28 de Junio
¡Amor sublime!
Por Riqui Ricón*
Jesús preguntó al padre:
¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. Y
muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes
hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. Jesús le dijo: Si puedes creer, al que
cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del
muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad (Mar
9.21-24).
Cuando este padre de familia
cuestionó a Jesús si podría hacer algo para ayudarlos, la respuesta es clara y contundente
por parte de nuestro Señor: la raíz del problema no es si yo, Jesús, puedo
hacer algo por ti, sino, más bien, si tú puedes creer, pues el que cree en mí,
al que cree en mi Palabra, TODO le es posible.
—Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios —aclaró Jesús (Luc 18.27 NVI).
Dios es Todopoderoso y no hay
algo que sea difícil para Él. Además, te ama con tan grande Amor que, a pesar
de que estabas muerto(a) en delitos y pecados, entregó a Su propio Hijo para
pagar todos tus pecados en tu lugar, y así darte Vida Eterna juntamente con
Cristo.
Efe 2:4-5 NTV Pero Dios es tan rico en misericordia y nos
amó tanto (5) que, a pesar de que estábamos muertos por
causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos.
(¡Es sólo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!)
¡Asombroso! ¡Dios te ama tanto
que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!
»Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el
que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él (Jn 3.16-17 NTV).
De esta forma, entregando a Su
único Hijo, por amor a ti, el Padre celestial logró su cometido, esto es, hacer
de ti un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Pero he aquí que yo la atraeré
y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Y le daré sus
viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza; y allí cantará
como en los tiempos de su juventud, y como en el día de su subida de la tierra
de Egipto (Os 2.14-15).
En verdad, el Amor de Dios para
contigo es tan maravilloso, profundo y exquisito que no puedes hacer otra cosa
que asombrarte de Su Persona. Por ejemplo, en el libro de Oseas puedes ver
representada la vida que tú anteriormente llevabas, en pecado y lejos de Dios:
Se compara a una esposa adúltera que terminó de prostituta, esto es para que notes
que, con todo, Dios está dispuesto a perdonar y olvidar, y atraerte a Él para
hablar a tu corazón. ¡Sublime Amor!
Envió
desde lo alto y me tomó; Me sacó de las muchas aguas. Me libró de poderoso
enemigo, Y de los que me aborrecían, aunque eran más fuertes que yo… Me diste asimismo el escudo
de tu salvación, Y tu benignidad me ha engrandecido. Tú ensanchaste mis pasos
debajo de mí, Y mis pies no han resbalado. Perseguiré a mis enemigos, y los
destruiré, Y no volveré hasta acabarlos. Los consumiré y los heriré, de modo
que no se levanten; Caerán debajo de mis pies. Pues me ceñiste de fuerzas para
la pelea; Has humillado a mis enemigos debajo de mí, Y has hecho que mis
enemigos me vuelvan las espaldas, Para que yo destruyese a los que me aborrecen (2 S 22.17-18, 36-41).
Hoy es un buen día para que te
des cuenta que, gracias a Jesús y lo que hizo por ti en la cruz, en Verdad eres
un(a) legítimo(a) Hija(o) de Dios Nacido(a) de Nuevo, y de acuerdo a la Biblia,
que es la Palabra de Dios, y no miente, tú has sido puesto(a) por encima de todos
tus problemas; has sido puesto(a) por encima de las enfermedades o
circunstancias, para que compruebes que la buena voluntad de Dios para contigo
es agradable y perfecta.
Entonces, como puedes ver, la
vida en el reino no se trata de lo que tú puedas hacer o tener, sino de lo que
ahora tú eres, de quien tú eres por lo que Cristo Jesús hizo por ti.
¡Si puedes creer, al que cree
todo le es posible!
Está
alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante
alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los
ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del
Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo
levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados (Stgo 5.13-15).
Así de simple, hermoso y sencillo
es el Amor de Dios. Él no te ha dejado y nunca te dejará pues, si en verdad te
has dado cuenta, ahora Él es tu Padre.
Pues no habéis recibido el
espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido
el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Ro 8.15).
