3 de Octubre
¡Sostente con la Palabra de Honor!
Por Riqui Ricón *
Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se
enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos. Y habló
delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos
débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán
en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron
quemadas? Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que
ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribara
(Neh 4. 1-3).
En este día, sin importar lo que
digan tus enemigos, ¡No temas, CREE solamente! Esta fue la respuesta que Jesús
le dio a Jairo cuando le dieron la noticia que su hija había muerto para que ya
no molestara más al maestro.
Recuerda que Jairo tenía fe, creía
que Jesús salvaría a su hija moribunda por eso fue y le pidió ese favor a
Jesús. Jesús le dijo que sí iría con él para sanar a su hija y se encaminaron
hacia su casa. En ese momento, Jairo no sólo tenía una esperanza sino que
además TENÍA la Palabra de Jesús. Pero, a la mitad del camino, como suele
suceder con frecuencia, llegaron con la mala
noticia de la muerte de su hija; se hablaron palabras de muerte, destrucción y
desesperanza.
Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió
alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar. Y
vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio,
se postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está
agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá. Fue,
pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban... Mientras
él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas
más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía,
dijo al principal de la sinagoga: No
temas, cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie
sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del
principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban
mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La
niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él,
echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que
estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de
la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo,
levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce
años. Y se espantaron grandemente. Pero él les mandó mucho que
nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer (Mar 5.
21-24, 35-43).
Ahora bien, en la escritura que
encabeza esta reflexión, encontramos que Nehemías es un prototipo de Jesucristo
y, por lo tanto, un prototipo tuyo. Él tenía un sueño o visión, reconstruir las
murallas de Jerusalén; tenía fe, pues sabía que Dios estaba con él; tenía
propósito, pues había sido autorizado por el rey. Pero, de pronto, sus enemigos,
que al parecer eran más fuertes que él, se levantan para hacer declaraciones de
fracaso, temor, debilidad, impotencia, duda, etc., sobre de él y sobre su
propósito. ¿No te parece familiar esta oposición?
¿Qué hacer cuando has tenido fe
para pedir y creer que Dios te va a ayudar en esa difícil situación y de
repente parece que nada va a suceder o que, al contrario de lo que has pedido,
todo se va a poner peor? Pues, actúa como Nehemías, ¡sigue creyendo!
Fortalécete en el Señor y en el poder de su fuerza. Porque Él nunca ha
abandonado a nadie y tú jamás serás avergonzado(a) de haber confiado en Su
Palabra.
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de
su fuerza (Efe 6.10).
¿Cuál es el poder de la fuerza de
Dios? No son los ángeles, ni su fuerte brazo, ni los relámpagos y truenos.
¿Cómo creó Dios todo el Universo, lo visible y lo invisible? ¡Con Su Palabra!
¡El Poder de la fuerza de Dios ES Su Palabra!
Así que, fortalécete con la
Palabra de Dios y ésta te dará la fe que necesitas para salir más que
vencedor(a) de cualquier situación que estés enfrentando el día de hoy.
Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de
Cristo (Rom 10.17 NVI).
Jesús le dijo a Jairo: ¡No temas,
CREE solamente! ¿Qué fue lo que fortaleció a Jairo para seguir creyendo a pesar
de la noticia de la muerte de su hija? ¡La Palabra de Jesús! ¡Dios es digno de
confianza! ¡Dios tiene Palabra de Honor!
Dios no es como los mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice
una cosa, la realiza. Cuando hace una promesa, la cumple. Yo tengo órdenes de
bendecir; si Dios bendice, yo no puedo
contradecirlo (Num 23.19-20 DHH).
¡Todo lo que Dios ha dicho en Su
Palabra, la Biblia, acerca de ti, Él lo va hacer; todo lo que Dios ha hablado a
tu favor, Él lo va ejecutar!
Por lo tanto, resiste ese espíritu
de temor y duda que las circunstancias o las palabras de otros quieren
implantar en tu espíritu para que dejes de creer y caigas en desánimo y
desesperación. ¡Sé como Nehemías! Echa mano de la oración, toma la Palabra de
Dios como una espada, tu fe como un escudo y pelea la buena batalla pues
estamos en guerra.
Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual
asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión
(confesión) delante de muchos testigos
(1 Ti 6.12).
¡Echa mano de la Vida Eterna! Echa
mano de tu Verdadera Identidad, pues ahora, por Cristo Jesús, tú eres un(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y eres amado(a) por Dios.
