9 de Abril
¡Con la Promesa del Padre!
Por Riqui Ricón*
Y
estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual,
les dijo, oísteis de mí (Hch 1. 4).
Al meditar esta porción de la escritura puedo
notar que la mayoría de los cristianos están más familiarizados con el
versículo 8, donde Jesús te promete poder para ser testigo una vez que el
Espíritu Santo haya venido sobre ti. Sin embargo, desconocer el dónde, cómo y
porqué de esta promesa te limita
muchísimo en el uso de este poder prometido y en tu efectividad como testigos
de Dios.
¿Cuál es la promesa del Padre que Jesús les
había hablado? Ciertamente que se trata de Dios, el Espíritu Santo, pero, ¿cuándo
fue prometido y bajo qué circunstancias? La respuesta a estas preguntas está
íntimamente relacionada con una serie de preguntas que Jesús y Nicodemo
intercambiaron durante una conversación:
Había
un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los
judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que
has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú
haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar
por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió
Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de
la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.No te
maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El
viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene,
ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió
Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede
hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes
esto? (Jn 3. 1-10).
De acuerdo a Jesús, todo aquel que se llamase
maestro de Israel debería saber que el Espíritu Santo fue prometido por Dios como
parte principal del Nuevo Pacto donde, para que Él pueda realmente habitar
dentro de ti, es requisito indispensable que NAZCAS DE NUEVO. Esto es, tú
necesitas ser hecho(a) totalmente Nuevo(a) para que Dios, el Espíritu Santo,
pueda vivir en ti y contigo. ¡Dios no puede, de ninguna manera, compartir la
naturaleza caída del hombre de pecado!
El rey David, como profeta que fue, supo esto
cuando, después de haber pecado, comprendió que su condición humana tendría que
ser totalmente REGENERADA (vuelto a engendrar) para permanecer en comunión con
Dios y darle lugar al Espíritu Santo. Tanto su clamor de arrepentimiento como
la súplica de perdón, expresados en el Salmo 51, cambian drásticamente en el
verso 10 cuando entendió esa necesidad de un cambio radical en su naturaleza. ¡Un
cambio que sólo Dios le podía otorgar!
Crea
en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme
el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente (Sal 51. 10-12).
Nicodemo debería haber sabido esto. No solamente
la promesa en Joel 2. 28 del derramamiento del Espíritu sobre toda carne, sino
también, y sobre todo, la necesidad apremiante de una renovación total de la
condición del hombre ya que éste está, por sí mismo, condenado eternamente,
pues no ha podido, no puede, ni podrá por sus obras y acciones, justificarse
delante de Dios.
«Aunque sé muy bien que esto es cierto, ¿cómo puede un
mortal justificarse ante Dios? Si uno quisiera disputar con él, de mil cosas no
podría responderle una sola. Profunda es su sabiduría, vasto su poder. ¿Quién
puede desafiarlo y salir bien librado? (Job 9.2-4 NVI).
Si alguien quisiera disputar con Dios, no
podría responder ni una de mil preguntas, pues en Verdad, ¿cómo puede un mortal
justificarse ante el Dios Eterno?
Oh Jehová,
oye mi oración, escucha mis ruegos; Respóndeme por tu verdad, por tu justicia.
Y no entres en juicio con tu siervo; Porque no se justificará delante de ti
ningún ser humano (Sal 143. 1-2).
Ningún
ser humano podrá justificarse delante de Dios. Cualquiera que entre a juicio delante de
Dios, sin lugar a dudas, saldrá culpable.
Por cuanto los designios de la
carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni
tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a
Dios (Ro 8. 7-8).
La naturaleza humana no
quiere, ni puede, sujetarse a la ley de Dios, por lo tanto, el ser humano nunca
podrá agradar a Dios.
Nicodemo había olvidado esto pero Jesús no. Está
establecido en la Palabra de Dios.
No obstante, por Amor a ti (y a todos los
seres humanos), Dios diseñó el plan más hermoso y perfecto que pueda existir para
tu redención (y la de todo el mundo): Primero se cumplió toda justicia al pagar
el precio de tus pecados con la vida de Su propio Hijo, Jesús; luego, por Su
Gracia, te perdonó todo, olvidándose de tus pecados; y por último, con su resurrección, venció a la
muerte para hacer de ti una nueva especie de ser que no existía antes: Él, Dios
mismo, por Su Palabra y con el Poder del Espíritu Santo, te hizo un(a) Hijo(a)
de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Lo que Nicodemo y los maestros de su época
estaban olvidando fue la promesa del Nuevo Pacto hecha por Dios y plasmada en
las Escrituras muchos años atrás. Él era maestro de Israel y tenía la
obligación de saber esto.
