¡Esta es la clave de tu Victoria!
¡Es la Palabra de Dios!
Por Riqui Ricón*
Entonces él les dijo: ¡Oh
insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en
su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los
profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían (Luc
24.25-27).
Usualmente,
cuando asistes a una conferencia o convivencia donde se habla y reflexiona de
la Biblia como la Palabra de Dios, terminas sintiéndote muy animado(a) y
confiado(a) ante las circunstancias que tienes por delante pues tu espíritu, tu
verdadero yo, ha sido alimentado y fortalecido con poder.
Sin embargo,
cuando permites que sean las circunstancias, lo complicado del problema, lo
fuerte de una discusión, la mala noticia del diagnóstico médico, la carencia de
recursos, etc., quienes regulen tu estado de ánimo, entonces, te sentirás
triste y abatido. Puedes, inclusive, entrar a un estado mental de confusión
donde el temor y la angustia te dominen.
De la misma
forma, tres días después de que Jesús había sido asesinado en una cruz, unos de
Sus discípulos caminaban tristes y confundidos hacia la aldea llamada Emaús.
Entonces, Jesús se presentó ante ellos Y
comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en
todas las Escrituras lo que de él decían.
De pronto,
algo sucedió en la vida de estos hombres que les hizo olvidarse de su tristeza
y del propósito y la relevancia de su viaje; ya fuesen asuntos de negocios,
religiosos o familiares, todo pasó a segundo término. ¿Cómo o por qué pasó
esto?
Si piensas
que este radical cambio de ánimo y de actitud ante las circunstancias fue
producto del prodigio de ver vivo a su Maestro y contar una vez más con su
Presencia, quiero que notes que, al final, de todos modos, terminaron igual, solos
y sin el Maestro. Sin embargo, la vida de todos ellos cambió en el momento que
las Escrituras (la Biblia) les fueron reveladas y ante ellos quedó descubierta
la Verdad.
Y se decían el uno al otro:
¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y
cuando nos abría las Escrituras? Y levantándose en la misma hora,
volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con
ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha
aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les
habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan (Luc
24.32-35).
La Fe viene
cuando acudes a la Biblia con la actitud correcta, esto es, considerándola lo
que en Verdad es, la indiscutible e infalible Palabra de Dios.
Esto es,
comprendiendo que cada una de las palabras que se encuentran escritas en tu
Biblia, todas han salido de la boca de Dios, fueron pronunciadas, primeramente,
por Él.
De esta
forma, la Fe fluye por todo tu ser cuando entiendes que, si Dios lo dijo,
entonces, necesariamente, Él lo va a cumplir; que si Dios lo hablo, entonces,
sin lugar a dudas, Él lo va a ejecutar.
Puedes
pensar, como yo solía hacerlo, “muy bien, estoy de acuerdo, pero ¿quién o cómo
se va a cumplir? ¿Quién o cómo se va a ejecutar?” Cuando descubrí la respuesta
a estas interrogantes quedé asombrado de lo fabuloso y sencillo que es el Plan
de Dios para nuestras vidas: La única respuesta es ¡La Palabra de Dios!
¿Cómo?
–pensarás- ¿La Palabra de Dios va a realizar lo que la Palabra de Dios dice?
¡Claro! Pues es precisamente el Poder que tiene para hacerse cumplir a sí misma
lo que la define como Palabra de Dios.
El mejor ejemplo para explicar
esto lo escuche de Kenneth Copeland: supongamos que hoy es lunes y el Señor
Jesús se manifestase físicamente delante de nosotros y al saludarnos nos
dijese, “Hola, miren que bonita tarde de sábado estamos teniendo hoy”. Tú y yo
estaríamos tentados a replicarle, “pero Señor, hoy es lunes por la mañana”, y
eso, mi amado(a), sería un grave error, pues estaríamos pasando por alto un
pequeño, pero muy significante detalle: ¡Él es Dios! Y todo, absolutamente
TODO, LO QUE Él dice, las Palabras que salen de Su boca, se cumplen sin faltar
ni una de ellas.
