24 de Junio
¡Un Nuevo Tú!
Por Riqui Ricón*
Y llamando a sí a toda la
multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que
entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina
al hombre. Si alguno tiene oídos para
oír, oiga… Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las
fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las
maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la
insensatez. Todas estas maldades de dentro
salen, y contaminan al hombre (Mar 7.14-16, 21-23).
Jesús nos enseña aquí que la clave para la
salvación del hombre no está fuera de él sino dentro de él. Era en tu corazón
donde se encontraba el verdadero problema de tu existencia; era tu yo más
íntimo el que se encontraba totalmente corrompido por el pecado. Por lo tanto,
el verdadero efecto del sacrificio de Jesús tuvo necesariamente que impactar
esa naturaleza caída que tú antes tenías.
Y percibió Jehová olor
grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por
causa del hombre; porque el intento
del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a
destruir todo ser viviente, como he hecho. Mientras la tierra permanezca,
no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el
invierno, y el día y la noche (Gen 8.20).
Ya desde el tiempo de Noé, Dios pone muy
claro en Su Palabra que es a causa del pecado, que el ser humano tiene un
problema permanente en su corazón. Y dado que el intento del corazón
del hombre es malo desde su juventud, Dios prometió no volver a maldecir la tierra por
causa del hombre.
»El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente
perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es? Pero yo, el SEÑOR, investigo
todos los corazones y examino las intenciones secretas. A todos les doy la
debida recompensa, según lo merecen sus acciones» (Jer 17.9-10 NTV).
Entonces, de acuerdo a la Biblia, que es la
Palabra de Dios y no miente, por Amor a ti, Dios diseñó un Plan de Redención, y
para que éste realmente funcione tendrá forzosamente que resolver el problema
del corazón del hombre.
La solución que Dios dio a este problema, es
el prodigio más asombroso que te puedas imaginar, y el rey David ya lo
acariciaba mil años antes de Jesucristo.
Crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu
salvación, Y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los
transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti
(Sal 51.10-13).
El rey David cometió sendos pecados de
adulterio y asesinato; arrepentido volvió sus ojos y corazón hacia Dios para
comprender que el verdadero problema estaba dentro de él y no se solucionaría
con el mero perdón de sus pecados, pues una vez perdonado era seguro que
volvería a caer en las mismas o peores conductas.
La ley es buena. El problema no está en ella sino en mí, porque estoy
vendido en esclavitud al pecado, que es mi dueño. Yo no me entiendo a mí mismo,
porque quiero sinceramente hacer lo bueno, pero no puedo. Hago lo que no quiero
hacer, lo que aborrezco. Sé bien que no estoy actuando correctamente y la
conciencia me dice que las leyes que estoy quebrantando son buenas. Mas de nada
me sirve, porque no soy yo el que lo hace. Es el pecado que está dentro de mí,
que es más fuerte que yo, el que me hace cometer perversidades. Sé que en
cuanto a mi vieja y malvada naturaleza soy un hombre corrupto. Haga lo que
haga, no me puedo corregir. Lo deseo, pero no puedo. Cuando quiero hacer el
bien, no lo hago; y cuando trato de no hacer lo malo, lo hago de todos modos.
Entonces, si hago lo que no quiero hacer, está claro cuál es el problema: el
pecado tiene aún clavadas en mí sus perversas garras. Parece que la vida es
así, que cuando quiero hacer lo recto, inevitablemente hago lo malo. A mi nueva
naturaleza le encanta obedecer la voluntad de Dios, pero hay algo allá en lo
más profundo de mi ser, en mi baja naturaleza, que está en guerra contra mi
voluntad y gana las peleas y me lleva cautivo al pecado, que está todavía en
mí. Mi intención es ser un siervo de la voluntad de Dios, pero me hallo esclavo
del pecado. Así que ya ven: mi nueva vida me indica lo que es recto, pero a la
vieja naturaleza que está aún en mí le encanta el pecado. ¡Qué triste es el
estado en que me encuentro! ¿Quién me libertará de la esclavitud de esta mortal
naturaleza pecadora? ¡Gracias a Dios que Cristo lo ha logrado! ¡Jesús me
libertó! (Ro 7.14-25 BAD).
