jueves, 4 de abril de 2019

¡Cómo poseer lo que Dios te ha entregado, lo que legítimamente es tuyo!



4 de Abril
¡Lo que es tuyo!
Por Riqui Ricón*

Mira, Jehová tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes (Deu 1.21).

El temor es una fuerza espiritual tan fuerte y poderosa como la fe, pero totalmente opuesta a ésta última. La fe y el temor son como el norte y el sur; ambos se encuentran en el mismo eje y ejercen la misma influencia, sólo que son absolutamente contrarios.

Cuando las personas se acercan a mí porque están desanimadas o abatidas, o cuando yo mismo comienzo a sentir la presión del desánimo o la depresión, siempre pregunto: ¿qué voz estás escuchando? ¿La que te dice, ánimo, entra, ven sube y toma posesión de ella, no temas ni desmayes, todo lo puedes en Cristo, mayor es el que está en ti que el que está en el mundo; o la que te dice: está muy duro, es muy difícil, estás muy enfermo(a), ya no tienes fuerzas, no va a suceder, nunca va a cambiar, no tienes la capacidad, etc.?

La primera voz proviene de tu Padre, es Su Palabra, la Palabra de Dios, y produce FE en tu corazón pues sabes que Dios no miente ni se arrepiente, que TODO lo que Él dijo lo va a hacer, que TODO lo que Él habló lo va a ejecutar. La otra voz, pretende arrinconarte en un hoyo obscuro, paralizándote de miedo y depresión, con el FIRME PROPÓSITO de que te apartes de Dios y de Su Palabra, todo para que no creas que eres la persona que Dios dice que eres.

- Pero, pero… Riqui Ricón, es que tú no sabes… mi situación… el problema en que estoy atorado(a)… es pecado…

Pues, ¡No temas, ni desmayes! ¡Corre hacia Dios en lugar de huir de Él! Ya que siete veces cae el justo y siete veces se vuelve a levantar (Pro 24. 16). Y quiero que notes que la Escritura dice “el justo” no el pecador, y tú ya fuiste hecho(a) justo(a) por el precio de la Sangre de Jesús. Es más:

Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co 5.21).

Y no solamente eres justo(a) sino que al confesarle tus pecados, tu Padre te promete el perdón y la limpieza.

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros (1 Jn 1. 9-10).

Es por esto que cuando pecas, Satanás utiliza la condenación para alejarte de Dios, mientras lo que debes hacer es correr a sus brazos amorosos.

¡Los pecadores pecan! ¡Eso es lo que saben hacer y además les gusta hacerlo! Sin embargo, esta provisión para el arrepentimiento y perdón de pecados es para los justos, para las Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo. Es la Palabra de Dios, la Palabra de tu Padre a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones (2 P 1.19).

- Pero, pero… no me entiendes Riqui Ricón… llevo mucho tiempo luchando con esto… continuamente estoy cayendo… ya son muchas veces que le pido perdón a Dios…

Pues, ¡No temas, ni desmayes! ¡Corre hacia Dios en lugar de huir de Él!
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete (Mat 18. 21-22).
Si Jesús nos pide que perdonemos setenta veces siete ¿acaso crees que Él no está dispuesto a perdonarte más?

¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

En Cristo Jesús, en Su sacrificio de Amor, se encuentra ya la provisión para tu victoria, pues así como Él murió en tu lugar, tú moriste al pecado con Jesús; porque así como Jesús venció en tu lugar, también tú tienes la victoria en Él y con Él.

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).

La ley del pecado y de la muerte ya no está vigente en tu vida; ha sido anulada por una ley superior: La Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16.33).

Aunque en este viejo sistema del mundo siempre tendrás aflicciones, podrás siempre enfrentarlas con paz en tu corazón, poniendo toda tu confianza en la Palabra de Dios, pues Él ya ha vencido al mundo y por lo tanto, de toda enfermedad, problema o aflicción, tú saldrás más que vencedor por medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús.

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios… Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5.1a, 4-5).

FE es creerle a Dios, creyendo Su Palabra. Y es precisamente así como obtienes la Victoria.

