martes, 9 de abril de 2019

¡Cómo entrar al Reino de Dios!



9 de Abril
¡Con la Promesa del Padre!
Por Riqui Ricón*
Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí (Hch 1. 4).
Al meditar esta porción de la escritura puedo notar que la mayoría de los cristianos están más familiarizados con el versículo 8, donde Jesús te promete poder para ser testigo una vez que el Espíritu Santo haya venido sobre ti. Sin embargo, desconocer el dónde, cómo y porqué de esta promesa te limita muchísimo en el uso de este poder prometido y en tu efectividad como testigos de Dios.
¿Cuál es la promesa del Padre que Jesús les había hablado? Ciertamente que se trata de Dios, el Espíritu Santo, pero, ¿cuándo fue prometido y bajo qué circunstancias? La respuesta a estas preguntas está íntimamente relacionada con una serie de preguntas que Jesús y Nicodemo intercambiaron durante una conversación:
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?  (Jn 3. 1-10).
De acuerdo a Jesús, todo aquel que se llamase maestro de Israel debería saber que el Espíritu Santo fue prometido por Dios como parte principal del Nuevo Pacto donde, para que Él pueda realmente habitar dentro de ti, es requisito indispensable que NAZCAS DE NUEVO. Esto es, tú necesitas ser hecho(a) totalmente Nuevo(a) para que Dios, el Espíritu Santo, pueda vivir en ti y contigo. ¡Dios no puede, de ninguna manera, compartir la naturaleza caída del hombre de pecado!
El rey David, como profeta que fue, supo esto cuando, después de haber pecado, comprendió que su condición humana tendría que ser totalmente REGENERADA (vuelto a engendrar) para permanecer en comunión con Dios y darle lugar al Espíritu Santo. Tanto su clamor de arrepentimiento como la súplica de perdón, expresados en el Salmo 51, cambian drásticamente en el verso 10 cuando entendió esa necesidad de un cambio radical en su naturaleza. ¡Un cambio que sólo Dios le podía otorgar!
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente (Sal 51. 10-12).
Nicodemo debería haber sabido esto. No solamente la promesa en Joel 2. 28 del derramamiento del Espíritu sobre toda carne, sino también, y sobre todo, la necesidad apremiante de una renovación total de la condición del hombre ya que éste está, por sí mismo, condenado eternamente, pues no ha podido, no puede, ni podrá por sus obras y acciones, justificarse delante de Dios.
«Aunque sé muy bien que esto es cierto, ¿cómo puede un mortal justificarse ante Dios? Si uno quisiera disputar con él, de mil cosas no podría responderle una sola. Profunda es su sabiduría, vasto su poder. ¿Quién puede desafiarlo y salir bien librado? (Job 9.2-4 NVI).
Si alguien quisiera disputar con Dios, no podría responder ni una de mil preguntas, pues en Verdad, ¿cómo puede un mortal justificarse ante el Dios Eterno?
Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; Respóndeme por tu verdad, por tu justicia. Y no entres en juicio con tu siervo; Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano (Sal 143. 1-2).
Ningún ser humano podrá justificarse delante de Dios. Cualquiera que entre a juicio delante de Dios, sin lugar a dudas, saldrá culpable.
Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios (Ro 8. 7-8).
La naturaleza humana no quiere, ni puede, sujetarse a la ley de Dios, por lo tanto, el ser humano nunca podrá agradar a Dios.
Nicodemo había olvidado esto pero Jesús no. Está establecido en la Palabra de Dios.
