11 de Junio
¡Tan sólo di la Palabra!
Por Riqui Ricón*
Y no les faltó cosa alguna, chica ni grande, así de hijos como de hijas,
del robo, y de todas las cosas que les habían tomado; todo lo recuperó David (1 Sm
30.19).
La Biblia, la Palabra de Dios que no miente,
hace alusión aquí a aquella ocasión cuando David y sus hombres perdieron todo
lo que tenían. No solamente perdieron sus propiedades y posesiones sino también
a sus familias (esposas e hijos).
Aunque la historia tiene un final feliz, lo
importante es escuchar lo que Dios te quiere enseñar. ¿Cómo obtuvo David
semejante restauración y restitución? ¡Escuchando la voz de Dios y obedeciendo
a Su Palabra!
Pudiera ser que el día
de hoy estés atravesando situaciones muy difíciles y quizá estés a punto de
tomar serias decisiones. Si este fuera tu caso, ¡qué bueno que estás haciendo
este devocional! Pon atención y mira a David quien es un prototipo de
Jesucristo.
Y David se angustió mucho,
porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura
de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en
Jehová su Dios (1 S 30.6).
David era el ungido del
Señor y su vida para nada estuvo exenta de peligros y aflicciones. Sin embargo,
en los momentos más difíciles de su vida nunca se volvió contra Dios, ni se
deprimió, ni se compadeció de sí mismo, ni se desesperó de las promesas de
Dios, sino que se fortaleció en Jehová su
Dios. ¿Cómo podía David hacer esto?
Jesús te enseña cómo:
Estas cosas os he hablado para
que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he
vencido al mundo (Jn 16.33).
Sin importar cuáles sean
tus circunstancias en este preciso momento de tu vida, Jesús te enseña que
puedes tener paz en medio de la aflicción si te atreves a creer; a creerle a Él
creyendo Su Palabra, la Biblia.
Pero, ¿cómo puedes tú
tener paz en medio de la aflicción? Sabiendo y CREYENDO que eres un(a) Hijo(a) Amado(a) de Dios. Sabiendo que Dios
no miente, ni se arrepiente, que todo lo que Él dice acerca de ti en Su
Palabra, Dios mismo lo va a cumplir; sabiendo que TODO lo que Dios ha hablado
acerca de ti en Su Palabra, Él mismo lo va a ejecutar.
Hijitos, vosotros sois de
Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que
está en el mundo (1 Jn 4.4).
Todo problema o
aflicción que el sistema de este mundo arroje contra ti ya ha sido vencido con
la sangre de Jesús y con Su victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Ahora
Él vive en ti y contigo, por lo tanto tú has vencido con Él porque mayor es el que está en ti, que el
que está en el mundo.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
Tú eres un(a) Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo y de todo problema, angustia o enfermedad has de salir
más que vencedor(a) por medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él
(Jn 3.16-17).
Este día tienes que
comprender y CREER que Dios te ama
tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo para pagar todos tus pecados y
así, con toda justicia, hacer de ti Su Hijo(a) Amado(a).
Ahora, la Verdad te
permite encarar cualquier situación sabiendo que vas a vencer. No que tal vez
obtengas la victoria después de una ardua lucha. ¡No! ¡Esto no es así! Dios, el
Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y de lo
invisible, ha hablado y decretado acerca de ti que Todo lo puedes en Cristo que te fortalece (fil 4.13) y que, Antes,
en todas estas cosas eres más que vencedor(a) por medio de aquel que te amó
(Ro 8.37).
Saber esto, mejor dicho, CREER esto te permite enfocar tu mirada no en el problema sino en
el autor y consumador de la fe, quién tiene todas las respuestas y siempre te
dirá cuál es el camino que debes tomar.
Y David consultó a Jehová,
diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo:
Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los
cautivos (1 S 30.8).
¿Te das cuenta? David no se precipitó para
salir corriendo detrás de sus enemigos, ni se enfrentó a sus amigos que
hablaban de apedrearlo. Él se fortaleció en el Señor su Dios.
Por lo demás, hermanos míos,
fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza (Efe 6.10).
¿Cuál es la fortaleza de Dios, tu Padre?
¿Cuál es el poder de Su fuerza? ¿Sus músculos? ¿Su voz tronante? ¿Sus ángeles? No,
no y no. El poder de la fuerza de Dios, en el cual tú te debes fortalecer antes
de encarar cualquier circunstancia, es Su Palabra, la Biblia.
