11
de Septiembre
¡No temas,
cree solamente!
Por
Riqui Ricón*
De cierto, de cierto os digo:
El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores
hará, porque yo voy al Padre (Jn 14.12).
¡Qué
declaración! ¡Qué sombrosa afirmación (porque es una afirmación), la que
Jesucristo hace al establecer en Su Palabra, la Biblia, que si crees en Él,
entonces tú harás las mismas obras que Jesús hizo y aún mayores porque –dijo
Él- yo voy al Padre (dando a entender que el único y todopoderoso Dios es Su
Padre pero TAMBIÉN es tu Padre).
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre
celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo más maravilloso
es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a
Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).
La clave,
el secreto, para que puedas hacer las obras que Jesús hizo, y aún mayores, está
en que conozcas y, sobre todo, CREAS que en Verdad eres un(a) legítimo(a) y
genuino(a) Hijo(a) de Dios. ¡Exactamente igual a Jesús!
En esto se ha perfeccionado el amor en
nosotros, para que tengamos confianza en
el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo (1 Jn 4.17).
Quizá el
día de hoy estés enfrentando graves problemas, enfermedades o tristezas y te
estés preguntando, ¿cómo podría yo siquiera parecerme un poquito a Jesús? Las
lecturas del programa para leer la Biblia en un año que corresponden al día de
hoy, te mostrarán cuán asombrosamente fácil es pasar de esa actitud de fracaso
y derrota a la permanente Victoria que te permita levantarte de cualquier
circunstancia y que comiences a hacer las mismas obras que Jesús hizo y aún
mayores.
¡Porque tú
tienes el mismo Padre que Jesús tiene!
Llegaron mensajeros e informaron a
Josafat: «Un enorme ejército de Edom* marcha contra ti desde más allá del mar
Muerto;* ya está en Hazezon-tamar» (este era otro nombre para En-gadi). Josafat
quedó aterrado con la noticia y le suplicó al SEÑOR que lo guiara. También
ordenó a todos en Judá que ayunaran (2 Cro 20.2-3 NTV).
Pon mucha
atención porque, quizá al igual que tú, el rey Josafat al mirar la enormidad de
su problema y constatar la falta de capacidad y recursos para enfrentarlo, tuvo
miedo. Sin embargo, actuó sabia y prudentemente: Buscó a Dios y puso TODA su
confianza en Él.
Josafat no
oró ni ayunó sólo un ratito mientras por otro lado buscaba ayuda y consejo de
sus amigos y allegados. ¡No! Josafat dominó su miedo al poner TODA su confianza
en el Señor.
Mientras él aún
hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha
muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? (Mar
5.35).
¡Mira a Jairo!
Él era un principal de la sinagoga que tenía la esperanza que Jesús sanará a su
hija moribunda, pero al parecer ya era demasiado tarde, ¡su hija había muerto!
¿Te puedes imaginar semejante problema? Jesús probablemente la hubiera salvado,
pero ahora que ya está muerta, ¡nada se puede hacer!
Pero Jesús, luego
que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree
solamente (Mar 5.36).
Y, ¿qué con
Marta ante la triste realidad de su hermano muerto desde hace cuatro días?
Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta,
la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro
días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? (Jn 11.39-40).
Lo más
emocionante de ser un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, esto es, de haber
recibido a Jesucristo como Señor y Salvador de tu Vida, es que ¡NÚNCA ES
DEMASIADO TARDE!
Sólo
tienes, como Josafat, que encontrar la forma de anular el temor que te
neutraliza y paraliza. Esto sólo lo puedes lograr al comenzar a creer; al creerle
a Dios creyendo Su Palabra.
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su
fuerza (Efe 6.10).
Pero, ¿cómo
se hace esto? ¡Cómo puedes fortalecerte en el Poder de la fuerza de Dios? Sólo
tienes que comprender que el Poder de la fuerza de Dios no son los ángeles, ni
los truenos y relámpagos. Tampoco Su brazo musculoso. El Poder de la fuerza de
Dios es Su Palabra, pues Él no necesita otra cosa más que hablar Su Palabra y
ésta sucederá.