Así que, por el hecho de que las
palabras “bonita tarde de sábado” salieron de Su Boca, ¿qué piensas tú que
sucederá? ¡Desde luego! Sin importar fecha, ni día, ni hora, dejará de ser
lunes por la mañana y se volverá una bonita tarde de sábado, por la Palabra de
Dios.
Tienes que llegar a un punto en
tu relación con tu Padre celestial, donde comprendas que cada vez que dices que
la Biblia es la Palabra de Dios, estás confesando que la Biblia tiene el poder
intrínseco para cumplirse a sí misma.
Por lo tanto, si buscas en la
Biblia TODO aquello tocante a tu necesidad o petición y lo pones en tu boca,
mente y corazón, declarando que crees que lo recibes porque es la Palabra de
Dios, entonces, sin lugar a dudas, te vendrá, ¡es la Palabra de Dios!
Por tanto, os digo que todo lo
que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá (Mar
11.24).
El día de
hoy, como aquel de antaño en el camino a Emaús, la Palabra de Dios hará que tu
corazón vuelva a arder con el cálido fuego de la Fe. Pues es Fe lo que brota
cuando escuchas la Palabra de Dios.
Así que la fe es por el oír, y el
oír, por la palabra de Dios (Ro10.17).
¡La Fe es la
llave! ¡La Fe ES por la Palabra de Dios!
“Hay solución para su problema cualquiera que este sea. Si
ha estado buscando la respuesta en algún pasaje de la Palabra de Dios y no la
ha encontrado, búsquela en otro pasaje. Siga escudriñando la Escritura y siga
tocando hasta que encuentre la llave que necesita”. -Kenneth
Copeland.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en este
día vengo a Ti con la total certeza y la plena confianza a Tu Palabra. Estoy
profundamente agradecido(a) por Tu Gran Amor. Hoy sé que me amas tanto que
preferiste entregar a Tu propio Hijo antes que perderme a mí, y que, aunque yo
estaba muerto(a) en mis delitos y pecados, por este Tu Gran Amor con que me has
amado, me diste Vida juntamente con Cristo Jesús; por Tu Gracia soy salvo(a)
por medio de la fe, y aún ésta última no es mía sino que es un regalo Tuyo.
¡Cuán Grande y Hermoso Eres mi Señor! ¡Cuán maravilloso es Tu Amor por mí! En
esta hora me pongo de acuerdo con Tu Eterna e Infalible Palabra para creer y
declarar que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, creo y recibo mi identidad
como Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y, por lo tanto, recibo hoy mi sanidad.
Me declaro libre de toda dolencia y enfermedad. Hablo salud y bienestar a cada
célula, tejido, órgano y sistema de mi ser. Rechazo todo miedo, pues yo no he
recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he
recibido el espíritu de adopción y hoy puedo decir, Abba, Padre. Pongo mis
ojos, emociones y sentimientos en Ti, Señor Jesús, quien eres el autor y
consumador de mi Fe. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que
vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy dichoso(a)
para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por
esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias
por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo
que ahora disfruto. Gracias porque por Tu Palabra, la Biblia, sin lugar a
dudas, soy y recibo todo esto que he declarado delante de Tu Presencia. En el
nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
4 Luc 24.13-53
/
Gen 44 / Sal 35
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
4 Luc 24.13-53
/
Gen 44 / Sal 35
San
Lucas 24.13-53
En el camino a Emaús
(Mr. 16.12–13)
13Y he aquí, dos de ellos iban el mismo
día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.
14E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían
acontecido. 15Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí,
Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16Mas los ojos de
ellos estaban velados, para que no le conociesen. 17Y les dijo:
¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué
estáis tristes? 18Respondiendo uno de ellos, que se llamaba
Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido
las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19Entonces él
les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón
profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
20y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes
a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21Pero nosotros
esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de
todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. 22Aunque
también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día
fueron al sepulcro; 23y como no hallaron su cuerpo, vinieron
diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él
vive. 24Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron
así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. 25Entonces
él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho! 26¿No era necesario que el Cristo padeciera
estas cosas, y que entrara en su gloria? 27Y comenzando desde
Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las
Escrituras lo que de él decían.
