7 de Mayo
¡Por Su Palabra!
Por Riqui Ricón*
Entonces el SEÑOR le dijo a Gedeón: «Tienes
demasiados guerreros contigo. Si dejo que todos ustedes peleen contra los
madianitas, los israelitas se jactarán ante mí de que se salvaron con su propia
fuerza. Por lo tanto, dile al pueblo: “A todo aquel que le falte valentía o que
tenga miedo, que abandone este monte* y se vaya a su casa”». Así que veintidós
mil de ellos se fueron a su casa, y quedaron sólo diez mil dispuestos a pelear (Jue
7.2-3 Nueva Traducción Viviente NTV).
Este pasaje de las
escrituras es sumamente esclarecedor del tipo de vida que Dios quiere que tú
vivas. ¡Una Vida de fe! ¡Una Vida sin miedo! ¡Una Vida que vale la pena vivir!
Tenemos aquí al pueblo de Israel padeciendo
pobreza y esclavitud, atormentados por sus enemigos, porque, una vez más, se
olvidaron de Dios y se apartaron de Su Palabra. Sin embargo, Dios decide seguir
amándoles y extenderles Su Misericordia, una vez más.
Entonces el ángel del SEÑOR se le apareció y le dijo:
—¡Guerrero valiente, el SEÑOR está contigo! —Señor —respondió Gedeón—, si el
SEÑOR está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos
los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El
SEÑOR nos sacó de Egipto”? Pero ahora el SEÑOR nos ha abandonado y nos entregó
en manos de los madianitas. Entonces el SEÑOR lo miró y le dijo: —Ve tú con la
fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía!
(Jue
6.12-14 NTV).
A pesar de que el Pueblo de Israel invalido
el Pacto, Dios los sigue amando y envía a Gedeón como Juez y Libertador. Sin
embargo, Él no quiere que los israelitas, ni Gedeón mismo, lleguen a creer que
se salvaron con su propia fuerza y habilidad.
Así dice
el SEÑOR: «¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya
en su propia fuerza y aparta su corazón del SEÑOR! Será como una zarza en el
desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del
desierto, en tierras de sal, donde nadie habita (Jer 17.5-6 NVI).
¿Por qué es esto así? ¿Por qué Dios no quiere
que el hombre confíe en sí mismo? ¿Será que Dios sufre delirios de grandeza y
no quiere que nadie más se lleve el crédito? ¿Será que Su naturaleza es tan
acomplejada que tiene necesidad de sentirse apreciado y alabado?
¡De ninguna manera! ¡Él es Dios, el
Todopoderoso! ¡Él es el creador del cielo y de la tierra; creador de todo lo
visible y lo invisible! ¡Él no es afectado por nada ni por nadie!
Levanta
tus ojos a los cielos y mira las nubes en lo alto. Si pecas, ¿en qué afecta eso
a Dios? Incluso si pecas una y otra vez, ¿qué efecto tendrá sobre él? Si eres
bueno, ¿es algún gran regalo para él? ¿Qué podrías darle tú? No, tus pecados
afectan únicamente a personas como tú, y tus buenas acciones afectan sólo a
seres humanos (Job 35.5-8 NTV).
La respuesta correcta es que Dios desea que
tú confíes en Él, que pongas todo tu corazón y tu confianza en Su Palabra, que
a pesar de lo terrible que puedan ser tus circunstancias y de lo que puedas
percibir de la dura realidad, Dios desea
que tú puedas creer en Él, creyendo Su Palabra.
Jehová
de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía
(Sal 84.12).
¡Por la Palabra de Dios
tú puedes ser la persona más feliz de la tierra!
Dios sabe perfectamente bien (y te lo ha
revelado en Su Palabra), que el secreto de la dicha y la felicidad del ser
humano está en confiar en Él. Al fin y al cabo Él es Dios, y si Dios está
contigo, ¿quién podrá mantenerse en contra tuya? ¡Nadie!
¿Qué,
pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
(Ro 8.31).
