¡Cómo confiar en Dios!
¡Por Su Palabra!
Por Riqui Ricón*
Entonces el SEÑOR le dijo a Gedeón: «Tienes
demasiados guerreros contigo. Si dejo que todos ustedes peleen contra los
madianitas, los israelitas se jactarán ante mí de que se salvaron con su propia
fuerza. Por lo tanto, dile al pueblo: “A todo aquel que le falte valentía o que
tenga miedo, que abandone este monte* y se vaya a su casa”». Así que veintidós
mil de ellos se fueron a su casa, y quedaron sólo diez mil dispuestos a pelear (Jue 7.2-3 Nueva Traducción Viviente NTV).
Este pasaje
de las escrituras es sumamente esclarecedor del tipo de vida que Dios quiere que
tú vivas. ¡Una Vida de fe! ¡Una Vida sin miedo! ¡Una Vida que vale la pena
vivir!
Tenemos aquí al pueblo de Israel padeciendo pobreza
y esclavitud, atormentados por sus enemigos, porque, una vez más, se olvidaron
de Dios y se apartaron de Su Palabra. Sin embargo, Dios decide seguir amándoles
y extenderles Su Misericordia, una vez más.
Entonces el ángel del SEÑOR se le apareció y le dijo:
—¡Guerrero valiente, el SEÑOR está contigo! —Señor —respondió Gedeón—, si el
SEÑOR está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos
los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El
SEÑOR nos sacó de Egipto”? Pero ahora el SEÑOR nos ha abandonado y nos entregó
en manos de los madianitas. Entonces el SEÑOR lo miró y le dijo: —Ve tú con la
fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía!
(Jue
6.12-14 NTV).
A pesar de que el Pueblo de Israel invalido el
Pacto, Dios los sigue amando y envía a Gedeón como Juez y Libertador. Sin
embargo, Él no quiere que los israelitas, ni Gedeón mismo, lleguen a creer que
se salvaron con su propia fuerza y habilidad.
Así dice
el SEÑOR: «¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya
en su propia fuerza y aparta su corazón del SEÑOR! Será como una zarza en el
desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del
desierto, en tierras de sal, donde nadie habita (Jer
17.5-6 NVI).
¿Por qué es esto así? ¿Por qué Dios no quiere que
el hombre confíe en sí mismo? ¿Será que Dios sufre delirios de grandeza y no
quiere que nadie más se lleve el crédito? ¿Será que Su naturaleza es tan
acomplejada que tiene necesidad de sentirse apreciado y alabado?
¡De ninguna manera! ¡Él es Dios, el Todopoderoso!
¡Él es el creador del cielo y de la tierra; creador de todo lo visible y lo
invisible! ¡Él no es afectado por nada ni por nadie!
Levanta
tus ojos a los cielos y mira las nubes en lo alto. Si pecas, ¿en qué afecta eso
a Dios? Incluso si pecas una y otra vez, ¿qué efecto tendrá sobre él? Si eres
bueno, ¿es algún gran regalo para él? ¿Qué podrías darle tú? No, tus pecados
afectan únicamente a personas como tú, y tus buenas acciones afectan sólo a
seres humanos (Job
35.5-8 NTV).
La respuesta correcta es que Dios desea que tú
confíes en Él, que pongas todo tu corazón y tu confianza en Su Palabra, que a
pesar de lo terrible que puedan ser tus circunstancias y de lo que puedas
percibir de la dura realidad, Dios desea
que tú puedas creer en Él, creyendo Su Palabra.
Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).
¡Por la Palabra de Dios tú
puedes ser la persona más feliz de la tierra!
Dios sabe perfectamente bien (y te lo ha revelado
en Su Palabra), que el secreto de la dicha y la felicidad del ser humano está
en confiar en Él. Al fin y al cabo Él es Dios, y si Dios está contigo, ¿quién
podrá mantenerse en contra tuya? ¡Nadie!
¿Qué,
pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Ro 8.31).
Recuerda siempre que fue precisamente el desconfiar
de la Palabra de Dios lo que provocó este caos de mundo en el cual estás
viviendo:
Pero
la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios
había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de
todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del
fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del
árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le
tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer:
No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán
abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y
vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos,
y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y
dio también a su marido, el cual comió así como ella (Gen 3.1-6).
Desde que Satanás engañó a Eva, el dilema de la
relación del ser humano con Dios sigue siendo el mismo: ”¿será Dios digno de confianza? Porque Él dice que
no coma del fruto de este árbol pues si lo como moriré, PERO este bicho (la
serpiente) dice otra cosa; él también habla, él también tiene palabras y dice
que no moriré, que no es verdad lo que Dios dice. ¿Quién de los dos dirá la
Verdad? ¿A cuál de los dos le voy a creer?”
