¡Cómo evitas el fracaso!
¡Con tu Amigo el Espíritu Santo!
Por Riqui Ricón*
Y el Espíritu de Jehová
vino sobre Jefté (Jue 11.29a).
Ya en la
época de los jueces, en el Antiguo Testamento, hace más de 1500 años, el Espíritu
de Dios, el Espíritu Santo, se manifestaba en la vida de las personas trayendo
cambios drásticos y asombrosos en la personalidad de aquellos sobre los que
venía.
Puedes
ver que cuando faraón escuchó a José interpretar su sueño y la recomendación
que hacía exclamó: ¿Acaso
hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? (Gen 41. 38)
Con Saúl, Sansón, Jefté, Balam,
José y cientos de ellos, el Espíritu Santo realizó en sus personas cambios maravillosos
para que estos pudieran realizar obras extraordinarias para Dios.
Lamentablemente, esos cambios en
su personalidad no siempre fueron permanentes: Jefté terminó por sacrificar a
su propia hija y hacer un efod de oro detrás del cual se prostituyó Israel;
Sansón rindió su fuerza ante una mujer filistea llamada Dalila; Saúl
desobedeció para morir a manos de sus enemigos; Balam sucumbió ante la codicia
por los regalos de los moabitas.
¿Cómo puedes tú evitar sendos
fracasos como estos?
Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después
de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos,
les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le
dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo (Hch 19. 1-2).
¡Qué diferente es ahora tu situación bajo el Nuevo
Pacto! Una de las cosas que Dios estableció que haría en ti por medio de la
Sangre de Jesús, que es la Sangre del Nuevo Pacto, fue que pondría dentro de ti Su Espíritu Santo.
No es que vendría sobre ti con el riesgo de poder alejarlo de tu vida como les
sucedió a muchos bajo el Antiguo Pacto.
»Se
acerca el día —dice el SEÑOR—, en que haré un nuevo pacto con el pueblo de
Israel y de Judá. Este pacto no será como el que hice con sus antepasados
cuando los tomé de la mano y los saqué de la tierra de Egipto. Ellos rompieron
ese pacto, a pesar de que los amé como un hombre ama a su esposa», dice el
SEÑOR. «Pero este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel en ese día
—dice el SEÑOR—. Pondré mis instrucciones en lo más profundo de ellos y las
escribiré en su corazón. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no habrá
necesidad de enseñar a sus vecinos ni habrá necesidad de enseñar a sus
parientes diciendo: “Deberías conocer al SEÑOR”. Pues todos ya me conocerán,
desde el más pequeño hasta el más grande —dice el SEÑOR—. Perdonaré sus
maldades y nunca más me acordaré de sus pecados» (Jer
31.31-34 NTV).
Ahora, por la muerte y resurrección de Jesús, todos
tus pecados fueron pagados, la justicia está satisfecha y tú has sido hecho(a)
justo(a). Por el gran Amor con que Dios te ha amado, Él ya perdonó todos tus
pecados, pasados, presentes y futuros, para así, hacerte espíritu totalmente
nuevo, darte un nuevo corazón, poner al Espíritu santo dentro de ti y contigo;
y de esta manera, y por todo esto, hacer de ti un(a) auténtico(a) y legítimo(a)
Hijo de Dios.
Les daré
un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese
terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo.* Pondré mi
Espíritu en ustedes para que sigan mis decretos y se aseguren de obedecer mis
ordenanzas (Eze 36.26-27 NTV).
De acuerdo a lo que enseña la Biblia, ¡El Espíritu
Santo llegó a tu vida para quedarse!
Dado que Jesús sabía perfectamente bien acerca de
nuestra naturaleza caída, que tú y yo estábamos vendidos al pecado como
esclavos y destinados a la muerte eterna y sin posibilidad alguna si acaso Él
no intervenía, entonces decidió pagar con Su propia Vida, y así cumplir con la
justicia de Dios.
Todo aquel que cree que Jesús
es el Cristo, es nacido de Dios (1 Jn 5. 1a).
