miércoles, 8 de mayo de 2019

¡Cómo salir de las tinieblas y de la obscuridad!




20 de Octubre
¡Ya te ha amanecido!
Por Riqui Ricón*

¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido (Isa 8.20).

Cuando pregunto a los creyentes qué es la Biblia, la mayoría responde sin dudar, que la Biblia es la Palabra de Dios. Invariablemente, esta respuesta me lleva a cuestionar nuevamente: ¿Qué significa CREER que la Biblia es la Palabra de Dios? En este punto, casi todos mis interlocutores se me quedan mirando con expresión de asombro. Con esa expresión que se traduce como: ¡Eh! ¡Mmmh! ¿No te ofendes si te pido: Me repites la pregunta?

Decir que la Biblia es la Palabra de Dios es una gran responsabilidad pues implica, necesariamente, CREER que TODAS las palabras de la Biblia literalmente salieron de la boca de Dios y por lo tanto, SON LA VERDAD y TODAS, y cada una de ellas, se van a cumplir.

En una ocasión, el doctor Jerry Savelle, un gran predicador y hombre de fe, me puso en una situación incómoda durante una de sus conferencias cuando planteó las únicas dos razones posibles para que tú, como creyente, vivas con temor, dudas, enfermedad, pobreza, derrota y carente de poder alguno: estas dos razones, planteó él, son o que no conoces la Palabra de Dios o que no la CREES.

Piénsalo bien, ¿por qué habrías de vivir con temor y dudas sabiendo con toda certeza que Dios, el Todopoderoso, ha hablado y decretado Palabras de Amor y Victoria sobre tu vida. Palabras como: por mis heridas tú ya has sido sanado(a); en todas las cosas eres más que vencedor(a); eres mi Hijo(a) amado(a); mayor soy Yo, que vivo en ti, que el que está en el mundo; aunque tu padre y tu madre te dejaren, con todo, yo te recogeré; caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra mas a ti no llegará; etc., etc., etc?

Las únicas respuestas posibles a esta pregunta son: porque no sabes que todo esto lo ha decretado sobre tu vida, el único y verdadero Dios, o porque aunque sí lo sabes, no lo crees.

Lo interesante aquí es que después de esta reflexión ahora tú ya lo sabes y sólo te resta creer.

Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria (1 Co 2. 7-8).

Satanás conoce muy bien la Biblia pero NO LA CREE. Si la creyera ya se hubiese arrepentido. El muy ingenuo sigue pensando y creyendo que se va a salir con la suya y que va a ganar.

Así que, cuando estés enfrentando algún problema o circunstancia adversa en tu vida hazte siempre las siguientes dos preguntas:

1.    ¿Conozco alguna Promesa que Dios me haya hecho en Su Palabra tocante a mi necesidad?
2.    ¿Creo que Dios va a cumplirme la Promesa que me dio en Su Palabra tocante a esa necesidad?

Te puedo asegurar que no existe situación alguna a la que no puedas contestar afirmativamente a estas preguntas.

Si alguien les dice: "Consulten a las pitonisas y a los agoreros que susurran y musitan; ¿acaso no es deber de un pueblo consultar a sus dioses y a los muertos, en favor de los vivos?", yo les digo: "¡Aténganse a la ley y al testimonio!" Para quienes no se atengan a esto, no habrá un amanecer (Isa 8.19-20 NVI).

En el sistema de este mundo, continuamente encuentro gente que está más dispuesta y deseosa para creer en sueños y visiones, o en alguna palabra que le dé un profeta o iluminado, que en creerle a Dios, que CREERLE A SU PALABRA.

Y aunque esto es algo muy lamentable, la Buena Noticia es que tú NO eres de este mundo.

Les he dado tu palabra, y el mundo los odia, porque ellos no pertenecen al mundo, así como yo tampoco pertenezco al mundo. No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. Al igual que yo, ellos no pertenecen a este mundo (Jn 17.14.16 NTV).

