¿Qué hay con el pecado?
¡El pecado destruido!
Por Riqui Ricón*
Por
esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que
delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser
anatema; ni estaré más con vosotros, si
no destruyereis el anatema de en medio de vosotros (Jos 7. 12).
Ciertamente Dios es bueno y misericordioso, pero
también es fiel y justo: aunque de ningún modo
tendrá por inocente al culpable (Num 14. 18).
No obstante, Él no desea que lleves una vida de
fracasos y derrotas, sino todo lo contrario y, por eso mismo, el Señor ha establecido
un Pacto totalmente Nuevo y diferente.
Pero
ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto,
establecido sobre mejores promesas (He 8.6).
El Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús es un mejor
Pacto, establecido sobre mejores promesas.
Para hacer valer este Nuevo Pacto, es necesario que
el asunto del pecado (el anatema en medio de
nosotros), sea totalmente resuelto en tu vida. Y no se trata de solamente vencer
sobre el pecado sino de destruirlo enteramente para que así Dios te acompañe
dondequiera que vayas y salgas siempre más que vencedor(a).
Desde la ciudad gimen los
moribundos, Y claman las almas de los heridos de muerte, Pero Dios no atiende
su oración. Ellos son los que, rebeldes a la luz, Nunca conocieron sus
caminos, Ni estuvieron en sus veredas (Job 24. 12-13).
Dios ha establecido en Su Palabra, la Biblia, que
Él no puede atender la oración de aquellos que, incrédulos, son rebeldes a la luz y no quieren caminar por
el único camino que está establecido.
Jesús le dijo: Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Jn 14. 6).
Hay un camino de salvación; hay un camino de libertad
y de victoria establecido por Dios en Su Palabra y se llama Jesús.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
No te confundas más, date cuenta, de una vez por
todas, que jamás ha sido la voluntad de Dios estar pendiente de tus delitos,
pecados y fracasos para castigarte y condenarte, y mucho menos enseñarte algún
tipo de lección mediante alguna aflicción. No mi amado(a), la Verdad es que Dios
te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo para pagar tus deudas antes
que perderte a ti.
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que
seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos!
Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por
qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).
La Verdad es que Dios te ama
tanto que ha decidido dejar atrás todo ese asunto del pecado para hacer de ti
una Nueva creatura, una Nueva Especie de Ser que no existía antes: un(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
¿Cómo puede hacerse eso? Este Dios y Padre amoroso
diseñó un Plan Perfecto para liberarte de una vez por todas de la esclavitud
del pecado. Él no iba a dar a Su Hijo como precio justo de tus pecados para
que, una vez justificado(a) y perdonado(a) quedaras de nuevo en la misma
situación, esto es, a merced del pecado.
Así que, diseñó este Perfecto y asombroso Plan de
Redención que conocemos como el Nuevo Nacimiento a través del Nuevo Pacto.
Porque si fuimos plantados
juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de
su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para
que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si
morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo
que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se
enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una
vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos
al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro (Ro 6.
5-11).
Ahora bien, de acuerdo a las últimas palabras de
Jesús en la cruz, consumado es, todo esto ya fue realizado en
la cruz y tú lo recibes por fe. ¿Qué significa esto? Que lo crees porque Dios
lo dijo y si Dios lo dijo, entonces, así es. Recibirlo por fe significa que no
es tan importante lo que tú veas, sientas o experimentes sino lo que la Biblia,
la Palabra de Dios que no miente, dice acerca de tu posición en Cristo Jesús respecto
al pecado. Esta es la Verdad y no otra:
Porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte (Ro 8. 2).
Por la muerte, resurrección y Vida de Jesucristo,
tú has sido justificado(a) y perdonado(a) con
el propósito de ser creado(a) por Dios como un ser totalmente distinto al que
antes eras.
siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre (1 P 1.23).
De acuerdo a la Escritura, ahora eres un(a) Hijo(a)
de Dios Nacido(a) de Nuevo y no de una simiente que se pueda corromper sino de
la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para
siempre. ¡Aleluya!
Volvió
la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común (Hch 10.15).
—No contradigas a Dios —le volvió a decir la voz—. Lo que
Dios ha limpiado, limpio está (Hch 10.15 BAD).
Si puedes creerlo o no puedes
creerlo no es importante (en verdad que te sería muy conveniente pues te darías
cuenta que sólo así obtienes la victoria permanente sobre el pecado). Si estás
en Cristo entonces eres una Nueva creatura. Eres un(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo. Dios lo afirma así en Su Palabra y esa es la única Verdad
que cuenta.