He aquí que vienen días, dice
Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de
Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su
mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto,
aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el
pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová:
Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por
Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su
prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me
conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová;
porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado
(Jer 31. 31-34).
Aquí es donde cabe hacer
la pregunta de Nicodemo, ¿Cómo
puede hacerse esto? Para
escuchar la respuesta de Dios:
Os daré corazón nuevo, y
pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón
de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra (Eze 36. 26-27).
La Palabra y el Plan de Dios para tu vida no
sólo son perfectos e infalibles, sino también asombrosos. En lugar de pelear
con todas tus fuerzas, en una lucha desigual contra tu vieja naturaleza, para
ser santo(a), justo(a) y perfecto(a); lo único que Dios espera de ti es que
creas. Que le creas a Él, quien te dice en Su Palabra, la Biblia, que por medio
de la muerte y resurrección de Su Hijo Jesús has entrado al Nuevo Pacto, has
sido justificado(a) y perdonado(a). Que creas que por medio de la FE en Jesús,
Dios te ha regenerado haciendo de ti una nueva especie de ser que no existía
antes: esto es, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Recuerda que sin fe
es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan (He
11.6).
Así que, ya no se trata de esforzarte por
agradar a Dios sino creerle a Su Palabra. Creer que Él tiene el poder y el
deseo de hacer de ti ese Hijo(a) de Dios, santo(a), justo(a), perfecto(a),
Nacido(a) de Nuevo, que la Biblia dice que ahora tú eres.
Creer que Dios te ama tanto que prefirió
entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3.16).
Creer que, por la
Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo, tú eres ese(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo al que Jesús se refería y Nicodemo no comprendía.
siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P 1.23).
Creer que ahora tienes
todo el derecho a ver y a entrar al reino
de Dios, tu Padre.
¡Todo por Amor a ti! Ahora, gracias a
Jesucristo, no solamente eres santo(a), justo(a) y perfecto(a), sino también
tienes la Vida Eterna que sólo un(a) Hijo(a) de Dios puede tener. ¡Vas a vivir
para siempre! Y, como si fuera poco, como un sello a todo esto, el Espíritu
Santo, Dios mismo y en persona, está contigo, en ti y sobre de ti.
En él también vosotros,
habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las
arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para
alabanza de su gloria (Efe 1.13-14).
Así que, quizá Nicodemo no lo sabía, pero ahora
tú sí lo sabes: La promesa del Padre, con la cual se garantiza el cumplimiento
del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, es el Espíritu Santo. Al igual que a
Jesús, por la Palabra de Dios y el Poder del Espíritu Santo, tú naciste de
Nuevo para que goces de la Vida Eterna, que es una vida plena y abundante.
El
ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia
(Jn 10.10).
Tenlo por cierto y no dudes más, sobre esta
tierra y dondequiera que vayas, es por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús que
puedes entrar a poseer y a establecer el reino de Dios en tu vida.
Este día, por medio de la FE [creyéndole a
Dios, creyendo Su Palabra], acepta y recibe tu identidad como Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo y pon manos a la obra.
¡Es la Promesa del Padre!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, es tan asombroso Tu
amor para conmigo. Gracias por amarme tanto. Gracias porque a pesar de cómo yo
había sido Tú me justificaste y perdonaste. Gracias por crearme de nuevo y
darme Tu naturaleza, la naturaleza de un(a) Hijo(a) Tuyo(a). Gracias porque Tú,
Espíritu Santo, estás conmigo y nunca me dejarás. Hoy, mediante este Plan Tuyo
que es el Nuevo Pacto, sellado con la Sangre de Jesús, mi Dios, Rey y Salvador,
declaro mi victoria sobre la vieja naturaleza, sobre ese(a) viejo(a) hombre (mujer)
que yo ya no soy más. Creo en Tu Palabra, Dios. Creo que soy la persona que Tú
dices que soy: santo(a), justo(a) y perfecto(a), pues he sido regenerado(a)
conforme a Tu propósito en justicia y santidad a la verdad. Bendigo Tu Nombre,
oh Padre, y me declaro siempre en victoria. Libre de todo temor y duda para ser
sano(a), próspero(a) y muy feliz. Soy Hijo(a) de Reino, Hijo(a) de Pacto, Hijo(a)
de Dios. En el nombre poderoso de Cristo Jesús. Amén
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco
una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible
poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de
Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados,
y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto.
¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada
hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar
porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y
suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con
esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido
trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo!
¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré
solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura y
Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril 9 Hch 1 / Deu 11-12 / Job 9
Hechos
1
La promesa del Espíritu Santo
1
1En el primer
tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las
cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, 2hasta el día en que
fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a
los apóstoles que había escogido; 3a quienes también, después de
haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables,
apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
4Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que
esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de
mí. 5Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
La ascensión
6Entonces los que
se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a
Israel en este tiempo? 7Y les dijo: No os toca a vosotros saber
los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; 8pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de
la tierra. 9Y habiendo dicho estas cosas,
viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
10Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él
se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas,
11los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis
mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo,
así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
Elección del sucesor de Judas
12Entonces
volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está
cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.13Y entrados,
subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe,
Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano
de Jacobo. 14Todos éstos perseveraban
unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y
con sus hermanos.
15En aquellos
días Pedro se levantó en medio de los hermanos(y los reunidos eran como ciento
veinte en número), y dijo: 16Varones hermanos, era necesario que
se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de
David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, 17y
era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. 18Este,
pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se
reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. 19Y fue
notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se
llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. 20Porque está escrito en el libro de los Salmos:
Sea hecha desierta su habitación,
Y no haya quien more en ella;
y:
Tome otro su oficio.
21Es necesario, pues, que de estos
hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús
entraba y salía entre nosotros, 22comenzando desde el bautismo de
Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno
sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección. 23Y señalaron
a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.
24Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos,
muestra cuál de estos dos has escogido, 25para que tome la parte
de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse
a su propio lugar. 26Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre
Matías; y fue contado con los once apóstoles.
Deuteronomio
11-12
La grandeza de Jehová
11
1Amarás, pues, a
Jehová tu Dios, y guardarás sus ordenanzas, sus estatutos, sus decretos y sus
mandamientos, todos los días. 2Y comprended hoy, porque no hablo
con vuestros hijos que no han sabido ni visto el castigo de Jehová vuestro
Dios, su grandeza, su mano poderosa, y su brazo extendido, 3y sus
señales, y sus obras que hizo en medio de Egipto a Faraón rey de Egipto, y a
toda su tierra; 4y lo que hizo al ejército de
Egipto, a sus caballos y a sus carros; cómo precipitó las aguas del Mar Rojo
sobre ellos, cuando venían tras vosotros, y Jehová los
destruyó hasta hoy; 5y lo que ha hecho con vosotros en el
desierto, hasta que habéis llegado a este lugar; 6y lo que hizo
con Datán y Abiram, hijos de Eliab hijo de Rubén; cómo abrió su boca la tierra,
y los tragó con sus familias, sus tiendas, y todo su ganado, en medio de todo
Israel. 7Mas vuestros ojos han visto
todas las grandes obras que Jehová ha hecho.
Bendiciones de la Tierra Prometida
8Guardad, pues,
todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, para que seáis fortalecidos, y
entréis y poseáis la tierra a la cual pasáis para tomarla; 9y para
que os sean prolongados los días sobre la tierra, de la cual juró Jehová a
vuestros padres, que había de darla a ellos y a su descendencia, tierra que
fluye leche y miel. 10La tierra a la cual entras para tomarla no
es como la tierra de Egipto de donde habéis salido, donde sembrabas tu semilla,
y regabas con tu pie, como huerto de hortaliza. 11La tierra a la
cual pasáis para tomarla es tierra de montes y de vegas, que bebe las aguas de
la lluvia del cielo; 12tierra de la cual Jehová tu Dios cuida;
siempre están sobre ella los ojos de Jehová tu Dios, desde el principio del año
hasta el fin.
13Si obedeciereis
cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová
vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma,
14yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la
tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite. 15Daré también
hierba en tu campo para tus ganados; y comerás, y te saciarás. 16Guardaos,
pues, que vuestro corazón no se infatúe, y os apartéis y sirváis a dioses
ajenos, y os inclinéis a ellos; 17y se encienda el furor de Jehová
sobre vosotros, y cierre los cielos, y no haya lluvia, ni la tierra dé su
fruto, y perezcáis pronto de la buena tierra que os da Jehová.
