¡Cómo es que SIEMPRE vencerás sobre cualquier
circunstancia, angustia o enfermedad!
¡Habilitado por Dios!
Por Riqui Ricón*
Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil
palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el
habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca
al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo
Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo
que hayas de hablar (Ex 4.10-12).
Cuando
Moisés dudó de sus habilidades para cumplir la misión que Dios le encomendaba, el
Señor le ayudó enseñándole dos cosas: primero, que Él es Dios, el Todopoderoso;
y segundo, le prometió que estaría con él. Así, por medio de la fe, que es
creerle a Dios, creerle a Su Palabra, podemos ver en los primeros cinco libros
de la Biblia que Moisés llevó a cabo la tarea encomendada.
Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová
habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: Mi siervo
Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este
pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel... Solamente
esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que
mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra,
para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca
se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche
meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está
escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni
desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas (Jos 1.1-2, 7-9).
Ahora, tenemos aquí a Josué con la enorme
responsabilidad de introducir al pueblo de Israel a la Tierra Prometida y, de nuevo,
Dios lo habilita con Su Palabra para realizar el propósito asignado. Una vez
más, podemos leer en el libro de Josué cómo éste le creyó a Dios, haciendo de
la Biblia la norma máxima de su vida y, así, hizo prosperar su camino y todo le
salió bien. Fíjate como a tal grado Dios honró la fe de Josué que,
Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo
delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas: Sol,
detente en Gabaón; Y tú, luna, en el
valle de Ajalón. Y el sol se detuvo y la luna se paró, Hasta que la gente se
hubo vengado de sus enemigos. ¿No está escrito esto en el libro de Jaser? Y
el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día
entero. Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él,
habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre; porque Jehová peleaba por
Israel (Jos 10. 12-14).
A Dios no se le escapa nada acerca de ti y Él ha
comprometido Su Palabra en que estará contigo en todo momento, ayudándote y
habilitándote para todo aquello que el Señor pida de ti.
Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a
causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley),
y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros ciertamente
sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le
dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según
el orden de Melquisedec. Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto (He 7.18-22).
Realmente es asombrosa la
forma en que Dios, tu Padre, habilitó a Jesús para que realizara la labor que
le había encomendado. Al morir en la cruz, por Amor a ti, y pagar con Su Vida
el precio de todos tus pecados, Jesús fue hecho, por Dios, el fiador, la
garantía, del Nuevo Pacto; el cual es un mejor pacto, establecido sobre mejores
promesas.
por medio de las cuales nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina (2 P 1.4a).
Estas promesas son las que te
habilitan, por medio de la fe, para ser la persona que Dios quiere que seas y
para hacer las cosas que Dios quiere que hagas. Por ejemplo:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Dios te ama tanto que prefirió
entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti. Jesús no viene a condenarte,
sino a que creas en el Amor que Él siente por ti. Jesús vino para que creas que
porque Él pagó el justo precio de todos tus pecados, ahora tú ya no tienes que
pagar NADA. Jesús vino para que recibas, por medio de la fe en Su Nombre, la
Plenitud de Vida que sólo pueden gozar los Hijos de Dios Nacidos de Nuevo, lo
cual tú YA ERES, en Cristo Jesús.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es
nacido de Dios (1 Jn 5.1a).
Por creer que Jesús es el
Mesías, el Salvador del mundo, ahora tú has nacido de Dios.
Mas a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios (Jn 1.12-13).
Por haber confesado a
Jesucristo como tu Señor y Salvador, ya no eres más un(a) Hijo(a) de tus padres
naturales, sino que ahora eres un(a) Hijo(a) de Dios.
siendo renacidos, no de simiente corruptible,
sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
¡Ahora eres un(a) Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo! Y no Naciste de Nuevo de una semilla corruptible sino
de la incorruptible simiente que es la Palabra de Dios que vive y permanece
para siempre.
Mas vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis
las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros
que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en
otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado
misericordia (1 P 2.9-10).