Así lo afirma la Biblia en las Palabras del mismísimo Señor Jesús.

Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 P 1.19-21).

Claramente, la Escritura te enseña que no existe palabra profética más segura que la Biblia.

Ese día en que el Señor entregó a los amorreos en manos de los israelitas,  Josué le dijo al Señor en presencia de todo el pueblo:   "Sol,  detente en Gabaón,  luna,  párate sobre Ayalón." El sol se detuvo y la luna se paró,  hasta que Israel se vengó de sus adversarios.  Esto está escrito en el libro de Jaser.  Y,  en efecto,  el sol se detuvo en el cenit y no se movió de allí por casi un día entero. Nunca antes ni después ha habido un día como aquél;  fue el día en que el Señor obedeció la orden de un ser humano.  ¡No cabe duda de que el Señor estaba peleando por Israel! (Jos 10.12-14 NVI).

En este episodio de la vida de Josué puedes ver cómo el conocer y creer lo que Dios había dicho, y prometido, lo habilitó para realizar uno de los milagros más asombrosos de los que se tengan registro. Él pudo detener, con su palabra, las poderosísimas fuerzas gravitacionales del sol, la tierra y la luna.

¿Cómo fue posible esto? Sólo recuerda que Dios previamente le había instruido:

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1. 8).

Así que, ¡Ya lo sabes! Acude a la Biblia y ponla en tu boca, mente y corazón, pues si hablas, oras y declaras conforme a  lo que en ella está escrito, entonces, y sólo entonces, harás prosperar tu camino y TODO te saldrá bien.

Vivirás el ESPLENDOR de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, pues en verdad, a ti ya te habrá amanecido.


Oremos en voz audible:

Bendito Padre celestial, ¿cómo no estar agradecido(a) por Tu Palabra, la Biblia, donde has decretado Palabras de Amor y Bendición sobre mi vida? Tú no mientes y Tu Palabra ha de cumplirse plena y cabalmente en mi vida. Gracias, Señor, por tanto y tan grande Amor, que estando yo muerto(a) en delitos y pecados, me diste Vida Eterna juntamente con Cristo. Es por tu Gracia y Amor que me has hecho heredero(a) de la salvación. Ahora lo sé y lo creo: aunque ande en valle de sombra y de muerte no voy a temer mal alguno porque Tú estás conmigo; Tú me libras del lazo del cazador y de la peste destructora; no me sobrevendrá mal ni plaga tocará mi morada; Tú suplirás todo lo que me falta conforme a tus riquezas en gloria; todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece. Por lo tanto, resisto al espíritu de engaño, mentira y temor. Soy un(a) Hijo(a) amado(a) del Dios vivo y verdadero. Fui comprado(a) a precio de Sangre. ¡Nada ni nadie me pueden vencer! ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) del Rey! Gracias, Señor Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso? Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios: Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011




Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Mayo 8                                  Hechos 18 /  Jue 9 /  Job 38


Hechos 18
Pablo en Corinto
18
1Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. 2Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos, 3y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas. 4Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo,* y persuadía a judíos y a griegos.
5Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. 6Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles. 7Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. 8Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados. 9Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; 10porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad. 11Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.
12Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal, 13diciendo: Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley. 14Y al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho yo os toleraría. 15Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas. 16Y los echó del tribunal. 17Entonces todos los griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero a Galión nada se le daba de ello.
18Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto. 19Y llegó a Efeso, y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos, 20los cuales le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió, 21sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Efeso.

Pablo regresa a Antioquía y comienza su tercer viaje misionero
22Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía. 23Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los discípulos.

Apolos predica en Efeso
24Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. 25Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. 26Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. 27Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; 28porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.