Tú sabes cómo terminó la historia, le creyeron a
Satanás y el pecado, que es la incredulidad a la Palabra de Dios, entró al
mundo y con él, la muerte y la esclavitud que el miedo a la muerte produce.
Cuando el
día comenzó a refrescar, oyeron el hombre y la mujer que Dios andaba
recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para
que Dios no los viera. Pero Dios el SEÑOR llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás?
El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque
estoy desnudo. Por eso me escondí (Gen
3.8-10 NVI).
Se puede decir que desde ese momento hasta el día
de hoy (aunque si lo piensas bien, la verdad es que desde siempre), la relación
con Dios ha de basarse en la confianza, esto es, en la fe.
De hecho,
sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe
creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad (He 11.6
NTV).
¡Fe es creerle a Dios! Fe es tener la certeza,
estar plenamente convencido, que lo que Dios dice ES VERDAD. Fe es creer que
Dios es confiable, que tiene Palabra de Honor, pues si Él lo dijo, entonces Él
lo hará, si Dios lo habló, entonces Él lo ejecutará.
Dios no es
un hombre, por lo tanto no miente. Él no es humano, por lo tanto no cambia de
parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir? (Num 23.19 NTV).
La fe es el aroma, es el aire que se respira en el
Reino de Dios y produce confianza y paz. Por otro lado, el miedo es el aroma
que se respira en el mundo caído, regido por Satanás, que produce desconfianza,
temor y angustia.
Y
vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la
cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el
lagar, para esconderlo de los madianitas (Jue 6.11).
El miedo y el temor te pueden afectar tanto que
comiences a desesperar, como Gedeón quien se encontraba sacudiendo el trigo
dentro de un lagar, lo cual es un acto de desesperación pues dentro del lagar
no hay viento alguno que se pueda llevar la hojarasca para dejar el grano
limpio. ¡Sacudir el trigo en un lagar es una pérdida de tiempo puesto que la
hojarasca y el grano vuelven a quedar juntos en el mismo lugar!
Entonces
el ángel del SEÑOR se le apareció y le dijo: —¡Guerrero valiente, el SEÑOR está
contigo! —Señor —respondió Gedeón—, si el SEÑOR está con nosotros, ¿por qué nos
sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros
antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El SEÑOR nos sacó de Egipto”? Pero ahora el
SEÑOR nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas. Entonces el
SEÑOR lo miró y le dijo: —Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de
los madianitas. ¡Yo soy quien te envía! —Pero, SEÑOR —respondió Gedeón—, ¿cómo
podré yo rescatar a Israel? ¡Mi clan es el más débil de toda la tribu de
Manasés, y yo soy el de menor importancia en mi familia! El SEÑOR le dijo: —Yo
estaré contigo, y destruirás a los madianitas como si estuvieras luchando contra
un solo hombre (Jue
6.12-16 NTV).
Aunque Gedeón se consideraba a sí mismo totalmente incapaz
para hacer frente a los madianitas, Dios no lo veía así. ¿Por qué? Porque Dios
es el primero en vivir por fe y actuar por fe. ¡Él llama las cosas que no son
como si ya fueran!
Este día, sin importar la gravedad o tamaño de los
problemas, enfermedades o retos que estés enfrentando, tú puedes confiar en
Dios. Puedes confiar en Su Amor, pues Él te ama tanto que prefirió entregar a
Su propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él (Jn 3.
16-17).
Puedes confiar en la Palabra de Dios con la cual Él
te ha hecho un(a) Hijo(a) legítimo(a).
MIREN
CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de
Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la
mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1
BAD).
Puedes confiar en que de todo problema, angustia o
enfermedad tú saldrás más que vencedor(a) por medio de Su Amor.
Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro
8.37).
