4 de Abril
¡Lo que es tuyo!
Por Riqui Ricón*
Mira, Jehová tu Dios te
ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de
tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes
(Deu 1.21).
El temor es una fuerza espiritual tan fuerte
y poderosa como la fe, pero totalmente opuesta a ésta última. La fe y el temor
son como el norte y el sur; ambos se encuentran en el mismo eje y ejercen la
misma influencia, sólo que son absolutamente contrarios.
Cuando las personas se acercan a mí porque
están desanimadas o abatidas, o cuando yo mismo comienzo a sentir la presión
del desánimo o la depresión, siempre pregunto: ¿qué voz estás escuchando? ¿La
que te dice, ánimo, entra, ven sube y toma posesión de ella, no temas ni
desmayes, todo lo puedes en Cristo, mayor es el que está en ti que el que está
en el mundo; o la que te dice: está muy duro, es muy difícil, estás muy enfermo(a),
ya no tienes fuerzas, no va a suceder, nunca va a cambiar, no tienes la
capacidad, etc.?
La primera voz proviene de tu Padre, es Su
Palabra, la Palabra de Dios, y produce FE en tu corazón pues sabes que Dios no
miente ni se arrepiente, que TODO lo que Él dijo lo va a hacer, que TODO lo que
Él habló lo va a ejecutar. La otra voz, pretende arrinconarte en un hoyo
obscuro, paralizándote de miedo y depresión, con el FIRME PROPÓSITO de que te
apartes de Dios y de Su Palabra, todo para que no creas que eres la persona que
Dios dice que eres.
- Pero, pero… Riqui Ricón, es que tú no
sabes… mi situación… el problema en que estoy atorado(a)… es pecado…
Pues, ¡No temas, ni desmayes! ¡Corre hacia
Dios en lugar de huir de Él! Ya que siete veces cae el justo y siete veces se
vuelve a levantar (Pro 24. 16). Y quiero que notes que la Escritura dice “el
justo” no el pecador, y tú ya fuiste hecho(a) justo(a) por el precio de la
Sangre de Jesús. Es más:
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él (2
Co 5.21).
Y no solamente eres
justo(a) sino que al confesarle tus pecados, tu Padre te promete el perdón y la
limpieza.
Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso,
y su palabra no está en nosotros (1 Jn 1. 9-10).
Es por esto que cuando
pecas, Satanás utiliza la condenación para alejarte de Dios, mientras lo que
debes hacer es correr a sus brazos amorosos.
¡Los pecadores pecan! ¡Eso es lo que saben
hacer y además les gusta hacerlo! Sin embargo, esta provisión para el
arrepentimiento y perdón de pecados es para los justos, para las Hijas e Hijos
de Dios Nacidos de Nuevo. Es la Palabra de Dios, la Palabra de tu Padre a la cual hacéis bien en
estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día
esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones (2
P 1.19).
- Pero, pero… no me entiendes Riqui Ricón…
llevo mucho tiempo luchando con esto… continuamente estoy cayendo… ya son
muchas veces que le pido perdón a Dios…
Pues, ¡No temas, ni desmayes! ¡Corre hacia
Dios en lugar de huir de Él!
Entonces se le acercó Pedro y
le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?
¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun
hasta setenta veces siete (Mat 18. 21-22).
Si Jesús nos pide que perdonemos setenta
veces siete ¿acaso crees que Él no está dispuesto a perdonarte más?
¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su
propio Hijo antes que perderte a ti!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.16-17).
En Cristo Jesús, en Su sacrificio de Amor, se
encuentra ya la provisión para tu victoria, pues así como Él murió en tu lugar,
tú moriste al pecado con Jesús; porque así como Jesús venció en tu lugar,
también tú tienes la victoria en Él y con Él.
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la
ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).
La ley del pecado y de
la muerte ya no está vigente en tu vida; ha sido anulada por una ley superior:
La Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo
(Jn 16.33).
