sábado, 13 de febrero de 2021

¡Cómo enderezar tu vida!

                                                                                                                          <ENGLISH>




13 de Febrero

¡Cómo enderezar tu vida!


¡Confía en Dios! ¡Él no puede mentir!

Por Riqui Ricón*

Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas… Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos (Pro 3.5-6, 8).

Dios, el Todopoderoso, lo único que te pide es que confíes en Él, que creas a Su Palabra, que creas que tiene Palabra de Honor, pues, al fin de cuentas, Él no puede mentir. Efectivamente, hay una sola cosa que el Todopoderoso Dios no puede hacer, y eso es mentir.

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios,  de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He 11.3).

Dado que el poder de la fuerza de Dios es Su Palabra, con la cual creó todo el universo (lo visible y lo invisible), podemos comprender que cualquier cosa que Dios dice se cumple forzosamente. Por esto Dios no puede mentir. Aunque Él quisiera hacerlo no podría, pues la mentira es todo lo contrario a la Verdad y, como ya vimos, toda palabra que sale de la boca de Dios es Verdad, ya que se cumple por sí misma.

Y dijo Dios: Sea la luz;  y fue la luz (Gen 1.3).

¡Cuando Dios dijo, sea la luz, fue la luz y no otra cosa!

A manera de ilustración, si el Señor quisiera jugarte una broma y se apareciera a ti, un día miércoles, diciendo: “hola, ¿no te gusta la hermosa noche de viernes que les estoy dando?”; no podrías replicarle por haberse equivocado, ya que, como Él es Dios, ¿qué crees que pasará cuando las palabras “hermosa noche de viernes” salgan de Su boca? Pues a cambiar agendas y ajustar relojes mi amado(a) porque, sin discusión alguna, se volverá un hermoso viernes por la noche.

Puesto que La Palabra de Dios es la Verdad eterna e infalible, no se trata aquí de si Él es confiable o no, sino que se trata de si decides tú confiar en Él o no. Se trata de si decides tú creerle o no creerle a Su Palabra. Aunque, dado que  Dios es cien por ciento confiable, sería un tremendo error no creerle.

Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible (Mar 9.23).

Así que, si te fías del Señor tu Dios de todo tu corazón, Él ha prometido enderezar tus pasos, ser medicina para todo tu cuerpo y traer refrigerio a todos tus huesos. Y además, largura de días y años de vida y paz te aumentará. ¿Puedes creer esto?

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

Cómo no confiar en Dios que te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus pecados, antes que perderte a ti.

Y si te das cuenta, como consecuencia de creerle a Él (confiar), creyendo Su Palabra, recibes el regalo  de la Vida Eterna, la cual sólo pueden tener los Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.

A qué me refiero con esto:

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.1-2).

El pago que Jesús hizo en la cruz para tu justificación y santificación fue tan completo, perfecto y acabado que, ahora, en lugar de condenación  tienes derecho a vivir una vida plena y abundante: ¡La Vida Eterna de un(a) Hijo(a) del Rey!

El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia (Jn 10.10 NVI).

Solamente en esta Vida plena y abundante, que Jesús adquirió para ti al morir en esa cruz y resucitar venciendo a la muerte, es que tú eres verdaderamente libre de la ley del pecado y de la muerte.

Ahora bien, pon mucha atención a lo que sigue pues esta es la confianza que tenemos en Cristo Jesús.

En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;  pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;  porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré,  añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones (He 10.10-17).

Entonces, de acuerdo a la Biblia, que es La Palabra de Dios y no miente, Jesús, con un solo sacrificio, hecho una vez y para siempre, te ha apartado para ser hecho(a) perfecto(a) como solo puede serlo un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Y esto, mi amado(a), se llama, ¡enderezar tus veredas!

¡Confía en Dios! ¡Él no puede mentir!

