martes, 27 de abril de 2021

¡Cómo encontrar tu milagro!

                                                                                                                                                                                <ENGLISH>





 27 Abril  

¡Cómo encontrar tu milagro!


¡Hay un milagro en tu boca!

Por Riqui Ricón*

Ahora bien, Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar. Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y que hay ciudades grandes y fortificadas. Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho (Jos 14. 10-12).

¡85 años tenía Caleb cuando se dispuso a conquistar la ciudad de Hebrón, que Dios le había dicho sería suya, por no haber dudado sino permanecido en su Palabra!

¡Y aún tenía la misma fuerza y entusiasmo que cuando tenía 40 años de edad!

Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión (Núm 14. 24).

Para materializar las Promesas de Dios en tu Vida es necesario que tengas otro espíritu; o mejor dicho, que seas otro espíritu. Nunca podrás lograrlo siendo la misma persona que antes eras. Esto sólo es posible mediante el sacrificio de Cristo Jesús. Con Su muerte pagó todo lo que debías y con el poder de Su resurrección te dio una Vida totalmente Nueva.

Pues hemos muerto y fuimos sepultados con Cristo mediante el bautismo. Y, tal como Cristo fue levantado de los muertos por el poder glorioso del Padre, ahora nosotros también podemos vivir una vida nueva (Ro 6.4 NTV).

En los últimos años hemos visto grandes y hermosos milagros ser hechos en los Hijos de Dios. Asombrosas sanidades físicas y del corazón; restauraciones familiares y liberaciones económicas han fluido de la Palabra de Dios, en el nombre de Jesús.

Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán. Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes,  hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos (N’um 13. 27-33).

Aunque los espías enviados por Moisés reconocieron que era la Verdad aquello que Dios había dicho acerca de la tierra prometida, ellos dieron más crédito a lo que vieron sus ojos y a lo que dictaron sus emociones que a la Palabra de Dios.

Dejaron que la duda hiciera un nido en sus corazones para incubar miedo y rebelión y comenzaron hablar mal de Dios y de la tierra.

El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca (Luc 6. 45).

¡Qué diferentes las palabras y declaraciones de Caleb! ¡Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos! Él también notó las altas murallas de las ciudades y miró a los gigantes, sin embargo, Caleb no tiene la más mínima duda, ni temor.

Él vio lo mismo que sus compañeros y percibió la fortaleza de esos pueblos y lo inexpugnable de sus ciudades, pero él, Caleb, sabe, tiene la certeza que la Palabra de Dios es la Verdad; que si Él lo dijo, entonces, Él lo va a cumplir; que si Él lo habló, entonces, Él lo va a ejecutar.

Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca (1 R 17. 24).

Hoy, ante cualquier situación que estés enfrentando, te aconsejo que sujetes tus emociones y pensamientos a la Palabra de Dios. No permitas que palabras de fracaso, desánimo y derrota fluyan de tu corazón a través de tu boca. Busca en la Palabra de Dios las promesas tocantes a tu necesidad y comienza a declararlas en voz audible y con fe, esto es, con toda certeza de que es Palabra de Dios, es Palabra de Honor.

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil 4.6-7).

No te angusties por nada y recibe la paz que sobrepasa todo entendimiento al saber que Dios te ha dado Su Palabra de Honor. Tú no estás solo(a), ni lo estarás jamás.

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8. 31-32).

¡Dios está contigo! ¡Él lo prometió!

Pon la Palabra de Dios en tu boca y declara con fe:

Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado (Sal 119. 42).

¡Hay un milagro en tu boca!

Oremos en voz audible:

Amado padre celestial, en esta hora yo declaro que mayor eres Tú, Señor, que estás en mí, que el que está en el mundo y, por eso, ya he vencido. Resisto y echo fuera de mi vida y corazón al espíritu de duda y de temor. Nada ni nadie me pueden hacer frente en todos los días de mi vida pues en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Ti, Jesús, mi Rey, Señor y Salvador que me amas. ¡No dudo de lo que dice la Palabra de Dios! ¡Yo soy quién dice la Biblia que soy! Un(a) legítimo(a) y amado(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Estoy  bendecido(a) por Tu Palabra, Señor Jesús. Así que, nunca confesaré palabras de fracaso, ni de derrota, ni de enfermedad, ni de desánimo pues todo lo puedo en Cristo Jesús. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Abril 27                                   Hch 11. 19-30 /  Jos 13-14 /  Job 27


Cápsula del día.






Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 




NVI 




Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Abril 27                                   Hch 11. 19-30 /  Jos 13-14 /  Job 27

 

Hechos 11. 19-30

La iglesia en Antioquía

19Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban,b pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. 20Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. 21Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. 22Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. 23Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. 24Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. 25Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. 26Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.