Así que la fe es por el oír, y el oír,
por la palabra de Dios (Ro 10.17).
Por lo
tanto, al comenzar a leer y meditar la Biblia, constante y persistentemente,
recibes la FE que te da fuerzas, pues tienes la certeza y estás plenamente
convencido(a) que si Dios te prometió algo tocante a tu problema o necesidad,
entonces, ¡Él va a cumplir!
Mientras todos los hombres de Judá
estaban de pie ante el SEÑOR junto con sus esposas, sus hijos y aun los niños
pequeños, el Espíritu del SEÑOR vino sobre uno de los hombres allí presentes.
Se llamaba Jahaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de
Matanías, un levita, quien era un descendiente de Asaf. Dijo: «¡Escuchen
habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Escuche, rey Josafat! Esto dice el SEÑOR:
“¡No tengan miedo! No se desalienten
por este poderoso ejército, porque la batalla no es de ustedes sino de Dios.
Mañana, marchen contra ellos. Los encontrarán subiendo por la cuesta de Sis al
extremo del valle que da al desierto de Jeruel. Sin embargo, ustedes ni
siquiera tendrán que luchar. Tomen sus posiciones; luego quédense quietos y
observen la victoria del SEÑOR. Él está con ustedes, pueblo de Judá y de
Jerusalén. No tengan miedo ni se desalienten. ¡Salgan mañana contra ellos, porque
el SEÑOR está con ustedes!”» (2 Cro 20.13-17).
¿No te
parece familiar que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento
siempre que alguien busca sinceramente a Dios en momentos de necesidad, Dios
siempre responde: “No temas, Yo estoy contigo”?
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni
desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas (Jos 1.9).
Jehová es mi luz y mi
salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los
malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos
tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado (Sal 27. 1-3).
Cuando le vi, caí
como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el
último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de
los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades (Apo 1.17-18).
El temor,
el miedo, es todo lo contrario a la fe [fe es creerle a Dios, creyendo Su
Palabra] y su único propósito es estorbar y anular tu fe [creerle a Dios,
creyendo Su Palabra]. Tu adversario el diablo siempre te va a presionar con los
problemas y circunstancias. Y lo hará de tal forma que tratará de orillarte a
que pongas tus cinco sentidos y tus emociones en lo grande, difícil que te
parece problema, para que así él pueda robarte la Palabra de Dios y entonces tú
comiences a CREER que no hay solución o que es demasiado tarde.
El sembrador es
el que siembra la palabra. Y éstos son los de junto al camino: en quienes se
siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita
la palabra que se sembró en sus corazones. Estos son asimismo los que
fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento
la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración,
porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan (Mar 4.14-17).
Satanás
está derrotado y lo único que puede hacer es intentar engañarte con alguna
mentira para así (si crees la mentira), robarte la Verdad de la Palabra de Dios
que se sembró en tu corazón.
¡Satanás es
un perdedor!
Así que,
¡No temas, cree solamente! ¡Créele a Dios! ¡Créele a Su Palabra!
Así pues, la fe [creerle a Dios, creyendo Su Palabra] nace al oír el mensaje, y el mensaje
viene de la palabra de Cristo (Ro 10.17
DHH).
Entre otras
muchas cosas, la Palabra de Dios tiene el Poder de producir fe [esto es, creerle
a Dios, creyendo Su Palabra] en el corazón de aquellos que la escuchan con
intención o con propósito, en aquellos que honestamente están buscando a Dios.
Temprano a la mañana siguiente, el
ejército de Judá salió al desierto de Tecoa. De camino, el rey Josafat se
detuvo y dijo: «¡Escúchenme, habitantes de Judá y de Jerusalén! Crean en el
SEÑOR su Dios y podrán permanecer firmes. Créanles a sus profetas y tendrán
éxito» (2 Cro 20.20 NTV).
Después de
haber orado y escuchado la Palabra de Dios, el rey Josafat y el pueblo de Judá
adquirieron la FE [creerle a Dios, creyendo Su Palabra] necesaria para obtener
la Victoria.
