23
de Noviembre
¡Tú ya
tienes esta clase de fe!
Por
Riqui Ricón*
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis
alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe
igualmente preciosa que la nuestra (2 P 1.1).
El primer
capítulo de la segunda carta del apóstol Pedro es tan maravillosamente rico en
la revelación de quién ahora tú eres en Cristo Jesús que necesitas varios días
de meditación para poder comprender y recibir la enseñanza que la Palabra de
Dios te da el día de hoy.
Por sólo
citar algunos de los puntos más relevantes, encontrarás que:
1) En
Cristo Jesús, ya tienes fe.
2) Todas
las cosas buenas ya te han sido dadas.
3) Dios te
ha dado preciosas y grandísimas promesas.
4) Ahora
participas de la misma naturaleza divina que tu Padre Celestial.
5) Por todo
lo anterior, estás facultado(a) para vencer al pecado y vivir en santidad.
6) No
caerás jamás.
7) Tienes
amplia y generosa entrada al Reino de Dios.
8) Todo
esto está establecido por Dios en la Palabra profética más segura, que es Su propia
Palabra, la Biblia.
Ahora bien,
en lugar de atemorizarte o sentirte indigno porque Él ha mostrado en tu tiempo las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en
Cristo Jesús,
mejor acepta que este es el mensaje
constante y coherente del Evangelio: que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo
al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados,… ya que, Al
que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él (2 Co 5.19, 21).
Tienes que
entender, de una vez por todas, que el Plan de Redención de Dios para tu vida, es
mucho más rico y maravilloso como para sólo contener el perdón de tus pecados y
tu entrada al cielo, lo cual, ya es en sí mismo magnífico.
Limpiar tus
pecados es apenas el primer requisito para tener derecho a esas preciosas y grandísimas promesas por
medio de las cuales puedes llegar a ser participante de la naturaleza divina
(2 P 1.4).
Son
precisamente estas promesas, puestas por escrito en la Biblia, las que te
ubican de lleno dentro del Plan de Redención.
Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero ),
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los
gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu… Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según
la promesa (Gal 3.13, 14, 29).
Efectivamente,
gracias al Amor con que Dios te ha amado a ti y gracias al sacrificio de Jesús,
ahora tú, como un(a) HIJO(A) DE DIOS NACIDO(A) DE NUEVO, ya has sido redimido(a)
de toda maldición. Tú has sido redimido(a) de toda enfermedad, pobreza, temor,
angustia, rencor, resentimiento, soledad, tribulación, depresión, amargura,
dolor, etc., etc. Ahora vives bajo la bendición de Abraham, que es la bendición
de Dios, TU PADRE.
Esta
Bendición es, ni más ni menos, que ser adoptado(a) Hijo(a) Suyo(a) según el
puro afecto de Su Voluntad. Por esta Bendición has obtenido la Vida Eterna, la Vida
abundante de prosperidad, salud, Amor, paz, gozo y plenitud, que sólo los Hijos
de Dios pueden disfrutar.
Pues
no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de
Dios y coherederos con Cristo
(Ro 8.15-17a).
En Verdad,
sin importar cuales sean tus circunstancias en este momento o como te sientas o
mires a ti mismo(a) el día de hoy; tú eres un(a) Hijo(a) de Dios; un(a) heredero(a);
heredero(a) de Dios y coheredero(a) con Cristo.
¡Tú eres Heredero(a)
de la Promesa del Espíritu!
¿De cuál
Espíritu? Del mismo Espíritu que te permite, por medio de la fe en Cristo Jesús,
RECIBIR TODO ESTO: ¡El Espíritu Santo!
Porque
a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos (Ro 8.29).
Es el mismo
Espíritu Santo quien resucito a Jesús de entre los muertos, el que a ti te ha regenerado,
haciéndote Nacer de Nuevo, conforme a la imagen de Su Hijo, para que ahora Él,
Jesucristo, sea el primogénito entre muchos hermanos.
Ahora bien,
para que todo esto se pueda lograr; Él, el Espíritu Santo, te ha provisto de fe.
La medida de fe, que es una fe igualmente preciosa a la del apóstol Pedro; aquel que, con sólo pasar
caminando, los enfermos sanaban con su sombra (Hch 5.15).
Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y
lo que ahora vivo en la carne, lo
vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo
por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la
justicia, entonces por demás murió Cristo (Gal 2.20-21).
No dudes más, tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y ya no
vives tú, sino Cristo vive en ti; y lo que ahora vives en la carne, lo vives en
la fe del Hijo de Dios. ¿Te das cuenta? No es tu fe, ¡es la fe del Hijo de
Dios!
puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe (He
12.2).
