¡Cómo hacer frente a la adversidad!
¡Como la luz del sol!
Por Riqui Ricón*
Así perezcan todos tus
enemigos, oh Jehová; Mas los que te
aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza (Jue 5.
31a).
La Biblia, las Palabras que han salido de la boca
de Dios y no mienten, dicen claramente que tú, porque amas a Dios, eres como el
sol cuando sale en su fuerza. Esto significa que, sin importar las
circunstancias o aflicciones que estés enfrentando el día de hoy, estás
destinado(a) a vivir una vida plena llena de fortaleza y vigor, con gozo y
alegría como el sol en su esplendor.
Pues han
nacido de nuevo pero no a una vida que pronto se acabará. Su nueva vida durará
para siempre porque proviene de la eterna y viviente palabra de Dios (1 P 1.23 NTV).
No estás ni tirado(a), ni abandonado(a), ni a la
deriva; como si estuvieras atado(a) a las azarosas casualidades de esta vida
incierta. ¡No! ¡Nada de eso! Tú eres un(a) Hijo(a) del Rey de reyes y Señor de
Señores. Has sido creado(a) de Nuevo como espíritu incorruptible a través de la
Sangre de Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador.
Miren
con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que
somos! Pero la gente de este mundo no reconoce que somos hijos de Dios, porque
no lo conocen a él (1 Jn 3.1 NTV).
Es el Amor del Padre quien te ha establecido,
ahora, como Hijo(a) Suyo(a) y te ha señalado con propósito y destino en la
vida.
Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados (Ro 8. 28).
Es más, por ese Amor que existe entre tú y Dios, Él
ha comprometido Su Palabra en que todas las cosas, las buenas y, especialmente,
las que parecen malas, Él, Dios Todopoderoso, tu Padre, las volverá en un bien
para ti, pues Tú has sido llamado(a) por Él, conforme a Su propósito.
Amado,
yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así
como prospera tu alma (3 Jn 2).
El
propósito de Dios para tu vida no puede ser más que bueno, agradable y perfecto.
El
propósito de Dios para tu vida es que brilles con la fuerza del sol, que seas
cabeza y no cola, que estés arriba y nunca más abajo.
El Señor
te pondrá en el primer lugar, y no en el último; siempre estarás por encima de
los demás, y nunca por debajo, con tal de que atiendas a los mandamientos del
Señor tu Dios, que yo te ordeno hoy, y los pongas en práctica (Deu
28.13 DHH).
Es claro en la Biblia que el propósito de Dios para
tu vida es que como Hijo(a) del Dios Altísimo seas próspero(a), tengas salud y vivas
una vida plena de amor, gozo y paz.
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10. 10).
Así que, no permitas, de ninguna
manera, que las aflicciones de la vida te desconcierten y te aflijan, pues lo
único que pretenden es robarte tu identidad como Hijo(a) de Dios. Satanás, como
un león rugiente, quiere llenar tu corazón con miedo en lugar de fe para que pierdas
la fuerza de tu esplendor. ¡No se lo permitas!
En lugar de eso, dile a tu alma, dile
a tus emociones, pensamientos y sentimientos: Marcha,
oh alma mía, con poder (Jue 5. 21b).
¡Tú eres
como la luz del sol en su fuerza! Absolutamente todo lo que está sucediendo en
tu vida se cambiará, de acuerdo a la Palabra de Dios, en un bien mayor, en algo
que en lugar de hundirte te ayude y te proyecte a mejores cosas.
Así ha sido
el testimonio de millones de creyentes y tú no serás la excepción.
Porque todos los que son
guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no
habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Ro 8.
14-15).
Ahora, gracias al Gran Amor con
que Dios te Ama y al sacrificio de Jesús, quien pago todos tus pecados en esa
cruz, el Espíritu Santo da testimonio a
tu espíritu que eres Hijo(a) de Dios.
Porque la ley del Espíritu de
vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).
