Poder de
Dios y el Espíritu Santo trabajan juntos a tu favor, en ti y contigo, para que
puedas ser un(a) buen testigo del Evangelio.
Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto…
Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas (He 7.22, 8.6).
¡Jesús es el
mediador de este mejor Pacto!
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio
de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión
adquirida, para alabanza de su gloria (Efe
1.13-14).
¡Tú ya has sido sellado(a) con el Espíritu Santo de
la Promesa!
¿Te das cuenta? ¡Este es el
formidable plan de la gracia de Dios! Dado que estabas muerto(a) en tus delitos
y pecados y sin posibilidad alguna de reconciliarte con Dios (porque la vieja
naturaleza pecaminosa que estaba en ti, siempre se rebela contra Dios, nunca ha
obedecido la ley de Dios y nunca podrá obedecerla), entonces Dios,
enviando a su Hijo en
semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la
carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que
no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Ro 8.3-4).
Así que, el conocer los
mandamientos de Dios no te arranca de las garras del pecado, porque no puedes
guardar la ley ni la guardarás. Pero Dios, por el gran Amor que por ti siente,
puso en vigor un plan diferente. Envió a su propio Hijo Jesús con un cuerpo
humano igual en todo al tuyo, salvo que no era pecador, y al entregarlo en
sacrificio por tus pecados, destruyó el dominio que el pecado tenía sobre de
ti.
Por lo tanto, si te
dejas conducir por el Espíritu Santo y niegas obediencia a la vieja naturaleza
pecaminosa que estaba en ti, entonces sí puedes obedecer la ley de Dios.
El Plan de Dios, a través de la
Nueva Naturaleza que te otorga el Nuevo Nacimiento, es el Plan Perfecto e
Infalible garantizado por el Espíritu Santo.
Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre
toda familia en el cielo y en la tierra. Le pido que, por medio del Espíritu y
con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en
lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido
que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los
santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que
conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de
la plenitud de Dios (Ef 3.14-19 NVI).
Conocer esta Palabra y creer esta
Palabra sólo es posible mediante el Espíritu Santo que ya está en ti y contigo.
Conocer esta Palabra y creer esta Palabra es conocer el Amor de Cristo Jesús,
que excede a todo conocimiento; es creer y manifestar ese Poder que te permite
ser lleno(a) de toda la plenitud de Dios para Vivir una Vida Plena y Abundante.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
Es tal el Amor que Dios siente
por ti, que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus pecados,
antes que perderte a ti. Además, como si fuera poco, pone dentro de ti Su Santo
Espíritu para garantizar que puedas vivir una vida llena de poder y de victoria.
Amado, yo deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma (3 Jn 2).
Es la plenitud de Dios viviendo
dentro de ti, la que te dice y te asegura el día de hoy:
No temas, porque yo estoy
contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te
ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. He
aquí que todos los que se enojan contra ti serán avergonzados y confundidos;
serán como nada y perecerán los que contienden contigo. Buscarás a
los que tienen contienda contigo, y no los hallarás; serán como nada, y como
cosa que no es, aquellos que te hacen la guerra. Porque yo Jehová
soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te
ayudo (Is 41. 10-13).
Sólo
necesitas creer, creerle a Dios, creerle a Su Palabra, pues al que cree todo le
es posible.
El Nuevo
Pacto y tu Nueva Naturaleza obtenida por medio de tu Nuevo Nacimiento al
reconocer y hacer a Jesucristo tu Señor, Rey y Salvador, no es algo que tengas o
puedas conseguir por méritos propios; todo esto es algo que Él te promete en Su
Palabra y que por ningún motivo dejará de cumplir.
¡Según el
poder que actúa en ti!