Al comenzar esta reflexión declaré que Dios no es
afectado por nada ni nadie, sin embargo, al parecer esto no es así, la Verdad
es que Dios se ve afectado por Su Amor por ti.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy sé con toda certeza que
yo, _________ (tu nombre aquí), vivo a Tu amparo, Altísimo
Dios, y encuentro descanso a Tu sombra, pues Tú eres el Todopoderoso. Creo y declaro
que sólo Tú, Señor, eres mi refugio, mi lugar seguro; Tú eres mi Dios y en Ti yo
confío. Tú me rescatarás de toda trampa y me protegerás de enfermedades
mortales. Con Tus plumas me cubrirás y con Tus alas me darás refugio. Padre, tus
fieles promesas son mi armadura y mi protección. No tendré miedo de los
terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día. No temeré a la
enfermedad que acecha en la oscuridad, ni a la catástrofe que estalla al
mediodía. Aunque caigan mil a mi lado, aunque mueran diez mil a mi alrededor,
esos males no me tocarán. Simplemente abriré mis ojos y miraré cómo los
perversos reciben su merecido. Porque yo te he hecho a Ti, SEÑOR, mi refugio y
a Ti, Altísimo, mi resguardo, por eso, ningún mal me conquistará; ninguna plaga
se acercará a mi hogar. Pues Tú, Dios, ordenarás a Tus ángeles que me protejan
por donde quiera que vaya. Me sostendrán con sus manos para que ni siquiera me
lastimes el pie con una piedra. Por Ti, Señor Jesús, pisotearé leones y cobras;
¡aplastaré feroces leones y serpientes bajo mis pies! Tú me rescatarás porque
yo te amo. Tú me protegerás porque yo en Ti confío. Cuando Te llame, Tú me
responderás; estarás conmigo en medio de las dificultades. Me rescatarás y me honrarás.
Me recompensarás con una larga vida y me darás Tu salvación. En el nombre de
Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y
Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de
Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del
pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora
es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas
recomendaciones:
1.
Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate
un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él.
Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
2.
Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La
Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla.
¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el
programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas
correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A
Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el
programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
3.
En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una
iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las
Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2020
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
7 Hch 17.
16-34 /
Jue 7-8 / Job 37
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
7 Hch 17.
16-34 /
Jue 7-8 / Job 37
Hechos
17. 1-15
Pablo en Atenas
16Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se
enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. 17Así que
discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con
los que concurrían. 18Y algunos filósofos de los epicúreos y de
los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este
palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les
predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. 19Y
tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva
enseñanza de que hablas? 20Pues traes a nuestros oídos cosas
extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. 21(Porque
todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se
interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.)
22Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo:
Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; 23porque
pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba
esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin
conocerle, es a quien yo os anuncio. 24El Dios que hizo el mundo y
todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita
en templos hechos por manos humanas, 25ni es honrado por manos de
hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento
y todas las cosas.a 26Y de una sangre ha hecho todo
el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y
les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación;
27para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan
hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. 28Porque
en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también
han dicho: Porque linaje suyo somos. 29Siendo, pues, linaje de
Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o
piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. 30Pero
Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a
todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31por cuanto
ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón
a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
32Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos,
unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez.
33Y así Pablo salió de en medio de ellos. 34Mas algunos
creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita,
una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos. [1]
Jueces
7-8
Gedeón derrota a los madianitas
7
1Levantándose, pues, de mañana Jerobaal, el cual es Gedeón, y
todo el pueblo que estaba con él, acamparon junto a la fuente de Harod; y tenía
el campamento de los madianitas al norte, más allá del collado de More, en el
valle.
2Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho
para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel
contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. 3Ahora, pues, haz
pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y
devuélvasea desde el monte de Galaad. Y se devolvieron de
los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil.
4Y Jehová dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a
las aguas, y allí te los probaré; y del que yo te diga: Vaya éste contigo, irá
contigo; mas de cualquiera que yo te diga: Este no vaya contigo, el tal no
irá. 5Entonces llevó el pueblo a las aguas; y Jehová dijo a
Gedeón: Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a
aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas
para beber. 6Y fue el número de los que lamieron llevando el agua
con la mano a su boca, trescientos hombres; y todo el resto del pueblo se dobló
sobre sus rodillas para beber las aguas. 7Entonces Jehová dijo a
Gedeón: Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré, y
entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno
a su lugar. 8Y habiendo tomado provisiones para el pueblo, y sus
trompetas, envió a todos los israelitas cada uno a su tienda, y retuvo a
aquellos trescientos hombres; y tenía el campamento de Madián abajo en el
valle.
9Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y
desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus manos. 10Y
si tienes temor de descender, baja tú con Fura tu criado al campamento,
11y oirás lo que hablan; y entonces tus manos se esforzarán, y
descenderás al campamento. Y él descendió con Fura su criado hasta los puestos
avanzados de la gente armada que estaba en el campamento. 12Y los
madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos en el valle
como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que
está a la ribera del mar en multitud. 13Cuando llegó Gedeón, he
aquí que un hombre estaba contando a su compañero un sueño, diciendo: He aquí
yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de
Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó, y la trastornó
de arriba abajo, y la tienda cayó. 14Y su compañero respondió y
dijo: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de
Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento.
15Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación,
adoró; y vuelto al campamento de Israel, dijo: Levantaos, porque Jehová ha
entregado el campamento de Madián en vuestras manos. 16Y
repartiendo los trescientos hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos
trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los
cántaros. 17Y les dijo: Miradme a mí, y haced como hago yo; he
aquí que cuando yo llegue al extremo del campamento, haréis vosotros como hago
yo. 18Yo tocaré la trompeta, y todos los que estarán conmigo; y
vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de todo el campamento, y
diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón! 19Llegaron, pues, Gedeón y los
cien hombres que llevaba consigo, al extremo del campamento, al principio de la
guardia de la medianoche, cuando acababan de renovar los centinelas; y tocaron
las trompetas, y quebraron los cántaros que llevaban en sus manos. 20Y
los tres escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en
la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y
gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de Gedeón! 21Y se estuvieron
firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento; entonces todo el
ejército echó a correr dando gritos y huyendo. 22Y los trescientos
tocaban las trompetas; y Jehová puso la espada de cada uno contra su compañero
en todo el campamento. Y el ejército huyó hasta Bet-sita, en dirección de
Zerera, y hasta la frontera de Abel-mehola en Tabat. 23Y
juntándose los de Israel, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, siguieron a
los madianitas.
24Gedeón también envió mensajeros por todo el monte de Efraín,
diciendo: Descended al encuentro de los madianitas, y tomad los vados de
Bet-bara y del Jordán antes que ellos lleguen. Y juntos todos los hombres de
Efraín, tomaron los vados de Bet-bara y del Jordán. 25Y tomaron a
dos príncipes de los madianitas, Oreb y Zeeb; y mataron a Oreb en la peña de
Oreb, y a Zeeb lo mataron en el lagar de Zeeb; y después que siguieron a los
madianitas, trajeron las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón al otro lado del
Jordán.
Gedeón captura a los reyes de Madián
8
1Pero los hombres de Efraín le dijeron: ¿Qué es esto que has
hecho con nosotros, no llamándonos cuando ibas a la guerra contra Madián? Y le
reconvinieron fuertemente. 2A los cuales él respondió: ¿Qué he
hecho yo ahora comparado con vosotros? ¿No es el rebusco de Efraín mejor que la
vendimia de Abiezer? 3Dios ha entregado en vuestras manos a Oreb y
a Zeeb, príncipes de Madián; ¿y qué he podido yo hacer comparado con vosotros?
Entonces el enojo de ellos contra él se aplacó, luego que él habló esta palabra.
4Y vino Gedeón al Jordán, y pasó él y los trescientos hombres
que traía consigo, cansados, mas todavía persiguiendo. 5Y dijo a
los de Sucot: Yo os ruego que deis a la gente que me sigue algunos bocados de
pan; porque están cansados, y yo persigo a Zeba y Zalmuna, reyes de Madián.
6Y los principales de Sucot respondieron: ¿Están ya Zeba y Zalmuna en tu
mano, para que demos pan a tu ejército? 7Y Gedeón dijo: Cuando
Jehová haya entregado en mi mano a Zeba y a Zalmuna, yo trillaré vuestra carne
con espinos y abrojos del desierto. 8De allí subió a Peniel, y les
dijo las mismas palabras. Y los de Peniel le respondieron como habían
respondido los de Sucot. 9Y él habló también a los de Peniel,
diciendo: Cuando yo vuelva en paz, derribaré esta torre.
10Y Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y con ellos su ejército
como de quince mil hombres, todos los que habían quedado de todo el ejército de
los hijos del oriente; pues habían caído ciento veinte mil hombres que sacaban
espada. 11Subiendo, pues, Gedeón por el camino de los que
habitaban en tiendas al oriente de Noba y de Jogbeha, atacó el campamento,
porque el ejército no estaba en guardia. 12Y huyendo Zeba y
Zalmuna, él los siguió; y prendió a los dos reyes de Madián, Zeba y Zalmuna, y
llenó de espanto a todo el ejército.
13Entonces Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla antes que
el sol subiese, 14y tomó a un joven de los hombres de Sucot, y le
preguntó; y él le dio por escrito los nombres de los principales y de los
ancianos de Sucot, setenta y siete varones. 15Y entrando a los
hombres de Sucot, dijo: He aquí a Zeba y a Zalmuna, acerca de los cuales me
zaheristeis, diciendo: ¿Están ya en tu mano Zeba y Zalmuna, para que demos
nosotros pan a tus hombres cansados? 16Y tomó a los ancianos de la
ciudad, y espinos y abrojos del desierto, y castigó con ellos a los de Sucot.
17Asimismo derribó la torre de Peniel, y mató a los de la ciudad.