Así que, no escuches la voz del desánimo y la derrota. Escucha la voz de tu Padre y mientras te levantas setenta veces siete (o las veces que sean necesarias), por estar cayendo en algún pecado oculto, COMIENZA A CREER que ahora eres la persona quién Dios dice que eres: un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, NO DE SIMIENTE CORRUPTIBLE SINO DE UNA SEMILLA INCORRUPTIBLE que es la Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).

Tarde o temprano, cuando menos te des cuenta, vas a creer que en verdad eres quién tú ya eres en Cristo Jesús y, entonces, el pecado ya nada tendrá en ti. ¡Esta es la Victoria que vence al mundo!

- Pero, pero… Riqui Ricón, a mí el doctor me diagnosticó cáncer… diabetes… SIDA…

Pues, ¡No temas, ni desmayes! ¡Todavía no ha llegado el día, ni llegará, en que Dios falte a Su Palabra!
Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias (Mat 8. 16-17).
Dios NO te va a sanar hoy, ni mañana. Él YA te sanó en Cristo Jesús. Lo que tienes que hacer es creerlo, declararlo y recibirlo (sin dudarlo en tu corazón).
quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados (1 P 2. 24).
- Pero, pero… Riqui Ricón, me van a despedir… no tengo para comer mucho menos para pagar mis deudas…

Pues, ¡No temas, ni desmayes! ¡Él es fiel! ¡No te ha dejado, ni te dejara!
Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan (Sal 37. 25).
Si Dios lo dijo, entonces Él lo va a cumplir; si Dios lo habló, entonces Él lo va a ejecutar.
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil 4. 19).
Así que, atiende a la Verdad, que es la Palabra de Dios, y no prestes más atención a las mentiras del diablo. ¡No temas ni desmayes! ¡Sube y toma posesión de lo que es tuyo!


Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, realmente es asombroso que, a pesar de lo que hice yo con mi vida, Tú me ames tanto que hayas preferido entregar a la muerte a Tu Hijo Jesús para pagar todos mis pecados. Gracias, Señor Jesús, por lo que hiciste por mí en la cruz ahora estoy justificado(a), perdonado(a), santificado(a) y perfeccionado(a). Me has dado la Vida Eterna y ahora soy parte de Tu familia. Señor Jesús, solo con mi amor y gratitud eterna podré pagar lo que hiciste por mí. Estoy decidido(a) a creer y recibir este gran Amor para vivir en Tu Plenitud, de la cual tomamos todos Tus Hijos. No daré lugar al temor ni a la duda y haré de Tu Palabra, la Biblia, la norma máxima de mi existencia. No escucharé las voces de fracaso, derrota y desánimo. Escucharé sólo Tu Palabra. Te escucharé sólo a Ti, mi Dios, Señor y Salvador. Yo soy lo que Tú, Todopoderoso Dios, dices que soy, ni más ni menos. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy Hijo(a) de Dios! ¡Soy feliz! ¡Gracias Padre! Bendigo Tu Nombre y declaro que lo mejor de mi vida ya comenzó. En el nombre de Jesús. Amén.
 Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Abril 4                               Mat 26. 30-46 /  Deu 1.2 /  Job 4


San Mateo 26. 30-46
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mr. 14.26–31; Lc. 22.31–34; Jn. 13.36–38)
30Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. 31Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. 32Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.33Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. 34Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 35Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

Jesús ora en Getsemaní
(Mr. 14.32–42; Lc. 22.39–46)
36Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. 38Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 40Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.

Deuteronomio 1-2
Moisés recuerda a Israel las promesas de Jehová en Horeb
1
1Estas son las palabras que habló Moisés a todo Israel a este lado del Jordán en el desierto, en el Arabá frente al Mar Rojo, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab. 2Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-barnea. 3Y aconteció que a los cuarenta años, en el mes undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos, 4después que derrotó a Sehón rey de los amorreos, el cual habitaba en Hesbón, y a Og rey de Basán que habitaba en Astarot en Edrei. 5De este lado del Jordán, en tierra de Moab, resolvió Moisés declarar esta ley, diciendo: 6Jehová nuestro Dios nos habló en Horeb, diciendo: Habéis estado bastante tiempo en este monte. 7Volveos e id al monte del amorreo y a todas sus comarcas, en el Arabá, en el monte, en los valles, en el Neguev, y junto a la costa del mar, a la tierra del cananeo, y al Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates. 8Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehová juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a su descendencia después de ellos.