Aunque en este viejo
sistema del mundo siempre tendrás aflicciones, podrás siempre enfrentarlas con
paz en tu corazón, poniendo toda tu confianza en la Palabra de Dios, pues Él ya
ha vencido al mundo y por lo tanto, de toda enfermedad, problema o aflicción,
tú saldrás más que vencedor por medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios… Porque
todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha
vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1
Jn 5.1a, 4-5).
FE es creerle a Dios,
creyendo Su Palabra. Y es precisamente así como obtienes la Victoria.
Así que, no escuches la voz del desánimo y la
derrota. Escucha la voz de tu Padre y mientras te levantas setenta veces siete (o
las veces que sean necesarias), por estar cayendo en algún pecado oculto,
COMIENZA A CREER que ahora eres la persona quién Dios dice que eres: un(a) Hijo(a)
de Dios Nacido(a) de Nuevo, NO DE SIMIENTE CORRUPTIBLE SINO DE UNA SEMILLA INCORRUPTIBLE
que es la Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Tarde o temprano, cuando menos te des cuenta,
vas a creer que en verdad eres quién tú ya eres en Cristo Jesús y, entonces, el
pecado ya nada tendrá en ti. ¡Esta es la Victoria que vence al mundo!
- Pero, pero… Riqui Ricón, a mí el doctor me
diagnosticó cáncer… diabetes… SIDA…
Pues, ¡No temas, ni desmayes! ¡Todavía no ha
llegado el día, ni llegará, en que Dios falte a Su Palabra!
Y cuando llegó la noche,
trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios,
y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el
profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras
dolencias (Mat 8. 16-17).
Dios NO te va a sanar
hoy, ni mañana. Él YA te sanó en Cristo Jesús. Lo que tienes que hacer es
creerlo, declararlo y recibirlo (sin dudarlo en tu corazón).
quien llevó él mismo nuestros
pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los
pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados (1
P 2. 24).
- Pero, pero… Riqui Ricón, me van a despedir…
no tengo para comer mucho menos para pagar mis deudas…
Pues, ¡No temas, ni desmayes! ¡Él es fiel!
¡No te ha dejado, ni te dejara!
Joven fui, y he envejecido, Y
no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan
(Sal 37. 25).
Si Dios lo dijo,
entonces Él lo va a cumplir; si Dios lo habló, entonces Él lo va a ejecutar.
Mi Dios, pues, suplirá todo lo
que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús
(Fil 4. 19).
Así que, atiende a la Verdad, que es la
Palabra de Dios, y no prestes más atención a las mentiras del diablo. ¡No temas
ni desmayes! ¡Sube y toma posesión de lo que es tuyo!
Oremos en voz audible:
Amado
Padre celestial, realmente es asombroso que, a pesar de lo que hice yo con mi
vida, Tú me ames tanto que hayas preferido entregar a la muerte a Tu Hijo Jesús
para pagar todos mis pecados. Gracias, Señor Jesús, por lo que hiciste por mí
en la cruz ahora estoy justificado(a), perdonado(a), santificado(a) y
perfeccionado(a). Me has dado la Vida Eterna y ahora soy parte de Tu familia.
Señor Jesús, solo con mi amor y gratitud eterna podré pagar lo que hiciste por
mí. Estoy decidido(a) a creer y recibir este gran Amor para vivir en Tu
Plenitud, de la cual tomamos todos Tus Hijos. No daré lugar al temor ni a la
duda y haré de Tu Palabra, la Biblia, la norma máxima de mi existencia. No
escucharé las voces de fracaso, derrota y desánimo. Escucharé sólo Tu Palabra.
Te escucharé sólo a Ti, mi Dios, Señor y Salvador. Yo soy lo que Tú,
Todopoderoso Dios, dices que soy, ni más ni menos. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre!
