26 de Junio
¡Con la luz de la Verdad!
Por Riqui Ricón*
Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los
que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad
(Dan 12.3).
Que hermoso es saber que el Plan
Perfecto de Dios para tu vida está lleno de la luz de Cristo (el Ungido con Su
Unción), para que vivas una vida Plena y Abundante. Aquellos que entienden el
mensaje del Evangelio y lo reciben resplandecen con la luz de Jesucristo, como las estrellas a
perpetua eternidad.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas
resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella
(Jn 1.4-5).
¡Jesús mismo es la luz y la Vida
Eterna que alumbran tu corazón!
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia
(Jn 10.10).
Esta Luz y la Vida Eterna son un
regalo de Amor para ti de parte de Dios, quien sólo desea que Vivas la Vida
Eterna de una forma Plena y Abundante.
Sin importar las circunstancias
que el día de hoy estés enfrentando, debes saber, y sobre todo creer, que Dios
no te ha dejado, ni te dejará. Siempre ha estado en Su corazón el deseo de
llamarte de las tinieblas a Su luz admirable para trasladarte al reino de Su
amado Hijo, Jesús, en
quien tienes redención por su sangre, el perdón de pecados
(Col 1.14).
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a
su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él (Jn 3.16-17).
Dios te ama tanto que prefirió
entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus pecados, antes que perderte a
ti. Y aunque, ciertamente, has sido justificado(a) y perdonado(a) en la Sangre
de Jesús, lo realmente asombroso es que, por Su resurrección, ahora eres,
efectivamente, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio
a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también
herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo (Ro8.15-17a).
Esto significa que tienes los
mismos derechos que Cristo Jesús tiene y puedes, por lo tanto, vivir una vida
libre de temor y llena de la plenitud de Dios, Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia
(Jn 1.16).
Es por el Gran Amor que
Dios siente por ti que diseñó este Plan Perfecto para hacer de ti,
legítimamente, Su propio(a) Hijo(a).
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce,
precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1
NVI).
Es interesante notar que en las
lecturas del día de hoy, mientras Jesús les advertía sobre la levadura de los
fariseos, sus discípulos discutían acerca de haber olvidado traer pan para
comer. ¡Qué ironía! Estar cara a cara con Jesús y no tener entendimiento.
Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan?
¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?
(Mar 8.17).
Así que, ya es tiempo
que tú entiendas que, gracias al precio que Jesús pagó en esa cruz, ahora
realmente eres un(a) legítimo(a) Hijo(a) de Dios y lo que esto significa.
Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido
dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por
su gloria y excelencia, por medio de las cuales
nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a
ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que
hay en el mundo a causa de la concupiscencia (1
P 1.3-4).
¡Tú ya no eres de este mundo! (Jn
17.16). Y todas y cada una de las promesas hechas en la Palabra de Dios te
pertenecen por completo. Dios las prometió para que tú entendieras que ahora
eres Su Hijo(a) amado(a) y que participas de la naturaleza divina.
para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en
medio de una generación maligna y perversa, en
medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo
(Fil 2.15).
Sin lugar a dudas, tú eres un(a)
entendido(a) Hijo(a) de Dios y resplandeces como el resplandor del firmamento y
como las estrellas a perpetua eternidad. Lo eres porque Dios lo dice así en Su
Palabra y no por lo que haces, piensas o sientes acerca de ti mismo(a).
Pero ustedes no son así porque son un pueblo elegido. Son sacerdotes del
Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrar a
otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y
entrar en su luz maravillosa (1 P 2.9 NTV).
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Luc
21.33).
Así que, ten ánimo y pon toda tu
confianza en Dios; créele a Él, creyendo Su Palabra, porque sin importar
problema, circunstancia o enfermedad, de todo saldrás más que vencedor(a) por
medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús.
Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu
heredad al fin de los días (Dan 12.13).
El Espíritu Santo le asegura a tu
espíritu que eres un(a) Hijo(a) de Dios. Y si eres Hijo(a), entonces eres
heredero(a); heredero(a) de Dios y coheredero(a) con Cristo Jesús, pues si
ahora sufres con Él, también tendrás parte con Él en su gloria (Ro 8.16-17).
»¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del SEÑOR
brilla sobre ti! (Isa 60.1 NVI).
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, tú has establecido en
Tu Palabra que los justos resplandeceremos en Tu Reino. Gracias porque yo soy
ese(a) justo(a). Gracias por el gran Amor con que me has amado, que estando yo
muerto(a) en delitos y pecados, me diste vida juntamente con Cristo. Es por Tu
Gracia que yo soy salvo(a). Señor Jesús, muchas gracias por no haber tenido tu
condición de ser igual a Dios como algo a que aferrarte y te despojaste a Ti
mismo haciéndote obediente hasta la muerte por amor a mí. Por esto, ahora yo
soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Gracias, Señor Jesús, porque no
sólo proveíste para mí el perdón de mis pecados sino que me hiciste justicia de
Dios en Ti y me reconciliaste con Dios haciéndome hermano(a) Tuyo(a) e Hijo(a)
del Padre. Por Ti, mi amado Jesús, he Nacido de Nuevo y ahora Dios, el Todopoderoso,
es Abba, Padre, mi Papá. Leer de esto en Tu Palabra, la Biblia, me hace conocer
la Verdad y la Verdad me hace libre. ¡Tengo entendimiento y resplandezco como
el resplandor del firmamento! Soy libre para recibir, por medio de la fe en Ti,
Jesucristo, esta Nueva Vida. Soy libre para recibir, por medio de la fe en Tu
Palabra, esta identidad de Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, siendo
renacido(a), no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra
de Dios que vive y permanece para siempre. Por lo tanto, amado Padre celestial,
todas y cada una de las Promesas que están en Tu Palabra son mías y para mí. Hoy puedo orar a Ti con la certeza de que me
escuchas y me respondes. Tengo gozo y paz en mi corazón pues puedo pedir y
recibir. Por lo tanto, en el nombre poderoso de Cristo Jesús, declaró que soy
sano(a) y libre de toda enfermedad o dolencia; creo y recibo la voluntad
expresa de mi Padre, Dios Todopoderoso, para ser y vivir prosperado(a) en todas
las cosas. Echo fuera de mi vida todo pensamiento de temor y duda resistiendo
todo engaño y mentira acerca de mí. Yo soy lo que la Biblia dice que soy. Un(a)
Hijo(a) amado(a) de Dios; especial tesoro de mi Padre; todo lo puedo en Cristo
que me fortalece y en todas las cosas, absolutamente todas las cosas, soy más
que vencedor(a) por medio del Amor de Cristo Jesús, mi Rey, Señor y Salvador.
Señor Jesús, hoy me alegro en el gozo y la paz que brindan el ser la persona
que Tú dices que soy. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco
una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible
poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de
Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados,
y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto.
¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada
hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar
porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y
suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues
con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura y
Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio 26 Mar 8.1-21
/
2 Sam 19 / Dan 12
Marcos
8.1-21
Alimentación de los cuatro mil
(Mt. 15.32–39)
8
1En aquellos
días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus
discípulos, y les dijo: 2Tengo compasión de la gente, porque ya
hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; 3y si los
enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de
ellos han venido de lejos. 4Sus discípulos le respondieron: ¿De
dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto? 5El
les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. 6Entonces
mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes,
habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen
delante; y los pusieron delante de la multitud. 7Tenían también
unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen
delante. 8Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos
que habían sobrado, siete canastas. 9Eran los que comieron, como
cuatro mil; y los despidió. 10Y luego entrando en la barca con sus
discípulos, vino a la región de Dalmanuta.
La demanda de una señal
(Mt. 16.1–4; Lc. 12.54–56)
11Vinieron
entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal del
cielo,
para tentarle. 12Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide
señal esta generación? De cierto os digo que no se
dará señal a esta generación. 13Y dejándolos, volvió a entrar en
la barca, y se fue a la otra ribera.