Así que, el rey David clamó para que Dios lo
cambiara totalmente dándole un nuevo corazón, regenerando su espíritu y poniendo
en él la Presencia de Su Santo Espíritu. Porque, sólo entonces, dijo, cumpliré
mi propósito y enseñaré a los
transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti.
¿De qué trata todo esto?
Trata de establecer con claridad y de acuerdo a la Palabra de Dios, que el
verdadero propósito de la muerte y resurrección de Jesucristo no fue el perdón
de tus pecados sino tu liberación definitiva de la esclavitud del pecado.
Respondió Jesús y le dijo: De
cierto, de cierto te digo, que el que
no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios... Respondió Jesús: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere
de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo
que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,
espíritu es... Respondió Nicodemo y le dijo:
¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes
esto? (Jn 3.3, 5-6, 9-10).
Es interesante notar el asombro de Jesús ante
Nicodemo quien era un maestro de Israel e ignoraba el Plan de Redención por
medio del Nuevo Nacimiento o Regeneración que Dios había propuesto en las
Escrituras.
Es como si Jesús le dijera a Nicodemo: ¿Eres
tu maestro de Israel y no sabes lo que dijo Jeremías y Ezequiel respecto al
Nacer de Nuevo?
He aquí que vienen días, dice
Jehová, en los cuales haré nuevo
pacto con la casa de Israel y con
la casa de Judá. No como el pacto que hice con
sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto,
aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de
aquellos días, dice Jehová: Daré mi
ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y
ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su
prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me
conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y
no me acordaré más de su pecado (Jer 31.31-34).
Esparciré sobre vosotros
agua limpia, y seréis
limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. Os
daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne
el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra
(Ez 36.25-27).
Este es el Plan de Amor al que Dios llama en
Su Palabra, el Nuevo Pacto. Mediante este Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús,
Dios te asegura una vida totalmente Nueva. Él ha prometido dar Su Ley en tu
mente y escribirla en tu corazón; perdonar tu maldad y no acordarse más de tus
pecados; esparcir sobre ti agua limpia para limpiarte de todas tus inmundicias;
darte un corazón nuevo; hacer de ti un espíritu Nuevo y darte Su Santo
Espíritu. ¡Todo por Amor a ti!
Asimismo tomó también la copa,
después de haber cenado, diciendo: Esta
copa es el nuevo pacto en
mi sangre; haced esto todas las veces
que la bebiereis, en memoria de mí (1 Co 11.25).
Al recibir a Jesús como Señor y Salvador de
tu vida te sucedieron cuatro cosas asombrosas: Fuiste justificado(a), perdonado(a),
santificado(a) y Naciste de Nuevo como Hijo(a) de Dios.
De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios,
quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo (2 Co 5.17-18a).
¡Gracias al Nuevo Pacto has Nacido de Nuevo y
ahora eres llamado(a) Hijo(a) de Dios!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados
hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente,
como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).
¡Y lo más maravilloso es que en Verdad tú
eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!
Y estando juntos, les mandó
que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre,
la cual, les dijo, oísteis de
mí. Porque Juan ciertamente
bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados
con el Espíritu Santo dentro de no muchos días
(Hch 1.4-5).
Esta es la Promesa del Padre: ¡El Espíritu
Santo en ti y contigo!
Puesto que el Espíritu Santo es Dios mismo,
Él no podría cumplir Su Promesa de estar en ti y contigo si tu siguieras siendo
el (la) mismo(a) hombre (mujer) pecador(a). Era necesario que Jesucristo
muriera pagando todos tus pecados para así establecerte en justicia, sin
embargo, era indispensable que Él resucitara venciendo al pecado y a la muerte para
dotarte de la Nueva Naturaleza de un(a) legítimo(a) Hijo(a) de Dios.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn
3.16-17).
¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su
propio Hijo antes que perderte a ti! La muerte y resurrección de Jesucristo
representan el Plan Perfecto de Dios para hacer de ti un(a) Hijo(a) Suyo(a) y
poder así darte la Vida Eterna, que es la Vida que solamente los Hijos de Dios
pueden disfrutar.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).