Así que, no deseches la gracia de Dios pensando que esto es demasiado
bueno como para CREER que sea verdad. En lugar de eso, utiliza tu fe
[creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra] y comienza a vivir esa Vida Nueva que
tu Padre te ha obsequiado: La Vida Eterna, que es la Vida de un(a) Hijo(a) de
Dios.
Así es,
amado(a), el Plan de Redención de Dios para tu vida es muchísimo más que el
mero perdón de tus pecados.
De acuerdo a la biblia, la Palabra de Dios, que no miente, Jesús mismo
es el autor y consumador de esa fe que tú ya tienes. Fe para creer quién ahora tú
eres. Fe para creer que eres ese(a) Hijo(a) amado(a) que Él dice que eres. Fe
para creer que puedes ser y hacer todas las cosas que Él dice que puedes ser y
hacer. Tú tienes una ¡Fe con propósito!
Oremos en
voz audible:
Amado Padre
celestial, te amo con todo mi corazón. Estoy muy agradecido por tanto y tan
grande amor que estando yo muerto(a) en delitos y pecados me diste Vida
juntamente con Cristo, por Tu Gracia soy salvo. Señor Jesús, Tú eres mi Dios,
Rey y Salvador y quiero decirte hoy que yo no desecho Tu Gracia sino que la
recibo. Creo y recibo Tu misma fe, Señor Jesús, para hacer las cosas que Tú
hiciste y aún mayores. Pongo mi fe en todas y cada una de Tus promesas que me
has dado en la Biblia para creer y declarar que Yo, _______________(tu nombre
aquí), soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, no de simiente corruptible
sino de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios, que vive y permanece
para siempre. He sido escogido(a) por Dios para ser adoptado(a) Hijo(a) Suyo(a)
según el puro afecto de Su Voluntad, para participar de la naturaleza divina. Rechazo
al espíritu de condenación y fracaso que quiere hacerme creer que sigo siendo
el (la) mismo(a) pecador(a) que antes era. ¡Apelo a la Sangre de Cristo como el
precio de Amor que se pagó por mi regeneración! Yo soy la persona que Tú, Padre
Santo, dices que soy en Tu Palabra, la Biblia. Resisto al espíritu de temor, a
la enfermedad, pobreza, rencor, tristeza y cualquier otra emoción o sentimiento
que me quiera apartar de la Verdad. ¡Jesús ya pagó por mí! ¡La Sangre fue
derramada! ¡Yo no tengo porque pagar!
¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a)
Hijo(a) de Dios! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2012
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un
año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre 23 2 P 1 / Jer 41-42
/ Sal 139
2
Pedro 1
Salutación
1
1Simón Pedro,
siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de
nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:
2Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de
nuestro Señor Jesús.
Partícipes de la naturaleza divina
3Como todas las
cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino
poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y
excelencia, 4por medio de las cuales nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia; 5vosotros también, poniendo toda diligencia
por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia,
piedad; 7a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal,
amor. 8Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os
dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo. 9Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy
corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
10Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación
y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. 11Porque
de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
12Por esto, yo no
dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis
confirmados en la verdad presente. 13Pues tengo por justo, en
tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; 14sabiendo
que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha
declarado. 15También yo procuraré con diligencia que después de mi
partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas.
Testigos presenciales de la gloria de Cristo
16Porque no os
hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo
fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su
majestad. 17Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria,
le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo
amado, en el cual tengo complacencia. 18Y nosotros oímos esta voz
enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.
19Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien
en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el
día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; 20entendiendo
primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación
privada, 21porque nunca la profecía fue traída por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el
Espíritu Santo.
Jeremías
41-42
41
1Aconteció en el
mes séptimo que vino Ismael hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la
descendencia real, y algunos príncipes del rey y diez hombres con él, a
Gedalías hijo de Ahicam en Mizpa; y comieron pan juntos allí en Mizpa. 2Y
se levantó Ismael hijo de Netanías y los diez hombres que con él estaban, e
hirieron a espada a Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, matando así a aquel
a quien el rey de Babilonia había puesto para gobernar la tierra. 3Asimismo
mató Ismael a todos los judíos que estaban con Gedalías en Mizpa, y a los
soldados caldeos que allí estaban.