18Luego dijo a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué aspecto tenían aquellos
hombres que matasteis en Tabor? Y ellos respondieron: Como tú, así eran ellos;
cada uno parecía hijo de rey. 19Y él dijo: Mis hermanos eran,
hijos de mi madre. ¡Vive Jehová, que si les hubierais conservado la vida, yo no
os mataría! 20Y dijo a Jeter su primogénito: Levántate, y mátalos.
Pero el joven no desenvainó su espada, porque tenía temor, pues era aún
muchacho. 21Entonces dijeron Zeba y Zalmuna: Levántate tú, y
mátanos; porque como es el varón, tal es su valentía. Y Gedeón se levantó, y
mató a Zeba y a Zalmuna; y tomó los adornos de lunetas que sus camellos traían
al cuello.
22Y los israelitas dijeron a Gedeón: Sé nuestro señor, tú, y
tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado de mano de Madián. 23Mas
Gedeón respondió: No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová
señoreará sobre vosotros. 24Y les dijo Gedeón: Quiero haceros una
petición; que cada uno me dé los zarcillos de su botín (pues traían zarcillos
de oro, porque eran ismaelitas). 25Ellos respondieron: De buena
gana te los daremos. Y tendiendo un manto, echó allí cada uno los zarcillos de
su botín. 26Y fue el peso de los zarcillos de oro que él pidió,
mil setecientos siclos de oro, sin las planchas y joyeles y vestidos de púrpura
que traían los reyes de Madián, y sin los collares que traían sus camellos al
cuello. 27Y Gedeón hizo de ellos un efod, el cual hizo guardar en
su ciudad de Ofra; y todo Israel se prostituyó tras de ese efod en aquel lugar;
y fue tropezadero a Gedeón y a su casa. 28Así fue subyugado Madián
delante de los hijos de Israel, y nunca más volvió a levantar cabeza. Y reposó
la tierra cuarenta años en los días de Gedeón.
29Luego Jerobaal hijo de Joás fue y habitó en su casa. 30Y
tuvo Gedeón setenta hijos que constituyeron su descendencia, porque tuvo muchas
mujeres. 31También su concubina que estaba en Siquem le dio un
hijo, y le puso por nombre Abimelec. 32Y murió Gedeón hijo de Joás
en buena vejez, y fue sepultado en el sepulcro de su padre Joás, en Ofra de los
abiezeritas.
33Pero aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel
volvieron a prostituirse yendo tras los baales, y escogieron por dios a
Baal-berit. 34Y no se acordaron los hijos de Israel de Jehová su
Dios, que los había librado de todos sus enemigos en derredor; 35ni
se mostraron agradecidos con la casa de Jerobaal, el cual es Gedeón, conforme a
todo el bien que él había hecho a Israel. [2]
Job 37
37
1 Por
eso también se estremece mi corazón,
Y salta de su lugar.
2 Oíd
atentamente el estrépito de su voz,
Y el sonido que sale de su boca.
3 Debajo
de todos los cielos lo dirige,
Y su luz hasta los fines de la
tierra.
4 Después
de ella brama el sonido,
Truena él con voz majestuosa;
Y aunque sea oída su voz, no los
detiene.
5 Truena
Dios maravillosamente con su voz;
El hace grandes cosas, que
nosotros no entendemos.
6 Porque
a la nieve dice: Desciende a la tierra;
También a la llovizna, y a los
aguaceros torrenciales.
7 Así
hace retirarse a todo hombre,
Para que los hombres todos
reconozcan su obra.
8 Las
bestias entran en su escondrijo,
Y se están en sus moradas.
9 Del
sur viene el torbellino,
Y el frío de los vientos del
norte.
10 Por
el soplo de Dios se da el hielo,
Y las anchas aguas se congelan.
11 Regando
también llega a disipar la densa nube,
Y con su luz esparce la niebla.
12 Asimismo
por sus designios se revuelven las nubes en derredor,
Para hacer sobre la faz del
mundo,
En la tierra, lo que él les
mande.
13 Unas
veces por azote, otras por causa de su tierra,
Otras por misericordia las hará
venir.
14 Escucha
esto, Job;
Detente, y considera las
maravillas de Dios.
15 ¿Sabes
tú cómo Dios las pone en concierto,
Y hace resplandecer la luz de su
nube?
16 ¿Has
conocido tú las diferencias de las nubes,
Las maravillas del Perfecto en sabiduría?
17 ¿Por
qué están calientes tus vestidos
Cuando él sosiega la tierra con
el viento del sur?
18 ¿Extendiste
tú con él los cielos,
Firmes como un espejo fundido?
19 Muéstranos
qué le hemos de decir;
Porque nosotros no podemos
ordenar las ideas a causa de las tinieblas.