Oremos en voz audible:

Amado padre celestial, hoy vengo delante de Ti para asegurarte que he puesto mi confianza en Tu Palabra. Señor Jesús, yo en Ti confío. Gracias, porque con Tu muerte y resurrección yo he pasado de muerte a vida, me trasladaste de las tinieblas en las que estaba a Tu luz admirable. Por Tu Amor, por Tu Sangre y por Tu Palabra he Nacido de Nuevo para recibir la Vida Eterna como un(a) Hijo(a) de Dios. ¡Gracias, Señor Jesús! ¡Muchas gracias! En Ti confía mi corazón. En Ti se goza mi alma. En Ti descansa mi ser. Puedo ser feliz, pues aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú, Señor, estás conmigo. Creo y declaro que yo, ___________________ (tu nombre aquí), habito al abrigo del Altísimo y moro bajo la sombra del Omnipotente. Te digo a Ti, Jesús: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en Ti confiaré. Tú me librarás del lazo del cazador, de la peste destructora. Con Tus plumas me cubrirás, y debajo de Tus alas estaré seguro(a); Escudo y adarga es Tu verdad. No temeré el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a mi lado mil, y diez mil a mi diestra; mas a mí no llegará. Ciertamente con mis ojos miraré y veré la recompensa de los impíos. Porque te he puesto a Ti, Jehová, que eres mi esperanza, al Altísimo por mi habitación, No me sobrevendrá mal, ni plaga tocará mi morada. Pues a Tus ángeles mandará acerca de mí, que me guarden en todos mis caminos. En las manos me llevarán, para que mi pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisaré; hollaré al cachorro del león y al dragón. Por cuanto en Ti, Jesús, yo he puesto mi amor, Tú también me librarás; me pondrás en alto, por cuanto he conocido Tu nombre. Te invocaré, y Tú me responderás; conmigo estarás Tú en la angustia; me librarás y me glorificarás. Me saciarás de larga vida, y me mostrarás Tu salvación. En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 

 

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Febrero 13                              Heb 9.23-10.18 /  Ex 9-10 /  Pro 3

     

Cápsula del día.






Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 



NVI 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Febrero 13                              Heb 9.23-10.18 /  Ex 9-10 /  Pro 3

 

Hebreos 9.23-10.18

El sacrificio de Cristo quita el pecado

23Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. 24Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

10

1Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. 2De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. 3Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; 4porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. 5Por lo cual, entrando en el mundo dice:

Sacrificio y ofrenda no quisiste;

Mas me preparaste cuerpo.

     6     Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.

     7     Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para

hacer tu voluntad,

Como en el rollo del libro está escrito de mí.a

 8Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), 9y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. 10En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

11Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;b 12pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;c 14porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. 15Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:

     16     Este es el pacto que haré con ellos

Después de aquellos días, dice el Señor:

Pondré mis leyes en sus corazones,

Y en sus mentes las escribiré,d

 17añade:

Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.e

 18Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.[1]

 

Exodo 9-10

La plaga en el ganado

9

1Entonces Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 2Porque si no lo quieres dejar ir, y lo detienes aún, 3he aquí la mano de Jehová estará sobre tus ganados que están en el campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con plaga gravísima. 4Y Jehová hará separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que nada muera de todo lo de los hijos de Israel. 5Y Jehová fijó plazo, diciendo: Mañana hará Jehová esta cosa en la tierra. 6Al día siguiente Jehová hizo aquello, y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno. 7Entonces Faraón envió, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo.

La plaga de úlceras

8Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la esparcirá Moisés hacia el cielo delante de Faraón; 9y vendrá a ser polvo sobre toda la tierra de Egipto, y producirá sarpullido con úlceras en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto. 10Y tomaron ceniza del horno, y se pusieron delante de Faraón, y la esparció Moisés hacia el cielo; y hubo sarpullido que produjo úlcerasa tanto en los hombres como en las bestias. 11Y los hechiceros no podían estar delante de Moisés a causa del sarpullido, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcios. 12Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no los oyó, como Jehová lo había dicho a Moisés.

La plaga de granizo

13Entonces Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana, y ponte delante de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 14Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda la tierra. 15Porque ahora yo extenderé mi mano para herirte a ti y a tu pueblo de plaga, y serás quitado de la tierra. 16Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra.b 17¿Todavía te ensoberbeces contra mi pueblo, para no dejarlos ir? 18He aquí que mañana a estas horas yo haré llover granizo muy pesado, cual nunca hubo en Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora. 19Envía, pues, a recoger tu ganado, y todo lo que tienes en el campo; porque todo hombre o animal que se halle en el campo, y no sea recogido a casa, el granizo caerá sobre él, y morirá. 20De los siervos de Faraón, el que tuvo temor de la palabra de Jehová hizo huir sus criados y su ganado a casa; 21mas el que no puso en su corazón la palabra de Jehová, dejó sus criados y sus ganados en el campo.

