3 de Octubre
¡Sostente con la Palabra de Honor!
Por Riqui Ricón *
Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se
enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos. Y habló
delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos
débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán
en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron
quemadas? Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que
ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribara
(Neh 4. 1-3).
En este día, sin importar lo que
digan tus enemigos, ¡No temas, CREE solamente! Esta fue la respuesta que Jesús
le dio a Jairo cuando le dieron la noticia que su hija había muerto para que ya
no molestara más al maestro.
Recuerda que Jairo tenía fe, creía
que Jesús salvaría a su hija moribunda por eso fue y le pidió ese favor a
Jesús. Jesús le dijo que sí iría con él para sanar a su hija y se encaminaron
hacia su casa. En ese momento, Jairo no sólo tenía una esperanza sino que
además TENÍA la Palabra de Jesús. Pero, a la mitad del camino, como suele
suceder con frecuencia, llegaron con la mala
noticia de la muerte de su hija; se hablaron palabras de muerte, destrucción y
desesperanza.
Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió
alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar. Y
vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio,
se postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está
agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá. Fue,
pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban... Mientras
él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas
más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía,
dijo al principal de la sinagoga: No
temas, cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie
sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del
principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban
mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La
niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él,
echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que
estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de
la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo,
levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce
años. Y se espantaron grandemente. Pero él les mandó mucho que
nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer (Mar 5.
21-24, 35-43).
Ahora bien, en la escritura que
encabeza esta reflexión, encontramos que Nehemías es un prototipo de Jesucristo
y, por lo tanto, un prototipo tuyo. Él tenía un sueño o visión, reconstruir las
murallas de Jerusalén; tenía fe, pues sabía que Dios estaba con él; tenía
propósito, pues había sido autorizado por el rey. Pero, de pronto, sus enemigos,
que al parecer eran más fuertes que él, se levantan para hacer declaraciones de
fracaso, temor, debilidad, impotencia, duda, etc., sobre de él y sobre su
propósito. ¿No te parece familiar esta oposición?
¿Qué hacer cuando has tenido fe
para pedir y creer que Dios te va a ayudar en esa difícil situación y de
repente parece que nada va a suceder o que, al contrario de lo que has pedido,
todo se va a poner peor? Pues, actúa como Nehemías, ¡sigue creyendo!
Fortalécete en el Señor y en el poder de su fuerza. Porque Él nunca ha
abandonado a nadie y tú jamás serás avergonzado(a) de haber confiado en Su
Palabra.
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de
su fuerza (Efe 6.10).
¿Cuál es el poder de la fuerza de
Dios? No son los ángeles, ni su fuerte brazo, ni los relámpagos y truenos.
¿Cómo creó Dios todo el Universo, lo visible y lo invisible? ¡Con Su Palabra!
¡El Poder de la fuerza de Dios ES Su Palabra!
Así que, fortalécete con la
Palabra de Dios y ésta te dará la fe que necesitas para salir más que
vencedor(a) de cualquier situación que estés enfrentando el día de hoy.
Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de
Cristo (Rom 10.17 NVI).
Jesús le dijo a Jairo: ¡No temas,
CREE solamente! ¿Qué fue lo que fortaleció a Jairo para seguir creyendo a pesar
de la noticia de la muerte de su hija? ¡La Palabra de Jesús! ¡Dios es digno de
confianza! ¡Dios tiene Palabra de Honor!
Dios no es como los mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice
una cosa, la realiza. Cuando hace una promesa, la cumple. Yo tengo órdenes de
bendecir; si Dios bendice, yo no puedo
contradecirlo (Num 23.19-20 DHH).
¡Todo lo que Dios ha dicho en Su
Palabra, la Biblia, acerca de ti, Él lo va hacer; todo lo que Dios ha hablado a
tu favor, Él lo va ejecutar!
Por lo tanto, resiste ese espíritu
de temor y duda que las circunstancias o las palabras de otros quieren
implantar en tu espíritu para que dejes de creer y caigas en desánimo y
desesperación. ¡Sé como Nehemías! Echa mano de la oración, toma la Palabra de
Dios como una espada, tu fe como un escudo y pelea la buena batalla pues
estamos en guerra.
Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual
asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión
(confesión) delante de muchos testigos
(1 Ti 6.12).
¡Echa mano de la Vida Eterna! Echa
mano de tu Verdadera Identidad, pues ahora, por Cristo Jesús, tú eres un(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y eres amado(a) por Dios.