4Sucedió además,
un día después que mató a Gedalías, cuando nadie lo sabía aún, 5que
venían unos hombres de Siquem, de Silo y de Samaria, ochenta hombres, raída la
barba y rotas las ropas, y rasguñados, y traían en sus manos ofrenda e incienso
para llevar a la casa de Jehová. 6Y de Mizpa les salió al
encuentro, llorando, Ismael el hijo de Netanías. Y aconteció que cuando los
encontró, les dijo: Venid a Gedalías hijo de Ahicam. 7Y cuando
llegaron dentro de la ciudad, Ismael hijo de Netanías los degolló, y los echó
dentro de una cisterna, él y los hombres que con él estaban. 8Mas
entre aquéllos fueron hallados diez hombres que dijeron a Ismael: No nos mates;
porque tenemos en el campo tesoros de trigos y cebadas y aceites y miel. Y los
dejó, y no los mató entre sus hermanos.
9Y la cisterna en
que echó Ismael todos los cuerpos de los hombres que mató a causa de Gedalías,
era la misma que había hecho el rey Asa a causa de Baasa rey de Israel; Ismael
hijo de Netanías la llenó de muertos. 10Después llevó Ismael
cautivo a todo el resto del pueblo que estaba en Mizpa, a las hijas del rey y a
todo el pueblo que en Mizpa había quedado, el cual había encargado Nabuzaradán
capitán de la guardia a Gedalías hijo de Ahicam. Los llevó, pues, cautivos
Ismael hijo de Netanías, y se fue para pasarse a los hijos de Amón.
11Y oyeron
Johanán hijo de Carea y todos los príncipes de la gente de guerra que estaban
con él, todo el mal que había hecho Ismael hijo de Netanías. 12Entonces
tomaron a todos los hombres y fueron a pelear contra Ismael hijo de Netanías, y
lo hallaron junto al gran estanque que está en Gabaón. 13Y
aconteció que cuando todo el pueblo que estaba con Ismael vio a Johanán hijo de
Carea y a todos los capitanes de la gente de guerra que estaban con él, se
alegraron. 14Y todo el pueblo que Ismael había traído cautivo de
Mizpa se volvió y fue con Johanán hijo de Carea. 15Pero Ismael
hijo de Netanías escapó delante de Johanán con ocho hombres, y se fue a los
hijos de Amón. 16Y Johanán hijo de Carea y todos los capitanes de
la gente de guerra que con él estaban tomaron a todo el resto del pueblo que
había recobrado de Ismael hijo de Netanías, a quienes llevó de Mizpa después
que mató a Gedalías hijo de Ahicam; hombres de guerra, mujeres, niños y
eunucos, que Johanán había traído de Gabaón; 17y fueron y
habitaron en Gerutquimam, que está cerca de Belén, a fin de ir y meterse en
Egipto, 18a causa de los caldeos; porque los temían, por haber
dado muerte Ismael hijo de Netanías a Gedalías hijo de Ahicam, al cual el rey
de Babilonia había puesto para gobernar la tierra.
Mensaje a Johanán
42
1Vinieron todos
los oficiales de la gente de guerra, y Johanán hijo de Carea, Jezanías hijo de
Osaías, y todo el pueblo desde el menor hasta el mayor, 2y dijeron
al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por
nosotros a Jehová tu Dios por todo este resto (pues de muchos hemos quedado
unos pocos, como nos ven tus ojos), 3para que Jehová tu Dios nos
enseñe el camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer. 4Y el
profeta Jeremías les dijo: He oído. He aquí que voy a orar a Jehová vuestro
Dios, como habéis dicho, y todo lo que Jehová os respondiere, os enseñaré; no
os reservaré palabra. 5Y ellos dijeron a Jeremías: Jehová sea
entre nosotros testigo de la verdad y de la lealtad, si no hiciéremos conforme
a todo aquello para lo cual Jehová tu Dios te enviare a nosotros. 6Sea
bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos,
obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya
bien.