22Y Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que venga granizo en toda la tierra de Egipto sobre los hombres, y sobre las bestias, y sobre toda la hierba del campo en el país de Egipto. 23Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y Jehová hizo tronar y granizar, y el fuego se descargó sobre la tierra; y Jehová hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto. 24Hubo, pues, granizo, y fuegoc mezclado con el granizo, tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada. 25Y aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias; asimismo destrozó el granizo toda la hierba del campo, y desgajó todos los árboles del país. 26Solamente en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo.

27Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos. 28Orad a Jehová para que cesen los truenos de Dios y el granizo, y yo os dejaré ir, y no os detendréis más. 29Y le respondió Moisés: Tan pronto salga yo de la ciudad, extenderé mis manos a Jehová, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo; para que sepas que de Jehová es la tierra. 30Pero yo sé que ni tú ni tus siervos temeréis todavía la presencia de Jehová Dios. 31El lino, pues, y la cebada fueron destrozados, porque la cebada estaba ya espigada, y el lino en caña. 32Mas el trigo y el centeno no fueron destrozados, porque eran tardíos. 33Y salido Moisés de la presencia de Faraón, fuera de la ciudad, extendió sus manos a Jehová, y cesaron los truenos y el granizo, y la lluvia no cayó más sobre la tierra. 34Y viendo Faraón que la lluvia había cesado, y el granizo y los truenos, se obstinó en pecar, y endurecieron su corazón él y sus siervos. 35Y el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir a los hijos de Israel, como Jehová lo había dicho por medio de Moisés.

La plaga de langostas

10

1Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón; porque yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales, 2y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que yo soy Jehová. 3Entonces vinieron Moisés y Aarón a Faraón, y le dijeron: Jehová el Dios de los hebreos ha dicho así: ¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 4Y si aún rehúsas dejarlo ir, he aquí que mañana yo traeré sobre tu territorio la langosta, 5la cual cubrirá la faz de la tierra, de modo que no pueda verse la tierra; y ella comerá lo que escapó, lo que os quedó del granizo; comerá asimismo todo árbol que os fructifica en el campo. 6Y llenará tus casas, y las casas de todos tus siervos, y las casas de todos los egipcios, cual nunca vieron tus padres ni tus abuelos, desde que ellos fueron sobre la tierra hasta hoy. Y se volvió y salió de delante de Faraón. 7Entonces los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo será este hombre un lazo para nosotros? Deja ir a estos hombres, para que sirvan a Jehová su Dios. ¿Acaso no sabes todavía que Egipto está ya destruido? 8Y Moisés y Aarón volvieron a ser llamados ante Faraón, el cual les dijo: Andad, servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir? 9Moisés respondió: Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para Jehová. 10Y él les dijo: ¡Así sea Jehová con vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro! 11No será así; id ahora vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros pedisteis. Y los echaron de la presencia de Faraón.

12Entonces Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para traer la langosta, a fin de que suba sobre el país de Egipto, y consuma todo lo que el granizo dejó. 13Y extendió Moisés su vara sobre la tierra de Egipto, y Jehová trajo un viento oriental sobre el país todo aquel día y toda aquella noche; y al venir la mañana el viento oriental trajo la langosta. 14Y subió la langosta sobre toda la tierra de Egipto, y se asentó en todo el país de Egipto en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después; 15y cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra;a y consumió toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto.

16Entonces Faraón se apresuró a llamar a Moisés y a Aarón, y dijo: He pecado contra Jehová vuestro Dios, y contra vosotros. 17Mas os ruego ahora que perdonéis mi pecado solamente esta vez, y que oréis a Jehová vuestro Dios que quite de mí al menos esta plaga mortal. 18Y salió Moisés de delante de Faraón, y oró a Jehová. 19Entonces Jehová trajo un fortísimo viento occidental, y quitó la langosta y la arrojó en el Mar Rojo; ni una langosta quedó en todo el país de Egipto. 20Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y éste no dejó ir a los hijos de Israel.