Entrando Jesús en Capernaum,
vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado
está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús
le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor,
no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado
sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo
mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi
siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo
a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta
fe (Mat 8.5-10).
¿Te das cuenta que Jesús se maravilló de la
fe de un centurión romano? ¿Cómo obtuvo ese hombre semejante fe? Él sabía que
el poder para sanar a su criado sólo podía provenir de la Palabra con
autoridad.
La Palabra de Dios, la Biblia, tiene toda
autoridad para hacer que las cosas sucedan a tu favor.
Por la fe entendemos haber
sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se
ve fue hecho de lo que no se veía (He 11.3).
¡Con Su Palabra Dios creo todo lo que existe!
siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P 1.23).
Con Su Palabra, Dios te hizo Nacer de Nuevo y
ahora eres un(a) incorruptible Hijo(a) de Dios. Todas y cada una de las
Promesas que están en la Biblia, Dios las hizo para cumplirlas en ti y para ti.
Porque en el evangelio la
justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo
por la fe vivirá (Ro 1.17).
Permíteme parafrasearlo de la siguiente
manera: Porque la buena noticia en el Nuevo Pacto en la sangre de Jesús, es que
la justicia de Dios se revela por creerle a Dios, al creer Su Palabra, y para
creerle a Dios, creyendo Su Palabra, como está escrito: Mas el justo por
creerle a Dios creyendo Su Palabra vivirá.
Así que, no des lugar al desánimo ni a la
depresión, pues es seguro que saldrás victorioso(a). Fortalécete en el Señor y
en el poder de Su Fuerza. Lee y medita la Palabra de Dios; escucha Su Voz, pues
la respuesta ya está a tu alcance.
Nunca se apartará de tu boca
este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que
guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
Al fin y al cabo, si
Dios lo Dice, entonces Él lo va a cumplir.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy recibo de Ti la
Sabiduría y el Poder que me has otorgado por medio de Tu Hijo Jesucristo para
hacer frente a cualquier problema, angustia o enfermedad que venga a mi vida.
Gracias, Señor Jesús, por lo que hiciste por mí y en mí puedo ahora resistir al
espíritu de temor y de mentira que quiere amedrentarme. En ti, Jesús, me he
refugiado; No seré yo avergonzado(a) jamás. Tú me socorres y me libras en tu
justicia; Inclina hoy tu oído y sálvame. Tú, Señor, eres para mí una roca de
refugio, adonde recurro yo continuamente. Tú has dado mandamiento en Tu Palabra
para salvarme, Porque tú eres mi roca y mi fortaleza. Dios mío, líbrame de la
mano del impío, De la mano del perverso y violento. Porque tú, oh Señor
Jehová, eres mi esperanza, Seguridad mía desde mi juventud. En ti he sido
sustentado desde el vientre; De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me
sacó; De ti será siempre mi alabanza. Como prodigio he sido a muchos, Y tú mi
refugio fuerte. Sea llena mi boca de tu alabanza, De tu gloria todo el día. No
me deseches en el tiempo de la vejez; Cuando mi fuerza se acabare, no me
desampares. Porque mis enemigos hablan de mí, Y los que acechan mi alma
consultaron juntamente, Diciendo: Dios lo ha desamparado; Perseguidle y
tomadle, porque no hay quien le libre. Oh Dios, yo sé que Tú no te alejas de
mí; Dios mío, acude pronto en mi socorro. Sean avergonzados, perezcan los
adversarios de mi alma; Sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que mi
mal buscan. Mas yo, en Ti esperaré siempre, Y te alabaré más y más. Mi boca
publicará tu justicia Y tus hechos de salvación todo el día, Aunque no sé su
número. Vendré a los hechos poderosos de Jehová el Señor; Haré memoria de tu
justicia, de la tuya sola. Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, Y hasta
ahora he manifestado tus maravillas. Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no
me desampararás, Hasta que anuncie tu poder a la posteridad, Y tu potencia a
todos los que han de venir, Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso. Tú has
hecho grandes cosas; Oh Dios, ¿quién como tú? Tú, que por causa de mis pecados
he visto muchas angustias y males, En Cristo Jesús, has vuelto a darme vida, Y
de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. Aumentarás mi grandeza, Y
volverás a consolarme. Asimismo yo te alabaré con instrumento de salterio, Oh
Dios mío; tu verdad cantaré a ti en el arpa, Oh Santo de Israel. Mis labios se
alegrarán cuando cante a ti, Y mi alma, la cual redimiste. Mi lengua hablará
también de tu justicia todo el día; Por cuanto han sido avergonzados, porque
han sido confundidos los que mi mal procuraban. Por lo tanto, Todo lo puedo en Cristo que me fortalece,
pues mayor es el que está en mí que el que está en el mundo y ese eres Tú,
Precioso Espíritu de Dios. No le daré lugar al diablo y a sus mentiras en mi
vida. ¡No voy a temer más! Echo fuera de mi vida toda ansiedad e
inquietud. ¡En todas las cosas soy más
que vencedor(a) por medio de Aquel que me amó, Cristo Jesús! ¡Ya he sido sanado(a)
por las heridas de Jesús! ¡He sido establecido(a) para reinar en esta vida por
la sangre de Jesús! No hay forma que pueda perder, pues Tú, mi Dios y Padre,
estás en mí y conmigo, y si Dios es conmigo, ¿quién contra mí? ¡Soy sano(a)!
¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios! En
el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco
una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible
poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de
Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados,
y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto.
¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada
hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar
porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y
suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues
con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y
Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio 11 Ro 15.14-33 / 1 Sam
29 31 / Sal 71
Romanos
15.14-33
14Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos
estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis
amonestaros los unos a los otros. 15Mas os he
escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por
la gracia que de Dios me es dada 16para ser
ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para
que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo. 17Tengo, pues,
de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere. 18Porque no
osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia
de los gentiles, con la palabra y con las obras, 19con potencia
de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde
Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del
evangelio de Cristo. 20Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya
hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno, 21sino, como
está escrito:
Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán;
Y los que nunca han oído de él, entenderán.
Pablo se propone ir a Roma
22Por esta causa me he visto
impedido muchas veces de ir a vosotros. 23Pero
ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos
años ir a vosotros, 24cuando vaya a España, iré a vosotros; porque
espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya
gozado con vosotros. 25Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a
los santos. 26Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una
ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén. 27Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles
han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos
ministrarles de los materiales. 28Así que,
cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre
vosotros rumbo a España. 29Y sé que cuando vaya a vosotros,
llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo.
30Pero os ruego, hermanos, por
nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por
mí a Dios, 31para que sea librado de los rebeldes que están en
Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta;
32para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea
recreado juntamente con vosotros. 33Y el Dios de paz sea con todos
vosotros. Amén.
1
Samuel 29-31
Los filisteos desconfían de David
29
1Los filisteos juntaron todas sus
fuerzas en Afec, e Israel acampó junto a la fuente que está en Jezreel. 2Y
cuando los príncipes de los filisteos pasaban revista a sus compañías de a
ciento y de a mil hombres, David y sus hombres iban en la retaguardia con
Aquis. 3Y dijeron los príncipes de los filisteos: ¿Qué hacen aquí
estos hebreos? Y Aquis respondió a los príncipes de los filisteos: ¿No es éste
David, el siervo de Saúl rey de Israel, que ha estado conmigo por días y años,
y no he hallado falta en él desde el día que se pasó a mí hasta hoy? 4Entonces
los príncipes de los filisteos se enojaron contra él, y le dijeron: Despide a
este hombre, para que se vuelva al lugar que le señalaste, y no venga con
nosotros a la batalla, no sea que en la batalla se nos vuelva enemigo; porque
¿con qué cosa volvería mejor a la gracia de su señor que con las cabezas de estos
hombres? 5¿No es éste David, de quien cantaban en las danzas,
diciendo:
Saúl hirió a sus miles,
Y David a sus diez miles?
6Y Aquis llamó a David y le dijo: Vive Jehová, que tú has
sido recto, y que me ha parecido bien tu salida y tu entrada en el campamento
conmigo, y que ninguna cosa mala he hallado en ti desde el día que viniste a mí
hasta hoy; mas a los ojos de los príncipes no agradas. 7Vuélvete,
pues, y vete en paz, para no desagradar a los príncipes de los filisteos.
8Y David respondió a Aquis: ¿Qué he hecho? ¿Qué has hallado en tu siervo
desde el día que estoy contigo hasta hoy, para que yo no vaya y pelee contra
los enemigos de mi señor el rey? 9Y Aquis respondió a David, y
dijo: Yo sé que tú eres bueno ante mis ojos, como un ángel de Dios; pero los
príncipes de los filisteos me han dicho: No venga con nosotros a la batalla.