Tu Padre te ha dejado aquí, en
el mundo, con el propósito de que anuncies a otros las virtudes de aquel que te llamó de las tinieblas a su luz
admirable. Para que compartas las buenas noticias del Amor de Dios a todos
los seres humanos y, así, establezcas el Reino de tu Padre en la tierra.
Ser un(a)
Hijo(a) del Rey te habilita para hacer esto, pues ahora eres linaje escogido y
real sacerdocio.
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno
eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con
tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y
nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y
reinaremos sobre la tierra (Apo 5.9-10).
Mediante la Sangre de Jesús,
ya has sido hecho(a) rey (reina) y sacerdote (sacerdotisa) para reinar sobre la
tierra y es necesario que comprendas que has sido habilitado(a) por Dios, no
mediante la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de
una vida indestructible.
Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de
Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme
a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una
vida indestructible (He 7.15-16).
Así es, amado(a), el
sacrificio de Jesús va muchísimo más allá del perdón de tus pecados. Por Amor,
Dios te ha llamado Su Hijo(a) y mediante el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús,
has sido creado(a) de Nuevo para una
Vida Plena y Abundante: ¡la Vida Eterna!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre
celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso
es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a
Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jua 3.1 BAD).
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, al
estudiar y comprender todo esto me asombro más y más de Tu Grande y Eterno Amor
por mí. Señor Jesús, es Tu Vida, Tu Sangre, Tu muerte y resurrección lo que me
habilita para la Vida Eterna. ¡Gracias! ¡Muchas gracias, Señor Jesús! ¡Cómo no
voy amarte! ¡Cómo no he de adorarte! Siendo Tú quién eres, hiciste de mí un(a)
Hijo(a) Tuyo(a) Nacido(a) de Nuevo. ¡Lo creo y lo recibo! Por tanto, estoy seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo
alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar de Tu amor,
mi Dios y Padre, que es en Cristo Jesús mi Señor. Así que, declaro que estoy habilitado(a) por
Dios con la Vida Eterna para reinar sobre la tierra. Voy a establecer Tu Reino
poniendo la Palabra de Dios en mi mente, boca y corazón. Yo soy la persona que
Dios dice que soy en Su Palabra, la Biblia. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy
próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la
Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas
gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo.
Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad.
Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. ¡Gracias por mi
Victoria sobre la muerte! En el nombre de Jesús. Amén
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso,
pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he
sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de
Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
10 Heb 7 / Ex 3-4 / Sal 41
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
10 Heb 7 / Ex 3-4 / Sal 41
Hebreos
7
El sacerdocio de Melquisedec
7
1Porque este Melquisedec, rey de
Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de
la derrota de los reyes, y le bendijo, 2a quien asimismo dio
Abraham los diezmos de todo;a cuyo nombre significa
primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;
3sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días,
ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para
siempre.
4Considerad, pues, cuán grande era
éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. 5Ciertamente
los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de
tomar del pueblo los diezmos según la ley,b es decir, de sus
hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. 6Pero
aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los
diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. 7Y sin discusión
alguna, el menor es bendecido por el mayor. 8Y aquí ciertamente
reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio
de que vive. 9Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también
Leví, que recibe los diezmos; 10porque aún estaba en los lomos de
su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11Si, pues, la perfección fuera por
el sacerdocio levítico(porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad
habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y
que no fuese llamado según el orden de Aarón? 12Porque cambiado el
sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; 13y aquel
de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.
14Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la
cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.
15Y esto es aun más manifiesto, si
a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, 16no
constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino
según el poder de una vida indestructible. 17Pues se da testimonio
de él:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.c
18Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de
su debilidad e ineficacia 19(pues nada perfeccionó la ley), y de
la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
20Y esto no fue hecho sin
juramento; 21porque los otros ciertamente sin juramento fueron
hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo:
Juró el Señor, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.d
22Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.
