25 de Julio
Por Riqui Ricón*
De la misma manera, tomó la copa después de haber cenado y dijo:
"Esta copa es el nuevo pacto de Dios con vosotros, sellado con mi sangre.
Siempre que bebáis esta copa, hacedlo en memoria de mí" (1
Co 11.25).
¿Sabes a qué se refiere Jesús cuando
establece un Nuevo Pacto en Su Sangre?
Si tú puedes hoy dar cabal respuesta a
esta pregunta, te aseguro que tu vida nunca más será la misma. Comenzarás a ser
esa persona capaz, sana, poderosa y feliz que Dios ha determinado que tú seas.
La Promesa del Nuevo Pacto fue dada
por Dios a través del ministerio del profeta Jeremías. Esto nos ubica en el
momento preciso en la historia de Israel en que, por haber abandonado a Dios,
invalidando así el Pacto que tenían con Él, el Señor comienza a dar
cumplimiento a todas Sus Palabras respecto a los transgresores. Palabras que
durante tanto tiempo les fueron habladas por los profetas comenzaron a
cumplirse: el Templo y la Santa ciudad de Jerusalén fueron destruidos; el
pueblo fue muerto por hambre, espada y enfermedad; los sobrevivientes fueron
hechos esclavos y dispersados a otras naciones. A tal grado fueron avergonzados
y confundidos que parecían más un pueblo maldito que aquel pueblo que alguna
vez fueron: el Pueblo Elegido de Dios.
Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor,
Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con
los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y
hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus
ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas,
que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros
padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro,
como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y
todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has
echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes,
de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. (Dan
9.4-8).
Así, Dios no pudo más sufrir la
naturaleza caída y corrompida de Su propio pueblo; del pueblo que había
adquirido para Sí mismo, mediante el
Antiguo Pacto.
En base a toda esta influencia que el
pecado genera en el ser humano, tú puedes ver en la Biblia que el diseño para
el Nuevo Pacto fue esbozado por David
cuando éste comprendió, por revelación del Espíritu de Dios, que por más que se
arrepintiera y pidiera perdón, la expiación de pecados ofrecida en el Antiguo
Pacto sólo cubría sus pecados momentáneamente, pero él seguiría siendo el mismo
hombre atado a la ley del pecado y de la muerte.
David había cometido adulterio con
Betsabé y cuando ésta quedo embarazada por ese adulterio, entonces David mandó
asesinar al esposo.
Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha
dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la
mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu
seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría
añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová,
haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste
por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón (2 S 12.7-9).
Y aunque David se arrepintió y fue
perdonado, él entendió que sólo un milagro departe de Dios podría librarlo de
esa naturaleza carnal vendida al pecado. Comprendió que si Dios no hacia una
obra portentosa en su naturaleza humana, entonces el seguiría siendo el mismo
miserable pecador.
Fue entonces que clamó a Dios para que
Éste interviniera directamente en su persona para hacer de él un hombre
totalmente diferente al que hasta ese momento era:
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu
recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo
Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.
Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se
convertirán a ti (Sal 51.10-13).
Dicha intervención divina y supernatural
es totalmente indispensable porque un hombre o mujer justificado(a) bajo la
sangre del Antiguo Pacto, irremisiblemente volverá a pecar.
La mentalidad pecaminosa es enemiga de
Dios, pues no se somete a la ley de
Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa
no pueden agradar a Dios (Ro 8.7-8 NVI).
El viejo hombre (mujer), el hombre
(mujer) NO redimido por la Sangre de Jesús tiene una mentalidad pecaminosa y es
enemigo(a) de Dios. Es por naturaleza, totalmente incapaz de someterse a la Ley
de Dios.
La antigua ley fue apenas una sombra de los bienes prometidos, no
la propia imagen de su realidad. Por eso, aun
estando en vigor y aunque los sacrificios se repetían año tras año, sin cesar,
no podía alcanzarse la meta de la salvación. De haberse "podido,
con un solo sacrificio hubiera sido suficiente: los fieles habrían quedado
definitivamente purificados y habrían dejado de sentirse culpables de pecado.
Pero, al contrario, los sacrificios anuales les recordaban sus pecados, los
cuales no podía quitar la sangre de los toros y de los machos cabríos (He
10.1-4 CST).
Así es, un hombre o mujer no puede ser
justificado(a) bajo la sangre del Antiguo Pacto, pues sin lugar a dudas volverá
a pecar y volverá a colocarse así bajo la maldición del pecado que es la
muerte.
Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos
de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.22-23).
Es por esto que está declarado en la
Escritura que el Nuevo Pacto es un mejor Pacto, establecido sobre mejores
promesas.
- A diferencia
del Antiguo Pacto, el Nuevo Pacto tiene una garantía. Lo más hermoso de
esto, es el hecho maravilloso que Jesucristo mismo, el primogénito de
entre los muertos, es quién garantiza el Nuevo Pacto.
Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto (He
7.22).
- El Nuevo
Pacto es un Pacto perfecto.
Pero
ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto,
establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin
defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo (He
8.6-7).
- El Nuevo
Pacto es Eterno y, por lo tanto, no se puede invalidar.
Porque yo Jehová soy amante del derecho,
aborrecedor del latrocinio para holocausto; por tanto, afirmaré en verdad su obra, y haré con ellos pacto
perpetuo. Y la descendencia de ellos será conocida entre
las naciones, y sus renuevos en medio de los pueblos; todos los que los vieren, reconocerán que son linaje bendito de Jehová (Isa
61.8-9).
Y
haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y
pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios,
y ellos me serán por pueblo (Eze 37.26-27).
- Jesús es
también el sumo sacerdote del Nuevo Pacto.
Por lo tanto,
ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha
atravesado los cielos, aferrémonos a la
fe que profesamos. Porque no
tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la
misma manera que nosotros, aunque sin
pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para
recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la
necesitemos (He 4.14-16 NVI).
- ¡La Garantía
del Nuevo Pacto es el Espíritu Santo!
En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron
marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta
que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios,* para
alabanza de su gloria (Efe 1.13-14 NVI).
- Así como Jesucristo es la pieza clave
para nuestra redención, el Espíritu Santo lo es para nuestra resurrección
(Vida Nueva), como Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
Porque
así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados (1
Co 15.22).
¿Acaso no saben ustedes que todos los que
fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar
en su muerte? Por tanto, mediante el
bautismo fuimos sepultados con él en su muerte,
a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder*
del Padre, también nosotros llevemos una
vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en su
muerte, sin duda también estaremos
unidos con él en su resurrección. Sabemos que lo que antes éramos* fue
crucificado con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos
del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado. Ahora bien, si hemos muerto
con Cristo, confiamos que también
viviremos con él. Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los
muertos, ya no puede volver a
morir; la muerte ya no tiene dominio
sobre él. En cuanto a su muerte, murió
al pecado una vez y para siempre; en
cuanto a su vida, vive para Dios. De la misma manera, también ustedes considérense muertos al
pecado, pero vivos para Dios en Cristo
Jesús (Ro 6.3-11 NVI).
- La Palabra de Dios es bastante clara en
cuanto que el propósito del sacrificio de Jesús va más allá de la mera
justificación y del perdón de tus pecados. Éstos, sólo son un requisito
para alcanzar el objetivo del Plan de Salvación: darte una Vida Nueva tal,
que puedas ser hecho(a) Hijo(a) de Dios y disfrutar de la Vida Eterna.
Esta
Vida Nueva sólo puede provenir del aliento de Dios, del espíritu de Vida en
Cristo Jesús: el Espíritu Santo.
Y si
el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en
ustedes, el mismo que levantó a Cristo
de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su
Espíritu, que vive en ustedes (Ro
8-11 NVI).
Así que, Jesús se responsabilizó de
todos tus pecados pagando cada uno de ellos con Su propia Vida. Él descendió al
infierno y ahí recibió todo el castigo por tus pecados. De acuerdo a la
Escritura, tú moriste ahí con Él y, por lo tanto, fuiste justificado(a).
Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto:
que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que
viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Co 5.14).
Así pues, el Espíritu Santo levantó a
Jesús de entre los muertos para hacer de Él el primer Hijo de Dios Nacido de
Nuevo. ¡Ya no es más el unigénito Hijo de Dios, sino el primogénito, el primero
entre muchos hermanos! (Ro 8.29).
Ahora, de la misma forma, el Espíritu
Santo, prometido con el Nuevo Pacto, ha hecho de ti un(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo.
Así Dios nos ha entregado sus
preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego
de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen
a tener parte en la naturaleza divina (2 P 1.4 NVI).