Con el propósito de comprarte para sí, tú moriste
con Él y entonces te hizo de nuevo, dotándote de una nueva naturaleza. Te hizo
una nueva especie de Ser que no existía antes. Pues al darte Su propio
Espíritu, el Espíritu Santo, te hizo un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P 1.23).
Mirad cuál amor nos ha dado el
Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos
conoce, porque no le conoció a él (1 Jn 3.1).
Tú, amado(a), que has creído en Cristo Jesús y le
has recibido como Señor y Salvador de tu vida has nacido de Dios. Eres llamado(a)
por Dios: Hijo(a). Y has Nacido de Nuevo no de una simiente corruptible sino de
la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para
siempre.
Respondió Jesús y le
dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede
ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre
nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su
madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que
el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es (Jn 3.
3-6).
Sólo alguien concebido por el espíritu Santo como
Nueva Creatura puede ver y entrar al reino de Dios. ¡Ese alguien eres tú!
El problema que enfrenta la iglesia es que aún hay
cristianos que se encuentran en la misma condición que los discípulos de Efeso,
que no saben que el Espíritu Santo ya les ha sido otorgado por Dios como las
arras, como el sello y la garantía, de la Nueva Naturaleza en Cristo Jesús que
Él había prometido como el Nuevo Pacto.
pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de
la tierra (Hch 1.8).
Por el Amor que Dios siente por ti y por la obra
redentora de Jesucristo, hoy el Espíritu Santo está en ti y contigo como tu
ayudador y mejor amigo.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, te agradezco el gran Amor
con que me has amado y en este día declaro que sí recibo ese sello de garantía sobre
mi Nueva Naturaleza que eres Tú, Espíritu Santo. Yo soy nacido(a) del Espíritu.
Soy espíritu creado de nuevo para ser Tu Hijo(a). ¡Gracias Señor! Tú en mí y yo
en Ti. ¡Gracias Jesús por lo que hiciste por mí en esa cruz! Gracias por morir
y resucitar para darme esta Nueva Vida lleno(a) del Espíritu Santo. Ahora sé
que todo lo puedo y que, efectivamente, en todas las cosas soy más que vencedor(a)
por medio de Ti, Señor Jesús. Nada ni nadie me pueden hacer frente todos los
días de mi vida pues Tú, Espíritu Santo, estás conmigo, y si Tú estás conmigo,
¿quién contra mí? Por lo tanto, creo, declaro y recibo mi victoria. ¡Soy
sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo! En el nombre de Jesús. ¡Amen!
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2012
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y
Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de
Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del
pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora
es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas
recomendaciones:
1.
Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate
un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él.
Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
2.
Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La
Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla.
¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el
programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas
correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A
Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el
programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
3.
En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una
iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las
Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2020
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
9 Hch 19.
1-22 /
Jue 10.1-11.33 / Job 39
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
9 Hch 19.
1-22 /
Jue 10.1-11.33 / Job 39
Hechos
19.1-22
Pablo en Efeso
19
1Aconteció que entre tanto que
Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores,
vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, 2les dijo:
¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni
siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. 3Entonces dijo: ¿En
qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. 4Dijo
Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que
creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.a
5Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
6Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu
Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. 7Eran por todos unos
doce hombres.
8Y entrando Pablo en la sinagoga,
habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca
del reino de Dios. 9Pero endureciéndose algunos y no creyendo,
maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó
a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno.
10Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que
habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.
11Y hacía Dios milagros
extraordinarios por mano de Pablo, 12de tal manera que aun se
llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades
se iban de ellos, y los espíritus malos salían. 13Pero algunos de
los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús
sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que
predica Pablo. 14Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe
de los sacerdotes, que hacían esto. 15Pero respondiendo el
espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros,
¿quiénes sois? 16Y el hombre en quien estaba el espíritu malo,
saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que
huyeron de aquella casa desnudos y heridos. 17Y esto fue notorio a
todos los que habitaban en Efeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor
todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús. 18Y
muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus
hechos. 19Asimismo muchos de los que habían practicado la magia
trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su
precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata. 20Así
crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor.
21Pasadas estas cosas, Pablo se
propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya,
diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma.
22Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto,
él se quedó por algún tiempo en Asia.[1]
Jueces
10.1-11.33
Tola y Jair juzgan a Israel
10
1Después de Abimelec, se levantó
para librar a Israel Tola hijo de Fúa, hijo de Dodo, varón de Isacar, el cual
habitaba en Samir en el monte de Efraín. 2Y juzgó a Israel veintitrés
años; y murió, y fue sepultado en Samir.
3Tras él se levantó Jair galaadita,
el cual juzgó a Israel veintidós años. 4Este tuvo treinta hijos,
que cabalgaban sobre treinta asnos; y tenían treinta ciudades, que se llaman
las ciudades de Jair hasta hoy, las cuales están en la tierra de Galaad.
5Y murió Jair, y fue sepultado en Camón.
Jefté liberta a Israel de los amonitas
6Pero los hijos de Israel volvieron
a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales y a Astarot,
a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los
dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos; y dejaron a
Jehová, y no le sirvieron. 7Y se encendió la ira de Jehová contra
Israel, y los entregó en mano de los filisteos, y en mano de los hijos de
Amón; 8los cuales oprimieron y quebrantaron a los hijos de Israel
en aquel tiempo dieciocho años, a todos los hijos de Israel que estaban al otro
lado del Jordán en la tierra del amorreo, que está en Galaad. 9Y
los hijos de Amón pasaron el Jordán para hacer también guerra contra Judá y
contra Benjamín y la casa de Efraín, y fue afligido Israel en gran manera.
10Entonces los hijos de Israel
clamaron a Jehová, diciendo: Nosotros hemos pecado contra ti; porque hemos
dejado a nuestro Dios, y servido a los baales. 11Y Jehová
respondió a los hijos de Israel: ¿No habéis sido oprimidos de Egipto, de los
amorreos, de los amonitas, de los filisteos, 12de los de Sidón, de
Amalec y de Maón, y clamando a mí no os libré de sus manos? 13Mas
vosotros me habéis dejado, y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no
os libraré más. 14Andad y clamad a los dioses que os habéis
elegido; que os libren ellos en el tiempo de vuestra aflicción. 15Y
los hijos de Israel respondieron a Jehová: Hemos pecado; haz tú con nosotros
como bien te parezca; sólo te rogamos que nos libres en este día. 16Y
quitaron de entre sí los dioses ajenos, y sirvieron a Jehová; y él fue
angustiado a causa de la aflicción de Israel.
17Entonces se juntaron los hijos de
Amón, y acamparon en Galaad; se juntaron asimismo los hijos de Israel, y
acamparon en Mizpa. 18Y los príncipes y el pueblo de Galaad
dijeron el uno al otro: ¿Quién comenzará la batalla contra los hijos de Amón?
Será caudillo sobre todos los que habitan en Galaad.
11
1Jefté galaadita era esforzado y
valeroso; era hijo de una mujer ramera, y el padre de Jefté era Galaad. 2Pero
la mujer de Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a
Jefté, diciéndole: No heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo
de otra mujer. 3Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y habitó en
tierra de Tob; y se juntaron con él hombres ociosos, los cuales salían con él.
4Aconteció andando el tiempo, que
los hijos de Amón hicieron guerra contra Israel. 5Y cuando los
hijos de Amón hicieron guerra contra Israel, los ancianos de Galaad fueron a
traer a Jefté de la tierra de Tob; 6y dijeron a Jefté: Ven, y
serás nuestro jefe, para que peleemos contra los hijos de Amón. 7Jefté
respondió a los ancianos de Galaad: ¿No me aborrecisteis vosotros, y me
echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué, pues, venís ahora a mí cuando
estáis en aflicción? 8Y los ancianos de Galaad respondieron a
Jefté: Por esta misma causa volvemos ahora a ti, para que vengas con nosotros y
pelees contra los hijos de Amón, y seas caudillo de todos los que moramos en
Galaad. 9Jefté entonces dijo a los ancianos de Galaad: Si me
hacéis volver para que pelee contra los hijos de Amón, y Jehová los entregare
delante de mí, ¿seré yo vuestro caudillo? 10Y los ancianos de
Galaad respondieron a Jefté: Jehová sea testigo entre nosotros, si no
hiciéremos como tú dices. 11Entonces Jefté vino con los ancianos
de Galaad, y el pueblo lo eligió por su caudillo y jefe; y Jefté habló todas
sus palabras delante de Jehová en Mizpa.