La levadura de los fariseos
(Mt. 16.5–12)
14Habían olvidado
de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. 15Y él
les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. 16Y discutían entre sí, diciendo: Es
porque no trajimos pan. 17Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué
discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis
endurecido vuestro corazón? 18¿Teniendo ojos no veis, y teniendo
oídos no oís? ¿Y no recordáis? 19Cuando partí
los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos
recogisteis? Y ellos dijeron: Doce. 20Y cuando los siete panes
entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos
dijeron: Siete. 21Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
2
Samuel 19
David vuelve a Jerusalén
19
1Dieron aviso a
Joab: He aquí el rey llora, y hace duelo por Absalón. 2Y se volvió
aquel día la victoria en luto para todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo
aquel día que el rey tenía dolor por su hijo. 3Y entró el pueblo
aquel día en la ciudad escondidamente, como suele entrar a escondidas el pueblo
avergonzado que ha huido de la batalla. 4Mas el rey, cubierto el
rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío!
5Entonces Joab vino al rey en la casa, y dijo: Hoy has avergonzado el
rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, y la vida de tus
hijos y de tus hijas, y la vida de tus mujeres, y la vida de tus concubinas,
6amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman; porque
hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; pues hoy me has
hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos
muertos, entonces estarías contento. 7Levántate pues, ahora, y ve
afuera y habla bondadosamente a tus siervos; porque juro por Jehová que si no
sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto te será peor que
todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora. 8Entonces
se levantó el rey y se sentó a la puerta, y fue dado aviso a todo el pueblo,
diciendo: He aquí el rey está sentado a la puerta. Y vino todo el pueblo
delante del rey; pero Israel había huido, cada uno a su tienda.
9Y todo el pueblo
disputaba en todas las tribus de Israel, diciendo: El rey nos ha librado de
mano de nuestros enemigos, y nos ha salvado de mano de los filisteos; y ahora
ha huido del país por miedo de Absalón. 10Y Absalón, a quien
habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, estáis
callados respecto de hacer volver al rey?
11Y el rey David
envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, diciendo: Hablad a los ancianos de
Judá, y decidles: ¿Por qué seréis vosotros los postreros en hacer volver el rey
a su casa, cuando la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerle
volver a su casa? 12Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi
carne sois. ¿Por qué, pues, seréis vosotros los postreros en hacer volver al
rey? 13Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y
carne mía? Así me haga Dios, y aun me añada, si no fueres general del ejército
delante de mí para siempre, en lugar de Joab. 14Así inclinó el
corazón de todos los varones de Judá, como el de un solo hombre, para que
enviasen a decir al rey: Vuelve tú, y todos tus siervos. 15Volvió,
pues, el rey, y vino hasta el Jordán. Y Judá vino a Gilgal para recibir al rey
y para hacerle pasar el Jordán.
16Y Simei
hijo de Gera, hijo de Benjamín, que era de Bahurim, se dio prisa y descendió
con los hombres de Judá a recibir al rey David. 17Con él venían
mil hombres de Benjamín; asimismo Siba, criado de la casa de Saúl, con sus quince
hijos y sus veinte siervos, los cuales pasaron el Jordán delante del rey.
18Y cruzaron el vado para pasar a la familia del rey, y para hacer lo
que a él le pareciera. Entonces Simei hijo de Gera se postró delante del rey
cuando él hubo pasado el Jordán, 19y dijo al rey: No me culpe mi
señor de iniquidad, ni tengas memoria de los males que tu siervo hizo el día en
que mi señor el rey salió de Jerusalén; no los guarde el rey en su corazón.
20Porque yo tu siervo reconozco haber pecado, y he venido hoy el primero
de toda la casa de José, para descender a recibir a mi señor el rey. 21Respondió
Abisai hijo de Sarvia y dijo: ¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al
ungido de Jehová? 22David entonces dijo: ¿Qué tengo yo con
vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Ha de morir hoy
alguno en Israel? ¿Pues no sé yo que hoy soy rey sobre Israel? 23Y
dijo el rey a Simei: No morirás. Y el rey se lo juró.
24También
Mefi-boset hijo de Saúl descendió a recibir al rey; no
había lavado sus pies, ni había cortado su barba, ni tampoco había lavado sus
vestidos, desde el día en que el rey salió hasta el día en que volvió en paz.
