27
de septiembre
¡Creyéndole
a Dios, creyendo Su Palabra!
Por
Riqui Ricón*
Todo aquel que cree que Jesús es
el Cristo, es nacido de Dios… Porque todo lo que es nacido de Dios vence al
mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe (1 Jn
5.1a, 4).
Así es, si tú crees que Jesús es el Cristo, el Mesías Salvador de los
hombres, quien pagó con Su Sangre y con Su Vida el castigo de todos tus
pecados, entonces, tú, mi querido(a) hermano(a), según la Biblia, que es la
Palabra de Dios, y no miente, eres Nacido(a) de Dios.
Y, puesto que la Escritura establece que tú has Nacido de Nuevo no de simiente corruptible sino de
incorruptible por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P
1.23), entonces, Dios ha establecido en Su Palabra que tú eres el que vence al
mundo con tu fe, ¡creyéndole a Él, creyendo Su Palabra!
Efectivamente, Dios lo dice y es la verdad. No depende de si te sientes
o te ves en victoria en este momento de tu vida o si lo sientes o no lo
sientes, ni tampoco depende de si te ves a ti mismo(a) en victoria. Sólo
depende de si lo crees o no lo crees. Sólo depende de si en realidad crees que
la Biblia es la Palabra de Dios y que por lo tanto es la Verdad.
Dios no
es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo,
¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Num 23.19).
Es por esto
que la victoria que vence toda enfermedad, toda pobreza, toda angustia, toda
soledad, toda depresión y toda aflicción es tu fe, que es creerle a Dios,
creyendo Su Palabra. Así es, no sólo se trata de creer en Dios sino creerle a
Dios. Creer a Su Palabra, la Biblia.
Si acaso
llegas a pensar que estoy siendo demasiado reiterativo con lo de creerle a
Dios, creyendo Su Palabra, quisiera decirte que no lo he sido lo suficiente,
pues la única llave, la única clave, para que realices la Vida Plena y
Victoriosa que tu Padre celestial anhela para ti, está en que hagas de Su
Palabra, la Biblia, la norma máxima de tu existencia.
Estas cosas os he hablado para que en
mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al
mundo (Jn 16.33).
En medio de
cualquier problema, enfermedad o aflicción, tú puedes encontrar la perfecta Paz
en las Palabras de Jesús y puedes confiar en Él, pues Jesús ya ha vencido al
mundo.
Esta es tu
victoria; esta es tu paz y tu gozo: saber que Dios no puede mentir, que Él
tiene Palabra de Honor y primero el cielo y la tierra pasarán antes que deje de
cumplirte una sola de Sus Palabras.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Luc 21.33).
No son tus
circunstancias las que determinan tu victoria. No lo son los resultados médicos,
ni los muchos o pocos recursos económicos de los que dispongas. Tampoco lo son
tus habilidades o capacidades para resolver los conflictos y problemas
familiares. ¡Lo que determina tu victoria es tu fe!
Tú
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en
ti ha confiado. Confiad en
Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos (Isa 26.3-4).
Dios, tu Padre, se ha comprometido a guardarte
en completa paz cuando tú perseveras manteniéndote constante y persistentemente
confiando en Él, creyendo Su Palabra. Al fin y al cabo, Dios tiene Palabra de
Honor y si Él dice que en todas las cosas saldrás más que vencedor(a),
entonces, es cosa segura, puedes confiar que, efectivamente, saldrás más que
vencedor(a) por medio de Aquel que te ama, Cristo Jesús.
Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro 8.37).
Tu vida y tu victoria están garantizadas por la Palabra de Honor de tu
Padre celestial. ¡Puedes tener paz!
Os he dicho todas
estas cosas para que en mí encontréis vuestra paz. Siempre tendréis en el mundo
pruebas que os afligirán, pero confiad
en mí, porque yo he vencido al mundo (Jn 16.33
CST).
Confiar en Dios (creer que la Biblia es en
verdad la Palabra de Dios), es la clave para que comiences a vivir, de una vez
por todas, una vida plena y dichosa.
Jehová
de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).
Todas las cosas que la Biblia asegura acerca de
ti fueron declaradas por Dios en Su Palabra para que tú tengas la certeza que
Él te ama y que tuya es la Victoria:
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Recuerda siempre que Dios te ama tanto que
prefirió entregar a Su propio Hijo, Jesús, para que pagara todos tus pecados,
antes que perderte a ti.
Al
que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él
(2 Co 5.21).