12Y envió Jefté mensajeros al rey
de los amonitas, diciendo: ¿Qué tienes tú conmigo, que has venido a mí para
hacer guerra contra mi tierra? 13El rey de los amonitas respondió
a los mensajeros de Jefté: Por cuanto Israel tomó mi tierra, cuando subió de
Egipto, desde Arnón hasta Jaboc y el Jordán; ahora, pues, devuélvela en paz.
14Y Jefté volvió a enviar otros mensajeros al rey de los amonitas,
15para decirle: Jefté ha dicho así: Israel no tomó tierra de Moab, ni
tierra de los hijos de Amón. 16Porque cuando Israel subió de
Egipto, anduvo por el desierto hasta el Mar Rojo, y llegó a Cades. 17Entonces
Israel envió mensajeros al rey de Edom, diciendo: Yo te ruego que me dejes
pasar por tu tierra; pero el rey de Edom no los escuchó.a Envió
también al rey de Moab, el cual tampoco quiso; se quedó, por tanto, Israel en
Cades. 18Después, yendo por el desierto, rodeó la tierra de Edomb
y la tierra de Moab, y viniendo por el lado oriental de la tierra de Moab,
acampó al otro lado de Arnón, y no entró en territorio de Moab; porque Arnón es
territorio de Moab. 19Y envió Israel mensajeros a Sehón rey de los
amorreos, rey de Hesbón, diciéndole: Te ruego que me dejes pasar por tu tierra
hasta mi lugar. 20Mas Sehón no se fio de Israel para darle paso
por su territorio, sino que reuniendo Sehón toda su gente, acampó en Jahaza, y
peleó contra Israel. 21Pero Jehová Dios de Israel entregó a Sehón
y a todo su pueblo en mano de Israel, y los derrotó; y se apoderó Israel de
toda la tierra de los amorreos que habitaban en aquel país. 22Se
apoderaron también de todo el territorio del amorreo desde Arnón hasta Jaboc, y
desde el desierto hasta el Jordán.c 23Así que, lo
que Jehová Dios de Israel desposeyó al amorreo delante de su pueblo Israel,
¿pretendes tú apoderarte de él? 24Lo que te hiciere poseer Quemos
tu dios, ¿no lo poseerías tú? Así, todo lo que desposeyó Jehová nuestro Dios
delante de nosotros, nosotros lo poseeremos. 25¿Eres tú ahora
mejor en algo que Balac hijo de Zipor, rey de Moab?d ¿Tuvo él
cuestión contra Israel, o hizo guerra contra ellos? 26Cuando
Israel ha estado habitando por trescientos años a Hesbón y sus aldeas, a Aroer
y sus aldeas, y todas las ciudades que están en el territorio de Arnón, ¿por
qué no las habéis recobrado en ese tiempo? 27Así que, yo nada he
pecado contra ti, mas tú haces mal conmigo peleando contra mí. Jehová, que es
el juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón. 28Mas
el rey de los hijos de Amón no atendió a las razones que Jefté le envió.
29Y el Espíritu de Jehová vino
sobre Jefté; y pasó por Galaad y Manasés, y de allí pasó a Mizpa de Galaad, y
de Mizpa de Galaad pasó a los hijos de Amón. 30Y Jefté hizo voto a
Jehová, diciendo: Si entregares a los amonitas en mis manos, 31cualquiera
que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de
los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto. 32Y fue
Jefté hacia los hijos de Amón para pelear contra ellos; y Jehová los entregó en
su mano. 33Y desde Aroer hasta llegar a Minit, veinte ciudades, y
hasta la vega de las viñas, los derrotó con muy grande estrago. Así fueron
sometidos los amonitas por los hijos de Israel.[2]
Job 39
39
1 ¿Sabes tú
el tiempo en que paren las cabras monteses?