20 ¿Será
preciso contarle cuando yo hablare?
Por más que el hombre razone,
quedará como abismado.
21 Mas
ahora ya no se puede mirar la luz esplendente en los cielos,
Luego que pasa el viento y los
limpia,
22 Viniendo
de la parte del norte la dorada claridad.
En Dios hay una majestad
terrible.
23 El
es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder;
Y en juicio y en multitud de
justicia no afligirá.
24 Lo
temerán por tanto los hombres;
El no estima a ninguno que cree
en su propio corazón ser sabio. [3]
a a 17.24–25: Is. 42.5.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Hch
17.15-34
a a 7.3: Dt. 20.8.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Jue
6.40-8.35
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Job
36.33-37.24
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
7 Hch 17.
16-34 /
Jue 7-8 / Job 37
Hechos
17. 1-15
Pablo en Atenas
16Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se
enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. 17Así que
discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con
los que concurrían. 18Y algunos filósofos de los epicúreos y de
los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este
palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les
predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. 19Y
tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva
enseñanza de que hablas? 20Pues traes a nuestros oídos cosas
extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. 21(Porque
todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se
interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.)
22Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo:
Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; 23porque
pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba
esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin
conocerle, es a quien yo os anuncio. 24El Dios que hizo el mundo y
todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita
en templos hechos por manos humanas, 25ni es honrado por manos de
hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento
y todas las cosas.a 26Y de una sangre ha hecho todo
el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y
les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación;
27para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan
hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. 28Porque
en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también
han dicho: Porque linaje suyo somos. 29Siendo, pues, linaje de
Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o
piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. 30Pero
Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a
todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31por cuanto
ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón
a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
32Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos,
unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez.
33Y así Pablo salió de en medio de ellos. 34Mas algunos
creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita,
una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos. [1]
Jueces
7-8
Gedeón derrota a los madianitas
7
1Levantándose, pues, de mañana Jerobaal, el cual es Gedeón, y
todo el pueblo que estaba con él, acamparon junto a la fuente de Harod; y tenía
el campamento de los madianitas al norte, más allá del collado de More, en el
valle.
2Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho
para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel
contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. 3Ahora, pues, haz
pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y
devuélvasea desde el monte de Galaad. Y se devolvieron de
los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil.
4Y Jehová dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a
las aguas, y allí te los probaré; y del que yo te diga: Vaya éste contigo, irá
contigo; mas de cualquiera que yo te diga: Este no vaya contigo, el tal no
irá. 5Entonces llevó el pueblo a las aguas; y Jehová dijo a
Gedeón: Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a
aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas
para beber. 6Y fue el número de los que lamieron llevando el agua
con la mano a su boca, trescientos hombres; y todo el resto del pueblo se dobló
sobre sus rodillas para beber las aguas. 7Entonces Jehová dijo a
Gedeón: Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré, y
entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno
a su lugar. 8Y habiendo tomado provisiones para el pueblo, y sus
trompetas, envió a todos los israelitas cada uno a su tienda, y retuvo a
aquellos trescientos hombres; y tenía el campamento de Madián abajo en el
valle.
9Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y
desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus manos. 10Y
si tienes temor de descender, baja tú con Fura tu criado al campamento,
11y oirás lo que hablan; y entonces tus manos se esforzarán, y
descenderás al campamento. Y él descendió con Fura su criado hasta los puestos
avanzados de la gente armada que estaba en el campamento. 12Y los
madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos en el valle
como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que
está a la ribera del mar en multitud. 13Cuando llegó Gedeón, he
aquí que un hombre estaba contando a su compañero un sueño, diciendo: He aquí
yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de
Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó, y la trastornó
de arriba abajo, y la tienda cayó. 14Y su compañero respondió y
dijo: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de
Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento.
15Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación,
adoró; y vuelto al campamento de Israel, dijo: Levantaos, porque Jehová ha
entregado el campamento de Madián en vuestras manos. 16Y
repartiendo los trescientos hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos
trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los
cántaros. 17Y les dijo: Miradme a mí, y haced como hago yo; he
aquí que cuando yo llegue al extremo del campamento, haréis vosotros como hago
yo. 18Yo tocaré la trompeta, y todos los que estarán conmigo; y
vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de todo el campamento, y
diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón! 19Llegaron, pues, Gedeón y los
cien hombres que llevaba consigo, al extremo del campamento, al principio de la
guardia de la medianoche, cuando acababan de renovar los centinelas; y tocaron
las trompetas, y quebraron los cántaros que llevaban en sus manos. 20Y
los tres escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en
la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y
gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de Gedeón! 21Y se estuvieron
firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento; entonces todo el
ejército echó a correr dando gritos y huyendo. 22Y los trescientos
tocaban las trompetas; y Jehová puso la espada de cada uno contra su compañero
en todo el campamento. Y el ejército huyó hasta Bet-sita, en dirección de
Zerera, y hasta la frontera de Abel-mehola en Tabat. 23Y
juntándose los de Israel, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, siguieron a
los madianitas.
