5
de Noviembre
¡Creyéndole
a Dios!
Por
Riqui Ricón*
Porque
no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio (2 Ti 1.7).
Amado(a),
de acuerdo a la Biblia, la Palabra de Dios, que no miente, cuando aceptaste a
Jesús como Señor y Salvador de tu vida todos tus pecados fueron pagados; así, fuiste
justificado(a), perdonado(a) y santificado(a).
Todo
esto lo hizo Dios por Amor a ti y con el único propósito de que recibieras el
regalo de la Vida Eterna al Nacer de Nuevo como un(a) Hijo(a) del Rey.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co 5.17).
Es
por esta maravillosa operación del Nuevo Nacimiento que tú has sido hecho(a)
una nueva especie de ser, que no existía antes, y no has recibido el espíritu
de cobardía sino que, Dios te ha dotado en tu nueva naturaleza de un espíritu
de poder, de amor y de dominio propio.
¡Eres
un(a) Hijo(a) del Rey!
Sin
embargo, hay creyentes que, cuando escuchan esta revelación, reaccionan
pensando, “pues, si soy sincero(a), yo amo
a Dios con todo mi corazón, pero ni me siento santo(a), ni justo(a), ni noto
ninguna clase de poder o amor en mi vida. Aún sigo luchando contra mi vieja
naturaleza”.
Pues
bien, pon mucha atención a esta breve reflexión de las lecturas del día de hoy,
pues ¡Aquí está la clave del éxito para vivir esa clase de vida en poder, en
amor y en dominio propio!
Porque por gracia ustedes han sido
salvados mediante la fe; esto no procede
de ustedes, sino que es el regalo de
Dios, no por obras, para que nadie se
jacte (Efe 2.8-9 NVI).
La
Nueva Naturaleza, al igual que la salvación, se recibe por fe [creyéndole a
Dios, creyendo Su Palabra]. La recibes, no por lo que hayas hecho o vayas
hacer, ni por cómo te sientas respecto a ti mismo; la recibes cuando la crees
sólo porque Dios lo dice así. Y si Dios lo dice, entonces tú lo crees, lo
aceptas y lo recibes.
Por
ejemplo, sin importar como te veas o te sientas respecto a ti mismo(a) el día
de hoy, la única Verdad es que:
o
Tú eres el (la) Amado(a) de Dios.
¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a
ti!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.16-17).
o
Por
tu fe, por creerle a Dios creyendo Su Palabra, has Nacido de Dios. Eres un(a)
auténtico(a) y legítimo(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios (1 Jn 5.1a).
o
Tú
Naciste de Nuevo NO de una simiente corruptible sino de la incorruptible
semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
Ustedes
nacieron de nuevo, no por medio de padres mortales, sino por medio del mensaje
vivo y eterno de Dios (1 P 1.23 PDT).
Así
que, lo realmente relevante no es lo que
sientas, experimentes o manifiestes con tus actos, pues esa no es la Verdad. La
Verdad es la que Dios ha declarado acerca de ti en Su Palabra, pues toda Su
Palabra es la Verdad.
Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo
que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe [por
creerle a Dios creyendo Su Palabra]
andamos, no por vista)
(2 Co 5.6-7).
Entonces,
la clave del éxito es saber y creer que lo que Dios dice en la Biblia acerca de
ti es la Verdad y que se cumple totalmente, pues primero el cielo y la tierra
dejan de existir antes que la Palabra de Dios deje de cumplirse.
Por
esta razón es que, sin fe [sin creerle a Dios, creyendo Su Palabra] es
imposible agradar a Dios,
Porque
en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe [por creerle a Dios, creyendo Su Palabra] y para fe [para creerle a Dios, creyendo Su Palabra], como está escrito: Mas el justo por la fe
[por creerle a Dios, creyendo Su Palabra]
vivirá (Ro 1.17).
Por
lo tanto, Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios [como Jesús vivió, creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra], el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí (Gal 2.20).
Tu
vieja naturaleza pecaminosa está muerta, quedó clavada en la cruz, y si luchas
contra ella no la vencerás, pues ¡ya está vencida! ¡Está muerta! ¿Entiendes?
El
asunto es que el diablo tratará, a toda costa, de convencerte que sigues siendo
la misma persona que antes eras; y si le crees a él, en lugar de creerle a tu
Padre celestial, entonces Satanás te convencerá de tu fracaso y te llevará al
terreno de la condenación para darte conciencia de pecado, en lugar de la
conciencia de justicia en Cristo Jesús.
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león
rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en
la fe (1 P 5.8-9a).
Recuerda
que la única arma que Satanás puede usar en tu contra es la mentira, y ésta sólo
adquiere poder cuando la comienzas a creer.