27En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. 28Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo,c daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. 29Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; 30lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.[1]

 

Josué 13-14

Tierra aún sin conquistar

13

1Siendo Josué ya viejo, entrado en años, Jehová le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer. 2Esta es la tierra que queda: todos los territorios de los filisteos, y todos los de los gesureos; 3desde Sihor, que está al oriente de Egipto, hasta el límite de Ecrón al norte, que se considera de los cananeos; de los cinco príncipes de los filisteos, el gazeo, el asdodeo, el ascaloneo, el geteo y el ecroneo; también los aveos; 4al sur toda la tierra de los cananeos, y Mehara, que es de los sidonios, hasta Afec, hasta los límites del amorreo; 5la tierra de los giblitas, y todo el Líbano hacia donde sale el sol, desde Baal-gad al pie del monte Hermón, hasta la entrada de Hamat; 6todos los que habitan en las montañas desde el Líbano hasta Misrefotmaim, todos los sidonios; yo los exterminaré delante de los hijos de Israel; solamente repartirás tú por suerte el país a los israelitas por heredad,a como te he mandado. 7Reparte, pues, ahora esta tierra en heredad a las nueve tribus, y a la media tribu de Manasés.

8Porque los rubenitas y gaditas y la otra mitad de Manasés recibieron ya su heredad, la cual les dio Moisés al otro lado del Jordán al oriente, según se la dio Moisés siervo de Jehová;b 9desde Aroer, que está a la orilla del arroyo de Arnón, y la ciudad que está en medio del valle, y toda la llanura de Medeba, hasta Dibón; 10todas las ciudades de Sehón rey de los amorreos, el cual reinó en Hesbón, hasta los límites de los hijos de Amón; 11y Galaad, y los territorios de los gesureos y de los maacateos, y todo el monte Hermón, y toda la tierra de Basán hasta Salca; 12todo el reino de Og en Basán, el cual reinó en Astarot y en Edrei, el cual había quedado del resto de los refaítas; pues Moisés los derrotó, y los echó. 13Mas a los gesureos y a los maacateos no los echaron los hijos de Israel, sino que Gesur y Maaca habitaron entre los israelitas hasta hoy.

El territorio que distribuyó Moisés

14Pero a la tribu de Leví no dio heredad; los sacrificios de Jehová Dios de Israel son su heredad, como él les había dicho.c

15Dio, pues, Moisés a la tribu de los hijos de Rubén conforme a sus familias. 16Y fue el territorio de ellos desde Aroer, que está a la orilla del arroyo de Arnón, y la ciudad que está en medio del valle, y toda la llanura hasta Medeba; 17Hesbón, con todas sus ciudades que están en la llanura; Dibón, Bamot-baal, Bet-baal-meón, 18Jahaza, Cademot, Mefaat, 19Quiriataim, Sibma, Zaret-sahar en el monte del valle, 20Bet-peor, las laderas de Pisga, Bet-jesimot, 21todas las ciudades de la llanura, y todo el reino de Sehón rey de los amorreos, que reinó en Hesbón, al cual derrotó Moisés, y a los príncipes de Madián, Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, príncipes de Sehón que habitaban en aquella tierra. 22También mataron a espada los hijos de Israel a Balaam el adivino, hijo de Beor, entre los demás que mataron. 23Y el Jordán fue el límite del territorio de los hijos de Rubén. Esta fue la heredad de los hijos de Rubén conforme a sus familias, estas ciudades con sus aldeas.

24Dio asimismo Moisés a la tribu de Gad, a los hijos de Gad, conforme a sus familias. 25El territorio de ellos fue Jazer, y todas las ciudades de Galaad, y la mitad de la tierra de los hijos de Amón hasta Aroer, que está enfrente de Rabá. 26Y desde Hesbón hasta Ramat-mizpa, y Betonim; y desde Mahanaim hasta el límite de Debir; 27y en el valle, Bet-aram, Bet-nimra, Sucot y Zafón, resto del reino de Sehón rey de Hesbón; el Jordán y su límite hasta el extremo del mar de Cineret al otro lado del Jordán, al oriente. 28Esta es la heredad de los hijos de Gad por sus familias, estas ciudades con sus aldeas.

29También dio Moisés heredad a la media tribu de Manasés; y fue para la media tribu de los hijos de Manasés, conforme a sus familias. 30El territorio de ellos fue desde Mahanaim, todo Basán, todo el reino de Og rey de Basán, y todas las aldeas de Jair que están en Basán, sesenta poblaciones, 31y la mitad de Galaad, y Astarot y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán, para los hijos de Maquir hijo de Manasés, para la mitad de los hijos de Maquir conforme a sus familias.