10Levántate, pues, de mañana, tú y los siervos de tu señor que han
venido contigo; y levantándoos al amanecer, marchad. 11Y se
levantó David de mañana, él y sus hombres, para irse y volver a la tierra de
los filisteos; y los filisteos fueron a Jezreel.
David derrota a los amalecitas
30
1Cuando David y sus hombres
vinieron a Siclag al tercer día, los de Amalec habían invadido el Neguev y a
Siclag, y habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego. 2Y
se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde
el menor hasta el mayor; pero a nadie habían dado muerte, sino se los habían
llevado al seguir su camino. 3Vino, pues, David con los suyos a la
ciudad, y he aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían
sido llevados cautivos. 4Entonces David y la gente que con él
estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para
llorar. 5Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y Abigail la
que fue mujer de Nabal el de Carmel, también eran cautivas.
6Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues
todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus
hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios.
7Y dijo David al sacerdote Abiatar
hijo de Ahimelec: Yo te ruego que me acerques el efod. Y Abiatar acercó el efod
a David. 8Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos
merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo: Síguelos, porque ciertamente
los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos. 9Partió,
pues, David, él y los seiscientos hombres que con él estaban, y llegaron hasta
el torrente de Besor, donde se quedaron algunos. 10Y David siguió
adelante con cuatrocientos hombres; porque se quedaron atrás doscientos, que
cansados no pudieron pasar el torrente de Besor.
11Y hallaron en el campo a un
hombre egipcio, el cual trajeron a David, y le dieron pan, y comió, y le dieron
a beber agua. 12Le dieron también un pedazo de masa de higos secos
y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió en él su espíritu; porque no
había comido pan ni bebido agua en tres días y tres noches. 13Y le
dijo David: ¿De quién eres tú, y de dónde eres? Y respondió el joven egipcio:
Yo soy siervo de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días, porque
estaba yo enfermo; 14pues hicimos una incursión a la parte del
Neguev que es de los cereteos, y de Judá, y al Neguev de Caleb; y pusimos fuego
a Siclag. 15Y le dijo David: ¿Me llevarás tú a esa tropa? Y él
dijo: Júrame por Dios que no me matarás, ni me entregarás en mano de mi amo, y
yo te llevaré a esa gente.
16Lo llevó, pues; y he aquí que
estaban desparramados sobre toda aquella tierra, comiendo y bebiendo y haciendo
fiesta, por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de los
filisteos y de la tierra de Judá. 17Y los hirió David desde
aquella mañana hasta la tarde del día siguiente; y no escapó de ellos ninguno,
sino cuatrocientos jóvenes que montaron sobre los camellos y huyeron. 18Y
libró David todo lo que los amalecitas habían tomado, y asimismo libertó David
a sus dos mujeres. 19Y no les faltó cosa alguna, chica ni grande,
así de hijos como de hijas, del robo, y de todas las cosas que les habían
tomado; todo lo recuperó David. 20Tomó también David todas las
ovejas y el ganado mayor; y trayéndolo todo delante, decían: Este es el botín
de David.
21Y vino David a los doscientos
hombres que habían quedado cansados y no habían podido seguir a David, a los
cuales habían hecho quedar en el torrente de Besor; y ellos salieron a recibir
a David y al pueblo que con él estaba. Y cuando David llegó a la gente, les
saludó con paz. 22Entonces todos los malos y perversos de entre
los que habían ido con David, respondieron y dijeron: Porque no fueron con
nosotros, no les daremos del botín que hemos quitado, sino a cada uno su mujer
y sus hijos; que los tomen y se vayan. 23Y David dijo: No hagáis
eso, hermanos míos, de lo que nos ha dado Jehová, quien nos ha guardado, y ha
entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra nosotros.
24¿Y quién os escuchará en este caso? Porque conforme a la parte del que
desciende a la batalla, así ha de ser la parte del que queda con el bagaje; les
tocará parte igual. 25Desde aquel día en adelante fue esto por ley
y ordenanza en Israel, hasta hoy.
26Y cuando David llegó a Siclag,
envió del botín a los ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: He aquí un
presente para vosotros del botín de los enemigos de Jehová. 27Lo
envió a los que estaban en Bet-el, en Ramot del Neguev, en Jatir, 28en
Aroer, en Sifmot, en Estemoa, 29en Racal, en las ciudades de
Jerameel, en las ciudades del ceneo, 30en Horma, en Corasán, en
Atac, 31en Hebrón, y en todos los lugares donde David había estado
con sus hombres.