Nombramiento de jueces
(Ex. 18.13–27)
9En aquel tiempo yo os hablé diciendo: Yo solo no puedo llevaros. 10Jehová vuestro Dios os ha multiplicado, y he aquí hoy vosotros sois como las estrellas del cielo en multitud. 11¡Jehová Dios de vuestros padres os haga mil veces más de lo que ahora sois, y os bendiga, como os ha prometido! 12¿Cómo llevaré yo solo vuestras molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos? 13Dadme de entre vosotros, de vuestras tribus, varones sabios y entendidos y expertos, para que yo los ponga por vuestros jefes. 14Y me respondisteis y dijisteis: Bueno es hacer lo que has dicho. 15Y tomé a los principales de vuestras tribus, varones sabios y expertos, y los puse por jefes sobre vosotros, jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez, y gobernadores de vuestras tribus. 16Y entonces mandé a vuestros jueces, diciendo: Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, y el extranjero. 17No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré. 18Os mandé, pues, en aquel tiempo, todo lo que habíais de hacer.

Misión de los doce espías
(Nm. 13.1–33)
19Y salidos de Horeb, anduvimos todo aquel grande y terrible desierto que habéis visto, por el camino del monte del amorreo, como Jehová nuestro Dios nos lo mandó; y llegamos hasta Cades-barnea. 20Entonces os dije: Habéis llegado al monte del amorreo, el cual Jehová nuestro Dios nos da. 21Mira, Jehová tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes. 22Y vinisteis a mí todos vosotros, y dijisteis: Enviemos varones delante de nosotros que nos reconozcan la tierra, y a su regreso nos traigan razón del camino por donde hemos de subir, y de las ciudades adonde hemos de llegar. 23Y el dicho me pareció bien; y tomé doce varones de entre vosotros, un varón por cada tribu. 24Y se encaminaron, y subieron al monte, y llegaron hasta el valle de Escol, y reconocieron la tierra. 25Y tomaron en sus manos del fruto del país, y nos lo trajeron, y nos dieron cuenta, y dijeron: Es buena la tierra que Jehová nuestro Dios nos da. 26Sin embargo, no quisisteis subir, antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová vuestro Dios; 27y murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: Porque Jehová nos aborrece, nos ha sacado de tierra de Egipto, para entregarnos en manos del amorreo para destruirnos. 28¿A dónde subiremos? Nuestros hermanos han atemorizado nuestro corazón, diciendo: Este pueblo es mayor y más alto que nosotros, las ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; y también vimos allí a los hijos de Anac. 29Entonces os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. 30Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos. 31Y en el desierto has visto que Jehová tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugar. 32Y aun con esto no creísteis a Jehová vuestro Dios, 33quien iba delante de vosotros por el camino para reconoceros el lugar donde habíais de acampar, con fuego de noche para mostraros el camino por donde anduvieseis, y con nube de día.

Dios castiga a Israel
(Nm. 14.20–35)
34Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras, y se enojó, y juró diciendo: 35No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres,36excepto Caleb hijo de Jefone; él la verá, y a él le daré la tierra que pisó, y a sus hijos; porque ha seguido fielmente a Jehová. 37También contra mí se airó Jehová por vosotros, y me dijo: Tampoco tú entrarás allá. 38Josué hijo de Nun, el cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él la hará heredar a Israel. 39Y vuestros niños, de los cuales dijisteis que servirían de botín, y vuestros hijos que no saben hoy lo bueno ni lo malo, ellos entrarán allá, y a ellos la daré, y ellos la heredarán. 40Pero vosotros volveos e id al desierto, camino del Mar Rojo.