Todas y cada una de las promesas
hechas en la Biblia tienen su cumplimiento en la Sangre del Nuevo Pacto. Fueron
prometidas por Dios para que tú llegases a ser participante de Su naturaleza
divina.
Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco
varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser
que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Luc 1.34-35).
Como en el caso del nacimiento carnal
de Jesucristo, el Hijo de Dios, tú Nueva naturaleza divina (la de un(a) Hijo(a)
de Dios, con Vida Eterna), sólo puede ser impartida por el Espíritu Santo.
Es por todo esto que el Espíritu Santo
es la garantía del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús.
Es por todo esto que el Nuevo Pacto es
un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas.
Es por todo esto que, sin importar el
problema, enfermedad o situación que hoy estés enfrentando, tú has sido
creado(a) de Nuevo como un(a) Hijo(a) de Dios y, por lo tanto, en todas las
cosas saldrás más que vencedor(a) por medio de Su Amor, pues tú todo lo puedes
en Cristo Jesús, quien te fortalece.
MIREN
CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de
Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la
mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn
3.1 LPD).
Así que, el propósito de la muerte y
resurrección de Jesucristo NO fue pagar tus pecados (lo cual hizo como un mero
requisito), sino hacer de ti un(a) auténtico(a) y legítimo(a) Hijo(a) de Dios.
Ahora tú eres un(a) Hijo(a) Amado(a)
de Dios y Él, sin lugar a dudas, te ha de responder y velar por ti.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que hermosa es la Vida
Nueva que me has dado por medio de Tu Hijo. ¡La Vida Eterna! ¡Una Vida
totalmente Nueva, plena y abundante! Gracias mi Dios, por el Nuevo Pacto en la
Sangre de Jesús. Jesucristo, Tú eres mi Rey, Señor y Salvador y gracias a Ti,
hoy, yo ________________ (pon tu nombre aquí), al igual que Tú, también soy
un(a) Hijo(a) amado(a) de Nuestro Dios y Padre. Tengo Vida Eterna y la puedo (y
debo), vivir en plenitud y abundancia, pues además (como si fuera poco), te
tengo a Ti, Espíritu Santo como mi amigo y ayudador. Y aunque sé que en el
mundo tendré aflicciones, también me has dado Tu Palabra, la Biblia, para que
en Ti yo tenga paz, pues Tú has vencido al mundo y yo contigo. Gracias Señor,
pues esta identidad de Hijo(a) me permite amar a mis semejantes como a mí
mismo(a). Por tanto, como un(a) Hijo(a) del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús,
desecho el temor y la duda, me someto a Ti, Padre, a Tu Verdad y a Tu Palabra,
resisto al diablo, a sus engaños y mentiras y éste tiene que huir de mi vida. Ahora sé, que sé,
que en todas las cosas he de salir más que vencedor(a), pues todo lo puedo en
Cristo que me fortalece. ¡Ya he vencido al mundo! Pues mayor eres Tú, Espíritu
Santo, que estás en mí, y conmigo, que el que está en el mundo. Hoy tomo mi
identidad y con toda certeza y autoridad, resisto y hecho fuera de mi vida toda enfermedad, pobreza, tristeza,
depresión, soledad, temor y angustia. Cubro todo mi ser, espíritu, alma y
cuerpo, con la Sangre de Jesús y llamo y recibo toda la salud, amor, paz y gozo
que Tú, Jesucristo, compraste para mí al morir en la cruz. ¡Soy sano(a)! ¡Soy
libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy feliz! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de
Nuevo! Gracias a Ti, Señor Jesús. Gracias a la Sangre del Nuevo Pacto. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco
una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible
poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios.
Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo
he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí
acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta
la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque
quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente
Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta
simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre 23 1 Jn
1 /
2 Cr 34 / Sal 89:19-37
1 Juan 1
La palabra de vida
1 Lo que era
desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de
vida 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos
visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con
el Padre, y se nos manifestó); 3 lo que hemos visto y oído, eso
os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra
comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. 4 Estas
cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.
Dios es luz
5 Este es el mensaje que hemos oído de
él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6 Si
decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está
en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos
limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado,
le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
2 Crónicas 34
Reinado de Josías
(2 R. 22.1-2)
34 De ocho años
era Josías cuando comenzó a reinar, y treinta y un años reinó en Jerusalén.
2 Este hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en los
caminos de David su padre, sin apartarse a la derecha ni a la izquierda.
