viernes, 15 de noviembre de 2019

¡Cómo Vivir en Paz!



15 de Noviembre
¡Paz que sobrepasa todo entendimiento!
Por Riqui Ricón*

Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz (Sgo 3.18).
En los primeros tres capítulos de la epístola de Santiago la Escritura nos habla de ser hacedores de la Palabra de tal forma que nuestra fe tenga obras y dé fruto. Tú eres un(a) Hijo(a) de Dios NACIDO(A) DE NUEVO y, por lo tanto, eres un(a) creyente hacedor(a) de la Palabra quien, por las obras de la fe, darás siempre frutos de justicia.
¿Qué significa esto? Bueno, pues ser justo significa ser aprobado delante de Dios y esto, siempre traerá paz a tu vida. Creer que Jesucristo es tu Señor y Salvador significa creerle a Dios, creerle a la Biblia y, precisamente por esta fe, sabes que Él ya pagó el precio de todos tus delitos y pecados, que has sido justificado(a) y que, justamente por esto, ahora eres un(a) Hijo(a) de Dios NACIDO(A) DE NUEVO. Ya no eres, ni puedes ser, la misma persona que antes eras.
Pues si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo…  a fin de que, así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor  (Ro 5.17, 21 NVI).
Lo más fabuloso del mensaje del Evangelio (las Buenas Nuevas), es que todo se te ha dado por medio de Jesucristo para que puedas reinar en esta vida mediante la Gracia de Dios para Vida Eterna. Ya no eres, ni puedes ser la misma persona que antes eras, esto es así no por lo que tú puedas hacer o dejar de hacer sino por lo que Cristo Jesús YA HIZO por ti.
Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente (Luc 8.50a).
Es aquí donde tu fe [creerle a Dios, creyendo Su Palabra] puede comenzar a producir frutos apacibles de justicia. ¿Cómo? Un buen inicio es mediante tus palabras.
Antes, tus palabras contaminaban tu cuerpo e inflamaban todo tu alrededor, pero ahora, siendo renacido(a) no de una simiente corruptible sino de la incorruptible simiente que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre, tus palabras tienen el poder de Dios para sanar, perdonar, liberar y traer amor, paz y gozo a todos los que te rodean.
Si me puedo explicar correctamente, entenderás que todo esto no se trata de algo que debas lograr o desarrollar sino de algo que tú ya tienes pues fluye de tu identidad, fluye de la persona que ahora eres en Cristo Jesús: ¡Un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!
Dios así lo ha establecido en Su Palabra y sólo tienes que creerlo pues esta es la Verdad. Veamos cómo lograrlo:
Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible (Mar 9.23).
En Efesios 4, la Biblia nos enseña que debemos despojarnos del viejo hombre (mujer) que está viciado conforme a los deseos engañosos renovándonos (haciéndonos nuevos) en el espíritu de nuestra mente. Esto significa que, para poder despojarte de esa vieja naturaleza necesitas creer que eres la persona que Dios dice que eres. ¡Cambia tu forma de pensar!
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre,  que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre,  creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efe 4.22-24).
Para conseguir esto lo que tienes que hacer es poner la Palabra de Dios en tu mente, boca y corazón (leerle y meditarla de día y de noche), de tal manera que el primer fruto de las obras de tu fe sea cambiar tu forma de pensar y de hablar.
Tus palabras proceden de tu forma de pensar y si no haces de la Palabra de Dios la prioridad de tu vida, vendrán las presiones que enfrentas cada día y reaccionarás de la misma forma que lo has hecho siempre. Pero, conforme empiezas a llenar tu vida de la Palabra de Dios irás notando que ya no reaccionas igual y que tu forma de hablar comienza a cambiar y a manifestar los frutos de justicia.
hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque. Y habitará el juicio en el desierto, y en el campo fértil morará la justicia. Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre. Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo (Isa 32.15-18).
Este hasta que de la Escritura ya se ha cumplido; de hecho tiene un doble cumplimiento: primero, cuando Jesús pagó en la cruz todos tus pecados y abrió el camino para que el Espíritu Santo pudiera venir a tu vida; segundo, cuando aceptaste ese sacrificio de Amor haciendo a Jesús el Señor y Salvador de tu vida.
Ni la paz, ni el reposo, ni la seguridad para siempre son cosas que tú puedas manifestar o desarrollar de alguna forma, sino que son los efectos que la Sangre de Jesús tiene sobre tu vida. Al derramar Su Sangre en la cruz, Jesús satisfizo la Justicia de Dios. Muriendo el Único Justo por los injustos te justificó a ti, haciéndote justo(a) de una vez y para siempre.
¡El efecto de esta justicia es paz y su labor es reposo y seguridad para siempre!
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co 5.21).
Me dirás, suena bien, pero, ¿cómo puedo hacer de esto una realidad en mi vida? Pues, ¡cambia tu forma de pensar! Haz de la Palabra de Dios la prioridad de tu existencia. Medita en ella de día y de noche, ponla en tu mente, boca y corazón porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
Aprende de la experiencia del pueblo de Israel, pues cuando éste iba a entrar a la tierra prometida, 10 de los 12 espías que Moisés había enviado hablaron mal de sus posibilidades de éxito.
Fueron LAS PALABRAS de estas 10 personas las que sembraron la duda y el temor en un pueblo que ya había experimentado grandes victorias a través de los milagros y maravillas que Dios obraba. Esas palabras de duda, incredulidad y temor, impidieron a toda una nación tomar posesión de lo que Dios ya les había prometido.
Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras, y se enojó, y juró diciendo: No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres, excepto Caleb hijo de Jefone; él la verá, y a él le daré la tierra que pisó, y a sus hijos; porque ha seguido fielmente a Jehová (Deu 1.34-36).
Sin embargo, hubo dos, Josué y Caleb, que pensaban totalmente diferente (tenían otro espíritu) y hablaron palabras de fe y de verdad tratando de animar al pueblo a creerle a Dios. Estos dos fueron los únicos de aquella generación que, por sus palabras, entraron a poseer la tierra prometida.
Así que, es tu fe [creerle a Dios, creyendo Su Palabra], manifestada en tus palabras, la que te da acceso a la victoria y a la paz que sobrepasa todo entendimiento, pues en honor a la Verdad,
Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre [y la mujer] que en ti confía (Sal 84.12).

Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy declaro, con toda Tu autoridad, que soy Hijo(a) del único Dios Vivo y Verdadero. Soy NACIDO(A) DE NUEVO y mis palabras están cargadas de poder y autoridad para hacer que las cosas sucedan. Me dispongo con la ayuda del Espíritu Santo a poner la Palabra de Dios en mi mente, BOCA y corazón de tal manera que, sin importar las circunstancias que hoy esté enfrentando, mi pensar, hablar y actuar darán fruto de paz y de justicia. Señor Jesús, yo en Ti confío, Tú eres toda mi confianza, sin Ti no vivo. ¡Soy bienaventurada(o)! ¡Mil veces feliz! Pues la roca de mi salvación es Cristo Jesús. El cielo y la tierra pasarán mas Tu Palabra no pasará. Así que, no pongo mis ojos, ni mi confianza, en la situación, problema o aflicción que hoy esté atravesando, porque yo, ______________ (tu nombre aquí) seré prosperado, por la Palabra de Dios, como el árbol plantado junto a las aguas,  que junto a la corriente echaré mis raíces, y no veré cuando viene el calor, sino que mi hoja estará verde; y en el año de sequía no me fatigaré, ni dejaré de dar fruto. Por lo tanto, resisto las mentiras del diablo y me declaro a mí mismo(a), de acuerdo a Tu Palabra, la Biblia, que ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, no de simiente corruptible sino de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre! Ni el pecado ni la muerte tienen nada en mí. No hay forma que pueda perder en la vida pues en TODAS las cosas yo, ______________ (tu nombre aquí) soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me ama, Cristo Jesús. ¡Amén!
Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso? 
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios: 
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Noviembre 15                 Sgo 3   /  Jer 25-26  /  Sal 131


Santiago 3
La lengua
3
1Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. 2Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. 3He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. 4Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. 5Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
6Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. 7Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; 8pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. 9Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. 10De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? 12Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

La sabiduría de lo alto
13¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. 14Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. 16Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. 18Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.