La derrota en Horma
(Nm. 14.39–45)
41Entonces respondisteis y me dijisteis: Hemos pecado contra Jehová; nosotros subiremos y pelearemos, conforme a todo lo que Jehová nuestro Dios nos ha mandado. Y os armasteis cada uno con sus armas de guerra, y os preparasteis para subir al monte. 42Y Jehová me dijo: Diles: No subáis, ni peleéis, pues no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos. 43Y os hablé, y no disteis oído; antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová, y persistiendo con altivez subisteis al monte. 44Pero salió a vuestro encuentro el amorreo, que habitaba en aquel monte, y os persiguieron como hacen las avispas, y os derrotaron en Seir, hasta Horma. 45Y volvisteis y llorasteis delante de Jehová, pero Jehová no escuchó vuestra voz, ni os prestó oído. 46Y estuvisteis en Cades por muchos días, los días que habéis estado allí.

Los años en el desierto
2
1Luego volvimos y salimos al desierto, camino del Mar Rojo, como Jehová me había dicho; y rodeamos el monte de Seir por mucho tiempo. 2Y Jehová me habló, diciendo: 3Bastante habéis rodeado este monte; volveos al norte. 4Y manda al pueblo, diciendo: Pasando vosotros por el territorio de vuestros hermanos los hijos de Esaú, que habitan en Seir, ellos tendrán miedo de vosotros; mas vosotros guardaos mucho. 5No os metáis con ellos, porque no os daré de su tierra ni aun lo que cubre la planta de un pie; porque yo he dado por heredad a Esaú el monte de Seir. 6Compraréis de ellos por dinero los alimentos, y comeréis; y también compraréis de ellos el agua, y beberéis; 7pues Jehová tu Dios te ha bendecido en toda obra de tus manos; él sabe que andas por este gran desierto; estos cuarenta años Jehová tu Dios ha estado contigo, y nada te ha faltado. 8Y nos alejamos del territorio de nuestros hermanos los hijos de Esaú, que habitaban en Seir, por el camino del Arabá desde Elat y Ezión-geber; y volvimos, y tomamos el camino del desierto de Moab.
9Y Jehová me dijo: No molestes a Moab, ni te empeñes con ellos en guerra, porque no te daré posesión de su tierra; porque yo he dado a Ar por heredad a los hijos de Lot. 10(Los emitas habitaron en ella antes, pueblo grande y numeroso, y alto como los hijos de Anac. 11Por gigantes eran ellos tenidos también, como los hijos de Anac; y los moabitas los llaman emitas. 12Y en Seir habitaron antes los horeos, a los cuales echaron los hijos de Esaú; y los arrojaron de su presencia, y habitaron en lugar de ellos, como hizo Israel en la tierra que les dio Jehová por posesión.) 13Levantaos ahora, y pasad el arroyo de Zered. Y pasamos el arroyo de Zered. 14Y los días que anduvimos de Cades-barnea hasta cuando pasamos el arroyo de Zered fueron treinta y ocho años; hasta que se acabó toda la generación de los hombres de guerra de en medio del campamento, como Jehová les había jurado. 15Y también la mano de Jehová vino sobre ellos para destruirlos de en medio del campamento, hasta acabarlos.
16Y aconteció que después que murieron todos los hombres de guerra de entre el pueblo, 17Jehová me habló, diciendo: 18Tú pasarás hoy el territorio de Moab, a Ar. 19Y cuando te acerques a los hijos de Amón, no los molestes, ni contiendas con ellos; porque no te daré posesión de la tierra de los hijos de Amón, pues a los hijos de Lot la he dado por heredad. 20(Por tierra de gigantes fue también ella tenida; habitaron en ella gigantes en otro tiempo, a los cuales los amonitas llamaban zomzomeos; 21pueblo grande y numeroso, y alto, como los hijos de Anac; a los cuales Jehová destruyó delante de los amonitas. Estos sucedieron a aquéllos, y habitaron en su lugar, 22como hizo Jehová con los hijos de Esaú que habitaban en Seir, delante de los cuales destruyó a los horeos; y ellos sucedieron a éstos, y habitaron en su lugar hasta hoy. 23Y a los aveos que habitaban en aldeas hasta Gaza, los caftoreos que salieron de Caftor los destruyeron, y habitaron en su lugar.) 24Levantaos, salid, y pasad el arroyo de Arnón; he aquí he entregado en tu mano a Sehón rey de Hesbón, amorreo, y a su tierra; comienza a tomar posesión de ella, y entra en guerra con él. 25Hoy comenzaré a poner tu temor y tu espanto sobre los pueblos debajo de todo el cielo, los cuales oirán tu fama, y temblarán y se angustiarán delante de ti.