Reformas de Josías
(2 R. 23.4-20)
3 A los ocho años de su reinado,
siendo aún muchacho, comenzó a buscar al Dios de David su padre; y a los doce
años comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, imágenes de
Asera, esculturas, e imágenes fundidas. 4 Y derribaron delante
de él los altares de los baales, e hizo pedazos las imágenes del sol, que
estaban puestas encima; despedazó también las imágenes de Asera, las esculturas
y estatuas fundidas, y las desmenuzó, y esparció el polvo sobre los sepulcros
de los que les habían ofrecido sacrificios. 5 Quemó además los
huesos de los sacerdotes sobre sus altares, y limpió a Judá y a Jerusalén.
6 Lo mismo hizo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y
hasta Neftalí, y en los lugares asolados alrededor. 7 Y cuando
hubo derribado los altares y las imágenes de Asera, y quebrado y desmenuzado
las esculturas, y destruido todos los ídolos por toda la tierra de Israel,
volvió a Jerusalén.
Hallazgo del libro
de la ley
(2 R. 22.3--23.3)
8 A los dieciocho años de su reinado,
después de haber limpiado la tierra y la casa, envió a Safán hijo de Azalía, a
Maasías gobernador de la ciudad, y a Joa hijo de Joacaz, canciller, para que
reparasen la casa de Jehová su Dios. 9 Vinieron éstos al sumo
sacerdote Hilcías, y dieron el dinero que había sido traído a la casa de
Jehová, que los levitas que guardaban la puerta habían recogido de mano de
Manasés y de Efraín y de todo el remanente de Israel, de todo Judá y Benjamín,
y de los habitantes de Jerusalén. 10 Y lo entregaron en mano de
los que hacían la obra, que eran mayordomos en la casa de Jehová, los cuales lo
daban a los que hacían la obra y trabajaban en la casa de Jehová, para reparar
y restaurar el templo. 11 Daban asimismo a los carpinteros y
canteros para que comprasen piedra de cantería, y madera para los armazones y
para la entabladura de los edificios que habían destruido los reyes de Judá. 12 Y
estos hombres procedían con fidelidad en la obra; y eran sus mayordomos Jahat y
Abdías, levitas de los hijos de Merari, y Zacarías y Mesulam de los hijos de
Coat, para que activasen la obra; y de los levitas, todos los entendidos en
instrumentos de música. 13 También velaban sobre los
cargadores, y eran mayordomos de los que se ocupaban en cualquier clase de
obra; y de los levitas había escribas, gobernadores y porteros. 14 Y
al sacar el dinero que había sido traído a la casa de Jehová, el sacerdote
Hilcías halló el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés. 15 Y
dando cuenta Hilcías, dijo al escriba Safán: Yo he hallado el libro de la ley
en la casa de Jehová. Y dio Hilcías el libro a Safán. 16 Y
Safán lo llevó al rey, y le contó el asunto, diciendo: Tus siervos han cumplido
todo lo que les fue encomendado. 17 Han reunido el dinero que
se halló en la casa de Jehová, y lo han entregado en mano de los encargados, y
en mano de los que hacen la obra. 18 Además de esto, declaró el
escriba Safán al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me dio un libro. Y leyó
Safán en él delante del rey. 19 Luego que el rey oyó las
palabras de la ley, rasgó sus vestidos; 20 y mandó a Hilcías y
a Ahicam hijo de Safán, y a Abdón hijo de Micaía, y a Safán escriba, y a Asaías
siervo del rey, diciendo: 21 Andad, consultad a Jehová por mí y
por el remanente de Israel y de Judá acerca de las palabras del libro que se ha
hallado; porque grande es la ira de Jehová que ha caído sobre nosotros, por
cuanto nuestros padres no guardaron la palabra de Jehová, para hacer conforme a
todo lo que está escrito en este libro. 22 Entonces Hilcías y
los del rey fueron a Hulda profetisa, mujer de Salum hijo de Ticva, hijo de
Harhas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en el segundo
barrio, y le dijeron las palabras antes dichas. 23 Y ella
respondió: Jehová Dios de Israel ha dicho así: Decid al varón que os ha enviado
a mí, que así ha dicho Jehová: 24 He aquí yo traigo mal sobre
este lugar, y sobre los moradores de él, todas las maldiciones que están
escritas en el libro que leyeron delante del rey de Judá; 25 por