Jueces 9
Reinado de Abimelec
9
1Abimelec hijo de Jerobaal fue a Siquem, a los hermanos de su madre, y habló con ellos, y con toda la familia de la casa del padre de su madre, diciendo: 2Yo os ruego que digáis en oídos de todos los de Siquem: ¿Qué os parece mejor, que os gobiernen setenta hombres, todos los hijos de Jerobaal, o que os gobierne un solo hombre? Acordaos que yo soy hueso vuestro, y carne vuestra. 3Y hablaron por él los hermanos de su madre en oídos de todos los de Siquem todas estas palabras; y el corazón de ellos se inclinó a favor de Abimelec, porque decían: Nuestro hermano es. 4Y le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal-berit, con los cuales Abimelec alquiló hombres ociosos y vagabundos, que le siguieron. 5Y viniendo a la casa de su padre en Ofra, mató a sus hermanos los hijos de Jerobaal, setenta varones, sobre una misma piedra; pero quedó Jotam el hijo menor de Jerobaal, que se escondió. 6Entonces se juntaron todos los de Siquem con toda la casa de Milo, y fueron y eligieron a Abimelec por rey, cerca de la llanura del pilar que estaba en Siquem.
7Cuando se lo dijeron a Jotam, fue y se puso en la cumbre del monte de Gerizim, y alzando su voz clamó y les dijo: Oídme, varones de Siquem, y así os oiga Dios. 8Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. 9Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? 10Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. 11Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles? 12Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. 13Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? 14Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. 15Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano.
16Ahora, pues, si con verdad y con integridad habéis procedido en hacer rey a Abimelec, y si habéis actuado bien con Jerobaal y con su casa, y si le habéis pagado conforme a la obra de sus manos 17(porque mi padre peleó por vosotros, y expuso su vida al peligro para libraros de mano de Madián, 18y vosotros os habéis levantado hoy contra la casa de mi padre, y habéis matado a sus hijos, setenta varones sobre una misma piedra; y habéis puesto por rey sobre los de Siquem a Abimelec hijo de su criada, por cuanto es vuestro hermano); 19si con verdad y con integridad habéis procedido hoy con Jerobaal y con su casa, que gocéis de Abimelec, y él goce de vosotros. 20Y si no, fuego salga de Abimelec, que consuma a los de Siquem y a la casa de Milo, y fuego salga de los de Siquem y de la casa de Milo, que consuma a Abimelec. 21Y escapó Jotam y huyó, y se fue a Beer, y allí se estuvo por miedo de Abimelec su hermano.
22Después que Abimelec hubo dominado sobre Israel tres años, 23envió Dios un mal espíritu entre Abimelec y los hombres de Siquem, y los de Siquem se levantaron contra Abimelec; 24para que la violencia hecha a los setenta hijos de Jerobaal, y la sangre de ellos, recayera sobre Abimelec su hermano que los mató, y sobre los hombres de Siquem que fortalecieron las manos de él para matar a sus hermanos. 25Y los de Siquem pusieron en las cumbres de los montes asechadores que robaban a todos los que pasaban junto a ellos por el camino; de lo cual fue dado aviso a Abimelec.
26Y Gaal hijo de Ebed vino con sus hermanos y se pasaron a Siquem, y los de Siquem pusieron en él su confianza. 27Y saliendo al campo, vendimiaron sus viñedos, y pisaron la uva e hicieron fiesta; y entrando en el templo de sus dioses, comieron y bebieron, y maldijeron a Abimelec. 28Y Gaal hijo de Ebed dijo: ¿Quién es Abimelec, y qué es Siquem, para que nosotros le sirvamos? ¿No es hijo de Jerobaal, y no es Zebul ayudante suyo? Servid a los varones de Hamor padre de Siquem; pero ¿por qué le hemos de servir a él? 29Ojalá estuviera este pueblo bajo mi mano, pues yo arrojaría luego a Abimelec, y diría a Abimelec: Aumenta tus ejércitos, y sal.