El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las
palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida
(Jn 6.63).
Sólo la Palabra de Dios
puede producir Vida en ti, a pesar de cualquier circunstancia por difícil que
parezca.
¡Nunca te rindas! Jamás le des
lugar en tu vida a la actitud diabólica de la resignación. Recuerda siempre
que, ¡Dios, el Todopoderoso, es tu Padre que te ama! La Biblia, que es la
Palabra de Dios, y no miente, lo dice claramente:
Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el
que está en vosotros, que el que está en el mundo (1
Jn 4.4).
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra
nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8.31-32).
Así que, recuerda: pase lo que
pase, suceda lo que suceda, ten por cierto que tú ya has vencido. Dilo en voz
alta: ¡Yo le creo a Dios!
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo
he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono (Apo
3.21).
Sin importar cómo te sientas el
día de hoy, ¡Tú ya has vencido! La Biblia lo dice así. Si puedes creer, al que
cree todo le es posible.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en este día
vengo a Ti con la total certeza y la plena confianza a Tu Palabra. Estoy
profundamente agradecido(a) por Tu Gran Amor. Hoy sé que me amas tanto que
preferiste entregar a Tu propio Hijo antes que perderme a mí, y que, aunque yo
estaba muerto(a) en mis delitos y pecados, por este Tu Gran Amor con que me has
amado, me diste Vida juntamente con Cristo Jesús; por Tu Gracia soy salvo(a)
por medio de la fe, y aún ésta última no es mía sino que es un regalo Tuyo.
¡Cuán Grande y Hermoso Eres mi Señor! ¡Cuán maravilloso es Tu Amor por mí! En
esta hora me pongo de acuerdo con Tu Eterna e Infalible Palabra para creer y
declarar que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, creo y recibo mi
sanidad. Me declaro libre de toda dolencia y enfermedad. Hablo salud y
bienestar a cada célula, tejido, órgano y sistema de mi ser. Rechazo todo
miedo, pues yo no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y hoy puedo decir, Abba,
Padre. Pongo mis ojos, emociones y sentimientos en Ti, Señor Jesús, quien eres el
autor y consumador de mi fe. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy
más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy
dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús.
Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi
sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor,
la paz y el gozo que ahora disfruto. Gracias porque por Tu Palabra, la Biblia,
sin lugar a dudas, soy y recibo todo esto que he declarado delante de Tu
Presencia. ¡Yo soy tuyo(a) y ya he vencido! En el nombre de Jesús. Amén
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y
Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio 20 Mar 5:1-20
/ 2 Sam 13 / Dan 7
Marcos 5:1-20
El endemoniado
gadareno
(Mt. 8.28-34;
Lc. 8.26-39)
5
1 Vinieron al otro lado del mar, a la
región de los gadarenos. 2 Y cuando salió él de la barca, en
seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu
inmundo, 3 que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía
atarle, ni aun con cadenas. 4 Porque muchas veces había sido
atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él,
y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. 5 Y
siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los
sepulcros, e hiriéndose con piedras. 6 Cuando vio, pues, a
Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. 7 Y clamando a
gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro
por Dios que no me atormentes. 8 Porque le decía: Sal de este
hombre, espíritu inmundo. 9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y
respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos. 10 Y
le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región. 11 Estaba
allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo. 12 Y le
rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos
en ellos. 13 Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos
espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el
hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron. 14 Y
los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los
campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido. 15 Vienen
a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la
legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. 16 Y
les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había
tenido el demonio, y lo de los cerdos. 17 Y comenzaron a
rogarle que se fuera de sus contornos. 18 Al entrar él en la
barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. 19 Mas
Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y
cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia
de ti. 20 Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán
grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.
