martes, 17 de septiembre de 2019

¡Cómo derrotar la tristeza y la aflicción!




17 de Septiembre
¡Confiando en Dios!
Por Riqui Ricón*     
                                                 
Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).

Que asombrosa es la simpleza del camino que conduce a la felicidad del ser humano: ¡Confiar en Dios!

E igualmente sencilla es la clave para transitar por este camino de dicha y felicidad: ¡Creer! ¡Creerle a Dios, creyendo Su Palabra!

En realidad,  sin fe es imposible agradar a Dios,  ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan (He 11.6 NVI).

Si lo piensas bien, te darás cuenta que la única razón de la infelicidad humana es la incredulidad a la Palabra de Dios. Es esa duda latente y persistente que te cuestiona en tu mente si existirá Dios o no, si Su Palabra será la Verdad o no.

La desdicha del ser humano comienza cuando duda de la Palabra de Dios e ignora la Verdad.

Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz (Jn 18.37).

En cuanto al conocimiento de la Verdad y la búsqueda de la felicidad, es interesante notar que a pesar que han transcurrido miles de años, el dilema de la humanidad es el mismo que enfrentaron Adán y Eva allá en el huerto de Edén, esto es: mi Dios y creador DICE una cosa pero este animalito (la serpiente) DICE otra totalmente diferente, ¿quién de los dos DIRÁ la Verdad? ¿A cuál de los dos le voy a CREER?

El final de esa historia lo conoces muy bien, Adán y Eva NO CONFIARON en Dios y decidieron creerle a la serpiente. Adán y Eva negaron la Verdad para CREER una mentira y le dieron entrada al temor y a la infelicidad a sus vidas, y a la vida de todo el género humano.

Bienaventurado el hombre que pone su confianza en Jehovah, y no vuelve la mirada a los soberbios, ni a los que se enredan con la falsedad (Sal 40.4 RVA).

Confiar en Dios literalmente significa creerle a Él; significa creer lo que Él dice, pues toda Palabra que sale de Su boca es Verdad. Recuerda que Dios NO PUEDE mentir. Aunque quisiera hacerlo no puede hacerlo.

Quizá protestes, -Dios TODO lo puede.

Permíteme explicarte porque Dios NO PUEDE mentir, aunque Él, remotamente, quisiera hacerlo:

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios,  de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He 11.3).

Dado que el poder de la fuerza de Dios es Su Palabra, con la cual creó todo el universo (lo visible y lo invisible), podemos comprender que cualquier cosa que Dios dice se cumple forzosamente. Por esto Dios no puede mentir. Aunque Él quisiera hacerlo no podría, pues la mentira es todo lo contrario a la Verdad y, como ya vimos, toda palabra que sale de la boca de Dios es Verdad, ya que se cumple por sí misma.

Y dijo Dios: Sea la luz;  y fue la luz (Gen 1.3).

Por ejemplo, si el Señor quisiera jugarte una broma y se apareciera a ti, hoy martes, diciendo: “hola, ¿no te gusta la hermosa noche de viernes que les estoy dando?”; no podrías replicarle haberse equivocado, ya que, como Él es Dios, ¿qué crees que pasaría cuando las palabras “hermosa noche de viernes” salieran de Su boca? ¡Desde luego! A cambiar agendas y ajustar relojes porque, sin discusión alguna, se volvería viernes por la noche.

Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación (Sal 13.5 NVI).

Dios, el Todopoderoso, lo único que te pide es que confíes en Él, que creas a Su Palabra, que creas que tiene Palabra de Honor, pues, al fin de cuentas, Él no puede mentir.


Así que, efectivamente, hay una sola cosa que el Todopoderoso Dios no puede hacer, y eso es mentir.
Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, Cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion (Sal 84.5-7).

Te darás cuenta que no se trata aquí de si Dios es confiable o no, puesto que Su Palabra es la Verdad eterna e infalible. De lo que realmente trata tu Vida es de si decides tú confiar en Él o no. Se trata de si decides o no creerle a Su Palabra. Aunque, dado que  Dios es cien por ciento confiable, sería un tremendo error no creerle. ¿Verdad?

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17)

¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!

