domingo, 7 de febrero de 2021

¡Cómo recibir un milagro el día de HOY!

                                                                                                                    <ENGLISH>




07 de Febrero

¡Cómo recibir un milagro el día de HOY!


¡Lo recibo por la fe en Tu Palabra!

Por Riqui Ricón*

Porque en ti, oh Jehová, he esperado; Tú responderás, Jehová Dios mío (Sal 38.15).

Quiero invitarte hoy a que cierres tus ojos y te hagas la siguiente pregunta: ¿Creo que Dios es digno de confianza? Contestar esta pregunta con toda honestidad, te ayudará a ubicar tu posición respecto a tu Padre celestial.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan (He 11.6).

Ser un creyente significa tener fe y esto, a su vez, significa tener la plena certeza de que Dios es digno de confianza. Es estar convencido de que Dios tiene Palabra de Honor. Toda, absolutamente toda, tu relación con Él se basa en la confianza y esto es lo que la fe es: creerle a Dios, creyendo a Su Palabra.

Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? He aquí, he recibido orden de bendecir; El dio bendición, y no podré revocarla (Num 23.19-20).

¡Dios no puede mentir! Toda Palabra que sale de la boca de Dios tiene en sí misma todo el poder para hacerse cumplir.

Es por esto que, en este día, puedes estar plenamente seguro(a) y acercarte confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (He 4.16). Si Dios lo dijo, entonces ¡Él te va a responder!

Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron (He 4.2).

La lectura del día de hoy nos enseña, en la carta a los Hebreos, que las personas no logran recibir las promesas de Dios por causa de su incredulidad a la Palabra de Dios. Esto no quiere decir que Él se enoja por esto y decide no cumplir Su Palabra a quiénes así proceden. ¡No! ¡De ninguna manera! ¡Dios no puede retirar Su Palabra!

Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come,  así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié (Isa 55.10-11).

Lo que sucede es que todas Sus promesas sólo se reciben por fe, creyéndole a Él. Por eso la única forma de agradarle es con tu fe. Dios te ama y te quiere bendecir, y te ha dado la fe como el vehículo o la herramienta para RECIBIR.

para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados (Hch 26.18).

Ahora bien, si tú has confesado a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu Vida, entonces, has Nacido de Nuevo y ahora eres un(a) Hijo(a) de Dios. Por lo tanto, eres un(a) creyente y tienes fe para recibir.

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios…  Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5.1a, 4-5).

Así que, tienes la victoria sobre este mundo por medio de la fe en Cristo Jesús.

Recuerda siempre que Él te ama tanto que prefirió ir a la cruz antes que perderte a ti.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

Ahora tu relación con Él ya no es la de una creatura con su creador sino la de un(a) Hijo(a) con su Padre. Pues, eso dice la Biblia que ahora eres tú: un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios tu Padre.

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos  (1 Jua 3.1 BAD).

Así que, cualquiera que sea tu necesidad el día de hoy, sin importar la clase de reto, aflicción o enfermedad que estés enfrentando, ten por seguro que tu Padre celestial puede y quiere ayudarte. Teniendo esta certeza, acude a las promesas que Él te ha hecho en la Biblia y utiliza tu FE para recibir tu milagro en este día.

Si puedes creer, al que cree todo le es posible.

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, una vez más, quiero darte las gracias por Tu gran Amor con que me amas. Señor Jesús, por lo que hiciste por mí, hoy puedo estar seguro(a), sin importar cuáles sean las circunstancias que enfrento, que ¡Tú, mi Padre, me responderás! Yo he creído y conocido Tu Amor. Sé que Tu Palabra, la Biblia, es la Verdad y he decidido confiar plenamente en Ti. Por lo tanto, echo fuera de mi vida toda duda, temor y ansiedad. Declaro que soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. ¡Soy nueva creación! Las cosas viejas pasaron, he aquí que todas son hechas nuevas en mi vida. En el nombre de Jesús, yo le llamo a la sanidad y a la salud de mi cuerpo; llamo a la estabilidad emocional en mi vida, pues ahora sé quién yo soy: le llamo a mi libertad financiera. Creo y declaro que soy la persona que Tú, mi Dios y Padre, dices en Tu Palabra que yo soy. Soy libre y dichoso(a), pues el Todopoderoso está conmigo. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. ¡Tú, mi Dios y Padre, me responderás! ¡Lo recibo! En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Febrero 7                                Heb 3.1-4.13 /  Gen 48 /  Sal 38

     

Cápsula del día.






Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 



NVI 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Febrero 7                                Heb 3.1-4.13 /  Gen 48 /  Sal 38

 

Hebreos 3.1-4.13

Jesús es superior a Moisés

3

1Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; 2el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.a 3Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. 4Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. 5Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; 6pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.

El reposo del pueblo de Dios

7Por lo cual, como dice el Espíritu Santo:

Si oyereis hoy su voz,

     8     No endurezcáis vuestros corazones,

Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,

     9     Donde me tentaron vuestros padres; me probaron,

Y vieron mis obras cuarenta años.

     10     A causa de lo cual me disgusté contra esa generación,

Y dije: Siempre andan vagando en su corazón,

Y no han conocido mis caminos.

     11     Por tanto, juré en mi ira:

No entrarán en mi reposo.b

 12Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 14Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, 15entre tanto que se dice:

Si oyereis hoy su voz,

No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.c

 16¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? 17¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron?d 19Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.