30Cuando Zebul gobernador de la ciudad oyó las palabras de Gaal hijo de Ebed, se encendió en ira, 31y envió secretamente mensajeros a Abimelec, diciendo: He aquí que Gaal hijo de Ebed y sus hermanos han venido a Siquem, y he aquí que están sublevando la ciudad contra ti. 32Levántate, pues, ahora de noche, tú y el pueblo que está contigo, y pon emboscadas en el campo. 33Y por la mañana al salir el sol madruga y cae sobre la ciudad; y cuando él y el pueblo que está con él salgan contra ti, tú harás con él según se presente la ocasión.
34Levantándose, pues, de noche Abimelec y todo el pueblo que con él estaba, pusieron emboscada contra Siquem con cuatro compañías. 35Y Gaal hijo de Ebed salió, y se puso a la entrada de la puerta de la ciudad; y Abimelec y todo el pueblo que con él estaba, se levantaron de la emboscada. 36Y viendo Gaal al pueblo, dijo a Zebul: He allí gente que desciende de las cumbres de los montes. Y Zebul le respondió: Tú ves la sombra de los montes como si fueran hombres. 37Volvió Gaal a hablar, y dijo: He allí gente que desciende de en medio de la tierra, y una tropa viene por el camino de la encina de los adivinos. 38Y Zebul le respondió: ¿Dónde está ahora tu boca con que decías: ¿Quién es Abimelec para que le sirvamos? ¿No es este el pueblo que tenías en poco? Sal pues, ahora, y pelea con él. 39Y Gaal salió delante de los de Siquem, y peleó contra Abimelec. 40Mas lo persiguió Abimelec, y Gaal huyó delante de él; y cayeron heridos muchos hasta la entrada de la puerta. 41Y Abimelec se quedó en Aruma; y Zebul echó fuera a Gaal y a sus hermanos, para que no morasen en Siquem.
42Aconteció el siguiente día, que el pueblo salió al campo; y fue dado aviso a Abimelec, 43el cual, tomando gente, la repartió en tres compañías, y puso emboscadas en el campo; y cuando miró, he aquí el pueblo que salía de la ciudad; y se levantó contra ellos y los atacó. 44Porque Abimelec y la compañía que estaba con él acometieron con ímpetu, y se detuvieron a la entrada de la puerta de la ciudad, y las otras dos compañías acometieron a todos los que estaban en el campo, y los mataron. 45Y Abimelec peleó contra la ciudad todo aquel día, y tomó la ciudad, y mató al pueblo que en ella estaba; y asoló la ciudad, y la sembró de sal.
46Cuando oyeron esto todos los que estaban en la torre de Siquem, se metieron en la fortaleza del templo del dios Berit. 47Y fue dado aviso a Abimelec, de que estaban reunidos todos los hombres de la torre de Siquem. 48Entonces subió Abimelec al monte de Salmón, él y toda la gente que con él estaba; y tomó Abimelec un hacha en su mano, y cortó una rama de los árboles, y levantándola se la puso sobre sus hombros, diciendo al pueblo que estaba con él: Lo que me habéis visto hacer, apresuraos a hacerlo como yo. 49Y todo el pueblo cortó también cada uno su rama, y siguieron a Abimelec, y las pusieron junto a la fortaleza, y prendieron fuego con ellas a la fortaleza, de modo que todos los de la torre de Siquem murieron, como unos mil hombres y mujeres.
50Después Abimelec se fue a Tebes, y puso sitio a Tebes, y la tomó. 51En medio de aquella ciudad había una torre fortificada, a la cual se retiraron todos los hombres y las mujeres, y todos los señores de la ciudad; y cerrando tras sí las puertas, se subieron al techo de la torre. 52Y vino Abimelec a la torre, y combatiéndola, llegó hasta la puerta de la torre para prenderle fuego. 53Mas una mujer dejó caer un pedazo de una rueda de molino sobre la cabeza de Abimelec, y le rompió el cráneo. 54Entonces llamó apresuradamente a su escudero, y le dijo: Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: Una mujer lo mató. Y su escudero le atravesó, y murió. 55Y cuando los israelitas vieron muerto a Abimelec, se fueron cada uno a su casa. 56Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo contra su padre, matando a sus setenta hermanos. 57Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios volver sobre sus cabezas, y vino sobre ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal.