Al morir en esa cruz y resucitar, venciendo a la muerte, Jesús no sólo pagó tus pecados para hacerte justo delante de Dios, sino que, además, te transmitió Su propia Vida haciendo de ti un(a) genuino(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

¡Él vino para que tengas vida, y para que la tengas en abundancia!

Satanás viene a hurtar y matar y destruir. Pero ya no tiene ninguna autoridad sobre de ti. La única arma que tiene es la mentira. Con la mentira pretende infundirte duda y temor para que dejes de confiar en tu Padre celestial. Él utiliza las circunstancias para gritarte al oído: no sanarás esta vez; vas a morir; te vas a quedar sin dinero y cómo alimentarás a tu familia; tu matrimonio está acabado, pues ya no te ama; tu hijo(a) se perderá, no supiste educarlo, etc.

Todas esas mentiras te comenzarán a parecer muy reales en la medida que comiences a creerlas.

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).

Sólo la Biblia, que es la Palabra de Dios, y no miente, tiene el poder para hacerte libre de la duda y el temor. ¡Sólo la Verdad te puede hacer libre!

Qué afortunado es el que se apoya en ti, el que sólo piensa en andar en tus caminos. Cuando pasa por el valle de las Lágrimas, lo convierte en un oasis bendecido por la lluvia temprana  (Sal 84.5-6 PDT).

Dichoso(a) es el hombre o la mujer que se sabe un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios, ¡y lo cree! Pues toda su confianza está en Su Padre celestial, el Todopoderoso Dios. En lugar de sufrir y padecer este valle de lágrimas (que es lo que Satanás pretende), Tú estás destinado(a) por Dios a transformar tu vida en un oasis bendecido por la lluvia temprana.

Esto es lo que tu adversario, el diablo, más teme; que descubras y CREAS tu Verdadero propósito en este mundo: Que Tú eres un manantial de Vida Eterna en un mundo que está muriendo de sed.

Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad (Sal 84.11).

Ser íntegro(a) significa saber quién tu eres; significa creerlo y vivirlo. Ser íntegro(a) significa vivir conforme a la Verdad. Y la Verdad es que tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios (1 Jn 5.1a RVA).

La Verdad es que tú Naciste de Nuevo de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios.

pues habéis nacido de nuevo, no de simiente corruptible sino de incorruptible, por medio de la palabra de Dios que vive y permanece (1 P 1.23 RVA).

La Verdad es que tú eres muy amado(a) de tu Padre Celestial.

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).

Oremos en voz audible:

Amado padre celestial, hoy vengo delante de Ti para asegurarte que he puesto mi confianza en Tu Palabra. Señor Jesús, yo en Ti confío. Gracias, porque con Tu muerte y resurrección yo he pasado de muerte a vida, me trasladaste de las tinieblas en las que estaba a Tu luz admirable. Por Tu Amor, por Tu Sangre y por Tu Palabra he Nacido de Nuevo para recibir la Vida Eterna como un(a) Hija(o) de Dios. ¡Gracias, Señor Jesús! ¡Muchas gracias! En Ti confía mi corazón. En Ti se goza mi alma. En Ti descansa mi ser. Puedo ser feliz, pues aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú, Señor, estás conmigo. Creo y declaro que yo, ___________________ (tu nombre aquí), habito al abrigo del Altísimo y moro bajo la sombra del Omnipotente. Te digo a Ti, Jesús: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en Ti confiaré. Tú me librarás del lazo del cazador, de la peste destructora. Con Tus plumas me cubrirás, y debajo de Tus alas estaré segura(o); Escudo y adarga es Tu verdad. No temeré el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a mi lado mil, y diez mil a mi diestra; mas a mí no llegará. Ciertamente con mis ojos miraré y veré la recompensa de los impíos. Porque te he puesto a Ti, Jehová, que eres mi esperanza, al Altísimo por mi habitación, No me sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a Tus ángeles mandará acerca de mí, que me guarden en todos mis caminos. En las manos me llevarán, para que mi pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisaré; hollaré al cachorro del león y al dragón. Por cuanto en Ti, Jesús, yo he puesto mi amor, Tú también me librarás; me pondrás en alto, por cuanto he conocido Tu nombre. Te invocaré, y Tú me responderás; conmigo estarás Tú en la angustia; me librarás y me glorificarás. Me saciarás de larga vida, y me mostrarás Tu salvación. Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.

Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Septiembre 17                 Jn 18.19-38  /  2 Cr 27-28  /  Sal 84



San Juan 18.19-38
Anás interroga a Jesús
(Mt. 26.59–66; Mr. 14.55–64; Lc. 22.66–71)
19Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. 20Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. 21¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho. 22Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? 23Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? 24Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

Pedro niega a Jesús
(Mt. 26.71–75; Mr. 14.69–72; Lc. 22.58–62)
25Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No lo soy. 26Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? 27Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo.

Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1–2, 11–31; Mr. 15.1–20; Mt. 27.1–2, 11–31, Lc. 23.1–5, 13–25)
28Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua. 29Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? 30Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado. 31Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; 32para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.
33Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? 34Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? 35Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? 36Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. 37Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. 38Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad?

2 Crónicas 27-28
Reinado de Jotam
(2 R. 15.32–38)
27
1De veinticinco años era Jotam cuando comenzó a reinar, y dieciséis años reinó en Jerusalén. El nombre de su madre fue Jerusa, hija de Sadoc. 2E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho Uzías su padre, salvo que no entró en el santuario de Jehová. Pero el pueblo continuaba corrompiéndose. 3Edificó él la puerta mayor de la casa de Jehová, y sobre el muro de la fortaleza edificó mucho. 4Además edificó ciudades en las montañas de Judá, y construyó fortalezas y torres en los bosques. 5También tuvo él guerra con el rey de los hijos de Amón, a los cuales venció; y le dieron los hijos de Amón en aquel año cien talentos de plata, diez mil coros de trigo, y diez mil de cebada. Esto le dieron los hijos de Amón, y lo mismo en el segundo año y en el tercero. 6Así que Jotam se hizo fuerte, porque preparó sus caminos delante de Jehová su Dios. 7Los demás hechos de Jotam, y todas sus guerras, y sus caminos, he aquí están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. 8Cuando comenzó a reinar era de veinticinco años, y dieciséis reinó en Jerusalén. 9Y durmió Jotam con sus padres, y lo sepultaron en la ciudad de David; y reinó en su lugar Acaz su hijo.