24Gedeón también envió mensajeros por todo el monte de Efraín,
diciendo: Descended al encuentro de los madianitas, y tomad los vados de
Bet-bara y del Jordán antes que ellos lleguen. Y juntos todos los hombres de
Efraín, tomaron los vados de Bet-bara y del Jordán. 25Y tomaron a
dos príncipes de los madianitas, Oreb y Zeeb; y mataron a Oreb en la peña de
Oreb, y a Zeeb lo mataron en el lagar de Zeeb; y después que siguieron a los
madianitas, trajeron las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón al otro lado del
Jordán.
Gedeón captura a los reyes de Madián
8
1Pero los hombres de Efraín le dijeron: ¿Qué es esto que has
hecho con nosotros, no llamándonos cuando ibas a la guerra contra Madián? Y le
reconvinieron fuertemente. 2A los cuales él respondió: ¿Qué he
hecho yo ahora comparado con vosotros? ¿No es el rebusco de Efraín mejor que la
vendimia de Abiezer? 3Dios ha entregado en vuestras manos a Oreb y
a Zeeb, príncipes de Madián; ¿y qué he podido yo hacer comparado con vosotros?
Entonces el enojo de ellos contra él se aplacó, luego que él habló esta palabra.
4Y vino Gedeón al Jordán, y pasó él y los trescientos hombres
que traía consigo, cansados, mas todavía persiguiendo. 5Y dijo a
los de Sucot: Yo os ruego que deis a la gente que me sigue algunos bocados de
pan; porque están cansados, y yo persigo a Zeba y Zalmuna, reyes de Madián.
6Y los principales de Sucot respondieron: ¿Están ya Zeba y Zalmuna en tu
mano, para que demos pan a tu ejército? 7Y Gedeón dijo: Cuando
Jehová haya entregado en mi mano a Zeba y a Zalmuna, yo trillaré vuestra carne
con espinos y abrojos del desierto. 8De allí subió a Peniel, y les
dijo las mismas palabras. Y los de Peniel le respondieron como habían
respondido los de Sucot. 9Y él habló también a los de Peniel,
diciendo: Cuando yo vuelva en paz, derribaré esta torre.
10Y Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y con ellos su ejército
como de quince mil hombres, todos los que habían quedado de todo el ejército de
los hijos del oriente; pues habían caído ciento veinte mil hombres que sacaban
espada. 11Subiendo, pues, Gedeón por el camino de los que
habitaban en tiendas al oriente de Noba y de Jogbeha, atacó el campamento,
porque el ejército no estaba en guardia. 12Y huyendo Zeba y
Zalmuna, él los siguió; y prendió a los dos reyes de Madián, Zeba y Zalmuna, y
llenó de espanto a todo el ejército.
13Entonces Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla antes que
el sol subiese, 14y tomó a un joven de los hombres de Sucot, y le
preguntó; y él le dio por escrito los nombres de los principales y de los
ancianos de Sucot, setenta y siete varones. 15Y entrando a los
hombres de Sucot, dijo: He aquí a Zeba y a Zalmuna, acerca de los cuales me
zaheristeis, diciendo: ¿Están ya en tu mano Zeba y Zalmuna, para que demos
nosotros pan a tus hombres cansados? 16Y tomó a los ancianos de la
ciudad, y espinos y abrojos del desierto, y castigó con ellos a los de Sucot.
17Asimismo derribó la torre de Peniel, y mató a los de la ciudad.
18Luego dijo a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué aspecto tenían aquellos
hombres que matasteis en Tabor? Y ellos respondieron: Como tú, así eran ellos;
cada uno parecía hijo de rey. 19Y él dijo: Mis hermanos eran,
hijos de mi madre. ¡Vive Jehová, que si les hubierais conservado la vida, yo no
os mataría! 20Y dijo a Jeter su primogénito: Levántate, y mátalos.
Pero el joven no desenvainó su espada, porque tenía temor, pues era aún
muchacho. 21Entonces dijeron Zeba y Zalmuna: Levántate tú, y
mátanos; porque como es el varón, tal es su valentía. Y Gedeón se levantó, y
mató a Zeba y a Zalmuna; y tomó los adornos de lunetas que sus camellos traían
al cuello.