Muerte de Saúl y de sus hijos
(1 Cr. 10.1–12)
31
1Los filisteos, pues, pelearon
contra Israel, y los de Israel huyeron delante de los filisteos, y cayeron
muertos en el monte de Gilboa. 2Y siguiendo los filisteos a Saúl y
a sus hijos, mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl.
3Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo
gran temor de ellos. 4Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu
espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos y me
traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería, porque tenía gran
temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella. 5Y
viendo su escudero a Saúl muerto, él también se echó sobre su espada, y murió
con él. 6Así murió Saúl en aquel día, juntamente con sus tres
hijos, y su escudero, y todos sus varones. 7Y los de Israel que
eran del otro lado del valle, y del otro lado del Jordán, viendo que Israel
había huido y que Saúl y sus hijos habían sido muertos, dejaron las ciudades y
huyeron; y los filisteos vinieron y habitaron en ellas.
8Aconteció al siguiente día, que
viniendo los filisteos a despojar a los muertos, hallaron a Saúl y a sus tres
hijos tendidos en el monte de Gilboa. 9Y le cortaron la cabeza, y
le despojaron de las armas; y enviaron mensajeros por toda la tierra de los
filisteos, para que llevaran las buenas nuevas al templo de sus ídolos y al
pueblo. 10Y pusieron sus armas en el templo de Astarot, y colgaron
su cuerpo en el muro de Bet-sán. 11Mas oyendo los de Jabes de
Galaad esto que los filisteos hicieron a Saúl, 12todos los hombres
valientes se levantaron, y anduvieron toda aquella noche, y quitaron el cuerpo
de Saúl y los cuerpos de sus hijos del muro de Bet-sán; y viniendo a Jabes, los
quemaron allí. 13Y tomando sus huesos, los sepultaron debajo de un
árbol en Jabes, y ayunaron siete días.
Salmos 71
Oración de un anciano
1 En ti, oh Jehová, me he refugiado;
No sea yo
avergonzado jamás.
2 Socórreme y líbrame en tu justicia;
Inclina tu
oído y sálvame.
3 Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente.
Tú has dado
mandamiento para salvarme,
Porque tú eres mi roca y mi
fortaleza.
4 Dios mío, líbrame de la mano del impío,
De la mano
del perverso y violento.
5 Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza,
Seguridad
mía desde mi juventud.
6 En ti he sido sustentado desde el vientre;
De las
entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó;
De ti será siempre mi
alabanza.
7 Como prodigio he sido a muchos,
Y tú mi
refugio fuerte.
8 Sea llena mi boca de tu alabanza,
De tu gloria
todo el día.
9 No me deseches en el tiempo de la vejez;
Cuando mi
fuerza se acabare, no me desampares.
10 Porque mis enemigos hablan de mí,
Y los que
acechan mi alma consultaron juntamente,
11 Diciendo: Dios lo ha desamparado;
Perseguidle y tomadle, porque
no hay quien le libre.
12 Oh Dios, no te alejes de mí;
Dios mío,
acude pronto en mi socorro.
13 Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma;
Sean
cubiertos de vergüenza y de confusión los que mi mal buscan.
14 Mas yo esperaré siempre,
Y te alabaré
más y más.
15 Mi boca publicará tu justicia
Y tus hechos
de salvación todo el día,
Aunque no sé
su número.
16 Vendré a los hechos poderosos de Jehová el Señor;
Haré memoria de tu justicia,
de la tuya sola.
17 Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud,
Y hasta
ahora he manifestado tus maravillas.
18 Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares,
Hasta que
anuncie tu poder a la posteridad,
Y tu
potencia a todos los que han de venir,
19 Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso.
Tú has hecho
grandes cosas;
Oh Dios,
¿quién como tú?
20 Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males,
Volverás a
darme vida,
Y de nuevo
me levantarás de los abismos de la tierra.
21 Aumentarás mi grandeza,
Y volverás a consolarme.
22 Asimismo yo te alabaré con instrumento de salterio,
Oh Dios mío;
tu verdad cantaré a ti en el arpa,
Oh Santo de
Israel.
23 Mis labios se alegrarán cuando cante a ti,
Y mi alma,
la cual redimiste.
24 Mi lengua hablará también de tu justicia todo el día;
Por cuanto han sido
avergonzados, porque han sido confundidos los que mi mal procuraban.
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