¡Soy próspero(a)! ¡Soy Hijo(a) de Dios! ¡Soy feliz! ¡Gracias Padre! Bendigo Tu
Nombre y declaro que lo mejor de mi vida ya comenzó. En el nombre de Jesús.
Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco
una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible
poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de
Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados,
y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto.
¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada
hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar
porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y
suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues
con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura y
Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril 4 Mat 26.
30-46 / Deu 1.2
/ Job 4
San
Mateo 26. 30-46
Jesús anuncia la negación de
Pedro
(Mr. 14.26–31; Lc. 22.31–34; Jn. 13.36–38)
30Y cuando
hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. 31Entonces
Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque
escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. 32Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.33Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo
nunca me escandalizaré. 34Jesús le dijo: De cierto te digo que
esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 35Pedro
le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los
discípulos dijeron lo mismo.
Jesús ora en Getsemaní
(Mr. 14.32–42; Lc. 22.39–46)
36Entonces llegó
Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37Y tomando a Pedro,
y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran
manera. 38Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta
la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39Yendo un poco
adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es
posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
40Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro:
¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41Velad y orad,
para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero
la carne es débil. 42Otra vez fue, y oró por segunda vez,
diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba,
hágase tu voluntad. 43Vino otra vez y los halló durmiendo, porque
los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44Y dejándolos, se
fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45Entonces
vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la
hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46Levantaos,
vamos; ved, se acerca el que me entrega.
Deuteronomio
1-2
Moisés recuerda a Israel las promesas de Jehová en Horeb
1
1Estas son las
palabras que habló Moisés a todo Israel a este lado del Jordán en el desierto,
en el Arabá frente al Mar Rojo, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab.
2Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta
Cades-barnea. 3Y aconteció que a los cuarenta años, en el mes
undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a
todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos, 4después
que derrotó a Sehón rey de los amorreos, el cual
habitaba en Hesbón, y a Og rey de Basán que habitaba en
Astarot en Edrei. 5De este lado del Jordán, en tierra de Moab,
resolvió Moisés declarar esta ley, diciendo: 6Jehová nuestro Dios
nos habló en Horeb, diciendo: Habéis estado bastante tiempo en este monte.
7Volveos e id al monte del amorreo y a todas sus comarcas, en el Arabá,
en el monte, en los valles, en el Neguev, y junto a la costa del mar, a la
tierra del cananeo, y al Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates. 8Mirad,
yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehová juró a
vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a su
descendencia después de ellos.
Nombramiento de jueces
(Ex. 18.13–27)
9En aquel tiempo
yo os hablé diciendo: Yo solo no puedo llevaros. 10Jehová vuestro
Dios os ha multiplicado, y he aquí hoy vosotros sois como las estrellas del
cielo en multitud. 11¡Jehová Dios de vuestros padres os haga mil
veces más de lo que ahora sois, y os bendiga, como os ha prometido! 12¿Cómo
llevaré yo solo vuestras molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos?
13Dadme de entre vosotros, de vuestras tribus, varones sabios y
entendidos y expertos, para que yo los ponga por vuestros jefes. 14Y
me respondisteis y dijisteis: Bueno es hacer lo que has dicho. 15Y
tomé a los principales de vuestras tribus, varones sabios y expertos, y los
puse por jefes sobre vosotros, jefes de millares, de centenas, de cincuenta y
de diez, y gobernadores de vuestras tribus. 16Y entonces mandé a
vuestros jueces, diciendo: Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente
entre el hombre y su hermano, y el extranjero. 17No hagáis
distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no
tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere
difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré. 18Os mandé, pues, en
aquel tiempo, todo lo que habíais de hacer.
