14
de Julio
¡Una Vida
Totalmente Nueva con el Espíritu de Dios!
Por
Riqui Ricón*
Y
después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros
hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes
verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días (Jo 2.28-29).
La Biblia,
que es la Palabra de Dios y no miente, te enseña que Dios estableció un tiempo
para que Su Espíritu, el Espíritu Santo, fuese derramado sobre toda carne. Este
derramamiento del Espíritu tiene un propósito bien claro y definido, y lo
puedes encontrar establecido por el Amor de Dios para contigo a todo lo largo y
lo ancho de las Escrituras: ¡Revestirte con Su Poder!
Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho
temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con
palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y
de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de
los hombres, sino en el poder de Dios
(1 Co 2.3-5).
La
Presencia del Espíritu Santo es tan importante en tu vida como el aire que
respiras o los latidos de tu corazón para vivir. Él es la promesa del Padre que
debías esperar, la cual, dijo Jesús, oisteís de
mí, Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados
con el Espíritu Santo dentro de no muchos días (Hch 1.4-5).
Ahora bien,
esta promesa se cumplió cuando Jesús estableció el Nuevo Pacto en Su Sangre,
pues cuando Dios prometió el Nuevo Pacto en Jeremías 31.31-34 aseguró que Él,
Dios mismo, daría Su ley en tu mente y la escribiría en tu corazón. Así que, es
Él y no tú el que tiene que cumplir esta promesa. Y la forma en que lo hizo es
por si misma asombrosa: ¡Te dio Su propio Espíritu!
Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis
limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón
de carne. Y pondré dentro
de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra
(Eze 36.25-27).
Es por esta
razón y no otra, que tu vida cambió al instante que recibiste a Jesús como Señor
y Salvador de tu vida. ¡Dios cumplió, en ti, Su parte del Nuevo Pacto para tu
vida! Esto lo sé bien, pues por más de 30 años he escuchado y presenciado
testimonios de como las vidas son cambiadas al momento que pecadores y
pecadoras empedernidos aceptan el sacrificio de Jesús como el pago para la
redención de sus vidas.
De modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co
5.17).
El Nuevo
Nacimiento no es una doctrina religiosa sino una realidad espiritual de la
promesa del Nuevo Pacto que Dios hizo para asegurarse que podrías entrar al
Reino, no como un pecador salvo por gracia (o eres pecador o eres salvo), sino
como nueva creación, en novedad de vida: un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de
Nuevo y no de una simiente
corruptible sino de incorruptible por la Palabra de Dios que vive y permanece
para siempre (1 P 1.23).
En Cristo
Jesús, tú has sido hecho(a) justo(a), santo(a) y perfecto(a). Con Su muerte en
la cruz tú moriste al pecado y con Su resurrección recibiste una VIDA
TOTALMENTE NUEVA para ser un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios. Es por eso que ahora
también eres el templo o lugar de habitación de Su Santo Espíritu.
¿No se dan cuenta de que su cuerpo es
el templo del Espíritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado por Dios? (1 Co 6.19a NTV)
Nada de
esto sería posible sin el Espíritu Santo. Fue Él quien ayudó, instruyó y
manifestó Su Poder en la vida de Jesús. Fue Él quien lo levantó de los muertos,
haciendo de Jesús el primer Hijo de Dios Nacido de Nuevo. Y es Él quien, por el
Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, te hizo Nacer de Nuevo y ahora Vive en ti y
contigo para que creas y vivas en la certeza de que eres ese(a) Hijo(a) de Dios
que la Biblia dice que eres.
Y
nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene
de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido (1 Co 2.12).
Y lo que Dios te ha concedido es una Vida Nueva totalmente diferente:
¡La Vida Eterna de un(a) Hijo(a) de Dios!
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el
Padre, que se nos llame hijos de
Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él
(1 Jn 3.1 NVI).
Antes estabas muerto(a) en tus delitos y pecados, ahora Él te llama
Hijo(a) amado(a), y eso es lo que eres.
Antes estabas perdido(a), ahora ¡Todo lo puedes en Cristo que te
fortalece!
Antes estabas vencido(a) y fracasado(a), ahora ¡En todas las cosas eres
más que vencedor(a) por medio de Aquel que te amó!
Antes vivías esclavizado(a) por la angustia y el temor de este mundo,
ahora ¡Mayor es el que está en ti, que el que está en el mundo!