Hijitos,
vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en
vosotros, que el que está en el mundo
(1 JN 4.4).
Tú
eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y la única forma que tiene
Satanás para vencer a alguien tan fuerte, poderoso y formidable como tú, es
engañándote y convenciéndote a que creas con todo tu ser que eres mucho más
débil e insignificante que él.
Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque
las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que
se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento
a la obediencia a Cristo (2 Co 10.3-5).
Tu
fe en la Palabra de Dios (creer que lo que Él dice es Verdad), es el arma
poderosa con la cual puedes someter al espíritu de temor e incredulidad que
pretende engañarte.
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al
mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe (1
Jn 5.4).
Tú
eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y vences este mundo de maldad,
consiguiendo la victoria por medio de tu fe, de creerle a Dios, creyendo Su
Palabra.
Así
pues, es con tu fe [creyéndole a Dios, creyendo
Su Palabra] que llamas las cosas que no son como si
fueran y comienzas a recibir y establecer lo que Dios ya decretó desde la
eternidad acerca de ti. Por ejemplo:
Miren lo grande que es el amor que el
Padre nos ha mostrado, ¡hasta llega a hacer posible que seamos llamados hijos
de Dios! Y eso es lo que de verdad somos. Por eso la gente del mundo no nos
conoce, pues el mundo no conoce a Dios (1 Jn 3.1).
Pues no
habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre! (Ro 8.15).
Así
que, sea cual sea la situación, problema o enfermedad que el día de hoy estés
enfrentando, ¡Tú decides! ¿A quién le vas a creer?
Porque
no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio (2 Ti 1.7).
Oremos
en voz audible:
Amado
Padre celestial, yo sé en quién he creído y estoy seguro de que Eres poderoso
para guardar mi depósito para aquel día. Jamás seré avergonzado de haber
confiado en Tu Palabra sino que, por lo contrario, dichoso, mil veces feliz, el
hombre y la mujer que en Ti confían. En medio de cualquier circunstancia, Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá
mi socorro? Mi socorro viene de Ti, Señor Jesús, Que has hecho los cielos y la
tierra. No darás mi pie al resbaladero, Ni te dormirás, Tú, el que me guardas.
He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a __________ (tu nombre
aquí). Padre, Tú eres mi guardador; Tú eres mi sombra a mi mano derecha. El
sol no me fatigará de día, Ni la luna de noche. Jehová, Tú me guardarás de todo
mal; Tú guardarás mi alma. Dios, Tú guardarás mi salida y mi entrada Desde
ahora y para siempre. Así que yo le llamo a todo el bien, la
gracia y la misericordia que Tú has decretado acerca de mí. Me declaro sano(a)
y saludable en cada una de las células, tejidos, órganos y sistemas que forman
mi cuerpo; soy libre de deudas, las voy a pagar todas, y le llamo a la
prosperidad y abundancia que Tú, oh Dios, deseas para mí en Tu Palabra. Puedo
vivir feliz y pleno(a) pues nada ni nadie me pueden separar de Tu Grande Amor
que es para mí, en Cristo Jesús mi Señor. Creo, confieso y recibo que: ¡Soy
sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo! Muchas, muchísimas gracias, Señor Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2012
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre 5 2
Tim 1 /
Jer 5-6 / Sal 121
2
Timoteo 1
Salutación
1
1Pablo, apóstol
de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en
Cristo Jesús, 2a Timoteo, amado hijo:
Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor.
Testificando de Cristo
3Doy gracias a
Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar
me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día; 4deseando verte, al
acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo; 5trayendo a la
memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela
Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en
ti también. 6Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don
de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. 7Porque no
nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio.
8Por tanto, no te
avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino
participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, 9quien
nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino
según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de
los tiempos de los siglos, 10pero que ahora ha sido manifestada
por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó
a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, 11del cual yo
fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. 12Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé
a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para
aquel día. 13Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste,
en la fe y amor que es en Cristo Jesús. 14Guarda el buen depósito
por el Espíritu Santo que mora en nosotros.
15Ya sabes esto,
que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes.
16Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas
veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, 17sino que
cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló. 18Concédale
el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos
ayudó en Efeso, tú lo sabes mejor.
Jeremías
5-6
Impiedad de Jerusalén y de Judá
5
1Recorred las
calles de Jerusalén, y mirad ahora, e informaos; buscad en sus plazas a ver si
halláis hombre, si hay alguno que haga justicia, que busque verdad; y yo la
perdonaré. 2Aunque digan: Vive Jehová, juran falsamente. 3Oh
Jehová, ¿no miran tus ojos a la verdad? Los azotaste, y no les dolió; los
consumiste, y no quisieron recibir corrección; endurecieron sus rostros más que
la piedra, no quisieron convertirse.
