3
de Octubre
¡Sostente con la Palabra de Honor!
Por
Riqui Ricón *
Cuando oyó Sanbalat que
nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo
escarnio de los judíos. Y habló delante de sus hermanos y del
ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá
volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los
montones del polvo las piedras que fueron quemadas? Y estaba junto
a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si
subiere una zorra lo derribara (Neh 4. 1-3).
En
este día, sin importar lo que digan tus enemigos, ¡No temas, CREE solamente!
Esta fue la respuesta que Jesús le dio a Jairo cuando le dieron la noticia que
su hija había muerto para que ya no molestara más al maestro.
Recuerda
que Jairo tenía fe, creía que Jesús salvaría a su hija moribunda por eso fue y
le pidió ese favor a Jesús. Jesús le dijo que sí iría con él para sanar a su
hija y se encaminaron hacia su casa. En ese momento, Jairo no sólo tenía una
esperanza sino que además TENÍA la Palabra de Jesús. Pero, a la mitad del
camino, como suele suceder con frecuencia, llegaron con la mala noticia de la muerte de su hija; se
hablaron palabras de muerte, destrucción y desesperanza.
Pasando otra vez Jesús en una
barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él
estaba junto al mar. Y vino uno de los principales de la sinagoga,
llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, y le
rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella
para que sea salva, y vivirá. Fue, pues, con él; y le seguía una gran
multitud, y le apretaban... Mientras él aún hablaba, vinieron de
casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero
Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y
no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de
Jacobo. Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el
alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y entrando, les
dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme.
Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la
madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña.
Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es:
Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y
andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. Pero él
les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer (Mar 5. 21-24, 35-43).
Ahora
bien, en la escritura que encabeza esta reflexión, encontramos que Nehemías es
un prototipo de Jesucristo y, por lo tanto, un prototipo tuyo. Él tenía un
sueño o visión, reconstruir las murallas de Jerusalén; tenía fe, pues sabía que
Dios estaba con él; tenía propósito, pues había sido autorizado por el rey.
Pero, de pronto, sus enemigos, que al parecer eran más fuertes que él, se
levantan para hacer declaraciones de fracaso, temor, debilidad, impotencia,
duda, etc., sobre de él y sobre su propósito. ¿No te parece familiar esta
oposición?
¿Qué
hacer cuando has tenido fe para pedir y creer que Dios te va a ayudar en esa
difícil situación y de repente parece que nada va a suceder o que, al contrario
de lo que has pedido, todo se va a poner peor? Pues, actúa como Nehemías, ¡sigue
creyendo! Fortalécete en el Señor y en el poder de su fuerza. Porque Él nunca
ha abandonado a nadie y tú jamás serás avergonzado(a) de haber confiado en Su
Palabra.
Por lo demás, hermanos míos,
fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza (Efe 6.10).
¿Cuál
es el poder de la fuerza de Dios? No son los ángeles, ni su fuerte brazo, ni
los relámpagos y truenos. ¿Cómo creó Dios todo el Universo, lo visible y lo
invisible? ¡Con Su Palabra! ¡El Poder de la fuerza de Dios ES Su Palabra!
Así
que, fortalécete con la Palabra de Dios y ésta te dará la fe que necesitas para
salir más que vencedor(a) de cualquier situación que estés enfrentando el día
de hoy.
Así que la fe viene como resultado de
oír el mensaje, y el mensaje que se oye
es la palabra de Cristo (Rom 10.17
NVI).
Jesús
le dijo a Jairo: ¡No temas, CREE solamente! ¿Qué fue lo que fortaleció a Jairo
para seguir creyendo a pesar de la noticia de la muerte de su hija? ¡La Palabra
de Jesús! ¡Dios es digno de confianza! ¡Dios tiene Palabra de Honor!
Dios no es como los mortales: no
miente ni cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando hace
una promesa, la cumple. Yo tengo órdenes de bendecir; si Dios bendice, yo no puedo contradecirlo (Num 23.19-20 DHH).
¡Todo
lo que Dios ha dicho en Su Palabra, la Biblia, acerca de ti, Él lo va hacer;
todo lo que Dios ha hablado a tu favor, Él lo va ejecutar!