25Y luego que vino él a Jerusalén a recibir al rey, el rey le dijo:
Mefi-boset, ¿por qué no fuiste conmigo? 26Y él respondió: Rey
señor mío, mi siervo me engañó; pues tu siervo había dicho: Enalbárdame un
asno, y montaré en él, e iré al rey; porque tu siervo es cojo. 27Pero
él ha calumniado a tu siervo delante de mi señor el rey; mas mi señor el rey es
como un ángel de Dios; haz, pues, lo que bien te parezca. 28Porque
toda la casa de mi padre era digna de muerte delante de mi señor el rey, y tú
pusiste a tu siervo entre los convidados a tu mesa. ¿Qué derecho, pues, tengo
aún para clamar más al rey? 29Y el rey le dijo: ¿Para qué más
palabras? Yo he determinado que tú y Siba os dividáis las tierras. 30Y
Mefi-boset dijo al rey: Deja que él las tome todas, pues que mi señor el rey ha
vuelto en paz a su casa.
31También
Barzilai
galaadita descendió de Rogelim, y pasó el Jordán con el rey, para acompañarle
al otro lado del Jordán. 32Era Barzilai muy anciano, de ochenta
años, y él había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim, porque era
hombre muy rico. 33Y el rey dijo a Barzilai: Pasa conmigo, y yo te
sustentaré conmigo en Jerusalén. 34Mas Barzilai dijo al rey:
¿Cuántos años más habré de vivir, para que yo suba con el rey a Jerusalén?
35De edad de ochenta años soy este día. ¿Podré distinguir entre lo que
es agradable y lo que no lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o
beba? ¿Oiré más la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Para qué, pues, ha
de ser tu siervo una carga para mi señor el rey? 36Pasará tu
siervo un poco más allá del Jordán con el rey; ¿por qué me ha de dar el rey tan
grande recompensa? 37Yo te ruego que dejes volver a tu siervo, y
que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Mas he
aquí a tu siervo Quimam; que pase él con mi señor el rey, y haz a él lo que
bien te pareciere. 38Y el rey dijo: Pues pase conmigo Quimam, y yo
haré con él como bien te parezca; y todo lo que tú pidieres de mí, yo lo haré.
39Y todo el pueblo pasó el Jordán; y luego que el rey hubo también
pasado, el rey besó a Barzilai, y lo bendijo; y él se volvió a su casa.
40El rey entonces pasó a Gilgal, y con él pasó Quimam; y todo el pueblo
de Judá acompañaba al rey, y también la mitad del pueblo de Israel.
41Y he aquí todos
los hombres de Israel vinieron al rey, y le dijeron: ¿Por qué los hombres de
Judá, nuestros hermanos, te han llevado, y han hecho pasar el Jordán al rey y a
su familia, y a todos los siervos de David con él? 42Y todos los
hombres de Judá respondieron a todos los de Israel: Porque el rey es nuestro
pariente. Mas ¿por qué os enojáis vosotros de eso? ¿Hemos nosotros comido algo
del rey? ¿Hemos recibido de él algún regalo? 43Entonces
respondieron los hombres de Israel, y dijeron a los de Judá: Nosotros tenemos
en el rey diez partes, y en el mismo David más que vosotros. ¿Por qué, pues,
nos habéis tenido en poco? ¿No hablamos nosotros los primeros, respecto de
hacer volver a nuestro rey? Y las palabras de los hombres de Judá fueron más
violentas que las de los hombres de Israel.
Daniel 12
El tiempo del fin
12
1En aquel tiempo
se levantará Miguel, el gran príncipe que está de
parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue
desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel
tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro.
2Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados,
unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. 3Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los
que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua
eternidad. 4Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro
hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se
aumentará.
5Y yo Daniel
miré, y he aquí otros dos que estaban en pie, el uno a este lado del río, y el
otro al otro lado del río. 6Y dijo uno al varón vestido de lino,
que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin de estas maravillas?
7Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, el
cual alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive por los
siglos, que será por tiempo, tiempos, y la mitad de
un tiempo. Y cuando se acabe la dispersión del poder del
pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas. 8Y yo oí, mas no
entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? 9El
respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el
tiempo del fin. 10Muchos serán limpios, y emblanquecidos y
purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de
los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán. 11Y desde
el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación
desoladora, habrá mil doscientos noventa días. 12Bienaventurado
el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días. 13Y
tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al
fin de los días.
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