21 de Marzo
¡No limites a Dios!
Por Riqui Ricón*
Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en
gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos
Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es
posible (Mat 19.25-26).
Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie
es el pueblo en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán
un mes entero! ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿o se juntarán
para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto? Entonces
Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás
si se cumple mi palabra, o no (Núm
11.21-23).
Es muy interesante lo
que la Escritura nos enseña el día de hoy. Nota que, así como los discípulos de
Jesús y Moisés, la mayoría de las personas que a Dios se acercan, tienen la muy
mala costumbre de ponerle límites al Poder y al Amor de Dios.
¡Cuántas veces lo ensañaron en el desierto, lo enojaron en la soledad!
Y volvían, y tentaban a Dios, y ponían límite al Santo de Israel (Sal
78.40-41 RV 2000).
Limitar a Dios
significa no creerle capaz de poder hacer algo por ti, y esto viene como
resultado de poner tu mirada, conocimiento y emociones en lo grande y difícil
del problema o situación que enfrentas, en lugar de creerle a Dios, de creerle
a Su Palabra, quien te dice claramente que para Él no hay nada imposible.
No permitas que la
realidad de tus circunstancias te abrume tanto que dejes de mirar a Jesús, el
autor y consumador de tu fe, pues en ese momento comenzarías a hundirte en el
mar de tus emociones y pudieras perder aquello que ya te pertenecía.
Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino
a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo:
¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no
temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo
vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven.
Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio
voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento
Jesús, extendiendo
la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de
poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo:
Verdaderamente eres Hijo de Dios (Mat
14.25-33).
Pedro dijo:
Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y Jesús
le contestó: Ven. Sólo eso necesitaba Pedro, una Palabra de Dios, pues él
estaba seguro de que si Dios lo decía, él, Pedro, podría caminar sobre las
aguas, igual que Jesús. Y así lo hizo, sólo que al final prestó más atención al
fuerte viento que a Jesús.
En este
instante de tu vida, ¿qué es lo que acapara tu atención, lo fuerte del viento o
la Palabra de Dios?
Limitar a Dios
significa no creerle capaz de querer hacer algo por ti. Sabes que tiene el
poder para hacerlo pero dudas respecto a si querrá hacerlo.
En una ocasión, le
pregunté a una madre de familia, quien tenía un hijo padeciendo una terrible
enfermedad congénita, si creía que Dios podría sanarlo; ella me respondió que
“tenía” que creerlo. No me dijo sí, tampoco me dijo no, ¡me dijo que era su
obligación creerlo! Su realidad era tan abrumadora que ella ni siquiera podía
creer en el poder de Dios. Mucho menos en Su Amor. Ella llegó a tal punto de
desesperación que sólo se sentía obligaba a creer. Esto es muy real y hay
millones de personas en la misma situación. El problema es que no hay fe en
esto y se ha limitado el Amor de Dios.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
Dios te ama
tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus pecados,
antes que perderte a ti.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).
Jesús no
tiene ningún interés en condenarte por lo que hayas hecho con tu vida, Él ya
pagó por eso con Su propia Sangre, ahora Él viene, con todo Su Amor, a
ofrecerte la Vida Eterna: una Vida Plena y Abundante.
Así que
limitas a Dios cuando dudas de Su Poder y de Su Amor por ti. Cuando dudas de Su
Palabra.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 1.3).
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que
lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las
cosas? (Ro 8.32).
¿Qué hombre
hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le
pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros
hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los
que le pidan? (Mat 7.9-11).
Ahora eres un(a)
Hija(o) Amada(o) de Dios y te puedo asegurar, por lo que dice la Biblia, que es
la Palabra de Dios, y no miente, que Él PUEDE Y QUIERE ayudarte con cualquier
problema, enfermedad o aflicción que tú estés enfrentando el día de hoy. ¡No
temas, cree solamente! ¡No limites Su Poder! ¡No limites Su Amor!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial,
quiero decirte que creo y recibo Tu Amor por mí. Gracias por Tu gran amor con que me Amas, que aun estando yo muerta(o) en mis delitos y pecados, me diste vida
juntamente con Cristo. ¡Por Tu Gracia soy salvo! Abba, Padre, vengo
en el nombre de Tu Hijo Jesucristo a declarar mi victoria sobre todo problema y
circunstancia. Tú has establecido que a los que te amamos TODAS LAS COSAS les
ayudan a bien y yo lo creo. Por eso declaro que esto que hoy estoy viviendo,
tarde que temprano, se volverá en un bien para mi vida, en el nombre de Jesús. ¡Tú
todo lo puedes! También sé que quieres ayudarme. Gracias Señor, porque no hay
forma en que yo vaya a perder, pues esta es la victoria que ha vencido al
mundo, mi fe. Mi fe en Ti, Padre eterno. Mi fe en Tu Palabra. Gracias Padre
porque no me has dejado nunca, ni me dejarás, porque me has amado con tan
grande amor y me has hecho tu Hija(o). Por lo que Tú hiciste en la cruz, Señor
Jesús, y por Tu Palabra, ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy próspera! ¡Soy más que
vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy
dichosa(o) para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús.
Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi
sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor,
la paz y el gozo que ahora disfruto. En el nombre de Jesús. Amén
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
21 Mat
19.16-30 / Núm 11-12 / Ecl 8
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