28Llegaron a la aldea adonde iban,
y él hizo como que iba más lejos. 29Mas ellos le obligaron a
quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha
declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. 30Y aconteció que
estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les
dio. 31Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron;
mas él se desapareció de su vista. 32Y se decían el uno al otro:
¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y
cuando nos abría las Escrituras? 33Y levantándose en la misma
hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que
estaban con ellos, 34que decían: Ha resucitado el Señor
verdaderamente, y ha aparecido a Simón. 35Entonces ellos contaban
las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido
al partir el pan.
Jesús se aparece a los discípulos
(Mt. 28.16–20; Mr. 16.14–18; Jn. 20.19–23)
36Mientras ellos aún hablaban de
estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
37Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.
38Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón
estos pensamientos? 39Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo
soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que
yo tengo. 40Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
41Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados,
les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? 42Entonces le dieron parte
de un pez asado, y un panal de miel. 43Y él lo tomó, y comió
delante de ellos.
44Y les dijo: Estas son las
palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se
cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y
en los salmos. 45Entonces les abrió el entendimiento, para que
comprendiesen las Escrituras; 46y les dijo: Así está escrito, y
así fue necesario que el Cristo padeciese,b y resucitase de
los muertos al tercer día;c 47y que se
predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las
naciones, comenzando desde Jerusalén. 48Y vosotros sois testigos
de estas cosas. 49He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padred
sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que
seáis investidos de poder desde lo alto.
La ascensión
(Mr. 16.19–20)
50Y los sacó fuera hasta Betania, y
alzando sus manos, los bendijo. 51Y aconteció que bendiciéndolos,
se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.e 52Ellos,
después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; 53y
estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén. [1]
Génesis
44
La copa de José
44
1Mandó José al mayordomo de su
casa, diciendo: Llena de alimento los costales de estos varones, cuanto puedan
llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal. 2Y
pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el
dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José. 3Venida la mañana,
los hombres fueron despedidos con sus asnos. 4Habiendo ellos
salido de la ciudad, de la que aún no se habían alejado, dijo José a su
mayordomo: Levántate y sigue a esos hombres; y cuando los alcances, diles: ¿Por
qué habéis vuelto mal por bien? ¿Por qué habéis robado mi copa de plata?
5¿No es ésta en la que bebe mi señor, y por la que suele adivinar?
Habéis hecho mal en lo que hicisteis.
6Cuando él los alcanzó, les dijo
estas palabras. 7Y ellos le respondieron: ¿Por qué dice nuestro
señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos. 8He aquí, el
dinero que hallamos en la boca de nuestros costales, te lo volvimos a traer
desde la tierra de Canaán; ¿cómo, pues, habíamos de hurtar de casa de tu señor
plata ni oro? 9Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la
copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor. 10Y
él dijo: También ahora sea conforme a vuestras palabras; aquel en quien se
hallare será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa. 11Ellos
entonces se dieron prisa, y derribando cada uno su costal en tierra, abrió cada
cual el costal suyo. 12Y buscó; desde el mayor comenzó, y acabó en
el menor; y la copa fue hallada en el costal de Benjamín. 13Entonces
ellos rasgaron sus vestidos, y cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad.
14Vino Judá con sus hermanos a casa
de José, que aún estaba allí, y se postraron delante de él en tierra. 15Y
les dijo José: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre
como yo sabe adivinar? 16Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi
señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad
de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y
también aquel en cuyo poder fue hallada la copa. 17José respondió:
Nunca yo tal haga. El varón en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi
siervo; vosotros id en paz a vuestro padre.