Oremos en
voz audible:
Amado Padre
celestial, entre más te conozco, entre más leo y medito Tu Palabra, la Biblia,
más me maravillo y asombro de Tu Gran Amor con que me has amado. Gracias por
haber decretado un Nuevo Pacto en la Sangre de Tu Hijo Jesucristo. Gracias,
Señor Jesús, porque con tu muerte en la cruz pagaste todos mis pecados
haciéndome justo(a). Gracias, Padre, por haberme perdonado y no acordarte nunca
más de mis pecados. Gracias, Señor Jesús, porque al resucitar entre los muertos
te constituiste el primer Hijo de Dios Nacido de Nuevo, mostrándome el camino y
el destino reservado para mí. Gracias porque con Tu Sangre sellaste el Nuevo
Pacto y yo tengo ahora una Nueva Naturaleza por medio de mi Nuevo Nacimiento. Porque
Tú vives ahora yo tengo Vida Eterna, Vida Nueva, Vida Plena y Abundante.
Gracias porque he recibido la adopción de Hijo(a) según el puro afecto de Tu
Voluntad. ¡No estoy perdido(a), ni acabado(a)! ¡No! ¡Nada de eso! Soy un(a)
Hijo(a) amado(a) del Dios Vivo y Verdadero! ¡El Todopoderoso es mi Padre! ¡Por
la Sangre del Cordero! ¡Por el Nuevo Pacto! Tú, Espíritu Santo, creador del
cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible, estás en mí y conmigo.
¡Gracias por tanto Amor! Soy poderoso(a) en sobremanera para amarte con todas
mis fuerzas, mente y corazón, así como para amar a mi próximo como a mí mismo(a).
Por lo tanto, resisto al espíritu de temor y de incredulidad; resisto a la
muerte, a la enfermedad, pobreza, tristeza, depresión, soledad, amargura,
desilusión y pecado. Soy sano(a); soy libre; soy próspero(a); llamo a mi vida
al Amor, gozo y paz que sobrepasan todo entendimiento. Creo, llamo y recibo la
vida plena, buena y abundante como mi legítimo derecho y herencia en Cristo
Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo
creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para
pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día
de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de
un año habrás leído toda la Biblia.
Diciembre
6 Efesios
3 / Ez 8-9
/ Isa 41
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de
un año habrás leído toda la Biblia.
Diciembre
6 Efesios
3 / Ez 8-9
/ Isa 41
Efesios
3
Ministerio de Pablo a los gentiles
3
1Por esta causa yo Pablo,
prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; 2si es que
habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con
vosotros; 3que por revelación me fue declarado el misterio, como
antes lo he escrito brevemente, 4leyendo lo cual podéis entender
cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, 5misterio que
en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora
es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: 6que
los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la
promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio,a 7del
cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado
según la operación de su poder.
8A mí, que soy menos que el más
pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los
gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, 9y
de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los
siglos en Dios, que creó todas las cosas; 10para que la multiforme
sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los
principados y potestades en los lugares celestiales, 11conforme al
propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, 12en
quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él;
13por lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por
vosotros, las cuales son vuestra gloria.
El amor que excede a todo conocimiento
14Por esta causa doblo mis rodillas
ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15de quien toma nombre
toda familia en los cielos y en la tierra, 16para que os dé,
conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el
hombre interior por su Espíritu; 17para que habite Cristo por la
fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,
18seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea
la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19y de
conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis
llenos de toda la plenitud de Dios.
20Y a Aquel que es poderoso para
hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos,
según el poder que actúa en nosotros, 21a él sea gloria en la
iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos.
Amén.[1]
Ezequiel
8-9
Visión de las abominaciones en Jerusalén
8
1En el sexto año, en el mes sexto,
a los cinco días del mes, aconteció que estaba yo sentado en mi casa, y los
ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí se posó sobre mí la
mano de Jehová el Señor. 2Y miré, y he aquí una figura que parecía
de hombre; desde sus lomos para abajo, fuego; y desde sus lomos para arriba
parecía resplandor, el aspecto de bronce refulgente.a 3Y
aquella figura extendió la mano, y me tomó por las guedejas de mi cabeza; y el
Espíritu me alzó entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a
Jerusalén, a la entrada de la puerta de adentro que mira hacia el norte, donde
estaba la habitación de la imagen del celo, la que provoca a celos. 4Y
he aquí, allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había
visto en el campo.b
5Y me dijo: Hijo de hombre, alza
ahora tus ojos hacia el lado del norte. Y alcé mis ojos hacia el norte, y he
aquí al norte, junto a la puerta del altar, aquella imagen del celo en la
entrada. 6Me dijo entonces: Hijo de hombre, ¿no ves lo que éstos
hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme
de mi santuario? Pero vuélvete aún, y verás abominaciones mayores.