2 Samuel 13
Amnón y Tamar
13
Aconteció
después de esto, que teniendo Absalón hijo de David una hermana hermosa que se
llamaba Tamar, se enamoró de ella Amnón hijo de David. 2 Y
estaba Amnón angustiado hasta enfermarse por Tamar su hermana, pues por ser
ella virgen, le parecía a Amnón que sería difícil hacerle cosa alguna. 3 Y
Amnón tenía un amigo que se llamaba Jonadab, hijo de Simea, hermano de David; y
Jonadab era hombre muy astuto. 4 Y éste le dijo: Hijo del rey,
¿por qué de día en día vas enflaqueciendo así? ¿No me lo descubrirás a mí? Y
Amnón le respondió: Yo amo a Tamar la hermana de Absalón mi hermano. 5 Y
Jonadab le dijo: Acuéstate en tu cama, y finge que estás enfermo; y cuando tu
padre viniere a visitarte, dile: Te ruego que venga mi hermana Tamar, para que
me dé de comer, y prepare delante de mí alguna vianda, para que al verla yo la
coma de su mano. 6 Se acostó, pues, Amnón, y fingió que estaba
enfermo; y vino el rey a visitarle. Y dijo Amnón al rey: Yo te ruego que venga
mi hermana Tamar, y haga delante de mí dos hojuelas, para que coma yo de su
mano. 7 Y David envió a Tamar a su casa, diciendo: Ve ahora a
casa de Amnón tu hermano, y hazle de comer. 8 Y fue Tamar a
casa de su hermano Amnón, el cual estaba acostado; y tomó harina, y amasó, e
hizo hojuelas delante de él y las coció. 9 Tomó luego la
sartén, y las sacó delante de él; mas él no quiso comer. Y dijo Amnón: Echad
fuera de aquí a todos. Y todos salieron de allí. 10 Entonces
Amnón dijo a Tamar: Trae la comida a la alcoba, para que yo coma de tu mano. Y
tomando Tamar las hojuelas que había preparado, las llevó a su hermano Amnón a
la alcoba. 11 Y cuando ella se las puso delante para que
comiese, asió de ella, y le dijo: Ven, hermana mía, acuéstate conmigo. 12 Ella
entonces le respondió: No, hermano mío, no me hagas violencia; porque no se
debe hacer así en Israel. No hagas tal vileza. 13 Porque ¿adónde
iría yo con mi deshonra? Y aun tú serías estimado como uno de los perversos en
Israel. Te ruego pues, ahora, que hables al rey, que él no me negará a ti. 14 Mas
él no la quiso oír, sino que pudiendo más que ella, la forzó, y se acostó con
ella. 15 Luego la aborreció Amnón con tan gran aborrecimiento,
que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado.
Y le dijo Amnón: Levántate, y vete. 16 Y ella le respondió: No
hay razón; mayor mal es este de arrojarme, que el que me has hecho. Mas él no
la quiso oír, 17 sino que llamando a su criado que le servía,
le dijo: Echame a ésta fuera de aquí, y cierra tras ella la puerta. 18 Y
llevaba ella un vestido de diversos colores, traje que vestían las hijas
vírgenes de los reyes. Su criado, pues, la echó fuera, y cerró la puerta tras
ella. 19 Entonces Tamar tomó ceniza y la esparció sobre su
cabeza, y rasgó la ropa de colores de que estaba vestida, y puesta su mano
sobre su cabeza, se fue gritando.
Venganza
y huida de Absalón 20 Y le dijo su hermano Absalón: ¿Ha estado
contigo tu hermano Amnón? Pues calla ahora, hermana mía; tu hermano es; no se
angustie tu corazón por esto. Y se quedó Tamar desconsolada en casa de Absalón
su hermano. 21 Y luego que el rey David oyó todo esto, se enojó
mucho. 22 Mas Absalón no habló con Amnón ni malo ni bueno;
aunque Absalón aborrecía a Amnón, porque había forzado a Tamar su hermana. 23 Aconteció
pasados dos años, que Absalón tenía esquiladores en Baal-hazor, que está junto
a Efraín; y convidó Absalón a todos los hijos del rey. 24 Y
vino Absalón al rey, y dijo: He aquí, tu siervo tiene ahora esquiladores; yo
ruego que venga el rey y sus siervos con tu siervo. 25 Y
respondió el rey a Absalón: No, hijo mío, no vamos todos, para que no te seamos
gravosos. Y aunque porfió con él, no quiso ir, mas le bendijo. 26 Entonces
dijo Absalón: Pues si no, te ruego que venga con nosotros Amnón mi hermano. Y
el rey le respondió: ¿Para qué ha de ir contigo? 27 Pero como
Absalón le importunaba, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey. 28 Y
Absalón había dado orden a sus criados, diciendo: Os ruego que miréis cuando el
corazón de Amnón esté alegre por el vino; y al decir yo: Herid a Amnón,
entonces matadle, y no temáis, pues yo os lo he mandado. Esforzaos, pues, y sed
valientes. 29 Y los criados de Absalón hicieron con Amnón como
Absalón les había mandado. Entonces se levantaron todos los hijos del rey, y
montaron cada uno en su mula, y huyeron. 30 Estando ellos aún
en el camino, llegó a David el rumor que decía: Absalón ha dado muerte a todos
los hijos del rey, y ninguno de ellos ha quedado. 31 Entonces
levantándose David, rasgó sus vestidos, y se echó en tierra, y todos sus
criados que estaban junto a él también rasgaron sus vestidos. 32 Pero
Jonadab, hijo de Simea hermano de David, habló y dijo: No diga mi señor que han
dado muerte a todos los jóvenes hijos del rey, pues sólo Amnón ha sido muerto;
porque por mandato de Absalón esto había sido determinado desde el día en que
Amnón forzó a Tamar su hermana. 33 Por tanto, ahora no ponga mi
señor el rey en su corazón ese rumor que dice: Todos los hijos del rey han sido
muertos; porque sólo Amnón ha sido muerto. 34 Y Absalón huyó.