18Por tanto,
pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis
como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. 19Y
las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu
casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes,
20y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas; 21para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan
numerosos sobre la tierra que Jehová juró a vuestros padres que les había de
dar, como los días de los cielos sobre la tierra. 22Porque si
guardareis cuidadosamente todos estos mandamientos que yo os prescribo para que
los cumpláis, y si amareis a Jehová vuestro Dios, andando en todos sus caminos,
y siguiéndole a él, 23Jehová también echará de delante de vosotros
a todas estas naciones, y desposeeréis naciones grandes y más poderosas que
vosotros. 24Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será
vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Eufrates hasta el mar
occidental será vuestro territorio. 25Nadie se sostendrá delante
de vosotros; miedo y temor de vosotros pondrá Jehová
vuestro Dios sobre toda la tierra que pisareis, como él os ha dicho.
26He aquí yo
pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: 27la
bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os
prescribo hoy, 28y la maldición, si no oyereis los mandamientos de
Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir
en pos de dioses ajenos que no habéis conocido. 29Y cuando Jehová
tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual vas para tomarla, pondrás la
bendición sobre el monte Gerizim, y la maldición sobre el monte Ebal,
30los cuales están al otro lado del Jordán, tras el camino del occidente
en la tierra del cananeo, que habita en el Arabá frente a Gilgal, junto al
encinar de More. 31Porque vosotros pasáis el Jordán para ir a
poseer la tierra que os da Jehová vuestro Dios; y la tomaréis, y habitaréis en
ella. 32Cuidaréis, pues, de cumplir todos los estatutos y decretos
que yo presento hoy delante de vosotros.
El santuario único
12
1Estos son los
estatutos y decretos que cuidaréis de poner por obra en la tierra que Jehová el
Dios de tus padres te ha dado para que tomes posesión de ella, todos los días
que vosotros viviereis sobre la tierra. 2Destruiréis enteramente
todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus
dioses, sobre los montes altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol
frondoso. 3Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y
sus imágenes de Asera consumiréis con fuego; y destruiréis las esculturas de
sus dioses, y raeréis su nombre de aquel lugar. 4No
haréis así a Jehová vuestro Dios, 5sino que el lugar que Jehová vuestro
Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para
su habitación, ése buscaréis, y allá iréis. 6Y allí llevaréis
vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, y la ofrenda
elevada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias, y las
primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas; 7y comeréis allí
delante de Jehová vuestro Dios, y os alegraréis, vosotros y vuestras familias,
en toda obra de vuestras manos en la cual Jehová tu Dios te hubiere bendecido.
8No haréis como todo lo que hacemos nosotros aquí ahora, cada uno lo que
bien le parece, 9porque hasta ahora no habéis entrado al reposo y
a la heredad que os da Jehová vuestro Dios. 10Mas pasaréis el
Jordán, y habitaréis en la tierra que Jehová vuestro Dios os hace heredar; y él
os dará reposo de todos vuestros enemigos alrededor, y habitaréis seguros.
11Y al lugar que Jehová vuestro Dios escogiere para poner en él su
nombre, allí llevaréis todas las cosas que yo os mando: vuestros holocaustos,
vuestros sacrificios, vuestros diezmos, las ofrendas elevadas de vuestras
manos, y todo lo escogido de los votos que hubiereis prometido a Jehová.
12Y os alegraréis delante de Jehová vuestro Dios, vosotros, vuestros
hijos, vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que
habite en vuestras poblaciones; por cuanto no tiene parte ni heredad con
vosotros. 13Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier
lugar que vieres; 14sino que en el lugar que Jehová escogiere, en
una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo
te mando.
15Con todo,
podrás matar y comer carne en todas tus poblaciones conforme a tu deseo, según
la bendición que Jehová tu Dios te haya dado; el inmundo y el limpio la podrá
comer, como la de gacela o de ciervo. 16Solamente que sangre no
comeréis; sobre la tierra la derramaréis como agua.
17Ni comerás en tus poblaciones el diezmo de tu grano, de tu vino o de
tu aceite, ni las primicias de tus vacas, ni de tus ovejas, ni los votos que
prometieres, ni las ofrendas voluntarias, ni las ofrendas elevadas de tus
manos; 18sino que delante de Jehová tu Dios las comerás, en el
lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu
sierva, y el levita que habita en tus poblaciones; te alegrarás delante de
Jehová tu Dios de toda la obra de tus manos. 19Ten cuidado de no
desamparar al levita en todos tus días sobre la tierra.
20Cuando Jehová
tu Dios ensanchare tu territorio, como él te ha dicho, y tú dijeres: Comeré
carne, porque deseaste comerla, conforme a lo que deseaste podrás comer.