4Pero yo dije:
Ciertamente éstos son pobres, han enloquecido, pues no conocen el camino de
Jehová, el juicio de su Dios. 5Iré a los grandes, y les hablaré;
porque ellos conocen el camino de Jehová, el juicio de su Dios. Pero ellos
también quebraron el yugo, rompieron las coyundas.
6Por tanto, el
león de la selva los matará, los destruirá el lobo del desierto, el leopardo
acechará sus ciudades; cualquiera que de ellas saliere será arrebatado; porque
sus rebeliones se han multiplicado, se han aumentado sus deslealtades.
7¿Cómo te he de
perdonar por esto? Sus hijos me dejaron, y juraron por lo que no es Dios. Los
sacié, y adulteraron, y en casa de rameras se juntaron en compañías. 8Como
caballos bien alimentados, cada cual relinchaba tras la mujer de su prójimo.
9¿No había de castigar esto? dijo Jehová. De una nación como esta, ¿no
se había de vengar mi alma? 10Escalad sus muros y destruid, pero
no del todo; quitad las almenas de sus muros, porque no son de Jehová. 11Porque
resueltamente se rebelaron contra mí la casa de Israel y la casa de Judá, dice
Jehová. 12Negaron a Jehová, y dijeron: El no es, y no vendrá mal
sobre nosotros, ni veremos espada ni hambre; 13antes los profetas
serán como viento, porque no hay en ellos palabra; así se hará a ellos.
14Por tanto, así
ha dicho Jehová Dios de los ejércitos: Porque dijeron esta palabra, he aquí yo
pongo mis palabras en tu boca por fuego, y a este pueblo por leña, y los
consumirá. 15He aquí yo traigo sobre vosotros gente de lejos, oh
casa de Israel, dice Jehová; gente robusta, gente antigua, gente cuya lengua
ignorarás, y no entenderás lo que hablare. 16Su aljaba como
sepulcro abierto, todos valientes. 17Y comerá tu mies y tu pan,
comerá a tus hijos y a tus hijas; comerá tus ovejas y tus vacas, comerá tus
viñas y tus higueras, y a espada convertirá en nada tus ciudades fortificadas
en que confías.
18No obstante, en
aquellos días, dice Jehová, no os destruiré del todo. 19Y cuando
dijeren: ¿Por qué Jehová el Dios nuestro hizo con nosotros todas estas cosas?,
entonces les dirás: De la manera que me dejasteis a mí, y servisteis a dioses
ajenos en vuestra tierra, así serviréis a extraños en tierra ajena.
20Anunciad esto
en la casa de Jacob, y haced que esto se oiga en Judá, diciendo: 21Oíd
ahora esto, pueblo necio y sin corazón, que tiene ojos y no ve, que tiene oídos
y no oye:
22¿A mí no me temeréis? dice Jehová. ¿No os amedrentaréis ante mí, que
puse arena por término al mar, por ordenación eterna la cual no quebrantará? Se
levantarán tempestades, mas no prevalecerán; bramarán sus ondas, mas no lo
pasarán.
23No obstante, este pueblo tiene corazón falso y rebelde; se apartaron y
se fueron. 24Y no dijeron en su corazón: Temamos ahora a Jehová
Dios nuestro, que da lluvia temprana y tardía en su tiempo, y nos guarda los
tiempos establecidos de la siega. 25Vuestras iniquidades han
estorbado estas cosas, y vuestros pecados apartaron de vosotros el bien.
26Porque fueron hallados en mi pueblo impíos; acechaban como quien pone
lazos, pusieron trampa para cazar hombres. 27Como jaula llena de
pájaros, así están sus casas llenas de engaño; así se hicieron grandes y
ricos. 28Se engordaron y se pusieron lustrosos, y sobrepasaron los
hechos del malo; no juzgaron la causa, la causa del huérfano; con todo, se
hicieron prósperos, y la causa de los pobres no juzgaron. 29¿No
castigaré esto? dice Jehová; ¿y de tal gente no se vengará mi alma?
30Cosa espantosa
y fea es hecha en la tierra; 31los profetas profetizaron mentira,
y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso. ¿Qué,
pues, haréis cuando llegue el fin?
El juicio contra Jerusalén y Judá
6
1Huid, hijos de
Benjamín, de en medio de Jerusalén, y tocad bocina en Tecoa, y alzad por señal
humo sobre Bet-haquerem; porque del norte se ha visto mal, y quebrantamiento
grande. 2Destruiré a la bella y delicada hija de Sion. 3Contra
ella vendrán pastores y sus rebaños; junto a ella plantarán sus tiendas
alrededor; cada uno apacentará en su lugar. 4Anunciad guerra
contra ella; levantaos y asaltémosla a mediodía. ¡Ay de nosotros! que va
cayendo ya el día, que las sombras de la tarde se han extendido. 5Levantaos
y asaltemos de noche, y destruyamos sus palacios.