Así que, Dios, tu Padre,
resolvió totalmente, de una vez y para siempre, el asunto del pecado al redimirte
y renovarte, esto es, comprarte con la muerte de Jesucristo y hacerte
totalmente Nuevo con Su Resurrección.
Oremos en voz audible:
Gracias precioso Padre
celestial pues cada día comprendo más cuánto Tú me Amas. Has dado Tu Palabra,
Tu Palabra de Honor, y esta es infalible. Primero el cielo y la tierra dejan de
existir antes que se dejen de cumplir todas estas cosas que has hablado acerca
de mí. ¡Soy libre del pecado! ¡El pecado no se enseñorea más de mí! ¡Nunca más!
Por Tu Hijo Jesús he sido justificado y perdonado para ser hecho Nueva
creatura. No importa cómo me sienta o me vea a mí mismo(a) el día de hoy, Tu
Palabra, la Biblia, dice que no soy la misma persona que antes era. Ahora soy _________
(tu nombre aquí), un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y no de simiente
corruptible sino de incorruptible por la Palabra de Dios que vive y permanece
para siempre. ¡Todo lo puedo! Estoy seguro(a) que de todo problema, angustia o
enfermedad voy a salir más que vencedor(a) por medio de Tu Amor mi Señor Jesús.
Poderoso Espíritu Santo, Tú estás en mí y conmigo, y si Tú estás conmigo, en
Verdad, ¿quién contra mí? ¡Gracias Padre! ¡Muchas Gracias! En el nombre de
Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y
Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de
Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del
pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora
es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas
recomendaciones:
1.
Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate
un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él.
Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
2.
Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La
Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla.
¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el
programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas
correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A
Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el
programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
3.
En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una
iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las
Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2020
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril
24 Hch 10.
1-33 / Jos 7-8
/ Job 24
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril
24 Hch 10.
1-33 / Jos 7-8
/ Job 24
Hechos
10. 1-33
Pedro y Cornelio
10
1Había en Cesarea un hombre llamado
Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, 2piadoso y
temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y
oraba a Dios siempre. 3Este vio claramente en una visión, como a
la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le
decía: Cornelio. 4El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo:
¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria
delante de Dios. 5Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a
Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. 6Este posa en casa de
cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es
necesario que hagas. 7Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste
llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían;
8a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo.
9Al día siguiente, mientras ellos
iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para
orar, cerca de la hora sexta. 10Y tuvo gran hambre, y quiso comer;
pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; 11y vio
el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de
las cuatro puntas era bajado a la tierra; 12en el cual había de
todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. 13Y
le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. 14Entonces Pedro
dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. 15Volvió
la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. 16Esto
se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.
17Y mientras Pedro estaba perplejo
dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los
hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la
casa de Simón, llegaron a la puerta. 18Y llamando, preguntaron si
moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. 19Y mientras
Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te
buscan. 20Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos,
porque yo los he enviado. 21Entonces Pedro, descendiendo a donde
estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: He aquí, yo soy
el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido? 22Ellos
dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene
buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de
un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras. 23Entonces,
haciéndoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con
ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
24Al otro día entraron en Cesarea.
Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos
más íntimos. 25Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y
postrándose a sus pies, adoró. 26Mas Pedro le levantó, diciendo:
Levántate, pues yo mismo también soy hombre. 27Y hablando con él,
entró, y halló a muchos que se habían reunido. 28Y les dijo: Vosotros
sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un
extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o
inmundo; 29por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que
pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?
30Entonces Cornelio dijo: Hace
cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras
oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido
resplandeciente, 31y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y
tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. 32Envía, pues, a
Jope, y haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en
casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará.
33Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues,
todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios
te ha mandado.[1]
Josué
7-8
El pecado de Acán
7
1Pero los hijos de Israel
cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi,
hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de
Jehová se encendió contra los hijos de Israel.
2Después Josué envió hombres desde
Jericó a Hai, que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les
habló diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos subieron y reconocieron a
Hai. 3Y volviendo a Josué, le dijeron: No suba todo el pueblo,
sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo
el pueblo yendo allí, porque son pocos. 4Y subieron allá del
pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai. 5Y
los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron
desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el
corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua.
