¡Cómo recibir un milagro el día de HOY!
¡Lo recibo por la fe en Tu Palabra!
Por Riqui Ricón*
Porque en ti, oh Jehová, he esperado; Tú responderás, Jehová Dios mío (Sal 38.15).
Quiero invitarte hoy a que
cierres tus ojos y te hagas la siguiente pregunta: ¿Creo que Dios es digno de
confianza? Contestar esta pregunta con toda honestidad, te ayudará a ubicar tu
posición respecto a tu Padre celestial.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que
se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan (He 11.6).
Ser un creyente significa
tener fe y esto, a su vez, significa tener la plena certeza de que Dios es
digno de confianza. Es estar convencido de que Dios tiene Palabra de Honor.
Toda, absolutamente toda, tu relación con Él se basa en la confianza y esto es
lo que la fe es: creerle a Dios, creyendo a Su Palabra.
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se
arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? He aquí, he
recibido orden de bendecir; El dio bendición, y no podré revocarla (Num 23.19-20).
¡Dios no puede mentir! Toda
Palabra que sale de la boca de Dios tiene en sí misma todo el poder para
hacerse cumplir.
Es por esto que, en este día, puedes
estar plenamente seguro(a) y acercarte confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro (He 4.16). Si Dios lo dijo,
entonces ¡Él te va a responder!
Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a
ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en
los que la oyeron (He 4.2).
La lectura del día de hoy nos
enseña, en la carta a los Hebreos, que las personas no logran recibir las
promesas de Dios por causa de su incredulidad a la Palabra de Dios. Esto no
quiere decir que Él se enoja por esto y decide no cumplir Su Palabra a quiénes
así proceden. ¡No! ¡De ninguna manera! ¡Dios no puede retirar Su Palabra!
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve
allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al
que siembra, y pan al que come, así
será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo
que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié (Isa 55.10-11).
Lo que sucede es que todas Sus
promesas sólo se reciben por fe, creyéndole a Él. Por eso la única forma de
agradarle es con tu fe. Dios te ama y te quiere bendecir, y te ha dado la fe
como el vehículo o la herramienta para RECIBIR.
para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la
luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para
que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre
los santificados (Hch 26.18).
Ahora bien, si tú has
confesado a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu Vida, entonces, has
Nacido de Nuevo y ahora eres un(a) Hijo(a) de Dios. Por lo tanto, eres un(a)
creyente y tienes fe para recibir.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios… Porque
todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha
vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn
5.1a, 4-5).
Así que, tienes la victoria sobre
este mundo por medio de la fe en Cristo Jesús.
Recuerda siempre que Él te ama
tanto que prefirió ir a la cruz antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Ahora tu relación con Él ya no
es la de una creatura con su creador sino la de un(a) Hijo(a) con su Padre.
Pues, eso dice la Biblia que ahora eres tú: un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios tu
Padre.
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite
que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo
somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende
por qué lo somos (1 Jua 3.1 BAD).
Así
que, cualquiera que sea tu necesidad el día de hoy, sin importar la clase de
reto, aflicción o enfermedad que estés enfrentando, ten por seguro que tu Padre
celestial puede y quiere ayudarte. Teniendo esta certeza, acude a las promesas
que Él te ha hecho en la Biblia y utiliza tu FE para recibir tu milagro en este
día.
Si
puedes creer, al que cree todo le es posible.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, una vez
más, quiero darte las gracias por Tu gran Amor con que me amas. Señor Jesús,
por lo que hiciste por mí, hoy puedo estar seguro(a), sin importar cuáles sean las
circunstancias que enfrento, que ¡Tú, mi Padre, me responderás! Yo he creído y
conocido Tu Amor. Sé que Tu Palabra, la Biblia, es la Verdad y he decidido
confiar plenamente en Ti. Por lo tanto, echo fuera de mi vida toda duda, temor
y ansiedad. Declaro que soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. ¡Soy
nueva creación! Las cosas viejas pasaron, he aquí que todas son hechas nuevas
en mi vida. En el nombre de Jesús, yo le llamo a la sanidad y a la salud de mi
cuerpo; llamo a la estabilidad emocional en mi vida, pues ahora sé quién yo
soy: le llamo a mi libertad financiera. Creo y declaro que soy la persona que
Tú, mi Dios y Padre, dices en Tu Palabra que yo soy. Soy libre y dichoso(a),
pues el Todopoderoso está conmigo. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)!
¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús,
soy dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor
Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi
sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor,
la paz y el gozo que ahora disfruto. ¡Tú, mi Dios y Padre, me responderás! ¡Lo
recibo! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
7 Heb
3.1-4.13 / Gen 48
/ Sal 38
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
7 Heb
3.1-4.13 / Gen 48
/ Sal 38
Hebreos
3.1-4.13
Jesús es superior a Moisés
3
1Por tanto, hermanos santos,
participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote
de nuestra profesión, Cristo Jesús; 2el cual es fiel al que le
constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.a
3Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto
tiene mayor honra que la casa el que la hizo. 4Porque toda casa es
hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. 5Y
Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para
testimonio de lo que se iba a decir; 6pero Cristo como hijo sobre
su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la
confianza y el gloriarnos en la esperanza.
El reposo del pueblo de Dios
7Por lo cual, como dice el Espíritu
Santo:
Si oyereis hoy su voz,
8 No
endurezcáis vuestros corazones,
Como en la provocación, en el día de la
tentación en el desierto,
9 Donde me
tentaron vuestros padres; me probaron,
Y vieron mis obras cuarenta años.
10 A causa de
lo cual me disgusté contra esa generación,
Y dije: Siempre andan vagando en su corazón,
Y no han conocido mis caminos.
11 Por tanto,
juré en mi ira:
No entrarán en mi reposo.b
12Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros
corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13antes
exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que
ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 14Porque
somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin
nuestra confianza del principio, 15entre tanto que se dice:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones, como en la
provocación.c
16¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron?
¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? 17¿Y
con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron,
cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18¿Y a quiénes juró que no
entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron?d
19Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.
4
1Temamos, pues, no sea que
permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca
no haberlo alcanzado. 2Porque también a nosotros se nos ha
anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra,
por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3Pero los que
hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo:
Por tanto, juré en mi ira,
No entrarán en mi reposo;a
aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo.
4Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas
sus obras en el séptimo día.b 5Y otra vez
aquí: No entrarán en mi reposo.c 6Por lo tanto,
puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les
anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, 7otra
vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de
David, como se dijo:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones.d
8Porque si Josué les hubiera dado el reposo,e
no hablaría después de otro día. 9Por tanto, queda un reposo para
el pueblo de Dios. 10Porque el que ha entrado en su reposo,
también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.f
11Procuremos, pues, entrar en aquel
reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12Porque
la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos
filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y
no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las
cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta.[1]
Génesis
48
Jacob bendice a Efraín y a Manasés
48
1Sucedió después de estas cosas que
dijeron a José: He aquí tu padre está enfermo. Y él tomó consigo a sus dos
hijos, Manasés y Efraín. 2Y se le hizo saber a Jacob, diciendo: He
aquí tu hijo José viene a ti. Entonces se esforzó Israel, y se sentó sobre la
cama, 3y dijo a José: El Dios Omnipotente me apareció en Luz en la
tierra de Canaán, y me bendijo, 4y me dijo: He aquí yo te haré
crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta
tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua.a
5Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de
Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y
Simeón, serán míos. 6Y los que después de ellos has engendrado,
serán tuyos; por el nombre de sus hermanos serán llamados en sus heredades.
7Porque cuando yo venía de Padan-aram, se me murió Raquel en la tierra
de Canaán, en el camino, como media legua de tierra viniendo a Efrata;b
y la sepulté allí en el camino de Efrata, que es Belén.