¡Ya no estás más en esclavitud
para vivir con miedo y temor, pues la ley del espíritu de Vida en Cristo Jesús
te ha hecho libre de la ley del pecado y de la muerte!
Tienes todo el derecho y la
libertad para tener comunión con Dios llamándole Abba, Padre, Papá, Papito.
Pues no habéis recibido el
espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido
el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Ro 8.15).
Es este tu Padre amoroso quien te
asegura que aún los problemas en casa, con tu familia, Él los resolverá de
forma que sea un bien mayor para todos.
Ellos dijeron: Cree en el
Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa (Hch
16.31).
¡Si puedes creerle a Dios! ¡Al
que cree todo le es posible!
La victoria que vence al mundo y
a todo problema, enfermedad y situación adversa es tu fe; creerle a Dios;
creerle a Su Palabra estando convencidos que si Él lo dijo, entonces, Él lo va
a cumplir; si Él lo habló, entonces, Él lo va a ejecutar.
Dijo entonces Jesús a los
judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres (Jn 8. 31-32).
¡Gracias, Señor Jesús, puedo confiar en Tu Palabra!
¡Tu Palabra me ha hecho verdaderamente libre!
Vosotros sois la luz del
mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni
se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos (Mat 5. 14-16).
Así es, amado(a), tú eres la luz del mundo, eres un(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y has sido dejado(a) en este mundo, por tu
Padre, con el propósito de que brilles y que con tu vida des luz a todos
aquellos que aún viven en tinieblas; para que ilumines a aquellos que viven llenos
de temor y angustia, sin saber quiénes son, ni por qué están en esta vida, a
aquellos que viven sin Dios y sin esperanza.
Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas
a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo,
pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado
misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia (1 P 2.9-10).
Lo asombroso de la Palabra de Dios es que es la Verdad
y tiene el poder en sí misma para capacitarte y habilitarte en ser lo que Dios
dice que eres. Así que, no importa si te
sientes capaz o no de ser luz y anunciar las virtudes de Dios; Él dice que eres
luz y que debes anunciar Sus virtudes, entonces así es. Es Palabra de Dios y
esa es la Verdad; eres la luz de este mundo, eres como el sol que sale en su
fuerza.
Practiquen
el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león
rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe (1 P
5.8-9a NVI).
Lo que realmente importa es que dejes de prestar
atención al diablo y sus mentiras con las que pretende anular tu fe, pues te
aseguro que si has llegado hasta aquí en esta lectura, entonces tú eres un(a)
creyente. Tú le crees a Dios. Tú crees la Palabra de Dios. Y al que le cree a Dios,
¡TODO le es posible!
Y muchas veces el espíritu lo arroja al fuego o al agua,
para matarlo. Si puedes, ayúdanos. ¡Ten compasión de nosotros! Dijo Jesús: ¿Cómo "si puedes"?
Para el que cree, todo es posible (Mar 9.22-23 CST).
Oremos en voz audible:
Amado padre celestial, hoy estoy determinado(a) a
creerte, mi Señor. Creer a Tu Palabra, la Biblia, y aceptar y recibir mi
identidad como Hijo(a) Tuyo(a) Nacido(a) de Nuevo. Soy la luz de este mundo y
estoy dispuesto a brillar con Tu Amor que ya ha sido derramado en mi corazón
por el Espíritu Santo que me ha sido dado. ¡Gracias! Todo lo puedo en Ti,
Cristo Jesús. Tú eres mi fortaleza. Resisto, en Tu nombre Jesús, al espíritu de
temor, a la enfermedad, a la pobreza, el resentimiento, el odio y todo aquello
con lo que el ladrón me quiere hurtar, matar y destruir. Recibo y declaro una
vida abundante llena de Tu Plenitud. ¡Soy sano(a)!
¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy como la luz del sol cuando
sale en su fuerza! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y
Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de
Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del
pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora
es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas
recomendaciones:
1.
Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate
un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él.
Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
2.
Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La
Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla.
¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el
programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas
correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A
Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el
programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
3.