6Entonces Josué rompió sus
vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta
caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas.
7Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo
el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos
destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! 8¡Ay,
Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos?
9Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos
rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás
tú a tu grande nombre?
10Y Jehová dijo a Josué: Levántate;
¿por qué te postras así sobre tu rostro? 11Israel ha pecado, y aun
han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y
hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres.
12Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos,
sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a
ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en
medio de vosotros. 13Levántate, santifica al pueblo, y di:
Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay
en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis
quitado el anatema de en medio de vosotros. 14Os acercaréis, pues,
mañana por vuestras tribus; y la tribu que Jehová tomare, se acercará por sus
familias; y la familia que Jehová tomare, se acercará por sus casas; y la casa
que Jehová tomare, se acercará por los varones; 15y el que fuere
sorprendido en el anatema, será quemado, él y todo lo que tiene, por cuanto ha
quebrantado el pacto de Jehová, y ha cometido maldad en Israel.
16Josué, pues, levantándose de
mañana, hizo acercar a Israel por sus tribus; y fue tomada la tribu de Judá.
17Y haciendo acercar a la tribu de Judá, fue tomada la familia de los de
Zera; y haciendo luego acercar a la familia de los de Zera por los varones, fue
tomado Zabdi. 18Hizo acercar su casa por los varones, y fue tomado
Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá. 19Entonces
Josué dijo a Acán: Hijo mío, da gloria a Jehová el Dios de Israel, y dale
alabanza, y declárame ahora lo que has hecho; no me lo encubras. 20Y
Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el
Dios de Israel, y así y así he hecho. 21Pues vi entre los despojos
un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de
oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido
bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello.
22Josué entonces envió mensajeros,
los cuales fueron corriendo a la tienda; y he aquí estaba escondido en su
tienda, y el dinero debajo de ello. 23Y tomándolo de en medio de
la tienda, lo trajeron a Josué y a todos los hijos de Israel, y lo pusieron
delante de Jehová. 24Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron
a Acán hijo de Zera, el dinero, el manto, el lingote de oro, sus hijos, sus
hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo cuanto tenía, y lo
llevaron todo al valle de Acor. 25Y le dijo Josué: ¿Por qué nos
has turbado? Túrbete Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon,
y los quemaron después de apedrearlos. 26Y levantaron sobre él un
gran montón de piedras, que permanece hasta hoy. Y Jehová se volvió del ardor
de su ira. Y por esto aquel lugar se llama el Valle de Acor,3
hasta hoy.
Toma y destrucción de Hai
8
1Jehová dijo a Josué: No temas ni
desmayes; toma contigo toda la gente de guerra, y levántate y sube a Hai. Mira,
yo he entregado en tu mano al rey de Hai, a su pueblo, a su ciudad y a su
tierra. 2Y harás a Hai y a su rey como hiciste a Jericó y a su
rey; sólo que sus despojos y sus bestias tomaréis para vosotros. Pondrás, pues,
emboscadas a la ciudad detrás de ella.
3Entonces se levantaron Josué y
toda la gente de guerra, para subir contra Hai; y escogió Josué treinta mil
hombres fuertes, los cuales envió de noche. 4Y les mandó,
diciendo: Atended, pondréis emboscada a la ciudad detrás de ella; no os
alejaréis mucho de la ciudad, y estaréis todos dispuestos. 5Y yo y
todo el pueblo que está conmigo nos acercaremos a la ciudad; y cuando salgan
ellos contra nosotros, como hicieron antes, huiremos delante de ellos. 6Y
ellos saldrán tras nosotros, hasta que los alejemos de la ciudad; porque dirán:
Huyen de nosotros como la primera vez. Huiremos, pues, delante de ellos.
7Entonces vosotros os levantaréis de la emboscada y tomaréis la ciudad;
pues Jehová vuestro Dios la entregará en vuestras manos. 8Y cuando
la hayáis tomado, le prenderéis fuego. Haréis conforme a la palabra de Jehová;
mirad que os lo he mandado. 9Entonces Josué los envió; y ellos se
fueron a la emboscada, y se pusieron entre Bet-el y Hai, al occidente de Hai; y
Josué se quedó aquella noche en medio del pueblo.