No obstante, por Amor a ti (y a todos los seres humanos), Dios diseñó el plan más hermoso y perfecto que pueda existir para tu redención (y la de todo el mundo): Primero se cumplió toda justicia al pagar el precio de tus pecados con la vida de Su propio Hijo, Jesús; luego, por Su Gracia, te perdonó todo, olvidándose de tus pecados; y por último, con su resurrección, venció a la muerte para hacer de ti una nueva especie de ser que no existía antes: Él, Dios mismo, por Su Palabra y con el Poder del Espíritu Santo, te hizo un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Lo que Nicodemo y los maestros de su época estaban olvidando fue la promesa del Nuevo Pacto hecha por Dios y plasmada en las Escrituras muchos años atrás. Él era maestro de Israel y tenía la obligación de saber esto.
He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón;  y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado (Jer 31. 31-34).
Aquí es donde cabe hacer la pregunta de Nicodemo, ¿Cómo puede hacerse esto? Para escuchar la respuesta de Dios:
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra (Eze 36. 26-27).
La Palabra y el Plan de Dios para tu vida no sólo son perfectos e infalibles, sino también asombrosos. En lugar de pelear con todas tus fuerzas, en una lucha desigual contra tu vieja naturaleza, para ser santo(a), justo(a) y perfecto(a); lo único que Dios espera de ti es que creas. Que le creas a Él, quien te dice en Su Palabra, la Biblia, que por medio de la muerte y resurrección de Su Hijo Jesús has entrado al Nuevo Pacto, has sido justificado(a) y perdonado(a). Que creas que por medio de la FE en Jesús, Dios te ha regenerado haciendo de ti una nueva especie de ser que no existía antes: esto es, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Recuerda que sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan (He 11.6).
Así que, ya no se trata de esforzarte por agradar a Dios sino creerle a Su Palabra. Creer que Él tiene el poder y el deseo de hacer de ti ese Hijo(a) de Dios, santo(a), justo(a), perfecto(a), Nacido(a) de Nuevo, que la Biblia dice que ahora tú eres.
Creer que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3.16).
Creer que, por la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo, tú eres ese(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo al que Jesús se refería y Nicodemo no comprendía.
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Creer que ahora tienes todo el derecho a ver y a entrar al reino  de Dios, tu Padre.
¡Todo por Amor a ti! Ahora, gracias a Jesucristo, no solamente eres santo(a), justo(a) y perfecto(a), sino también tienes la Vida Eterna que sólo un(a) Hijo(a) de Dios puede tener. ¡Vas a vivir para siempre! Y, como si fuera poco, como un sello a todo esto, el Espíritu Santo, Dios mismo y en persona, está contigo, en ti y sobre de ti.
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria (Efe 1.13-14).
Así que, quizá Nicodemo no lo sabía, pero ahora tú sí lo sabes: La promesa del Padre, con la cual se garantiza el cumplimiento del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, es el Espíritu Santo. Al igual que a Jesús, por la Palabra de Dios y el Poder del Espíritu Santo, tú naciste de Nuevo para que goces de la Vida Eterna, que es una vida plena y abundante.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).
Tenlo por cierto y no dudes más, sobre esta tierra y dondequiera que vayas, es por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús que puedes entrar a poseer y a establecer el reino de Dios en tu vida.
Este día, por medio de la FE [creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra], acepta y recibe tu identidad como Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y pon manos a la obra.
¡Es la Promesa del Padre!

Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, es tan asombroso Tu amor para conmigo. Gracias por amarme tanto. Gracias porque a pesar de cómo yo había sido Tú me justificaste y perdonaste. Gracias por crearme de nuevo y darme Tu naturaleza, la naturaleza de un(a) Hijo(a) Tuyo(a). Gracias porque Tú, Espíritu Santo, estás conmigo y nunca me dejarás. Hoy, mediante este Plan Tuyo que es el Nuevo Pacto, sellado con la Sangre de Jesús, mi Dios, Rey y Salvador, declaro mi victoria sobre la vieja naturaleza, sobre ese(a) viejo(a) hombre (mujer) que yo ya no soy más. Creo en Tu Palabra, Dios. Creo que soy la persona que Tú dices que soy: santo(a), justo(a) y perfecto(a), pues he sido regenerado(a) conforme a Tu propósito en justicia y santidad a la verdad. Bendigo Tu Nombre, oh Padre, y me declaro siempre en victoria. Libre de todo temor y duda para ser sano(a), próspero(a) y muy feliz. Soy Hijo(a) de Reino, Hijo(a) de Pacto, Hijo(a) de Dios. En el nombre poderoso de Cristo Jesús. Amén
 Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011
                                         
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Abril 9                                    Hch 1 /  Deu 11-12 /  Job 9

Hechos 1
La promesa del Espíritu Santo
1
1En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, 2hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; 3a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. 4Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. 5Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

La ascensión
6Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? 7Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; 8pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. 9Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. 10Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 11los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

Elección del sucesor de Judas
12Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.13Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. 14Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
15En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos(y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo: 16Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, 17y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. 18Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. 19Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. 20Porque está escrito en el libro de los Salmos:

Sea hecha desierta su habitación,
Y no haya quien more en ella;
y:
Tome otro su oficio.
 21Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, 22comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección. 23Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. 24Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, 25para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. 26Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.


Deuteronomio 11-12
La grandeza de Jehová
11
1Amarás, pues, a Jehová tu Dios, y guardarás sus ordenanzas, sus estatutos, sus decretos y sus mandamientos, todos los días. 2Y comprended hoy, porque no hablo con vuestros hijos que no han sabido ni visto el castigo de Jehová vuestro Dios, su grandeza, su mano poderosa, y su brazo extendido, 3y sus señales, y sus obras que hizo en medio de Egipto a Faraón rey de Egipto, y a toda su tierra; 4y lo que hizo al ejército de Egipto, a sus caballos y a sus carros; cómo precipitó las aguas del Mar Rojo sobre ellos, cuando venían tras vosotros, y Jehová los destruyó hasta hoy; 5y lo que ha hecho con vosotros en el desierto, hasta que habéis llegado a este lugar; 6y lo que hizo con Datán y Abiram, hijos de Eliab hijo de Rubén; cómo abrió su boca la tierra, y los tragó con sus familias, sus tiendas, y todo su ganado, en medio de todo Israel. 7Mas vuestros ojos han visto todas las grandes obras que Jehová ha hecho.

Bendiciones de la Tierra Prometida
8Guardad, pues, todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, para que seáis fortalecidos, y entréis y poseáis la tierra a la cual pasáis para tomarla; 9y para que os sean prolongados los días sobre la tierra, de la cual juró Jehová a vuestros padres, que había de darla a ellos y a su descendencia, tierra que fluye leche y miel. 10La tierra a la cual entras para tomarla no es como la tierra de Egipto de donde habéis salido, donde sembrabas tu semilla, y regabas con tu pie, como huerto de hortaliza. 11La tierra a la cual pasáis para tomarla es tierra de montes y de vegas, que bebe las aguas de la lluvia del cielo; 12tierra de la cual Jehová tu Dios cuida; siempre están sobre ella los ojos de Jehová tu Dios, desde el principio del año hasta el fin.
13Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma, 14yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite. 15Daré también hierba en tu campo para tus ganados; y comerás, y te saciarás. 16Guardaos, pues, que vuestro corazón no se infatúe, y os apartéis y sirváis a dioses ajenos, y os inclinéis a ellos; 17y se encienda el furor de Jehová sobre vosotros, y cierre los cielos, y no haya lluvia, ni la tierra dé su fruto, y perezcáis pronto de la buena tierra que os da Jehová.
18Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. 19Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, 20y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas; 21para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la tierra que Jehová juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los cielos sobre la tierra. 22Porque si guardareis cuidadosamente todos estos mandamientos que yo os prescribo para que los cumpláis, y si amareis a Jehová vuestro Dios, andando en todos sus caminos, y siguiéndole a él, 23Jehová también echará de delante de vosotros a todas estas naciones, y desposeeréis naciones grandes y más poderosas que vosotros. 24Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Eufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio. 25Nadie se sostendrá delante de vosotros; miedo y temor de vosotros pondrá Jehová vuestro Dios sobre toda la tierra que pisareis, como él os ha dicho.
26He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: 27la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, 28y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido. 29Y cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual vas para tomarla, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim, y la maldición sobre el monte Ebal, 30los cuales están al otro lado del Jordán, tras el camino del occidente en la tierra del cananeo, que habita en el Arabá frente a Gilgal, junto al encinar de More. 31Porque vosotros pasáis el Jordán para ir a poseer la tierra que os da Jehová vuestro Dios; y la tomaréis, y habitaréis en ella. 32Cuidaréis, pues, de cumplir todos los estatutos y decretos que yo presento hoy delante de vosotros.

