23 de Marzo
¡Cómo puedo, realmente, ponerme al servicio de los
demás!
¡Creyendo que en verdad soy
el(la) Hijo(a) de Dios que La Biblia dice que soy!
Por Riqui Ricón*
Mas entre vosotros no será así, sino que el
que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y
el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo
del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en
rescate por muchos (Mat 20.26-28).
En incontables ocasiones he
escuchado las exhortaciones que se nos hacen para ser humildes y mansos porque
es así como Dios lo quiere, sin embargo, como nunca me habían enseñado porqué
es que Dios pide esto y tampoco me enseñaron cómo conseguirlo (sólo me
señalaron el objetivo y la dirección hacia la cual debía andar), entonces pasé
mucho tiempo intentando agradar a Dios en esa área, sin llegar a conseguir lo
que pretendía: ser humilde y manso tal como lo es Él.
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas; (30) porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mat_11:29-30
RV1960).
La mansedumbre y la humildad son
un producto genuino de mi Identidad como Hijo de Dios Nacido de Nuevo. Son el
resultado de aprender de Él, de aprender de Su Palabra.
“La actitud de ustedes debe
ser como la de Cristo Jesús, (6) quien, siendo por naturaleza Dios, no
consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. (7)
Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza[b] de
siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. (8) Y
al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la
muerte, ¡y muerte de cruz!” (Flp_2:5-8 NVI).
Si tú has aceptado a Jesucristo
como tu Señor y Salvador, entonces has Nacido de Nuevo como un(a) Hijo(a) de
Dios. El viejo hombre o la vieja mujer que tú antes eras no existe más y ahora
tú eres una nueva creación y por lo tanto, participas de Su naturaleza divina
“Yo no he hablado por mi
propia cuenta; el Padre que me envió me ordenó qué decir y cómo decirlo. (50) Y
sé muy bien que su mandato es vida eterna. Así que todo lo que digo es lo que
el Padre me ha ordenado decir” (Jua_12:49-50 NVI).
Si te fijas, el servicio y la
humildad comienzan con la obediencia, y la obediencia fluye de la confianza, de
la relación que ahora tienes NO con un Dios Todopoderoso sino con tu Padre
celestial que te ama tanto que prefirió entregar a Su único Hijo antes que
perderte a ti.
“Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jua 3:16 RV60).
Y aunque tu Padre celestial sigue
siendo, desde luego, Dios Todopoderoso, la relación que ahora tienes con Él ya
no es más la de una criatura sino la de Su Hijo(a) amado(a). Es el Amor y
comunión que hay entre ustedes dos lo que ahora te impulsa a obedecer y servir
con humildad. Tal y como Jesús lo hizo.
“En esto se ha perfeccionado
el amor en nosotros, para que tengamos
confianza en el día del juicio; pues
como él es [tal como Jesús es],
así somos nosotros en este mundo” (1Jn 4:17 RV60).
Es así como podemos servir a los
demás con gozo y alegría, pues sólo la verdadera humildad, que fluye de mi
Identidad, me puede dar descanso a mi alma, a mis emociones y sentimientos,
pues Satanás, nuestro adversario, tratará de inculcarnos las emociones y
sentimientos de orgullo y altivez propios de la vieja naturaleza. Sin embargo…
“Jehová es mi pastor; nada me
faltará. (2) En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de
reposo me pastoreará. (3) Confortará mi alma; Me guiará por sendas de
justicia por amor de su nombre” (Sal_23:1-3 RV60).
Por ejemplo, acerca de las cosas
que te pueden causar afán y aflicción como el sustento diario, el comer y el
vestir, que su único propósito es desenfocarte de una vida de servicio, tu
Padre celestial te instruye sencillamente que:
“Mas buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat_6:33
RV60).
Dios es tu Padre amoroso y Él
sabe que tienes necesidades y las va a satisfacer todas: Él es tu pastor y
nada te faltará. Sólo necesitas confiar en Él y creerle a Su Palabra.
“En aquel tiempo los
discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los
cielos? (2) Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio
de ellos, (3) y dijo: De cierto os digo,
que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los
cielos” (Mat_18:1-3 RV60).