10Levantándose Josué muy de mañana,
pasó revista al pueblo, y subió él, con los ancianos de Israel, delante del
pueblo contra Hai. 11Y toda la gente de guerra que con él estaba,
subió y se acercó, y llegaron delante de la ciudad, y acamparon al norte de
Hai; y el valle estaba entre él y Hai. 12Y tomó como cinco mil
hombres, y los puso en emboscada entre Bet-el y Hai, al occidente de la
ciudad. 13Así dispusieron al pueblo: todo el campamento al norte
de la ciudad, y su emboscada al occidente de la ciudad, y Josué avanzó aquella
noche hasta la mitad del valle. 14Y aconteció que viéndolo el rey
de Hai, él y su pueblo se apresuraron y madrugaron; y al tiempo señalado, los
hombres de la ciudad salieron al encuentro de Israel para combatir, frente al
Arabá, no sabiendo que estaba puesta emboscada a espaldas de la ciudad.
15Entonces Josué y todo Israel se fingieron vencidos y huyeron delante
de ellos por el camino del desierto. 16Y todo el pueblo que estaba
en Hai se juntó para seguirles; y siguieron a Josué, siendo así alejados de la
ciudad. 17Y no quedó hombre en Hai ni en Bet-el, que no saliera
tras de Israel; y por seguir a Israel dejaron la ciudad abierta.
18Entonces Jehová dijo a Josué:
Extiende la lanza que tienes en tu mano hacia Hai, porque yo la entregaré en tu
mano. Y Josué extendió hacia la ciudad la lanza que en su mano tenía. 19Y
levantándose prontamente de su lugar los que estaban en la emboscada, corrieron
luego que él alzó su mano, y vinieron a la ciudad, y la tomaron, y se
apresuraron a prenderle fuego. 20Y los hombres de Hai volvieron el
rostro, y al mirar, he aquí que el humo de la ciudad subía al cielo, y no
pudieron huir ni a una parte ni a otra, porque el pueblo que iba huyendo hacia
el desierto se volvió contra los que les seguían. 21Josué y todo
Israel, viendo que los de la emboscada habían tomado la ciudad, y que el humo
de la ciudad subía, se volvieron y atacaron a los de Hai. 22Y los
otros salieron de la ciudad a su encuentro, y así fueron encerrados en medio de
Israel, los unos por un lado, y los otros por el otro. Y los hirieron hasta que
no quedó ninguno de ellos que escapase. 23Pero tomaron vivo al rey
de Hai, y lo trajeron a Josué.
24Y cuando los israelitas acabaron
de matar a todos los moradores de Hai en el campo y en el desierto a donde los
habían perseguido, y todos habían caído a filo de espada hasta ser consumidos,
todos los israelitas volvieron a Hai, y también la hirieron a filo de espada.
25Y el número de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue de
doce mil, todos los de Hai. 26Porque Josué no retiró su mano que
había extendido con la lanza, hasta que hubo destruido por completo a todos los
moradores de Hai. 27Pero los israelitas tomaron para sí las
bestias y los despojos de la ciudad, conforme a la palabra de Jehová que le
había mandado a Josué. 28Y Josué quemó a Hai y la redujo a un
montón de escombros, asolada para siempre hasta hoy. 29Y al rey de
Hai lo colgó de un madero hasta caer la noche; y cuando el sol se puso, mandó
Josué que quitasen del madero su cuerpo, y lo echasen a la puerta de la ciudad;
y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy.
Lectura de la ley en el monte Ebal
30Entonces Josué edificó un altar a
Jehová Dios de Israel en el monte Ebal, 31como Moisés siervo de
Jehová lo había mandado a los hijos de Israel, como está escrito en el libro de
la ley de Moisés, un altar de piedras enteras sobre las cuales nadie alzó
hierro;a
y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, y sacrificaron ofrendas de paz.
32También escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés,
la cual escribió delante de los hijos de Israel.b 33Y
todo Israel, con sus ancianos, oficiales y jueces, estaba de pie a uno y otro
lado del arca, en presencia de los sacerdotes levitas que llevaban el arca del
pacto de Jehová, así los extranjeros como los naturales. La mitad de ellos
estaba hacia el monte Gerizim, y la otra mitad hacia el monte Ebal, de la
manera que Moisés, siervo de Jehová, lo había mandado antes, para que
bendijesen primeramente al pueblo de Israel. 34Después de esto,
leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme
a todo lo que está escrito en el libro de la ley. 35No hubo
palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante
de toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los
extranjeros que moraban entre ellos.c[2]
Job 24
Job se queja de que Dios es indiferente ante la maldad
24
1 Puesto que
no son ocultos los tiempos al Todopoderoso,
¿Por qué los que le conocen no
ven sus días?