¿O miraste tú las ciervas
cuando están pariendo?
2 ¿Contaste
tú los meses de su preñez,
Y sabes el tiempo cuando han
de parir?
3 Se encorvan,
hacen salir sus hijos,
Pasan sus dolores.
4 Sus hijos
se fortalecen, crecen con el pasto;
Salen, y no vuelven a ellas.
5 ¿Quién echó
libre al asno montés,
Y quién soltó sus ataduras?
6 Al cual yo
puse casa en la soledad,
Y sus moradas en lugares
estériles.
7 Se burla de
la multitud de la ciudad;
No oye las voces del arriero.
8 Lo oculto
de los montes es su pasto,
Y anda buscando toda cosa
verde.
9 ¿Querrá el
búfalo servirte a ti,
O quedar en tu pesebre?
10 ¿Atarás tú
al búfalo con coyunda para el surco?
¿Labrará los valles en pos de
ti?
11 ¿Confiarás
tú en él, por ser grande su fuerza,
Y le fiarás tu labor?
12 ¿Fiarás de
él para que recoja tu semilla,
Y la junte en tu era?
13 ¿Diste tú
hermosas alas al pavo real,
O alas y plumas al avestruz?
14 El cual
desampara en la tierra sus huevos,
Y sobre el polvo los calienta,
15 Y olvida
que el pie los puede pisar,
Y que puede quebrarlos la
bestia del campo.
16 Se endurece
para con sus hijos, como si no fuesen suyos,
No temiendo que su trabajo
haya sido en vano;
17 Porque le
privó Dios de sabiduría,
Y no le dio inteligencia.
18 Luego que se
levanta en alto,
Se burla del caballo y de su
jinete.
19 ¿Diste tú
al caballo la fuerza?
¿Vestiste tú su cuello de
crines ondulantes?
20 ¿Le
intimidarás tú como a langosta?
El resoplido de su nariz es
formidable.
21 Escarba la
tierra, se alegra en su fuerza,
Sale al encuentro de las
armas;
22 Hace burla
del espanto, y no teme,
Ni vuelve el rostro delante de
la espada.
23 Contra él
suenan la aljaba,
El hierro de la lanza y de la
jabalina;
24 Y él con
ímpetu y furor escarba la tierra,
Sin importarle el sonido de la
trompeta;
25 Antes como
que dice entre los clarines: ¡Ea!
Y desde lejos huele la
batalla,
El grito de los capitanes, y
el vocerío.
26 ¿Vuela el gavilán
por tu sabiduría,
Y extiende hacia el sur sus
alas?
27 ¿Se remonta
el águila por tu mandamiento,
Y pone en alto su nido?
28 Ella habita
y mora en la peña,
En la cumbre del peñasco y de
la roca.
29 Desde allí
acecha la presa;
Sus ojos observan de muy
lejos.
30 Sus
polluelos chupan la sangre;
Y donde hubiere cadáveres,
allí está ella.[3]
a a 19.4: Mt. 3.11; Mr. 1.4, 7–8; Mr. 1.4,
7–8, Lc. 3.4, 16; Jn. 1.26–27.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 18.28-19.22). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 11.17: Nm. 20.14–21.
b b 11.18: Nm. 21.4.
c c 11.19–22: Nm. 21.21–24.
d d 11.25: Nm. 22.1–6.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Jue 9.57-11.33). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Job 38.41-39.30). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
9 Hch 19.
1-22 /
Jue 10.1-11.33 / Job 39
Hechos
19.1-22
Pablo en Efeso
19
1Aconteció que entre tanto que
Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores,
vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, 2les dijo:
¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni
siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. 3Entonces dijo: ¿En
qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. 4Dijo
Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que
creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.a
5Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
6Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu
Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. 7Eran por todos unos
doce hombres.
8Y entrando Pablo en la sinagoga,
habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca
del reino de Dios. 9Pero endureciéndose algunos y no creyendo,
maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó
a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno.
10Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que
habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.
