¡Cómo conseguir ser Bienaventurado(a)!
¡Bienaventurado(a) en Verdad!
Por Riqui Ricón*
Y Pilato dijo a los
principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda
Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí…
Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los
gobernantes, y al pueblo, les dijo: Me habéis presentado a éste
como un hombre que perturba al pueblo; pero
habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre
delito alguno de aquellos de que le acusáis. Y ni aun Herodes,
porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.
Le soltaré, pues, después de castigarle… Él les dijo por tercera vez:
¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le
castigaré, pues, y le soltaré... Entonces Pilato sentenció que se
hiciese lo que ellos pedían; y les soltó a aquel que había sido
echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó
a Jesús a la voluntad de ellos. (Luc 23.4-5,
13-16, 22, 24-25).
¡Tres veces reconoció Pilatos que
Jesús era inocente de todo lo que le acusaban! Al final, cedió a la presión de
los religiosos judíos para cometer un acto de injusticia.
Sin embargo, esa falta de
justicia humana fue la que satisfizo la justicia de Dios: ¡Jesús, el unigénito
Hijo del Padre, pagó, con su propia vida, el justo castigo por todos tus
pecados!
Porque también Cristo
padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos
a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu (1 P 3.18).
Lo que finalmente consiguió Jesús
al morir en esa cruz por Amor a ti, sólo Dios te lo puede ofrecer, pues va
mucho más allá de la misericordia divina.
Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia
sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo
sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en
los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús (Efe 2.4-7).
¡Dios, al resucitar a
Jesucristo, te resucitó a ti también y te dio un lugar en el cielo, junto a
Cristo Jesús!
¡Ah, pero ese lugar en
el cielo junto a Cristo Jesús no es cualquier lugar, ahí sólo se pueden sentar
los Hijos legítimos de Dios!
¿Te das cuenta? No solamente es
que te salvó de haberte perdido en el infierno por toda la eternidad a causa de
lo que tú hiciste con tu vida, sino que, el acto de justicia y amor fue tan
pleno y abundante, que ahora te permite recibir la Vida Nueva que Dios siempre
deseo para ti como un(a) Hijo(a) Suyo(a).
Bienaventurado aquel cuya
transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre
a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño (Sal
32.1-2).
Ese hombre, esa mujer, a quien
ahora Dios no culpa de iniquidad eres tú, ¡sí tú! Su Hijo(a) amado(a). Y, por
lo tanto, de acuerdo a las Escrituras, esto te hace una persona Bienaventurada,
lo cual significa, que estás habilitado(a) por la Palabra de Dios para vivir
una vida plena y abundante y ser mil veces feliz.
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10.10).
¡Dios te ama tanto que prefirió
entregar a Su propio Hijo para que pagara todos tus pecados antes que perderte
a ti!
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jua
3.16-17).
Con Su muerte Jesucristo pagó
todos tus pecados haciéndote justo delante de Dios. Así como tú moriste con Él
en esa cruz para tu justificación, de la misma forma RESUCITASTE con Él para
recibir la Vida Eterna de un(a) Hijo(a) de Dios.
Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a
fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros
llevemos una vida nueva (Rom 6.4 NVI).
Ahora, por esa falta de justicia
humana que satisfizo la justicia de Dios en la cruz, con toda justicia, Dios
mismo te llama su propio(a) Hijo(a). Y en honor a la Verdad que eso,
exactamente, es lo que tú eres: ¡Un(a) Hijo(a)
de Dios Nacido(a) de Nuevo!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados
hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente,
como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jua 3.1 BAD).