7Y me llevó a la entrada del atrio,
y miré, y he aquí en la pared un agujero. 8Y me dijo: Hijo de
hombre, cava ahora en la pared. Y cavé en la pared, y he aquí una puerta.
9Me dijo luego: Entra, y ve las malvadas abominaciones que éstos hacen
allí. 10Entré, pues, y miré; y he aquí toda forma de reptiles y
bestias abominables, y todos los ídolos de la casa de Israel, que estaban
pintados en la pared por todo alrededor. 11Y delante de ellos
estaban setenta varones de los ancianos de la casa de Israel, y Jaazanías hijo
de Safán en medio de ellos, cada uno con su incensario en su mano; y subía una
nube espesa de incienso. 12Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has visto
las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en tinieblas, cada uno en
sus cámaras pintadas de imágenes? Porque dicen ellos: No nos ve Jehová; Jehová
ha abandonado la tierra. 13Me dijo después: Vuélvete aún, verás
abominaciones mayores que hacen éstos.
14Y me llevó a la entrada de la
puerta de la casa de Jehová, que está al norte; y he aquí mujeres que estaban
allí sentadas endechando a Tamuz. 15Luego me dijo: ¿No ves, hijo
de hombre? Vuélvete aún, verás abominaciones mayores que estas.
16Y me llevó al atrio de adentro de
la casa de Jehová; y he aquí junto a la entrada del templo de Jehová, entre la
entrada y el altar, como veinticinco varones, sus espaldas vueltas al templo de
Jehová y sus rostros hacia el oriente, y adoraban al sol, postrándose hacia el
oriente. 17Y me dijo: ¿No has visto, hijo de hombre? ¿Es cosa
liviana para la casa de Judá hacer las abominaciones que hacen aquí? Después
que han llenado de maldad la tierra, se volvieron a mí para irritarme; he aquí
que aplican el ramo a sus narices. 18Pues también yo procederé con
furor; no perdonará mi ojo, ni tendré misericordia; y gritarán a mis oídos con
gran voz, y no los oiré.
Visión de la muerte de los culpables
9
1Clamó en mis oídos con gran voz,
diciendo: Los verdugos de la ciudad han llegado, y cada uno trae en su mano su
instrumento para destruir. 2Y he aquí que seis varones venían del
camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte, y cada uno traía en su
mano su instrumento para destruir. Y entre ellos había un varón vestido de
lino, el cual traía a su cintura un tintero de escribano; y entrados, se
pararon junto al altar de bronce.
3Y la gloria del Dios de Israel se
elevó de encima del querubín, sobre el cual había estado, al umbral de la casa;
y llamó Jehová al varón vestido de lino, que tenía a su cintura el tintero de
escribano, 4y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por
en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frentea a los
hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen
en medio de ella. 5Y a los otros dijo, oyéndolo yo: Pasad por la
ciudad en pos de él, y matad; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia.
6Matad a viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede
ninguno; pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis; y
comenzaréis por mi santuario. Comenzaron, pues, desde los varones ancianos que
estaban delante del templo. 7Y les dijo: Contaminad la casa, y
llenad los atrios de muertos; salid. Y salieron, y mataron en la ciudad.
8Aconteció que cuando ellos iban matando y quedé yo solo, me postré
sobre mi rostro, y clamé y dije: ¡Ah, Señor Jehová! ¿destruirás a todo el
remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?
9Y me dijo: La maldad de la casa de
Israel y de Judá es grande sobremanera, pues la tierra está llena de sangre, y
la ciudad está llena de perversidad; porque han dicho: Ha abandonado Jehová la
tierra, y Jehová no ve. 10Así, pues, haré yo; mi ojo no perdonará,
ni tendré misericordia; haré recaer el camino de ellos sobre sus propias
cabezas.
11Y he aquí que el varón vestido de
lino, que tenía el tintero a su cintura, respondió una palabra, diciendo: He
hecho conforme a todo lo que me mandaste.[2]
Isaías 41
Seguridad de Dios para Israel
41
1Escuchadme, costas, y esfuércense
los pueblos; acérquense, y entonces hablen; estemos juntamente a juicio.