En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una
iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las
Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2020
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
5 Hch 16.
16-40 /
Jue 4-5 / Job 35
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
5 Hch 16.
16-40 /
Jue 4-5 / Job 35
Hechos
16. 16-40
16Aconteció
que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía
espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. 17Esta,
siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos
del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. 18Y esto lo
hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al
espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en
aquella misma hora.
19Pero viendo sus amos que había
salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los
trajeron al foro, ante las autoridades; 20y presentándolos a los
magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad,
21y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos
romanos. 22Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados,
rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. 23Después de
haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los
guardase con seguridad. 24El cual, recibido este mandato, los
metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.
25Pero a medianoche, orando Pablo y
Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. 26Entonces
sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la
cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas
de todos se soltaron. 27Despertando el carcelero, y viendo
abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando
que los presos habían huido. 28Mas Pablo clamó a gran voz,
diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. 29El
entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies
de Pablo y de Silas; 30y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo
hacer para ser salvo? 31Ellos dijeron: Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. 32Y le hablaron la
palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33Y
él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en
seguida se bautizó él con todos los suyos. 34Y llevándolos a su
casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.
35Cuando fue de día, los
magistrados enviaron alguaciles a decir: Suelta a aquellos hombres. 36Y
el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han mandado a
decir que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos en paz. 37Pero
Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial,
siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan
encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos. 38Y
los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales
tuvieron miedo al oír que eran romanos. 39Y viniendo, les rogaron;
y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad. 40Entonces,
saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los
hermanos, los consolaron, y se fueron.[1]
Jueces
4-5
Débora y Barac derrotan a Sísara
4
1Después de la muerte de Aod, los
hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. 2Y
Jehová los vendió en mano de Jabín rey de Canaán, el cual reinó en Hazor; y el
capitán de su ejército se llamaba Sísara, el cual habitaba en Haroset-goim.
3Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, porque aquél tenía
novecientos carros herrados, y había oprimido con crueldad a los hijos de
Israel por veinte años.
4Gobernaba en aquel tiempo a Israel
una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; 5y acostumbraba
sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Bet-el, en el monte de Efraín;
y los hijos de Israel subían a ella a juicio. 6Y ella envió a
llamar a Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: ¿No te ha
mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte de
Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de
Zabulón; 7y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara,
capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en
tus manos? 8Barac le respondió: Si tú fueres conmigo, yo iré; pero
si no fueres conmigo, no iré. 9Ella dijo: Iré contigo; mas no será
tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá
Jehová a Sísara. Y levantándose Débora, fue con Barac a Cedes. 10Y
juntó Barac a Zabulón y a Neftalí en Cedes, y subió con diez mil hombres a su
mando; y Débora subió con él.
11Y Heber ceneo, de los hijos de
Hobab suegro de Moisés, se había apartado de los ceneos, y había plantado sus
tiendas en el valle de Zaanaim, que está junto a Cedes.
12Vinieron, pues, a Sísara las
nuevas de que Barac hijo de Abinoam había subido al monte de Tabor. 13Y
reunió Sísara todos sus carros, novecientos carros herrados, con todo el pueblo
que con él estaba, desde Haroset-goim hasta el arroyo de Cisón. 14Entonces
Débora dijo a Barac: Levántate, porque este es el día en que Jehová ha
entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti? Y Barac
descendió del monte de Tabor, y diez mil hombres en pos de él. 15Y
Jehová quebrantó a Sísara, a todos sus carros y a todo su ejército, a filo de
espada delante de Barac; y Sísara descendió del carro, y huyó a pie. 16Mas
Barac siguió los carros y el ejército hasta Haroset-goim, y todo el ejército de
Sísara cayó a filo de espada, hasta no quedar ni uno.
