20 de Octubre
¡Ya te ha
amanecido!
Por Riqui
Ricón*
¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque
no les ha amanecido (Isa 8.20).
Cuando pregunto a los creyentes qué es la Biblia, la mayoría responde
sin dudar, que la Biblia es la Palabra de Dios. Invariablemente, esta respuesta
me lleva a cuestionar nuevamente: ¿Qué significa CREER que la Biblia es la
Palabra de Dios? En este punto, casi todos mis interlocutores se me quedan
mirando con expresión de asombro. Con esa expresión que se traduce como: ¡Eh!
¡Mmmh! ¿No te ofendes si te pido: Me repites la pregunta?
Decir que la Biblia es la Palabra de Dios es una gran responsabilidad
pues implica, necesariamente, CREER que TODAS las palabras de la Biblia
literalmente salieron de la boca de Dios y por lo tanto, SON LA VERDAD y TODAS,
y cada una de ellas, se van a cumplir.
En una ocasión, el doctor Jerry Savelle, un gran predicador y hombre
de fe, me puso en una situación incómoda durante una de sus conferencias cuando
planteó las únicas dos razones posibles para que tú, como creyente, vivas con
temor, dudas, enfermedad, pobreza, derrota y carente de poder alguno: estas dos
razones, planteó él, son o que no conoces la Palabra de Dios o que no la CREES.
Piénsalo bien, ¿por qué habrías de vivir con temor y dudas sabiendo
con toda certeza que Dios, el Todopoderoso, ha hablado y decretado Palabras de
Amor y Victoria sobre tu vida. Palabras como: por mis heridas tú ya has sido
sanado(a); en todas las cosas eres más que vencedor(a); eres mi Hijo(a)
amado(a); mayor soy Yo, que vivo en ti, que el que está en el mundo; aunque tu
padre y tu madre te dejaren, con todo, yo te recogeré; caerán a tu lado mil y
diez mil a tu diestra mas a ti no llegará; etc., etc., etc?
Las únicas respuestas posibles a esta pregunta son: porque no sabes
que todo esto lo ha decretado sobre tu vida, el único y verdadero Dios, o
porque aunque sí lo sabes, no lo crees.
Lo interesante aquí es que después de esta reflexión ahora tú ya lo
sabes y sólo te resta creer.
Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la
cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que
ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran
conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria (1 Co 2. 7-8).
Satanás conoce muy bien la Biblia pero NO LA CREE. Si la creyera ya se
hubiese arrepentido. El muy ingenuo sigue pensando y creyendo que se va a salir
con la suya y que va a ganar.
Así que, cuando estés enfrentando algún problema o circunstancia
adversa en tu vida hazte siempre las siguientes dos preguntas:
1. ¿Conozco alguna Promesa que Dios me haya
hecho en Su Palabra tocante a mi necesidad?
2. ¿Creo que Dios va a cumplirme la Promesa que
me dio en Su Palabra tocante a esa necesidad?
Te puedo asegurar que no existe situación alguna a la que no puedas
contestar afirmativamente a estas preguntas.
Si alguien les dice: "Consulten a las pitonisas y a los agoreros
que susurran y musitan; ¿acaso no es deber de un pueblo consultar a sus dioses
y a los muertos, en favor de los vivos?", yo les digo: "¡Aténganse a
la ley y al testimonio!" Para quienes no se atengan a esto, no habrá un
amanecer (Isa 8.19-20 NVI).
En el sistema de este mundo, continuamente encuentro gente que está
más dispuesta y deseosa para creer en sueños y visiones, o en alguna palabra
que le dé un profeta o iluminado, que en creerle a Dios, que CREERLE A SU
PALABRA.
Y aunque esto es algo muy lamentable, la Buena Noticia es que tú NO
eres de este mundo.
Les he dado tu palabra, y el mundo los odia, porque ellos no
pertenecen al mundo, así como yo tampoco pertenezco al mundo. No te pido que
los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. Al igual que yo, ellos
no pertenecen a este mundo (Jn 17.14.16 NTV).
Así lo afirma la Biblia en las Palabras del mismísimo Señor Jesús.
Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien
en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el
día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo
primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación
privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino
que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2
P 1.19-21).
Claramente, la Escritura te enseña que no existe palabra profética más
segura que la Biblia.