Oremos en voz audible:
¡Gracias Señor, por tu gran amor
con que me amaste. Cada día, al leer y meditar más en Tu Palabra, me doy cuenta
de cuánto me has amado y lo bienaventurado(a) que en Verdad soy! Ahora sé que,
por lo que Tú hiciste por mí en la cruz, Señor Jesús, no sólo fui perdonado(a)
de todos mis pecados, sino que, y sobre todo, Dios, el Todopoderoso, me ha
adoptado como Hijo(a) Suyo(a), según el puro
afecto de Su Voluntad. Yo estoy en Cristo y las cosas viejas ya pasaron
he aquí que TODA mi vida es hecha Nueva. Gracias amado Padre celestial, muchas
gracias. Hoy puedo levantarme y hacer frente a cualquier circunstancia adversa
en mi vida, porque sé que sé, que Tú, mi Dios estás conmigo. Y qué pues diremos
a esto, si Dios es conmigo, ¿quién contra mí? El que no escatimo ni a Su propio
Hijo sino que lo entregó por amor a mí, ¿cómo no me dará, juntamente con Él,
todas las cosas? ¡Gracias Abba, Padre! Hoy oro a Ti para declarar en plena
certeza de fe, que en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de
Aquel que me ha amado, Cristo Jesús. Así que, TODO lo puedo en Cristo que me
fortalece. Yo soy Tu Hijo(a) y ya he vencido, porque mayor eres Tú, que estás
en mí, que el que está en el mundo. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)!
¡Soy dichoso(a)! ¡Soy Hijo(a) del Rey! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
1 Luc 23.1-25
/
Gen 41 / Sal 32
RV60
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y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
1 Luc 23.1-25
/
Gen 41 / Sal 32
San
Lucas 23.1-25
Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1–2, 11–14; Mr. 15.1–5; Jn. 18.28–38)
23
1Levantándose entonces toda la
muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato. 2Y comenzaron a
acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que
prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
3Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y
respondiéndole él, dijo: Tú lo dices. 4Y Pilato dijo a los
principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
5Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda
Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Jesús ante Herodes
6Entonces Pilato, oyendo decir,
Galilea, preguntó si el hombre era galileo. 7Y al saber que era de
la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también
estaba en Jerusalén. 8Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho,
porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de
él, y esperaba verle hacer alguna señal. 9Y le hacía muchas
preguntas, pero él nada le respondió. 10Y estaban los principales
sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia. 11Entonces
Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa
espléndida; y volvió a enviarle a Pilato. 12Y se hicieron amigos
Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
Jesús sentenciado a muerte
(Mt. 27.15–26; Mr. 15.6–15; Jn. 18.38—19.16)
13Entonces Pilato,
convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
14les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al
pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en
este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. 15Y ni
aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho
este hombre. 16Le soltaré, pues, después de castigarle.
17Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.
18Mas toda la multitud dio voces a
una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás! 19Este
había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.
20Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; 21pero
ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! 22Él
les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de
muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré. 23Mas
ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de
ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron. 24Entonces
Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; 25y les soltó
a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien
habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.[1]
Génesis
41
José interpreta el sueño de Faraón
41
1Aconteció que pasados dos años
tuvo Faraón un sueño. Le parecía que estaba junto al río; 2y que
del río subían siete vacas, hermosas a la vista, y muy gordas, y pacían en el
prado. 3Y que tras ellas subían del río otras siete vacas de feo
aspecto y enjutas de carne, y se pararon cerca de las vacas hermosas a la
orilla del río; 4y que las vacas de feo aspecto y enjutas de carne
devoraban a las siete vacas hermosas y muy gordas. Y despertó Faraón. 5Se
durmió de nuevo, y soñó la segunda vez: Que siete espigas llenas y hermosas
crecían de una sola caña, 6y que después de ellas salían otras
siete espigas menudas y abatidas del viento solano; 7y las siete
espigas menudas devoraban a las siete espigas gruesas y llenas. Y despertó
Faraón, y he aquí que era sueño. 8Sucedió que por la mañana estaba
agitado su espíritu, y envió e hizo llamar a todos los magos de Egipto, y a
todos sus sabios; y les contó Faraón sus sueños, mas no había quien los pudiese
interpretar a Faraón.