17Y Sísara huyó a pie a la tienda
de Jael mujer de Heber ceneo; porque había paz entre Jabín rey de Hazor y la
casa de Heber ceneo. 18Y saliendo Jael a recibir a Sísara, le dijo:
Ven, señor mío, ven a mí, no tengas temor. Y él vino a ella a la tienda, y ella
le cubrió con una manta. 19Y él le dijo: Te ruego me des de beber
un poco de agua, pues tengo sed. Y ella abrió un odre de leche y le dio de
beber, y le volvió a cubrir. 20Y él le dijo: Estate a la puerta de
la tienda; y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno?
tú responderás que no. 21Pero Jael mujer de Heber tomó una estaca
de la tienda, y poniendo un mazo en su mano, se le acercó calladamente y le
metió la estaca por las sienes, y la enclavó en la tierra, pues él estaba
cargado de sueño y cansado; y así murió. 22Y siguiendo Barac a
Sísara, Jael salió a recibirlo, y le dijo: Ven, y te mostraré al varón que tú
buscas. Y él entró donde ella estaba, y he aquí Sísara yacía muerto con la
estaca por la sien.
23Así abatió Dios aquel día a
Jabín, rey de Canaán, delante de los hijos de Israel. 24Y la mano
de los hijos de Israel fue endureciéndose más y más contra Jabín rey de Canaán,
hasta que lo destruyeron.
Cántico de Débora y de Barac
5
1Aquel día cantó Débora con Barac
hijo de Abinoam, diciendo:
2 Por haberse
puesto al frente los caudillos en Israel,
Por haberse ofrecido
voluntariamente el pueblo,
Load a Jehová.
3 Oíd, reyes;
escuchad, oh príncipes;
Yo cantaré a Jehová,
Cantaré salmos a Jehová, el
Dios de Israel.
4 Cuando
saliste de Seir, oh Jehová,
Cuando te marchaste de los
campos de Edom,
La tierra tembló, y los cielos
destilaron,
Y las nubes gotearon aguas.
5 Los montes
temblaron delante de Jehová,
Aquel Sinaí, delante de Jehová
Dios de Israel.a
6 En los días
de Samgar hijo de Anat,
En los días de Jael, quedaron
abandonados los caminos,
Y los que andaban por las sendas
se apartaban por senderos torcidos.
7 Las aldeas
quedaron abandonadas en Israel, habían decaído,
Hasta que yo Débora me
levanté,
Me levanté como madre en
Israel.
8 Cuando
escogían nuevos dioses,
La guerra estaba a las
puertas;
¿Se veía escudo o lanza
Entre cuarenta mil en Israel?
9 Mi corazón
es para vosotros, jefes de Israel,
Para los que voluntariamente
os ofrecisteis entre el pueblo.
Load a Jehová.
10 Vosotros
los que cabalgáis en asnas blancas,
Los que presidís en juicio,
Y vosotros los que viajáis,
hablad.
11 Lejos del
ruido de los arqueros, en los abrevaderos,
Allí repetirán los triunfos de
Jehová,
Los triunfos de sus aldeas en
Israel;
Entonces marchará hacia las
puertas el pueblo de Jehová.
12 Despierta,
despierta, Débora;
Despierta, despierta, entona
cántico.
Levántate, Barac, y lleva tus
cautivos, hijo de Abinoam.
13 Entonces
marchó el resto de los nobles;
El pueblo de Jehová marchó por
él en contra de los poderosos.
14 De Efraín
vinieron los radicados en Amalec,
En pos de ti, Benjamín, entre
tus pueblos;
De Maquir descendieron
príncipes,
Y de Zabulón los que tenían
vara de mando.
15 Caudillos
también de Isacar fueron con Débora;
Y como Barac, también Isacar
Se precipitó a pie en el
valle.
Entre las familias de Rubén
Hubo grandes resoluciones del
corazón.
16 ¿Por qué te
quedaste entre los rediles,
Para oír los balidos de los
rebaños?
Entre las familias de Rubén
Hubo grandes propósitos del
corazón.
17 Galaad se
quedó al otro lado del Jordán;
Y Dan, ¿por qué se estuvo
junto a las naves?
Se mantuvo Aser a la ribera
del mar,
Y se quedó en sus puertos.
