miércoles, 18 de septiembre de 2019

¡Cómo resolver el asunto del pecado de una vez por todas!



18 de Septiembre

¡Con Una Naturaleza Totalmente Nueva!
Por Riqui Ricón*


Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, Y haz cesar tu ira de sobre nosotros (Sal 85.4).

Es muy interesante notar que la palabra hebrea shub, que se traduce aquí como restáuranos, es una raíz primaria que literalmente significa volverse, otra vez (como alguien que ya lo ha intentado anteriormente).

Vuélvenos, oh Dios, salud nuestra, y haz cesar tu ira de [sobre] nosotros (RV2000).

Ahora, restáuranos otra vez, oh Dios de nuestra salvación; aparta tu enojo de nosotros una vez más (NTV).

Dios y Salvador nuestro, sálvanos una vez más ahora, y acéptanos de nuevo (PDT).

El hecho de que esta súplica no representa un compromiso personal del ser humano para volverse atrás o arrepentirse, sino que esté dirigida a Dios para que sea Él quien actúe otra vez y así deje de estar enojado con nosotros, es altamente significativo y representativo de lo que realmente es el plan de redención y la Gracia de Dios para con la humanidad perdida.

El Amor que Dios siente por ti es tan grande que está dispuesto no solamente a perdonar tus pecados sino también a restaurar tu Vida.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí. No me expulses de tu presencia y no me quites tu Espíritu Santo.* Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte (Sal 51.10-12 NTV).

Mil años antes de Cristo el rey David reconoció, delante de Dios, haber cometido sendos pecados de adulterio y asesinato. Arrepentido, elevó a Dios la oración contenida en el Salmo 51 y puedes ver de nuevo que la súplica no va dirigida tanto al perdón de pecados como a la imperiosa necesidad de la intervención divina para hacer un cambio radical en la naturaleza del ser humano: ¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y haz de mí un espíritu totalmente Nuevo, capaz de creerte, creyendo tu Palabra. Quiero vivir por siempre en Tu Presencia. Nunca me quites Tu Espíritu Santo!

Esto es así porque tanto Dios como tú saben perfectamente que si te presentas a juicio delante de Él, no saldrás bien librado.

Y no entres en juicio con tu siervo; Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano (Sal 143.2).

David, por inspiración del Espíritu Santo, llegó a comprender que no bastaba con el sistema de sacrificios impuesto para la expiación de las culpas. Entendió que no era suficiente el simple perdón de pecados pues la naturaleza humana estaba corrompida por el pecado [que es la incredulidad a la Palabra de Dios].

«Dios es poderoso y temible; él impone la paz en los cielos. ¿Quién puede contar su ejército celestial? ¿No brilla su luz en toda la tierra? ¿Cómo puede un mortal ser inocente ante Dios? ¿Puede alguien nacido de mujer ser puro? Dios es más glorioso que la luna; brilla con más intensidad que las estrellas. Comparadas a él, las personas son gusanos; nosotros los mortales somos simples lombrices» (Job 25.2-6 NTV).

¡El ser humano no puede ni podrá jamás resolver el problema del pecado [la incredulidad a la Palabra de Dios], y la total falta de comunicación [comunión] con  Dios que éste [la incredulidad a la Palabra de Dios] produjo!

sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe [por creerle a Dios, creyendo Su Palabra] de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe [por creerle a Dios, creyendo Su Palabra] de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado (Gal 2.16-17).

Así que, la intervención divina en la naturaleza humana no sólo es necesaria sino indispensable.

Señor, has derramado admirables bendiciones sobre esta tierra. Has restaurado la fortuna y has perdonado los pecados de tu pueblo; has sepultado sus culpas, de modo que tu ira, tu ardiente enojo, ya se ha extinguido. Ahora, haz que volvamos a amarte, oh Señor, para que tu ira no tenga jamás que volver a alzarse contra nosotros… ¡Ay, revívenos! Entonces podrá tu pueblo volver a regocijarse en ti. Derrama sobre nosotros tu amor y bondad, Señor, y otórganos tu salvación (Sal 85.1-4, 6-7 BAD).