32Esto es lo que Moisés repartió en heredad en los llanos de Moab, al otro lado del Jordán de Jericó, al oriente. 33Mas a la tribu de Leví no dio Moisés heredad; Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les había dicho.d

Canaán repartida por suerte

14

1Esto, pues, es lo que los hijos de Israel tomaron por heredad en la tierra de Canaán, lo cual les repartieron el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun, y los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel. 2Por suerte se les dio su heredad, como Jehová había mandado a Moisés que se diera a las nueve tribus y a la media tribu.a 3Porque a las dos tribus y a la media tribu les había dado Moisés heredad al otro lado del Jordán;b mas a los levitas no les dio heredad entre ellos. 4Porque los hijos de José fueron dos tribus, Manasés y Efraín; y no dieron parte a los levitas en la tierra sino ciudades en que morasen, con los ejidos de ellas para sus ganados y rebaños. 5De la manera que Jehová lo había mandado a Moisés, así lo hicieron los hijos de Israel en el repartimiento de la tierra.

Caleb recibe Hebrón

6Y los hijos de Judá vinieron a Josué en Gilgal; y Caleb, hijo de Jefone cenezeo, le dijo: Tú sabes lo que Jehová dijo a Moisés, varón de Dios, en Cades-barnea, tocante a mí y a ti.c 7Yo era de edad de cuarenta años cuando Moisés siervo de Jehová me envió de Cades-barnea a reconocer la tierra; y yo le traje noticias como lo sentía en mi corazón.d 8Y mis hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón del pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios. 9Entonces Moisés juró diciendo: Ciertamente la tierra que holló tu pie será para ti, y para tus hijos en herencia perpetua, por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi Dios.e 10Ahora bien, Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. 11Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar. 12Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y que hay ciudades grandes y fortificadas. Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho.

13Josué entonces le bendijo, y dio a Caleb hijo de Jefone a Hebrón por heredad. 14Por tanto, Hebrón vino a ser heredad de Caleb hijo de Jefone cenezeo, hasta hoy, por cuanto había seguido cumplidamente a Jehová Dios de Israel. 15Mas el nombre de Hebrón fue antes Quiriat-arba;4 porque Arba fue un hombre grande entre los anaceos. Y la tierra descansó de la guerra.[2]

 

Job 27

 

Job describe el castigo de los malos

27

1Reasumió Job su discurso, y dijo:

     2     Vive Dios, que ha quitado mi derecho,

Y el Omnipotente, que amargó el alma mía,

     3     Que todo el tiempo que mi alma esté en mí,

Y haya hálito de Dios en mis narices,

     4     Mis labios no hablarán iniquidad,

Ni mi lengua pronunciará engaño.

     5     Nunca tal acontezca que yo os justifique;

Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad.

     6     Mi justicia tengo asida, y no la cederé;

No me reprochará mi corazón en todos mis días.

     7     Sea como el impío mi enemigo,

Y como el inicuo mi adversario.

     8     Porque ¿cuál es la esperanza del impío, por mucho que hubiere robado,

Cuando Dios le quitare la vida?

     9     ¿Oirá Dios su clamor

Cuando la tribulación viniere sobre él?

     10     ¿Se deleitará en el Omnipotente?

¿Invocará a Dios en todo tiempo?

     11     Yo os enseñaré en cuanto a la mano de Dios;

No esconderé lo que hay para con el Omnipotente.

     12     He aquí que todos vosotros lo habéis visto;

¿Por qué, pues, os habéis hecho tan enteramente vanos?

     13     Esta es para con Dios la porción del hombre impío,

Y la herencia que los violentos han de recibir del Omnipotente:

     14     Si sus hijos fueren multiplicados, serán para la espada;

Y sus pequeños no se saciarán de pan.

     15     Los que de él quedaren, en muerte serán sepultados,

Y no los llorarán sus viudas.

     16     Aunque amontone plata como polvo,

Y prepare ropa como lodo;

     17     La habrá preparado él, mas el justo se vestirá,

Y el inocente repartirá la plata.

     18     Edificó su casa como la polilla,

Y como enramada que hizo el guarda.

     19     Rico se acuesta, pero por última vez;

Abrirá sus ojos, y nada tendrá.

     20     Se apoderarán de él terrores como aguas;

Torbellino lo arrebatará de noche.

     21     Le eleva el solano, y se va;

Y tempestad lo arrebatará de su lugar.

     22     Dios, pues, descargará sobre él, y no perdonará;

Hará él por huir de su mano.

     23     Batirán las manos sobre él,

Y desde su lugar le silbarán.[3]

 



b b 11.19: Hch. 8.1–4.

c c 11.28: Hch. 21.10.

[1]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 11.18-30). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

a a 13.6: Nm. 33.54.

b b 13.8: Nm. 32.33; Dt. 3.12.

c c 13.14: Dt. 18.1.

d d 13.33: Nm. 18.20; Dt. 18.2.

a a 14.2: Nm. 26.52–56; 34.13.

b b 14.3: Nm. 32.33; 34.14–15; Dt. 3.12–17.

c c 14.6: Nm. 14.30.

d d 14.7: Nm. 13.1–30.

e e 14.9: Nm. 14.24.

4 Esto es, la ciudad de Arba.

[2]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Jos 12.24-14.15). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

[3]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Job 26.14-27.23). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué piensas al respecto?