El santuario único
12
1Estos son los estatutos y decretos que cuidaréis de poner por obra en la tierra que Jehová el Dios de tus padres te ha dado para que tomes posesión de ella, todos los días que vosotros viviereis sobre la tierra. 2Destruiréis enteramente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol frondoso. 3Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y sus imágenes de Asera consumiréis con fuego; y destruiréis las esculturas de sus dioses, y raeréis su nombre de aquel lugar. 4No haréis así a Jehová vuestro Dios, 5sino que el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis. 6Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, y la ofrenda elevada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias, y las primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas; 7y comeréis allí delante de Jehová vuestro Dios, y os alegraréis, vosotros y vuestras familias, en toda obra de vuestras manos en la cual Jehová tu Dios te hubiere bendecido. 8No haréis como todo lo que hacemos nosotros aquí ahora, cada uno lo que bien le parece, 9porque hasta ahora no habéis entrado al reposo y a la heredad que os da Jehová vuestro Dios. 10Mas pasaréis el Jordán, y habitaréis en la tierra que Jehová vuestro Dios os hace heredar; y él os dará reposo de todos vuestros enemigos alrededor, y habitaréis seguros. 11Y al lugar que Jehová vuestro Dios escogiere para poner en él su nombre, allí llevaréis todas las cosas que yo os mando: vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, las ofrendas elevadas de vuestras manos, y todo lo escogido de los votos que hubiereis prometido a Jehová. 12Y os alegraréis delante de Jehová vuestro Dios, vosotros, vuestros hijos, vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que habite en vuestras poblaciones; por cuanto no tiene parte ni heredad con vosotros. 13Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que vieres; 14sino que en el lugar que Jehová escogiere, en una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando.
15Con todo, podrás matar y comer carne en todas tus poblaciones conforme a tu deseo, según la bendición que Jehová tu Dios te haya dado; el inmundo y el limpio la podrá comer, como la de gacela o de ciervo. 16Solamente que sangre no comeréis; sobre la tierra la derramaréis como agua. 17Ni comerás en tus poblaciones el diezmo de tu grano, de tu vino o de tu aceite, ni las primicias de tus vacas, ni de tus ovejas, ni los votos que prometieres, ni las ofrendas voluntarias, ni las ofrendas elevadas de tus manos; 18sino que delante de Jehová tu Dios las comerás, en el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita que habita en tus poblaciones; te alegrarás delante de Jehová tu Dios de toda la obra de tus manos. 19Ten cuidado de no desamparar al levita en todos tus días sobre la tierra.
20Cuando Jehová tu Dios ensanchare tu territorio, como él te ha dicho, y tú dijeres: Comeré carne, porque deseaste comerla, conforme a lo que deseaste podrás comer. 21Si estuviere lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios escogiere para poner allí su nombre, podrás matar de tus vacas y de tus ovejas que Jehová te hubiere dado, como te he mandado yo, y comerás en tus puertas según todo lo que deseares. 22Lo mismo que se come la gacela y el ciervo, así las podrás comer; el inmundo y el limpio podrán comer también de ellas. 23Solamente que te mantengas firme en no comer sangre; porque la sangre es la vida, y no comerás la vida juntamente con su carne. 24No la comerás; en tierra la derramarás como agua. 25No comerás de ella, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, cuando hicieres lo recto ante los ojos de Jehová. 26Pero las cosas que hubieres consagrado, y tus votos, las tomarás, y vendrás con ellas al lugar que Jehová hubiere escogido; 27y ofrecerás tus holocaustos, la carne y la sangre, sobre el altar de Jehová tu Dios; y la sangre de tus sacrificios será derramada sobre el altar de Jehová tu Dios, y podrás comer la carne. 28Guarda y escucha todas estas palabras que yo te mando, para que haciendo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová tu Dios, te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti para siempre.