18 El pueblo
de Zabulón expuso su vida a la muerte,
Y Neftalí en las alturas del
campo.
19 Vinieron
reyes y pelearon;
Entonces pelearon los reyes de
Canaán,
En Taanac, junto a las aguas
de Meguido,
Mas no llevaron ganancia
alguna de dinero.
20 Desde los
cielos pelearon las estrellas;
Desde sus órbitas pelearon
contra Sísara.
21 Los barrió
el torrente de Cisón,
El antiguo torrente, el
torrente de Cisón.
Marcha, oh alma mía, con
poder.
22 Entonces
resonaron los cascos de los caballos
Por el galopar, por el galopar
de sus valientes.
23 Maldecid a
Meroz, dijo el ángel de Jehová;
Maldecid severamente a sus
moradores,
Porque no vinieron al socorro
de Jehová,
Al socorro de Jehová contra
los fuertes.
24 Bendita sea
entre las mujeres Jael,
Mujer de Heber ceneo;
Sobre las mujeres bendita sea
en la tienda.
25 El pidió
agua, y ella le dio leche;
En tazón de nobles le presentó
crema.
26 Tendió su
mano a la estaca,
Y su diestra al mazo de
trabajadores,
Y golpeó a Sísara; hirió su
cabeza,
Y le horadó, y atravesó sus
sienes.
27 Cayó
encorvado entre sus pies, quedó tendido;
Entre sus pies cayó encorvado;
Donde se encorvó, allí cayó
muerto.
28 La madre de
Sísara se asoma a la ventana,
Y por entre las celosías a
voces dice:
¿Por qué tarda su carro en
venir?
¿Por qué las ruedas de sus
carros se detienen?
29 Las más
avisadas de sus damas le respondían,
Y aun ella se respondía a sí
misma:
30 ¿No han
hallado botín, y lo están repartiendo?
A cada uno una doncella, o
dos;
Las vestiduras de colores para
Sísara,
Las vestiduras bordadas de
colores;
La ropa de color bordada de
ambos lados, para los jefes de los que tomaron el botín.
31 Así
perezcan todos tus enemigos, oh Jehová;
Mas los que te aman, sean como
el sol cuando sale en su fuerza.
Y la tierra reposó cuarenta años.[2]
Job 35
35
1Prosiguió Eliú en su razonamiento, y dijo:
2 ¿Piensas
que es cosa recta lo que has dicho:
Más justo soy yo que Dios?
3 Porque
dijiste: ¿Qué ventaja sacaré de ello?
¿O qué provecho tendré de no
haber pecado?
4 Yo te
responderé razones,
Y a tus compañeros contigo.
5 Mira a los
cielos, y ve,
Y considera que las nubes son
más altas que tú.
6 Si pecares,
¿qué habrás logrado contra él?
Y si tus rebeliones se
multiplicaren, ¿qué le harás tú?
7 Si fueres
justo, ¿qué le darás a él?
¿O qué recibirá de tu mano?
8 Al hombre
como tú dañará tu impiedad,
Y al hijo de hombre
aprovechará tu justicia.a
9 A causa de
la multitud de las violencias claman,
Y se lamentan por el poderío
de los grandes.
10 Y ninguno
dice: ¿Dónde está Dios mi Hacedor,
Que da cánticos en la noche,
11 Que nos
enseña más que a las bestias de la tierra,
Y nos hace sabios más que a
las aves del cielo?
12 Allí
clamarán, y él no oirá,
Por la soberbia de los malos.
13 Ciertamente
Dios no oirá la vanidad,
Ni la mirará el Omnipotente.
14 ¿Cuánto
menos cuando dices que no haces caso de él?
La causa está delante de él;
por tanto, aguárdale.
15 Mas ahora,
porque en su ira no castiga,
Ni inquiere con rigor,
16 Por eso Job
abre su boca vanamente,
Y multiplica palabras sin
sabiduría.[3]
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 16.16-40). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 5.5: Ex. 19.18.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Jue 3.31-5.31). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 35.6–8: Job 22.2–3.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Job 34.37-35.16). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
5 Hch 16.
16-40 /
Jue 4-5 / Job 35
Hechos
16. 16-40
16Aconteció
que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía
espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. 17Esta,
siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos
del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. 18Y esto lo
hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al
espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en
aquella misma hora.