El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las
palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida
(Jn 6.63).
Sólo la Palabra de Dios
puede producir Vida en ti, a pesar de cualquier circunstancia por difícil que
parezca.
¡Nunca te rindas! Jamás le des
lugar en tu vida a la actitud diabólica de la resignación. Recuerda siempre
que, ¡Dios, el Todopoderoso, es tu Padre que te ama! La Biblia, que es la
Palabra de Dios, y no miente, lo dice claramente:
Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el
que está en vosotros, que el que está en el mundo (1
Jn 4.4).
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra
nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8.31-32).
Así que, recuerda: pase lo que
pase, suceda lo que suceda, ten por cierto que tú ya has vencido. Dilo en voz
alta: ¡Yo le creo a Dios!
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo
he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono (Apo
3.21).
Sin importar cómo te sientas el
día de hoy, ¡Tú ya has vencido! La Biblia lo dice así. Si puedes creer, al que
cree todo le es posible.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en este día
vengo a Ti con la total certeza y la plena confianza a Tu Palabra. Estoy
profundamente agradecido(a) por Tu Gran Amor. Hoy sé que me amas tanto que
preferiste entregar a Tu propio Hijo antes que perderme a mí, y que, aunque yo
estaba muerto(a) en mis delitos y pecados, por este Tu Gran Amor con que me has
amado, me diste Vida juntamente con Cristo Jesús; por Tu Gracia soy salvo(a)
por medio de la fe, y aún ésta última no es mía sino que es un regalo Tuyo.
¡Cuán Grande y Hermoso Eres mi Señor! ¡Cuán maravilloso es Tu Amor por mí! En
esta hora me pongo de acuerdo con Tu Eterna e Infalible Palabra para creer y
declarar que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, creo y recibo mi
sanidad. Me declaro libre de toda dolencia y enfermedad. Hablo salud y
bienestar a cada célula, tejido, órgano y sistema de mi ser. Rechazo todo
miedo, pues yo no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y hoy puedo decir, Abba,
Padre. Pongo mis ojos, emociones y sentimientos en Ti, Señor Jesús, quien eres el
autor y consumador de mi fe. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy
más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy
dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús.
Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi
sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor,
la paz y el gozo que ahora disfruto. Gracias porque por Tu Palabra, la Biblia,
sin lugar a dudas, soy y recibo todo esto que he declarado delante de Tu
Presencia. ¡Yo soy tuyo(a) y ya he vencido! En el nombre de Jesús. Amén
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y
Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio 9 Ro 14
/ 1 Sam 26 / Sal 69
Romanos 14
Los débiles en
la fe
14 Recibid
al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. 2 Porque
uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. 3 El
que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que
come; porque Dios le ha recibido. 4 ¿Tú quién eres, que juzgas
al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme,
porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. 5 Uno
hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno
esté plenamente convencido en su propia mente. 6 El que hace
caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el
Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y
el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. 7 Porque
ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. 8 Pues
si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así
pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. 9 Porque
Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los
muertos como de los que viven. 10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu
hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos
compareceremos ante el tribunal de Cristo.
11 Porque escrito
está:
Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,
Y toda lengua confesará a Dios.
Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,
Y toda lengua confesará a Dios.
12 De manera que cada uno de nosotros
dará a Dios cuenta de sí. 13 Así que, ya no nos juzguemos más
los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer
al hermano. 14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es
inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.
15 Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya
no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por
quien Cristo murió. 16 No sea, pues, vituperado vuestro bien; 17 porque
el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo. 18 Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada
a Dios, y es aprobado por los hombres. 19 Así que, sigamos lo
que contribuye a la paz y a la mutua edificación. 20 No
destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad
son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come. 21 Bueno
es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se
ofenda, o se debilite. 22 ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo
delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que
aprueba. 23 Pero el que duda sobre lo que come, es condenado,
porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.