21Si estuviere lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios escogiere para
poner allí su nombre, podrás matar de tus vacas y de tus ovejas que Jehová te
hubiere dado, como te he mandado yo, y comerás en tus puertas según todo lo que
deseares. 22Lo mismo que se come la gacela y el ciervo, así las
podrás comer; el inmundo y el limpio podrán comer también de ellas. 23Solamente
que te mantengas firme en no comer sangre; porque la sangre es la vida, y no
comerás la vida juntamente con su carne. 24No la comerás; en
tierra la derramarás como agua. 25No comerás de
ella, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, cuando hicieres
lo recto ante los ojos de Jehová. 26Pero las cosas que hubieres
consagrado, y tus votos, las tomarás, y vendrás con ellas al lugar que Jehová
hubiere escogido; 27y ofrecerás tus holocaustos, la carne y la
sangre, sobre el altar de Jehová tu Dios; y la sangre de tus sacrificios será
derramada sobre el altar de Jehová tu Dios, y podrás comer la carne. 28Guarda
y escucha todas estas palabras que yo te mando, para que haciendo lo bueno y lo
recto ante los ojos de Jehová tu Dios, te vaya bien a ti y a tus hijos después
de ti para siempre.
Advertencias contra la idolatría
29Cuando Jehová
tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas,
y las heredes, y habites en su tierra, 30guárdate que no tropieces
yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes
acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a
sus dioses, yo también les serviré. 31No harás así a Jehová tu
Dios; porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus
dioses; pues aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses.
32Cuidarás de
hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás.
Job 9
Incapacidad de Job para responder a Dios
9
1Respondió Job, y dijo:
2 Ciertamente yo sé que es así;
¿Y cómo se
justificará el hombre con Dios?
3 Si quisiere contender con él,
No le podrá
responder a una cosa entre mil.
4 El es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas;
¿Quién se
endureció contra él, y le fue bien?
5 El arranca los montes con su furor,
Y no saben
quién los trastornó;
6 El remueve la tierra de su lugar,
Y hace
temblar sus columnas;
7 El manda al sol, y no sale;
Y sella las
estrellas;
8 El solo extendió los cielos,
Y anda sobre
las olas del mar;
9 El hizo la Osa, el Orión y las Pléyades,
Y los
lugares secretos del sur;
10 El hace cosas grandes e incomprensibles,
Y
maravillosas, sin número.
11 He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré;
Pasará, y no
lo entenderé.
12 He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir?
¿Quién le dirá: ¿Qué haces?
13 Dios no volverá atrás su ira,
Y debajo de
él se abaten los que ayudan a los soberbios.
14 ¿Cuánto menos le responderé yo,
Y hablaré
con él palabras escogidas?
15 Aunque fuese yo justo, no respondería;
Antes habría
de rogar a mi juez.
16 Si yo le invocara, y él me respondiese,
Aún no
creeré que haya escuchado mi voz.
17 Porque me ha quebrantado con tempestad,
Y ha
aumentado mis heridas sin causa.
18 No me ha concedido que tome aliento,
Sino que me
ha llenado de amarguras.
19 Si habláremos de su potencia, por cierto es fuerte;
Si de
juicio, ¿quién me emplazará?
20 Si yo me justificare, me condenaría mi boca;
Si me dijere
perfecto, esto me haría inicuo.
21 Si fuese íntegro, no haría caso de mí mismo;
Despreciaría
mi vida.
22 Una cosa resta que yo diga:
Al perfecto
y al impío él los consume.
23 Si azote mata de repente,
Se ríe del
sufrimiento de los inocentes.
24 La tierra es entregada en manos de los impíos,
Y él cubre
el rostro de sus jueces.
Si no es él,
¿quién es? ¿Dónde está?
25 Mis días han sido más ligeros que un correo;
Huyeron, y
no vieron el bien.
26 Pasaron cual naves veloces;
Como el
águila que se arroja sobre la presa.
27 Si yo dijere: Olvidaré mi queja,
Dejaré mi
triste semblante, y me esforzaré,
28 Me turban todos mis dolores;
Sé que no me
tendrás por inocente.
29 Yo soy impío;
¿Para qué
trabajaré en vano?
30 Aunque me lave con aguas de nieve,
Y limpie mis
manos con la limpieza misma,
31 Aún me hundirás en el hoyo,
Y mis
propios vestidos me abominarán.
32 Porque no es hombre como yo, para que yo le responda,
Y vengamos
juntamente a juicio.
33 No hay entre nosotros árbitro
Que ponga su
mano sobre nosotros dos.
34 Quite de sobre mí su vara,
Y su terror
no me espante.
35 Entonces hablaré, y no le temeré;
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