Por
lo tanto, resiste ese espíritu de temor y duda que las circunstancias o las
palabras de otros quieren implantar en tu espíritu para que dejes de creer y
caigas en desánimo y desesperación. ¡Sé como Nehemías! Echa mano de la oración,
toma la Palabra de Dios como una espada, tu fe como un escudo y pelea la buena
batalla pues estamos en guerra.
Pelea la buena batalla de la
fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo
hecho la buena profesión (confesión) delante de muchos
testigos (1 Ti 6.12).
¡Echa
mano de la Vida Eterna! Echa mano de tu Verdadera Identidad, pues ahora, por
Cristo Jesús, tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y eres amado(a)
por Dios.
El espíritu es el que da vida;
la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y
son vida
(Jn 6.63).
Sólo la Palabra de Dios puede producir Vida en ti, a pesar de cualquier
circunstancia por difícil que parezca.
¡Nunca
te rindas! Jamás le des lugar en tu vida a la actitud diabólica de la
resignación. Recuerda siempre que, ¡Dios, el Todopoderoso, es tu Padre que te
ama! La Biblia, que es la Palabra de Dios, y no miente, lo dice
claramente:
Fíjense qué gran amor nos ha dado el
Padre, que se nos llame hijos de
Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
Hijitos, vosotros sois de
Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que
está en el mundo
(1 Jn 4.4).
¿Qué, pues, diremos a esto?
Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó
ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
también con él todas las cosas? (Ro 8.31-32).
Así
que, recuerda: pase lo que pase, suceda lo que suceda, ten por cierto que tú ya
has vencido. Dilo en voz alta: ¡Yo le creo a Dios!
Al que venciere, le daré que
se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi
Padre en su trono
(Apo 3.21).
Sin
importar cómo te sientas el día de hoy, ¡Tú ya has vencido! La Biblia lo dice
así. Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
Oremos
en voz audible:
Amado
Padre celestial, en este día vengo a Ti con la total certeza y la plena confianza
a Tu Palabra. Estoy profundamente agradecido(a) por Tu Gran Amor. Hoy sé que me
amas tanto que preferiste entregar a Tu propio Hijo antes que perderme a mí, y
que, aunque yo estaba muerto(a) en mis delitos y pecados, por este Tu Gran Amor
con que me has amado, me diste Vida juntamente con Cristo Jesús; por Tu Gracia
soy salvo(a) por medio de la fe, y aún ésta última no es mía sino que es un
regalo Tuyo. ¡Cuán Grande y Hermoso Eres mi Señor! ¡Cuán maravilloso es Tu Amor
por mí! En esta hora me pongo de acuerdo con Tu Eterna e Infalible Palabra para
creer y declarar que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, creo y recibo
mi sanidad. Me declaro libre de toda dolencia y enfermedad. Hablo salud y
bienestar a cada célula, tejido, órgano y sistema de mi ser. Rechazo todo
miedo, pues yo no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y hoy puedo decir, Abba,
Padre. Pongo mis ojos, emociones y sentimientos en Ti, Señor Jesús, quien eres el
autor y consumador de mi fe. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy
más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy
dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús.
Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi
sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor,
la paz y el gozo que ahora disfruto. Gracias porque por Tu Palabra, la Biblia,
sin lugar a dudas, soy y recibo todo esto que he declarado delante de Tu
Presencia. ¡Yo soy tuyo(a) y ya he vencido! En el nombre de Jesús. Amén
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un
año habrás leído toda la Biblia.
Octubre 3 Apo
3 / Neh 4 / Sal 98
Apocalipsis
3
El mensaje a Sardis
3
1Escribe al ángel
de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete
estrellas, dice esto:
Yo conozco tus obras, que
tienes nombre de que vives, y estás muerto. 2Sé vigilante, y
afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras
perfectas delante de Dios. 3Acuérdate, pues, de lo que has recibido
y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como
ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. 4Pero
tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y
andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. 5El que
venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro
de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y
delante de sus ángeles. 6El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
El mensaje a Filadelfia
7Escribe al ángel
de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la
llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:
8Yo conozco tus
obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede
cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has
negado mi nombre. 9He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a
los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que
vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he
amado. 10Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo
también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo
entero, para probar a los que moran sobre la tierra. 11He aquí, yo
vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. 12Al
que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de
allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi
Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo,de mi
Dios, y mi nombre nuevo. 13El que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias.
