6 de Abril
¡En la Plenitud de Dios!
Por Riqui Ricón*
¡Quién diera que tuviesen tal corazón,
que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a
ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre! (Deu 5. 29).
¡Qué vehemencia y qué Amor hay en estas Palabras que Dios dice acerca de
Su pueblo! Y hoy como antaño, es muy
claro Su deseo de que utilices tu libertad para que te decidas a creerle a Él.
La voluntad expresa de Dios es que, hoy y siempre, decidas creer a Su
Palabra, la Biblia, para que a ti y a tus hijos les vaya bien para siempre.
Hace tiempo preguntaba a Dios ¿para qué son los mandamientos? ¿Para qué
la Palabra? ¿Para qué la Ley? Y Él me contestó con la simple dulzura de Su
Palabra: ¡Para que te vaya bien para siempre!
La Ley de Dios, los diez mandamientos, y la Biblia entera, son la guía,
el manual de operación, que te permitirá desarrollar UNA VIDA CON PROPÓSITO
aquí en la tierra. En la Palabra de Dios encontrarás una y otra vez, que es la
voluntad de tu Padre celestial, que te vaya bien para siempre, que poseas la
tierra y vivas largos días sobre de ella reinando como un(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo.
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.16-17).
No te confundas más, sin lugar a dudas tú eres amado(a) de Dios. Él te
ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus pecados,
antes que perderte a ti.
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que
seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos!
Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por
qué lo somos. Sí, amados míos, ahora somos hijos de Dios, y no podemos ni
siquiera imaginarnos lo que vamos a ser después. Pero de algo estamos ciertos:
que cuando El venga seremos semejantes a El, porque lo veremos tal como es. (1 Jn 3.1-2 BAD).
Ahora Dios mismo te llama Su Hijo(a), por esto es que enfrentas
problemas, pues el mundo, y su sistema, no te conocen, porque no le conoce a
Él.
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo
(Jn 16.33).
No obstante, cualesquiera sean los problemas que estás enfrentando el
día de hoy, tienes la Palabra de Dios quien te dice que puedes tener paz al
enfrentar todas tus dificultades si depositas toda tu confianza en Él, pues te
garantiza, con Su Palabra de Honor, que de todo problema, enfermedad o
circunstancia adversa, tú saldrás más que vencedor(a) por medio de Aquel que te
amó, Cristo Jesús (Ro 8.37).
Amado, yo deseo que tú seas prosperado
en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma (3 Jn 2).
Así que, ¡Eres el (la) amado(a) del Rey de reyes y Señor de señores! ¡El
Rey de la creación, el Todopoderoso Dios, te llama por tu nombre y te dice: Amado(a) yo deseo tu prosperidad, tu
salud y tu paz!
La Voluntad expresa de Dios para tu vida es TOTAL PLENITUD: esto es,
prosperidad en todas las cosas, que tengas salud, así como prospera tu alma
teniendo paz en tus emociones, sentimientos, voluntad y pensamientos.
Por medio de tu fe en Cristo Jesús, creyendo lo que dice la Biblia, que
es la Palabra de Dios, y no miente, ahora tienes TODO el derecho a vivir una
vida Plena de Amor, paz y gozo, donde no hay lugar para el temor, ni la
angustia, ni la ansiedad, ni el estrés, ni la culpabilidad, ni la condenación,
ni el odio, ni el resentimiento, ni el rencor, ni la duda, ni la depresión,
sino total y absolutos Amor, Paz y Gozo. ¡En medio de las aflicciones!
¡Cómo es posible esto!
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia
(Jn 10.10).
Satanás siempre intentará engañarte oponiéndose a la Verdad. Una y otra
vez te dirá que no tienes ese derecho, que no eres digno(a), que no lo mereces
porque tú has hecho esto y lo otro, que sigues siendo un(a) miserable
pecador(a), que no has cambiado ni cambiarás, que eres hipócrita y no sanarás y
mucho menos prosperarás, etc., etc.
Eso dice tu adversario, el diablo, pero ¿qué dice tu Padre?:
Someteos, pues, a Dios;
resistid al diablo, y huirá de vosotros (Stgo 4.7).
La respuesta de Dios a esos engaños, mentiras y artimañas del demonio es
sencilla: ¡Sométete a Dios! ¡Sométete a Su Palabra! Contéstale al diablo, en su
cara, que Dios dice en la Biblia que Él no envió a Su Hijo, Jesucristo, a tu
vida para condenarte sino para que recibas salvación, esto es, Amor, Paz y Gozo
(Jn 3.17).
Recuérdale que tienes derecho a una vida plena y abundante porque está
escrito en la Palabra de Dios que ya se pagó el precio por ella y tú ya no tienes
que pagar ningún precio.