Recuerda siempre que fue precisamente el
desconfiar de la Palabra de Dios lo que provocó este caos de mundo en el cual
estás viviendo:
Pero
la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios
había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de
todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del
fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del
árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le
tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la
mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de
él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el
mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era
agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de
su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella
(Gen 3.1-6).
Desde que Satanás engañó a Eva, el dilema de
la relación del ser humano con Dios sigue siendo el mismo: ”¿será Dios digno de confianza? Porque Él dice que no coma del fruto de
este árbol pues si lo como moriré, PERO este bicho (la serpiente) dice otra
cosa; él también habla, él también tiene palabras y dice que no moriré, que no
es verdad lo que Dios dice. ¿Quién de los dos dirá la Verdad? ¿A cuál de los
dos le voy a creer?”
Tú sabes cómo terminó la historia, le
creyeron a Satanás y el pecado, que es la incredulidad a la Palabra de Dios,
entró al mundo y con él, la muerte y la esclavitud que el miedo a la muerte
produce.
Cuando el
día comenzó a refrescar, oyeron el hombre y la mujer que Dios andaba
recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para
que Dios no los viera. Pero Dios el SEÑOR llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde
estás? El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo
porque estoy desnudo. Por eso me escondí (Gen 3.8-10 NVI).
Se puede decir que desde ese momento hasta el
día de hoy (aunque si lo piensas bien, la verdad es que desde siempre), la
relación con Dios ha de basarse en la confianza, esto es, en la fe.
De hecho,
sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe
creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad (He 11.6 NTV).
¡Fe es creerle a Dios! Fe es tener la
certeza, estar plenamente convencido, que lo que Dios dice ES VERDAD. Fe es
creer que Dios es confiable, que tiene Palabra de Honor, pues si Él lo dijo,
entonces Él lo hará, si Dios lo habló, entonces Él lo ejecutará.
Dios no es
un hombre, por lo tanto no miente. Él no es humano, por lo tanto no cambia de
parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir? (Num 23.19 NTV).
La fe es el aroma, es el aire que se respira
en el Reino de Dios y produce confianza y paz. Por otro lado, el miedo es el
aroma que se respira en el mundo caído, regido por Satanás, que produce
desconfianza, temor y angustia.
Y
vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la
cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el
lagar, para esconderlo de los madianitas
(Jue 6.11).
El miedo y el temor te pueden afectar tanto
que comiences a desesperar, como Gedeón quien se encontraba sacudiendo el trigo
dentro de un lagar, lo cual es un acto de desesperación pues dentro del lagar
no hay viento alguno que se pueda llevar la hojarasca para dejar el grano
limpio. ¡Sacudir el trigo en un lagar es una pérdida de tiempo puesto que la
hojarasca y el grano vuelven a quedar juntos en el mismo lugar!
Entonces
el ángel del SEÑOR se le apareció y le dijo: —¡Guerrero valiente, el SEÑOR está
contigo! —Señor —respondió Gedeón—, si el SEÑOR está con nosotros, ¿por qué nos
sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros
antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El SEÑOR nos sacó de Egipto”? Pero ahora el
SEÑOR nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas. Entonces el
SEÑOR lo miró y le dijo: —Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de
los madianitas. ¡Yo soy quien te envía! —Pero, SEÑOR —respondió Gedeón—, ¿cómo
podré yo rescatar a Israel? ¡Mi clan es el más débil de toda la tribu de
Manasés, y yo soy el de menor importancia en mi familia! El SEÑOR le dijo: —Yo
estaré contigo, y destruirás a los madianitas como si estuvieras luchando
contra un solo hombre (Jue 6.12-16 NTV).
Aunque Gedeón se consideraba a sí mismo
totalmente incapaz para hacer frente a los madianitas, Dios no lo veía así.
¿Por qué? Porque Dios es el primero en vivir por fe y actuar por fe. ¡Él llama
las cosas que no son como si ya fueran!