En lugar de
dar lugar al miedo y a la preocupación por causa de tus problemas o
aflicciones, mejor acude a tu Padre celestial con completa confianza y certeza
de fe que, como lo afirma Dios en la Biblia, de todo problema, angustia o
enfermedad saldrás más que vencedor(a) por medio de Su Amor.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
Ya sea que
te encuentres en la situación de ese padre con su hijo enfermo, o como David
rodeado de enemigos, o traicionado como Oseas, sin importar la circunstancia,
problema o enfermedad, la Verdad es que Dios te ama; que ahora eres Su Hijo(a)
y Él es tu Padre, y además Él es Dios. Así que, sea lo que sea que estés
enfrentando hoy, eso sólo son hechos, y la Verdad, que es la Palabra de Dios,
siempre prevalecerá.
¡Si puedes
creer, al que cree todo le es posible!
Dijo entonces Jesús a los
judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres (Jn 8.31-32).
¡Permanece
en la Palabra de Dios! ¡Permanece en la Verdad! Y sin duda, alcanzaras la
libertad.
¡No dudes
más! ¡Tú eres el (la) amado(a) de Dios!
Oremos en
voz audible:
Amado Padre celestial, Tu
Palabra, la Biblia, que no miente, dice que nosotros hemos conocido y creído Tu
Amor. En este momento, una vez más, yo recibo Tu Amor de Padre. Yo soy Tu Hijo(a)
amado(a) y aunque por las circunstancias del momento yo no me vea o no me
sienta así Tu Palabra es la Verdad y yo he decidido creerte a Ti. Precioso Señor
Jesús, Tú dices en Tu Palabra que al que cree, todo le es posibles. Así que,
declaro hoy que soy sano(a), libre, prospero(a) y feliz. Le llamo a la vida
plena y abundante que como Hijo(a) de Dios tengo derecho a vivir. Sé que tendré
más problemas y aflicciones pero de todas ellas saldré más que vencedor(a) por
medio de Aquel que me amó, Cristo Jesús. ¡Todo lo puedo en Cristo! ¡Soy Nueva
Creatura! ¡Soy un(a) Hijo(a) del Rey! ¡Mayor eres Tú, Espíritu Santo, que estás
en mí y conmigo, que cualquiera que está en el mundo! ¡No voy a temer, sólo
creeré! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio 28 Mar
9.2-50 /
2 Sam 22 / Ose 2
Marcos
9.2-50
La transfiguración
(Mt. 17.1–13; Lc. 9.28–36)
2Seis días
después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un
monte alto; y se transfiguró delante de ellos. 3Y
sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto
que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. 4Y
les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús. 5Entonces
Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos
tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. 6Porque
no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados. 7Entonces vino
una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi
Hijo amado; a él oíd. 8Y luego, cuando
miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
9Y descendiendo
ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando
el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos. 10Y guardaron
la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los
muertos. 11Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas
que es necesario que Elías venga primero? 12Respondiendo
él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas;
¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en
nada? 13Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que
quisieron, como está escrito de él.
Jesús sana a un muchacho
endemoniado
(Mt. 17.14–21; Lc. 9.37–43)
14Cuando llegó a
donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y
escribas que disputaban con ellos. 15Y en seguida toda la gente,
viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron. 16El les
preguntó: ¿Qué disputáis con ellos? 17Y respondiendo uno de la
multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
18el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y
cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen
fuera, y no pudieron. 19Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh
generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os
he de soportar? Traédmelo. 20Y se lo trajeron; y cuando el
espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en
tierra se revolcaba, echando espumarajos. 21Jesús preguntó al
padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. 22Y
muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes
hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. 23Jesús le
dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 24E
inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi
incredulidad. 25Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba,
reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando,
sal de él, y no entres más en él. 26Entonces el espíritu, clamando
y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos
decían: Está muerto. 27Pero Jesús, tomándole de la mano, le
enderezó; y se levantó. 28Cuando él entró en casa, sus discípulos
le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera? 29Y
les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
Jesús anuncia otra vez su
muerte
(Mt. 17.22–23; Lc. 9.43–45)
30Habiendo salido
de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese. 31Porque
enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en
manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer
día. 32Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de
preguntarle.
¿Quién es el mayor?
(Mt. 18.1–5; Lc. 9.46–48)
33Y llegó a
Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre
vosotros en el camino? 34Mas ellos callaron; porque en el camino
habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. 35Entonces
él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero,
será el postrero de todos, y el servidor de todos. 36Y
tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les
dijo: 37El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe
a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.
El que no es contra nosotros,
por nosotros es
(Lc. 9.49–50)
38Juan le
respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera
demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía.
39Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga
milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. 40Porque el
que no es contra nosotros, por nosotros es. 41Y
cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de
cierto os digo que no perderá su recompensa.
Ocasiones de caer
(Mt. 18.6–9; Lc. 17.1–2)
42Cualquiera que
haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se
le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar. 43Si
tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco,
que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado,
44donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 45Y
si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo,
que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser
apagado, 46donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se
apaga. 47Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es
entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al
infierno, 48donde el gusano de ellos no
muere, y el fuego nunca se apaga. 49Porque
todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. 50Buena
es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.
2
Samuel 22
Cántico de liberación de David
(Sal. 18 título, 1–50)
22
1Habló David a Jehová
las palabras de este cántico, el día que Jehová le había librado de la mano de
todos sus enemigos, y de la mano de Saúl. 2Dijo:
Jehová es mi
roca y mi fortaleza, y mi libertador;
3 Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y
el fuerte de mi salvación, mi alto refugio;
Salvador
mío; de violencia me libraste.
4 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado,
Y seré salvo
de mis enemigos.
5 Me rodearon ondas de muerte,
Y torrentes
de perversidad me atemorizaron.
6 Ligaduras del Seol me rodearon;
Tendieron
sobre mí lazos de muerte.
7 En mi angustia invoqué a Jehová,
Y clamé a mi
Dios;
El oyó mi
voz desde su templo,
Y mi clamor
llegó a sus oídos.
8 La tierra fue conmovida, y tembló,
Y se
conmovieron los cimientos de los cielos;
Se
estremecieron, porque se indignó él.
9 Humo subió de su nariz,
Y de su boca
fuego consumidor;
Carbones
fueron por él encendidos.
10 E inclinó los cielos, y descendió;
Y había
tinieblas debajo de sus pies.
11 Y cabalgó sobre un querubín, y voló;
Voló sobre
las alas del viento.
12 Puso tinieblas por su escondedero alrededor de sí;
Oscuridad de
aguas y densas nubes.
13 Por el resplandor de su presencia se encendieron carbones ardientes.
14 Y tronó desde los cielos Jehová,
Y el
Altísimo dio su voz;
15 Envió sus saetas, y los dispersó;
Y lanzó
relámpagos, y los destruyó.
16 Entonces aparecieron los torrentes de las aguas,
Y quedaron
al descubierto los cimientos del mundo;
A la
reprensión de Jehová,
Por el soplo
del aliento de su nariz.
17 Envió desde lo alto y me tomó;
Me sacó de
las muchas aguas.
18 Me libró de poderoso enemigo,
Y de los que
me aborrecían, aunque eran más fuertes que yo.
19 Me asaltaron en el día de mi quebranto;
Mas Jehová
fue mi apoyo,
20 Y me sacó a lugar espacioso;
Me libró,
porque se agradó de mí.
21 Jehová me ha premiado conforme a mi justicia;
Conforme a
la limpieza de mis manos me ha recompensado.
22 Porque yo he guardado los caminos de Jehová,
Y no me
aparté impíamente de mi Dios.
23 Pues todos sus decretos estuvieron delante de mí,
Y no me he
apartado de sus estatutos.
24 Fui recto para con él,
Y me he
guardado de mi maldad;
25 Por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia;
Conforme a
la limpieza de mis manos delante de su vista.
26 Con el misericordioso te mostrarás misericordioso,
Y recto para
con el hombre íntegro.
27 Limpio te mostrarás para con el limpio,
Y rígido
serás para con el perverso.
28 Porque tú salvas al pueblo afligido,
Mas tus ojos
están sobre los altivos para abatirlos.
29 Tú eres mi lámpara, oh Jehová;
Mi Dios
alumbrará mis tinieblas.
30 Contigo desbarataré ejércitos,
Y con mi
Dios asaltaré muros.
31 En cuanto a Dios, perfecto es su camino,
Y acrisolada
la palabra de Jehová.
Escudo es a todos
los que en él esperan.
32 Porque ¿quién es Dios, sino sólo Jehová?
¿Y qué roca
hay fuera de nuestro Dios?
33 Dios es el que me ciñe de fuerza,
Y quien
despeja mi camino;
34 Quien hace mis pies como de ciervas,
Y me hace
estar firme sobre mis alturas;
35 Quien adiestra mis manos para la batalla,
De manera
que se doble el arco de bronce con mis brazos.
36 Me diste asimismo el escudo de tu salvación,
Y tu
benignidad me ha engrandecido.
