3
de Noviembre
¡Basta una
Palabra del Señor!
Por
Riqui Ricón*
Mira mi aflicción, y líbrame, Porque de tu ley
no me he olvidado. Defiende mi causa, y redímeme; Vivifícame con tu palabra.
Lejos está de los impíos la salvación, Porque no buscan tus estatutos. Muchas
son tus misericordias, oh Jehová; Vivifícame conforme a tus juicios… Mira, oh
Jehová, que amo tus mandamientos; Vivifícame conforme a tu misericordia. La
suma de tu palabra es verdad, Y eterno es todo juicio de tu justicia (Sal 119.153-156, 159-160).
A nosotros los creyentes, los que hemos hecho a Jesús el Señor y
Salvador de nuestras vidas y que por lo tanto hemos Nacido de Nuevo como Hijos
de Dios, no nos cabe la menor duda que la Biblia es la Palabra de Dios y es la
Verdad.
Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo
pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado (Isa 26.3).
Aún en medio de problemas y aflicciones tú puedes tener dicha y paz pues
conoces la Verdad y sabes que en todas las cosas eres más que vencedor(a), pues
Dios lo ha establecido así en Su Palabra.
Y
pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová,
para librarte (Jer 1.19).
¡Tienes la Victoria asegurada! Sólo tienes que perseverar en hacer de la
Palabra de Dios la norma máxima de tu Vida, poniéndola en tu mente, boca y
corazón.
Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si
eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y
descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero
al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces,
diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano,
asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mat 14.28-31).
En aquella
noche que Jesús caminó sobre las aguas y sus discípulos, amedrentados, pensaban
que veían un fantasma, Él les animo diciéndoles no tengan miedo, soy yo; sin
embargo Pedro dijo, si eres Tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y Jesús
le contestó, ven. Eso era todo lo que Pedro necesitaba, UNA PALABRA de Jesús y
entonces, él comenzó a caminar sobre las aguas.
De la misma
forma tú, como Pedro, solo necesitas CREERLE a Dios. El problema surge cuando
el fuerte viento, los problemas, la enfermedad o cualquier aflicción pueden
convencerte que en esta ocasión ellos son mayores que la Palabra y te infunden
temor. El temor produce duda y la duda apaga tu fe.
Mientras él todavía hablaba con ella,
llegó un mensajero de la casa de Jairo, el líder de la sinagoga y le dijo: «Tu
hija está muerta. Ya no tiene sentido molestar al Maestro». Pero, cuando Jesús
oyó lo que había sucedido, le dijo a Jairo: «No tengas miedo. Sólo ten fe, y
ella será sanada» (Luc 8.49-50 NTV).
Cuando a
Jairo llegaron avisarle que su hija había muerto y ya no había más esperanza,
Jesús contuvo al espíritu de temor y duda al declarar: ¡Jairo, no temas cree
solamente!
Es la
Palabra de Dios la que te vivifica, la que te da vida para no temer y salir
victorioso(a) en medio de las más terribles circunstancias. Es por esto que el
salmista oraba: Mira mi aflicción, y líbrame, Porque de tu ley no me he olvidado.
Defiende mi causa, y redímeme; Vivifícame con tu palabra.
La Verdad
es que Dios no miente, y confiar en Él no es difícil, pues si Dios lo dijo,
entonces Él lo va a cumplir; si Dios lo habló, entonces Él lo va a ejecutar.
Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu
salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en
tu palabra he confiado
(Sal 119.41-42).
¡Jamás serás
avergonzado(a) de haber puesto toda tu confianza en la Palabra de Honor de Dios,
tu Padre!
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16.33).
Así que, si
Dios dice en Su Palabra que todo lo puedes en Cristo, entonces, ¡todo lo puedes
en Cristo que te fortalece!
Si Dios
dice en Su Palabra que ciertamente Él llevó tus enfermedades y sufrió tus
dolores y que por Sus heridas ya fuiste sanado(a), entonces, ¡ciertamente Él
llevó tus enfermedades y sufrió tus dolores y por Sus heridas TÚ YA FUISTE SANADO(A)!