2¿Quién despertó del oriente al justo, lo llamó para que le siguiese,
entregó delante de él naciones, y le hizo enseñorear de reyes; los entregó a su
espada como polvo, como hojarasca que su arco arrebata? 3Los
siguió, pasó en paz por camino por donde sus pies nunca habían entrado. 4¿Quién
hizo y realizó esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo
Jehová, el primero, y yo mismo con los postreros. 5Las costas
vieron, y tuvieron temor; los confines de la tierra se espantaron; se
congregaron, y vinieron. 6Cada cual ayudó a su vecino, y a su
hermano dijo: Esfuérzate. 7El carpintero animó al platero, y el
que alisaba con martillo al que batía en el yunque, diciendo: Buena está la
soldadura; y lo afirmó con clavos, para que no se moviese.
8Pero tú, Israel, siervo mío eres;
tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo.a
9Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te
llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. 10No
temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te
esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi
justicia. 11He aquí que todos los que se enojan contra ti serán
avergonzados y confundidos; serán como nada y perecerán los que contienden
contigo. 12Buscarás a los que tienen contienda contigo, y no los
hallarás; serán como nada, y como cosa que no es, aquellos que te hacen la
guerra. 13Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu
mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo.
14No temas, gusano de Jacob, oh
vosotros los pocos de Israel; yo soy tu socorro, dice Jehová; el Santo de
Israel es tu Redentor. 15He aquí que yo te he puesto por trillo,
trillo nuevo, lleno de dientes; trillarás montes y los molerás, y collados
reducirás a tamo. 16Los aventarás, y los llevará el viento, y los
esparcirá el torbellino; pero tú te regocijarás en Jehová, te gloriarás en el
Santo de Israel.
17Los afligidos y menesterosos
buscan las aguas, y no las hay; seca está de sed su lengua; yo Jehová los oiré,
yo el Dios de Israel no los desampararé. 18En las alturas abriré
ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de
aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca. 19Daré en el
desierto cedros, acacias, arrayanes y olivos; pondré en la soledad cipreses,
pinos y bojes juntamente, 20para que vean y conozcan, y adviertan
y entiendan todos, que la mano de Jehová hace esto, y que el Santo de Israel lo
creó.
Dios reta a los falsos dioses
21Alegad por vuestra causa, dice
Jehová; presentad vuestras pruebas, dice el Rey de Jacob. 22Traigan,
anúnciennos lo que ha de venir; dígannos lo que ha pasado desde el principio, y
pondremos nuestro corazón en ello; sepamos también su postrimería, y hacednos entender
lo que ha de venir. 23Dadnos nuevas de lo que ha de ser después,
para que sepamos que vosotros sois dioses; o a lo menos haced bien, o mal, para
que tengamos qué contar, y juntamente nos maravillemos. 24He aquí
que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad; abominación es el que os
escogió.
25Del norte levanté a uno, y
vendrá; del nacimiento del sol invocará mi nombre; y pisoteará príncipes como
lodo, y como pisa el barro el alfarero. 26¿Quién lo anunció desde
el principio, para que sepamos; o de tiempo atrás, y diremos: Es justo? Cierto,
no hay quien anuncie; sí, no hay quien enseñe; ciertamente no hay quien oiga
vuestras palabras. 27Yo soy el primero que he enseñado estas cosas
a Sion, y a Jerusalén daré un mensajero de alegres nuevas. 28Miré,
y no había ninguno; y pregunté de estas cosas, y ningún consejero hubo; les
pregunté, y no respondieron palabra. 29He aquí, todos son vanidad,
y las obras de ellos nada; viento y vanidad son sus imágenes fundidas.[3]
a a 3.4–6: Col. 1.26–27.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Ef
2.22-3.21
a a 8.2: Ez. 1.27.
b b 8.4: Ez. 1.28.
a a 9.4: Ap. 7.3; 9.4; 14.1.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Ez
7.27-9.11
a a 41.8: 2 Cr. 20.7; Stg. 2.23.
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Is
40.31-41.29
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