Entonces, de acuerdo a la Eterna, Inmutable e
Infalible Palabra de Dios, tú ya no tienes ningún problema en tu corazón. El
pecado ya no debe ser un problema en tu vida, pues has sido creado(a) de Nuevo
y compartes la misma Identidad y Naturaleza que Jesucristo, el Hijo de Dios.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos (Ro
8.29).
Ahora, tú has sido transformado(a) según la
misma imagen de Jesús y Él es el primero de muchos hermanos, entre los cuales
estás tú.
En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos
confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este
mundo (1 Jn 4.17).
Tú eres exactamente igual a Cristo Jesús. Así
lo dice Dios en Su Palabra. Por lo tanto, no hay forma en que puedas perder.
Si puedes creer la Palabra de Dios, al que le
cree a Dios todo le es posible.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy sólo puedo decirte
gracias. Gracias, Señor Jesús, por lo que hiciste por mí en la cruz. Ahora
entiendo el alcance de Tu muerte y resurrección como parte del Nuevo Pacto que
me ha otorgado justificación, perdón, santidad y una Vida totalmente Nueva como
Hijo(a) del Rey. Lo creo, lo acepto, lo recibo y me determino, con Tu ayuda,
amado Espíritu Santo, a vivir como tal, en justicia y santidad de la Verdad. No
daré lugar en mi vida al temor, ni a la duda, ni a la enfermedad o pobreza, ni
a ninguna otra cosa que sea parte de la maldición y de la vieja naturaleza,
pues yo no soy más esa persona. Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y no
de simiente corruptible sino de la incorruptible semilla que es Tu Palabra. Abba,
Padre, te doy gracias porque mis pecados, fracasos y errores ya no son más
asunto del diablo, sino que, desechando toda condenación de mi vida, vengo
confiado(a) ante Ti, mi Padre, para confesarte mis pecados porque fiel y justo
eres Tú para perdonar mis pecados y limpiarme de toda maldad. ¡Gracias Dios! Ahora, pues, ninguna
condenación hay para mí pues yo estoy en Cristo Jesús y no ando conforme a la
carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Por esto, hoy puedo declarar con toda
seguridad que yo, __________ (tu nombre aquí), Soy más que vencedor(a), todo lo
puedo, he Nacido de Nuevo y, contigo Jesús, ya he triunfado sobre el pecado. ¡Soy
sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! Así que, puedo con toda
certeza tener una hermosísima relación Padre-Hijo(a) contigo, mi Dios. En el
nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco
una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible
poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de
Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados,
y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto.
¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada
hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar
porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y
suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues
con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y
Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio 24 Mar 7.1-23 / 2 Sam
17 / Dan 11.1-19
Marcos
7.1-23
Lo que contamina al hombre
(Mt. 15.1–20)
7
1Se juntaron a
Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén;
2los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con
manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. 3Porque los
fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si
muchas veces no se lavan las manos, no comen. 4Y volviendo de la
plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para
guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los
utensilios de metal, y de los lechos. 5Le preguntaron, pues, los
fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la
tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? 6Respondiendo
él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo de labios me honra,
Mas su corazón está lejos de mí.
7 Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas mandamientos de
hombres.
8Porque dejando el mandamiento de
Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros
y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9Les decía
también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra
tradición. 10Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre;
y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. 11Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre:
Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera
ayudarte, 12y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,
13invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis
transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.
14Y llamando a sí
a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: 15Nada hay
fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de
él, eso es lo que contamina al hombre. 16Si alguno tiene oídos
para oír, oiga. 17Cuando se alejó de la multitud y entró en casa,
le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. 18El les dijo:
¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de
fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, 19porque no
entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía,
haciendo limpios todos los alimentos. 20Pero decía, que lo que del
hombre sale, eso contamina al hombre. 21Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las
fornicaciones, los homicidios, 22los hurtos, las avaricias, las
maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la
insensatez. 23Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan
al hombre.
2
Samuel 17
Consejos de Ahitofel y de Husai
17
1Entonces
Ahitofel dijo a Absalón: Yo escogeré ahora doce mil hombres, y me levantaré y
seguiré a David esta noche, 2y caeré sobre él mientras está
cansado y débil de manos; lo atemorizaré, y todo el pueblo que está con él
huirá, y mataré al rey solo. 3Así haré volver a ti todo el pueblo
(pues tú buscas solamente la vida de un hombre); y cuando ellos hayan vuelto,
todo el pueblo estará en paz. 4Este consejo pareció bien a Absalón
y a todos los ancianos de Israel.