11Y hacía Dios milagros
extraordinarios por mano de Pablo, 12de tal manera que aun se
llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades
se iban de ellos, y los espíritus malos salían. 13Pero algunos de
los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús
sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que
predica Pablo. 14Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe
de los sacerdotes, que hacían esto. 15Pero respondiendo el
espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros,
¿quiénes sois? 16Y el hombre en quien estaba el espíritu malo,
saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que
huyeron de aquella casa desnudos y heridos. 17Y esto fue notorio a
todos los que habitaban en Efeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor
todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús. 18Y
muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus
hechos. 19Asimismo muchos de los que habían practicado la magia
trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su
precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata. 20Así
crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor.
21Pasadas estas cosas, Pablo se
propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya,
diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma.
22Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto,
él se quedó por algún tiempo en Asia.[1]
Jueces
10.1-11.33
Tola y Jair juzgan a Israel
10
1Después de Abimelec, se levantó
para librar a Israel Tola hijo de Fúa, hijo de Dodo, varón de Isacar, el cual
habitaba en Samir en el monte de Efraín. 2Y juzgó a Israel veintitrés
años; y murió, y fue sepultado en Samir.
3Tras él se levantó Jair galaadita,
el cual juzgó a Israel veintidós años. 4Este tuvo treinta hijos,
que cabalgaban sobre treinta asnos; y tenían treinta ciudades, que se llaman
las ciudades de Jair hasta hoy, las cuales están en la tierra de Galaad.
5Y murió Jair, y fue sepultado en Camón.
Jefté liberta a Israel de los amonitas
6Pero los hijos de Israel volvieron
a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales y a Astarot,
a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los
dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos; y dejaron a
Jehová, y no le sirvieron. 7Y se encendió la ira de Jehová contra
Israel, y los entregó en mano de los filisteos, y en mano de los hijos de
Amón; 8los cuales oprimieron y quebrantaron a los hijos de Israel
en aquel tiempo dieciocho años, a todos los hijos de Israel que estaban al otro
lado del Jordán en la tierra del amorreo, que está en Galaad. 9Y
los hijos de Amón pasaron el Jordán para hacer también guerra contra Judá y
contra Benjamín y la casa de Efraín, y fue afligido Israel en gran manera.
10Entonces los hijos de Israel
clamaron a Jehová, diciendo: Nosotros hemos pecado contra ti; porque hemos
dejado a nuestro Dios, y servido a los baales. 11Y Jehová
respondió a los hijos de Israel: ¿No habéis sido oprimidos de Egipto, de los
amorreos, de los amonitas, de los filisteos, 12de los de Sidón, de
Amalec y de Maón, y clamando a mí no os libré de sus manos? 13Mas
vosotros me habéis dejado, y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no
os libraré más. 14Andad y clamad a los dioses que os habéis
elegido; que os libren ellos en el tiempo de vuestra aflicción. 15Y
los hijos de Israel respondieron a Jehová: Hemos pecado; haz tú con nosotros
como bien te parezca; sólo te rogamos que nos libres en este día. 16Y
quitaron de entre sí los dioses ajenos, y sirvieron a Jehová; y él fue
angustiado a causa de la aflicción de Israel.
17Entonces se juntaron los hijos de
Amón, y acamparon en Galaad; se juntaron asimismo los hijos de Israel, y
acamparon en Mizpa. 18Y los príncipes y el pueblo de Galaad
dijeron el uno al otro: ¿Quién comenzará la batalla contra los hijos de Amón?
Será caudillo sobre todos los que habitan en Galaad.
11
1Jefté galaadita era esforzado y
valeroso; era hijo de una mujer ramera, y el padre de Jefté era Galaad. 2Pero
la mujer de Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a
Jefté, diciéndole: No heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo
de otra mujer. 3Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y habitó en
tierra de Tob; y se juntaron con él hombres ociosos, los cuales salían con él.