   
Jeremías 25-26
Setenta años de desolación
25
1Palabra que vino a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá en el año cuarto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, el cual era el año primero de Nabucodonosor rey de Babilonia; 2la cual habló el profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a todos los moradores de Jerusalén, diciendo: 3Desde el año trece de Josías hijo de Amón, rey de Judá, hasta este día, que son veintitrés años, ha venido a mí palabra de Jehová, y he hablado desde temprano y sin cesar; pero no oísteis. 4Y envió Jehová a vosotros todos sus siervos los profetas, enviándoles desde temprano y sin cesar; pero no oísteis, ni inclinasteis vuestro oído para escuchar 5cuando decían: Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras, y moraréis en la tierra que os dio Jehová a vosotros y a vuestros padres para siempre; 6y no vayáis en pos de dioses ajenos, sirviéndoles y adorándoles, ni me provoquéis a ira con la obra de vuestras manos; y no os haré mal. 7Pero no me habéis oído, dice Jehová, para provocarme a ira con la obra de vuestras manos para mal vuestro.
8Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: Por cuanto no habéis oído mis palabras, 9he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua. 10Y haré que desaparezca de entre ellos la voz de gozo y la voz de alegría, la voz de desposado y la voz de desposada, ruido de molino y luz de lámpara. 11Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. 12Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre. 13Y traeré sobre aquella tierra todas mis palabras que he hablado contra ella, con todo lo que está escrito en este libro, profetizado por Jeremías contra todas las naciones. 14Porque también ellas serán sojuzgadas por muchas naciones y grandes reyes; y yo les pagaré conforme a sus hechos, y conforme a la obra de sus manos.

La copa de ira para las naciones
15Porque así me dijo Jehová Dios de Israel: Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y da a beber de él a todas las naciones a las cuales yo te envío. 16Y beberán, y temblarán y enloquecerán, a causa de la espada que yo envío entre ellas.
17Y tomé la copa de la mano de Jehová, y di de beber a todas las naciones, a las cuales me envió Jehová: 18a Jerusalén, a las ciudades de Judá y a sus reyes, y a sus príncipes, para ponerlos en ruinas, en escarnio y en burla y en maldición, como hasta hoy; 19a Faraón rey de Egipto, a sus siervos, a sus príncipes y a todo su pueblo; 20y a toda la mezcla de naciones, a todos los reyes de tierra de Uz, y a todos los reyes de la tierra de Filistea, a Ascalón, a Gaza, a Ecrón y al remanente de Asdod; 21a Edom, a Moab y a los hijos de Amón; 22a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón, a los reyes de las costas que están de ese lado del mar; 23a Dedán, a Tema y a Buz, y a todos los que se rapan las sienes; 24a todos los reyes de Arabia, a todos los reyes de pueblos mezclados que habitan en el desierto; 25a todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam, a todos los reyes de Media; 26a todos los reyes del norte, los de cerca y los de lejos, los unos con los otros, y a todos los reinos del mundo que están sobre la faz de la tierra; y el rey de Babilonia beberá después de ellos.
27Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Bebed, y embriagaos, y vomitad, y caed, y no os levantéis, a causa de la espada que yo envío entre vosotros. 28Y si no quieren tomar la copa de tu mano para beber, les dirás tú: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tenéis que beber. 29Porque he aquí que a la ciudad en la cual es invocado mi nombre yo comienzo a hacer mal; ¿y vosotros seréis absueltos? No seréis absueltos; porque espada traigo sobre todos los moradores de la tierra, dice Jehová de los ejércitos.
30Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras y les dirás: Jehová rugirá desde lo alto, y desde su morada santa dará su voz; rugirá fuertemente contra su morada; canción de lagareros cantará contra todos los moradores de la tierra. 31Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne; entregará los impíos a espada, dice Jehová.
32Así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que el mal irá de nación en nación, y grande tempestad se levantará de los fines de la tierra. 33Y yacerán los muertos de Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro; no se endecharán ni se recogerán ni serán enterrados; como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra. 34Aullad, pastores, y clamad; revolcaos en el polvo, mayorales del rebaño; porque cumplidos son vuestros días para que seáis degollados y esparcidos, y caeréis como vaso precioso. 35Y se acabará la huida de los pastores, y el escape de los mayorales del rebaño. 36¡Voz de la gritería de los pastores, y aullido de los mayorales del rebaño! porque Jehová asoló sus pastos. 37Y los pastos delicados serán destruidos por el ardor de la ira de Jehová. 38Dejó cual leoncillo su guarida; pues asolada fue la tierra de ellos por la ira del opresor, y por el furor de su saña.