Después de consultar con el pueblo, el
rey nombró cantores que caminaran delante del ejército cantando al SEÑOR y
alabándolo por su santo esplendor. Esto es lo que cantaban: «¡Den gracias al
SEÑOR; su fiel amor perdura para siempre!». Cuando comenzaron a cantar y a dar
alabanzas, el SEÑOR hizo que los ejércitos de Amón, de Moab y del monte Seir
comenzaran a luchar entre sí. Los ejércitos de Moab y de Amón se volvieron
contra sus aliados del monte Seir y mataron a todos y a cada uno de ellos.
Después de destruir al ejército de Seir, empezaron a atacarse entre sí. De modo
que cuando el ejército de Judá llegó al puesto de observación en el desierto,
no vieron más que cadáveres hasta donde alcanzaba la vista. Ni un solo enemigo
había escapado con vida. El rey Josafat y sus hombres salieron a recoger el
botín. Encontraron una enorme cantidad de objetos, vestidos* y otros artículos
valiosos, más de lo que podían cargar. ¡Había tanto botín que les llevó tres
días sólo para juntarlo! Al cuarto día se reunieron en el valle de la Bendición
[Valle de Beraca],* el cual recibió ese nombre aquel
día porque allí el pueblo alabó y agradeció al SEÑOR. Aún se conoce como valle
de la Bendición [Valle de Beraca] hasta el
día de hoy. Luego todos los hombres volvieron a Jerusalén, con Josafat a la
cabeza, rebosando de alegría porque el SEÑOR les había dado la victoria sobre
sus enemigos (2 Cro 20.21-27
NTV).
¿Qué le
impide a Dios que obre a tu favor esa gran salvación que estás necesitando el
día de hoy? ¡Sólo tu fe! Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
- Creer
¿qué? Me podrías decir. Pues creer que Dios te ama tanto que prefirió entregar
a Su propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3.16).
Creer que
eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Pues han nacido de nuevo pero no a una
vida que pronto se acabará. Su nueva vida durará para siempre porque proviene
de la eterna y viviente palabra de Dios (1 P 1.23
NTV).
Creer que todo
lo puedes.
Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece (Fil 4.13).
Creer que
de todo problema, angustia o enfermedad saldrás más que vencedor(a) por medio
de Aquel que te ha amado, Cristo Jesús.
Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó (Ro 8.37).
Creer que
en la cruz del calvario Jesucristo llevo todas tus enfermedades y sufrió todos
tus dolores y, por lo tanto, tienes derecho a la sanidad divina.
Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido
fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra
paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados (Isa 53.4-5).
En fin,
creer que en Verdad la Biblia es lo que tú dices que es: La Palabra de Dios.
Entonces, ¿Qué
impide que tú comiences hacer las mismas obras que Jesús hizo y aún mayores?
¡Sólo tu fe! Pues si puedes creerle a Dios, creyendo lo que Él dice acerca de
ti en Su Palabra, entonces, TODO te es posible.
Oremos en
voz audible:
Amado Padre celestial, en este día quiero volver a agradecerte por tanto
y tan grande Amor con que me has amado que estando yo muerto(a) en delitos y
pecados me diste Vida juntamente con Cristo. Y no cualquier tipo de Vida sino
que me diste la Vida Eterna de un(a) Hijo(a) Tuyo(a) Nacido(a) de Nuevo.
Gracias porque ahora Jesucristo es el primero entre muchos hermanos de los
cuales yo soy uno(a). Oh Dios, es algo tan asombroso saberme amado(a) de tal
manera. Jesús, por Tu sacrificio en la cruz, por Tu Sangre preciosa, Tu muerte
y resurrección, he sido justificado(a), perdonado(a), santificado(a) y
¡glorificado(a)! ¡Sí! ¡Glorificado(a)! Porque a los que antes conociste,
también los predestinaste para que fuesen hechos conformes a la imagen de Tu
Hijo, para que así Jesús sea el primogénito entre muchos hermanos. Y
a los que predestinaste, a éstos también llamaste; y a los que llamaste, a
éstos también justificaste; y a los que justificaste, a éstos también
glorificaste. Gracias por haber procurado para mí un camino de
salvación, un camino vivo y perfecto mediante la muerte y resurrección de Tu
Hijo, Jesús. Jesucristo, Tú eres mi Rey, Señor y Salvador. Tú me has trasladado
de las tinieblas a Tu luz admirable otorgándome Tu propia Vida. Gracias Señor
Jesús, por Ti soy Eterno(a). Juntamente contigo, ¡viviré para siempre! ¡Nunca
moriré! Padre celestial, yo creo y recibo esta identidad Eterna de Hijo(a) Tuyo(a).