La plaga de tinieblas

21Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblasb sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe. 22Y extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. 23Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones. 24Entonces Faraón hizo llamar a Moisés, y dijo: Id, servid a Jehová; solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas; vayan también vuestros niños con vosotros. 25Y Moisés respondió: Tú también nos darás sacrificios y holocaustos que sacrifiquemos para Jehová nuestro Dios. 26Nuestros ganados irán también con nosotros; no quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para servir a Jehová nuestro Dios, y no sabemos con qué hemos de servir a Jehová hasta que lleguemos allá. 27Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no quiso dejarlos ir. 28Y le dijo Faraón: Retírate de mí; guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás. 29Y Moisés respondió: Bien has dicho; no veré más tu rostro.[2]

       

Proverbios 3

 

Exhortación a la obediencia

3

     1     Hijo mío, no te olvides de mi ley,

Y tu corazón guarde mis mandamientos;

     2     Porque largura de días y años de vida

Y paz te aumentarán.

     3     Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad;

Atalas a tu cuello,

Escríbelas en la tabla de tu corazón;

     4     Y hallarás gracia y buena opinión

Ante los ojos de Dios y de los hombres.a

     5     Fíate de Jehová de todo tu corazón,

Y no te apoyes en tu propia prudencia.

     6     Reconócelo en todos tus caminos,

Y él enderezará tus veredas.

     7     No seas sabio en tu propia opinión;b

Teme a Jehová, y apártate del mal;

     8     Porque será medicina a tu cuerpo,

Y refrigerio para tus huesos.

     9     Honra a Jehová con tus bienes,

Y con las primicias de todos tus frutos;

     10     Y serán llenos tus graneros con abundancia,

Y tus lagares rebosarán de mosto.

     11     No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová,

Ni te fatigues de su corrección;c

     12     Porque Jehová al que ama castiga,d

Como el padre al hijo a quien quiere.e

     13     Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría,

Y que obtiene la inteligencia;

     14     Porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata,

Y sus frutos más que el oro fino.

     15     Más preciosa es que las piedras preciosas;

Y todo lo que puedes desear, no se puede comparar a ella.

     16     Largura de días está en su mano derecha;

En su izquierda, riquezas y honra.

     17     Sus caminos son caminos deleitosos,

Y todas sus veredas paz.

     18     Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano,

Y bienaventurados son los que la retienen.

     19     Jehová con sabiduría fundó la tierra;

Afirmó los cielos con inteligencia.

     20     Con su ciencia los abismos fueron divididos,

Y destilan rocío los cielos.

     21     Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos;

Guarda la ley y el consejo,

     22     Y serán vida a tu alma,

Y gracia a tu cuello.

     23     Entonces andarás por tu camino confiadamente,

Y tu pie no tropezará.

     24     Cuando te acuestes, no tendrás temor,

Sino que te acostarás, y tu sueño será grato.

     25     No tendrás temor de pavor repentino,

Ni de la ruina de los impíos cuando viniere,

     26     Porque Jehová será tu confianza,

Y él preservará tu pie de quedar preso.

     27     No te niegues a hacer el bien a quien es debido,

Cuando tuvieres poder para hacerlo.

     28     No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve,

Y mañana te daré,

Cuando tienes contigo qué darle.

     29     No intentes mal contra tu prójimo

Que habita confiado junto a ti.

     30     No tengas pleito con nadie sin razón,

Si no te han hecho agravio.

     31     No envidies al hombre injusto,

Ni escojas ninguno de sus caminos.

     32     Porque Jehová abomina al perverso;

Mas su comunión íntima es con los justos.

     33     La maldición de Jehová está en la casa del impío,

Pero bendecirá la morada de los justos.

     34     Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores,

Y a los humildes dará gracia.f

     35     Los sabios heredarán honra,

Mas los necios llevarán ignominia.[3]

 



a a 10.5–7: Sal. 40.6–8.

b b 10.11: Ex. 29.38.

c c 10.12–13: Sal. 110.1.

d d 10.16: Jer. 31.33.

e e 10.17: Jer. 31.34.

[1] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. He 9.22-10.18

a a 9.10: Ap. 16.2.

b b 9.16: Ro. 9.17.

c c 9.24: Ap. 8.7; 16.21.

a a 10.14–15: Ap. 9.2–3.

b b 10.21: Ap. 16.10.

[2] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Ex 8.32-10.29

a a 3.4: Lc. 2.52; Ro. 12.17; 2 Co. 8.21.

b b 3.7: Ro. 12.16.

c c 3.11: Job 5.17.

d d 3.12: Ap. 3.19.

e e 3.11–12: He. 12.5–6.

f f 3.34: Stg. 4.6; 1 P. 5.5.

[3] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Pr 2.22-3.35


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