2 Traspasan
los linderos,
Roban los ganados, y los
apacientan.
3 Se llevan
el asno de los huérfanos,
Y toman en prenda el buey de
la viuda.
4 Hacen
apartar del camino a los menesterosos,
Y todos los pobres de la
tierra se esconden.
5 He aquí,
como asnos monteses en el desierto,
Salen a su obra madrugando
para robar;
El desierto es mantenimiento
de sus hijos.
6 En el campo
siegan su pasto,
Y los impíos vendimian la viña
ajena.
7 Al desnudo
hacen dormir sin ropa,
Sin tener cobertura contra el
frío.
8 Con las
lluvias de los montes se mojan,
Y abrazan las peñas por falta
de abrigo.
9 Quitan el
pecho a los huérfanos,
Y de sobre el pobre toman la
prenda.
10 Al desnudo
hacen andar sin vestido,
Y a los hambrientos quitan las
gavillas.
11 Dentro de
sus paredes exprimen el aceite,
Pisan los lagares, y mueren de
sed.
12 Desde la
ciudad gimen los moribundos,
Y claman las almas de los
heridos de muerte,
Pero Dios no atiende su
oración.
13 Ellos son
los que, rebeldes a la luz,
Nunca conocieron sus caminos,
Ni estuvieron en sus veredas.
14 A la luz se
levanta el matador; mata al pobre y al necesitado,
Y de noche es como ladrón.
15 El ojo del
adúltero está aguardando la noche,
Diciendo: No me verá nadie;
Y esconde su rostro.
16 En las
tinieblas minan las casas
Que de día para sí señalaron;
No conocen la luz.
17 Porque la
mañana es para todos ellos como sombra de muerte;
Si son conocidos, terrores de
sombra de muerte los toman.
18 Huyen
ligeros como corriente de aguas;
Su porción es maldita en la
tierra;
No andarán por el camino de
las viñas.
19 La sequía y
el calor arrebatan las aguas de la nieve;
Así también el Seol a los
pecadores.
20 Los
olvidará el seno materno; de ellos sentirán los gusanos dulzura;
Nunca más habrá de ellos
memoria,
Y como un árbol los impíos
serán quebrantados.
21 A la mujer
estéril, que no concebía, afligió,
Y a la viuda nunca hizo bien.
22 Pero a los
fuertes adelantó con su poder;
Una vez que se levante,
ninguno está seguro de la vida.
23 El les da
seguridad y confianza;
Sus ojos están sobre los
caminos de ellos.
24 Fueron
exaltados un poco, mas desaparecen,
Y son abatidos como todos los
demás;
Serán encerrados, y cortados
como cabezas de espigas.
25 Y si no,
¿quién me desmentirá ahora,
O reducirá a nada mis
palabras?[3]
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 9.43-10.33). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
3 Esto es, turbación.
a a 8.31: Ex. 20.25.
b b 8.30–32: Dt. 27.2–8.
c c 8.33–35: Dt. 11.29; 27.11–14.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Jos 6.27-8.35). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Job 23.17-24.25). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril
24 Hch 10.
1-33 / Jos 7-8
/ Job 24
Hechos
10. 1-33
Pedro y Cornelio
10
1Había en Cesarea un hombre llamado
Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, 2piadoso y
temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y
oraba a Dios siempre. 3Este vio claramente en una visión, como a
la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le
decía: Cornelio. 4El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo:
¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria
delante de Dios. 5Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a
Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. 6Este posa en casa de
cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es
necesario que hagas. 7Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste
llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían;
8a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo.
9Al día siguiente, mientras ellos
iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para
orar, cerca de la hora sexta. 10Y tuvo gran hambre, y quiso comer;
pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; 11y vio
el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de
las cuatro puntas era bajado a la tierra; 12en el cual había de
todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. 13Y
le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. 14Entonces Pedro
dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. 15Volvió
la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. 16Esto
se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.
17Y mientras Pedro estaba perplejo
dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los
hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la
casa de Simón, llegaron a la puerta. 18Y llamando, preguntaron si
moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. 19Y mientras
Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te
buscan. 20Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos,
porque yo los he enviado. 21Entonces Pedro, descendiendo a donde
estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: He aquí, yo soy
el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido? 22Ellos
dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene
buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de
un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras. 23Entonces,
haciéndoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con
ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
24Al otro día entraron en Cesarea.
Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos
más íntimos. 25Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y
postrándose a sus pies, adoró. 26Mas Pedro le levantó, diciendo:
Levántate, pues yo mismo también soy hombre. 27Y hablando con él,
entró, y halló a muchos que se habían reunido. 28Y les dijo: Vosotros
sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un
extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o
inmundo; 29por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que
pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?
30Entonces Cornelio dijo: Hace
cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras
oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido
resplandeciente, 31y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y
tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. 32Envía, pues, a
Jope, y haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en
casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará.
33Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues,
todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios
te ha mandado.[1]
Josué
7-8
El pecado de Acán
7
1Pero los hijos de Israel
cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi,
hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de
Jehová se encendió contra los hijos de Israel.
2Después Josué envió hombres desde
Jericó a Hai, que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les
habló diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos subieron y reconocieron a
Hai. 3Y volviendo a Josué, le dijeron: No suba todo el pueblo,
sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo
el pueblo yendo allí, porque son pocos. 4Y subieron allá del
pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai. 5Y
los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron
desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el
corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua.
6Entonces Josué rompió sus
vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta
caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas.
7Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo
el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos
destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! 8¡Ay,
Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos?
9Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos
rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás
tú a tu grande nombre?
10Y Jehová dijo a Josué: Levántate;
¿por qué te postras así sobre tu rostro? 11Israel ha pecado, y aun
han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y
hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres.
12Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos,
sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a
ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en
medio de vosotros. 13Levántate, santifica al pueblo, y di:
Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay
en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis
quitado el anatema de en medio de vosotros. 14Os acercaréis, pues,
mañana por vuestras tribus; y la tribu que Jehová tomare, se acercará por sus
familias; y la familia que Jehová tomare, se acercará por sus casas; y la casa
que Jehová tomare, se acercará por los varones; 15y el que fuere
sorprendido en el anatema, será quemado, él y todo lo que tiene, por cuanto ha
quebrantado el pacto de Jehová, y ha cometido maldad en Israel.
16Josué, pues, levantándose de
mañana, hizo acercar a Israel por sus tribus; y fue tomada la tribu de Judá.
17Y haciendo acercar a la tribu de Judá, fue tomada la familia de los de
Zera; y haciendo luego acercar a la familia de los de Zera por los varones, fue
tomado Zabdi. 18Hizo acercar su casa por los varones, y fue tomado
Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá. 19Entonces
Josué dijo a Acán: Hijo mío, da gloria a Jehová el Dios de Israel, y dale
alabanza, y declárame ahora lo que has hecho; no me lo encubras. 20Y
Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el
Dios de Israel, y así y así he hecho. 21Pues vi entre los despojos
un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de
oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido
bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello.
22Josué entonces envió mensajeros,
los cuales fueron corriendo a la tienda; y he aquí estaba escondido en su
tienda, y el dinero debajo de ello. 23Y tomándolo de en medio de
la tienda, lo trajeron a Josué y a todos los hijos de Israel, y lo pusieron
delante de Jehová. 24Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron
a Acán hijo de Zera, el dinero, el manto, el lingote de oro, sus hijos, sus
hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo cuanto tenía, y lo
llevaron todo al valle de Acor. 25Y le dijo Josué: ¿Por qué nos
has turbado? Túrbete Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon,
y los quemaron después de apedrearlos. 26Y levantaron sobre él un
gran montón de piedras, que permanece hasta hoy. Y Jehová se volvió del ardor
de su ira. Y por esto aquel lugar se llama el Valle de Acor,3
hasta hoy.
Toma y destrucción de Hai
8
1Jehová dijo a Josué: No temas ni
desmayes; toma contigo toda la gente de guerra, y levántate y sube a Hai. Mira,
yo he entregado en tu mano al rey de Hai, a su pueblo, a su ciudad y a su
tierra. 2Y harás a Hai y a su rey como hiciste a Jericó y a su
rey; sólo que sus despojos y sus bestias tomaréis para vosotros. Pondrás, pues,
emboscadas a la ciudad detrás de ella.
