lunes, 23 de marzo de 2020

¡Cómo puedo, realmente, ponerme al servicio de los demás!
















23  de Marzo



¡Cómo puedo, realmente, ponerme al servicio de los demás!


¡Creyendo que en verdad soy el(la) Hijo(a) de Dios que La Biblia dice que soy!
Por Riqui Ricón*
Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Mat 20.26-28).
En incontables ocasiones he escuchado las exhortaciones que se nos hacen para ser humildes y mansos porque es así como Dios lo quiere, sin embargo, como nunca me habían enseñado porqué es que Dios pide esto y tampoco me enseñaron cómo conseguirlo (sólo me señalaron el objetivo y la dirección hacia la cual debía andar), entonces pasé mucho tiempo intentando agradar a Dios en esa área, sin llegar a conseguir lo que pretendía: ser humilde y manso tal como lo es Él.
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; (30) porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mat_11:29-30 RV1960). 
La mansedumbre y la humildad son un producto genuino de mi Identidad como Hijo de Dios Nacido de Nuevo. Son el resultado de aprender de Él, de aprender de Su Palabra.
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, (6) quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.  (7)  Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza[b] de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.  (8)  Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Flp_2:5-8 NVI).
Si tú has aceptado a Jesucristo como tu Señor y Salvador, entonces has Nacido de Nuevo como un(a) Hijo(a) de Dios. El viejo hombre o la vieja mujer que tú antes eras no existe más y ahora tú eres una nueva creación y por lo tanto, participas de Su naturaleza divina
Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió me ordenó qué decir y cómo decirlo.  (50)  Y sé muy bien que su mandato es vida eterna. Así que todo lo que digo es lo que el Padre me ha ordenado decir” (Jua_12:49-50 NVI).
Si te fijas, el servicio y la humildad comienzan con la obediencia, y la obediencia fluye de la confianza, de la relación que ahora tienes NO con un Dios Todopoderoso sino con tu Padre celestial que te ama tanto que prefirió entregar a Su único Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jua 3:16 RV60).
Y aunque tu Padre celestial sigue siendo, desde luego, Dios Todopoderoso, la relación que ahora tienes con Él ya no es más la de una criatura sino la de Su Hijo(a) amado(a). Es el Amor y comunión que hay entre ustedes dos lo que ahora te impulsa a obedecer y servir con humildad. Tal y como Jesús lo hizo.
En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros,  para que tengamos confianza en el día del juicio;  pues como él es [tal como Jesús es],  así somos nosotros en este mundo” (1Jn 4:17 RV60).
Es así como podemos servir a los demás con gozo y alegría, pues sólo la verdadera humildad, que fluye de mi Identidad, me puede dar descanso a mi alma, a mis emociones y sentimientos, pues Satanás, nuestro adversario, tratará de inculcarnos las emociones y sentimientos de orgullo y altivez propios de la vieja naturaleza. Sin embargo…
Jehová es mi pastor; nada me faltará. (2) En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará.  (3)  Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (Sal_23:1-3 RV60).
Por ejemplo, acerca de las cosas que te pueden causar afán y aflicción como el sustento diario, el comer y el vestir, que su único propósito es desenfocarte de una vida de servicio, tu Padre celestial te instruye sencillamente que:
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat_6:33 RV60).
Dios es tu Padre amoroso y Él sabe que tienes necesidades y las va a satisfacer todas: Él es tu pastor y nada te faltará. Sólo necesitas confiar en Él y creerle a Su Palabra.
En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?  (2)  Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, (3) y dijo:  De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat_18:1-3 RV60).
Esta necesidad de sentirse valiosos e importantes radica en complejos de inferioridad propios de la vieja naturaleza. A los niños no les interesan esas cosas sino jugar y disfrutar con Su Padre. Los niños le dejan las preocupaciones a su papá.
¿Cómo Jesús, siendo el Hijo de Dios pudo venir a servirnos a nosotros en lugar de que nosotros le sirviéramos a Él? Pues, Jesús sabía perfectamente bien quien era Él. Lo manifestó desde los doce años de edad cuando José y María lo extraviaron y lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles. Jesús le respondió a María: Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? (Luc 2.49).
La Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, dice de ti y de mí que ahora, en Cristo Jesús somos Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo exactamente igual a Jesús, sólo que Él es el primogénito entre muchos hermanos.
Porque a los que antes conoció,  también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo,  para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8:29 RV60).
Así que tenemos la misma posición e identidad que Él tiene y es, precisamente esto, lo que nos permite vencer. Aquí está la respuesta a cómo hacer que sucedan las cosas que en la Palabra de Dios se nos pide que hagamos: ¡creyendo!
Creyendo que somos las Hijas e Hijos que Dios en Su Palabra dice que somos. Piénsalo bien, si eres un(a) Hijo(a) del dueño y Señor del Universo, y lo sabes bien y además LO CREES (con certeza absoluta), ¿qué te puede impedir ser manso y humilde como lo es Él? ¿Nada! ¿Qué mentira del demonio podría desubicarte para volverá dar lugar al orgullo y la altivez? ¡Ninguna!
La Biblia es la Palabra de Dios y es la verdad. ¿Por qué estar luchando contra una naturaleza egoísta y orgullosa cuando la Biblia dice que hemos Nacido de Nuevo en Cristo Jesús y no de una simiente corruptible sino de la incorruptible Palabra de Dios? Si luchamos contra la vieja naturaleza la estamos aceptando, si creemos que somos Nacidos de Nuevo incorruptibles, como dice la Biblia, entonces renovamos el espíritu de nuestra mente, nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre,  que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre,  creado según Dios  en la justicia y santidad de la verdad (Efe 4.22-24).
Por alguna razón Jesús mismo nos dice, si puedes creer, al que cree TODO le es posible.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que hermoso es saber y creer lo que hiciste por Amor a mí. Gracias por no haber escatimado a Tu propio Hijo Jesús, sino que lo entregaste por mí. Señor Jesús, muchas gracias porque Tú, siendo en forma de Dios, no estimaste el ser igual a Dios como cosa a que aferrarte, sino que Te despojaste a Ti mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, Te humillaste a Ti mismo, haciéndote obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Gracias porque con Tu muerte y resurrección, destruiste por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y así, me has hecho libre, pues yo, por el temor de la muerte estaba durante toda mi vida sujeto(a) a servidumbre. ¡Porque Tú moriste, mi vieja naturaleza, mi viejo(a) yo, murió contigo! ¡Porque Tú vives, yo también vivo! ¡La Vida Eterna que Tú tienes, es la misma que adquiriste para mí! ¡Puedo dejar de temerle a la muerte! ¡La muerte ya no se enseñorea más de mí! ¡Gracias! ¡Muchas gracias, Señor Jesús! Ahora puedo, con toda certeza declarar que, ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena, abundante y de servicio a los demás. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. ¡Gracias por mi Victoria sobre la muerte! ¡Ya no tengo temor! ¡Estoy asegurado(a)! ¡Tú eres mi escudo! En el nombre de Jesús. Amén
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
                                                                                   
Marzo 23                                           Mat 20.17-34 /  Núm 15-16 /  Ecl 10 












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