Misión de los doce espías
(Nm. 13.1–33)
19Y salidos de
Horeb, anduvimos todo aquel grande y terrible desierto que habéis visto, por el
camino del monte del amorreo, como Jehová nuestro Dios nos lo mandó; y llegamos
hasta Cades-barnea. 20Entonces os dije: Habéis llegado al monte
del amorreo, el cual Jehová nuestro Dios nos da. 21Mira, Jehová tu
Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el
Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes. 22Y
vinisteis a mí todos vosotros, y dijisteis: Enviemos varones delante de
nosotros que nos reconozcan la tierra, y a su regreso nos traigan razón del
camino por donde hemos de subir, y de las ciudades adonde hemos de llegar.
23Y el dicho me pareció bien; y tomé doce varones de entre vosotros, un
varón por cada tribu. 24Y se encaminaron, y subieron al monte, y
llegaron hasta el valle de Escol, y reconocieron la tierra. 25Y
tomaron en sus manos del fruto del país, y nos lo trajeron, y nos dieron
cuenta, y dijeron: Es buena la tierra que Jehová nuestro Dios nos da. 26Sin
embargo, no quisisteis subir, antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová
vuestro Dios; 27y murmurasteis en vuestras
tiendas, diciendo: Porque Jehová nos aborrece, nos ha sacado de tierra de
Egipto, para entregarnos en manos del amorreo para destruirnos. 28¿A
dónde subiremos? Nuestros hermanos han atemorizado nuestro corazón, diciendo:
Este pueblo es mayor y más alto que nosotros, las ciudades grandes y
amuralladas hasta el cielo; y también vimos allí a los hijos de Anac. 29Entonces
os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. 30Jehová vuestro
Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas
las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos. 31Y
en el desierto has visto que Jehová tu Dios te ha traído,
como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta
llegar a este lugar. 32Y aun con esto no creísteis a Jehová
vuestro Dios, 33quien iba delante de vosotros
por el camino para reconoceros el lugar donde habíais de acampar, con fuego de
noche para mostraros el camino por donde anduvieseis, y con nube de día.
Dios castiga a Israel
(Nm. 14.20–35)
34Y oyó Jehová la
voz de vuestras palabras, y se enojó, y juró diciendo: 35No verá
hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que
había de dar a vuestros padres,36excepto Caleb hijo
de Jefone; él la verá, y a él le daré la tierra que pisó, y a sus hijos; porque
ha seguido fielmente a Jehová. 37También contra mí se airó Jehová
por vosotros, y me dijo: Tampoco tú entrarás allá. 38Josué hijo de
Nun, el cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él la hará heredar a
Israel. 39Y vuestros niños, de los cuales dijisteis que servirían
de botín, y vuestros hijos que no saben hoy lo bueno ni lo malo, ellos entrarán
allá, y a ellos la daré, y ellos la heredarán. 40Pero vosotros volveos
e id al desierto, camino del Mar Rojo.
La derrota en Horma
(Nm. 14.39–45)
41Entonces
respondisteis y me dijisteis: Hemos pecado contra Jehová; nosotros subiremos y
pelearemos, conforme a todo lo que Jehová nuestro Dios nos ha mandado. Y os
armasteis cada uno con sus armas de guerra, y os preparasteis para subir al
monte. 42Y Jehová me dijo: Diles: No subáis, ni peleéis, pues no
estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos.
43Y os hablé, y no disteis oído; antes fuisteis rebeldes al mandato de
Jehová, y persistiendo con altivez subisteis al monte. 44Pero
salió a vuestro encuentro el amorreo, que habitaba en aquel monte, y os
persiguieron como hacen las avispas, y os derrotaron en Seir, hasta Horma.
45Y volvisteis y llorasteis delante de Jehová, pero Jehová no escuchó
vuestra voz, ni os prestó oído. 46Y estuvisteis en Cades por
muchos días, los días que habéis estado allí.