6Porque así dijo
Jehová de los ejércitos: Cortad árboles, y levantad vallado contra Jerusalén;
esta es la ciudad que ha de ser castigada; toda ella está llena de violencia.
7Como la fuente nunca cesa de manar sus aguas, así ella nunca cesa de
manar su maldad; injusticia y robo se oyen en ella; continuamente en mi
presencia, enfermedad y herida. 8Corrígete, Jerusalén, para que no
se aparte mi alma de ti, para que no te convierta en desierto, en tierra
inhabitada.
9Así dijo Jehová
de los ejércitos: Del todo rebuscarán como a vid el resto de Israel; vuelve tu
mano como vendimiador entre los sarmientos. 10¿A quién hablaré y
amonestaré, para que oigan? He aquí que sus oídos son incircuncisos, y no
pueden escuchar; he aquí que la palabra de Jehová les es cosa vergonzosa, no la
aman. 11Por tanto, estoy lleno de la ira de Jehová, estoy cansado
de contenerme; la derramaré sobre los niños en la calle, y sobre la reunión de
los jóvenes igualmente; porque será preso tanto el marido como la mujer, tanto
el viejo como el muy anciano. 12Y sus casas serán traspasadas a
otros, sus heredades y también sus mujeres; porque extenderé mi mano sobre los
moradores de la tierra, dice Jehová. 13Porque desde el más chico
de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta
hasta el sacerdote, todos son engañadores. 14Y curan la herida de
mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz. 15¿Se
han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado,
ni aun saben tener vergüenza; por tanto, caerán entre los que caigan; cuando
los castigue caerán, dice Jehová.
16Así dijo
Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas,
cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma.
Mas dijeron: No andaremos. 17Puse también sobre vosotros atalayas,
que dijesen: Escuchad al sonido de la trompeta. Y dijeron ellos: No
escucharemos. 18Por tanto, oíd, naciones, y entended, oh
congregación, lo que sucederá. 19Oye, tierra: He aquí yo traigo
mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos; porque no escucharon mis
palabras, y aborrecieron mi ley. 20¿Para qué a mí este incienso de
Sabá, y la buena caña olorosa de tierra lejana? Vuestros holocaustos no son
aceptables, ni vuestros sacrificios me agradan. 21Por tanto,
Jehová dice esto: He aquí yo pongo a este pueblo tropiezos, y caerán en ellos
los padres y los hijos juntamente; el vecino y su compañero perecerán.
22Así ha dicho
Jehová: He aquí que viene pueblo de la tierra del norte, y una nación grande se
levantará de los confines de la tierra. 23Arco y jabalina
empuñarán; crueles son, y no tendrán misericordia; su estruendo brama como el
mar, y montarán a caballo como hombres dispuestos para la guerra, contra ti, oh
hija de Sion. 24Su fama oímos, y nuestras manos se descoyuntaron;
se apoderó de nosotros angustia, dolor como de mujer que está de parto.
25No salgas al campo, ni andes por el camino; porque espada de enemigo y
temor hay por todas partes. 26Hija de mi pueblo, cíñete de
cilicio, y revuélcate en ceniza; ponte luto como por hijo único, llanto de
amarguras; porque pronto vendrá sobre nosotros el destruidor.
27Por fortaleza
te he puesto en mi pueblo, por torre; conocerás, pues, y examinarás el camino
de ellos. 28Todos ellos son rebeldes, porfiados, andan chismeando;
son bronce y hierro; todos ellos son corruptores. 29Se quemó el
fuelle, por el fuego se ha consumido el plomo; en vano fundió el fundidor, pues
la escoria no se ha arrancado. 30Plata desechada los llamarán,
porque Jehová los desechó.
SALMO 121
Jehová es tu guardador
Cántico gradual.
1 Alzaré mis
ojos a los montes;
¿De dónde
vendrá mi socorro?
2 Mi socorro
viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la
tierra.
3 No dará tu
pie al resbaladero,
Ni se
dormirá el que te guarda.
4 He aquí, no
se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
5 Jehová es
tu guardador;
Jehová es tu
sombra a tu mano derecha.
6 El sol no
te fatigará de día,
Ni la luna de noche.
7 Jehová te
guardará de todo mal;
El guardará
tu alma.
8 Jehová
guardará tu salida y tu entrada
Desde ahora
y para siempre.
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