Así de
simple es la fe, como un grano de mostaza. Dichoso, bienaventurado, mil veces
feliz, el hombre o la mujer que confía en Dios, pues aunque andes en valle de
sombra y de muerte, no temerás mal alguno, pues Jesús, tu Rey y Salvador, está
contigo.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la
ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas
conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu
camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
Es por todo
esto que tú necesitas urgentemente hacer de la Biblia la norma máxima de tu
existencia. Leyéndola y meditándola todos los días de tu vida, pues entonces, y
sólo entonces (ni antes, ni después, ni de ningún otra forma), harás prosperar
tu camino y todo te saldrá bien.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, yo en Ti confío. Sé que Tu Palabra, la Biblia, es
la Verdad y por lo tanto la creo y la guardo como la norma máxima de mi vida.
Sé que me irá bien y haré prosperar mi camino. Y aunque hoy esté enfrentando
problemas y aflicciones, yo declaró en Tu nombre Jesucristo que saldré adelante
en libertad y victoria, en salud y prosperidad pues escrito está acerca de mí
que en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me ama,
Cristo Jesús. Resisto y hecho fuera de mi vida toda enfermedad, pobreza,
tristeza, depresión, soledad, temor y angustia. Cubro todo mi ser, espíritu,
alma y cuerpo, con la Sangre de Jesús y llamo y recibo toda la salud, amor, paz
y gozo que Tú, Jesucristo, compraste para mí al morir en la cruz. Creo y
declaro que, ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy
un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! Todo Gracias a Ti, Señor Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2012
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un
año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre 3 1
Tim 5.1-22 / Jer 1.-2 / Sal 119.145-176
1
Timoteo 5.1-22
Deberes hacia
los demás
5
1No reprendas al
anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos;
2a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con
toda pureza.
3Honra a las
viudas que en verdad lo son. 4Pero si alguna viuda tiene hijos, o
nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a
recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios.
5Mas la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es
diligente en súplicas y oraciones noche y día. 6Pero la que se
entrega a los placeres, viviendo está muerta. 7Manda también estas
cosas, para que sean irreprensibles; 8porque si alguno no provee
para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor
que un incrédulo.
9Sea puesta en la
lista sólo la viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo
marido, 10que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado
hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos;
si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra. 11Pero
viudas más jóvenes no admitas; porque cuando, impulsadas por sus deseos, se
rebelan contra Cristo, quieren casarse, 12incurriendo así en
condenación, por haber quebrantado su primera fe. 13Y también
aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa; y no solamente ociosas, sino
también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran. 14Quiero,
pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no
den al adversario ninguna ocasión de maledicencia. 15Porque ya
algunas se han apartado en pos de Satanás. 16Si algún creyente o
alguna creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea gravada la iglesia, a
fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas.
17Los ancianos
que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que
trabajan en predicar y enseñar. 18Pues la Escritura dice: No
pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su
salario.
19Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos.
20A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que
los demás también teman. 21Te encarezco delante de Dios y del
Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin
prejuicios, no haciendo nada con parcialidad. 22No impongas con
ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro.
Jeremías
1-2
Llamamiento y misión de Jeremías
1
1Las palabras de
Jeremías hijo de Hilcías, de los sacerdotes que estuvieron en Anatot, en tierra
de Benjamín. 2Palabra de Jehová que le vino en los días de Josías
hijo de Amón, rey de Judá, en el año decimotercero de su reinado. 3Le
vino también en días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá,
hasta el fin del año undécimo de Sedequías hijo de Josías,
rey de Judá, hasta la cautividad de Jerusalén en el mes quinto.
4Vino, pues,
palabra de Jehová a mí, diciendo: 5Antes que te formase en el vientre
te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las
naciones. 6Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé
hablar, porque soy niño. 7Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño;
porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. 8No
temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.
9Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he
puesto mis palabras en tu boca. 10Mira que te he puesto en este
día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar
y para derribar, para edificar y para plantar. 11La palabra de
Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de
almendro.
12Y me dijo Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro
mi palabra para ponerla por obra.