1 Samuel 26
David perdona la
vida a Saúl en Zif
26 Vinieron los zifeos a Saúl en Gabaa,
diciendo: ¿No está David escondido en el collado de Haquila, al oriente del
desierto? 2 Saúl entonces se levantó y descendió al desierto de Zif,
llevando consigo tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en
el desierto de Zif. 3 Y acampó Saúl en el collado de Haquila, que
está al oriente del desierto, junto al camino. Y estaba David en el desierto, y
entendió que Saúl le seguía en el desierto. 4 David, por tanto,
envió espías, y supo con certeza que Saúl había venido. 5 Y se
levantó David, y vino al sitio donde Saúl había acampado; y miró David el lugar
donde dormían Saúl y Abner hijo de Ner, general de su ejército. Y estaba Saúl
durmiendo en el campamento, y el pueblo estaba acampado en derredor de él. 6
Entonces David dijo a Ahimelec heteo y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de
Joab: ¿Quién descenderá conmigo a Saúl en el campamento? Y dijo Abisai: Yo
descenderé contigo. 7 David, pues, y Abisai fueron de noche al
ejército; y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el campamento, y su
lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner y el ejército estaban tendidos
alrededor de él. 8 Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entregado
Dios a tu enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que le hiera con la lanza, y
lo enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré segundo golpe. 9
Y David respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra
el ungido de Jehová, y será inocente? 10 Dijo además David: Vive
Jehová, que si Jehová no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o
descendiendo en batalla perezca, 11 guárdeme Jehová de extender mi
mano contra el ungido de Jehová. Pero toma ahora la lanza que está a su
cabecera, y la vasija de agua, y vámonos. 12 Se llevó, pues, David
la lanza y la vasija de agua de la cabecera de Saúl, y se fueron; y no hubo
nadie que viese, ni entendiese, ni velase, pues todos dormían; porque un
profundo sueño enviado de Jehová había caído sobre ellos. 13
Entonces pasó David al lado opuesto, y se puso en la cumbre del monte a lo
lejos, habiendo gran distancia entre ellos. 14 Y dio voces David al
pueblo, y a Abner hijo de Ner, diciendo: ¿No respondes, Abner? Entonces Abner
respondió y dijo: ¿Quién eres tú que gritas al rey? 15 Y dijo David
a Abner: ¿No eres tú un hombre? ¿y quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues,
no has guardado al rey tu señor? Porque uno del pueblo ha entrado a matar a tu
señor el rey. 16 Esto que has hecho no está bien. Vive Jehová, que
sois dignos de muerte, porque no habéis guardado a vuestro señor, al ungido de
Jehová. Mira pues, ahora, dónde está la lanza del rey, y la vasija de agua que
estaba a su cabecera. 17 Y conociendo Saúl la voz de David, dijo:
¿No es esta tu voz, hijo mío David? Y David respondió: Mi voz es, rey señor
mío. 18 Y dijo: ¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué he
hecho? ¿Qué mal hay en mi mano? 19 Ruego, pues, que el rey mi señor
oiga ahora las palabras de su siervo. Si Jehová te incita contra mí, acepte él
la ofrenda; mas si fueren hijos de hombres, malditos sean ellos en presencia de
Jehová, porque me han arrojado hoy para que no tenga parte en la heredad de
Jehová, diciendo: Ve y sirve a dioses ajenos. 20 No caiga, pues,
ahora mi sangre en tierra delante de Jehová, porque ha salido el rey de Israel
a buscar una pulga, así como quien persigue una perdiz por los montes. 21
Entonces dijo Saúl: He pecado; vuélvete, hijo mío David, que ningún mal te haré
más, porque mi vida ha sido estimada preciosa hoy a tus ojos. He aquí yo he
hecho neciamente, y he errado en gran manera. 22 Y David respondió y
dijo: He aquí la lanza del rey; pase acá uno de los criados y tómela. 23
Y Jehová pague a cada uno su justicia y su lealtad; pues Jehová te había entregado
hoy en mi mano, mas yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová. 24
Y he aquí, como tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi
vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción. 25 Y Saúl
dijo a David: Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú cosas
grandes, y prevalecerás. Entonces David se fue por su camino, y Saúl se volvió
a su lugar.
Salmos 69
Un grito de
angustia
Al músico
principal; sobre Lirios. Salmo de David.
69
Sálvame, oh Dios,
Porque las aguas han entrado hasta el alma.
Porque las aguas han entrado hasta el alma.
2 Estoy hundido en cieno
profundo, donde no puedo hacer pie;
He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
3 Cansado estoy de llamar; mi
garganta se ha enronquecido;
Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.
Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.
4 Se han aumentado más que
los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa;
Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué.
¿Y he de pagar lo que no robé?
Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué.
¿Y he de pagar lo que no robé?
5 Dios, tú conoces mi insensatez,
Y mis pecados no te son ocultos.
Y mis pecados no te son ocultos.