Bendito el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una
esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una
herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos
para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para
alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo
postrero (1 P 1.3-5).
Antes estabas solo(a) y abandonado(a), ahora tienes una esperanza viva;
has sido marcado(a) por Dios para una herencia incorruptible, incontaminada e
inmarcesible y eres guardado(a) por el poder de Dios cuando le crees a Él,
creyendo Su Palabra.
También en Cristo, vosotros, que
escuchasteis la palabra de la verdad, la buena nueva de la salvación, y que habéis
creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido. Este sello es
la garantía de la herencia que hemos de recibir, por la cual alabamos a nuestro
Dios glorioso (Efe 1.13-14 CST).
El Espíritu
Santo está en tu vida como el sello de garantía de todo lo que Dios ha dicho en
Su Palabra acerca de ti.
¡Él es
Dios, tu ayudador, consejero y mejor amigo! ¡No hay forma que puedas perder!
Jehová
de los ejércitos, Dichoso el hombre [la
mujer] que en ti confía (Sal 84.12).
El miedo,
la enfermedad, la tristeza o la depresión ya nada tienen en ti. ¡Has Nacido de
Nuevo!
Ahora
puedes ser dichoso(a) –mil veces feliz-, pues tienes un Padre que te ama, un
hermano mayor, Jesús, que te guarda y un amigo, el Espíritu Santo, que te
acompaña.
Insisto,
¡no hay forma que puedas perder!
Oremos en
voz audible:
Amado Padre
celestial, ¡qué grande, sublime y hermoso es Tu Amor para conmigo! Quiero
decirte que te amo con todo mi corazón, que el tenerte a Ti, Espíritu Santo, en
mi Vida y conmigo es asombroso y maravilloso. Gracias Señor. Ahora sé que no
hay forma que pueda perder pues mayor eres Tú, que estás en mí, que el que está
en el mundo. Y ¿qué puedo decir a esto? Si Tú, Espíritu Santo, estás en mi y
conmigo ¿quién puede siquiera intentar estar contra mí? Gracias porque en Ti,
Jesucristo, en Tu Amor, soy más que vencedor. Señor
Jesús, no encuentro palabras suficientes para declararte mi amor y gratitud.
Por lo que hiciste por mí en esa cruz yo fui hecho justo(a); al vencer a la
muerte y resucitar de entre los muertos me abriste el camino a la Vida Eterna.
Espíritu Santo, al darme Tú la fe para creer en la Palabra de Dios, para creer
en Jesús como mi Señor y Salvador, me hiciste Nacer de Nuevo dotándome de la
Vida Eterna que Él pagó a precio de Su Sangre. Ahora, por la Sangre del Nuevo
Pacto, soy Nueva Creatura, las cosas viejas pasaron y he aquí que toda mi vida
es hecha nueva. ¡Gracias Padre! ¡Gracias Jesús! ¡Gracias Espíritu Santo! Ahora
comprendo más el por qué en todas las cosas soy más que vencedor(a), pues TODO
lo puedo en Cristo Jesús, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Sé que
soy Tuyo(a), Padre, y que los he vencido (al mundo y sus deseos engañosos),
pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que estás en mí y conmigo, que el que está
en el mundo. Sé que soy un(a) Hijo(a) del Rey por lo que Jesús hizo por Amor a
mí. Por todo esto, creo y declaro que caerán a mi lado mil y
diez mil a mi diestra más a mí no llegará, porque aunque ande en valle de
sombra y de muerte NO TEMERÉ mal alguno porque Tú, Señor, estás conmigo. Tú
eres el que me guarda y el maligno no me toca. Someto todo problema, angustia o
enfermedad a la autoridad de la Palabra de Dios, mi Padre, y los pongo bajo mis
pies. ¡Soy sano(a)! ¡Soy Libre! ¡Soy próspero(a)!