Ese día en que el Señor entregó a los amorreos en manos de los
israelitas, Josué le dijo al Señor en presencia de todo el pueblo: "Sol, detente
en Gabaón, luna, párate sobre Ayalón." El sol se
detuvo y la luna se paró, hasta que Israel se vengó de sus
adversarios. Esto está escrito en el libro de Jaser. Y, en
efecto, el sol se detuvo en el cenit y no se movió de allí por casi
un día entero. Nunca antes ni después ha habido un día como aquél; fue
el día en que el Señor obedeció la orden de un ser humano. ¡No cabe
duda de que el Señor estaba peleando por Israel! (Jos 10.12-14 NVI).
En este episodio de la vida de Josué puedes ver cómo el conocer y
creer lo que Dios había dicho, y prometido, lo habilitó para realizar uno de
los milagros más asombrosos de los que se tengan registro. Él pudo detener, con
su palabra, las poderosísimas fuerzas gravitacionales del sol, la tierra y la
luna.
¿Cómo fue posible esto? Sólo recuerda que Dios previamente le había
instruido:
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y
de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él
está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá
bien (Jos 1. 8).
Así que, ¡Ya lo sabes! Acude a la Biblia y ponla en tu boca, mente y
corazón, pues si hablas, oras y declaras conforme a lo que en ella
está escrito, entonces, y sólo entonces, harás prosperar tu camino y TODO te
saldrá bien.
Vivirás el ESPLENDOR de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, pues
en verdad, a ti ya te habrá amanecido.
Oremos en voz audible:
Bendito Padre celestial, ¿cómo no estar agradecido(a) por Tu Palabra,
la Biblia, donde has decretado Palabras de Amor y Bendición sobre mi vida? Tú
no mientes y Tu Palabra ha de cumplirse plena y cabalmente en mi vida. Gracias,
Señor, por tanto y tan grande Amor, que estando yo muerto(a) en delitos y
pecados, me diste Vida Eterna juntamente con Cristo. Es por tu Gracia y Amor
que me has hecho heredero(a) de la salvación. Ahora lo sé y lo creo: aunque
ande en valle de sombra y de muerte no voy a temer mal alguno porque Tú estás
conmigo; Tú me libras del lazo del cazador y de la peste destructora; no me
sobrevendrá mal ni plaga tocará mi morada; Tú suplirás todo lo que me falta
conforme a tus riquezas en gloria; todo lo puedo en Cristo Jesús que me
fortalece. Por lo tanto, resisto al espíritu de engaño, mentira y temor. Soy
un(a) Hijo(a) amado(a) del Dios vivo y verdadero. Fui comprado(a) a precio de
Sangre. ¡Nada ni nadie me pueden vencer! ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy
próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) del Rey! Gracias, Señor Jesús.
Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso? Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios: Señor Jesús, yo creo que
eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar
todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de
hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
8 Hechos
18 / Jue 9 /
Job 38
Hechos
18
Pablo en Corinto
18
1Después de estas cosas, Pablo
salió de Atenas y fue a Corinto. 2Y halló a un judío llamado
Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por
cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a
ellos, 3y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y
trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas. 4Y
discutía en la sinagoga todos los días de reposo,* y persuadía a judíos y a
griegos.
5Y cuando Silas y Timoteo vinieron
de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra,
testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. 6Pero
oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra
sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los
gentiles. 7Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado
Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. 8Y
Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos
de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados. 9Entonces el
Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles;
10porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para
hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad. 11Y se
detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.
12Pero siendo Galión procónsul de
Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al
tribunal, 13diciendo: Este persuade a los hombres a honrar a Dios
contra la ley. 14Y al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a los
judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a
derecho yo os toleraría. 15Pero si son cuestiones de palabras, y
de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de
estas cosas. 16Y los echó del tribunal. 17Entonces
todos los griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le
golpeaban delante del tribunal; pero a Galión nada se le daba de ello.
18Mas Pablo, habiéndose detenido
aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y
con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía
hecho voto. 19Y llegó a Efeso, y los dejó
allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos, 20los
cuales le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió,
21sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso
yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros,
si Dios quiere. Y zarpó de Efeso.
Pablo regresa a Antioquía y comienza su tercer viaje misionero
22Habiendo arribado a Cesarea,
subió para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía. 23Y
después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de
Galacia y de Frigia, confirmando a todos los discípulos.