8Y vio Israel los hijos de José, y
dijo: ¿Quiénes son éstos? 9Y respondió José a su padre: Son mis
hijos, que Dios me ha dado aquí. Y él dijo: Acércalos ahora a mí, y los
bendeciré. 10Y los ojos de Israel estaban tan agravados por la
vejez, que no podía ver. Les hizo, pues, acercarse a él, y él les besó y les
abrazó. 11Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he
aquí Dios me ha hecho ver también a tu descendencia. 12Entonces José
los sacó de entre sus rodillas, y se inclinó a tierra. 13Y los
tomó José a ambos, Efraín a su derecha, a la izquierda de Israel, y Manasés a
su izquierda, a la derecha de Israel; y los acercó a él. 14Entonces
Israel extendió su mano derecha, y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era
el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus
manos adrede, aunque Manasés era el primogénito. 15Y bendijo a
José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac,
el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, 16el
Angel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en
ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en
gran manera en medio de la tierra.
17Pero viendo José que su padre
ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto; y asió
la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de
Manasés. 18Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste
es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. 19Mas su
padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un
pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que
él, y su descendencia formará multitud de naciones. 20Y los
bendijoc aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel,
diciendo: Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de
Manasés. 21Y dijo Israel a José: He aquí yo muero; pero Dios
estará con vosotros, y os hará volver a la tierra de vuestros padres. 22Y
yo te he dado a ti una parte más que a tus hermanos, la cual tomé yo de mano
del amorreo con mi espada y con mi arco.[2]
Salmo 38
Oración de un penitente
Salmo de David, para recordar.
1 Jehová, no
me reprendas en tu furor,
Ni me castigues en tu ira.
2 Porque tus
saetas cayeron sobre mí,
Y sobre mí ha descendido tu
mano.
3 Nada hay
sano en mi carne, a causa de tu ira;
Ni hay paz en mis huesos, a
causa de mi pecado.
4 Porque mis
iniquidades se han agravado sobre mi cabeza;
Como carga pesada se han
agravado sobre mí.
5 Hieden y
supuran mis llagas,
A causa de mi locura.
6 Estoy
encorvado, estoy humillado en gran manera,
Ando enlutado todo el día.
7 Porque mis
lomos están llenos de ardor,
Y nada hay sano en mi carne.
8 Estoy
debilitado y molido en gran manera;
Gimo a causa de la conmoción
de mi corazón.
9 Señor,
delante de ti están todos mis deseos,
Y mi suspiro no te es oculto.
10 Mi corazón
está acongojado, me ha dejado mi vigor,
Y aun la luz de mis ojos me
falta ya.
11 Mis amigos
y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga,
Y mis cercanos se han alejado.
12 Los que
buscan mi vida arman lazos,
Y los que procuran mi mal
hablan iniquidades,
Y meditan fraudes todo el día.
13 Mas yo,
como si fuera sordo, no oigo;
Y soy como mudo que no abre la
boca.
14 Soy, pues,
como un hombre que no oye,
Y en cuya boca no hay
reprensiones.
15 Porque en
ti, oh Jehová, he esperado;
Tú responderás, Jehová Dios
mío.
16 Dije: No se
alegren de mí;
Cuando mi pie resbale, no se
engrandezcan sobre mí.
17 Pero yo estoy
a punto de caer,
Y mi dolor está delante de mí
continuamente.
18 Por tanto,
confesaré mi maldad,
Y me contristaré por mi
pecado.
19 Porque mis
enemigos están vivos y fuertes,
Y se han aumentado los que me
aborrecen sin causa.
20 Los que
pagan mal por bien
Me son contrarios, por seguir
yo lo bueno.
21 No me
desampares, oh Jehová;
Dios mío, no te alejes de mí.