3Entonces se levantaron Josué y
toda la gente de guerra, para subir contra Hai; y escogió Josué treinta mil
hombres fuertes, los cuales envió de noche. 4Y les mandó,
diciendo: Atended, pondréis emboscada a la ciudad detrás de ella; no os
alejaréis mucho de la ciudad, y estaréis todos dispuestos. 5Y yo y
todo el pueblo que está conmigo nos acercaremos a la ciudad; y cuando salgan
ellos contra nosotros, como hicieron antes, huiremos delante de ellos. 6Y
ellos saldrán tras nosotros, hasta que los alejemos de la ciudad; porque dirán:
Huyen de nosotros como la primera vez. Huiremos, pues, delante de ellos.
7Entonces vosotros os levantaréis de la emboscada y tomaréis la ciudad;
pues Jehová vuestro Dios la entregará en vuestras manos. 8Y cuando
la hayáis tomado, le prenderéis fuego. Haréis conforme a la palabra de Jehová;
mirad que os lo he mandado. 9Entonces Josué los envió; y ellos se
fueron a la emboscada, y se pusieron entre Bet-el y Hai, al occidente de Hai; y
Josué se quedó aquella noche en medio del pueblo.
10Levantándose Josué muy de mañana,
pasó revista al pueblo, y subió él, con los ancianos de Israel, delante del
pueblo contra Hai. 11Y toda la gente de guerra que con él estaba,
subió y se acercó, y llegaron delante de la ciudad, y acamparon al norte de
Hai; y el valle estaba entre él y Hai. 12Y tomó como cinco mil
hombres, y los puso en emboscada entre Bet-el y Hai, al occidente de la
ciudad. 13Así dispusieron al pueblo: todo el campamento al norte
de la ciudad, y su emboscada al occidente de la ciudad, y Josué avanzó aquella
noche hasta la mitad del valle. 14Y aconteció que viéndolo el rey
de Hai, él y su pueblo se apresuraron y madrugaron; y al tiempo señalado, los
hombres de la ciudad salieron al encuentro de Israel para combatir, frente al
Arabá, no sabiendo que estaba puesta emboscada a espaldas de la ciudad.
15Entonces Josué y todo Israel se fingieron vencidos y huyeron delante
de ellos por el camino del desierto. 16Y todo el pueblo que estaba
en Hai se juntó para seguirles; y siguieron a Josué, siendo así alejados de la
ciudad. 17Y no quedó hombre en Hai ni en Bet-el, que no saliera
tras de Israel; y por seguir a Israel dejaron la ciudad abierta.
18Entonces Jehová dijo a Josué:
Extiende la lanza que tienes en tu mano hacia Hai, porque yo la entregaré en tu
mano. Y Josué extendió hacia la ciudad la lanza que en su mano tenía. 19Y
levantándose prontamente de su lugar los que estaban en la emboscada, corrieron
luego que él alzó su mano, y vinieron a la ciudad, y la tomaron, y se
apresuraron a prenderle fuego. 20Y los hombres de Hai volvieron el
rostro, y al mirar, he aquí que el humo de la ciudad subía al cielo, y no
pudieron huir ni a una parte ni a otra, porque el pueblo que iba huyendo hacia
el desierto se volvió contra los que les seguían. 21Josué y todo
Israel, viendo que los de la emboscada habían tomado la ciudad, y que el humo
de la ciudad subía, se volvieron y atacaron a los de Hai. 22Y los
otros salieron de la ciudad a su encuentro, y así fueron encerrados en medio de
Israel, los unos por un lado, y los otros por el otro. Y los hirieron hasta que
no quedó ninguno de ellos que escapase. 23Pero tomaron vivo al rey
de Hai, y lo trajeron a Josué.
24Y cuando los israelitas acabaron
de matar a todos los moradores de Hai en el campo y en el desierto a donde los
habían perseguido, y todos habían caído a filo de espada hasta ser consumidos,
todos los israelitas volvieron a Hai, y también la hirieron a filo de espada.
25Y el número de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue de
doce mil, todos los de Hai. 26Porque Josué no retiró su mano que
había extendido con la lanza, hasta que hubo destruido por completo a todos los
moradores de Hai. 27Pero los israelitas tomaron para sí las
bestias y los despojos de la ciudad, conforme a la palabra de Jehová que le
había mandado a Josué. 28Y Josué quemó a Hai y la redujo a un
montón de escombros, asolada para siempre hasta hoy. 29Y al rey de
Hai lo colgó de un madero hasta caer la noche; y cuando el sol se puso, mandó
Josué que quitasen del madero su cuerpo, y lo echasen a la puerta de la ciudad;
y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy.