Apolos predica en Efeso
24Llegó entonces a Efeso un judío
llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las
Escrituras. 25Este había sido instruido en el camino del Señor; y
siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente
al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. 26Y
comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y
Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.
27Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron
a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a
los que por la gracia habían creído; 28porque con gran vehemencia
refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús
era el Cristo.
Jueces
9
Reinado de Abimelec
9
1Abimelec hijo de Jerobaal fue a
Siquem, a los hermanos de su madre, y habló con ellos, y con toda la familia de
la casa del padre de su madre, diciendo: 2Yo os ruego que digáis
en oídos de todos los de Siquem: ¿Qué os parece mejor, que os gobiernen setenta
hombres, todos los hijos de Jerobaal, o que os gobierne un solo hombre? Acordaos
que yo soy hueso vuestro, y carne vuestra. 3Y hablaron por él los
hermanos de su madre en oídos de todos los de Siquem todas estas palabras; y el
corazón de ellos se inclinó a favor de Abimelec, porque decían: Nuestro hermano
es. 4Y le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal-berit,
con los cuales Abimelec alquiló hombres ociosos y vagabundos, que le
siguieron. 5Y viniendo a la casa de su padre en Ofra, mató a sus
hermanos los hijos de Jerobaal, setenta varones, sobre una misma piedra; pero
quedó Jotam el hijo menor de Jerobaal, que se escondió. 6Entonces
se juntaron todos los de Siquem con toda la casa de Milo, y fueron y eligieron
a Abimelec por rey, cerca de la llanura del pilar que estaba en Siquem.
7Cuando se lo dijeron a Jotam, fue
y se puso en la cumbre del monte de Gerizim, y alzando su voz clamó y les dijo:
Oídme, varones de Siquem, y así os oiga Dios. 8Fueron una vez los
árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros.
9Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se
honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? 10Y
dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. 11Y
respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser
grande sobre los árboles? 12Dijeron luego los árboles a la vid:
Pues ven tú, reina sobre nosotros. 13Y la vid les respondió: ¿He
de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande
sobre los árboles? 14Dijeron entonces todos los árboles a la
zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. 15Y la zarza respondió a los
árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de
mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano.
16Ahora, pues, si con verdad y con
integridad habéis procedido en hacer rey a Abimelec, y si habéis actuado bien
con Jerobaal y con su casa, y si le habéis pagado conforme a la obra de sus
manos 17(porque mi padre peleó por vosotros, y expuso su vida al
peligro para libraros de mano de Madián, 18y vosotros os habéis
levantado hoy contra la casa de mi padre, y habéis matado a sus hijos, setenta
varones sobre una misma piedra; y habéis puesto por rey sobre los de Siquem a
Abimelec hijo de su criada, por cuanto es vuestro hermano); 19si
con verdad y con integridad habéis procedido hoy con Jerobaal y con su casa,
que gocéis de Abimelec, y él goce de vosotros. 20Y si no, fuego
salga de Abimelec, que consuma a los de Siquem y a la casa de Milo, y fuego
salga de los de Siquem y de la casa de Milo, que consuma a Abimelec. 21Y
escapó Jotam y huyó, y se fue a Beer, y allí se estuvo por miedo de Abimelec su
hermano.
22Después que Abimelec hubo
dominado sobre Israel tres años, 23envió Dios un mal espíritu
entre Abimelec y los hombres de Siquem, y los de Siquem se levantaron contra
Abimelec; 24para que la violencia hecha a los setenta hijos de
Jerobaal, y la sangre de ellos, recayera sobre Abimelec su hermano que los
mató, y sobre los hombres de Siquem que fortalecieron las manos de él para
matar a sus hermanos. 25Y los de Siquem pusieron en las cumbres de
los montes asechadores que robaban a todos los que pasaban junto a ellos por el
camino; de lo cual fue dado aviso a Abimelec.
26Y Gaal hijo de Ebed vino con sus
hermanos y se pasaron a Siquem, y los de Siquem pusieron en él su confianza.