El mensaje a Laodicea
14Y escribe al
ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero,
el principio de la creación de Dios, dice esto:
15Yo conozco tus
obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 16Pero
por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. 17Porque
tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad;
y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
18Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego,
para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la
vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. 19Yo
reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues,
celoso, y arrepiéntete. 20He aquí, yo estoy a la puerta y llamo;
si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él
conmigo. 21Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi
trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
22El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Nehemías
Precauciones contra los enemigos
4
1Cuando oyó
Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran
manera, e hizo escarnio de los judíos. 2Y habló delante de sus
hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos?
¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día?
¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas? 3Y
estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro
de piedra, si subiere una zorra lo derribará. 4Oye, oh Dios
nuestro, que somos objeto de su menosprecio, y vuelve el baldón de ellos sobre
su cabeza, y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. 5No
cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se airaron
contra los que edificaban. 6Edificamos, pues, el muro, y toda la
muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo
para trabajar.
7Pero aconteció
que oyendo Sanbalat y Tobías, y los árabes, los amonitas y los de Asdod, que
los muros de Jerusalén eran reparados, porque ya los portillos comenzaban a ser
cerrados, se encolerizaron mucho; 8y conspiraron todos a una para
venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño. 9Entonces oramos a
nuestro Dios, y por causa de ellos pusimos guarda contra ellos de día y de
noche. 10Y dijo Judá: Las fuerzas de los acarreadores se han
debilitado, y el escombro es mucho, y no podemos edificar el muro. 11Y
nuestros enemigos dijeron: No sepan, ni vean, hasta que entremos en medio de
ellos y los matemos, y hagamos cesar la obra. 12Pero sucedió que
cuando venían los judíos que habitaban entre ellos, nos decían hasta diez
veces: De todos los lugares de donde volviereis, ellos caerán sobre vosotros.
13Entonces por
las partes bajas del lugar, detrás del muro, y en los sitios abiertos, puse al
pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con sus arcos. 14Después
miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo:
No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por
vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras
mujeres y por vuestras casas. 15Y cuando oyeron nuestros enemigos
que lo habíamos entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos,
nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea. 16Desde aquel día
la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad tenía lanzas,
escudos, arcos y corazas; y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa
de Judá. 17Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y
los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la
espada. 18Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada
ceñida a sus lomos, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto
a mí.
19Y dije a los
nobles, y a los oficiales y al resto del pueblo: La obra es grande y extensa, y
nosotros estamos apartados en el muro, lejos unos de otros. 20En
el lugar donde oyereis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros;
nuestro Dios peleará por nosotros. 21Nosotros, pues, trabajábamos
en la obra; y la mitad de ellos tenían lanzas desde la subida del alba hasta
que salían las estrellas. 22También dije entonces al pueblo: Cada
uno con su criado permanezca dentro de Jerusalén, y de noche sirvan de
centinela y de día en la obra. 23Y ni yo ni mis hermanos, ni mis
jóvenes, ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestro vestido;
cada uno se desnudaba solamente para bañarse.
SALMO 98
Alabanza por la justicia de
Dios
Salmo.
1 Cantad a
Jehová cántico nuevo,
Porque ha
hecho maravillas;
Su diestra
lo ha salvado, y su santo brazo.
2 Jehová ha
hecho notoria su salvación;
A vista de
las naciones ha descubierto su justicia.
3 Se ha
acordado de su misericordia y de su verdad para con la casa de Israel;
Todos los términos de la
tierra han visto la salvación de nuestro Dios.
4 Cantad
alegres a Jehová, toda la tierra;
Levantad la
voz, y aplaudid, y cantad salmos.
5 Cantad
salmos a Jehová con arpa;
Con arpa y
voz de cántico.
6 Aclamad con
trompetas y sonidos de bocina,
Delante del rey Jehová.
7 Brame el
mar y su plenitud,
El mundo y
los que en él habitan;
8 Los ríos
batan las manos,
Los montes
todos hagan regocijo
9 Delante de
Jehová, porque vino a juzgar la tierra.
Juzgará al
mundo con justicia,
Y a los
pueblos con rectitud.
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