Has sido declarado(a) justo(a) por Dios, y eso
es exactamente lo que tú eres, ¡Justo(a)!
Mirad qué grande
es el amor del Padre, que nos llamamos hijos de Dios, ¡y lo somos! Sin embargo,
el mundo no nos reconoce porque no conoce a Dios
(1 Jn 3.1 CST).
Literal y legítimamente, ahora eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacida(o) de
Nuevo.
porque en
vosotros se ha operado un nuevo nacimiento, que ya no es debido a una simiente
corruptible, sino a la incorruptible y permanente palabra de Dios
(1 P 1.23 CST).
A pesar de todo lo que el diablo pretende
hacerte creer, la Verdad es que tú YA NO ERES la misma persona que solías ser.
Ese (esa) pecador(a) vendido(a) al pecado y destinado(a) a la muerte eterna YA NO
EXISTE MÁS. ¡Murió en la cruz!
¿Qué otra cosa
podemos decir? ¿Seguiremos pecando, para que Dios pueda manifestar más
ampliamente su gracia salvadora? ¡De
ninguna manera! No podemos seguir viviendo bajo el dominio del pecado después
de haber muerto en lo que al pecado respecta. Entended esto: todos los que
hemos sido bautizados en el nombre de Cristo Jesús, por el hecho mismo del
bautismo estamos unidos a él en su muerte. Simbólicamente, nuestra vieja
naturaleza amante del pecado quedó muerta y sepultada con Cristo en el
bautismo, para que podamos andar en una maravillosa vida nueva, de acuerdo con
la nueva vida que él recibió al ser resucitado de entre los muertos por el
glorioso poder de Dios Padre. De este modo pasamos a formar parte de él mismo.
Por así decirlo, cuando él murió, nosotros morimos con él, pero ahora
compartimos su nueva vida porque también resucitamos con él en su resurrección
(Ro 6.1-5 CST).
¡Literal y
legítimamente TÚ ERES un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!
No en vano
la Escritura dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co 5.17).
Satanás
siempre tratará, una y otra vez, de convencerte que esto no es verdad, pero
recuerda:
Porque todo lo que es nacido de Dios
vence al mundo; y esta es la victoria
que ha vencido al mundo, nuestra fe [creerle a Dios, creyendo Su Palabra] (1 Jn 5.4).
Pues todo hijo de Dios vence este
mundo de maldad, y logramos esa victoria por medio de nuestra fe [creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra] (1 Jn 5.4 NTV).
Oremos en
voz audible:
Amado Padre
celestial, dichoso(a), mil veces feliz y pleno(a) el hombre y la mujer que en
Ti confían. Gracias porque puedo confiar en Ti. Yo confío en Ti, Señor Jesús.
Tú me guardas en completa paz. Tú eres mi luz y mi salvación, eres mi sanador y
libertador, me sostienes con Tu diestra de Justicia y me has dado la victoria.
Yo te creo Señor, creo Tu Palabra y no voy a temer. Desecho de mi vida la duda,
el temor y la incredulidad. Yo soy Tu Hijo(a) y puedo declarar con toda
certeza: Jehová
es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida;
¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis
angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y
cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque
contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado (Sal 27.1-3). Ante cualquier
circunstancia adversa, yo, ____________ (tu nombre aquí), creo y declaro que
Tú, Señor, aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; Seré ungido con aceite
fresco. Y mirarán mis ojos sobre mis enemigos; Oirán mis oídos de los que se
levantaron contra mí, de los malignos. Yo soy justo(a) y floreceré como la
palmera; Creceré como cedro en el Líbano. Estoy Plantado(a) en la casa de
Jehová, En los atrios de mi Dios floreceré. Aun en la vejez fructificaré;
Estaré vigoroso(a) y verde, Para anunciar que Tú, Jehová, mi fortaleza eres recto, Y que en Ti no hay
injusticia. Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he
vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el
que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y
amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a
Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni
la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)!
¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que
eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar
todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de
hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un
año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre 27 1 Jn
5 /
Es 3-4 / Sal 92
1
Juan 5
La fe que vence al mundo
5
1Todo aquel que
cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que
engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. 2En esto
conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus
mandamientos. 3Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus
mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. 4Porque
todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha
vencido al mundo, nuestra fe. 5¿Quién es el que vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
El testimonio del Espíritu
6Este es
Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino
mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el
Espíritu es la verdad. 7Porque tres son los que dan testimonio en
el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. 8Y
tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre;
y estos tres concuerdan. 9Si recibimos el testimonio de los
hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que
Dios ha testificado acerca de su Hijo. 10El que cree en el Hijo de
Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho
mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su
Hijo. 11Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna;
y esta vida está en su Hijo. 12El que tiene
al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
El conocimiento de la vida eterna
13Estas cosas os
he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis
que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.
14Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa
conforme a su voluntad, él nos oye. 15Y si sabemos que él nos oye
en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le
hayamos hecho. 16Si alguno viere a su hermano cometer pecado que
no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen
pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que
se pida. 17Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de
muerte.
18Sabemos que
todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue
engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.
19Sabemos que
somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.
20Pero sabemos
que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que
es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el
verdadero Dios, y la vida eterna. 21Hijitos, guardaos de los
ídolos. Amén.
Esdras
3-4
Restauración del altar y del culto
3
1Cuando llegó el
mes séptimo, y estando los hijos de Israel ya establecidos en las ciudades, se
juntó el pueblo como un solo hombre en Jerusalén. 2Entonces se
levantaron Jesúa hijo de Josadac y sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel
hijo de Salatiel y sus hermanos, y edificaron el altar del Dios de Israel, para
ofrecer sobre él holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés varón de
Dios. 3Y colocaron el altar sobre su base, porque tenían miedo de los pueblos
de las tierras, y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, holocaustos por la
mañana y por la tarde. 4Celebraron
asimismo la fiesta solemne de los tabernáculos, como está escrito, y
holocaustos cada día por orden conforme al rito, cada cosa en su día;
5además de esto, el holocausto continuo, las nuevas lunas, y todas las
fiestas solemnes de Jehová, y todo sacrificio espontáneo,
toda ofrenda voluntaria a Jehová. 6Desde el primer día del mes
séptimo comenzaron a ofrecer holocaustos a Jehová; pero los cimientos del
templo de Jehová no se habían echado todavía. 7Y dieron dinero a
los albañiles y carpinteros; asimismo comida, bebida y aceite a los sidonios y
tirios para que trajesen madera de cedro desde el Líbano por mar a Jope,
conforme a la voluntad de Ciro rey de Persia acerca de esto.
Colocación de los cimientos del templo
8En el año
segundo de su venida a la casa de Dios en Jerusalén, en el mes segundo,
comenzaron Zorobabel hijo de Salatiel, Jesúa hijo de Josadac y los otros sus
hermanos, los sacerdotes y los levitas, y todos los que habían venido de la
cautividad a Jerusalén; y pusieron a los levitas de veinte años arriba para que
activasen la obra de la casa de Jehová. 9Jesúa también, sus hijos
y sus hermanos, Cadmiel y sus hijos, hijos de Judá, como un solo hombre
asistían para activar a los que hacían la obra en la casa de Dios, junto con
los hijos de Henadad, sus hijos y sus hermanos, levitas.
10Y cuando los
albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes
vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con
címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de
Israel.
11Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él
es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban
los cimientos de la casa de Jehová. 12Y muchos de los sacerdotes,
de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la
casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz,
mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. 13Y no
podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del
lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de
lejos.
Los adversarios detienen la obra
4
1Oyendo los
enemigos de Judá y de Benjamín que los venidos de la cautividad edificaban el
templo de Jehová Dios de Israel, 2vinieron a Zorobabel y a los
jefes de casas paternas, y les dijeron: Edificaremos con vosotros, porque como
vosotros buscamos a vuestro Dios, y a él ofrecemos sacrificios desde los días
de Esar-hadón rey de Asiria, que nos hizo venir aquí.
3Zorobabel, Jesúa, y los demás jefes de casas paternas de Israel
dijeron: No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que
nosotros solos la edificaremos a Jehová Dios de Israel, como nos mandó el rey
Ciro, rey de Persia.
4Pero el pueblo
de la tierra intimidó al pueblo de Judá, y lo atemorizó para que no edificara.
5Sobornaron además contra ellos a los consejeros para frustrar sus
propósitos, todo el tiempo de Ciro rey de Persia y hasta el reinado de Darío
rey de Persia.
6Y en el reinado
de Asuero, en el principio de su reinado, escribieron
acusaciones contra los habitantes de Judá y de Jerusalén.