Este día, sin importar la gravedad o tamaño
de los problemas, enfermedades o retos que estés enfrentando, tú puedes confiar
en Dios. Puedes confiar en Su Amor, pues Él te ama tanto que prefirió entregar
a Su propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él (Jn 3.
16-17).
Puedes confiar en la Palabra de Dios con la
cual Él te ha hecho un(a) Hijo(a) legítimo(a).
MIREN
CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de
Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la
mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).
Puedes confiar en que de todo problema,
angustia o enfermedad tú saldrás más que vencedor(a) por medio de Su Amor.
Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro 8.37).
Al comenzar esta reflexión declaré que Dios
no es afectado por nada ni nadie, sin embargo, al parecer esto no es así, la
Verdad es que Dios se ve afectado por Su Amor por ti.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy sé con toda
certeza que yo, _________ (tu nombre aquí), vivo a Tu amparo, Altísimo Dios, y
encuentro descanso a Tu sombra, pues Tú eres el Todopoderoso. Creo y declaro que
sólo Tú, Señor, eres mi refugio, mi lugar seguro; Tú eres mi Dios y en Ti yo
confío. Tú me rescatarás de toda trampa y me protegerás de enfermedades
mortales. Con Tus plumas me cubrirás y con Tus alas me darás refugio. Padre, tus
fieles promesas son mi armadura y mi protección. No tendré miedo de los
terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día. No temeré a la
enfermedad que acecha en la oscuridad, ni a la catástrofe que estalla al
mediodía. Aunque caigan mil a mi lado, aunque mueran diez mil a mi alrededor,
esos males no me tocarán. Simplemente abriré mis ojos y miraré cómo los
perversos reciben su merecido. Porque yo te he hecho a Ti, SEÑOR, mi refugio y
a Ti, Altísimo, mi resguardo, por eso, ningún mal me conquistará; ninguna plaga
se acercará a mi hogar. Pues Tú, Dios, ordenarás a Tus ángeles que me protejan
por donde quiera que vaya. Me sostendrán con sus manos para que ni siquiera me
lastimes el pie con una piedra. Por Ti, Señor Jesús, pisotearé leones y cobras;
¡aplastaré feroces leones y serpientes bajo mis pies! Tú me rescatarás porque
yo te amo. Tú me protegerás porque yo en Ti confío. Cuando Te llame, Tú me
responderás; estarás conmigo en medio de las dificultades. Me rescatarás y me honrarás.
Me recompensarás con una larga vida y me darás Tu salvación. En el nombre de
Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco
una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible
poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de
Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados,
y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto.
¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada
hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar
porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y
suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con
esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Lectura y
Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo 7 Hch 17. 16-34
/
Jue 7-8 / Job 37
Hechos
17. 1-15
Pablo en Atenas
16Mientras Pablo los esperaba en
Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría.
17Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la
plaza cada día con los que concurrían. 18Y algunos filósofos de
los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá
decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses;
porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. 19Y
tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva
enseñanza de que hablas? 20Pues traes a nuestros oídos cosas
extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. 21(Porque
todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se
interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.)
22Entonces Pablo, puesto en pie en
medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy
religiosos; 23porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé
también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al
que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio. 24El
Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo
y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, 25ni
es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien
da a todos vida y aliento y todas las cosas.a 26Y
de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre
toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los
límites de su habitación; 27para que busquen a Dios, si en alguna
manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno
de nosotros. 28Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como
algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo
somos. 29Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la
Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de
imaginación de hombres. 30Pero Dios, habiendo pasado por alto los
tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que
se arrepientan; 31por cuanto ha establecido un día en el cual
juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a
todos con haberle levantado de los muertos.
32Pero cuando oyeron lo de la
resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos
acerca de esto otra vez. 33Y así Pablo salió de en medio de
ellos. 34Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales
estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
Jueces
7-8
Gedeón derrota a los madianitas
7
1Levantándose, pues, de mañana
Jerobaal, el cual es Gedeón, y todo el pueblo que estaba con él, acamparon
junto a la fuente de Harod; y tenía el campamento de los madianitas al norte,
más allá del collado de More, en el valle.
2Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que
está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea
que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. 3Ahora,
pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca,
madrugue y devuélvasea desde el monte de Galaad. Y
se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil.
4Y Jehová dijo a Gedeón: Aún es mucho
el pueblo; llévalos a las aguas, y allí te los probaré; y del que yo te diga:
Vaya éste contigo, irá contigo; mas de cualquiera que yo te diga: Este no vaya
contigo, el tal no irá. 5Entonces llevó el pueblo a las aguas; y
Jehová dijo a Gedeón: Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame
el perro, a aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre
sus rodillas para beber. 6Y fue el número de los que lamieron
llevando el agua con la mano a su boca, trescientos hombres; y todo el resto
del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber las aguas. 7Entonces
Jehová dijo a Gedeón: Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os
salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás
gente cada uno a su lugar. 8Y habiendo tomado provisiones para el
pueblo, y sus trompetas, envió a todos los israelitas cada uno a su tienda, y
retuvo a aquellos trescientos hombres; y tenía el campamento de Madián abajo en
el valle.
9Aconteció que aquella noche Jehová le
dijo: Levántate, y desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus
manos. 10Y si tienes temor de descender, baja tú con Fura tu
criado al campamento, 11y oirás lo que hablan; y entonces tus
manos se esforzarán, y descenderás al campamento. Y él descendió con Fura su
criado hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el
campamento. 12Y los madianitas, los amalecitas y los hijos del
oriente estaban tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos
eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud.
13Cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando a su
compañero un sueño, diciendo: He aquí yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada
que rodaba hasta el campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de
tal manera que cayó, y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó. 14Y
su compañero respondió y dijo: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón
hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas
con todo el campamento.
15Cuando Gedeón oyó el relato del
sueño y su interpretación, adoró; y vuelto al campamento de Israel, dijo:
Levantaos, porque Jehová ha entregado el campamento de Madián en vuestras
manos. 16Y repartiendo los trescientos hombres en tres
escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con
teas ardiendo dentro de los cántaros. 17Y les dijo: Miradme a mí,
y haced como hago yo; he aquí que cuando yo llegue al extremo del campamento,
haréis vosotros como hago yo. 18Yo tocaré la trompeta, y todos los
que estarán conmigo; y vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de
todo el campamento, y diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón! 19Llegaron,
pues, Gedeón y los cien hombres que llevaba consigo, al extremo del campamento,
al principio de la guardia de la medianoche, cuando acababan de renovar los
centinelas; y tocaron las trompetas, y quebraron los cántaros que llevaban en
sus manos. 20Y los tres escuadrones tocaron las trompetas, y
quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha
las trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de
Gedeón! 21Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor
del campamento; entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y
huyendo. 22Y los trescientos tocaban las trompetas; y Jehová puso
la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento. Y el ejército
huyó hasta Bet-sita, en dirección de Zerera, y hasta la frontera de Abel-mehola
en Tabat. 23Y juntándose los de Israel, de Neftalí, de Aser y de
todo Manasés, siguieron a los madianitas.
24Gedeón también envió mensajeros por
todo el monte de Efraín, diciendo: Descended al encuentro de los madianitas, y
tomad los vados de Bet-bara y del Jordán antes que ellos lleguen. Y juntos
todos los hombres de Efraín, tomaron los vados de Bet-bara y del Jordán.
25Y tomaron a dos príncipes de los madianitas, Oreb y Zeeb; y mataron a
Oreb en la peña de Oreb, y a Zeeb lo mataron en el lagar de Zeeb; y después que
siguieron a los madianitas, trajeron las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón al
otro lado del Jordán.