Job 38

Jehová convence a Job de su ignorancia
38
1Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo:
     2     ¿Quién es ése que oscurece el consejo
Con palabras sin sabiduría?
     3     Ahora ciñe como varón tus lomos;
Yo te preguntaré, y tú me contestarás.
     4     ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?
Házmelo saber, si tienes inteligencia.
     5     ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes?
¿O quién extendió sobre ella cordel?
     6     ¿Sobre qué están fundadas sus bases?
¿O quién puso su piedra angular,
     7     Cuando alababan todas las estrellas del alba,
Y se regocijaban todos los hijos de Dios?
     8     ¿Quién encerró con puertas el mar,
Cuando se derramaba saliéndose de su seno,
     9     Cuando puse yo nubes por vestidura suya,
Y por su faja oscuridad,
     10     Y establecí sobre él mi decreto,
Le puse puertas y cerrojo,
     11     Y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante,
Y ahí parará el orgullo de tus olas?
     12     ¿Has mandado tú a la mañana en tus días?
¿Has mostrado al alba su lugar,
     13     Para que ocupe los fines de la tierra,
Y para que sean sacudidos de ella los impíos?
     14     Ella muda luego de aspecto como barro bajo el sello,
Y viene a estar como con vestidura;
     15     Mas la luz de los impíos es quitada de ellos,
Y el brazo enaltecido es quebrantado.
     16     ¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar,
Y has andado escudriñando el abismo?
     17     ¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte,
Y has visto las puertas de la sombra de muerte?
     18     ¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra?
Declara si sabes todo esto.
     19     ¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz,
Y dónde está el lugar de las tinieblas,
     20     Para que las lleves a sus límites,
Y entiendas las sendas de su casa?
     21     ¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido,
Y es grande el número de tus días.
     22     ¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve,
O has visto los tesoros del granizo,
     23     Que tengo reservados para el tiempo de angustia,
Para el día de la guerra y de la batalla?
     24     ¿Por qué camino se reparte la luz,
Y se esparce el viento solano sobre la tierra?
     25     ¿Quién repartió conducto al turbión,
Y camino a los relámpagos y truenos,
     26     Haciendo llover sobre la tierra deshabitada,
Sobre el desierto, donde no hay hombre,
     27     Para saciar la tierra desierta e inculta,
Y para hacer brotar la tierna hierba?
     28     ¿Tiene la lluvia padre?
¿O quién engendró las gotas del rocío?
     29     ¿De qué vientre salió el hielo?
Y la escarcha del cielo, ¿quién la engendró?
     30     Las aguas se endurecen a manera de piedra,
Y se congela la faz del abismo.
     31     ¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades,
O desatarás las ligaduras de Orión?
     32     ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos,
O guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?
     33     ¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos?
¿Dispondrás tú de su potestad en la tierra?
     34     ¿Alzarás tú a las nubes tu voz,
Para que te cubra muchedumbre de aguas?
     35     ¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan?
¿Y te dirán ellos: Henos aquí?
     36     ¿Quién puso la sabiduría en el corazón?
¿O quién dio al espíritu inteligencia?
     37     ¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría?
Y los odres de los cielos, ¿quién los hace inclinar,
     38     Cuando el polvo se ha convertido en dureza,
Y los terrones se han pegado unos con otros?
     39     ¿Cazarás tú la presa para el león?
¿Saciarás el hambre de los leoncillos,
     40     Cuando están echados en las cuevas,
O se están en sus guaridas para acechar?
     41     ¿Quién prepara al cuervo su alimento,
Cuando sus polluelos claman a Dios,
Y andan errantes por falta de comida?

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