Israel derrota a Sehón
(Nm. 21.21–30)
26Y envié mensajeros desde el desierto de Cademot a Sehón rey de Hesbón con palabras de paz, diciendo: 27Pasaré por tu tierra por el camino; por el camino iré, sin apartarme ni a diestra ni a siniestra. 28La comida me venderás por dinero, y comeré; el agua también me darás por dinero, y beberé; solamente pasaré a pie, 29como lo hicieron conmigo los hijos de Esaú que habitaban en Seir, y los moabitas que habitaban en Ar; hasta que cruce el Jordán a la tierra que nos da Jehová nuestro Dios. 30Mas Sehón rey de Hesbón no quiso que pasásemos por el territorio suyo; porque Jehová tu Dios había endurecido su espíritu, y obstinado su corazón para entregarlo en tu mano, como hasta hoy. 31Y me dijo Jehová: He aquí yo he comenzado a entregar delante de ti a Sehón y a su tierra; comienza a tomar posesión de ella para que la heredes. 32Y nos salió Sehón al encuentro, él y todo su pueblo, para pelear en Jahaza. 33Mas Jehová nuestro Dios lo entregó delante de nosotros; y lo derrotamos a él y a sus hijos, y a todo su pueblo. 34Tomamos entonces todas sus ciudades, y destruimos todas las ciudades, hombres, mujeres y niños; no dejamos ninguno. 35Solamente tomamos para nosotros los ganados, y los despojos de las ciudades que habíamos tomado. 36Desde Aroer, que está junto a la ribera del arroyo de Arnón, y la ciudad que está en el valle, hasta Galaad, no hubo ciudad que escapase de nosotros; todas las entregó Jehová nuestro Dios en nuestro poder. 37Solamente a la tierra de los hijos de Amón no llegamos; ni a todo lo que está a la orilla del arroyo de Jaboc ni a las ciudades del monte, ni a lugar alguno que Jehová nuestro Dios había prohibido.

Job 4

Elifaz reprende a Job
4
1Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo:
     2     Si probáremos a hablarte, te será molesto;
Pero ¿quién podrá detener las palabras?
     3     He aquí, tú enseñabas a muchos,
Y fortalecías las manos débiles;
     4     Al que tropezaba enderezaban tus palabras,
Y esforzabas las rodillas que decaían.
     5     Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas;
Y cuando ha llegado hasta ti, te turbas.
     6     ¿No es tu temor a Dios tu confianza?
¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos?
     7     Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido?
Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos?
     8     Como yo he visto, los que aran iniquidad
Y siembran injuria, la siegan.
     9     Perecen por el aliento de Dios,
Y por el soplo de su ira son consumidos.
     10     Los rugidos del león, y los bramidos del rugiente,
Y los dientes de los leoncillos son quebrantados.
     11     El león viejo perece por falta de presa,
Y los hijos de la leona se dispersan.
     12     El asunto también me era a mí oculto;
Mas mi oído ha percibido algo de ello.
     13     En imaginaciones de visiones nocturnas,
Cuando el sueño cae sobre los hombres,
     14     Me sobrevino un espanto y un temblor,
Que estremeció todos mis huesos;
     15     Y al pasar un espíritu por delante de mí,
Hizo que se erizara el pelo de mi cuerpo.
     16     Paróse delante de mis ojos un fantasma,
Cuyo rostro yo no conocí,
Y quedo, oí que decía:
     17     ¿Será el hombre más justo que Dios?
¿Será el varón más limpio que el que lo hizo?
     18     He aquí, en sus siervos no confía,
Y notó necedad en sus ángeles;
     19     ¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro,
Cuyos cimientos están en el polvo,
Y que serán quebrantados por la polilla!
     20     De la mañana a la tarde son destruidos,
Y se pierden para siempre, sin haber quien repare en ello.
     21     Su hermosura, ¿no se pierde con ellos mismos?
Y mueren sin haber adquirido sabiduría.

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