Los años en el desierto
2
1Luego volvimos y
salimos al desierto, camino del Mar Rojo, como Jehová me había dicho; y
rodeamos el monte de Seir por mucho tiempo. 2Y
Jehová me habló, diciendo: 3Bastante habéis rodeado este monte;
volveos al norte. 4Y manda al pueblo, diciendo: Pasando vosotros
por el territorio de vuestros hermanos los hijos de Esaú, que
habitan en Seir, ellos tendrán miedo de vosotros; mas vosotros guardaos mucho.
5No os metáis con ellos, porque no os daré de su tierra ni aun lo que
cubre la planta de un pie; porque yo he dado por heredad a Esaú el monte de
Seir. 6Compraréis de ellos por dinero los alimentos, y comeréis; y
también compraréis de ellos el agua, y beberéis; 7pues Jehová tu
Dios te ha bendecido en toda obra de tus manos; él sabe que andas por este gran
desierto; estos cuarenta años Jehová tu Dios ha estado contigo, y nada te ha
faltado. 8Y nos alejamos del territorio de nuestros hermanos los
hijos de Esaú, que habitaban en Seir, por el camino del Arabá desde Elat y
Ezión-geber; y volvimos, y tomamos el camino del desierto de Moab.
9Y Jehová me
dijo: No molestes a Moab, ni te empeñes con ellos en
guerra, porque no te daré posesión de su tierra; porque yo he dado a Ar por
heredad a los hijos de Lot. 10(Los emitas habitaron en ella antes,
pueblo grande y numeroso, y alto como los hijos de Anac. 11Por
gigantes eran ellos tenidos también, como los hijos de Anac; y los moabitas los
llaman emitas. 12Y en Seir habitaron antes los horeos, a los
cuales echaron los hijos de Esaú; y los arrojaron de su presencia, y habitaron
en lugar de ellos, como hizo Israel en la tierra que les dio Jehová por
posesión.) 13Levantaos ahora, y pasad el arroyo de Zered. Y
pasamos el arroyo de Zered. 14Y los días que anduvimos de
Cades-barnea hasta cuando pasamos el arroyo de Zered fueron treinta y ocho
años; hasta que se acabó toda la generación de los hombres de guerra de en
medio del campamento, como Jehová les había jurado.
15Y también la mano de Jehová vino sobre ellos para destruirlos de en
medio del campamento, hasta acabarlos.
16Y aconteció que
después que murieron todos los hombres de guerra de entre el pueblo, 17Jehová
me habló, diciendo: 18Tú pasarás hoy el territorio de Moab, a Ar.
19Y cuando te acerques a los hijos de Amón, no los
molestes, ni contiendas con ellos; porque no te daré posesión de la tierra de
los hijos de Amón, pues a los hijos de Lot la he dado por heredad. 20(Por
tierra de gigantes fue también ella tenida; habitaron en ella gigantes en otro
tiempo, a los cuales los amonitas llamaban zomzomeos; 21pueblo
grande y numeroso, y alto, como los hijos de Anac; a los cuales Jehová destruyó
delante de los amonitas. Estos sucedieron a aquéllos, y habitaron en su lugar,
22como hizo Jehová con los hijos de Esaú que habitaban en Seir, delante
de los cuales destruyó a los horeos; y ellos sucedieron a éstos, y habitaron en
su lugar hasta hoy. 23Y a los aveos que habitaban en aldeas hasta
Gaza, los caftoreos que salieron de Caftor los destruyeron, y habitaron en su
lugar.) 24Levantaos, salid, y pasad el arroyo de Arnón; he aquí he
entregado en tu mano a Sehón rey de Hesbón, amorreo, y a su tierra; comienza a
tomar posesión de ella, y entra en guerra con él. 25Hoy comenzaré
a poner tu temor y tu espanto sobre los pueblos debajo de todo el cielo, los
cuales oirán tu fama, y temblarán y se angustiarán delante de ti.