Creo y recibo el Amor, el gozo y la paz que sólo yo, un(a) Hijo(a) del Rey,
puedo experimentar para vivir una vida en la Plenitud de Dios, mi Padre. ¡No
voy a temer! Solamente creeré lo que la Biblia, la Palabra de Dios, que no
miente, dice acerca de mí. Abba, Padre, me parece que la Eternidad será corta
para amarte y agradecerte lo que hiciste por mí. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me
hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la
siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que
le estás diciendo a Dios:
Señor
Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen
María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te
digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí
acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro
mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y
para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi
Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe
he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz
admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú
eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el
nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un
año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre 13 Jn 15:1-16:4a / 2 Cr 23/
Sal 80
Juan 15:1-16:4
Jesús, la vid
verdadera
15 Yo soy la vid
verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí
no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que
lleve más fruto. 3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra
que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como
el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid,
vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí
no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los
echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En
esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he
amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos
de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he
hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. 12 Este
es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie
tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros
sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os
llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he
llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a
conocer. 16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os
elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro
fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os
lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.
El mundo os
aborrecerá
18 Si el mundo os aborrece, sabed que a
mí me ha aborrecido antes que a vosotros. 19 Si fuerais del
mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os
elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. 20 Acordaos de
la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí
me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi
palabra, también guardarán la vuestra. 21 Mas todo esto os
harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. 22 Si
yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no
tienen excusa por su pecado. 23 El que me aborrece a mí,
también a mi Padre aborrece. 24 Si yo no hubiese hecho entre
ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto
y han aborrecido a mí y a mi Padre. 25 Pero esto es para que se
cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron. 26 Pero
cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de
verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. 27 Y
vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el
principio.
16 Estas cosas os he
hablado, para que no tengáis tropiezo. 2 Os expulsarán de las
sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde
servicio a Dios. 3 Y harán esto porque no conocen al Padre ni a
mí. 4 Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la
hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.
La obra del
Espíritu Santo
Esto
no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.
2 Crónicas 23
23 En el
séptimo año se animó Joiada, y tomó consigo en alianza a los jefes de centenas
Azarías hijo de Jeroham, Ismael hijo de Johanán, Azarías hijo de Obed, Maasías
hijo de Adaía, y Elisafat hijo de Zicri, 2 los cuales
recorrieron el país de Judá, y reunieron a los levitas de todas las ciudades de
Judá y a los príncipes de las familias de Israel, y vinieron a Jerusalén.
3 Y
toda la multitud hizo pacto con el rey en la casa de Dios. Y Joiada les dijo:
He aquí el hijo del rey, el cual reinará, como Jehová ha dicho respecto a los
hijos de David. 4 Ahora haced esto: una tercera parte de
vosotros, los que entran el día de reposo, estarán de porteros con los
sacerdotes y los levitas. 5 Otra tercera parte, a la casa del
rey; y la otra tercera parte, a la puerta del Cimiento; y todo el pueblo estará
en los patios de la casa de Jehová. 6 Y ninguno entre en la
casa de Jehová, sino los sacerdotes y levitas que ministran; éstos entrarán,
porque están consagrados; y todo el pueblo hará guardia delante de Jehová. 7 Y
los levitas rodearán al rey por todas partes, y cada uno tendrá sus armas en la
mano; cualquiera que entre en la casa, que muera; y estaréis con el rey cuando
entre y cuando salga. 8 Y los levitas y todo Judá lo hicieron
todo como lo había mandado el sacerdote Joiada; y tomó cada jefe a los suyos,
los que entraban el día de reposo, y los que salían el día de reposo; porque
el sacerdote Joiada no dio licencia a las compañías. 9 Dio
también el sacerdote Joiada a los jefes de centenas las lanzas, los paveses y
los escudos que habían sido del rey David, y que estaban en la casa de Dios; 10 y
puso en orden a todo el pueblo, teniendo cada uno su espada en la mano, desde
el rincón derecho del templo hasta el izquierdo, hacia el altar y la casa,
alrededor del rey por todas partes. 11 Entonces sacaron al hijo
del rey, y le pusieron la corona y el testimonio, y lo proclamaron rey; y
Joiada y sus hijos lo ungieron, diciendo luego: ¡Viva el rey! 12 Cuando
Atalía oyó el estruendo de la gente que corría, y de los que aclamaban al rey,
vino al pueblo a la casa de Jehová; 13 y mirando, vio al rey
que estaba junto a su columna a la entrada, y los príncipes y los trompeteros
junto al rey, y que todo el pueblo de la tierra mostraba alegría, y sonaba
bocinas, y los cantores con instrumentos de música dirigían la alabanza.