37 Tú ensanchaste mis pasos debajo de mí,
Y mis pies
no han resbalado.
38 Perseguiré a mis enemigos, y los destruiré,
Y no volveré
hasta acabarlos.
39 Los consumiré y los heriré, de modo que no se levanten;
Caerán
debajo de mis pies.
40 Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea;
Has
humillado a mis enemigos debajo de mí,
41 Y has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas,
Para que yo
destruyese a los que me aborrecen.
42 Clamaron, y no hubo quien los salvase;
Aun a
Jehová, mas no les oyó.
43 Como polvo de la tierra los molí;
Como lodo de
las calles los pisé y los trituré.
44 Me has librado de las contiendas del pueblo;
Me guardaste
para que fuese cabeza de naciones;
Pueblo que yo
no conocía me servirá.
45 Los hijos de extraños se someterán a mí;
Al oír de
mí, me obedecerán.
46 Los extraños se debilitarán,
Y saldrán
temblando de sus encierros.
47 Viva Jehová, y bendita sea mi roca,
Y
engrandecido sea el Dios de mi salvación.
48 El Dios que venga mis agravios,
Y sujeta
pueblos debajo de mí;
49 El que me libra de enemigos,
Y aun me
exalta sobre los que se levantan contra mí;
Me libraste
del varón violento.
50 Por tanto, yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová,
Y cantaré a
tu nombre.
51 El salva gloriosamente a su rey,
Y usa de
misericordia para con su ungido,
A David y a
su descendencia para siempre.
Oseas 2
El amor de Jehová hacia su pueblo infiel
2
1Decid a vuestros
hermanos: Ammi; y a vuestras hermanas: Ruhama. 2Contended con vuestra madre, contended; porque ella no es mi mujer, ni
yo su marido; aparte, pues, sus fornicaciones de su rostro, y sus adulterios de
entre sus pechos; 3no sea que yo la despoje y desnude, la ponga
como el día en que nació, la haga como un desierto, la deje como tierra seca, y
la mate de sed. 4Ni tendré misericordia de sus hijos, porque son
hijos de prostitución. 5Porque su madre se prostituyó; la que los
dio a luz se deshonró, porque dijo: Iré tras mis amantes, que me dan mi pan y
mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida. 6Por tanto, he
aquí yo rodearé de espinos su camino, y la cercaré con seto, y no hallará sus
caminos. 7Seguirá a sus amantes, y no los alcanzará; los buscará,
y no los hallará. Entonces dirá: Iré y me volveré a mi primer marido; porque
mejor me iba entonces que ahora.
8Y ella no
reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la
plata y el oro que ofrecían a Baal. 9Por tanto, yo volveré y
tomaré mi trigo a su tiempo, y mi vino a su sazón, y quitaré mi lana y mi lino
que había dado para cubrir su desnudez. 10Y ahora descubriré yo su
locura delante de los ojos de sus amantes, y nadie la librará de mi mano.
11Haré cesar todo su gozo, sus fiestas, sus nuevas lunas y sus días de
reposo,* y todas sus festividades. 12Y haré talar sus vides
y sus higueras, de las cuales dijo: Mi salario son, salario que me han dado mis
amantes. Y las reduciré a un matorral, y las comerán las bestias del campo.
13Y la castigaré por los días en que incensaba a los baales, y se
adornaba de sus zarcillos y de sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se
olvidaba de mí, dice Jehová.
14Pero he aquí
que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. 15Y
le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por
puerta de esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su juventud, y como
en el día de su subida de la tierra de Egipto. 16En aquel tiempo,
dice Jehová, me llamarás Ishi, y nunca más me llamarás
Baali. 17Porque quitaré de su boca los nombres de los baales, y nunca más se
mencionarán sus nombres. 18En aquel tiempo haré para ti pacto con
las bestias del campo, con las aves del cielo y con las serpientes de la
tierra; y quitaré de la tierra arco y espada y guerra, y te haré dormir
segura. 19Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré
conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. 20Y te
desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová.
21En aquel tiempo
responderé, dice Jehová, yo responderé a los cielos, y ellos responderán a la
tierra. 22Y la tierra responderá al trigo, al vino y al aceite, y
ellos responderán a Jezreel. 23Y la sembraré
para mí en la tierra, y tendré misericordia de Lo-ruhama; y diré a Lo-ammi: Tú
eres pueblo mío, y él dirá: Dios mío.
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