Judá intercede por Benjamín
18Entonces Judá se acercó a él, y
dijo: Ay, señor mío, te ruego que permitas que hable tu siervo una palabra en
oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues tú eres
como Faraón. 19Mi señor preguntó a sus siervos, diciendo: ¿Tenéis
padre o hermano? 20Y nosotros respondimos a mi señor: Tenemos un
padre anciano, y un hermano joven, pequeño aún, que le nació en su vejez; y un hermano
suyo murió, y él solo quedó de los hijos de su madre; y su padre lo ama.
21Y tú dijiste a tus siervos: Traédmelo, y pondré mis ojos sobre él.
22Y nosotros dijimos a mi señor: El joven no puede dejar a su padre,
porque si lo dejare, su padre morirá. 23Y dijiste a tus siervos:
Si vuestro hermano menor no desciende con vosotros, no veréis más mi rostro.
24Aconteció, pues, que cuando llegamos a mi padre tu siervo, le contamos
las palabras de mi señor. 25Y dijo nuestro padre: Volved a comprarnos
un poco de alimento. 26Y nosotros respondimos: No podemos ir; si
nuestro hermano va con nosotros, iremos; porque no podremos ver el rostro del
varón, si no está con nosotros nuestro hermano el menor. 27Entonces
tu siervo mi padre nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi
mujer; 28y el uno salió de mi presencia, y pienso de cierto que
fue despedazado, y hasta ahora no lo he visto. 29Y si tomáis
también a éste de delante de mí, y le acontece algún desastre, haréis descender
mis canas con dolor al Seol. 30Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu
siervo mi padre, si el joven no va conmigo, como su vida está ligada a la vida
de él, 31sucederá que cuando no vea al joven, morirá; y tus
siervos harán descender las canas de tu siervo nuestro padre con dolor al
Seol. 32Como tu siervo salió por fiador del joven con mi padre,
diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre
para siempre; 33te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en
lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos.
34Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver
el mal que sobrevendrá a mi padre.[2]
Salmo 35
Plegaria pidiendo ser librado de los enemigos
Salmo de David.
1 Disputa, oh
Jehová, con los que contra mí contienden;
Pelea contra los que me
combaten.
2 Echa mano
al escudo y al pavés,
Y levántate en mi ayuda.
3 Saca la
lanza, cierra contra mis perseguidores;
Di a mi alma: Yo soy tu salvación.
4 Sean
avergonzados y confundidos los que buscan mi vida;
Sean vueltos atrás y
avergonzados los que mi mal intentan.
5 Sean como
el tamo delante del viento,
Y el ángel de Jehová los
acose.
6 Sea su
camino tenebroso y resbaladizo,
Y el ángel de Jehová los
persiga.
7 Porque sin
causa escondieron para mí su red en un hoyo;
Sin causa cavaron hoyo para mi
alma.
8 Véngale el
quebrantamiento sin que lo sepa,
Y la red que él escondió lo
prenda;
Con quebrantamiento caiga en
ella.
9 Entonces mi
alma se alegrará en Jehová;
Se regocijará en su salvación.
10 Todos mis
huesos dirán: Jehová, ¿quién como tú,
Que libras al afligido del más
fuerte que él,
Y al pobre y menesteroso del
que le despoja?
11 Se levantan
testigos malvados;
De lo que no sé me preguntan;
12 Me
devuelven mal por bien,
Para afligir a mi alma.
13 Pero yo,
cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio;
Afligí con ayuno mi alma,
Y mi oración se volvía a mi
seno.
14 Como por mi
compañero, como por mi hermano andaba;
Como el que trae luto por
madre, enlutado me humillaba.
15 Pero ellos
se alegraron en mi adversidad, y se juntaron;
Se juntaron contra mí gentes despreciables,
y yo no lo entendía;
Me despedazaban sin descanso;
16 Como
lisonjeros, escarnecedores y truhanes,
Crujieron contra mí sus
dientes.
17 Señor,
¿hasta cuándo verás esto?