Jeremías es amenazado de muerte
26
1En el principio del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehová, diciendo: 2Así ha dicho Jehová: Ponte en el atrio de la casa de Jehová, y habla a todas las ciudades de Judá, que vienen para adorar en la casa de Jehová, todas las palabras que yo te mandé hablarles; no retengas palabra. 3Quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino, y me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras. 4Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová: Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante vosotros, 5para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído, 6yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra.
7Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehová. 8Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás. 9¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová, diciendo: Esta casa será como Silo, y esta ciudad será asolada hasta no quedar morador? Y todo el pueblo se juntó contra Jeremías en la casa de Jehová.
10Y los príncipes de Judá oyeron estas cosas, y subieron de la casa del rey a la casa de Jehová, y se sentaron en la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová. 11Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos. 12Y habló Jeremías a todos los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: Jehová me envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, todas las palabras que habéis oído. 13Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros. 14En lo que a mí toca, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor y más recto os parezca. 15Mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sobre sus moradores; porque en verdad Jehová me envió a vosotros para que dijese todas estas palabras en vuestros oídos.
16Y dijeron los príncipes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas: No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado. 17Entonces se levantaron algunos de los ancianos de la tierra y hablaron a toda la reunión del pueblo, diciendo: 18Miqueas de Moreset profetizó en tiempo de Ezequías rey de Judá, y habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque. 19¿Acaso lo mataron Ezequías rey de Judá y todo Judá? ¿No temió a Jehová, y oró en presencia de Jehová, y Jehová se arrepintió del mal que había hablado contra ellos? ¿Haremos, pues, nosotros tan gran mal contra nuestras almas?
20Hubo también un hombre que profetizaba en nombre de Jehová, Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, el cual profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra, conforme a todas las palabras de Jeremías; 21y oyeron sus palabras el rey Joacim y todos sus grandes, y todos sus príncipes, y el rey procuró matarle; entendiendo lo cual Urías, tuvo temor, y huyó a Egipto. 22Y el rey Joacim envió hombres a Egipto, a Elnatán hijo de Acbor y otros hombres con él, a Egipto; 23los cuales sacaron a Urías de Egipto y lo trajeron al rey Joacim, el cual lo mató a espada, y echó su cuerpo en los sepulcros del vulgo.
24Pero la mano de Ahicam hijo de Safán estaba a favor de Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo.

       
SALMO 131

Confiando en Dios como un niño
Cántico gradual; de David.
     1     Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron;
Ni anduve en grandezas,
Ni en cosas demasiado sublimes para mí.
     2     En verdad que me he comportado y he acallado mi alma
Como un niño destetado de su madre;
Como un niño destetado está mi alma.
     3     Espera, oh Israel, en Jehová,
Desde ahora y para siempre.

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