27Y saliendo al campo, vendimiaron sus viñedos, y pisaron la uva e
hicieron fiesta; y entrando en el templo de sus dioses, comieron y bebieron, y
maldijeron a Abimelec. 28Y Gaal hijo de Ebed dijo: ¿Quién es
Abimelec, y qué es Siquem, para que nosotros le sirvamos? ¿No es hijo de
Jerobaal, y no es Zebul ayudante suyo? Servid a los varones de Hamor padre de
Siquem; pero ¿por qué le hemos de servir a él? 29Ojalá estuviera
este pueblo bajo mi mano, pues yo arrojaría luego a Abimelec, y diría a
Abimelec: Aumenta tus ejércitos, y sal.
30Cuando Zebul gobernador de la
ciudad oyó las palabras de Gaal hijo de Ebed, se encendió en ira, 31y
envió secretamente mensajeros a Abimelec, diciendo: He aquí que Gaal hijo de
Ebed y sus hermanos han venido a Siquem, y he aquí que están sublevando la
ciudad contra ti. 32Levántate, pues, ahora de noche, tú y el
pueblo que está contigo, y pon emboscadas en el campo. 33Y por la
mañana al salir el sol madruga y cae sobre la ciudad; y cuando él y el pueblo
que está con él salgan contra ti, tú harás con él según se presente la ocasión.
34Levantándose, pues, de noche
Abimelec y todo el pueblo que con él estaba, pusieron emboscada contra Siquem
con cuatro compañías. 35Y Gaal hijo de Ebed salió, y se puso a la
entrada de la puerta de la ciudad; y Abimelec y todo el pueblo que con él
estaba, se levantaron de la emboscada. 36Y viendo Gaal al pueblo,
dijo a Zebul: He allí gente que desciende de las cumbres de los montes. Y Zebul
le respondió: Tú ves la sombra de los montes como si fueran hombres. 37Volvió
Gaal a hablar, y dijo: He allí gente que desciende de en medio de la tierra, y
una tropa viene por el camino de la encina de los adivinos. 38Y
Zebul le respondió: ¿Dónde está ahora tu boca con que decías: ¿Quién es
Abimelec para que le sirvamos? ¿No es este el pueblo que tenías en poco? Sal
pues, ahora, y pelea con él. 39Y Gaal salió delante de los de
Siquem, y peleó contra Abimelec. 40Mas lo persiguió Abimelec, y
Gaal huyó delante de él; y cayeron heridos muchos hasta la entrada de la
puerta. 41Y Abimelec se quedó en Aruma; y Zebul echó fuera a Gaal
y a sus hermanos, para que no morasen en Siquem.
42Aconteció el siguiente día, que el
pueblo salió al campo; y fue dado aviso a Abimelec, 43el cual,
tomando gente, la repartió en tres compañías, y puso emboscadas en el campo; y
cuando miró, he aquí el pueblo que salía de la ciudad; y se levantó contra
ellos y los atacó. 44Porque Abimelec y la compañía que estaba con
él acometieron con ímpetu, y se detuvieron a la entrada de la puerta de la
ciudad, y las otras dos compañías acometieron a todos los que estaban en el
campo, y los mataron. 45Y Abimelec peleó contra la ciudad todo aquel
día, y tomó la ciudad, y mató al pueblo que en ella estaba; y asoló la ciudad,
y la sembró de sal.
46Cuando oyeron esto todos los que
estaban en la torre de Siquem, se metieron en la fortaleza del templo del dios
Berit. 47Y fue dado aviso a Abimelec, de que estaban reunidos
todos los hombres de la torre de Siquem. 48Entonces subió Abimelec
al monte de Salmón, él y toda la gente que con él estaba; y tomó Abimelec un
hacha en su mano, y cortó una rama de los árboles, y levantándola se la puso
sobre sus hombros, diciendo al pueblo que estaba con él: Lo que me habéis visto
hacer, apresuraos a hacerlo como yo. 49Y todo el pueblo cortó
también cada uno su rama, y siguieron a Abimelec, y las pusieron junto a la
fortaleza, y prendieron fuego con ellas a la fortaleza, de modo que todos los
de la torre de Siquem murieron, como unos mil hombres y mujeres.