13Vino a mí la
palabra de Jehová por segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Veo una olla
que hierve; y su faz está hacia el norte. 14Me dijo Jehová: Del
norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra. 15Porque
he aquí que yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice
Jehová; y vendrán, y pondrá cada uno su campamento a la entrada de las puertas
de Jerusalén, y junto a todos sus muros en derredor, y contra todas las
ciudades de Judá. 16Y a causa de toda su maldad, proferiré mis
juicios contra los que me dejaron, e incensaron a dioses extraños, y la obra de
sus manos adoraron. 17Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y
háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos, para que no te haga
yo quebrantar delante de ellos. 18Porque he aquí que yo te he
puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro
de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus
sacerdotes, y el pueblo de la tierra. 19Y pelearán contra ti, pero
no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.
Jehová y la apostasía de Israel
2
1Vino a mí
palabra de Jehová, diciendo: 2Anda y clama a los oídos de Jerusalén,
diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu
juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el
desierto, en tierra no sembrada. 3Santo era Israel a Jehová,
primicias de sus nuevos frutos. Todos los que le devoraban eran culpables; mal
venía sobre ellos, dice Jehová.
4Oíd la palabra
de Jehová, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel. 5Así
dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí,
y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos? 6Y no dijeron:
¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo
por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de
sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó
hombre? 7Y os introduje en tierra de abundancia, para que
comieseis su fruto y su bien; pero entrasteis y contaminasteis mi tierra, e
hicisteis abominable mi heredad. 8Los sacerdotes no dijeron:
¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se
rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y
anduvieron tras lo que no aprovecha.
9Por tanto,
contenderé aún con vosotros, dijo Jehová, y con los hijos de vuestros hijos pleitearé.
10Porque pasad a las costas de Quitim y mirad; y enviad a Cedar, y
considerad cuidadosamente, y ved si se ha hecho cosa semejante a esta. 11¿Acaso
alguna nación ha cambiado sus dioses, aunque ellos no son dioses? Sin embargo,
mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha. 12Espantaos,
cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová.
13Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua
viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.
14¿Es Israel
siervo? ¿es esclavo? ¿Por qué ha venido a ser presa? 15Los
cachorros del león rugieron contra él, alzaron su voz, y asolaron su tierra;
quemadas están sus ciudades, sin morador. 16Aun los hijos de
Menfis y de Tafnes te quebrantaron la coronilla. 17¿No te acarreó
esto el haber dejado a Jehová tu Dios, cuando te conducía por el camino?
18Ahora, pues, ¿qué tienes tú en el camino de Egipto, para que bebas
agua del Nilo? ¿Y qué tienes tú en el camino de Asiria, para que bebas agua del
Eufrates? 19Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán;
sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y
faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.
20Porque desde
muy atrás rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste: No serviré. Con todo eso,
sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te echabas como
ramera. 21Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella;
¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña? 22Aunque
te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado
permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor. 23¿Cómo
puedes decir: No soy inmunda, nunca anduve tras los baales? Mira tu proceder en
el valle, conoce lo que has hecho, dromedaria ligera que tuerce su camino,
24asna montés acostumbrada al desierto, que en su ardor olfatea el
viento. De su lujuria, ¿quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se
fatigarán, porque en el tiempo de su celo la hallarán. 25Guarda
tus pies de andar descalzos, y tu garganta de la sed. Mas dijiste: No hay
remedio en ninguna manera, porque a extraños he amado, y tras ellos he de ir.
26Como se
avergüenza el ladrón cuando es descubierto, así se avergonzará la casa de
Israel, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas,
27que dicen a un leño: Mi padre eres tú; y a una piedra: Tú me has
engendrado. Porque me volvieron la cerviz, y no el rostro; y en el tiempo de su
calamidad dicen: Levántate, y líbranos. 28¿Y dónde están tus
dioses que hiciste para ti? Levántense ellos, a ver si te podrán librar en el
tiempo de tu aflicción; porque según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron
tus dioses.
