15 de Junio
¡Totalmente Nuevo!
Por Riqui Ricón*
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el
mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y
nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los
odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en
odres nuevos se ha de echar (Mar 2.21-22).
Esta porción de la Escritura
pudiera ser un poco confusa si no has comprendido a totalidad el milagro que se
operó en ti el día que reconociste a Jesucristo como tu Señor y Salvador: ¡Ese
día Naciste de Nuevo!
De modo que si alguno está en
Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo
mismo por Cristo (2 Co 5.17-18a).
¡Tú no eres un(a) viejo(a)
pecador(a) salvo(a) por Gracia! No eres un vestido viejo con un remiendo nuevo.
Tampoco eres un odre viejo con vino nuevo.
Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en
una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado! Y
todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a él mismo por medio
de Cristo (2 Co 5.17-18ª NTV).
La naturaleza del pecado es tal,
que no sólo corrompió al ser humano, sembrando en él la tendencia hacia lo
malo, sino que hizo que ésta tendencia hacia el pecado, conocida como concupiscencia,
se transmitiera de generación a generación. De modo que, en el pecado de Adán
todos somos pecadores y ningún remiendo nuevo, ni ninguna llenura nueva, puede
cambiar, por sí mismo, esa vieja naturaleza.
Cuando alguien se deja controlar por su naturaleza humana está en contra
de Dios y se niega a obedecer la ley de Dios. De hecho, no es capaz de
obedecerla porque los que siguen su naturaleza humana no pueden agradar a Dios (Ro 8.7-8
PDT).
El Espíritu Santo mostró todo esto
a David cuando
pedía perdón a Dios por causa de su pecado; ante la gloriosa Presencia del
Espíritu de Dios, de pronto se dio cuenta que no bastaría con una limpieza de
su alma, sino que él necesitaba algo mucho más profundo y duradero.
Pues en Verdad, ¡No
basta un remiendo de paño nuevo en una vida vieja! ¡No sirve el vino nuevo
dentro de un odre viejo!
¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los
cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú
estás. Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, Aun allí
me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas
me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no
encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las
tinieblas que la luz (Sal 139.7-12).
Así que, por el
contraste de la corrupción humana y la gloriosa Presencia del Espíritu de Dios,
es evidente que la naturaleza de pecado no puede cambiarse a sí misma por la
voluntad o el esfuerzo del ser humano. Sólo un milagro, solo una transformación
por parte de Dios en la mismísima esencia del hombre caído, puede hacer de éste,
una nueva especie de ser que no existía antes: esto es, Un(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y
renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no
quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu
noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los
pecadores se convertirán a ti (Sal 51.10-13).
Aunque David no lo
podía ver, Dios le reveló el Plan de Redención. Un Plan que ciertamente
requiere de la justificación y el perdón de pecados, pero que va mucho más allá
de lo que el mismo David pudiera pedir o entender. Esto es, justificarte,
perdonarte y santificarte para otorgarte la Vida Eterna, que es el único tipo
de Vida que un(a) Hijo(a) de Dios puede vivir.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
Dios te ama tanto que prefirió
entregar a su propio Hijo antes que perderte a ti. Jesús no vino a condenarte
sino a ofrecerte la Plenitud de Vida que compró para ti con Su muerte y con Su resurrección.
siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P 1.23).
El milagro de Amor más grande y
asombroso que puedes encontrar en la Palabra de Dios es que, una vez
justificado(a), perdonado(a) y santificado(a) por la Sangre de Jesús, Dios te
dio vida juntamente con Cristo. Puso Su Palabra y Su propio Espíritu en ti para
darte Vida Eterna y hacer de ti un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
¡Nacido(a) de Nuevo de la
incorruptible semilla que es la Palabra de Dios!
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
Es por esta razón que ahora tú
todo lo puedes. Es por este Gran Amor que ahora tú eres más que vencedor(a) en
todas las cosas. Es esta, tu Nueva Identidad, la que te proporciona una
legítima y auténtica victoria sobre todo problema, aflicción o enfermedad.
Pues, al fin y al cabo, ¿qué puedes decir a todo esto? Si Dios está contigo,
¿quién contra ti? Mayor es el que está en ti, y vive en ti, que el que está en
el mundo.
por medio de las cuales nos ha
dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay
en el mundo a causa de la concupiscencia (2 P 1.4).
