30 de Marzo
¡Propósito y destino!
Por Riqui Ricón*
Estos son
los contados por Moisés y el sacerdote Eleazar, los cuales contaron los hijos
de Israel en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó. Y entre éstos ninguno hubo de los contados por Moisés y el sacerdote Aarón,
quienes contaron a los hijos de Israel en el desierto de Sinaí. Porque Jehová había dicho de
ellos: Morirán en el
desierto; y no quedó varón de ellos,
sino Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun (Num 26. 63-65).
Propósito y destino son dos
palabras inspiradoras que sostienen y alimentan a aquellos que los poseen. Sin
embargo, son incontables los que han quedado tirados en el ardiente desierto
del temor, la duda, la autocomplacencia (o la autoflagelación) por el pecado,
culpabilidad, fracaso, depresión, enfermedad, etc., etc.
Y oiréis de guerras y rumores
de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto
acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá
pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto
será principio de dolores (Mat 24.6-8).
El mundo que el hombre ha
construido exalta como destino el éxito, la fama, el poder y la riqueza. Se
promueve cada día, más y más, la conducta inmoral de que el fin justifica los
medios y los resultados son también, cada día más evidentes: miedo e
insatisfacción.
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16.33).
¡Qué
diferente es la vida de las Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo! La Palabra
de Dios te da total paz, pues aunque tengas aflicciones, sabes que Jesús ha
vencido y tienes la certeza, la garantía, de que puedes confiar plena y
totalmente en Él, en Su Palabra, ya que Dios no miente ni se arrepiente, lo que
Él dijo lo va a hacer y lo que habló lo va a ejecutar.
Sin importar
cuán difícil o amenazante esté la situación, Dios no te va a desamparar, nunca
lo ha hecho y nunca lo hará. Él te ama tanto que prefirió entregar a Su propio
Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Por el sacrificio de Jesús y este
gran Amor con que Dios te ama, has pasado de ser una simple creatura, a ser
parte de Su familia: un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1).
Así que, no
pongas tus ojos, pensamientos y emociones en lo difícil de tu situación sino en
la grandeza de Su Amor, Poder y Fidelidad por ti. ¡Atiende a Su Palabra!
Pues aunque andamos en la
carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en
Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda
altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra
obediencia sea perfecta (2 Co 10.3-6).
Solamente Josué y Caleb, de toda
una generación, entraron a poseer lo que se les había prometido, y esto por
haber creído la Palabra de Dios, por haberle creído a Él. Aunque Josué y Caleb
también vieron las altas ciudades amuralladas, los fieros guerreros y gigantes
que poblaban la tierra, ellos no dieron lugar al temor, ni al miedo, pues
estaban convencidos que lo que Dios les había hablado acerca de la tierra
prometida, inevitablemente se tenía que cumplir.
Sabían en Quien habían confiado,
por lo tanto, el temor no encontró en ellos la duda o incredulidad que necesita
para establecerse en el corazón.
¡La obediencia perfecta no
proviene de las acciones correctas sino de una fe perfecta! Y esta es la misma
fe que tú ya tienes, porque [Jesús] con una sola
ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados (He 10.14).
Pero a mi siervo Caleb, por
cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le
meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión…
Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así
haré yo con vosotros. En este desierto caerán vuestros
cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. Vosotros a
la verdad no entraréis en la
tierra, por la cual alcé mi mano y
juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun…
Y los varones que Moisés envió a reconocer la tierra, y que al volver
habían hecho murmurar contra él a toda la congregación, desacreditando aquel
país, aquellos varones que habían hablado
mal de la tierra, murieron de plaga delante de Jehová. Pero Josué hijo de Nun
y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida, de entre aquellos hombres que habían
ido a reconocer la tierra (Núm 14.24,
28-30, 36.38).
Josué y a Caleb sabían
perfectamente que Dios no puede mentir, pues las palabras que salen de Su boca
no vuelven a Él vacías, sino que hacen lo que Él quiere y son prosperadas en
todo aquello para lo que las envió (Isa 55.11). Esto les permitió resistir al
espíritu de temor y recibir el espíritu de fe. Me pregunto, ¿cuánto más, no
harás tú, un(a) Hija(o) del Rey de reyes y Señor de señores?
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! (Ro 8.15).
¡Propósito y destino son dos
palabras inspiradoras que sostienen y alimentan a las Hijas e Hijos de Dios
Nacidos de Nuevo porque, sin lugar a duda, las poseemos!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, cómo no
agradecerte Tu Amor tan grande y sublime, pues me has escogido, redimido y
renovado como Hija(o) Tuya(o). Tengo Tu Palabra de Honor y sé que he llegado a
mi destino. Ahora estoy más que dispuesta(o) a utilizar la fe perfecta que ya tengo
por Tu Palabra, para cumplir mi propósito en esta tierra: ser luz en medio de
las tinieblas como embajador de Jesucristo dondequiera que esté y como quiera
que esté, pues no tengo la más mínima duda que, ante todo problema, enfermedad
o adversidad, yo, ______________ (tu nombre aquí), soy más que vencedor(a) por medio
de Aquel que me ha amado, Cristo Jesús. No recibo el espíritu de temor, ni la
duda que genera, sino que recibo el espíritu de adopción por el cual te puedo
decir Abba, Padre, Papá, Papito. Por Tu Palabra, la Biblia, estoy segura(o) de
quién ahora yo soy gracias a Jesús: un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo. Y
soy Nacida(o) de Nuevo, no de una simiente corruptible, sino de la
incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para
siempre. Recibo Tu paz que sobrepasa todo entendimiento y me lleno con Tu Amor
para vivir esa vida, llena de gozo, que has destinado para mí. Por lo tanto,
voy a manifestar, con mi vida, la libertad gloriosa que sólo YO Tu Hija(o)
puedo tener. ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy próspera(o)! ¡Soy un(a) Hija del
Rey! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
30 Mat
24.1-28 / Núm 25-27 / Can 6.4-8.4
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