Grítale que fue Jesús mismo quien, con su muerte y resurrección, te
justificó, santificó y perfeccionó para darte la Vida Eterna de un(a) Hijo(a)
de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Dile que todo esto no es por nada que tú hayas hecho o puedas hacer,
sino por lo que Jesús hizo al morir en la cruz y resucitar, venciendo a la
muerte; sólo por Amor a ti.
Te aseguro que Satanás y sus demonios saldrán huyendo lo más lejos de
ti.
Así que, de acuerdo a la Biblia, que es la Palabra de Dios (esa Palabra
que con tanta vehemencia Dios te pide que creas), tú has sido hecho(a) Hijo(a)
legítimo(a) de Dios por medio de Jesucristo.
Sin la más mínima duda, tú has Nacido de Nuevo, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P
1.23).
Esto, mi amado(a), es lo que la Biblia llama la Plenitud de Dios, de la
cual tomamos todos, y gracia sobre gracia (Jn 1. 16).
Y así como los 10 mandamientos de la ley de Dios están puestos para tu
beneficio, de la misma forma Dios, tu Padre, desea que creas, que le creas a Él
creyendo Su Palabra, pues el (la) justo(a) por la fe vivirá y sólo creyendo la
Palabra de Dios podrás participar de Su Plenitud.
Pero sin fe es imposible agradar
a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que
es galardonador de los que le buscan (He 11.6).
Agradar a Dios es sencillo, sólo tienes que creer
que porque Él lo dijo, porque Él lo estableció en Su Palabra, entonces la
Verdad es que, ¡en todas las cosas, tú eres más que vencedor(a) por medio de Aquel que
te ama, Cristo Jesús!
La Verdad es que ¡TODO lo puedes en Cristo que te fortalece!
La Verdad es que ¡Mayor es Él, que está en ti, que el que está en el
mundo!
¡Créelo, porque Él lo ha dicho en Su Palabra, la Biblia, y esa es la
Verdad!
Si vuelves a leer el primer versículo de esta reflexión notarás que el
clamor del deseo de Dios es que le temas de tal manera que atesores con amor Su
Palabra, la Biblia.
Volví a preguntar a Dios, ¿es el verdadero temor a Dios el que Tú hablas
y yo muero de miedo, como los israelitas en el monte Sinaí, o que, por que Tú
hablas, por Tu Palabra, yo vivo plenamente?
El principio de la sabiduría es el temor de Jehová (Pro
1.7a).
Hace poco el Espíritu Santo me dio la definición del temor a Dios que
más ha satisfecho a mí corazón. Me dijo, mira Riqui Ricón, el temor a Dios es la afectuosa
admiración que un(a) Hijo siente por Su Padre, quien le ama entrañablemente. Es
el respeto y el amor que un Hijo tiene a Su padre amoroso y venerable. Es este
temor a Dios el principio de la Sabiduría que fluye de la fe, de la confianza y
total certeza en la Palabra de Honor de semejante Padre, y de semejante Hijo(a).
¡Temor a Dios ES confiar en Mí!
Oremos en voz audible:
Gracias Señor por Tu Palabra. Gracias por todos Tus mandamientos y todas
Tus promesas. Estoy 100 por ciento convencido(a) de que puedo confiar en Ti. Tú
eres Dios y la Biblia es el Honor de Tu Palabra. Jesús, Tú eres mi Señor, Rey y
Salvador y por Ti yo vivo. Gracias por la vida que ahora puedo vivir, una vida Plena,
llena y abundante. Gracias porque con Tu muerte pagaste TODOS mis pecados, con
Tu Sangre me limpiaste y con Tu resurrección me diste Vida Nueva, me hiciste
Nacer de Nuevo como un(a) Hijo(a) de Dios y ahora tengo todo el derecho a creer
y tomar de Tu Plenitud. Abba, Padre, ¡Recibo Tu Plenitud! Yo sé bien que
dichoso(a), mil veces feliz y pleno(a), es el hombre o la mujer que puede
confiar en Ti. Aquella o aquel que saben y creen que Tu Palabra es la Verdad y,
por lo tanto, deposita toda su confianza en lo que Tú dices en la Biblia, puede
realmente vivir en paz y libertad, lleno(a) de gozo y en victoria. Gracias,
Padre, porque esa persona soy yo, ____________ (tu nombre aquí). Un(a) Hijo(a)
de Dios Nacido(a) de Nuevo. He sido lavado(a) y comprado(a), por Tu gran Amor
con que me has amado, a precio de Sangre, pues preferiste entregar a Tu propio
Hijo, Jesús, antes que perderme a mí. Ahora, creo y recibo mi identidad como
Hija(o) Tuya(o) y resisto y hecho fuera de mi vida la tristeza, depresión,
amargura y temor. ¡Soy un(a) Hija(o) del rey! ¡Soy apto para reinar sobre la
tierra! ¡El gozo del Señor será mi fortaleza! Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he vencido, pues mayor
eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el
mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto
a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene
que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la
pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy
próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco
una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible
poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de
Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados,
y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto.
¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada
hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar
porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y
suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues
con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y
Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final
de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril
6 Mat 27. 1-31 / Deu 5-6 / Job 6
San Mateo 27. 1-31
Jesús ante Pilato
(Mr. 15.1; Lc. 23.1–2; Jn. 18.28–32)
27
1Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y
los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a
muerte. 2Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.
Muerte de Judas
3Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que
era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los
principales sacerdotes y a los ancianos, 4diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas
ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! 5Y arrojando las
piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. 6Los principales
sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el
tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. 7Y después de
consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los
extranjeros. 8Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy:
Campo de sangre. 9Así se cumplió
lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de
plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel; 10y las dieron
para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.
Pilato
interroga a Jesús
(Mr.
15.2–5; Lc. 23.3–5; Jn. 18.33–38)
11Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y
éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú
lo dices. 12Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos,
nada respondió. 13Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas
testifican contra ti? 14Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal
manera que el gobernador se maravillaba mucho.
Jesús
sentenciado a muerte
(Mr.
15.6–20; Lc. 23.13–25; Jn. 18.38—19.16)
15Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el
gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen. 16Y tenían
entonces un preso famoso llamado Barrabás. 17Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién
queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? 18Porque sabía
que por envidia le habían entregado. 19Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó
decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en
sueños por causa de él. 20Pero los principales sacerdotes y los ancianos
persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto. 21Y respondiendo
el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos
dijeron: A Barrabás. 22Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el
Cristo? Todos ledijeron: ¡Sea crucificado! 23Y el gobernador
les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea
crucificado!
24Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía
más alboroto, tomó agua y se lavó las manosc delante del pueblo,
diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. 25Y respondiendo
todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. 26Entonces les
soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
27Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús
al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; 28y desnudándole,
le echaron encima un manto de escarlata, 29y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de
espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le
escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! 30Y escupiéndole,
tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. 31Después de haberle escarnecido,
le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para
crucificarle.
Deuteronomio
5-6
Los
Diez Mandamientos
(Ex.
20.1–17)
5
1Llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, Israel,
los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos, y
guardadlos, para ponerlos por obra. 2Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. 3No con nuestros
padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy
vivos. 4Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del
fuego. 5Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra
de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte.
Dijo:
6Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de
Egipto, de casa de servidumbre.
7No tendrás dioses ajenos delante de mí.
8No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa
que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de
la tierra. 9No te inclinarás a ellas ni las servirás;a porque yo
soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre
los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 10y que hago
misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
11No tomarás el
nombre de Jehová tu Dios en vano; porque Jehová no dará por inocente al que tome su
nombre en vano.
12Guardarás el día de reposo para santificarlo, como
Jehová tu Dios te ha mandado. 13Seis días
trabajarás, y harás toda tu obra; 14mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios;
ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni
tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de
tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. 15Acuérdate que
fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con
mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que
guardes el día de reposo.
16Honra a tu padre y a tu madre,como Jehová
tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya
bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.
17No matarás.
18No cometerás adulterio.
19No hurtarás.
20No dirás falso testimonio contra tu prójimo.
21No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás
la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni
su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
El
terror del pueblo
(Ex.
20.18–26)
22Estas palabras habló Jehová a toda vuestra
congregación en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de la oscuridad,
a gran voz; y no añadió más. Y las escribió en dos tablas de piedra, las cuales me dio a mí. 23Y aconteció que
cuando vosotros oísteis la voz de en medio de las tinieblas, y visteis al monte
que ardía en fuego, vinisteis a mí, todos los príncipes de vuestras tribus, y
vuestros ancianos, 24y dijisteis: He aquí Jehová nuestro Dios nos ha
mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz de en medio del fuego;
hoy hemos visto que Jehová habla al hombre, y éste aún vive. 25Ahora, pues,
¿por qué vamos a morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si oyéremos otra
vez la voz de Jehová nuestro Dios, moriremos. 26Porque ¿qué es el hombre, para
que oiga la voz del Dios viviente que habla de en medio del fuego, como
nosotros la oímos, y aún viva? 27Acércate tú, y oye todas las cosas que dijere Jehová
nuestro Dios; y tú nos dirás todo lo que Jehová nuestro Dios te dijere, y
nosotros oiremos y haremos.