19Pero viendo sus amos que había
salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los
trajeron al foro, ante las autoridades; 20y presentándolos a los
magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad,
21y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos
romanos. 22Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados,
rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. 23Después de
haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los
guardase con seguridad. 24El cual, recibido este mandato, los
metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.
25Pero a medianoche, orando Pablo y
Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. 26Entonces
sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la
cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas
de todos se soltaron. 27Despertando el carcelero, y viendo
abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando
que los presos habían huido. 28Mas Pablo clamó a gran voz,
diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. 29El
entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies
de Pablo y de Silas; 30y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo
hacer para ser salvo? 31Ellos dijeron: Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. 32Y le hablaron la
palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33Y
él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en
seguida se bautizó él con todos los suyos. 34Y llevándolos a su
casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.
35Cuando fue de día, los
magistrados enviaron alguaciles a decir: Suelta a aquellos hombres. 36Y
el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han mandado a
decir que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos en paz. 37Pero
Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial,
siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan
encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos. 38Y
los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales
tuvieron miedo al oír que eran romanos. 39Y viniendo, les rogaron;
y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad. 40Entonces,
saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los
hermanos, los consolaron, y se fueron.[1]
Jueces
4-5
Débora y Barac derrotan a Sísara
4
1Después de la muerte de Aod, los
hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. 2Y
Jehová los vendió en mano de Jabín rey de Canaán, el cual reinó en Hazor; y el
capitán de su ejército se llamaba Sísara, el cual habitaba en Haroset-goim.
3Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, porque aquél tenía
novecientos carros herrados, y había oprimido con crueldad a los hijos de
Israel por veinte años.
4Gobernaba en aquel tiempo a Israel
una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; 5y acostumbraba
sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Bet-el, en el monte de Efraín;
y los hijos de Israel subían a ella a juicio. 6Y ella envió a
llamar a Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: ¿No te ha
mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte de
Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de
Zabulón; 7y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara,
capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en
tus manos? 8Barac le respondió: Si tú fueres conmigo, yo iré; pero
si no fueres conmigo, no iré. 9Ella dijo: Iré contigo; mas no será
tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá
Jehová a Sísara. Y levantándose Débora, fue con Barac a Cedes. 10Y
juntó Barac a Zabulón y a Neftalí en Cedes, y subió con diez mil hombres a su
mando; y Débora subió con él.
11Y Heber ceneo, de los hijos de
Hobab suegro de Moisés, se había apartado de los ceneos, y había plantado sus
tiendas en el valle de Zaanaim, que está junto a Cedes.
12Vinieron, pues, a Sísara las
nuevas de que Barac hijo de Abinoam había subido al monte de Tabor. 13Y
reunió Sísara todos sus carros, novecientos carros herrados, con todo el pueblo
que con él estaba, desde Haroset-goim hasta el arroyo de Cisón. 14Entonces
Débora dijo a Barac: Levántate, porque este es el día en que Jehová ha
entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti? Y Barac
descendió del monte de Tabor, y diez mil hombres en pos de él. 15Y
Jehová quebrantó a Sísara, a todos sus carros y a todo su ejército, a filo de
espada delante de Barac; y Sísara descendió del carro, y huyó a pie. 16Mas
Barac siguió los carros y el ejército hasta Haroset-goim, y todo el ejército de
Sísara cayó a filo de espada, hasta no quedar ni uno.