Gedeón captura a los reyes de Madián
8
1Pero los hombres de Efraín le
dijeron: ¿Qué es esto que has hecho con nosotros, no llamándonos cuando ibas a
la guerra contra Madián? Y le reconvinieron fuertemente. 2A los
cuales él respondió: ¿Qué he hecho yo ahora comparado con vosotros? ¿No es el
rebusco de Efraín mejor que la vendimia de Abiezer? 3Dios ha
entregado en vuestras manos a Oreb y a Zeeb, príncipes de Madián; ¿y qué he
podido yo hacer comparado con vosotros? Entonces el enojo de ellos contra él se
aplacó, luego que él habló esta palabra.
4Y vino Gedeón al Jordán, y pasó él y
los trescientos hombres que traía consigo, cansados, mas todavía persiguiendo.
5Y dijo a los de Sucot: Yo os ruego que deis a la gente que me sigue
algunos bocados de pan; porque están cansados, y yo persigo a Zeba y Zalmuna,
reyes de Madián. 6Y los principales de Sucot respondieron: ¿Están
ya Zeba y Zalmuna en tu mano, para que demos pan a tu ejército? 7Y
Gedeón dijo: Cuando Jehová haya entregado en mi mano a Zeba y a Zalmuna, yo
trillaré vuestra carne con espinos y abrojos del desierto. 8De
allí subió a Peniel, y les dijo las mismas palabras. Y los de Peniel le
respondieron como habían respondido los de Sucot. 9Y él habló
también a los de Peniel, diciendo: Cuando yo vuelva en paz, derribaré esta
torre.
10Y Zeba y Zalmuna estaban en Carcor,
y con ellos su ejército como de quince mil hombres, todos los que habían
quedado de todo el ejército de los hijos del oriente; pues habían caído ciento
veinte mil hombres que sacaban espada. 11Subiendo, pues, Gedeón
por el camino de los que habitaban en tiendas al oriente de Noba y de Jogbeha,
atacó el campamento, porque el ejército no estaba en guardia. 12Y
huyendo Zeba y Zalmuna, él los siguió; y prendió a los dos reyes de Madián,
Zeba y Zalmuna, y llenó de espanto a todo el ejército.
13Entonces Gedeón hijo de Joás volvió
de la batalla antes que el sol subiese, 14y tomó a un joven de los
hombres de Sucot, y le preguntó; y él le dio por escrito los nombres de los
principales y de los ancianos de Sucot, setenta y siete varones. 15Y
entrando a los hombres de Sucot, dijo: He aquí a Zeba y a Zalmuna, acerca de
los cuales me zaheristeis, diciendo: ¿Están ya en tu mano Zeba y Zalmuna, para
que demos nosotros pan a tus hombres cansados? 16Y tomó a los
ancianos de la ciudad, y espinos y abrojos del desierto, y castigó con ellos a
los de Sucot. 17Asimismo derribó la torre de Peniel, y mató a los
de la ciudad.
18Luego dijo a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué
aspecto tenían aquellos hombres que matasteis en Tabor? Y ellos respondieron:
Como tú, así eran ellos; cada uno parecía hijo de rey. 19Y él
dijo: Mis hermanos eran, hijos de mi madre. ¡Vive Jehová, que si les hubierais
conservado la vida, yo no os mataría! 20Y dijo a Jeter su
primogénito: Levántate, y mátalos. Pero el joven no desenvainó su espada,
porque tenía temor, pues era aún muchacho. 21Entonces dijeron Zeba
y Zalmuna: Levántate tú, y mátanos; porque como es el varón, tal es su
valentía. Y Gedeón se levantó, y mató a Zeba y a Zalmuna; y tomó los adornos de
lunetas que sus camellos traían al cuello.