5Y dijo Absalón:
Llamad también ahora a Husai arquita, para que asimismo oigamos lo que él
dirá. 6Cuando Husai vino a Absalón, le habló Absalón, diciendo:
Así ha dicho Ahitofel; ¿seguiremos su consejo, o no? Di tú. 7Entonces
Husai dijo a Absalón: El consejo que ha dado esta vez Ahitofel no es bueno.
8Y añadió Husai: Tú sabes que tu padre y los suyos son hombres
valientes, y que están con amargura de ánimo, como la osa en el campo cuando le
han quitado sus cachorros. Además, tu padre es hombre de guerra, y no pasará la
noche con el pueblo. 9He aquí él estará ahora escondido en alguna
cueva, o en otro lugar; y si al principio cayeren algunos de los tuyos,
quienquiera que lo oyere dirá: El pueblo que sigue a Absalón ha sido
derrotado. 10Y aun el hombre valiente, cuyo corazón sea como
corazón de león, desmayará por completo; porque todo Israel sabe que tu padre es
hombre valiente, y que los que están con él son esforzados. 11Aconsejo,
pues, que todo Israel se junte a ti, desde Dan hasta Beerseba, en multitud como
la arena que está a la orilla del mar, y que tú en persona vayas a la batalla.
12Entonces le acometeremos en cualquier lugar en donde se hallare, y
caeremos sobre él como cuando el rocío cae sobre la tierra, y ni uno dejaremos
de él y de todos los que están con él. 13Y si se refugiare en
alguna ciudad, todos los de Israel llevarán sogas a aquella ciudad, y la
arrastraremos hasta el arroyo, hasta que no se encuentre allí ni una piedra.
14Entonces Absalón y todos los de Israel dijeron: El consejo de Husai
arquita es mejor que el consejo de Ahitofel. Porque Jehová había ordenado que
el acertado consejo de Ahitofel se frustrara, para que Jehová hiciese venir el
mal sobre Absalón.
15Dijo luego
Husai a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: Así y así aconsejó Ahitofel a Absalón y
a los ancianos de Israel; y de esta manera aconsejé yo. 16Por
tanto, enviad inmediatamente y dad aviso a David, diciendo: No te quedes esta
noche en los vados del desierto, sino pasa luego el Jordán, para que no sea
destruido el rey y todo el pueblo que con él está. 17Y Jonatán y
Ahimaas estaban junto a la fuente de Rogel, y fue una criada y les avisó,
porque ellos no podían mostrarse viniendo a la ciudad; y ellos fueron y se lo
hicieron saber al rey David. 18Pero fueron vistos por un joven, el
cual lo hizo saber a Absalón; sin embargo, los dos se dieron prisa a caminar, y
llegaron a casa de un hombre en Bahurim, que tenía en su patio un pozo, dentro
del cual se metieron. 19Y tomando la mujer de la casa una manta,
la extendió sobre la boca del pozo, y tendió sobre ella el grano trillado; y
nada se supo del asunto. 20Llegando luego los criados de Absalón a
la casa de la mujer, le dijeron: ¿Dónde están Ahimaas y Jonatán? Y la mujer les
respondió: Ya han pasado el vado de las aguas. Y como ellos los buscaron y no
los hallaron, volvieron a Jerusalén.
21Y después que
se hubieron ido, aquéllos salieron del pozo y se fueron, y dieron aviso al rey
David, diciéndole: Levantaos y daos prisa a pasar las aguas, porque Ahitofel ha
dado tal consejo contra vosotros. 22Entonces David se levantó, y
todo el pueblo que con él estaba, y pasaron el Jordán antes que amaneciese; ni
siquiera faltó uno que no pasase el Jordán.
23Pero Ahitofel,
viendo que no se había seguido su consejo, enalbardó su asno, y se levantó y se
fue a su casa a su ciudad; y después de poner su casa en orden, se ahorcó, y así
murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre.