Lectura de la ley en el monte Ebal
30Entonces Josué edificó un altar a
Jehová Dios de Israel en el monte Ebal, 31como Moisés siervo de
Jehová lo había mandado a los hijos de Israel, como está escrito en el libro de
la ley de Moisés, un altar de piedras enteras sobre las cuales nadie alzó
hierro;a
y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, y sacrificaron ofrendas de paz.
32También escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés,
la cual escribió delante de los hijos de Israel.b 33Y
todo Israel, con sus ancianos, oficiales y jueces, estaba de pie a uno y otro
lado del arca, en presencia de los sacerdotes levitas que llevaban el arca del
pacto de Jehová, así los extranjeros como los naturales. La mitad de ellos
estaba hacia el monte Gerizim, y la otra mitad hacia el monte Ebal, de la
manera que Moisés, siervo de Jehová, lo había mandado antes, para que
bendijesen primeramente al pueblo de Israel. 34Después de esto,
leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme
a todo lo que está escrito en el libro de la ley. 35No hubo
palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante
de toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los
extranjeros que moraban entre ellos.c[2]
Job 24
Job se queja de que Dios es indiferente ante la maldad
24
1 Puesto que
no son ocultos los tiempos al Todopoderoso,
¿Por qué los que le conocen no
ven sus días?
2 Traspasan
los linderos,
Roban los ganados, y los
apacientan.
3 Se llevan
el asno de los huérfanos,
Y toman en prenda el buey de
la viuda.
4 Hacen
apartar del camino a los menesterosos,
Y todos los pobres de la
tierra se esconden.
5 He aquí,
como asnos monteses en el desierto,
Salen a su obra madrugando
para robar;
El desierto es mantenimiento
de sus hijos.
6 En el campo
siegan su pasto,
Y los impíos vendimian la viña
ajena.
7 Al desnudo
hacen dormir sin ropa,
Sin tener cobertura contra el
frío.
8 Con las
lluvias de los montes se mojan,
Y abrazan las peñas por falta
de abrigo.
9 Quitan el
pecho a los huérfanos,
Y de sobre el pobre toman la
prenda.
10 Al desnudo
hacen andar sin vestido,
Y a los hambrientos quitan las
gavillas.
11 Dentro de
sus paredes exprimen el aceite,
Pisan los lagares, y mueren de
sed.
12 Desde la
ciudad gimen los moribundos,
Y claman las almas de los
heridos de muerte,
Pero Dios no atiende su
oración.
13 Ellos son
los que, rebeldes a la luz,
Nunca conocieron sus caminos,
Ni estuvieron en sus veredas.
14 A la luz se
levanta el matador; mata al pobre y al necesitado,
Y de noche es como ladrón.
15 El ojo del
adúltero está aguardando la noche,
Diciendo: No me verá nadie;
Y esconde su rostro.
16 En las
tinieblas minan las casas
Que de día para sí señalaron;
No conocen la luz.
17 Porque la
mañana es para todos ellos como sombra de muerte;
Si son conocidos, terrores de
sombra de muerte los toman.
18 Huyen
ligeros como corriente de aguas;
Su porción es maldita en la
tierra;
No andarán por el camino de
las viñas.
19 La sequía y
el calor arrebatan las aguas de la nieve;
Así también el Seol a los
pecadores.
20 Los
olvidará el seno materno; de ellos sentirán los gusanos dulzura;
Nunca más habrá de ellos
memoria,
Y como un árbol los impíos
serán quebrantados.
21 A la mujer
estéril, que no concebía, afligió,
Y a la viuda nunca hizo bien.
22 Pero a los
fuertes adelantó con su poder;
Una vez que se levante,
ninguno está seguro de la vida.
23 El les da
seguridad y confianza;
Sus ojos están sobre los
caminos de ellos.
24 Fueron
exaltados un poco, mas desaparecen,
Y son abatidos como todos los
demás;
Serán encerrados, y cortados
como cabezas de espigas.
25 Y si no,
¿quién me desmentirá ahora,
O reducirá a nada mis
palabras?[3]
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 9.43-10.33). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
3 Esto es, turbación.
a a 8.31: Ex. 20.25.
b b 8.30–32: Dt. 27.2–8.
c c 8.33–35: Dt. 11.29; 27.11–14.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Jos 6.27-8.35). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Job 23.17-24.25). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
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