22Y los israelitas dijeron a Gedeón:
Sé nuestro señor, tú, y tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado de mano
de Madián. 23Mas Gedeón respondió: No seré señor sobre vosotros,
ni mi hijo os señoreará: Jehová señoreará sobre vosotros. 24Y les
dijo Gedeón: Quiero haceros una petición; que cada uno me dé los zarcillos de
su botín (pues traían zarcillos de oro, porque eran ismaelitas). 25Ellos
respondieron: De buena gana te los daremos. Y tendiendo un manto, echó allí
cada uno los zarcillos de su botín. 26Y fue el peso de los
zarcillos de oro que él pidió, mil setecientos siclos de oro, sin las planchas
y joyeles y vestidos de púrpura que traían los reyes de Madián, y sin los
collares que traían sus camellos al cuello. 27Y Gedeón hizo de
ellos un efod, el cual hizo guardar en su ciudad de Ofra; y todo Israel se
prostituyó tras de ese efod en aquel lugar; y fue tropezadero a Gedeón y a su
casa. 28Así fue subyugado Madián delante de los hijos de Israel, y
nunca más volvió a levantar cabeza. Y reposó la tierra cuarenta años en los
días de Gedeón.
29Luego Jerobaal hijo de Joás fue y
habitó en su casa. 30Y tuvo Gedeón setenta hijos que constituyeron
su descendencia, porque tuvo muchas mujeres. 31También su concubina
que estaba en Siquem le dio un hijo, y le puso por nombre Abimelec. 32Y
murió Gedeón hijo de Joás en buena vejez, y fue sepultado en el sepulcro de su
padre Joás, en Ofra de los abiezeritas.
33Pero aconteció que cuando murió
Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse yendo tras los baales, y
escogieron por dios a Baal-berit. 34Y no se acordaron los hijos de
Israel de Jehová su Dios, que los había librado de todos sus enemigos en derredor;
35ni se mostraron agradecidos con la casa de Jerobaal, el cual es
Gedeón, conforme a todo el bien que él había hecho a Israel.
Job 37
37
1 Por
eso también se estremece mi corazón,
Y salta de su
lugar.
2 Oíd
atentamente el estrépito de su voz,
Y el sonido que
sale de su boca.
3 Debajo
de todos los cielos lo dirige,
Y su luz hasta
los fines de la tierra.
4 Después
de ella brama el sonido,
Truena él con
voz majestuosa;
Y aunque sea
oída su voz, no los detiene.
5 Truena
Dios maravillosamente con su voz;
El hace grandes
cosas, que nosotros no entendemos.
6 Porque
a la nieve dice: Desciende a la tierra;
También a la
llovizna, y a los aguaceros torrenciales.
7 Así
hace retirarse a todo hombre,
Para que los
hombres todos reconozcan su obra.
8 Las
bestias entran en su escondrijo,
Y se están en
sus moradas.
9 Del
sur viene el torbellino,
Y el frío de
los vientos del norte.
10 Por
el soplo de Dios se da el hielo,
Y las anchas
aguas se congelan.
11 Regando
también llega a disipar la densa nube,
Y con su luz
esparce la niebla.
12 Asimismo
por sus designios se revuelven las nubes en derredor,
Para hacer
sobre la faz del mundo,
En la tierra,
lo que él les mande.
13 Unas
veces por azote, otras por causa de su tierra,
Otras por misericordia las hará
venir.
14 Escucha
esto, Job;
Detente, y
considera las maravillas de Dios.
15 ¿Sabes
tú cómo Dios las pone en concierto,
Y hace
resplandecer la luz de su nube?
16 ¿Has
conocido tú las diferencias de las nubes,
Las maravillas
del Perfecto en sabiduría?
17 ¿Por
qué están calientes tus vestidos
Cuando él
sosiega la tierra con el viento del sur?
18 ¿Extendiste
tú con él los cielos,
Firmes como un
espejo fundido?
19 Muéstranos
qué le hemos de decir;
Porque nosotros
no podemos ordenar las ideas a causa de las tinieblas.
20 ¿Será
preciso contarle cuando yo hablare?
Por más que el hombre razone,
quedará como abismado.
21 Mas
ahora ya no se puede mirar la luz esplendente en los cielos,
Luego que pasa
el viento y los limpia,
22 Viniendo
de la parte del norte la dorada claridad.
En Dios hay una
majestad terrible.
23 El
es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder;
Y en juicio y
en multitud de justicia no afligirá.
24 Lo
temerán por tanto los hombres;
El no estima a
ninguno que cree en su propio corazón ser sabio.
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