Advertencias contra la idolatría
29Cuando Jehová tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, 30guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. 31No harás así a Jehová tu Dios; porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus dioses; pues aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses.
32Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás.

Job 9

Incapacidad de Job para responder a Dios
9
1Respondió Job, y dijo:
     2     Ciertamente yo sé que es así;
¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?
     3     Si quisiere contender con él,
No le podrá responder a una cosa entre mil.
     4     El es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas;
¿Quién se endureció contra él, y le fue bien?
     5     El arranca los montes con su furor,
Y no saben quién los trastornó;
     6     El remueve la tierra de su lugar,
Y hace temblar sus columnas;
     7     El manda al sol, y no sale;
Y sella las estrellas;
     8     El solo extendió los cielos,
Y anda sobre las olas del mar;
     9     El hizo la Osa, el Orión y las Pléyades,
Y los lugares secretos del sur;
     10     El hace cosas grandes e incomprensibles,
Y maravillosas, sin número.
     11     He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré;
Pasará, y no lo entenderé.
     12     He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir?
¿Quién le dirá: ¿Qué haces?
     13     Dios no volverá atrás su ira,
Y debajo de él se abaten los que ayudan a los soberbios.
     14     ¿Cuánto menos le responderé yo,
Y hablaré con él palabras escogidas?
     15     Aunque fuese yo justo, no respondería;
Antes habría de rogar a mi juez.
     16     Si yo le invocara, y él me respondiese,
Aún no creeré que haya escuchado mi voz.
     17     Porque me ha quebrantado con tempestad,
Y ha aumentado mis heridas sin causa.
     18     No me ha concedido que tome aliento,
Sino que me ha llenado de amarguras.
     19     Si habláremos de su potencia, por cierto es fuerte;
Si de juicio, ¿quién me emplazará?
     20     Si yo me justificare, me condenaría mi boca;
Si me dijere perfecto, esto me haría inicuo.
     21     Si fuese íntegro, no haría caso de mí mismo;
Despreciaría mi vida.
     22     Una cosa resta que yo diga:
Al perfecto y al impío él los consume.
     23     Si azote mata de repente,
Se ríe del sufrimiento de los inocentes.
     24     La tierra es entregada en manos de los impíos,
Y él cubre el rostro de sus jueces.
Si no es él, ¿quién es? ¿Dónde está?
     25     Mis días han sido más ligeros que un correo;
Huyeron, y no vieron el bien.
     26     Pasaron cual naves veloces;
Como el águila que se arroja sobre la presa.
     27     Si yo dijere: Olvidaré mi queja,
Dejaré mi triste semblante, y me esforzaré,
     28     Me turban todos mis dolores;
Sé que no me tendrás por inocente.
     29     Yo soy impío;
¿Para qué trabajaré en vano?
     30     Aunque me lave con aguas de nieve,
Y limpie mis manos con la limpieza misma,
     31     Aún me hundirás en el hoyo,
Y mis propios vestidos me abominarán.
     32     Porque no es hombre como yo, para que yo le responda,
Y vengamos juntamente a juicio.
     33     No hay entre nosotros árbitro
Que ponga su mano sobre nosotros dos.
     34     Quite de sobre mí su vara,
Y su terror no me espante.
     35     Entonces hablaré, y no le temeré;
Porque en este estado no estoy en mí.

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