Rescata mi alma de sus
destrucciones, mi vida de los leones.
18 Te
confesaré en grande congregación;
Te alabaré entre numeroso
pueblo.
19 No se
alegren de mí los que sin causa son mis enemigos,
Ni los que me aborrecen sin
causaa
guiñen el ojo.
20 Porque no
hablan paz;
Y contra los mansos de la
tierra piensan palabras engañosas.
21 Ensancharon
contra mí su boca;
Dijeron: ¡Ea, ea, nuestros
ojos lo han visto!
22 Tú lo has
visto, oh Jehová; no calles;
Señor, no te alejes de mí.
23 Muévete y
despierta para hacerme justicia,
Dios mío y Señor mío, para
defender mi causa.
24 Júzgame
conforme a tu justicia, Jehová Dios mío,
Y no se alegren de mí.
25 No digan en
su corazón: ¡Ea, alma nuestra!
No digan: ¡Le hemos devorado!
26 Sean
avergonzados y confundidos a una los que de mi mal se alegran;
Vístanse de vergüenza y de
confusión los que se engrandecen contra mí.
27 Canten y
alégrense los que están a favor de mi justa causa,
Y digan siempre: Sea exaltado
Jehová,
Que ama la paz de su siervo.
28 Y mi lengua
hablará de tu justicia
Y de tu alabanza todo el día.[3]
b b 24.46: Is. 53.1–12.
c c 24.46: Os. 6.2.
d d 24.49: Hch. 1.4.
e e 24.50–51: Hch. 1.9–11.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Lc
24.12-53
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
43.34-44.34
a a 35.19: Sal. 69.4; Jn. 15.25.
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
34.22-35.28
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
4 Luc 24.13-53
/
Gen 44 / Sal 35
San
Lucas 24.13-53
En el camino a Emaús
(Mr. 16.12–13)
13Y he aquí, dos de ellos iban el mismo
día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.
14E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían
acontecido. 15Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí,
Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16Mas los ojos de
ellos estaban velados, para que no le conociesen. 17Y les dijo:
¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué
estáis tristes? 18Respondiendo uno de ellos, que se llamaba
Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido
las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19Entonces él
les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón
profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
20y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes
a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21Pero nosotros
esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de
todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. 22Aunque
también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día
fueron al sepulcro; 23y como no hallaron su cuerpo, vinieron
diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él
vive. 24Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron
así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. 25Entonces
él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho! 26¿No era necesario que el Cristo padeciera
estas cosas, y que entrara en su gloria? 27Y comenzando desde
Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las
Escrituras lo que de él decían.
28Llegaron a la aldea adonde iban,
y él hizo como que iba más lejos. 29Mas ellos le obligaron a
quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha
declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. 30Y aconteció que
estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les
dio. 31Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron;
mas él se desapareció de su vista. 32Y se decían el uno al otro:
¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y
cuando nos abría las Escrituras? 33Y levantándose en la misma
hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que
estaban con ellos, 34que decían: Ha resucitado el Señor
verdaderamente, y ha aparecido a Simón. 35Entonces ellos contaban
las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido
al partir el pan.
Jesús se aparece a los discípulos
(Mt. 28.16–20; Mr. 16.14–18; Jn. 20.19–23)
36Mientras ellos aún hablaban de
estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
37Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.
38Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón
estos pensamientos? 39Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo
soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que
yo tengo. 40Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
41Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados,
les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? 42Entonces le dieron parte
de un pez asado, y un panal de miel. 43Y él lo tomó, y comió
delante de ellos.
44Y les dijo: Estas son las
palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se
cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y
en los salmos. 45Entonces les abrió el entendimiento, para que
comprendiesen las Escrituras; 46y les dijo: Así está escrito, y
así fue necesario que el Cristo padeciese,b y resucitase de
los muertos al tercer día;c 47y que se
predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las
naciones, comenzando desde Jerusalén. 48Y vosotros sois testigos
de estas cosas. 49He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padred
sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que
seáis investidos de poder desde lo alto.