Entre tanto, alzando sus ojos el joven que estaba de atalaya, miró, y he aquí
mucha gente que venía por el camino a sus espaldas, del lado del monte. 35 Y
dijo Jonadab al rey: He allí los hijos del rey que vienen; es así como tu
siervo ha dicho. 36 Cuando él acabó de hablar, he aquí los
hijos del rey que vinieron, y alzando su voz lloraron. Y también el mismo rey y
todos sus siervos lloraron con muy grandes lamentos. 37 Mas
Absalón huyó y se fue a Talmai hijo de Amiud, rey de Gesur. Y David
lloraba por su hijo todos los días. 38 Así huyó Absalón y se
fue a Gesur, y estuvo allá tres años. 39 Y el rey David deseaba
ver a Absalón; pues ya estaba consolado acerca de Amnón, que había muerto.
Daniel 7
Visión de las
cuatro bestias
7
1 En el primer año de Belsasar rey de
Babilonia tuvo Daniel un sueño, y visiones de su cabeza mientras estaba en su
lecho; luego escribió el sueño, y relató lo principal del asunto. 2 Daniel
dijo: Miraba yo en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos del
cielo combatían en el gran mar. 3 Y cuatro bestias grandes,
diferentes la una de la otra, subían del mar. 4 La primera era
como león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando hasta que sus alas fueron
arrancadas, y fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies a
manera de hombre, y le fue dado corazón de hombre. 5 Y he aquí
otra segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más
que del otro, y tenía en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue
dicho así: Levántate, devora mucha carne. 6 Después de esto
miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus
espaldas; tenía también esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio. 7 Después
de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia,
espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes
grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y
era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez
cuernos. 8 Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que
otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres
cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y
una boca que hablaba grandes cosas. 9 Estuve mirando hasta que
fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era
blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono
llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. 10 Un
río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le
servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó,
y los libros fueron abiertos. 11 Yo entonces miraba a causa del
sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; miraba hasta que mataron
a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en el
fuego. 12 Habían también quitado a las otras bestias su
dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo. 13 Miraba
yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como
un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron
acercarse delante de él. 14 Y le fue dado dominio, gloria y
reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su
dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será
destruido. 15 Se me turbó el espíritu a mí, Daniel, en medio de
mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron. 16 Me
acerqué a uno de los que asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto.
Y me habló, y me hizo conocer la interpretación de las cosas. 17 Estas
cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. 18 Después
recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo,
eternamente y para siempre. 19 Entonces tuve deseo de saber la
verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras,
espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que
devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies; 20 asimismo
acerca de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había
salido, delante del cual habían caído tres; y este mismo cuerno tenía ojos, y
boca que hablaba grandes cosas, y parecía más grande que sus compañeros. 21 Y
veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía, 22 hasta
que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del
Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino. 23 Dijo
así: La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente
de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará.
24 Y los diez cuernos significan que de aquel reino se
levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será
diferente de los primeros, y a tres reyes derribará. 25 Y
hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y
pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta
tiempo, y tiempos, y medio tiempo. 26 Pero se sentará el Juez,
y le quitarán su dominio para que sea destruido y arruinado hasta el fin, 27 y
que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo,
sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino
eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán. 28 Aquí
fue el fin de sus palabras. En cuanto a mí, Daniel, mis pensamientos me
turbaron y mi rostro se demudó; pero guardé el asunto en mi corazón.
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