24Y David llegó a
Mahanaim; y Absalón pasó el Jordán con toda la gente de Israel. 25Y
Absalón nombró a Amasa jefe del ejército en lugar de Joab. Amasa era hijo de un
varón de Israel llamado Itra, el cual se había llegado a Abigail hija de Nahas,
hermana de Sarvia madre de Joab. 26Y acampó Israel con Absalón en
tierra de Galaad.
27Luego que David
llegó a Mahanaim, Sobi hijo de Nahas, de Rabá de los hijos de Amón, Maquir hijo
de Amiel, de Lodebar, y Barzilai galaadita de Rogelim, 28trajeron
a David y al pueblo que estaba con él, camas, tazas, vasijas de barro, trigo,
cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados, 29miel,
manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen; porque decían: El pueblo
está hambriento y cansado y sediento en el desierto.
Daniel 11.1-19
11
1Y yo mismo, en
el año primero de Darío el medo, estuve para animarlo y fortalecerlo.
Los reyes del norte y del sur
2Y ahora yo te
mostraré la verdad. He aquí que aún habrá tres reyes en Persia, y el cuarto se
hará de grandes riquezas más que todos ellos; y al hacerse fuerte con sus
riquezas, levantará a todos contra el reino de Grecia. 3Se
levantará luego un rey valiente, el cual dominará con gran poder y hará su
voluntad. 4Pero cuando se haya levantado, su reino será
quebrantado y repartido hacia los cuatro vientos del cielo; no a sus
descendientes, ni según el dominio con que él dominó; porque su reino será
arrancado, y será para otros fuera de ellos.
5Y se hará fuerte
el rey del sur; mas uno de sus príncipes será más fuerte que él, y se hará
poderoso; su dominio será grande. 6Al cabo de años harán alianza,
y la hija del rey del sur vendrá al rey del norte para hacer la paz. Pero ella
no podrá retener la fuerza de su brazo, ni permanecerá él, ni su brazo; porque
será entregada ella y los que la habían traído, asimismo su hijo, y los que
estaban de parte de ella en aquel tiempo.
7Pero un renuevo
de sus raíces se levantará sobre su trono, y vendrá con ejército contra el rey
del norte, y entrará en la fortaleza, y hará en ellos a su arbitrio, y
predominará. 8Y aun a los dioses de ellos, sus imágenes fundidas y
sus objetos preciosos de plata y de oro, llevará cautivos a Egipto; y por años
se mantendrá él contra el rey del norte. 9Así entrará en el reino
el rey del sur, y volverá a su tierra.
10Mas los hijos
de aquél se airarán, y reunirán multitud de grandes ejércitos; y vendrá
apresuradamente e inundará, y pasará adelante; luego volverá y llevará la
guerra hasta su fortaleza. 11Por lo cual se enfurecerá el rey del
sur, y saldrá y peleará contra el rey del norte; y pondrá en campaña multitud
grande, y toda aquella multitud será entregada en su mano. 12Y al
llevarse él la multitud, se elevará su corazón, y derribará a muchos millares;
mas no prevalecerá. 13Y el rey del norte volverá a poner en
campaña una multitud mayor que la primera, y al cabo de algunos años vendrá
apresuradamente con gran ejército y con muchas riquezas.
14En aquellos tiempos
se levantarán muchos contra el rey del sur; y hombres turbulentos de tu pueblo
se levantarán para cumplir la visión, pero ellos caerán. 15Vendrá,
pues, el rey del norte, y levantará baluartes, y tomará la ciudad fuerte; y las
fuerzas del sur no podrán sostenerse, ni sus tropas escogidas, porque no habrá
fuerzas para resistir. 16Y el que vendrá contra él hará su
voluntad, y no habrá quien se le pueda enfrentar; y estará en la tierra
gloriosa, la cual será consumida en su poder. 17Afirmará luego su
rostro para venir con el poder de todo su reino; y hará con aquél convenios, y
le dará una hija de mujeres para destruirle; pero no permanecerá, ni tendrá
éxito. 18Volverá después su rostro a las costas, y tomará muchas;
mas un príncipe hará cesar su afrenta, y aun hará volver sobre él su oprobio.
19Luego volverá su rostro a las fortalezas de su tierra; mas tropezará y
caerá, y no será hallado.
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