22 Apresúrate
a ayudarme,
Oh Señor, mi salvación.[3]
a a 3.2: Nm. 12.7.
b b 3.7–11: Sal. 95.7–11.
c c 3.15: Sal. 95.7–8.
d d 3.16–18: Nm. 14.1–35.
a a 4.3: Sal. 95.11.
b b 4.4: Gn. 2.2.
c c 4.5: Sal. 95.11.
d d 4.7: Sal. 95.7–8.
e e 4.8: Dt. 31.7; Jos. 22.4.
f f 4.10: Gn. 2.2.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. He
2.18-4.13
a
a 48.3–4: Gn. 28.13–14.
b
b 48.7: Gn. 35.16–19.
c
c 48.20: He. 11.21.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
47.31-48.22
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
37.40-38.22
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
7 Heb
3.1-4.13 / Gen 48
/ Sal 38
Hebreos
3.1-4.13
Jesús es superior a Moisés
3
1Por tanto, hermanos santos,
participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote
de nuestra profesión, Cristo Jesús; 2el cual es fiel al que le
constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.a
3Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto
tiene mayor honra que la casa el que la hizo. 4Porque toda casa es
hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. 5Y
Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para
testimonio de lo que se iba a decir; 6pero Cristo como hijo sobre
su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la
confianza y el gloriarnos en la esperanza.
El reposo del pueblo de Dios
7Por lo cual, como dice el Espíritu
Santo:
Si oyereis hoy su voz,
8 No
endurezcáis vuestros corazones,
Como en la provocación, en el día de la
tentación en el desierto,
9 Donde me
tentaron vuestros padres; me probaron,
Y vieron mis obras cuarenta años.
10 A causa de
lo cual me disgusté contra esa generación,
Y dije: Siempre andan vagando en su corazón,
Y no han conocido mis caminos.
11 Por tanto,
juré en mi ira:
No entrarán en mi reposo.b
12Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros
corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13antes
exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que
ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 14Porque
somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin
nuestra confianza del principio, 15entre tanto que se dice:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones, como en la
provocación.c
16¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron?
¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? 17¿Y
con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron,
cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18¿Y a quiénes juró que no
entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron?d
19Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.
4
1Temamos, pues, no sea que
permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca
no haberlo alcanzado. 2Porque también a nosotros se nos ha
anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra,
por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3Pero los que
hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo:
Por tanto, juré en mi ira,
No entrarán en mi reposo;a
aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo.
4Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas
sus obras en el séptimo día.b 5Y otra vez
aquí: No entrarán en mi reposo.c 6Por lo tanto,
puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les
anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, 7otra
vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de
David, como se dijo:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones.d
8Porque si Josué les hubiera dado el reposo,e
no hablaría después de otro día. 9Por tanto, queda un reposo para
el pueblo de Dios. 10Porque el que ha entrado en su reposo,
también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.f
11Procuremos, pues, entrar en aquel
reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12Porque
la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos
filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y
no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las
cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta.[1]
Génesis
48
Jacob bendice a Efraín y a Manasés
48
1Sucedió después de estas cosas que
dijeron a José: He aquí tu padre está enfermo. Y él tomó consigo a sus dos
hijos, Manasés y Efraín. 2Y se le hizo saber a Jacob, diciendo: He
aquí tu hijo José viene a ti. Entonces se esforzó Israel, y se sentó sobre la
cama, 3y dijo a José: El Dios Omnipotente me apareció en Luz en la
tierra de Canaán, y me bendijo, 4y me dijo: He aquí yo te haré
crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta
tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua.a
5Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de
Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y
Simeón, serán míos. 6Y los que después de ellos has engendrado,
serán tuyos; por el nombre de sus hermanos serán llamados en sus heredades.
7Porque cuando yo venía de Padan-aram, se me murió Raquel en la tierra
de Canaán, en el camino, como media legua de tierra viniendo a Efrata;b
y la sepulté allí en el camino de Efrata, que es Belén.
8Y vio Israel los hijos de José, y
dijo: ¿Quiénes son éstos? 9Y respondió José a su padre: Son mis
hijos, que Dios me ha dado aquí. Y él dijo: Acércalos ahora a mí, y los
bendeciré. 10Y los ojos de Israel estaban tan agravados por la
vejez, que no podía ver. Les hizo, pues, acercarse a él, y él les besó y les
abrazó. 11Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he
aquí Dios me ha hecho ver también a tu descendencia. 12Entonces José
los sacó de entre sus rodillas, y se inclinó a tierra. 13Y los
tomó José a ambos, Efraín a su derecha, a la izquierda de Israel, y Manasés a
su izquierda, a la derecha de Israel; y los acercó a él. 14Entonces
Israel extendió su mano derecha, y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era
el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus
manos adrede, aunque Manasés era el primogénito. 15Y bendijo a
José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac,
el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, 16el
Angel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en
ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en
gran manera en medio de la tierra.