22Y los israelitas dijeron a Gedeón: Sé nuestro señor, tú, y
tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado de mano de Madián. 23Mas
Gedeón respondió: No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová
señoreará sobre vosotros. 24Y les dijo Gedeón: Quiero haceros una
petición; que cada uno me dé los zarcillos de su botín (pues traían zarcillos
de oro, porque eran ismaelitas). 25Ellos respondieron: De buena
gana te los daremos. Y tendiendo un manto, echó allí cada uno los zarcillos de
su botín. 26Y fue el peso de los zarcillos de oro que él pidió,
mil setecientos siclos de oro, sin las planchas y joyeles y vestidos de púrpura
que traían los reyes de Madián, y sin los collares que traían sus camellos al
cuello. 27Y Gedeón hizo de ellos un efod, el cual hizo guardar en
su ciudad de Ofra; y todo Israel se prostituyó tras de ese efod en aquel lugar;
y fue tropezadero a Gedeón y a su casa. 28Así fue subyugado Madián
delante de los hijos de Israel, y nunca más volvió a levantar cabeza. Y reposó
la tierra cuarenta años en los días de Gedeón.
29Luego Jerobaal hijo de Joás fue y habitó en su casa. 30Y
tuvo Gedeón setenta hijos que constituyeron su descendencia, porque tuvo muchas
mujeres. 31También su concubina que estaba en Siquem le dio un
hijo, y le puso por nombre Abimelec. 32Y murió Gedeón hijo de Joás
en buena vejez, y fue sepultado en el sepulcro de su padre Joás, en Ofra de los
abiezeritas.
33Pero aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel
volvieron a prostituirse yendo tras los baales, y escogieron por dios a
Baal-berit. 34Y no se acordaron los hijos de Israel de Jehová su
Dios, que los había librado de todos sus enemigos en derredor; 35ni
se mostraron agradecidos con la casa de Jerobaal, el cual es Gedeón, conforme a
todo el bien que él había hecho a Israel. [2]
Job 37
37
1 Por
eso también se estremece mi corazón,
Y salta de su lugar.
2 Oíd
atentamente el estrépito de su voz,
Y el sonido que sale de su boca.
3 Debajo
de todos los cielos lo dirige,
Y su luz hasta los fines de la
tierra.
4 Después
de ella brama el sonido,
Truena él con voz majestuosa;
Y aunque sea oída su voz, no los
detiene.
5 Truena
Dios maravillosamente con su voz;
El hace grandes cosas, que
nosotros no entendemos.
6 Porque
a la nieve dice: Desciende a la tierra;
También a la llovizna, y a los
aguaceros torrenciales.
7 Así
hace retirarse a todo hombre,
Para que los hombres todos
reconozcan su obra.
8 Las
bestias entran en su escondrijo,
Y se están en sus moradas.
9 Del
sur viene el torbellino,
Y el frío de los vientos del
norte.
10 Por
el soplo de Dios se da el hielo,
Y las anchas aguas se congelan.
11 Regando
también llega a disipar la densa nube,
Y con su luz esparce la niebla.
12 Asimismo
por sus designios se revuelven las nubes en derredor,
Para hacer sobre la faz del
mundo,
En la tierra, lo que él les
mande.
13 Unas
veces por azote, otras por causa de su tierra,
Otras por misericordia las hará
venir.
14 Escucha
esto, Job;
Detente, y considera las
maravillas de Dios.
15 ¿Sabes
tú cómo Dios las pone en concierto,
Y hace resplandecer la luz de su
nube?
16 ¿Has
conocido tú las diferencias de las nubes,
Las maravillas del Perfecto en sabiduría?
17 ¿Por
qué están calientes tus vestidos
Cuando él sosiega la tierra con
el viento del sur?
18 ¿Extendiste
tú con él los cielos,
Firmes como un espejo fundido?
19 Muéstranos
qué le hemos de decir;
Porque nosotros no podemos
ordenar las ideas a causa de las tinieblas.
20 ¿Será
preciso contarle cuando yo hablare?
Por más que el hombre razone,
quedará como abismado.
21 Mas
ahora ya no se puede mirar la luz esplendente en los cielos,
Luego que pasa el viento y los
limpia,
22 Viniendo
de la parte del norte la dorada claridad.
En Dios hay una majestad
terrible.
23 El
es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder;
Y en juicio y en multitud de
justicia no afligirá.
24 Lo
temerán por tanto los hombres;
El no estima a ninguno que cree
en su propio corazón ser sabio. [3]
a a 17.24–25: Is. 42.5.
[1] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Hch
17.15-34
a a 7.3: Dt. 20.8.
[2] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Jue
6.40-8.35
[3] Reina
Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Job
36.33-37.24
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