4

1Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 2Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo:

Por tanto, juré en mi ira,

No entrarán en mi reposo;a

aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. 4Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.b 5Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.c 6Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, 7otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo:

Si oyereis hoy su voz,

No endurezcáis vuestros corazones.d

 8Porque si Josué les hubiera dado el reposo,e no hablaría después de otro día. 9Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. 10Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.f

11Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.[1]

 

Génesis 48

Jacob bendice a Efraín y a Manasés

48

1Sucedió después de estas cosas que dijeron a José: He aquí tu padre está enfermo. Y él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín. 2Y se le hizo saber a Jacob, diciendo: He aquí tu hijo José viene a ti. Entonces se esforzó Israel, y se sentó sobre la cama, 3y dijo a José: El Dios Omnipotente me apareció en Luz en la tierra de Canaán, y me bendijo, 4y me dijo: He aquí yo te haré crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua.a 5Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos. 6Y los que después de ellos has engendrado, serán tuyos; por el nombre de sus hermanos serán llamados en sus heredades. 7Porque cuando yo venía de Padan-aram, se me murió Raquel en la tierra de Canaán, en el camino, como media legua de tierra viniendo a Efrata;b y la sepulté allí en el camino de Efrata, que es Belén.

8Y vio Israel los hijos de José, y dijo: ¿Quiénes son éstos? 9Y respondió José a su padre: Son mis hijos, que Dios me ha dado aquí. Y él dijo: Acércalos ahora a mí, y los bendeciré. 10Y los ojos de Israel estaban tan agravados por la vejez, que no podía ver. Les hizo, pues, acercarse a él, y él les besó y les abrazó. 11Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también a tu descendencia. 12Entonces José los sacó de entre sus rodillas, y se inclinó a tierra. 13Y los tomó José a ambos, Efraín a su derecha, a la izquierda de Israel, y Manasés a su izquierda, a la derecha de Israel; y los acercó a él. 14Entonces Israel extendió su mano derecha, y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus manos adrede, aunque Manasés era el primogénito. 15Y bendijo a José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, 16el Angel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra.

17Pero viendo José que su padre ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto; y asió la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés. 18Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. 19Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones. 20Y los bendijoc aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo: Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de Manasés. 21Y dijo Israel a José: He aquí yo muero; pero Dios estará con vosotros, y os hará volver a la tierra de vuestros padres. 22Y yo te he dado a ti una parte más que a tus hermanos, la cual tomé yo de mano del amorreo con mi espada y con mi arco.[2]

       

Salmo 38

 

Oración de un penitente

Salmo de David, para recordar.

     1     Jehová, no me reprendas en tu furor,

Ni me castigues en tu ira.

     2     Porque tus saetas cayeron sobre mí,

Y sobre mí ha descendido tu mano.

     3     Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira;

Ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado.

     4     Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza;

Como carga pesada se han agravado sobre mí.

     5     Hieden y supuran mis llagas,

A causa de mi locura.

     6     Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera,

Ando enlutado todo el día.

     7     Porque mis lomos están llenos de ardor,

Y nada hay sano en mi carne.

     8     Estoy debilitado y molido en gran manera;

Gimo a causa de la conmoción de mi corazón.

     9     Señor, delante de ti están todos mis deseos,

Y mi suspiro no te es oculto.

     10     Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor,

Y aun la luz de mis ojos me falta ya.

     11     Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga,

Y mis cercanos se han alejado.

     12     Los que buscan mi vida arman lazos,

Y los que procuran mi mal hablan iniquidades,

Y meditan fraudes todo el día.

     13     Mas yo, como si fuera sordo, no oigo;

Y soy como mudo que no abre la boca.

     14     Soy, pues, como un hombre que no oye,

Y en cuya boca no hay reprensiones.

     15     Porque en ti, oh Jehová, he esperado;

Tú responderás, Jehová Dios mío.

     16     Dije: No se alegren de mí;

Cuando mi pie resbale, no se engrandezcan sobre mí.

     17     Pero yo estoy a punto de caer,

Y mi dolor está delante de mí continuamente.

     18     Por tanto, confesaré mi maldad,

Y me contristaré por mi pecado.

     19     Porque mis enemigos están vivos y fuertes,

Y se han aumentado los que me aborrecen sin causa.

     20     Los que pagan mal por bien

Me son contrarios, por seguir yo lo bueno.

     21     No me desampares, oh Jehová;

Dios mío, no te alejes de mí.

     22     Apresúrate a ayudarme,

Oh Señor, mi salvación.[3]

 



a a 3.2: Nm. 12.7.

b b 3.7–11: Sal. 95.7–11.

c c 3.15: Sal. 95.7–8.

d d 3.16–18: Nm. 14.1–35.

a a 4.3: Sal. 95.11.

b b 4.4: Gn. 2.2.

c c 4.5: Sal. 95.11.

d d 4.7: Sal. 95.7–8.

e e 4.8: Dt. 31.7; Jos. 22.4.

f f 4.10: Gn. 2.2.

[1] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. He 2.18-4.13

a a 48.3–4: Gn. 28.13–14.

b b 48.7: Gn. 35.16–19.

c c 48.20: He. 11.21.

[2] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn 47.31-48.22

[3] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal 37.40-38.22


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