29¿Por qué
porfías conmigo? Todos vosotros prevaricasteis contra mí, dice Jehová. 30En
vano he azotado a vuestros hijos; no han recibido corrección. Vuestra espada
devoró a vuestros profetas como león destrozador. 31¡Oh
generación! atended vosotros a la palabra de Jehová. ¿He sido yo un desierto
para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres;
nunca más vendremos a ti? 32¿Se olvida la virgen de su atavío, o
la desposada de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables
días.
33¿Por qué
adornas tu camino para hallar amor? Aun a las malvadas enseñaste tus caminos.
34Aun en tus faldas se halló la sangre de los pobres, de los inocentes.
No los hallaste en ningún delito; sin embargo, en todas estas cosas dices:
35Soy inocente, de cierto su ira se apartó de mí. He aquí yo entraré en
juicio contigo, porque dijiste: No he pecado. 36¿Para qué
discurres tanto, cambiando tus caminos? También serás avergonzada de Egipto,
como fuiste avergonzada de Asiria. 37También de allí saldrás con
tus manos sobre tu cabeza, porque Jehová desechó a aquellos en quienes tú
confiabas, y no prosperarás por ellos.
SALMO 119.145-176
Excelencias de la ley de Dios
Cof
145 Clamé con
todo mi corazón; respóndeme, Jehová,
Y guardaré
tus estatutos.
146 A ti clamé;
sálvame,
Y guardaré
tus testimonios.
147 Me anticipé
al alba, y clamé;
Esperé en tu
palabra.
148 Se
anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche,
Para meditar
en tus mandatos.
149 Oye mi voz
conforme a tu misericordia;
Oh Jehová,
vivifícame conforme a tu juicio.
150 Se
acercaron a la maldad los que me persiguen;
Se alejaron
de tu ley.
151 Cercano
estás tú, oh Jehová,
Y todos tus
mandamientos son verdad.
152 Hace ya
mucho que he entendido tus testimonios,
Que para
siempre los has establecido.
Resh
153 Mira mi
aflicción, y líbrame,
Porque de tu
ley no me he olvidado.
154 Defiende mi
causa, y redímeme;
Vivifícame
con tu palabra.
155 Lejos está
de los impíos la salvación,
Porque no
buscan tus estatutos.
156 Muchas son
tus misericordias, oh Jehová;
Vivifícame
conforme a tus juicios.
157 Muchos son
mis perseguidores y mis enemigos,
Mas de tus
testimonios no me he apartado.
158 Veía a los
prevaricadores, y me disgustaba,
Porque no
guardaban tus palabras.
159 Mira, oh
Jehová, que amo tus mandamientos;
Vivifícame
conforme a tu misericordia.
160 La suma de
tu palabra es verdad,
Y eterno es
todo juicio de tu justicia.
Sin
161 Príncipes
me han perseguido sin causa,
Pero mi
corazón tuvo temor de tus palabras.
162 Me regocijo
en tu palabra
Como el que
halla muchos despojos.
163 La mentira
aborrezco y abomino;
Tu ley amo.
164 Siete veces
al día te alabo
A causa de
tus justos juicios.
165 Mucha paz
tienen los que aman tu ley,
Y no hay
para ellos tropiezo.
166 Tu
salvación he esperado, oh Jehová,
Y tus
mandamientos he puesto por obra.
167 Mi alma ha
guardado tus testimonios,
Y los he
amado en gran manera.
168 He guardado
tus mandamientos y tus testimonios,
Porque todos
mis caminos están delante de ti.
Tau
169 Llegue mi
clamor delante de ti, oh Jehová;
Dame
entendimiento conforme a tu palabra.
170 Llegue mi
oración delante de ti;
Líbrame
conforme a tu dicho.
171 Mis labios
rebosarán alabanza
Cuando me
enseñes tus estatutos.
172 Hablará mi
lengua tus dichos,
Porque todos
tus mandamientos son justicia.
173 Esté tu
mano pronta para socorrerme,
Porque tus
mandamientos he escogido.
174 He deseado
tu salvación, oh Jehová,
Y tu ley es
mi delicia.
175 Viva mi
alma y te alabe,
Y tus
juicios me ayuden.
176 Yo anduve
errante como oveja extraviada; busca a tu siervo,
Porque no me
he olvidado de tus mandamientos.
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