cuanto me han dejado, y han ofrecido sacrificios a dioses ajenos, provocándome
a ira con todas las obras de sus manos; por tanto, se derramará mi ira sobre
este lugar, y no se apagará. 26 Mas al rey de Judá, que os ha
enviado a consultar a Jehová, así le diréis: Jehová el Dios de Israel ha dicho
así: Por cuanto oíste las palabras del libro, 27 y tu corazón
se conmovió, y te humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este
lugar y sobre sus moradores, y te humillaste delante de mí, y rasgaste tus
vestidos y lloraste en mi presencia, yo también te he oído, dice Jehová. 28 He
aquí que yo te recogeré con tus padres, y serás recogido en tu sepulcro en paz,
y tus ojos no verán todo el mal que yo traigo sobre este lugar y sobre los
moradores de él. Y ellos refirieron al rey la respuesta. 29 Entonces
el rey envió y reunió a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 30 Y
subió el rey a la casa de Jehová, y con él todos los varones de Judá, y los
moradores de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, desde el
mayor hasta el más pequeño; y leyó a oídos de ellos todas las palabras del
libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová. 31 Y
estando el rey en pie en su sitio, hizo delante de Jehová pacto de caminar en
pos de Jehová y de guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos,
con todo su corazón y con toda su alma, poniendo por obra las palabras del
pacto que estaban escritas en aquel libro. 32 E hizo que se
obligaran a ello todos los que estaban en Jerusalén y en Benjamín; y los
moradores de Jerusalén hicieron conforme al pacto de Dios, del Dios de sus
padres. 33 Y quitó Josías todas las abominaciones de toda la
tierra de los hijos de Israel, e hizo que todos los que se hallaban en Israel
sirviesen a Jehová su Dios. No se apartaron de en pos de Jehová el Dios de sus
padres, todo el tiempo que él vivió.
Salmos 89:19-37
19 Entonces hablaste en visión a
tu santo,
Y dijiste: He puesto el socorro sobre uno que es poderoso;
He exaltado a un escogido de mi pueblo.
Y dijiste: He puesto el socorro sobre uno que es poderoso;
He exaltado a un escogido de mi pueblo.
20 Hallé a David mi siervo;
Lo ungí con mi santa unción.
Lo ungí con mi santa unción.
21 Mi mano estará siempre con
él,
Mi brazo también lo fortalecerá.
Mi brazo también lo fortalecerá.
22 No lo sorprenderá el enemigo,
Ni hijo de iniquidad lo quebrantará;
Ni hijo de iniquidad lo quebrantará;
23 Sino que quebrantaré delante
de él a sus enemigos,
Y heriré a los que le aborrecen.
Y heriré a los que le aborrecen.
24 Mi verdad y mi misericordia
estarán con él,
Y en mi nombre será exaltado su poder.
Y en mi nombre será exaltado su poder.
25 Asimismo pondré su mano sobre
el mar,
Y sobre los ríos su diestra.
Y sobre los ríos su diestra.
26 El me clamará: Mi padre eres
tú,
Mi Dios, y la roca de mi salvación.
Mi Dios, y la roca de mi salvación.
27 Yo también le pondré por
primogénito,
El más excelso de los reyes de la tierra.
El más excelso de los reyes de la tierra.
28 Para siempre le conservaré mi
misericordia,
Y mi pacto será firme con él.
Y mi pacto será firme con él.
29 Pondré su descendencia para
siempre,
Y su trono como los días de los cielos.
Y su trono como los días de los cielos.
30 Si dejaren sus hijos mi ley,
Y no anduvieren en mis juicios,
Y no anduvieren en mis juicios,
31 Si profanaren mis estatutos,
Y no guardaren mis mandamientos,
Y no guardaren mis mandamientos,
32 Entonces castigaré con vara
su rebelión,
Y con azotes sus iniquidades.
Y con azotes sus iniquidades.
33 Mas no quitaré de él mi
misericordia,
Ni falsearé mi verdad.
Ni falsearé mi verdad.
34 No olvidaré mi pacto,
Ni mudaré lo que ha salido de mis labios.
Ni mudaré lo que ha salido de mis labios.
35 Una vez he jurado por mi
santidad,
Y no mentiré a David.
Y no mentiré a David.
36 Su descendencia será para
siempre,
Y su trono como el sol delante de mí.
Y su trono como el sol delante de mí.
37 Como la luna será firme para
siempre,
Y como un testigo fiel en el cielo. Selah
Y como un testigo fiel en el cielo. Selah
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué piensas al respecto?