Entonces Atalía rasgó sus vestidos, y dijo: ¡Traición! ¡Traición! 14 Pero
el sacerdote Joiada mandó que salieran los jefes de centenas del ejército, y
les dijo: Sacadla fuera del recinto, y al que la siguiere, matadlo a filo de
espada; porque el sacerdote había mandado que no la matasen en la casa de
Jehová. 15 Ellos, pues, le echaron mano, y luego que ella hubo
pasado la entrada de la puerta de los caballos de la casa del rey, allí la
mataron. 16 Y Joiada hizo pacto entre sí y todo el pueblo y el
rey, que serían pueblo de Jehová. 17 Después de esto entró todo
el pueblo en el templo de Baal, y lo derribaron, y también sus altares; e
hicieron pedazos sus imágenes, y mataron delante de los altares a Matán,
sacerdote de Baal. 18 Luego ordenó Joiada los oficios en la
casa de Jehová, bajo la mano de los sacerdotes y levitas, según David los había
distribuido en la casa de Jehová, para ofrecer a Jehová los holocaustos, como
está escrito en la ley de Moisés, con gozo y con cánticos, conforme a la
disposición de David.
19 Puso también porteros a las puertas
de la casa de Jehová, para que por ninguna vía entrase ningún inmundo. 20 Llamó
después a los jefes de centenas, y a los principales, a los que gobernaban el
pueblo y a todo el pueblo de la tierra, para conducir al rey desde la casa de
Jehová; y cuando llegaron a la mitad de la puerta mayor de la casa del rey,
sentaron al rey sobre el trono del reino. 21 Y se regocijó todo
el pueblo del país; y la ciudad estuvo tranquila, después que mataron a Atalía
a filo de espada.
Salmos 80
Súplica por la
restauración
Al músico
principal; sobre Lirios. Testimonio. Salmo de Asaf.
80 Oh Pastor de
Israel, escucha;
Tú que pastoreas como a ovejas a José,
Que estás entre querubines, resplandece.
Tú que pastoreas como a ovejas a José,
Que estás entre querubines, resplandece.
2 Despierta tu poder delante de
Efraín, de Benjamín y de Manasés,
Y ven a salvarnos.
Y ven a salvarnos.
3 Oh Dios, restáuranos;
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
4 Jehová, Dios de los ejércitos,
¿Hasta cuándo mostrarás tu indignación contra la oración de tu pueblo?
¿Hasta cuándo mostrarás tu indignación contra la oración de tu pueblo?
5 Les diste a comer pan de lágrimas,
Y a beber lágrimas en gran abundancia.
Y a beber lágrimas en gran abundancia.
6 Nos pusiste por escarnio a nuestros
vecinos,
Y nuestros enemigos se burlan entre sí.
Y nuestros enemigos se burlan entre sí.
7 Oh Dios de los ejércitos, restáuranos;
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
8 Hiciste venir una vid de Egipto;
Echaste las naciones, y la plantaste.
Echaste las naciones, y la plantaste.
9 Limpiaste sitio
delante de ella,
E hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra.
E hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra.
10 Los montes fueron cubiertos
de su sombra,
Y con sus sarmientos los cedros de Dios.
Y con sus sarmientos los cedros de Dios.
11 Extendió sus vástagos hasta
el mar,
Y hasta el río sus renuevos.
Y hasta el río sus renuevos.
12 ¿Por qué aportillaste sus
vallados,
Y la vendimian todos los que pasan por el camino?
Y la vendimian todos los que pasan por el camino?
13 La destroza el puerco montés,
Y la bestia del campo la devora.
Y la bestia del campo la devora.
14 Oh Dios de los ejércitos,
vuelve ahora;
Mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña,
Mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña,
15 La planta que plantó tu
diestra,
Y el renuevo que para ti afirmaste.
Y el renuevo que para ti afirmaste.
16 Quemada a fuego está,
asolada;
Perezcan por la reprensión de tu rostro.
Perezcan por la reprensión de tu rostro.
17 Sea tu mano sobre el varón de
tu diestra,
Sobre el hijo de hombre que para ti afirmaste.
Sobre el hijo de hombre que para ti afirmaste.
18 Así no nos apartaremos de ti;
Vida nos darás, e invocaremos tu nombre.
Vida nos darás, e invocaremos tu nombre.
19 ¡Oh Jehová, Dios de los
ejércitos, restáuranos!
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
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