viernes, 31 de mayo de 2019

¿Cuánto vas a vivir?



1 de Junio
¡Eres Eterno(a)! ¡Vivirás para siempre!
Por Riqui Ricón*


Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas. Porque tú, oh Dios, has oído mis votos; Me has dado la heredad de los que temen tu nombre (Sal 61.4-5).
Cuando, con una sencilla oración, hiciste a Jesucristo el Señor y Salvador de tu vida, Naciste de Nuevo y adquiriste derechos y privilegios que solamente los Hijos de Dios pueden tener. Uno de estos es vivir para siempre, ¡la Vida Eterna!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Satanás, tu adversario, tratará con todos sus recursos hacer que tú olvides quién ahora eres. Utilizará personas, circunstancias, enfermedades y aflicciones para que dejes en segundo o tercer plano el hecho irrefutable que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre,  que se nos llame hijos de Dios!  ¡Y lo somos!  El mundo no nos conoce,  precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI)
Sin importar tus circunstancias o condición actual, la Verdad es que Dios te ama. La Verdad es que tú eres tan importante para Él que, gracias al sacrificio de Su Hijo, Jesús, ahora Él te llama Hijo(a) Suyo(a) y tienes toda la libertad, y garantía, para habitar con Él, en Su Presencia: ¡Para siempre!
Ahora tú estás seguro(a) bajo la cubierta de Sus alas, porque Él ha escuchado tu oración. Y Dios, tu Padre, te ha dado la heredad de los que temen, de los que aman Su Nombre.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados (Ro 8.15-17).
¡Eres heredero(a) de Dios y coheredero(a) con Cristo! ¿Qué te puede hacer el mundo? ¡Habitas a la sombra del Altísimo y moras bajo la sombra del Todopoderoso! ¿Quién te puede vencer?
¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como éstas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? (Ro 8.31 NTV).
Padecer juntamente con Cristo significa creer; significa tener la certeza que ahora eres Hijo(a) del Dios y anteponer esta certeza a cualquier enfermedad, problema o aflicción, pues sólo así se cumplieron los padecimientos del Rey, quien por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios (He 12.2).
Jesús sabía perfectamente quién era Él y cuál era Su propósito en este mundo.
Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese (Jn 17.4).
Si tú crees que la Biblia es la Palabra de Dios (y lo crees), entonces tú sabes perfectamente que, ahora, al igual que Jesús, eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, que eres Eterno(a) y que tu Padre te ha dejado en este mundo para que, reinando con toda autoridad, establezcas Su reino, aquí y ahora.
Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1 S 16.7).
No te mires a ti mismo(a) como se mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos. No te fijes en tus circunstancias, ni en tus capacidades. Mírate como Dios te mira. ¡Mírate a ti mismo(a) a través de la Biblia! ¡La Biblia es la Palabra de Dios!
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra (Ez 36.26-27).
Mírate a ti mismo(a) a través de Su Palabra. Mírate con un corazón nuevo. Mírate como espíritu nuevo. Mírate teniendo en ti, y contigo, al glorioso y poderoso Espíritu de Dios
Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá (1 S 16.13).
David fue ungido con aceite y, desde ese día en adelante, el Espíritu Santo vino sobre él. ¡Tú has sido ungido(a) con la Sangre Preciosa del Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! ¡Con la Sangre del Nuevo Pacto! ¡Ahora, el Precioso Espíritu de Dios vive en ti y contigo! ¡Eres Nueva creatura! Las cosas viejas pasaron y lo mejor de tu vida se extiende delante de tus pies.
Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia (Ro 5.17).
David fue ungido con aceite para reinar sobre Israel. Tú has sido ungido(a) por el Espíritu Santo para reinar en vida sobre todo problema, enfermedad o circunstancia. La ley del pecado y de la muerte ya no tiene ninguna influencia en tu Nueva Vida.
Ahora,  pues,  ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús,  los que no andan conforme a la carne,  sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.1-2).
Pienso yo, que en un momento de debilidad, el apóstol Pablo dejó de mirar la Perfecta Ley, la de la libertad, y al mirar su propio comportamiento exclamó, ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Sin embargo, por el Espíritu Santo, enseguida se contestó a sí mismo, Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro (Ro 7.24-25).
Es Jesucristo quién te ha dado la victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Es el Espíritu Santo quién te ha hecho Nacer de Nuevo, y no de una simiente corruptible, sino de la semilla incorruptible que es la Palabra de Dios.
Aunque te cueste trabajo entenderlo, debes saber y creer que tú eres la persona que Dios dice en la Biblia que eres, y tú, mi amado(a), ¡Eres Eterno(a)! Esto es, ¡Vivirás para siempre!
¡Esta es la heredad de los que temen (aman) Su Nombre!

Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que hermoso y confortante es saber que soy Tu Hijo(a). Que me amas tanto que preferiste entregar a Tu propio Hijo, para pagar todos mis pecados, antes que perderme a mí. ¡Gracias, Señor! ¡Te amo con todo mi corazón! Ahora sé, y creo, que el pagar todos mis pecados apenas fue el inicio de algo muchísimo mejor: ¡ser adoptado(a) Hijo(a) Tuyo(a) según el puro afecto de Tu Voluntad! Señor Jesús, recibo la Vida Eterna que, a tan alto precio, compraste para mí. ¡Gracias, Señor! Precioso Espíritu Santo, Tú eres las arras de mi herencia, mi garantía, para hacer de mi vida esa vida plena y abundante que Tú, mi Señor, deseas para mí. ¡No hay forma que pueda perder! Tú estás conmigo, y si Dios es conmigo, ¿quién contra mí? ¡No voy a temer! Yo, _____________ (tu nombre aquí), no he recibido espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y te digo a Ti, mi Dios, Abba, Padre, Papá, Papito. ¡Gracias Espíritu Santo! Hoy oro a Ti para declarar en plena certeza de fe, que en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me ha amado, Cristo Jesús. Así que, TODO lo puedo en Cristo que me fortalece. Yo soy Tu Hijo(a) y ya he vencido, porque mayor eres Tú, que estás en mí, que el que está en el mundo. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! En el nombre de Jesús. Amén.
 Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Junio 1                                 Ro 7  /  1 Sam 16  /  Sal 61


Romanos 7
Analogía tomada del matrimonio
7
1¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 2Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 3Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.
4Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. 6Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
El pecado que mora en mí
7¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. 8Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. 9Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. 10Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; 11porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. 12De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
13¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. 14Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

1 Samuel 16
Samuel unge a David
16
1Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey. 2Y dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría. Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: A ofrecer sacrificio a Jehová he venido. 3Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere. 4Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que él llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida? 5El respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio.
6Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. 7Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. 8Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a éste ha escogido Jehová. 9Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Jehová. 10E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos. 11Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. 12Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es. 13Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá.

David toca para Saúl
14El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová. 15Y los criados de Saúl le dijeron: He aquí ahora, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta. 16Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, él toque con su mano, y tengas alivio. 17Y Saúl respondió a sus criados: Buscadme, pues, ahora alguno que toque bien, y traédmelo. 18Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él. 19Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas. 20Y tomó Isaí un asno cargado de pan, una vasija de vino y un cabrito, y lo envió a Saúl por medio de David su hijo. 21Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él; y él le amó mucho, y le hizo su paje de armas. 22Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo, pues ha hallado gracia en mis ojos. 23Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él.

Salmos 61

Confianza en la protección de Dios
Al músico principal; sobre Neginot. Salmo de David.
     1     Oye, oh Dios, mi clamor;
A mi oración atiende.
     2     Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare.
Llévame a la roca que es más alta que yo,
     3     Porque tú has sido mi refugio,
Y torre fuerte delante del enemigo.
     4     Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre;
Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas.
Selah
     5     Porque tú, oh Dios, has oído mis votos;
Me has dado la heredad de los que temen tu nombre.
     6     Días sobre días añadirás al rey;
Sus años serán como generación y generación.
     7     Estará para siempre delante de Dios;
Prepara misericordia y verdad para que lo conserven.
     8     Así cantaré tu nombre para siempre,
Pagando mis votos cada día.

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