17Y Sísara huyó a pie a la tienda
de Jael mujer de Heber ceneo; porque había paz entre Jabín rey de Hazor y la
casa de Heber ceneo. 18Y saliendo Jael a recibir a Sísara, le dijo:
Ven, señor mío, ven a mí, no tengas temor. Y él vino a ella a la tienda, y ella
le cubrió con una manta. 19Y él le dijo: Te ruego me des de beber
un poco de agua, pues tengo sed. Y ella abrió un odre de leche y le dio de
beber, y le volvió a cubrir. 20Y él le dijo: Estate a la puerta de
la tienda; y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno?
tú responderás que no. 21Pero Jael mujer de Heber tomó una estaca
de la tienda, y poniendo un mazo en su mano, se le acercó calladamente y le
metió la estaca por las sienes, y la enclavó en la tierra, pues él estaba
cargado de sueño y cansado; y así murió. 22Y siguiendo Barac a
Sísara, Jael salió a recibirlo, y le dijo: Ven, y te mostraré al varón que tú
buscas. Y él entró donde ella estaba, y he aquí Sísara yacía muerto con la
estaca por la sien.
23Así abatió Dios aquel día a
Jabín, rey de Canaán, delante de los hijos de Israel. 24Y la mano
de los hijos de Israel fue endureciéndose más y más contra Jabín rey de Canaán,
hasta que lo destruyeron.
Cántico de Débora y de Barac
5
1Aquel día cantó Débora con Barac
hijo de Abinoam, diciendo:
2 Por haberse
puesto al frente los caudillos en Israel,
Por haberse ofrecido
voluntariamente el pueblo,
Load a Jehová.
3 Oíd, reyes;
escuchad, oh príncipes;
Yo cantaré a Jehová,
Cantaré salmos a Jehová, el
Dios de Israel.
4 Cuando
saliste de Seir, oh Jehová,
Cuando te marchaste de los
campos de Edom,
La tierra tembló, y los cielos
destilaron,
Y las nubes gotearon aguas.
5 Los montes
temblaron delante de Jehová,
Aquel Sinaí, delante de Jehová
Dios de Israel.a
6 En los días
de Samgar hijo de Anat,
En los días de Jael, quedaron
abandonados los caminos,
Y los que andaban por las sendas
se apartaban por senderos torcidos.
7 Las aldeas
quedaron abandonadas en Israel, habían decaído,
Hasta que yo Débora me
levanté,
Me levanté como madre en
Israel.
8 Cuando
escogían nuevos dioses,
La guerra estaba a las
puertas;
¿Se veía escudo o lanza
Entre cuarenta mil en Israel?
9 Mi corazón
es para vosotros, jefes de Israel,
Para los que voluntariamente
os ofrecisteis entre el pueblo.
Load a Jehová.
10 Vosotros
los que cabalgáis en asnas blancas,
Los que presidís en juicio,
Y vosotros los que viajáis,
hablad.
11 Lejos del
ruido de los arqueros, en los abrevaderos,
Allí repetirán los triunfos de
Jehová,
Los triunfos de sus aldeas en
Israel;
Entonces marchará hacia las
puertas el pueblo de Jehová.
12 Despierta,
despierta, Débora;
Despierta, despierta, entona
cántico.
Levántate, Barac, y lleva tus
cautivos, hijo de Abinoam.
13 Entonces
marchó el resto de los nobles;
El pueblo de Jehová marchó por
él en contra de los poderosos.
14 De Efraín
vinieron los radicados en Amalec,
En pos de ti, Benjamín, entre
tus pueblos;
De Maquir descendieron
príncipes,
Y de Zabulón los que tenían
vara de mando.
15 Caudillos
también de Isacar fueron con Débora;
Y como Barac, también Isacar
Se precipitó a pie en el
valle.
Entre las familias de Rubén
Hubo grandes resoluciones del
corazón.
16 ¿Por qué te
quedaste entre los rediles,
Para oír los balidos de los
rebaños?
Entre las familias de Rubén
Hubo grandes propósitos del
corazón.
17 Galaad se
quedó al otro lado del Jordán;
Y Dan, ¿por qué se estuvo
junto a las naves?
Se mantuvo Aser a la ribera
del mar,
Y se quedó en sus puertos.
18 El pueblo
de Zabulón expuso su vida a la muerte,
Y Neftalí en las alturas del
campo.