Tú ya no eres un remiendo nuevo
en un vestido viejo. La concupiscencia nada tiene en ti. Tú eres un(a) Hijo(a)
amado(a) del Rey de reyes y Señor de señores. Todas y cada una de las promesas
que tu Padre ha hecho en Su Palabra, la Biblia, te pertenecen por derecho y por
naturaleza.
Nunca se apartará de tu boca
este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que
guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
Así pues, ¡Cambia tu forma de
mirarte a ti mismo(a)! ¡Haz de la Biblia la norma máxima de tu existencia! ¡Pon
la Palabra de Dios en tu mente, boca y corazón! Porque entonces te mirarás a ti
mismo(a) de la misma forma que Dios te mira y harás prosperar tu camino y todo
te saldrá bien.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, es muy
hermoso saberme tan amado(a) por Ti. Gracias, Señor Jesús, porque no sólo
proveíste para mí el perdón de mis pecados sino que me hiciste justicia de Dios
en Ti y me reconciliaste con Dios haciéndome hermano(a) Tuyo(a) e Hijo(a) del
Padre. Por Ti, mi amado Jesús, he Nacido de Nuevo y ahora Dios, el
Todopoderoso, es Abba, Padre, mi Papá. Leer de esto en Tu Palabra, la Biblia,
me hace conocer la Verdad y la Verdad me hace libre. Soy libre para recibir,
por medio de la fe en Ti, Jesucristo, esta Nueva Vida. Soy libre para recibir,
por medio de la fe en Tu Palabra, esta identidad de Hijo(a) de Dios Nacido(a)
de Nuevo, siendo renacido(a), no de una simiente corruptible, sino de la incorruptible
semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Por lo
tanto, amado Padre celestial, todas y cada una de las Promesas que están en Tu
Palabra son mías y para mí. Hoy puedo orar a Ti con la certeza de que me escuchas y me respondes.
Tengo gozo y paz en mi corazón pues puedo pedir y recibir. Por lo tanto, en el
nombre poderoso de Cristo Jesús, declaró que soy sano(a) y libre de toda
enfermedad o dolencia; creo y recibo la voluntad expresa de mi Padre, Dios
Todopoderoso, para ser y vivir prosperado(a) en todas las cosas. Echo fuera de
mi vida todo pensamiento de temor y duda resistiendo todo engaño y mentira
acerca de mí. Yo soy lo que la Biblia dice que soy. Un(a) Hijo(a) amado(a) de
Dios; soy especial tesoro de mi Padre; todo lo puedo en Cristo que me fortalece
y en todas las cosas, absolutamente todas las cosas, soy más que vencedor(a)
por medio del Amor de Cristo Jesús, mi Rey, Señor y Salvador. Señor Jesús, hoy
me alegro en el gozo y la paz que brindan el ser la persona que Tú dices que
soy. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio
15 Mar 2
/
2 Sam 4-5 / Dan 2.24-49
Marcos
2
Jesús sana a un paralítico
(Mt. 9.1–8; Lc. 5.17–26)
2
1Entró Jesús otra
vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. 2E
inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la
puerta; y les predicaba la palabra. 3Entonces vinieron a él unos
trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. 4Y como no
podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde
estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
5Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te
son perdonados. 6Estaban allí sentados algunos de los escribas,
los cuales cavilaban en sus corazones: 7¿Por qué habla éste así?
Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? 8Y
conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí
mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? 9¿Qué
es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle:
Levántate, toma tu lecho y anda? 10Pues para que sepáis que el
Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al
paralítico): 11A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu
casa. 12Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho,
salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a
Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.
Llamamiento de Leví
(Mt. 9.9–13; Lc. 5.27–32)
13Después volvió
a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba. 14Y al
pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y
le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió. 15Aconteció que
estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban
también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos
que le habían seguido. 16Y los escribas y los fariseos, viéndole
comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es
esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? 17Al oír
esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
La pregunta sobre el ayuno
(Mt. 9.14–17; Lc. 5.33–39)
18Y los
discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron:
¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos
no ayunan? 19Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas
ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al
esposo, no pueden ayunar. 20Pero vendrán días cuando el esposo les
será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán. 21Nadie pone
remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo
nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. 22Y nadie echa
vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el
vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se
ha de echar.
Los discípulos recogen espigas
en el día de reposo
(Mt. 12.1–8; Lc. 6.1–5)
23Aconteció que
al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando,
comenzaron a arrancar espigas. 24Entonces los
fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que
no es lícito? 25Pero él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo
David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban;
26cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió
los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los
sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?
27También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no
el hombre por causa del día de reposo. 28Por tanto, el Hijo
del Hombre es Señor aun del día de reposo.