6 No sean avergonzados por
causa mía los que en ti confían, oh Señor Jehová de los ejércitos;
No sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel.
No sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel.
7 Porque por amor de ti he
sufrido afrenta;
Confusión ha cubierto mi rostro.
Confusión ha cubierto mi rostro.
8 Extraño he sido para mis
hermanos,
Y desconocido para los hijos de mi madre.
Y desconocido para los hijos de mi madre.
9 Porque me consumió el celo
de tu casa;
Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí.
Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí.
10 Lloré afligiendo con ayuno
mi alma,
Y esto me ha sido por afrenta.
Y esto me ha sido por afrenta.
11 Puse además cilicio por mi
vestido,
Y vine a serles por proverbio.
Y vine a serles por proverbio.
12 Hablaban contra mí los que
se sentaban a la puerta,
Y me zaherían en sus canciones los bebedores.
Y me zaherían en sus canciones los bebedores.
13 Pero yo a ti oraba, oh
Jehová, al tiempo de tu buena voluntad;
Oh Dios, por la abundancia de tu misericordia,
Por la verdad de tu salvación, escúchame.
Oh Dios, por la abundancia de tu misericordia,
Por la verdad de tu salvación, escúchame.
14 Sácame del lodo, y no sea
yo sumergido;
Sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas.
Sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas.
15 No me anegue la corriente
de las aguas,
Ni me trague el abismo,
Ni el pozo cierre sobre mí su boca.
Ni me trague el abismo,
Ni el pozo cierre sobre mí su boca.
16 Respóndeme, Jehová, porque
benigna es tu misericordia;
Mírame conforme a la multitud de tus piedades.
Mírame conforme a la multitud de tus piedades.
17 No escondas de tu siervo tu
rostro,
Porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme.
Porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme.
18 Acércate a mi alma,
redímela;
Líbrame a causa de mis enemigos.
Líbrame a causa de mis enemigos.
19 Tú sabes mi afrenta, mi
confusión y mi oprobio;
Delante de ti están todos mis adversarios.
Delante de ti están todos mis adversarios.
20 El escarnio ha quebrantado
mi corazón, y estoy acongojado.
Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo;
Y consoladores, y ninguno hallé.
Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo;
Y consoladores, y ninguno hallé.
21 Me pusieron además hiel por
comida,
Y en mi sed me dieron a beber vinagre.
Y en mi sed me dieron a beber vinagre.
22 Sea su convite delante de
ellos por lazo,
Y lo que es para bien, por tropiezo.
Y lo que es para bien, por tropiezo.
23 Sean oscurecidos sus ojos
para que no vean,
Y haz temblar continuamente sus lomos.
Y haz temblar continuamente sus lomos.
24 Derrama sobre ellos tu ira,
Y el furor de tu enojo los alcance.
Y el furor de tu enojo los alcance.
25 Sea su palacio asolado;
En sus tiendas no haya morador.
En sus tiendas no haya morador.
26 Porque persiguieron al que
tú heriste,
Y cuentan del dolor de los que tú llagaste.
Y cuentan del dolor de los que tú llagaste.
27 Pon maldad sobre su maldad,
Y no entren en tu justicia.
Y no entren en tu justicia.
28 Sean raídos del libro de
los vivientes,
Y no sean escritos entre los justos.
Y no sean escritos entre los justos.
29 Mas a mí, afligido y
miserable,
Tu salvación, oh Dios, me ponga en alto.
Tu salvación, oh Dios, me ponga en alto.
30 Alabaré yo el nombre de
Dios con cántico,
Lo exaltaré con alabanza.
Lo exaltaré con alabanza.
31 Y agradará a Jehová más que
sacrificio de buey,
O becerro que tiene cuernos y pezuñas;
O becerro que tiene cuernos y pezuñas;
32 Lo verán los oprimidos, y
se gozarán.
Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón,
Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón,
33 Porque Jehová oye a los
menesterosos,
Y no menosprecia a sus prisioneros.
Y no menosprecia a sus prisioneros.
34 Alábenle los cielos y la
tierra,
Los mares, y todo lo que se mueve en ellos.
Los mares, y todo lo que se mueve en ellos.
35 Porque Dios salvará a Sion,
y reedificará las ciudades de Judá;
Y habitarán allí, y la poseerán.
Y habitarán allí, y la poseerán.
36 La descendencia de sus
siervos la heredará,
Y los que aman su nombre habitarán en ella.
Y los que aman su nombre habitarán en ella.
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