23Y los otros sacerdotes llegaron a
ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; 24mas éste,
por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 25por
lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios,
viviendo siempre para interceder por ellos.
26Porque tal sumo sacerdote nos
convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más
sublime que los cielos; 27que no tiene necesidad cada día, como
aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios
pecados, y luego por los del pueblo;e porque esto lo
hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28Porque la
ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del
juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.[1]
Exodo
3-4
Llamamiento de Moisés
3
1Apacentando Moisés las ovejas de
Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y
llegó hasta Horeb, monte de Dios. 2Y se le apareció el Angel de
Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza;a y él
miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. 3Entonces
Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no
se quema. 4Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en
medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. 5Y
dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú
estás, tierra santa es. 6Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios
de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro,
porque tuvo miedo de mirar a Dios.
7Dijo luego Jehová: Bien he visto
la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de
sus exactores; pues he conocido sus angustias, 8y he descendido
para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una
tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del
cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. 9El
clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto
la opresión con que los egipcios los oprimen. 10Ven, por tanto,
ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos
de Israel. 11Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para
que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? 12Y él
respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te
he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre
este monte.
13Dijo Moisés a Dios: He aquí que
llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padresb
me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué
les responderé? 14Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY.c
Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. 15Además
dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová,4
el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob,
me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me
recordará por todos los siglos. 16Ve, y reúne a los ancianos de
Israel, y diles: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo
que se os hace en Egipto; 17y he dicho: Yo os sacaré de la
aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del
ferezeo, del heveo y del jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel. 18Y
oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le
diréis: Jehová el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros
iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos
sacrificios a Jehová nuestro Dios. 19Mas yo sé que el rey de
Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. 20Pero yo extenderé
mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces
os dejará ir. 21Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los
egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías; 22sino
que pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de
oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas; y
despojaréis a Egipto.d
4
1Entonces Moisés respondió
diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te
ha aparecido Jehová. 2Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu
mano? Y él respondió: Una vara. 3El le dijo: Echala en tierra. Y
él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella. 4Entonces
dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su
mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano. 5Por esto creerán
que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios
de Isaac y Dios de Jacob.
6Le dijo además Jehová: Mete ahora
tu mano en tu seno. Y él metió la mano en su seno; y cuando la sacó, he aquí
que su mano estaba leprosa como la nieve. 7Y dijo: Vuelve a meter
tu mano en tu seno. Y él volvió a meter su mano en su seno; y al sacarla de
nuevo del seno, he aquí que se había vuelto como la otra carne. 8Si
aconteciere que no te creyeren ni obedecieren a la voz de la primera señal,
creerán a la voz de la postrera. 9Y si aún no creyeren a estas dos
señales, ni oyeren tu voz, tomarás de las aguas del río y las derramarás en
tierra; y se cambiarán aquellas aguas que tomarás del río y se harán sangre en
la tierra.
10Entonces dijo Moisés a Jehová:
¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú
hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. 11Y
Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al
sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? 12Ahora pues, ve,
y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. 13Y
él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar. 14Entonces
Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón,
levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se
alegrará en su corazón. 15Tú hablarás a él, y pondrás en su boca
las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que
hayáis de hacer. 16Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti
en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios. 17Y tomarás
en tu mano esta vara, con la cual harás las señales.
Moisés vuelve a Egipto
18Así se fue Moisés, y volviendo a
su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en
Egipto, para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Ve en paz. 19Dijo
también Jehová a Moisés en Madián: Ve y vuélvete a Egipto, porque han muerto
todos los que procuraban tu muerte. 20Entonces Moisés tomó su
mujer y sus hijos, y los puso sobre un asno, y volvió a tierra de Egipto. Tomó
también Moisés la vara de Dios en su mano. 21Y dijo Jehová a
Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas
las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo
que no dejará ir al pueblo. 22Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho
así: Israel es mi hijo, mi primogénito. 23Ya te he dicho que dejes
ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy
a matar a tu hijo, tu primogénito.a
24Y aconteció en el camino, que en
una posada Jehová le salió al encuentro, y quiso matarlo. 25Entonces
Séfora tomó un pedernal afilado y cortó el prepucio de su hijo, y lo echó a sus
pies, diciendo: A la verdad tú me eres un esposo de sangre. 26Así
le dejó luego ir. Y ella dijo: Esposo de sangre, a causa de la circuncisión.