2
Samuel 4-5
Is-boset es asesinado
4
1Luego que oyó el
hijo de Saúl que Abner había sido muerto en Hebrón, las manos se le
debilitaron, y fue atemorizado todo Israel. 2Y el hijo de Saúl
tenía dos hombres, capitanes de bandas de merodeadores; el nombre de uno era
Baana, y el del otro, Recab, hijos de Rimón beerotita, de los hijos de Benjamín
(porque Beerot era también contado con Benjamín, 3pues los
beerotitas habían huido a Gitaim, y moran allí como forasteros hasta hoy).
4Y Jonatán hijo
de Saúl tenía un hijo lisiado de los pies. Tenía cinco
años de edad cuando llegó de Jezreel la noticia de la muerte de Saúl y de
Jonatán, y su nodriza le tomó y huyó; y mientras iba huyendo apresuradamente,
se le cayó el niño y quedó cojo. Su nombre era Mefi-boset.
5Los hijos, pues,
de Rimón beerotita, Recab y Baana, fueron y entraron en el mayor calor del día
en casa de Is-boset, el cual estaba durmiendo la siesta en su cámara. 6Y
he aquí la portera de la casa había estado limpiando trigo, pero se durmió; y
fue así como Recab y Baana su hermano se introdujeron en la casa. 7Cuando
entraron en la casa, Is-boset dormía sobre su lecho en su cámara; y lo hirieron
y lo mataron, y le cortaron la cabeza, y habiéndola tomado, caminaron toda la
noche por el camino del Arabá. 8Y trajeron la cabeza de Is-boset a
David en Hebrón, y dijeron al rey: He aquí la cabeza de Is-boset hijo de Saúl
tu enemigo, que procuraba matarte; y Jehová ha vengado hoy a mi señor el rey,
de Saúl y de su linaje. 9Y David respondió a Recab y a su hermano
Baana, hijos de Rimón beerotita, y les dijo: Vive Jehová que ha redimido mi
alma de toda angustia, 10que cuando uno me dio nuevas, diciendo:
He aquí Saúl ha muerto, imaginándose que traía buenas nuevas, yo lo prendí, y
le maté en Siclag en pago de la nueva. 11¿Cuánto
más a los malos hombres que mataron a un hombre justo en su casa, y sobre su
cama? Ahora, pues, ¿no he de demandar yo su sangre de vuestras manos, y
quitaros de la tierra? 12Entonces David ordenó a sus servidores, y
ellos los mataron, y les cortaron las manos y los pies, y los colgaron sobre el
estanque en Hebrón. Luego tomaron la cabeza de Is-boset, y la enterraron en el
sepulcro de Abner en Hebrón.
David es proclamado rey de
Israel
(1 Cr. 11.1–3)
5
1Vinieron todas
las tribus de Israel a David en Hebrón y hablaron, diciendo: Henos aquí, hueso
tuyo y carne tuya somos. 2Y aun antes de ahora, cuando Saúl
reinaba sobre nosotros, eras tú quien sacabas a Israel a la guerra, y lo
volvías a traer. Además Jehová te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel,
y tú serás príncipe sobre Israel. 3Vinieron, pues, todos los
ancianos de Israel al rey en Hebrón, y el rey David hizo pacto con ellos en
Hebrón delante de Jehová; y ungieron a David por rey sobre Israel. 4Era
David de treinta años cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años. 5En
Hebrón reinó sobre Judá siete años y seis meses, y en Jerusalén reinó treinta y
tres años sobre todo Israel y Judá.
David toma la fortaleza de
Sion
(1 Cr. 11.4–9)
6Entonces marchó
el rey con sus hombres a Jerusalén contra los jebuseos que
moraban en aquella tierra; los cuales hablaron a David, diciendo: Tú no
entrarás acá, pues aun los ciegos y los cojos te echarán (queriendo decir:
David no puede entrar acá). 7Pero David tomó la fortaleza de Sion,
la cual es la ciudad de David. 8Y dijo David aquel día: Todo el
que hiera a los jebuseos, suba por el canal y hiera a los cojos y ciegos
aborrecidos del alma de David. Por esto se dijo: Ciego ni cojo no entrará en la
casa. 9Y David moró en la fortaleza, y le puso por nombre la
Ciudad de David; y edificó alrededor desde Milo hacia adentro. 10Y
David iba adelantando y engrandeciéndose, y Jehová Dios de los ejércitos estaba
con él.