19 Vinieron
reyes y pelearon;
Entonces pelearon los reyes de
Canaán,
En Taanac, junto a las aguas
de Meguido,
Mas no llevaron ganancia
alguna de dinero.
20 Desde los
cielos pelearon las estrellas;
Desde sus órbitas pelearon
contra Sísara.
21 Los barrió
el torrente de Cisón,
El antiguo torrente, el
torrente de Cisón.
Marcha, oh alma mía, con
poder.
22 Entonces
resonaron los cascos de los caballos
Por el galopar, por el galopar
de sus valientes.
23 Maldecid a
Meroz, dijo el ángel de Jehová;
Maldecid severamente a sus
moradores,
Porque no vinieron al socorro
de Jehová,
Al socorro de Jehová contra
los fuertes.
24 Bendita sea
entre las mujeres Jael,
Mujer de Heber ceneo;
Sobre las mujeres bendita sea
en la tienda.
25 El pidió
agua, y ella le dio leche;
En tazón de nobles le presentó
crema.
26 Tendió su
mano a la estaca,
Y su diestra al mazo de
trabajadores,
Y golpeó a Sísara; hirió su
cabeza,
Y le horadó, y atravesó sus
sienes.
27 Cayó
encorvado entre sus pies, quedó tendido;
Entre sus pies cayó encorvado;
Donde se encorvó, allí cayó
muerto.
28 La madre de
Sísara se asoma a la ventana,
Y por entre las celosías a
voces dice:
¿Por qué tarda su carro en
venir?
¿Por qué las ruedas de sus
carros se detienen?
29 Las más
avisadas de sus damas le respondían,
Y aun ella se respondía a sí
misma:
30 ¿No han
hallado botín, y lo están repartiendo?
A cada uno una doncella, o
dos;
Las vestiduras de colores para
Sísara,
Las vestiduras bordadas de
colores;
La ropa de color bordada de
ambos lados, para los jefes de los que tomaron el botín.
31 Así
perezcan todos tus enemigos, oh Jehová;
Mas los que te aman, sean como
el sol cuando sale en su fuerza.
Y la tierra reposó cuarenta años.[2]
Job 35
35
1Prosiguió Eliú en su razonamiento, y dijo:
2 ¿Piensas
que es cosa recta lo que has dicho:
Más justo soy yo que Dios?
3 Porque
dijiste: ¿Qué ventaja sacaré de ello?
¿O qué provecho tendré de no
haber pecado?
4 Yo te
responderé razones,
Y a tus compañeros contigo.
5 Mira a los
cielos, y ve,
Y considera que las nubes son
más altas que tú.
6 Si pecares,
¿qué habrás logrado contra él?
Y si tus rebeliones se
multiplicaren, ¿qué le harás tú?
7 Si fueres
justo, ¿qué le darás a él?
¿O qué recibirá de tu mano?
8 Al hombre
como tú dañará tu impiedad,
Y al hijo de hombre
aprovechará tu justicia.a
9 A causa de
la multitud de las violencias claman,
Y se lamentan por el poderío
de los grandes.
10 Y ninguno
dice: ¿Dónde está Dios mi Hacedor,
Que da cánticos en la noche,
11 Que nos
enseña más que a las bestias de la tierra,
Y nos hace sabios más que a
las aves del cielo?
12 Allí
clamarán, y él no oirá,
Por la soberbia de los malos.
13 Ciertamente
Dios no oirá la vanidad,
Ni la mirará el Omnipotente.
14 ¿Cuánto
menos cuando dices que no haces caso de él?
La causa está delante de él;
por tanto, aguárdale.
15 Mas ahora,
porque en su ira no castiga,
Ni inquiere con rigor,
16 Por eso Job
abre su boca vanamente,
Y multiplica palabras sin
sabiduría.[3]
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 16.16-40). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 5.5: Ex. 19.18.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Jue 3.31-5.31). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 35.6–8: Job 22.2–3.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Job 34.37-35.16). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
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