Esta necesidad de sentirse
valiosos e importantes radica en complejos de inferioridad propios de la vieja
naturaleza. A los niños no les interesan esas cosas sino jugar y disfrutar con
Su Padre. Los niños le dejan las preocupaciones a su papá.
¿Cómo Jesús, siendo el Hijo de
Dios pudo venir a servirnos a nosotros en lugar de que nosotros le sirviéramos
a Él? Pues, Jesús sabía perfectamente bien quien era Él. Lo manifestó desde los
doce años de edad cuando José y María lo extraviaron y lo encontraron en el
templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles.
Jesús le respondió a María: Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los
negocios de mi Padre me es necesario estar? (Luc 2.49).
La Biblia, que es la Palabra de
Dios y no miente, dice de ti y de mí que ahora, en Cristo Jesús somos Hijas e
Hijos de Dios Nacidos de Nuevo exactamente igual a Jesús, sólo que Él es el
primogénito entre muchos hermanos.
“Porque a los que antes
conoció, también los predestinó para que
fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8:29
RV60).
Así que tenemos la misma posición
e identidad que Él tiene y es, precisamente esto, lo que nos permite vencer.
Aquí está la respuesta a cómo hacer que sucedan las cosas que en la Palabra de
Dios se nos pide que hagamos: ¡creyendo!
Creyendo que somos las Hijas e
Hijos que Dios en Su Palabra dice que somos. Piénsalo bien, si eres un(a) Hijo(a)
del dueño y Señor del Universo, y lo sabes bien y además LO CREES (con certeza
absoluta), ¿qué te puede impedir ser manso y humilde como lo es Él? ¿Nada! ¿Qué
mentira del demonio podría desubicarte para volverá dar lugar al orgullo y la
altivez? ¡Ninguna!
La Biblia es la Palabra de Dios y
es la verdad. ¿Por qué estar luchando contra una naturaleza egoísta y orgullosa
cuando la Biblia dice que hemos Nacido de Nuevo en Cristo Jesús y no de una
simiente corruptible sino de la incorruptible Palabra de Dios? Si luchamos
contra la vieja naturaleza la estamos aceptando, si creemos que somos Nacidos
de Nuevo incorruptibles, como dice la Biblia, entonces renovamos el espíritu de
nuestra mente, nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo, creado
según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
En cuanto a la pasada manera
de vivir, despojaos del viejo hombre,
que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de
la verdad (Efe 4.22-24).
Por alguna razón Jesús mismo nos
dice, si puedes creer, al que cree TODO
le es posible.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que
hermoso es saber y creer lo que hiciste por Amor a mí. Gracias por no haber
escatimado a Tu propio Hijo Jesús, sino que lo entregaste por mí. Señor Jesús,
muchas gracias porque Tú, siendo en forma de Dios, no estimaste el ser igual a
Dios como cosa a que aferrarte, sino que Te despojaste a Ti mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, Te humillaste a Ti mismo, haciéndote obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz. Gracias porque con Tu muerte y resurrección, destruiste por
medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y
así, me has hecho libre, pues yo, por el temor de la muerte estaba durante toda
mi vida sujeto(a) a servidumbre. ¡Porque Tú moriste, mi vieja naturaleza, mi
viejo(a) yo, murió contigo! ¡Porque Tú vives, yo también vivo! ¡La Vida Eterna
que Tú tienes, es la misma que adquiriste para mí! ¡Puedo dejar de temerle a la
muerte! ¡La muerte ya no se enseñorea más de mí! ¡Gracias! ¡Muchas gracias,
Señor Jesús! Ahora puedo, con toda certeza declarar que, ¡Soy sano(a)! ¡Soy
libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y,
por la Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena, abundante y
de servicio a los demás. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida
en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud.
Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora
disfruto. ¡Gracias por mi Victoria sobre la muerte! ¡Ya no tengo temor! ¡Estoy
asegurado(a)! ¡Tú eres mi escudo! En el nombre de Jesús. Amén
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
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