Como puedes ver, está es una enseñanza consistente en toda la Biblia: ¡El ser humano no se puede salvar a sí mismo! Y, además, no es suficiente el perdón, ni la purificación de tus pecados. ¡Necesitas una Nueva Naturaleza que sea incorruptible! Y eso, mi amado(a), sólo Dios lo puede hacer.

Sea de una forma u otra, el amor de Cristo nos controla.* Ya que creemos que Cristo murió por todos, también creemos que todos hemos muerto a nuestra vida antigua.* Él murió por todos para que los que reciben la nueva vida de Cristo ya no vivan más para sí mismos. Más bien, vivirán para Cristo, quien murió y resucitó por ellos. Así que hemos dejado de evaluar a otros desde el punto de vista humano. En un tiempo, pensábamos de Cristo sólo desde un punto de vista humano. ¡Qué tan diferente lo conocemos ahora! Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado! Y todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a él mismo por medio de Cristo (2 Co 5.14-18a NTV).

Pero, ¿cómo se resuelve el asunto del pecado [incredulidad a la Palabra de Dios] de una vez por todas? A través del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús.

Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados (Mat 26.27-28).

¿A qué se refería Jesucristo cuando dijo esto? Por supuesto que a la Palabra de Dios, pues Él sólo decía lo que escuchaba al Padre decir y sólo hacía lo que veía al Padre hacer.

He aquí que vienen días,  dice Jehová,  en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto;  porque ellos invalidaron mi pacto,  aunque fui yo un marido para ellos,  dice Jehová. Pero este es el [nuevo] pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días,  dice Jehová:  Daré mi ley en su mente,  y la escribiré en su corazón;  y yo seré a ellos por Dios,  y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo,  ni ninguno a su hermano,  diciendo:  Conoce a Jehová;  porque todos me conocerán,  desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,  dice Jehová;  porque perdonaré la maldad de ellos,  y no me acordaré más de su pecado (Jer 31.31-34).

Así que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús Dios pudo hacer de ti esa persona totalmente Nueva.

¡El Pacto en la Sangre de Jesús hace de ti un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!

siendo renacidos,  no de simiente corruptible,  sino de incorruptible,  por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).

Ya no eres más ese(a) hombre (mujer) pecador(a). Ahora eres exactamente la persona que la Biblia, la Palabra de Dios, dice que tú eres:

¡Todo lo puedes en Cristo que te fortalece (Fil 4.13)!

¡En todas las cosas eres más que vencedor(a) por medio de Aquel que te ha amado, Cristo Jesús (Ro 8.37)!

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!

Con Su muerte, Jesucristo pagó todos tus pecados; con Su resurrección te abrió el camino a la Vida Eterna que sólo pueden experimentar los Hijos de Dios!

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1).

Con este sacrificio de Amor, con este Plan de Redención o Nuevo Pacto, tu vieja naturaleza humana y el asunto del pecado han quedado totalmente resueltos.

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).

Ahora, como un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, eres libre de la ley del pecado y de la muerte para vivir esa Vida Plena y Victoriosa que Dios, tu Padre, siempre ha deseado para ti.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir;  yo he venido para que tengan vida,  y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

Así que, oremos en voz audible:

Amado padre celestial, hoy quiero agradecerte por tanto y tan grande Amor, que estando yo muerto(a) en delitos y pecados me diste Vida juntamente con Cristo Jesús. Gracias por haberme trasladado de las tinieblas a Tu Luz admirable. Gracias por haber deshecho mi vieja naturaleza vendida al pecado y haberme dotado de una Vida totalmente Nueva: ¡La Vida Eterna! ¡La Vida de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! Señor, este día pongo toda mi confianza en Tu Palabra. ¡Yo estoy en Cristo! Por lo tanto, soy Nueva creatura, las cosas viejas pasaron he aquí que TODAS son hechas nuevas. Así que, en Tu nombre, Jesús, una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,  y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta,  al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús, y aunque en valle de sombra y de muerte no voy a temer mal alguno porque Tú, Jesús, estás conmigo. Por cuanto en Ti, Jesús, yo he puesto mi amor, Tú también me librarás; me pondrás en alto, por cuanto he conocido Tu nombre. Te invocaré, y Tú me responderás; conmigo estarás Tú en la angustia; me librarás y me glorificarás. Me saciarás de larga vida, y me mostrarás Tu salvación. Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.

Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso? 
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios: 
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.


Septiembre 18          Jn 18.38b-19.16  /  2 Cr 29  /  Sal 85



San Juan 18.38b-19.16

Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito. 39Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? 40Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.
19
1Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó. 2Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; 3y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas. 4Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. 5Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! 6Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él. 7Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. 8Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. 9Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta. 10Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? 11Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.
12Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone. 13Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. 14Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! 15Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César. 16Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.

2 Crónicas 29
29
1Comenzó a reinar Ezequías siendo de veinticinco años, y reinó veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Abías, hija de Zacarías. 2E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre.
Ezequías restablece el culto del templo
3En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó. 4E hizo venir a los sacerdotes y levitas, y los reunió en la plaza oriental. 5Y les dijo: ¡Oídme, levitas! Santificaos ahora, y santificad la casa de Jehová el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia. 6Porque nuestros padres se han rebelado, y han hecho lo malo ante los ojos de Jehová nuestro Dios; porque le dejaron, y apartaron sus rostros del tabernáculo de Jehová, y le volvieron las espaldas. 7Y aun cerraron las puertas del pórtico, y apagaron las lámparas; no quemaron incienso, ni sacrificaron holocausto en el santuario al Dios de Israel. 8Por tanto, la ira de Jehová ha venido sobre Judá y Jerusalén, y los ha entregado a turbación, a execración y a escarnio, como veis vosotros con vuestros ojos. 9Y he aquí nuestros padres han caído a espada, y nuestros hijos, nuestras hijas y nuestras mujeres fueron llevados cautivos por esto. 10Ahora, pues, yo he determinado hacer pacto con Jehová el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el ardor de su ira. 11Hijos míos, no os engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis, y seáis sus ministros, y le queméis incienso.
12Entonces se levantaron los levitas Mahat hijo de Amasai y Joel hijo de Azarías, de los hijos de Coat; de los hijos de Merari, Cis hijo de Abdi y Azarías hijo de Jehalelel; de los hijos de Gersón, Joa hijo de Zima y Edén hijo de Joa; 13de los hijos de Elizafán, Simri y Jeiel; de los hijos de Asaf, Zacarías y Matanías; 14de los hijos de Hemán, Jehiel y Simei; y de los hijos de Jedutún, Semaías y Uziel. 15Estos reunieron a sus hermanos, y se santificaron, y entraron, conforme al mandamiento del rey y las palabras de Jehová, para limpiar la casa de Jehová. 16Y entrando los sacerdotes dentro de la casa de Jehová para limpiarla, sacaron toda la inmundicia que hallaron en el templo de Jehová, al atrio de la casa de Jehová; y de allí los levitas la llevaron fuera al torrente de Cedrón. 17Comenzaron a santificarse el día primero del mes primero, y a los ocho del mismo mes vinieron al pórtico de Jehová; y santificaron la casa de Jehová en ocho días, y en el día dieciséis del mes primero terminaron. 18Entonces vinieron al rey Ezequías y le dijeron: Ya hemos limpiado toda la casa de Jehová, el altar del holocausto, y todos sus instrumentos, y la mesa de la proposición con todos sus utensilios. 19Asimismo hemos preparado y santificado todos los utensilios que en su infidelidad había desechado el rey Acaz, cuando reinaba; y he aquí están delante del altar de Jehová.
20Y levantándose de mañana, el rey Ezequías reunió los principales de la ciudad, y subió a la casa de Jehová. 21Y presentaron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos para expiación por el reino, por el santuario y por Judá. Y dijo a los sacerdotes hijos de Aarón que los ofreciesen sobre el altar de Jehová. 22Mataron, pues, los novillos, y los sacerdotes recibieron la sangre, y la esparcieron sobre el altar; mataron luego los carneros, y esparcieron la sangre sobre el altar; asimismo mataron los corderos, y esparcieron la sangre sobre el altar. 23Después hicieron acercar delante del rey y de la multitud los machos cabríos para la expiación, y pusieron sobre ellos sus manos; 24y los sacerdotes los mataron, e hicieron ofrenda de expiación con la sangre de ellos sobre el altar, para reconciliar a todo Israel; porque por todo Israel mandó el rey hacer el holocausto y la expiación.
25Puso también levitas en la casa de Jehová con címbalos, salterios y arpas, conforme al mandamiento de David, de Gad vidente del rey, y del profeta Natán, porque aquel mandamiento procedía de Jehová por medio de sus profetas. 26Y los levitas estaban con los instrumentos de David, y los sacerdotes con trompetas. 27Entonces mandó Ezequías sacrificar el holocausto en el altar; y cuando comenzó el holocausto, comenzó también el cántico de Jehová, con las trompetas y los instrumentos de David rey de Israel. 28Y toda la multitud adoraba, y los cantores cantaban, y los trompeteros sonaban las trompetas; todo esto duró hasta consumirse el holocausto. 29Y cuando acabaron de ofrecer, se inclinó el rey, y todos los que con él estaban, y adoraron. 30Entonces el rey Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabasen a Jehová con las palabras de David y de Asaf vidente; y ellos alabaron con gran alegría, y se inclinaron y adoraron.
31Y respondiendo Ezequías, dijo: Vosotros os habéis consagrado ahora a Jehová; acercaos, pues, y presentad sacrificios y alabanzas en la casa de Jehová. Y la multitud presentó sacrificios y alabanzas; y todos los generosos de corazón trajeron holocaustos. 32Y fue el número de los holocaustos que trajo la congregación, setenta bueyes, cien carneros y doscientos corderos, todo para el holocausto de Jehová. 33Y las ofrendas fueron seiscientos bueyes y tres mil ovejas. 34Mas los sacerdotes eran pocos, y no bastaban para desollar los holocaustos; y así sus hermanos los levitas les ayudaron hasta que acabaron la obra, y hasta que los demás sacerdotes se santificaron; porque los levitas fueron más rectos de corazón para santificarse que los sacerdotes. 35Así, pues, hubo abundancia de holocaustos, con grosura de las ofrendas de paz, y libaciones para cada holocausto. Y quedó restablecido el servicio de la casa de Jehová. 36Y se alegró Ezequías con todo el pueblo, de que Dios hubiese preparado el pueblo; porque la cosa fue hecha rápidamente.