9Entonces el jefe de los coperos
habló a Faraón, diciendo: Me acuerdo hoy de mis faltas. 10Cuando
Faraón se enojó contra sus siervos, nos echó a la prisión de la casa del
capitán de la guardia a mí y al jefe de los panaderos. 11Y él y yo
tuvimos un sueño en la misma noche, y cada sueño tenía su propio significado.
12Estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del capitán de la
guardia; y se lo contamos, y él nos interpretó nuestros sueños, y declaró a
cada uno conforme a su sueño. 13Y aconteció que como él nos los
interpretó, así fue: yo fui restablecido en mi puesto, y el otro fue colgado.
14Entonces Faraón envió y llamó a
José. Y lo sacaron apresuradamente de la cárcel, y se afeitó, y mudó sus
vestidos, y vino a Faraón. 15Y dijo Faraón a José: Yo he tenido un
sueño, y no hay quien lo interprete; mas he oído decir de ti, que oyes sueños
para interpretarlos. 16Respondió José a Faraón, diciendo: No está
en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón. 17Entonces
Faraón dijo a José: En mi sueño me parecía que estaba a la orilla del río;
18y que del río subían siete vacas de gruesas carnes y hermosa
apariencia, que pacían en el prado. 19Y que otras siete vacas
subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto; tan extenuadas, que no he
visto otras semejantes en fealdad en toda la tierra de Egipto. 20Y
las vacas flacas y feas devoraban a las siete primeras vacas gordas; 21y
éstas entraban en sus entrañas, mas no se conocía que hubiesen entrado, porque
la apariencia de las flacas era aún mala, como al principio. Y yo desperté.
22Vi también soñando, que siete espigas crecían en una misma caña,
llenas y hermosas. 23Y que otras siete espigas menudas, marchitas,
abatidas del viento solano, crecían después de ellas; 24y las
espigas menudas devoraban a las siete espigas hermosas; y lo he dicho a los
magos, mas no hay quien me lo interprete.
25Entonces respondió José a Faraón:
El sueño de Faraón es uno mismo; Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer.
26Las siete vacas hermosas siete años son; y las espigas hermosas son
siete años: el sueño es uno mismo. 27También las siete vacas
flacas y feas que subían tras ellas, son siete años; y las siete espigas
menudas y marchitas del viento solano, siete años serán de hambre. 28Esto
es lo que respondo a Faraón. Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado a Faraón.
29He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de
Egipto. 30Y tras ellos seguirán siete años de hambre; y toda la
abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra.
31Y aquella abundancia no se echará de ver, a causa del hambre siguiente
la cual será gravísima. 32Y el suceder el sueño a Faraón dos
veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura
a hacerla. 33Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente
y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto. 34Haga esto Faraón,
y ponga gobernadores sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete
años de la abundancia. 35Y junten toda la provisión de estos
buenos años que vienen, y recojan el trigo bajo la mano de Faraón para
mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo. 36Y esté aquella
provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en
la tierra de Egipto; y el país no perecerá de hambre.
José, gobernador de Egipto
37El asunto pareció bien a Faraón y
a sus siervos, 38y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a
otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? 39Y dijo
Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni
sabio como tú. 40Tú estarás sobre mi casa,a y por tu
palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que
tú. 41Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre
toda la tierra de Egipto. 42Entonces Faraón quitó su anillo de su
mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo,
y puso un collar de oro en su cuello; 43y lo hizo subir en su
segundo carro, y pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!;53
y lo puso sobre toda la tierra de Egipto. 44Y dijo Faraón a José:
Yo soy Faraón; y sin ti ninguno alzará su mano ni su pie en toda la tierra de
Egipto. 45Y llamó Faraón el nombre de José, Zafnat-panea; y le dio
por mujer a Asenat, hija de Potifera sacerdote de On. Y salió José por toda la
tierra de Egipto.