17Pero viendo José que su padre
ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto; y asió
la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de
Manasés. 18Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste
es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. 19Mas su
padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un
pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que
él, y su descendencia formará multitud de naciones. 20Y los
bendijoc aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel,
diciendo: Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de
Manasés. 21Y dijo Israel a José: He aquí yo muero; pero Dios
estará con vosotros, y os hará volver a la tierra de vuestros padres. 22Y
yo te he dado a ti una parte más que a tus hermanos, la cual tomé yo de mano
del amorreo con mi espada y con mi arco.[2]
Salmo 38
Oración de un penitente
Salmo de David, para recordar.
1 Jehová, no
me reprendas en tu furor,
Ni me castigues en tu ira.
2 Porque tus
saetas cayeron sobre mí,
Y sobre mí ha descendido tu
mano.
3 Nada hay
sano en mi carne, a causa de tu ira;
Ni hay paz en mis huesos, a
causa de mi pecado.
4 Porque mis
iniquidades se han agravado sobre mi cabeza;
Como carga pesada se han
agravado sobre mí.
5 Hieden y
supuran mis llagas,
A causa de mi locura.
6 Estoy
encorvado, estoy humillado en gran manera,
Ando enlutado todo el día.
7 Porque mis
lomos están llenos de ardor,
Y nada hay sano en mi carne.
8 Estoy
debilitado y molido en gran manera;
Gimo a causa de la conmoción
de mi corazón.
9 Señor,
delante de ti están todos mis deseos,
Y mi suspiro no te es oculto.
10 Mi corazón
está acongojado, me ha dejado mi vigor,
Y aun la luz de mis ojos me
falta ya.
11 Mis amigos
y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga,
Y mis cercanos se han alejado.
12 Los que
buscan mi vida arman lazos,
Y los que procuran mi mal
hablan iniquidades,
Y meditan fraudes todo el día.
13 Mas yo,
como si fuera sordo, no oigo;
Y soy como mudo que no abre la
boca.
14 Soy, pues,
como un hombre que no oye,
Y en cuya boca no hay
reprensiones.
15 Porque en
ti, oh Jehová, he esperado;
Tú responderás, Jehová Dios
mío.
16 Dije: No se
alegren de mí;
Cuando mi pie resbale, no se
engrandezcan sobre mí.
17 Pero yo estoy
a punto de caer,
Y mi dolor está delante de mí
continuamente.
18 Por tanto,
confesaré mi maldad,
Y me contristaré por mi
pecado.
19 Porque mis
enemigos están vivos y fuertes,
Y se han aumentado los que me
aborrecen sin causa.
20 Los que
pagan mal por bien
Me son contrarios, por seguir
yo lo bueno.
21 No me
desampares, oh Jehová;
Dios mío, no te alejes de mí.
22 Apresúrate
a ayudarme,
Oh Señor, mi salvación.[3]
a a 3.2: Nm. 12.7.
b b 3.7–11: Sal. 95.7–11.
c c 3.15: Sal. 95.7–8.
d d 3.16–18: Nm. 14.1–35.
a a 4.3: Sal. 95.11.
b b 4.4: Gn. 2.2.
c c 4.5: Sal. 95.11.
d d 4.7: Sal. 95.7–8.
e e 4.8: Dt. 31.7; Jos. 22.4.
f f 4.10: Gn. 2.2.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. He
2.18-4.13
a
a 48.3–4: Gn. 28.13–14.
b
b 48.7: Gn. 35.16–19.
c
c 48.20: He. 11.21.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
47.31-48.22
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
37.40-38.22
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