Salmo 85

Súplica por la misericordia de Dios sobre Israel
Al músico principal. Salmo para los hijos de Coré.
1 Fuiste propicio a tu tierra, oh Jehová;
Volviste la cautividad de Jacob.
2 Perdonaste la iniquidad de tu pueblo;
Todos los pecados de ellos cubriste.
Selah
3 Reprimiste todo tu enojo;
Te apartaste del ardor de tu ira.
4 Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación,
Y haz cesar tu ira de sobre nosotros.
5 ¿Estarás enojado contra nosotros para siempre?
¿Extenderás tu ira de generación en generación?
6 ¿No volverás a darnos vida,
Para que tu pueblo se regocije en ti?
7 Muéstranos, oh Jehová, tu misericordia,
Y danos tu salvación.
8 Escucharé lo que hablará Jehová Dios;
Porque hablará paz a su pueblo y a sus santos,
Para que no se vuelvan a la locura.
9 Ciertamente cercana está su salvación a los que le temen,
Para que habite la gloria en nuestra tierra.
10 La misericordia y la verdad se encontraron;
La justicia y la paz se besaron.
11 La verdad brotará de la tierra,
Y la justicia mirará desde los cielos.
12 Jehová dará también el bien,
Y nuestra tierra dará su fruto.
13 La justicia irá delante de él,
Y sus pasos nos pondrá por camino.


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