46Era José de edad de treinta años
cuando fue presentado delante de Faraón rey de Egipto; y salió José de delante
de Faraón, y recorrió toda la tierra de Egipto. 47En aquellos
siete años de abundancia la tierra produjo a montones. 48Y él
reunió todo el alimento de los siete años de abundancia que hubo en la tierra
de Egipto, y guardó alimento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el
alimento del campo de sus alrededores. 49Recogió José trigo como
arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía
número. 50Y nacieron a José dos hijos antes que viniese el primer
año del hambre, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera sacerdote de
On. 51Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés;54
porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre.
52Y llamó el nombre del segundo, Efraín;55 porque dijo:
Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.
53Así se cumplieron los siete años
de abundancia que hubo en la tierra de Egipto. 54Y comenzaron a
venir los siete años del hambre,b como José había dicho; y hubo
hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan. 55Cuando
se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó a Faraón por
pan. Y dijo Faraón a todos los egipcios: Id a José, y haced lo que él os
dijere.c
56Y el hambre estaba por toda la extensión del país. Entonces abrió José
todo granero donde había, y vendía a los egipcios; porque había crecido el
hambre en la tierra de Egipto. 57Y de toda la tierra venían a
Egipto para comprar de José, porque por toda la tierra había crecido el hambre.[2]
Salmo 32
La dicha del perdón
Salmo de David. Masquil.
1 Bienaventurado
aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
2 Bienaventurado
el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,a
Y en cuyo espíritu no hay
engaño.
3 Mientras
callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
4 Porque de
día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en
sequedades de verano.
Selah
5 Mi pecado
te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones
a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de
mi pecado.b
Selah
6 Por esto
orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado;
Ciertamente en la inundación
de muchas aguas no llegarán éstas a él.
7 Tú eres mi refugio;
me guardarás de la angustia;
Con cánticos de liberación me
rodearás.
Selah
8 Te haré
entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
Sobre ti fijaré mis ojos.
9 No seáis
como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,
Que han de ser sujetados con
cabestro y con freno,
Porque si no, no se acercan a
ti.
10 Muchos
dolores habrá para el impío;
Mas al que espera en Jehová,
le rodea la misericordia.
11 Alegraos en
Jehová y gozaos, justos;
Y cantad con júbilo todos
vosotros los rectos de corazón.[3]
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Lc
22.71-23.25
a a 41.40: Hch. 7.10.
53 Abrek, probablemente una palabra egipcia semejante en
sonido a la palabra hebrea que significa arrodillarse.
54 Esto es, El que hace olvidar.
55 De una palabra hebrea que significa fructífero.
b b 41.54: Hch. 7.11.
c c 41.55: Jn. 2.5.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
40.23-41.57
a a 32.1–2: Ro. 4.7–8.
b b 32.5: 2 S. 12.13.
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
31.24-32.11
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
1 Luc 23.1-25
/
Gen 41 / Sal 32
San
Lucas 23.1-25
Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1–2, 11–14; Mr. 15.1–5; Jn. 18.28–38)
23
1Levantándose entonces toda la
muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato. 2Y comenzaron a
acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que
prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
3Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y
respondiéndole él, dijo: Tú lo dices. 4Y Pilato dijo a los
principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
5Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda
Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Jesús ante Herodes
6Entonces Pilato, oyendo decir,
Galilea, preguntó si el hombre era galileo. 7Y al saber que era de
la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también
estaba en Jerusalén. 8Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho,
porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de
él, y esperaba verle hacer alguna señal. 9Y le hacía muchas
preguntas, pero él nada le respondió. 10Y estaban los principales
sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia. 11Entonces
Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa
espléndida; y volvió a enviarle a Pilato. 12Y se hicieron amigos
Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
Jesús sentenciado a muerte
(Mt. 27.15–26; Mr. 15.6–15; Jn. 18.38—19.16)
13Entonces Pilato,
convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
14les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al
pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en
este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. 15Y ni
aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho
este hombre. 16Le soltaré, pues, después de castigarle.
17Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.
18Mas toda la multitud dio voces a
una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás! 19Este
había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.
20Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; 21pero
ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! 22Él
les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de
muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré. 23Mas
ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de
ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron. 24Entonces
Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; 25y les soltó
a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien
habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.[1]
Génesis
41
José interpreta el sueño de Faraón
41
1Aconteció que pasados dos años
tuvo Faraón un sueño. Le parecía que estaba junto al río; 2y que
del río subían siete vacas, hermosas a la vista, y muy gordas, y pacían en el
prado. 3Y que tras ellas subían del río otras siete vacas de feo
aspecto y enjutas de carne, y se pararon cerca de las vacas hermosas a la
orilla del río; 4y que las vacas de feo aspecto y enjutas de carne
devoraban a las siete vacas hermosas y muy gordas. Y despertó Faraón. 5Se
durmió de nuevo, y soñó la segunda vez: Que siete espigas llenas y hermosas
crecían de una sola caña, 6y que después de ellas salían otras
siete espigas menudas y abatidas del viento solano; 7y las siete
espigas menudas devoraban a las siete espigas gruesas y llenas. Y despertó
Faraón, y he aquí que era sueño. 8Sucedió que por la mañana estaba
agitado su espíritu, y envió e hizo llamar a todos los magos de Egipto, y a
todos sus sabios; y les contó Faraón sus sueños, mas no había quien los pudiese
interpretar a Faraón.
9Entonces el jefe de los coperos
habló a Faraón, diciendo: Me acuerdo hoy de mis faltas. 10Cuando
Faraón se enojó contra sus siervos, nos echó a la prisión de la casa del
capitán de la guardia a mí y al jefe de los panaderos. 11Y él y yo
tuvimos un sueño en la misma noche, y cada sueño tenía su propio significado.
12Estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del capitán de la
guardia; y se lo contamos, y él nos interpretó nuestros sueños, y declaró a
cada uno conforme a su sueño. 13Y aconteció que como él nos los
interpretó, así fue: yo fui restablecido en mi puesto, y el otro fue colgado.
14Entonces Faraón envió y llamó a
José. Y lo sacaron apresuradamente de la cárcel, y se afeitó, y mudó sus
vestidos, y vino a Faraón. 15Y dijo Faraón a José: Yo he tenido un
sueño, y no hay quien lo interprete; mas he oído decir de ti, que oyes sueños
para interpretarlos. 16Respondió José a Faraón, diciendo: No está
en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón. 17Entonces
Faraón dijo a José: En mi sueño me parecía que estaba a la orilla del río;
18y que del río subían siete vacas de gruesas carnes y hermosa
apariencia, que pacían en el prado. 19Y que otras siete vacas
subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto; tan extenuadas, que no he
visto otras semejantes en fealdad en toda la tierra de Egipto. 20Y
las vacas flacas y feas devoraban a las siete primeras vacas gordas; 21y
éstas entraban en sus entrañas, mas no se conocía que hubiesen entrado, porque
la apariencia de las flacas era aún mala, como al principio. Y yo desperté.
22Vi también soñando, que siete espigas crecían en una misma caña,
llenas y hermosas. 23Y que otras siete espigas menudas, marchitas,
abatidas del viento solano, crecían después de ellas; 24y las
espigas menudas devoraban a las siete espigas hermosas; y lo he dicho a los
magos, mas no hay quien me lo interprete.
25Entonces respondió José a Faraón:
El sueño de Faraón es uno mismo; Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer.
26Las siete vacas hermosas siete años son; y las espigas hermosas son
siete años: el sueño es uno mismo. 27También las siete vacas
flacas y feas que subían tras ellas, son siete años; y las siete espigas
menudas y marchitas del viento solano, siete años serán de hambre. 28Esto
es lo que respondo a Faraón. Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado a Faraón.
29He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de
Egipto. 30Y tras ellos seguirán siete años de hambre; y toda la
abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra.