Reinado de Acaz
(2 R. 16.1–20)
28
1De veinte años era Acaz cuando comenzó a reinar, y dieciséis años reinó en Jerusalén; mas no hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre. 2Antes anduvo en los caminos de los reyes de Israel, y además hizo imágenes fundidas a los baales. 3Quemó también incienso en el valle de los hijos de Hinom, e hizo pasar a sus hijos por fuego, conforme a las abominaciones de las naciones que Jehová había arrojado de la presencia de los hijos de Israel. 4Asimismo sacrificó y quemó incienso en los lugares altos, en los collados, y debajo de todo árbol frondoso.
5Por lo cual Jehová su Dios lo entregó en manos del rey de los sirios, los cuales lo derrotaron, y le tomaron gran número de prisioneros que llevaron a Damasco. Fue también entregado en manos del rey de Israel, el cual lo batió con gran mortandad. 6Porque Peka hijo de Remalías mató en Judá en un día ciento veinte mil hombres valientes, por cuanto habían dejado a Jehová el Dios de sus padres.7Asimismo Zicri, hombre poderoso de Efraín, mató a Maasías hijo del rey, a Azricam su mayordomo, y a Elcana, segundo después del rey.
8También los hijos de Israel tomaron cautivos de sus hermanos a doscientos mil, mujeres, muchachos y muchachas, además de haber tomado de ellos mucho botín que llevaron a Samaria. 9Había entonces allí un profeta de Jehová que se llamaba Obed, el cual salió delante del ejército cuando entraba en Samaria, y les dijo: He aquí, Jehová el Dios de vuestros padres, por el enojo contra Judá, los ha entregado en vuestras manos; y vosotros los habéis matado con ira que ha llegado hasta el cielo. 10Y ahora habéis determinado sujetar a vosotros a Judá y a Jerusalén como siervos y siervas; mas ¿no habéis pecado vosotros contra Jehová vuestro Dios? 11Oídme, pues, ahora, y devolved a los cautivos que habéis tomado de vuestros hermanos; porque Jehová está airado contra vosotros. 12Entonces se levantaron algunos varones de los principales de los hijos de Efraín, Azarías hijo de Johanán, Berequías hijo de Mesilemot, Ezequías hijo de Salum, y Amasa hijo de Hadlai, contra los que venían de la guerra. 13Y les dijeron: No traigáis aquí a los cautivos, porque el pecado contra Jehová estará sobre nosotros. Vosotros tratáis de añadir sobre nuestros pecados y sobre nuestras culpas, siendo muy grande nuestro delito, y el ardor de la ira contra Israel. 14Entonces el ejército dejó los cautivos y el botín delante de los príncipes y de toda la multitud. 15Y se levantaron los varones nombrados, y tomaron a los cautivos, y del despojo vistieron a los que de ellos estaban desnudos; los vistieron, los calzaron, y les dieron de comer y de beber, los ungieron, y condujeron en asnos a todos los débiles, y los llevaron hasta Jericó, ciudad de las palmeras, cerca de sus hermanos; y ellos volvieron a Samaria.
16En aquel tiempo envió a pedir el rey Acaz a los reyes de Asiria que le ayudasen. 17Porque también los edomitas habían venido y atacado a los de Judá, y habían llevado cautivos. 18Asimismo los filisteos se habían extendido por las ciudades de la Sefela y del Neguev de Judá, y habían tomado Bet-semes, Ajalón, Gederot, Soco con sus aldeas, Timna también con sus aldeas, y Gimzo con sus aldeas; y habitaban en ellas. 19Porque Jehová había humillado a Judá por causa de Acaz rey de Israel, por cuanto él había actuado desenfrenadamente en Judá, y había prevaricado gravemente contra Jehová. 20También vino contra él Tiglat-pileser rey de los asirios, quien lo redujo a estrechez, y no lo fortaleció. 21No obstante que despojó Acaz la casa de Jehová, y la casa real, y las de los príncipes, para dar al rey de los asirios, éste no le ayudó.
22Además el rey Acaz en el tiempo que aquél le apuraba, añadió mayor pecado contra Jehová; 23porque ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado, y dijo: Pues que los dioses de los reyes de Siria les ayudan, yo también ofreceré sacrificios a ellos para que me ayuden; bien que fueron éstos su ruina, y la de todo Israel. 24Además de eso recogió Acaz los utensilios de la casa de Dios, y los quebró, y cerró las puertas de la casa de Jehová, y se hizo altares en Jerusalén en todos los rincones. 25Hizo también lugares altos en todas las ciudades de Judá, para quemar incienso a los dioses ajenos, provocando así a ira a Jehová el Dios de sus padres. 26Los demás de sus hechos, y todos sus caminos, primeros y postreros, he aquí están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. 27Y durmió Acaz con sus padres, y lo sepultaron en la ciudad de Jerusalén, pero no lo metieron en los sepulcros de los reyes de Israel; y reinó en su lugar Ezequías su hijo. 

Salmo 84

Anhelo por la casa de Dios
Al músico principal; sobre Gitit. Salmo para los hijos de Coré.
     1     ¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos!
     2     Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová;
Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.
     3     Aun el gorrión halla casa,
Y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos,
Cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos,
Rey mío, y Dios mío.
     4     Bienaventurados los que habitan en tu casa;
Perpetuamente te alabarán.
Selah
     5     Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas,
En cuyo corazón están tus caminos.
     6     Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente,
Cuando la lluvia llena los estanques.
     7     Irán de poder en poder;
Verán a Dios en Sion.
     8     Jehová Dios de los ejércitos, oye mi oración;
Escucha, oh Dios de Jacob.
Selah
     9     Mira, oh Dios, escudo nuestro,
Y pon los ojos en el rostro de tu ungido.
     10     Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos.
Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios,
Que habitar en las moradas de maldad.
     11     Porque sol y escudo es Jehová Dios;
Gracia y gloria dará Jehová.
No quitará el bien a los que andan en integridad.
     12     Jehová de los ejércitos,
Dichoso el hombre que en ti confía.

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