Hiram envía embajadores a
David
(1 Cr. 14.1–2)
11También Hiram
rey de Tiro envió embajadores a David, y madera de cedro, y carpinteros, y canteros
para los muros, los cuales edificaron la casa de David. 12Y
entendió David que Jehová le había confirmado por rey sobre Israel, y que había
engrandecido su reino por amor de su pueblo Israel.
Hijos de David nacidos en
Jerusalén
(1 Cr. 3.5–9; 14.3–7)
13Y tomó David
más concubinas y mujeres de Jerusalén, después que vino de Hebrón, y le
nacieron más hijos e hijas. 14Estos son los nombres de los que le
nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón, 15Ibhar,
Elisúa, Nefeg, Jafía, 16Elisama, Eliada y Elifelet.
David derrota a los filisteos
(1 Cr. 14.8–17)
17Oyendo los
filisteos que David había sido ungido por rey sobre Israel, subieron todos los
filisteos para buscar a David; y cuando David lo oyó, descendió a la
fortaleza. 18Y vinieron los filisteos, y se extendieron por el
valle de Refaim. 19Entonces consultó David a Jehová, diciendo:
¿Iré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mi mano? Y Jehová respondió a
David: Ve, porque ciertamente entregaré a los filisteos en tu mano. 20Y
vino David a Baal-perazim, y allí los venció David, y dijo: Quebrantó
Jehová a mis enemigos delante de mí, como corriente impetuosa. Por esto llamó
el nombre de aquel lugar Baal-perazim. 21Y
dejaron allí sus ídolos, y David y sus hombres los quemaron.
22Y los filisteos
volvieron a venir, y se extendieron en el valle de Refaim. 23Y
consultando David a Jehová, él le respondió: No subas, sino rodéalos, y vendrás
a ellos enfrente de las balsameras. 24Y cuando oigas ruido como de
marcha por las copas de las balsameras, entonces te moverás; porque Jehová
saldrá delante de ti a herir el campamento de los filisteos. 25Y
David lo hizo así, como Jehová se lo había mandado; e hirió a los filisteos
desde Geba hasta llegar a Gezer.
Daniel 2.24-49
24Después de
esto fue Daniel a Arioc, al cual el rey había puesto para matar a los sabios de
Babilonia, y le dijo así: No mates a los sabios de Babilonia; llévame a la
presencia del rey, y yo le mostraré la interpretación.
25Entonces Arioc
llevó prontamente a Daniel ante el rey, y le dijo así: He hallado un varón de
los deportados de Judá, el cual dará al rey la interpretación. 26Respondió
el rey y dijo a Daniel, al cual llamaban Beltsasar: ¿Podrás tú hacerme conocer
el sueño que vi, y su interpretación? 27Daniel respondió delante
del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni
magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. 28Pero hay un Dios en
los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey
Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y
las visiones que has tenido en tu cama: 29Estando tú, oh rey, en
tu cama, te vinieron pensamientos por saber lo que había de ser en lo por
venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser. 30Y
a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que
en todos los vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación,
y para que entiendas los pensamientos de tu corazón.
31Tú, oh rey,
veías, y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya
gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era
terrible. 32La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y
sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; 33sus
piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido.
34Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e
hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.
35Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el
bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los
llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió
a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra.
36Este es el
sueño; también la interpretación de él diremos en presencia del rey. 37Tú,
oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder,
fuerza y majestad. 38Y dondequiera que habitan hijos de hombres,
bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha
dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro. 39Y
después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino
de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra. 40Y el cuarto
reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las
cosas, desmenuzará y quebrantará todo. 41Y lo que viste de los
pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro,
será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como
viste hierro mezclado con barro cocido. 42Y por ser los dedos de
los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte
fuerte, y en parte frágil. 43Así como viste el hierro mezclado con
barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con
el otro, como el hierro no se mezcla con el barro. 44Y en los días
de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás
destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a
todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, 45de la
manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual
desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha
mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es
verdadero, y fiel su interpretación.
46Entonces el rey
Nabucodonosor se postró sobre su rostro y se humilló ante Daniel, y mandó que le
ofreciesen presentes e incienso. 47El rey habló a Daniel, y dijo:
Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que
revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio. 48Entonces
el rey engrandeció a Daniel, y le dio muchos honores y grandes dones, y le hizo
gobernador de toda la provincia de Babilonia, y jefe supremo de todos los
sabios de Babilonia. 49Y Daniel solicitó del rey, y obtuvo que
pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y
Abed-nego; y Daniel estaba en la corte del rey.
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