27Y Jehová dijo a Aarón: Ve a
recibir a Moisés al desierto. Y él fue, y lo encontró en el monte de Dios, y le
besó. 28Entonces contó Moisés a Aarón todas las palabras de Jehová
que le enviaba, y todas las señales que le había dado. 29Y fueron
Moisés y Aarón, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel.
30Y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová había dicho a
Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo. 31Y el
pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que
había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron.[2]
Salmo 41
Oración pidiendo salud
Al músico principal. Salmo de David.
1 Bienaventurado
el que piensa en el pobre;
En el día malo lo librará
Jehová.
2 Jehová lo
guardará, y le dará vida;
Será bienaventurado en la
tierra,
Y no lo entregarás a la
voluntad de sus enemigos.
3 Jehová lo
sustentará sobre el lecho del dolor;
Mullirás toda su cama en su
enfermedad.
4 Yo dije:
Jehová, ten misericordia de mí;
Sana mi alma, porque contra ti
he pecado.
5 Mis
enemigos dicen mal de mí, preguntando:
¿Cuándo morirá, y perecerá su
nombre?
6 Y si vienen
a verme, hablan mentira;
Su corazón recoge para sí
iniquidad,
Y al salir fuera la divulgan.
7 Reunidos
murmuran contra mí todos los que me aborrecen;
Contra mí piensan mal,
diciendo de mí:
8 Cosa
pestilencial se ha apoderado de él;
Y el que cayó en cama no
volverá a levantarse.
9 Aun el
hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía,
Alzó contra mí el calcañar.a
10 Mas tú,
Jehová, ten misericordia de mí, y hazme levantar,
Y les daré el pago.
11 En esto
conoceré que te he agradado,
Que mi enemigo no se huelgue
de mí.
12 En cuanto a
mí, en mi integridad me has sustentado,
Y me has hecho estar delante
de ti para siempre.
13 Bendito sea
Jehová, el Dios de Israel,
Por los siglos de los siglos.b
Amén y Amén.[3]
a a 7.1–2: Gn. 14.17–20.
b b 7.5: Nm. 18.21.
c c 7.17: Sal. 110.4.
d d 7.21: Sal. 110.4.
e e 7.27: Lv. 9.7.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. He
6.20-7.28
a a 3.2–10: Hch. 7.30–34.
b b 3.13: Ex. 6.2–3.
c c 3.14: Ap. 1.4, 8.
4 El nombre Jehová representa el nombre
divino YHWH que aquí se relaciona con el verbo hayah, ser.
d d 3.21–22: Ex. 12.35–36.
a a 4.23: Ex. 12.29.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Ex
2.25-4.31
a
a 41.9: Mt. 26.24; Mr. 14.21;
Lc. 22.22; Jn. 13.18; 17.12.
b b 41.13: Sal. 106.48.
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
40.17-41.13
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
10 Heb 7 / Ex 3-4 / Sal 41
Hebreos
7
El sacerdocio de Melquisedec
7
1Porque este Melquisedec, rey de
Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de
la derrota de los reyes, y le bendijo, 2a quien asimismo dio
Abraham los diezmos de todo;a cuyo nombre significa
primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;
3sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días,
ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para
siempre.
4Considerad, pues, cuán grande era
éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. 5Ciertamente
los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de
tomar del pueblo los diezmos según la ley,b es decir, de sus
hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. 6Pero
aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los
diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. 7Y sin discusión
alguna, el menor es bendecido por el mayor. 8Y aquí ciertamente
reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio
de que vive. 9Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también
Leví, que recibe los diezmos; 10porque aún estaba en los lomos de
su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11Si, pues, la perfección fuera por
el sacerdocio levítico(porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad
habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y
que no fuese llamado según el orden de Aarón? 12Porque cambiado el
sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; 13y aquel
de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.
14Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la
cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.
15Y esto es aun más manifiesto, si
a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, 16no
constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino
según el poder de una vida indestructible. 17Pues se da testimonio
de él:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.c
18Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de
su debilidad e ineficacia 19(pues nada perfeccionó la ley), y de
la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
20Y esto no fue hecho sin
juramento; 21porque los otros ciertamente sin juramento fueron
hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo:
Juró el Señor, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.d
22Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.
23Y los otros sacerdotes llegaron a
ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; 24mas éste,
por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 25por
lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios,
viviendo siempre para interceder por ellos.
26Porque tal sumo sacerdote nos
convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más
sublime que los cielos; 27que no tiene necesidad cada día, como
aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios
pecados, y luego por los del pueblo;e porque esto lo
hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28Porque la
ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del
juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.[1]
Exodo
3-4
Llamamiento de Moisés
3
1Apacentando Moisés las ovejas de
Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y
llegó hasta Horeb, monte de Dios. 2Y se le apareció el Angel de
Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza;a y él
miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. 3Entonces
Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no
se quema. 4Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en
medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. 5Y
dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú
estás, tierra santa es. 6Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios
de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro,
porque tuvo miedo de mirar a Dios.
7Dijo luego Jehová: Bien he visto
la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de
sus exactores; pues he conocido sus angustias, 8y he descendido
para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una
tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del
cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. 9El
clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto
la opresión con que los egipcios los oprimen. 10Ven, por tanto,
ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos
de Israel. 11Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para
que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? 12Y él
respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te
he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre
este monte.
13Dijo Moisés a Dios: He aquí que
llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padresb
me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué
les responderé? 14Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY.c
Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. 15Además
dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová,4
el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob,
me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me
recordará por todos los siglos. 16Ve, y reúne a los ancianos de
Israel, y diles: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo
que se os hace en Egipto; 17y he dicho: Yo os sacaré de la
aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del
ferezeo, del heveo y del jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel. 18Y
oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le
diréis: Jehová el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros
iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos
sacrificios a Jehová nuestro Dios. 19Mas yo sé que el rey de
Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. 20Pero yo extenderé
mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces
os dejará ir. 21Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los
egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías; 22sino
que pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de
oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas; y
despojaréis a Egipto.d
4
1Entonces Moisés respondió
diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te
ha aparecido Jehová. 2Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu
mano? Y él respondió: Una vara. 3El le dijo: Echala en tierra. Y
él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella. 4Entonces
dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su
mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano. 5Por esto creerán
que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios
de Isaac y Dios de Jacob.
6Le dijo además Jehová: Mete ahora
tu mano en tu seno. Y él metió la mano en su seno; y cuando la sacó, he aquí
que su mano estaba leprosa como la nieve. 7Y dijo: Vuelve a meter
tu mano en tu seno. Y él volvió a meter su mano en su seno; y al sacarla de
nuevo del seno, he aquí que se había vuelto como la otra carne. 8Si
aconteciere que no te creyeren ni obedecieren a la voz de la primera señal,
creerán a la voz de la postrera. 9Y si aún no creyeren a estas dos
señales, ni oyeren tu voz, tomarás de las aguas del río y las derramarás en
tierra; y se cambiarán aquellas aguas que tomarás del río y se harán sangre en
la tierra.
10Entonces dijo Moisés a Jehová:
¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú
hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. 11Y
Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al
sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? 12Ahora pues, ve,
y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. 13Y
él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar. 14Entonces
Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón,
levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se
alegrará en su corazón. 15Tú hablarás a él, y pondrás en su boca
las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que
hayáis de hacer. 16Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti
en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios. 17Y tomarás
en tu mano esta vara, con la cual harás las señales.