31Y aquella abundancia no se echará de ver, a causa del hambre siguiente
la cual será gravísima. 32Y el suceder el sueño a Faraón dos
veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura
a hacerla. 33Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente
y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto. 34Haga esto Faraón,
y ponga gobernadores sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete
años de la abundancia. 35Y junten toda la provisión de estos
buenos años que vienen, y recojan el trigo bajo la mano de Faraón para
mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo. 36Y esté aquella
provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en
la tierra de Egipto; y el país no perecerá de hambre.
José, gobernador de Egipto
37El asunto pareció bien a Faraón y
a sus siervos, 38y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a
otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? 39Y dijo
Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni
sabio como tú. 40Tú estarás sobre mi casa,a y por tu
palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que
tú. 41Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre
toda la tierra de Egipto. 42Entonces Faraón quitó su anillo de su
mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo,
y puso un collar de oro en su cuello; 43y lo hizo subir en su
segundo carro, y pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!;53
y lo puso sobre toda la tierra de Egipto. 44Y dijo Faraón a José:
Yo soy Faraón; y sin ti ninguno alzará su mano ni su pie en toda la tierra de
Egipto. 45Y llamó Faraón el nombre de José, Zafnat-panea; y le dio
por mujer a Asenat, hija de Potifera sacerdote de On. Y salió José por toda la
tierra de Egipto.
46Era José de edad de treinta años
cuando fue presentado delante de Faraón rey de Egipto; y salió José de delante
de Faraón, y recorrió toda la tierra de Egipto. 47En aquellos
siete años de abundancia la tierra produjo a montones. 48Y él
reunió todo el alimento de los siete años de abundancia que hubo en la tierra
de Egipto, y guardó alimento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el
alimento del campo de sus alrededores. 49Recogió José trigo como
arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía
número. 50Y nacieron a José dos hijos antes que viniese el primer
año del hambre, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera sacerdote de
On. 51Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés;54
porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre.
52Y llamó el nombre del segundo, Efraín;55 porque dijo:
Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.
53Así se cumplieron los siete años
de abundancia que hubo en la tierra de Egipto. 54Y comenzaron a
venir los siete años del hambre,b como José había dicho; y hubo
hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan. 55Cuando
se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó a Faraón por
pan. Y dijo Faraón a todos los egipcios: Id a José, y haced lo que él os
dijere.c
56Y el hambre estaba por toda la extensión del país. Entonces abrió José
todo granero donde había, y vendía a los egipcios; porque había crecido el
hambre en la tierra de Egipto. 57Y de toda la tierra venían a
Egipto para comprar de José, porque por toda la tierra había crecido el hambre.[2]
Salmo 32
La dicha del perdón
Salmo de David. Masquil.
1 Bienaventurado
aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
2 Bienaventurado
el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,a
Y en cuyo espíritu no hay
engaño.
3 Mientras
callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
4 Porque de
día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en
sequedades de verano.
Selah
5 Mi pecado
te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones
a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de
mi pecado.b
Selah
6 Por esto
orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado;
Ciertamente en la inundación
de muchas aguas no llegarán éstas a él.
7 Tú eres mi refugio;
me guardarás de la angustia;
Con cánticos de liberación me
rodearás.
Selah
8 Te haré
entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
Sobre ti fijaré mis ojos.
9 No seáis
como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,
Que han de ser sujetados con
cabestro y con freno,
Porque si no, no se acercan a
ti.
10 Muchos
dolores habrá para el impío;
Mas al que espera en Jehová,
le rodea la misericordia.
11 Alegraos en
Jehová y gozaos, justos;
Y cantad con júbilo todos
vosotros los rectos de corazón.[3]
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Lc
22.71-23.25
a a 41.40: Hch. 7.10.
53 Abrek, probablemente una palabra egipcia semejante en
sonido a la palabra hebrea que significa arrodillarse.
54 Esto es, El que hace olvidar.
55 De una palabra hebrea que significa fructífero.
b b 41.54: Hch. 7.11.
c c 41.55: Jn. 2.5.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
40.23-41.57
a a 32.1–2: Ro. 4.7–8.
b b 32.5: 2 S. 12.13.
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
31.24-32.11
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