La ascensión
(Mr. 16.19–20)
50Y los sacó fuera hasta Betania, y
alzando sus manos, los bendijo. 51Y aconteció que bendiciéndolos,
se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.e 52Ellos,
después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; 53y
estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén. [1]
Génesis
44
La copa de José
44
1Mandó José al mayordomo de su
casa, diciendo: Llena de alimento los costales de estos varones, cuanto puedan
llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal. 2Y
pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el
dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José. 3Venida la mañana,
los hombres fueron despedidos con sus asnos. 4Habiendo ellos
salido de la ciudad, de la que aún no se habían alejado, dijo José a su
mayordomo: Levántate y sigue a esos hombres; y cuando los alcances, diles: ¿Por
qué habéis vuelto mal por bien? ¿Por qué habéis robado mi copa de plata?
5¿No es ésta en la que bebe mi señor, y por la que suele adivinar?
Habéis hecho mal en lo que hicisteis.
6Cuando él los alcanzó, les dijo
estas palabras. 7Y ellos le respondieron: ¿Por qué dice nuestro
señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos. 8He aquí, el
dinero que hallamos en la boca de nuestros costales, te lo volvimos a traer
desde la tierra de Canaán; ¿cómo, pues, habíamos de hurtar de casa de tu señor
plata ni oro? 9Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la
copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor. 10Y
él dijo: También ahora sea conforme a vuestras palabras; aquel en quien se
hallare será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa. 11Ellos
entonces se dieron prisa, y derribando cada uno su costal en tierra, abrió cada
cual el costal suyo. 12Y buscó; desde el mayor comenzó, y acabó en
el menor; y la copa fue hallada en el costal de Benjamín. 13Entonces
ellos rasgaron sus vestidos, y cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad.
14Vino Judá con sus hermanos a casa
de José, que aún estaba allí, y se postraron delante de él en tierra. 15Y
les dijo José: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre
como yo sabe adivinar? 16Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi
señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad
de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y
también aquel en cuyo poder fue hallada la copa. 17José respondió:
Nunca yo tal haga. El varón en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi
siervo; vosotros id en paz a vuestro padre.
Judá intercede por Benjamín
18Entonces Judá se acercó a él, y
dijo: Ay, señor mío, te ruego que permitas que hable tu siervo una palabra en
oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues tú eres
como Faraón. 19Mi señor preguntó a sus siervos, diciendo: ¿Tenéis
padre o hermano? 20Y nosotros respondimos a mi señor: Tenemos un
padre anciano, y un hermano joven, pequeño aún, que le nació en su vejez; y un hermano
suyo murió, y él solo quedó de los hijos de su madre; y su padre lo ama.
21Y tú dijiste a tus siervos: Traédmelo, y pondré mis ojos sobre él.
22Y nosotros dijimos a mi señor: El joven no puede dejar a su padre,
porque si lo dejare, su padre morirá. 23Y dijiste a tus siervos:
Si vuestro hermano menor no desciende con vosotros, no veréis más mi rostro.
24Aconteció, pues, que cuando llegamos a mi padre tu siervo, le contamos
las palabras de mi señor. 25Y dijo nuestro padre: Volved a comprarnos
un poco de alimento. 26Y nosotros respondimos: No podemos ir; si
nuestro hermano va con nosotros, iremos; porque no podremos ver el rostro del
varón, si no está con nosotros nuestro hermano el menor. 27Entonces
tu siervo mi padre nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi
mujer; 28y el uno salió de mi presencia, y pienso de cierto que
fue despedazado, y hasta ahora no lo he visto. 29Y si tomáis
también a éste de delante de mí, y le acontece algún desastre, haréis descender
mis canas con dolor al Seol. 30Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu
siervo mi padre, si el joven no va conmigo, como su vida está ligada a la vida
de él, 31sucederá que cuando no vea al joven, morirá; y tus
siervos harán descender las canas de tu siervo nuestro padre con dolor al
Seol. 32Como tu siervo salió por fiador del joven con mi padre,
diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre
para siempre; 33te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en
lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos.
34Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver
el mal que sobrevendrá a mi padre.[2]
Salmo 35
Plegaria pidiendo ser librado de los enemigos
Salmo de David.
1 Disputa, oh
Jehová, con los que contra mí contienden;
Pelea contra los que me
combaten.
2 Echa mano
al escudo y al pavés,
Y levántate en mi ayuda.
3 Saca la
lanza, cierra contra mis perseguidores;
Di a mi alma: Yo soy tu salvación.
4 Sean
avergonzados y confundidos los que buscan mi vida;
Sean vueltos atrás y
avergonzados los que mi mal intentan.
5 Sean como
el tamo delante del viento,
Y el ángel de Jehová los
acose.
6 Sea su
camino tenebroso y resbaladizo,
Y el ángel de Jehová los
persiga.
7 Porque sin
causa escondieron para mí su red en un hoyo;
Sin causa cavaron hoyo para mi
alma.
8 Véngale el
quebrantamiento sin que lo sepa,
Y la red que él escondió lo
prenda;
Con quebrantamiento caiga en
ella.
9 Entonces mi
alma se alegrará en Jehová;
Se regocijará en su salvación.
10 Todos mis
huesos dirán: Jehová, ¿quién como tú,
Que libras al afligido del más
fuerte que él,
Y al pobre y menesteroso del
que le despoja?
11 Se levantan
testigos malvados;
De lo que no sé me preguntan;
12 Me
devuelven mal por bien,
Para afligir a mi alma.
13 Pero yo,
cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio;
Afligí con ayuno mi alma,
Y mi oración se volvía a mi
seno.
14 Como por mi
compañero, como por mi hermano andaba;
Como el que trae luto por
madre, enlutado me humillaba.
15 Pero ellos
se alegraron en mi adversidad, y se juntaron;
Se juntaron contra mí gentes despreciables,
y yo no lo entendía;
Me despedazaban sin descanso;
16 Como
lisonjeros, escarnecedores y truhanes,
Crujieron contra mí sus
dientes.
17 Señor,
¿hasta cuándo verás esto?
Rescata mi alma de sus
destrucciones, mi vida de los leones.
18 Te
confesaré en grande congregación;
Te alabaré entre numeroso
pueblo.
19 No se
alegren de mí los que sin causa son mis enemigos,
Ni los que me aborrecen sin
causaa
guiñen el ojo.
20 Porque no
hablan paz;
Y contra los mansos de la
tierra piensan palabras engañosas.
21 Ensancharon
contra mí su boca;
Dijeron: ¡Ea, ea, nuestros
ojos lo han visto!
22 Tú lo has
visto, oh Jehová; no calles;
Señor, no te alejes de mí.
23 Muévete y
despierta para hacerme justicia,
Dios mío y Señor mío, para
defender mi causa.
24 Júzgame
conforme a tu justicia, Jehová Dios mío,
Y no se alegren de mí.
25 No digan en
su corazón: ¡Ea, alma nuestra!
No digan: ¡Le hemos devorado!
26 Sean
avergonzados y confundidos a una los que de mi mal se alegran;
Vístanse de vergüenza y de
confusión los que se engrandecen contra mí.
27 Canten y
alégrense los que están a favor de mi justa causa,
Y digan siempre: Sea exaltado
Jehová,
Que ama la paz de su siervo.
28 Y mi lengua
hablará de tu justicia
Y de tu alabanza todo el día.[3]
b b 24.46: Is. 53.1–12.
c c 24.46: Os. 6.2.
d d 24.49: Hch. 1.4.
e e 24.50–51: Hch. 1.9–11.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Lc
24.12-53
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Gn
43.34-44.34
a a 35.19: Sal. 69.4; Jn. 15.25.
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
34.22-35.28
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