Moisés vuelve a Egipto
18Así se fue Moisés, y volviendo a
su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en
Egipto, para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Ve en paz. 19Dijo
también Jehová a Moisés en Madián: Ve y vuélvete a Egipto, porque han muerto
todos los que procuraban tu muerte. 20Entonces Moisés tomó su
mujer y sus hijos, y los puso sobre un asno, y volvió a tierra de Egipto. Tomó
también Moisés la vara de Dios en su mano. 21Y dijo Jehová a
Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas
las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo
que no dejará ir al pueblo. 22Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho
así: Israel es mi hijo, mi primogénito. 23Ya te he dicho que dejes
ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy
a matar a tu hijo, tu primogénito.a
24Y aconteció en el camino, que en
una posada Jehová le salió al encuentro, y quiso matarlo. 25Entonces
Séfora tomó un pedernal afilado y cortó el prepucio de su hijo, y lo echó a sus
pies, diciendo: A la verdad tú me eres un esposo de sangre. 26Así
le dejó luego ir. Y ella dijo: Esposo de sangre, a causa de la circuncisión.
27Y Jehová dijo a Aarón: Ve a
recibir a Moisés al desierto. Y él fue, y lo encontró en el monte de Dios, y le
besó. 28Entonces contó Moisés a Aarón todas las palabras de Jehová
que le enviaba, y todas las señales que le había dado. 29Y fueron
Moisés y Aarón, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel.
30Y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová había dicho a
Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo. 31Y el
pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que
había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron.[2]
Salmo 41
Oración pidiendo salud
Al músico principal. Salmo de David.
1 Bienaventurado
el que piensa en el pobre;
En el día malo lo librará
Jehová.
2 Jehová lo
guardará, y le dará vida;
Será bienaventurado en la
tierra,
Y no lo entregarás a la
voluntad de sus enemigos.
3 Jehová lo
sustentará sobre el lecho del dolor;
Mullirás toda su cama en su
enfermedad.
4 Yo dije:
Jehová, ten misericordia de mí;
Sana mi alma, porque contra ti
he pecado.
5 Mis
enemigos dicen mal de mí, preguntando:
¿Cuándo morirá, y perecerá su
nombre?
6 Y si vienen
a verme, hablan mentira;
Su corazón recoge para sí
iniquidad,
Y al salir fuera la divulgan.
7 Reunidos
murmuran contra mí todos los que me aborrecen;
Contra mí piensan mal,
diciendo de mí:
8 Cosa
pestilencial se ha apoderado de él;
Y el que cayó en cama no
volverá a levantarse.
9 Aun el
hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía,
Alzó contra mí el calcañar.a
10 Mas tú,
Jehová, ten misericordia de mí, y hazme levantar,
Y les daré el pago.
11 En esto
conoceré que te he agradado,
Que mi enemigo no se huelgue
de mí.
12 En cuanto a
mí, en mi integridad me has sustentado,
Y me has hecho estar delante
de ti para siempre.
13 Bendito sea
Jehová, el Dios de Israel,
Por los siglos de los siglos.b
Amén y Amén.[3]
a a 7.1–2: Gn. 14.17–20.
b b 7.5: Nm. 18.21.
c c 7.17: Sal. 110.4.
d d 7.21: Sal. 110.4.
e e 7.27: Lv. 9.7.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. He
6.20-7.28
a a 3.2–10: Hch. 7.30–34.
b b 3.13: Ex. 6.2–3.
c c 3.14: Ap. 1.4, 8.
4 El nombre Jehová representa el nombre
divino YHWH que aquí se relaciona con el verbo hayah, ser.
d d 3.21–22: Ex. 12.35–36.
a a 4.23: Ex. 12.29.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Ex
2.25-4.31
a
a 41.9: Mt. 26.24; Mr. 14.21;
Lc. 22.22; Jn. 13.18; 17.12.
b b 41.13: Sal. 106.48.
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal
40.17-41.13
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