7También en días
de Artajerjes escribieron Bislam, Mitrídates, Tabeel y los demás compañeros
suyos, a Artajerjes rey de Persia; y la escritura y el lenguaje de la carta
eran en arameo. 8Rehum canciller y Simsai secretario escribieron
una carta contra Jerusalén al rey Artajerjes. 9En tal fecha
escribieron Rehum canciller y Simsai secretario, y los demás compañeros suyos
los jueces, gobernadores y oficiales, y los de Persia, de Erec, de Babilonia,
de Susa, esto es, los elamitas, 10y los demás pueblos que el
grande y glorioso Asnapar transportó e hizo habitar en las ciudades de Samaria
y las demás provincias del otro lado del río. 11Y esta es la copia
de la carta que enviaron: Al rey Artajerjes: Tus siervos del otro lado del río
te saludan. 12Sea notorio al rey, que los judíos que subieron de
ti a nosotros vinieron a Jerusalén; y edifican la ciudad rebelde y mala, y
levantan los muros y reparan los fundamentos. 13Ahora sea notorio
al rey, que si aquella ciudad fuere reedificada, y los muros fueren levantados,
no pagarán tributo, impuesto y rentas, y el erario de los reyes será
menoscabado. 14Siendo que nos mantienen del palacio, no nos es
justo ver el menosprecio del rey, por lo cual hemos enviado a hacerlo saber al
rey, 15para que se busque en el libro de las memorias de tus
padres. Hallarás en el libro de las memorias, y sabrás que esta ciudad es
ciudad rebelde, y perjudicial a los reyes y a las provincias, y que de tiempo
antiguo forman en medio de ella rebeliones, por lo que esta ciudad fue
destruida. 16Hacemos saber al rey que si esta ciudad fuere
reedificada, y levantados sus muros, la región de más allá del río no será
tuya.
17El rey envió
esta respuesta: A Rehum canciller, a Simsai secretario, a los demás compañeros
suyos que habitan en Samaria, y a los demás del otro lado del río: Salud y
paz. 18La carta que nos enviasteis fue leída claramente delante de
mí. 19Y por mí fue dada orden y buscaron; y hallaron que aquella
ciudad de tiempo antiguo se levanta contra los reyes y se rebela, y se forma en
ella sedición; 20y que hubo en Jerusalén reyes fuertes que
dominaron en todo lo que hay más allá del río, y que se les pagaba tributo,
impuesto y rentas. 21Ahora, pues, dad orden que cesen aquellos
hombres, y no sea esa ciudad reedificada hasta que por mí sea dada nueva
orden. 22Y mirad que no seáis negligentes en esto; ¿por qué habrá
de crecer el daño en perjuicio de los reyes?
23Entonces,
cuando la copia de la carta del rey Artajerjes fue leída delante de Rehum, y de
Simsai secretario y sus compañeros, fueron apresuradamente a Jerusalén a los
judíos, y les hicieron cesar con poder y violencia. 24Entonces
cesó la obra de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, y quedó suspendida
hasta el año segundo del reinado de Darío rey de Persia.
Salmo 92
Alabanza por la bondad de Dios
Salmo. Cántico para el día de reposo.
1 Bueno es
alabarte, oh Jehová,
Y cantar
salmos a tu nombre, oh Altísimo;
2 Anunciar
por la mañana tu misericordia,
Y tu
fidelidad cada noche,
3 En el
decacordio y en el salterio,
En tono
suave con el arpa.
4 Por cuanto
me has alegrado, oh Jehová, con tus obras;
En las obras de tus manos me
gozo.
5 ¡Cuán
grandes son tus obras, oh Jehová!
Muy
profundos son tus pensamientos.
6 El hombre
necio no sabe,
Y el
insensato no entiende esto.
7 Cuando
brotan los impíos como la hierba,
Y florecen
todos los que hacen iniquidad,
Es para ser
destruidos eternamente.
8 Mas tú,
Jehová, para siempre eres Altísimo.
9 Porque he
aquí tus enemigos, oh Jehová,
Porque he
aquí, perecerán tus enemigos;
Serán esparcidos todos los que
hacen maldad.
10 Pero tú
aumentarás mis fuerzas como las del búfalo;
Seré ungido
con aceite fresco.
11 Y mirarán
mis ojos sobre mis enemigos;
Oirán mis oídos de los que se
levantaron contra mí, de los malignos.
12 El justo
florecerá como la palmera;
Crecerá como
cedro en el Líbano.
13 Plantados
en la casa de Jehová,
En los
atrios de nuestro Dios florecerán.
14 Aun en la
vejez fructificarán;
Estarán
vigorosos y verdes,
15 Para
anunciar que Jehová mi fortaleza es recto,
Y que en él no hay injusticia.
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