7Aconteció que al
cabo de diez días vino palabra de Jehová a Jeremías. 8Y llamó a
Johanán hijo de Carea y a todos los oficiales de la gente de guerra que con él
estaban, y a todo el pueblo desde el menor hasta el mayor; 9y les
dijo: Así ha dicho Jehová Dios de Israel, al cual me enviasteis para presentar
vuestros ruegos en su presencia: 10Si os quedareis quietos en esta
tierra, os edificaré, y no os destruiré; os plantaré, y no os arrancaré; porque
estoy arrepentido del mal que os he hecho. 11No temáis de la
presencia del rey de Babilonia, del cual tenéis temor; no temáis de su
presencia, ha dicho Jehová, porque con vosotros estoy yo para salvaros y
libraros de su mano; 12y tendré de vosotros misericordia, y él
tendrá misericordia de vosotros y os hará regresar a vuestra tierra. 13Mas
si dijereis: No moraremos en esta tierra, no obedeciendo así a la voz de Jehová
vuestro Dios, 14diciendo: No, sino que entraremos en la tierra de
Egipto, en la cual no veremos guerra, ni oiremos sonido de trompeta, ni
padeceremos hambre, y allá moraremos; 15ahora por eso, oíd la
palabra de Jehová, remanente de Judá: Así ha dicho Jehová de los ejércitos,
Dios de Israel: Si vosotros volviereis vuestros rostros para entrar en Egipto,
y entrareis para morar allá, 16sucederá que la espada que teméis,
os alcanzará allí en la tierra de Egipto, y el hambre de que tenéis temor, allá
en Egipto os perseguirá; y allí moriréis. 17Todos los hombres que
volvieren sus rostros para entrar en Egipto para morar allí, morirán a espada,
de hambre y de pestilencia; no habrá de ellos quien quede vivo, ni quien escape
delante del mal que traeré yo sobre ellos.
18Porque así ha
dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Como se derramó mi enojo y mi
ira sobre los moradores de Jerusalén, así se derramará mi ira sobre vosotros
cuando entrareis en Egipto; y seréis objeto de execración y de espanto, y de
maldición y de afrenta; y no veréis más este lugar. 19Jehová habló
sobre vosotros, oh remanente de Judá: No vayáis a Egipto; sabed ciertamente que
os lo aviso hoy. 20¿Por qué hicisteis errar vuestras almas? Pues
vosotros me enviasteis a Jehová vuestro Dios, diciendo: Ora por nosotros a
Jehová nuestro Dios, y haznos saber todas las cosas que Jehová nuestro Dios
dijere, y lo haremos. 21Y os lo he declarado hoy, y no habéis
obedecido a la voz de Jehová vuestro Dios, ni a todas las cosas por las cuales
me envió a vosotros. 22Ahora, pues, sabed de cierto que a espada,
de hambre y de pestilencia moriréis en el lugar donde deseasteis entrar para
morar allí.
SALMO 139
Omnipresencia y omnisciencia
de Dios
Al músico principal. Salmo de David.
1 Oh Jehová,
tú me has examinado y conocido.
2 Tú has
conocido mi sentarme y mi levantarme;
Has
entendido desde lejos mis pensamientos.
3 Has escudriñado
mi andar y mi reposo,
Y todos mis
caminos te son conocidos.
4 Pues aún no
está la palabra en mi lengua,
Y he aquí,
oh Jehová, tú la sabes toda.
5 Detrás y
delante me rodeaste,
Y sobre mí
pusiste tu mano.
6 Tal conocimiento
es demasiado maravilloso para mí;
Alto es, no lo puedo
comprender.
7 ¿A dónde me
iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde
huiré de tu presencia?
8 Si subiere
a los cielos, allí estás tú;
Y si en el
Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
9 Si tomare
las alas del alba
Y habitare
en el extremo del mar,
10 Aun allí me
guiará tu mano,
Y me asirá
tu diestra.
11 Si dijere:
Ciertamente las tinieblas me encubrirán;
Aun la noche
resplandecerá alrededor de mí.
12 Aun las
tinieblas no encubren de ti,
Y la noche
resplandece como el día;
Lo mismo te son las tinieblas
que la luz.
13 Porque tú
formaste mis entrañas;
Tú me
hiciste en el vientre de mi madre.
14 Te alabaré;
porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy
maravillado,
Y mi alma lo
sabe muy bien.
15 No fue
encubierto de ti mi cuerpo,
Bien que en
oculto fui formado,
Y
entretejido en lo más profundo de la tierra.
16 Mi embrión
vieron tus ojos,
Y en tu
libro estaban escritas todas aquellas cosas
Que fueron
luego formadas,
Sin faltar
una de ellas.
17 ¡Cuán
preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!
¡Cuán grande
es la suma de ellos!
18 Si los
enumero, se multiplican más que la arena;
Despierto, y aún estoy
contigo.
19 De cierto,
oh Dios, harás morir al impío;
Apartaos,
pues, de mí, hombres sanguinarios.
20 Porque
blasfemias dicen ellos contra ti;
Tus enemigos
toman en vano tu nombre.
21 ¿No odio,
oh Jehová, a los que te aborrecen,
Y me
enardezco contra tus enemigos?
22 Los
aborrezco por completo;
Los tengo
por enemigos.
23 Examíname,
oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y
conoce mis pensamientos;
24 Y ve si hay
en mí camino de perversidad,
Y guíame en
el camino eterno.
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