El
gran mandamiento
6
1Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y
decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis
por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; 2para que temas a
Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te
mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que
tus días sean prolongados. 3Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra,
para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis,
como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres.
4Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. 5Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de
toda tu alma, y con todas tus fuerzas. 6Y
estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7y las repetirás
a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y
al acostarte, y cuando te levantes. 8Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como
frontales entre tus ojos; 9y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus
puertas.
Exhortaciones
a la obediencia
10Cuando Jehová
tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te
daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, 11y casas llenas
de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas
y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, 12cuídate de no
olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de
servidumbre. 13A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su
nombre jurarás. 14No andaréis en pos de dioses ajenos, de los dioses de
los pueblos que están en vuestros contornos; 15porque el Dios celoso, Jehová tu
Dios, en medio de ti está; para que no se inflame el furor de Jehová tu Dios
contra ti, y te destruya de sobre la tierra.
16No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo
tentasteis en Masah. 17Guardad
cuidadosamente los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y sus testimonios y sus
estatutos que te ha mandado. 18Y haz lo recto y bueno ante los ojos de Jehová, para
que te vaya bien, y entres y poseas la buena tierra que Jehová juró a tus
padres; 19para que él arroje a tus enemigos de delante de ti, como Jehová ha
dicho.
20Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué
significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os
mandó? 21entonces dirás a tu hijo: Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto,
y Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa. 22Jehová hizo señales y milagros
grandes y terribles en Egipto, sobre Faraón y sobre toda su casa, delante de nuestros
ojos; 23y nos sacó de allá, para traernos y darnos la tierra que juró a
nuestros padres. 24Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos
estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos
los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy. 25Y tendremos
justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de
Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado.
Job
6
Job
reprocha la actitud de sus amigos
6
1Respondió entonces Job, y dijo:
2 ¡Oh, que
pesasen justamente mi queja y mi tormento,
Y se
alzasen igualmente en balanza!
3 Porque pesarían ahora más que la arena del mar;
Por
eso mis palabras han sido precipitadas.
4 Porque las saetas del Todopoderoso están en mí,
Cuyo
veneno bebe mi espíritu;
Y
terrores de Dios me combaten.
5 ¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba?
¿Muge
el buey junto a su pasto?
6 ¿Se comerá lo desabrido sin sal?
¿Habrá
gusto en la clara del huevo?
7 Las cosas que mi alma no quería tocar,
Son
ahora mi alimento.
8 ¡Quién me diera que viniese mi petición,
Y
que me otorgase Dios lo que anhelo,
9 Y que agradara a Dios quebrantarme;
Que
soltara su mano, y acabara conmigo!
10 Sería aún mi consuelo,
Si
me asaltase con dolor sin dar más tregua,
Que
yo no he escondido las palabras del Santo.
11 ¿Cuál es mi fuerza para esperar aún?
¿Y
cuál mi fin para que tenga aún paciencia?
12 ¿Es mi fuerza la de las piedras,
O es
mi carne de bronce?
13 ¿No es así que ni aun a mí mismo me puedo valer,
Y
que todo auxilio me ha faltado?
14 El atribulado es consolado por su compañero;
Aun
aquel que abandona el temor del Omnipotente.
15 Pero mis hermanos me traicionaron como un torrente;
Pasan
como corrientes impetuosas
16 Que están escondidas por la helada,
Y
encubiertas por la nieve;
17 Que al tiempo del calor son deshechas,
Y al
calentarse, desaparecen de su lugar;
18 Se apartan de la senda de su rumbo,
Van
menguando, y se pierden.
19 Miraron los caminantes de Temán,
Los
caminantes de Sabá esperaron en ellas;
20 Pero fueron avergonzados por su esperanza;
Porque
vinieron hasta ellas, y se hallaron confusos.
21 Ahora ciertamente como ellas sois vosotros;
Pues
habéis visto el tormento, y teméis.
22 ¿Os he dicho yo: Traedme,
Y
pagad por mí de vuestra hacienda;
23 Libradme de la mano del opresor,
Y
redimidme del poder de los violentos?
24 Enseñadme, y
yo callaré;
Hacedme
entender en qué he errado.
25 ¡Cuán eficaces son las palabras rectas!
Pero
¿qué reprende la censura vuestra?
26 ¿Pensáis censurar palabras,
Y
los discursos de un desesperado, que son como el viento?
27 También os arrojáis sobre el huérfano,
Y
caváis un hoyo para vuestro amigo.
28 Ahora, pues, si queréis, miradme,
Y
ved si digo mentira delante de vosotros.
29 Volved ahora, y no haya iniquidad;
Volved
aún a considerar mi justicia en esto.
30 ¿Hay iniquidad en mi lengua?
¿Acaso
no puede mi paladar discernir las cosas inicuas?
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