4Aconteció andando el tiempo, que
los hijos de Amón hicieron guerra contra Israel. 5Y cuando los
hijos de Amón hicieron guerra contra Israel, los ancianos de Galaad fueron a
traer a Jefté de la tierra de Tob; 6y dijeron a Jefté: Ven, y
serás nuestro jefe, para que peleemos contra los hijos de Amón. 7Jefté
respondió a los ancianos de Galaad: ¿No me aborrecisteis vosotros, y me
echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué, pues, venís ahora a mí cuando
estáis en aflicción? 8Y los ancianos de Galaad respondieron a
Jefté: Por esta misma causa volvemos ahora a ti, para que vengas con nosotros y
pelees contra los hijos de Amón, y seas caudillo de todos los que moramos en
Galaad. 9Jefté entonces dijo a los ancianos de Galaad: Si me
hacéis volver para que pelee contra los hijos de Amón, y Jehová los entregare
delante de mí, ¿seré yo vuestro caudillo? 10Y los ancianos de
Galaad respondieron a Jefté: Jehová sea testigo entre nosotros, si no
hiciéremos como tú dices. 11Entonces Jefté vino con los ancianos
de Galaad, y el pueblo lo eligió por su caudillo y jefe; y Jefté habló todas
sus palabras delante de Jehová en Mizpa.
12Y envió Jefté mensajeros al rey
de los amonitas, diciendo: ¿Qué tienes tú conmigo, que has venido a mí para
hacer guerra contra mi tierra? 13El rey de los amonitas respondió
a los mensajeros de Jefté: Por cuanto Israel tomó mi tierra, cuando subió de
Egipto, desde Arnón hasta Jaboc y el Jordán; ahora, pues, devuélvela en paz.
14Y Jefté volvió a enviar otros mensajeros al rey de los amonitas,
15para decirle: Jefté ha dicho así: Israel no tomó tierra de Moab, ni
tierra de los hijos de Amón. 16Porque cuando Israel subió de
Egipto, anduvo por el desierto hasta el Mar Rojo, y llegó a Cades. 17Entonces
Israel envió mensajeros al rey de Edom, diciendo: Yo te ruego que me dejes
pasar por tu tierra; pero el rey de Edom no los escuchó.a Envió
también al rey de Moab, el cual tampoco quiso; se quedó, por tanto, Israel en
Cades. 18Después, yendo por el desierto, rodeó la tierra de Edomb
y la tierra de Moab, y viniendo por el lado oriental de la tierra de Moab,
acampó al otro lado de Arnón, y no entró en territorio de Moab; porque Arnón es
territorio de Moab. 19Y envió Israel mensajeros a Sehón rey de los
amorreos, rey de Hesbón, diciéndole: Te ruego que me dejes pasar por tu tierra
hasta mi lugar. 20Mas Sehón no se fio de Israel para darle paso
por su territorio, sino que reuniendo Sehón toda su gente, acampó en Jahaza, y
peleó contra Israel. 21Pero Jehová Dios de Israel entregó a Sehón
y a todo su pueblo en mano de Israel, y los derrotó; y se apoderó Israel de
toda la tierra de los amorreos que habitaban en aquel país. 22Se
apoderaron también de todo el territorio del amorreo desde Arnón hasta Jaboc, y
desde el desierto hasta el Jordán.c 23Así que, lo
que Jehová Dios de Israel desposeyó al amorreo delante de su pueblo Israel,
¿pretendes tú apoderarte de él? 24Lo que te hiciere poseer Quemos
tu dios, ¿no lo poseerías tú? Así, todo lo que desposeyó Jehová nuestro Dios
delante de nosotros, nosotros lo poseeremos. 25¿Eres tú ahora
mejor en algo que Balac hijo de Zipor, rey de Moab?d ¿Tuvo él
cuestión contra Israel, o hizo guerra contra ellos? 26Cuando
Israel ha estado habitando por trescientos años a Hesbón y sus aldeas, a Aroer
y sus aldeas, y todas las ciudades que están en el territorio de Arnón, ¿por
qué no las habéis recobrado en ese tiempo? 27Así que, yo nada he
pecado contra ti, mas tú haces mal conmigo peleando contra mí. Jehová, que es
el juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón. 28Mas
el rey de los hijos de Amón no atendió a las razones que Jefté le envió.