¡Acepto el precio que se pagó por ella! Así que, Si Tú estás por mí, ¿quién
contra mí? Si no escatimaste ni a Tu propio Hijo, sino que lo
entregaste por Amor a mí, ¿cómo no me darás también con Él todas las cosas?
Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he vencido, pues
mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el
mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto
a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene
que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la
pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy
próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! Por todo esto, seguro(a) estoy que puedo hacer
las mismas cosas que tú hiciste, Señor Jesús, y aún mayores haré porque Tú
estás con el Padre, que es mi Padre. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un
año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre 11 Jn
14.1-14 / 2 Cr 20 / Sal 78.56-72
San
Juan 14.1-14
Jesús, el camino al Padre
14
1No se turbe
vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2En la casa
de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy,
pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me fuere y os
preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis. 4Y sabéis a dónde voy, y sabéis el
camino. 5Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo,
pues, podemos saber el camino? 6Jesús le dijo: Yo soy el camino, y
la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7Si me
conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le
habéis visto.
8Felipe le dijo:
Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. 9Jesús le dijo: ¿Tanto
tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?
10¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que
yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en
mí, él hace las obras. 11Creedme que yo soy en el Padre, y el
Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
12De cierto, de
cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también;
y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. 13Y todo lo que
pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en
el Hijo. 14Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
2
Crónicas 20
Victoria sobre Moab y Amón
20
1Pasadas estas
cosas, aconteció que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos otros de los
amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra. 2Y acudieron
algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Contra ti viene una gran multitud
del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadi.
3Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a
Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. 4Y se reunieron los de
Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas las ciudades de Judá
vinieron a pedir ayuda a Jehová.
5Entonces Josafat
se puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehová,
delante del atrio nuevo; 6y dijo: Jehová Dios de nuestros padres,
¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las
naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?
7Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu
pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo
para siempre? 8Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en
ella santuario a tu nombre, diciendo: 9Si mal viniere sobre
nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos
delante de esta casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y a
causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás.
10Ahora, pues, he aquí los hijos de Amón y de Moab, y los del monte de
Seir, a cuya tierra no quisiste que pasase Israel cuando venía de la tierra de
Egipto,
sino que se apartase de ellos, y no los destruyese; 11he aquí
ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste en
posesión. 12¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú? Porque en
nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no
sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos.
13Y todo Judá
estaba en pie delante de Jehová, con sus niños y sus mujeres y sus hijos.
14Y estaba allí Jahaziel hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de
Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, sobre el cual vino el
Espíritu de Jehová en medio de la reunión; 15y dijo: Oíd, Judá
todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así:
No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es
vuestra la guerra, sino de Dios. 16Mañana descenderéis contra
ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al
arroyo, antes del desierto de Jeruel. 17No habrá para qué peleéis
vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con
vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra
ellos, porque Jehová estará con vosotros.
18Entonces
Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de
Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová. 19Y
se levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para
alabar a Jehová el Dios de Israel con fuerte y alta voz.
20Y cuando se
levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos
salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén.
Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y
seréis prosperados. 21Y habido consejo con el pueblo, puso a
algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados,
mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su
misericordia es para siempre. 22Y cuando comenzaron a entonar
cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte
de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron
los unos a los otros. 23Porque los hijos de Amón y Moab se
levantaron contra los del monte de Seir para matarlos y destruirlos; y cuando
hubieron acabado con los del monte de Seir, cada cual ayudó a la destrucción de
su compañero.