50Después Abimelec se fue a Tebes,
y puso sitio a Tebes, y la tomó. 51En medio de aquella ciudad
había una torre fortificada, a la cual se retiraron todos los hombres y las
mujeres, y todos los señores de la ciudad; y cerrando tras sí las puertas, se
subieron al techo de la torre. 52Y vino Abimelec a la torre, y
combatiéndola, llegó hasta la puerta de la torre para prenderle fuego. 53Mas
una mujer dejó caer un pedazo de una rueda de molino sobre la cabeza de
Abimelec, y le rompió el cráneo. 54Entonces llamó apresuradamente
a su escudero, y le dijo: Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí:
Una mujer lo mató. Y su escudero le atravesó, y murió. 55Y cuando
los israelitas vieron muerto a Abimelec, se fueron cada uno a su casa. 56Así
pagó Dios a Abimelec el mal que hizo contra su padre, matando a sus setenta
hermanos. 57Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios
volver sobre sus cabezas, y vino sobre ellos la maldición de Jotam hijo de
Jerobaal.
Job 38
Jehová convence a Job de su ignorancia
38
1Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y
dijo:
2 ¿Quién es ése que oscurece el consejo
Con palabras
sin sabiduría?
3 Ahora ciñe como varón tus lomos;
Yo te preguntaré, y tú me
contestarás.
4 ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?
Házmelo
saber, si tienes inteligencia.
5 ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes?
¿O quién
extendió sobre ella cordel?
6 ¿Sobre qué están fundadas sus bases?
¿O quién
puso su piedra angular,
7 Cuando alababan todas las estrellas del alba,
Y se regocijaban todos los
hijos de Dios?
8 ¿Quién encerró con puertas el mar,
Cuando se
derramaba saliéndose de su seno,
9 Cuando puse yo nubes por vestidura suya,
Y por su
faja oscuridad,
10 Y establecí sobre él mi decreto,
Le puse
puertas y cerrojo,
11 Y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante,
Y ahí parará
el orgullo de tus olas?
12 ¿Has mandado tú a la mañana en tus días?
¿Has
mostrado al alba su lugar,
13 Para que ocupe los fines de la tierra,
Y para que
sean sacudidos de ella los impíos?
14 Ella muda luego de aspecto como barro bajo el sello,
Y viene a
estar como con vestidura;
15 Mas la luz de los impíos es quitada de ellos,
Y el brazo enaltecido es
quebrantado.
16 ¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar,
Y has andado
escudriñando el abismo?
17 ¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte,
Y has visto
las puertas de la sombra de muerte?
18 ¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra?
Declara si sabes todo esto.
19 ¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz,
Y dónde está
el lugar de las tinieblas,
20 Para que las lleves a sus límites,
Y entiendas
las sendas de su casa?
21 ¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido,
Y es grande el número de tus
días.
22 ¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve,
O has visto
los tesoros del granizo,
23 Que tengo reservados para el tiempo de angustia,
Para el día
de la guerra y de la batalla?
24 ¿Por qué camino se reparte la luz,
Y se esparce el viento solano
sobre la tierra?
25 ¿Quién repartió conducto al turbión,
Y camino a
los relámpagos y truenos,
26 Haciendo llover sobre la tierra deshabitada,
Sobre el
desierto, donde no hay hombre,
27 Para saciar la tierra desierta e inculta,
Y para hacer brotar la tierna
hierba?
28 ¿Tiene la lluvia padre?
¿O quién
engendró las gotas del rocío?
29 ¿De qué vientre salió el hielo?
Y la
escarcha del cielo, ¿quién la engendró?
30 Las aguas se endurecen a manera de piedra,
Y se congela la faz del
abismo.
31 ¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades,
O desatarás
las ligaduras de Orión?
32 ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos,
O guiarás a
la Osa Mayor con sus hijos?
33 ¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos?
¿Dispondrás tú de su potestad
en la tierra?
34 ¿Alzarás tú a las nubes tu voz,
Para que te
cubra muchedumbre de aguas?
35 ¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan?
¿Y te dirán
ellos: Henos aquí?
36 ¿Quién puso la sabiduría en el corazón?
¿O quién dio
al espíritu inteligencia?
37 ¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría?
Y los odres
de los cielos, ¿quién los hace inclinar,
38 Cuando el polvo se ha convertido en dureza,
Y los terrones se han pegado
unos con otros?
39 ¿Cazarás tú la presa para el león?
¿Saciarás el
hambre de los leoncillos,
40 Cuando están echados en las cuevas,
O se están en
sus guaridas para acechar?
41 ¿Quién prepara al cuervo su alimento,
Cuando sus
polluelos claman a Dios,
Y andan
errantes por falta de comida?
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