29Y el Espíritu de Jehová vino
sobre Jefté; y pasó por Galaad y Manasés, y de allí pasó a Mizpa de Galaad, y
de Mizpa de Galaad pasó a los hijos de Amón. 30Y Jefté hizo voto a
Jehová, diciendo: Si entregares a los amonitas en mis manos, 31cualquiera
que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de
los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto. 32Y fue
Jefté hacia los hijos de Amón para pelear contra ellos; y Jehová los entregó en
su mano. 33Y desde Aroer hasta llegar a Minit, veinte ciudades, y
hasta la vega de las viñas, los derrotó con muy grande estrago. Así fueron
sometidos los amonitas por los hijos de Israel.[2]
Job 39
39
1 ¿Sabes tú
el tiempo en que paren las cabras monteses?
¿O miraste tú las ciervas
cuando están pariendo?
2 ¿Contaste
tú los meses de su preñez,
Y sabes el tiempo cuando han
de parir?
3 Se encorvan,
hacen salir sus hijos,
Pasan sus dolores.
4 Sus hijos
se fortalecen, crecen con el pasto;
Salen, y no vuelven a ellas.
5 ¿Quién echó
libre al asno montés,
Y quién soltó sus ataduras?
6 Al cual yo
puse casa en la soledad,
Y sus moradas en lugares
estériles.
7 Se burla de
la multitud de la ciudad;
No oye las voces del arriero.
8 Lo oculto
de los montes es su pasto,
Y anda buscando toda cosa
verde.
9 ¿Querrá el
búfalo servirte a ti,
O quedar en tu pesebre?
10 ¿Atarás tú
al búfalo con coyunda para el surco?
¿Labrará los valles en pos de
ti?
11 ¿Confiarás
tú en él, por ser grande su fuerza,
Y le fiarás tu labor?
12 ¿Fiarás de
él para que recoja tu semilla,
Y la junte en tu era?
13 ¿Diste tú
hermosas alas al pavo real,
O alas y plumas al avestruz?
14 El cual
desampara en la tierra sus huevos,
Y sobre el polvo los calienta,
15 Y olvida
que el pie los puede pisar,
Y que puede quebrarlos la
bestia del campo.
16 Se endurece
para con sus hijos, como si no fuesen suyos,
No temiendo que su trabajo
haya sido en vano;
17 Porque le
privó Dios de sabiduría,
Y no le dio inteligencia.
18 Luego que se
levanta en alto,
Se burla del caballo y de su
jinete.
19 ¿Diste tú
al caballo la fuerza?
¿Vestiste tú su cuello de
crines ondulantes?
20 ¿Le
intimidarás tú como a langosta?
El resoplido de su nariz es
formidable.
21 Escarba la
tierra, se alegra en su fuerza,
Sale al encuentro de las
armas;
22 Hace burla
del espanto, y no teme,
Ni vuelve el rostro delante de
la espada.
23 Contra él
suenan la aljaba,
El hierro de la lanza y de la
jabalina;
24 Y él con
ímpetu y furor escarba la tierra,
Sin importarle el sonido de la
trompeta;
25 Antes como
que dice entre los clarines: ¡Ea!
Y desde lejos huele la
batalla,
El grito de los capitanes, y
el vocerío.
26 ¿Vuela el gavilán
por tu sabiduría,
Y extiende hacia el sur sus
alas?
27 ¿Se remonta
el águila por tu mandamiento,
Y pone en alto su nido?
28 Ella habita
y mora en la peña,
En la cumbre del peñasco y de
la roca.
29 Desde allí
acecha la presa;
Sus ojos observan de muy
lejos.
30 Sus
polluelos chupan la sangre;
Y donde hubiere cadáveres,
allí está ella.[3]
a a 19.4: Mt. 3.11; Mr. 1.4, 7–8; Mr. 1.4,
7–8, Lc. 3.4, 16; Jn. 1.26–27.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 18.28-19.22). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
a a 11.17: Nm. 20.14–21.
b b 11.18: Nm. 21.4.
c c 11.19–22: Nm. 21.21–24.
d d 11.25: Nm. 22.1–6.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Jue 9.57-11.33). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Job 38.41-39.30). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
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