Israel derrota a Sehón
(Nm. 21.21–30)
26Y envié
mensajeros desde el desierto de Cademot a Sehón rey de Hesbón con palabras de
paz, diciendo: 27Pasaré por tu tierra por el camino; por el camino
iré, sin apartarme ni a diestra ni a siniestra. 28La comida me
venderás por dinero, y comeré; el agua también me darás por dinero, y beberé;
solamente pasaré a pie, 29como lo hicieron conmigo los hijos de
Esaú que habitaban en Seir, y los moabitas que habitaban en Ar; hasta que cruce
el Jordán a la tierra que nos da Jehová nuestro Dios. 30Mas Sehón
rey de Hesbón no quiso que pasásemos por el territorio suyo; porque Jehová tu
Dios había endurecido su espíritu, y obstinado su corazón para entregarlo en tu
mano, como hasta hoy. 31Y me dijo Jehová: He aquí yo he comenzado
a entregar delante de ti a Sehón y a su tierra; comienza a tomar posesión de
ella para que la heredes. 32Y nos salió Sehón al encuentro, él y
todo su pueblo, para pelear en Jahaza. 33Mas Jehová nuestro Dios
lo entregó delante de nosotros; y lo derrotamos a él y a sus hijos, y a todo su
pueblo. 34Tomamos entonces todas sus ciudades, y destruimos todas
las ciudades, hombres, mujeres y niños; no dejamos ninguno. 35Solamente
tomamos para nosotros los ganados, y los despojos de las ciudades que habíamos
tomado. 36Desde Aroer, que está junto a la ribera del arroyo de
Arnón, y la ciudad que está en el valle, hasta Galaad, no hubo ciudad que
escapase de nosotros; todas las entregó Jehová nuestro Dios en nuestro poder.
37Solamente a la tierra de los hijos de Amón no llegamos; ni a todo lo
que está a la orilla del arroyo de Jaboc ni a las ciudades del monte, ni a
lugar alguno que Jehová nuestro Dios había prohibido.
Job 4
Elifaz reprende a Job
4
1Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo:
2 Si probáremos a hablarte, te será molesto;
Pero ¿quién
podrá detener las palabras?
3 He aquí, tú enseñabas a muchos,
Y
fortalecías las manos débiles;
4 Al que tropezaba enderezaban tus palabras,
Y esforzabas
las rodillas que decaían.
5 Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas;
Y cuando ha
llegado hasta ti, te turbas.
6 ¿No es tu temor a Dios tu confianza?
¿No es tu esperanza la
integridad de tus caminos?
7 Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido?
Y ¿en dónde
han sido destruidos los rectos?
8 Como yo he visto, los que aran iniquidad
Y siembran
injuria, la siegan.
9 Perecen por el aliento de Dios,
Y por el
soplo de su ira son consumidos.
10 Los rugidos del león, y los bramidos del rugiente,
Y los
dientes de los leoncillos son quebrantados.
11 El león viejo perece por falta de presa,
Y los hijos de la leona se
dispersan.
12 El asunto también me era a mí oculto;
Mas mi oído
ha percibido algo de ello.
13 En imaginaciones de visiones nocturnas,
Cuando el
sueño cae sobre los hombres,
14 Me sobrevino un espanto y un temblor,
Que
estremeció todos mis huesos;
15 Y al pasar un espíritu por delante de mí,
Hizo que se
erizara el pelo de mi cuerpo.
16 Paróse delante de mis ojos un fantasma,
Cuyo rostro
yo no conocí,
Y quedo, oí
que decía:
17 ¿Será el hombre más justo que Dios?
¿Será el
varón más limpio que el que lo hizo?
18 He aquí, en sus siervos no confía,
Y notó
necedad en sus ángeles;
19 ¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro,
Cuyos
cimientos están en el polvo,
Y que serán
quebrantados por la polilla!
20 De la mañana a la tarde son destruidos,
Y se pierden
para siempre, sin haber quien repare en ello.
21 Su hermosura, ¿no se pierde con ellos mismos?
Y mueren sin haber adquirido
sabiduría.
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