24Y luego que
vino Judá a la torre del desierto, miraron hacia la multitud, y he aquí yacían
ellos en tierra muertos, pues ninguno había escapado. 25Viniendo
entonces Josafat y su pueblo a despojarlos, hallaron entre los cadáveres muchas
riquezas, así vestidos como alhajas preciosas, que tomaron para sí, tantos, que
no los podían llevar; tres días estuvieron recogiendo el botín, porque era
mucho. 26Y al cuarto día se juntaron en el valle de Beraca; porque
allí bendijeron a Jehová, y por esto llamaron el nombre de aquel paraje el
valle de Beraca, hasta hoy. 27Y todo Judá y los
de Jerusalén, y Josafat a la cabeza de ellos, volvieron para regresar a
Jerusalén gozosos, porque Jehová les había dado gozo librándolos de sus
enemigos. 28Y vinieron a Jerusalén con salterios, arpas y
trompetas, a la casa de Jehová. 29Y el pavor de Dios cayó sobre
todos los reinos de aquella tierra, cuando oyeron que Jehová había peleado
contra los enemigos de Israel. 30Y el reino de Josafat tuvo paz,
porque su Dios le dio paz por todas partes.
Resumen del reinado de Josafat
(1 R. 22.41–50)
31Así reinó
Josafat sobré Judá; de treinta y cinco años era cuando comenzó a reinar, y
reinó veinticinco años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Azuba, hija de
Silhi. 32Y anduvo en el camino de Asa su padre, sin apartarse de
él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehová. 33Con todo eso, los
lugares altos no fueron quitados; pues el pueblo aún no había enderezado su
corazón al Dios de sus padres.
34Los demás
hechos de Josafat, primeros y postreros, he aquí están escritos en las palabras
de Jehú hijo de Hanani, del cual se hace mención en el libro de los reyes de
Israel.
35Pasadas estas
cosas, Josafat rey de Judá trabó amistad con Ocozías rey de Israel, el cual era
dado a la impiedad, 36e hizo con él compañía para construir naves
que fuesen a Tarsis; y construyeron las naves en Ezión-geber. 37Entonces
Eliezer hijo de Dodava, de Maresa, profetizó contra Josafat, diciendo: Por
cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová destruirá tus obras. Y las naves
se rompieron, y no pudieron ir a Tarsis.
Salmo 78.56-72
56 Pero ellos
tentaron y enojaron al Dios Altísimo,
Y no
guardaron sus testimonios;
57 Sino que se
volvieron y se rebelaron como sus padres;
Se volvieron
como arco engañoso.
58 Le enojaron
con sus lugares altos,
Y le
provocaron a celo con sus imágenes de talla.
59 Lo oyó Dios
y se enojó,
Y en gran
manera aborreció a Israel.
60 Dejó, por
tanto, el tabernáculo de Silo,
La tienda en
que habitó entre los hombres,
61 Y entregó a
cautiverio su poderío,
Y su gloria
en mano del enemigo.
62 Entregó
también su pueblo a la espada,
Y se irritó
contra su heredad.
63 El fuego
devoró a sus jóvenes,
Y sus
vírgenes no fueron loadas en cantos nupciales.
64 Sus
sacerdotes cayeron a espada,
Y sus viudas
no hicieron lamentación.
65 Entonces
despertó el Señor como quien duerme,
Como un
valiente que grita excitado del vino,
66 E hirió a
sus enemigos por detrás;
Les dio perpetua afrenta.
67 Desechó la
tienda de José,
Y no escogió
la tribu de Efraín,
68 Sino que
escogió la tribu de Judá,
El monte de
Sion, al cual amó.
69 Edificó su
santuario a manera de eminencia,
Como la
tierra que cimentó para siempre.
70 Eligió a
David su siervo,
Y lo tomó de
las majadas de las ovejas;
71 De tras las
paridas lo trajo,
Para que
apacentase a Jacob su pueblo,
Y a Israel
su heredad.
72 Y los
apacentó conforme a la integridad de su corazón,
Los pastoreó
con la pericia de sus manos.
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